LOS NAVEGANTES OCULTOS
El alba se asomaba en el horizonte, el vigila, quien sujetaba unos binoculares observó a lo lejos, y una vez que el puerto se hizo presente en medio de la neblina dio el aviso, los marinos que se encontraban en la parte baja comenzaron a resonar la campana del navío, y los pasajeros que llevaban ya varios meses dentro de la embarcación subieron y observaron finalmente a Dico a lo lejos.
Desde que los Wolfgang liderados por Giorgio habían declarado la guerra a los Hanton, quienes no compartían sus mismos ideales se habían visto forzados a huir de sus hogares para buscar la forma de comenzar de cero.
—Regente Celine —dijo el capitán en cuanto vio a la muchacha de cabello platinado posicionarse a su lado—. Lo han logrado, vea, Dico es libre.
La muchacha se retiró ligeramente la capa que tapaba su rostro y observó al frente, las banderas de los Wolfgang estaban calcinadas y eran apenas reconocibles, y esto solo provocó que sonriera, aunque claro, esto apenas duró tan solo unos segundos. La culpa que sentía la carcomía por dentro. Ver a las personas celebrando la aparente victoria no hacía otra cosa que provocarle un vacío en el estómago porque era consciente de que aquella efímera paz no duraría demasiado.
—¡A sus posiciones! —gritó el capitán y tanto la tripulación como los pasajeros fueron a sus lugares.
El barco se mecía de un lado al otro, los tripulantes ataron los objetos que estaban sueltos sobre la proa, y para evitar pérdidas, los demás pasajeros aseguraron unas sogas al contorno de su cintura para evitar caer al mar. Las vylas silvestres surcaron el cielo y emitieron un chirrido sobre sus cabezas, el capitán extendió la mano y gritó con fuerza: ¡Prepárense! El primer impacto del remolino meció el barco, la gente se sujetó de sus lugares y rogó porque la embarcación no se volteara en medio del mar, ya que de hacerlo, nadie podría acercarse a rescatarlos y serían arrastrados hasta el fondo. El capitán sujetaba el timón y lo movía para balancear el peso, la tripulación replegaba las velas según la orden que él diera, luego de algunos minutos de movimiento finalmente la embarcación pasó el peligro y volvió a flotar con normalidad.
—¡Puerto a la vista, es hora de desembarcar! —gritó el capitán del navío mientras los tripulantes se alistaban para encallar.
—Bienvenida nuevamente a casa —escuchó Celine a sus espaldas.
Meried sostenía al pequeño Jael entre sus manos y aunque este estaba dormido, sus pequeños dedos se sujetaban con firmeza a la tela del vestido. Celine se acercó a ambos y acarició el rostro del pequeño, este hizo una mueca, más no se despertó, solo se limitó a esconder más el rostro para taparse de los rayos del sol.
—Deberías estar descansando, Meried.
—Dormí lo suficiente —respondió—. Desde pequeña he tenido que despertarme temprano y se hizo un hábito.
—Aún siento que ha sido demasiado imprudente traerlo con nosotras —confesó Celine, Meried la observó atenta—. Quizás hubiera sido mejor dejarlo en alguna aldea muy lejana. No me malentiendas, lo amo como si fuera mío, pero... tengo miedo de que algo pueda pasarle.
—Tuvimos la fortuna de que Gior...—ella se quedó callada y Celine sujetó su hombro dándole fuerza—. Por suerte Giorgio ha sido derrotado, si eso no hubiera pasado... posiblemente hubiéramos condenado a Jael a un futuro atroz —ella suspiró—. Sé que tratar de tapar el sol con un dedo es imposible, pero... negarlo a que sepa sobre su origen podría ser catastrófico cuando crezca.
Y ambas se quedaron calladas.
Ninguna deseaba que ese pequeño niño repitiera la historia de su padre. Como si el pequeño hubiera entendido la conversación se removió y bostezó, abrió sus pequeños ojos azules y luego esbozó una sonrisa dejando expuesta sus encías carentes de dientes.
—Me preocupa lo que le deparará a él en un futuro —le confesó Celine mientras el pequeño estiraba los brazos para que ella lo tome, al hacerlo Celine depositó un beso en su cabeza.
—¿Tan grave es lo que hizo? —le preguntó ella.
—Demasiado —replicó con tal sinceridad, que incluso Meried se inquietó—. Escucha —ella, la observó de forma atenta mientras seguía meciendo al bebé—. Si algo llega a pasarme, te enseñaré los pasadizos ocultos. Escóndete y cuida de Jael.
—Lo prometo, señorita.
—Meried —Celine la observó con falso reproche—. Después de todo lo que pasamos ¿Aún dudas en decir mi nombre?
—Perdona, es una vieja costumbre, Celine —ella sonrió de lado. El pequeño que traía en sus brazos haló de su cabello para que le prestaran atención, luego, sujetó el escote de la ropa de Celine y lo tiró ligeramente hacia abajo.
—Será mejor que vayas a darle su biberón, le pedí al capitán que dejara un poco de leche de almendras, por suerte a partir de hoy podrá comer con normalidad para que crezca sano —Meried asintió, y volvió a caminar en dirección al camarote.
Celine les dedicó una última mirada hasta que vio cómo desaparecían de su campo de visión. Volvió a observar hacia el frente, acababan de tocar puerto, la tripulación ya había tirado el ancla y estaban preparando todo para descender. —Espero que no sea muy tarde...
ALDEA DE LOS NAVEGANTES — NACIÓN DE BRESIL
Las aves coloridas y de gran tamaño comenzaron a surcar los cielos al ver que el sol estaba próximo a salir. Las pequeñas casas edificadas en piedra, las cuales estaban cubiertas de vegetación por toda la fachada, brindaban una sensación de tranquilidad a quien las observara.
Algunos animales que aún poseían su forma natural transitaban los pequeños senderos mientras inspeccionaban el terreno en busca de alimento sobrante proveniente de las cosechas de los campos. Y allá, edificado a lo lejos del pequeño pueblo, se podía apreciar un árbol gigante y robusto, el cual poseía en la parte superior, una casa tallada en su misma madera.
Dentro de aquel lugar, la pantalla de un computador comenzó a centellar. Un pequeño círculo se formó en el centro, y con cada repique que daba, unas pequeñas esferas se desprendían de este e iban desapareciendo en el fondo negro. Pasaron dos minutos, pero luego del sexto centello, la comunicación cesó. La Hanoun de tez oscura, ya cansada de no obtener respuesta alguna, golpeó la pared que se hallaba a su izquierda, el material con el que se encontraba revestida la madera se desprendió ligeramente, dejando caer pequeños trozos en el suelo.
Acomodó sus dreads hacia atrás, e inhaló una bocanada de aire para tratar de mantener la compostura. Caminó en dirección a la ventana, y vio el sol emerger en el horizonte, alzándose en medio de las runas que estaban frente a ella. El brillo solar iluminó cada instancia de las casas elaboradas de piedra, y tras unos minutos, los aldeanos comenzaron a salir de sus casas con dirección a los campos de cultivo. La puerta fue tocada, ella concedió permiso, y el mensajero entró, trayendo consigo un pequeño objeto que terminaba en una entrada rectangular. Ella lo sujetó entre sus manos, y luego de asentir ligeramente, el muchacho se retiró dejándola nuevamente sola.
Volvió a caminar en dirección al computador, buscó una entrada que asemejara a lo que trajo el mensajero, y luego introdujo el objeto allí. Una esfera comenzó a dar vuelta en la pantalla, y al cabo de unos segundos, la imagen de un guardia, que traía una vestimenta colorida con apliques dorados, se materializó en la pantalla
—Arkashia —escuchó que el sujeto decía a medida que observaba hacia el frente—. Traigo nuevas órdenes del líder supremo, en primera instancia te felicita por el trabajo que has hecho y se te ha dado el honor de comandar esta expedición. Encontrarás la información necesaria una vez que cese este mensaje. Creo que está demás informarte que los recientes acontecimientos ocurridos al otro lado del mar, son completamente inaceptables. Necesitamos una pronta solución —ella asintió, aunque él no pudiera oírla—. Recuérdalo, Arkashia, fallar no es una opción.
En cuanto la imagen del guardia cesó. Unas ventanas comenzaron a abrirse, y en ellas, se pudieron ver diversos videos de una gran guerra que tuvo origen en My-Trent y Velmont, las capitales más importantes de los felinos y caninos, respectivamente.
Arkashia tomó asiento y se cruzó de piernas mientras analizaba las imágenes a detalle, en ellas, veía una muchacha de cabello corto semi rojizo, empuñando un arma arcaica que ellos ya habían dejado de fabricar. Detuvo la imagen, y observó su rostro de forma atenta.
—Interesante —dijo una vez que se percató de que era una simple humana. Una pequeña sonrisa se plasmó en su rostro y emitió una risotada—. Quién lo diría, ellos partieron buscando un régimen opresor para los humanos, y ahora uno de ellos ha sido la causante de tanto revuelo.
Luego de observar la imagen de la muchacha durante algún tiempo, volvió a reproducir el video, y ahora, se veía a un muchacho de cabello corto y dorado que traía un parche en el ojo. Cuando Arkashia estuvo a punto de pausarlo, el video se detuvo por si solo, y al lado derecho de este, apareció un recuadro rojo que se fue acercando, haciendo más visible el objetivo que había sido seleccionado.
—Zefer Wolfgang —Arkashia tamborileó sus dedos sobre la silla de madera donde se encontraba, y comenzó a leer la información e indicaciones que había al lado—. Heredero de My-Trent, descendiente directo del gran Kyros. Tras los acontecimientos recientes en su nación, se le acusa de traición a su especie, deberá ser llevado a la ciudadela de Bresil para dictar la sentencia correspondiente —una vez que terminó de leer, Arkashia sujetó su mentón ligeramente mientras ladeaba la cabeza— ¿No sería más fácil traer su cabeza? —se preguntó a si misma a medida que se ponía de pie.
Arkashia se quedó tan ensimismada mientras paseaba de un lado al otro, que ni siquiera se percató de que alguien había entrado. La criatura que se hallaba frente a ella poseía las piernas arqueadas hacia dentro, su cola se movía suavemente de izquierda a derecha mientras ladeaba la cabeza. Sus brazos eran largos y robustos, y todo su cuerpo estaba cubierto de pelo de color negro.
—¿Todo está listo? —le preguntó, y él gruñó en respuesta—. Infórmale a la tripulación que partiremos al alba —él asintió mientras hacia una ligera reverencia.
La criatura comenzó a caminar en dirección a la salida. Los pasos que daba eran sonoros y pesados. En cuanto Arkashia ya no pudo escucharlo rondando por allí, caminó en dirección a un pequeño escritorio que tenía, introdujo la llave que colgaba sobre su cuello, y sujetó entre sus dedos un pequeño frasco que contenía un líquido verdoso.
—Zefer Wolfgang —volvió a decir mientras analizaba el líquido a contraluz—. Es interesante la forma en la cual resultaron las cosas por allá. Espero que seas un digno oponente en combate.
Tras decir esto, ella sonrió. Guardó el frasco verdoso, caminó a un perchero, se colocó una corona de plumas verdosas, y salió de su hogar en dirección al puerto para preparar su embarcación.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top