Capítulo 3. Verena

Estaba corriendo, tan rápido como mis piernas me daban permiso, cada paso que daba, era uno más lejos de mis captores o el traicionero que me ponga a su disposición.

El viento soplaba con fuerza, logrando que mis cabellos viento por los aires, mi respiración salia agitada y entrecortada, a pesar de haber canalizado mis energías el enemigo era demasiado astuto, y se encargó de dejar en mi camino una gran mina de trampas energéticas, contrarrestando todo aquello que me podría dar el universo.

Para darle mayor ironía, los sagradien tocan su estúpida música de purificación, haciéndole creer a sus humanos seguidores de que eso los acerca a Dios, increíble tontería, no hace más que alejarlos.

Desde aquí veo a mis hermanas correr de la misma manera en que yo lo hacía, Adara se ve no sólo cansada, sino que también tiene una herida de una flecha , y debe estar muy adolorida porque esa flecha está atravesando la unión del húmero con la clavícula.

-¡Verena!-Me grita Ena desde el otro lado.

¡La capturaron! Maldita sea, los sagradien tienen a mi hermanita.

Frené de golpe, cuando vi que dos hombres mugrientos y asqueroso posaban sus manos en los pechos de mi hermana. Ella intentaba hacer un conjuro pero ellos le estaban arrojando aceite de perejil, atándola de rosarios malditos, que ellos creen ser sagrados.

Adara levantó un muro de arena que nos rodeó, mientras yo estiré la flecha tan rápido como mi hermana se puso delante de mi. En ese preciso instante ella gritó de dolor, y sin dirigirme una sóla palabra, usó toda su energía para arrojar una gran ráfaga de viento que terminó alejando a los hombres de Ena, quién ahora estaba inmóvil, porque estaba bajo un encantamiento.

Los sagrariem no deberían usar brujería, sin embargo, lo están haciendo y no sabemos por qué.

Cómo pudimos fuimos a junto a mi hermana, seguidas del debilitado muro de arena que se arrastraba según nuestros pasos. Adara tenía el brazo colgando, que sé, lo necesario que es, la cure de inmediato.

Podría ser una mala elección, y termine usando todas las energías que le restan a mi cuerpo, pero, si Adara está equipada, al menos lograremos llegar al sitio al cuál debemos llegar, sin estar muertas a causa de nuestros cazadores.

-¡Mierda! ya siento que me duele y no haz comenzado-Dijo ella cuando le puse la mano sobre su hombro.

-Sé que necesitas ambas manos para el siguiente truco.

-¡Por favor apresuren el protocolo, el aceite de Perejil me está matando!-Ena habla apenas, y la verdad que el olor del aceite se mezcla con la esencia que despiden los rosarios malditos y hasta yo que no tengo esas cosas, siento debilitarme.

Finalmente, lo hago, comienzo a repara los tejidos de los músculos de mi hermana, así como los ligamentos y nervios dañados, mi estómago comienza a revolverse, y esa es la señal que ya no puedo continuar.

Ena, no media palabras, refuerza el muro de arena y luego, dibuja en el aire un símbolo, logrando que del suelo brote agua, y la misma rodea a Ena, como si la hubiéramos puesto en un tubo al cual estamos cargando el líquido.

Con el arrastre del agua, los rosarios cayeron al suelo, y en ese preciso momento, Ena hizo crecer plantas alrededor de esas cosas, y las envolvió con ellas.

-¡Sigamos corriendo!-ordeno apenas, pero cuando las palabras salen de mi boca, una flecha atraviesa el muro de arena y este se deshizo.

Las tres giramos, para ver que nuestros enemigos, quienes no eran precisamente sagrariem, estaban con sus armas ante nosotras.

Biagio y Miret, brujos negros, ambos tenían en sus manos espíritus errantes, criaturas poderosas y peligrosas, por sobre todo, para los que nunca tocamos la magia oscura. Estos espíritus flotaban, y soltaban risillas horribles, aterradoras, escalofriantes.

-¡Miren nada más que había bajo el polvo!- Exclama Miret, la chica, quién acomoda su flecha y arco para apuntarme con ella-Las brujas que nos vamos a comer..

-No Miret-Responde Biagio, el chico, mientras se acomoda la chaqueta- Lastimosamente, no las podemos comer, recuerda que necesitamos 7 para nuestro gran ritual... luego nos las podemos comer.

-¡No hay más brujas!-Respondo poniéndome delante de mis hermanas- Somos las últimas, ustedes y los sagrariem se encargaron de destruirnos, por cierto ¿Dónde están los sagrariem?- Unos gritos desgarradores invadieron nuestros oídos, sobresaltándonos a las 3.

-Pregunta contestada, mi hermosa doncella-Biagio se relame el labio mientras responde, claro, se los están comiendo.

-Y por otro lado, sabemos que no son las últimas, sabemos que por allí andan otras, y las vamos a encontrar-Miret sonríe poniendo una cara demencial, causando que mis hermanas me tomen del brazo.

-Mucha charla, ustedes eligen, con huesos rotos, o enteras...

-Prefiero, ninguna de las dos- Adara dice eso, y haciendo otro símbolo en el aire, el viento sopló con fuerza a nuestros atacantes, terminando de arrojar a ambos unos 5 metros de nosotros.

-Yo también prefiero no optar- Ena coloca sus manos en el suelo, y hace parecer unos árboles que crecen de forma acelerada, estos terminan tomando forma de personas al crecer por completo, los brazos son ramas, y la cabeza una copa, mientras que las raíces su piernas.

Unos diez, es lo que puede hacer con tan poca energía y el cuerpo debilitado, estas van contra nuestros enemigos. Cuando nos dispusimos a correr, fuimos rodeadas por más brujos negros, y estos, no parecían dispuestos a explicarnos que no nos querían comer aún.

En cuanto ellos se abalanzaron contra nosotras, las tres unimos lo poco de enrgía que teníamos y creamos un ataque único, los pudimos arrojar a unos metros, pero no eliminamos a ninguno.

-Creo que esta noche morimos hermanas-Dice Ena-Pero al menos que sea una muerte con estilo.

-Concuerdo-Respondo. - No me iré de este mundo sin romper al menos unos huesos.

Cuando los brujos volvieron por nosotras, al ver sus túnicas flotando en el aire, pensé que sería lo último que vería. Ellos nos atacaron con energía putrefacta, obviamente, esa energía es el aceite que hacen con la carne humana que no comen.

El olor ingresaba en mi, siendo la primera forma de dejarnos sin poderes, pero mi promesa era real, no les iba a dejar llevarme, sin romperle los huesos.

Antes de que el líquido negro y viscoso me tocara, alcé mi brazo en dirección a la bruja que me estaba atacando, quité de mis dedos espíritus humanos, que había conservado de mi última visita al campo santo, cuando estos tocaron la piel de la mujer, sus gritos dieron la señal de que su cuerpo comenzó a dañarse, célula por célula, tejido por tejido, músculo por músculo.

No hay poder más grande e inusual que el mío, soy cociente de ello, y por ello lo había mantenido oculto, el único problema, es que lo estoy revelando, antes de ser devorada por una horda de brujos negros.

Biagio termina destruyendo a la mujer, arrojándola uno de sus espíritus errantes, causando que la bruja explote.

-Vine por 3 brujas-Dice el chico que camina elegantemente hacia mi, mientras que de reojo he caído en la cuenta de que nuestra derrota es inminente, mis hermanas, ya fueron capturadas. ¡Si tan sólo los sagrariem no nos hubieran debilitado! ¡Si tan sólo hubiéramos huido antes!, pero no, las tres queríamos recoger la luz de la luna, antes de nuestro viaje de tiempo. -Y miren nada más lo que Era me da... a la mismísima Altísima Sacerdotiza...

-De nada sirve que sea altísima... si no hay qué gobernar-Aseguro mientras me limpio la nariz, pues la sangre me ha comenzado a brotar debido a que estoy al límite de mis fuerzas.

-Nunca se han dicho palabras más sabias, mi bella Verena-Él viene hasta mi, pero yo insisto creándome un escudo de almas, pero sé que es inútil. -Basta, altísima, si te rindes ahora, te prometo no romperte más de un hueso.

Cuando esas palabras salieron de su boca, una lanza se atravesó entre los dos. Con ese corte de aire, fue como mi si cuerpo hubiese recibido oxígeno, al igual que mis hermanas.

El sonido del cuerno de los meztinos fue la alarma, que terminó desatando la furia de nuestros captores, cuando estos intentaron someternos a su fuerza, nosotras pudimos defendernos, arrojándolos a unos metros, gracias a la ráfaga de viento de Adara.

-¡Hey! Bruja-Un joven meztino nos llama, él estaba flotando en un caballo, mientras sus otros acompañantes comenzaron a atacar a los brujos negros. -¿Esto les sirve?-Preguntó tirando una antorcha hacia nosotros.

-¡Por las almas del paraíso!-Adara exclama con felicidad-No te haces idea de cuánto.

Mi hermana levantó la antorcha, la arrojó al cielo, y cuando esta volvió a caer, le dió un golpe, causando que la antorcha se convirtiera en miles de fragmentos de fuego que fue tras cada uno de nuestros enemigos.

Ena aprovecho el fuego, y las cenizas, para crear en los suelos lianas, que capturaban a los brujos negros.

La mitad prisionero, un cuarto de ellos eliminados, o los últimos, escaparon. Ojalá hubiéramos tenido una antorcha y energía antes.

Intento respirar, pero de nuevo el estómago se me revuelve, esto no está bien, para nada bien, estoy segura que voy a para de cara contra el suelo, pero antes de que eso ocurra, los fuertes brazos del meztino misterioso. La figura se me hacía más borrosa, sin embargo percibía cómo más de ellos venian hasta nosotros, y escuchaba a mis hermanas correr hasta mi.

-Un gusto, Altísima Verena, se presenta ante usted, Raiquen Briosa... El meztino que la va a proteger.

-Yo no necesito ningún meztino, mucho menos un hombre disfrazado de amabilidad.

-Los hechos sugueren, Altísima, que yo, la acabo de salvar.

-Y que es facinantemente musculoso... pero, dame un par de horas, y te demostraré que sola te puedo derrotar.

-No tengo dudas de ello, su ateza.

-Yo solo necesito llegar...-intento decir, pero de mi boca comienza a brotar sangre.

-Creo que el aceite humano llegó a usted, alteza, así, no podrá ir a la cueva.

-¿Cómo sabes de ella?-pregunto apenas.

-Por que soy su meztino, es mi deber saberlo. Ahora alteza, con su permiso, usted, debe dormir.

Dicha esas palabras, el apuesto, bien oliente y musculosa chico, me puso las mano sobre el estómago, y de la nada, me llevó al mundo de los sueños.

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