Capitulo 10

Un instante después de la partida de Degel, Uniti se apresuró a ingresar en el interior de la habitación. Despertó a Camus con un par de sacudidas siempre viendo hacia todas las direcciones, cuidando que nadie lo viera

- ¿ Qué.. qué sucede?

Camus abrió los ojos aturdido, Uniti fue directo al grano

- Al oeste el ejército Unuheia del clan de los Fénix avanzan, Al Sur, los demonios del bosque atacarán empezando con Miena. A este paso el príncipe Milo arribará a Mahelia al atardecer ,es nuestra oportunidad. Al medio día, un guerrero te entregará un uniforme militar, póntelo, luego vé a escondidas y corre, tienes que esperar por mí en el jardín posterior del tercer príncipe, tienes que ser puntual. Lleva lo necesario. - Uniti le dedicó una última mirada fría - Es tú última oportunidad de escapar de Degel. No lo desaproveches


La visita de Uniti fue fugaz pero contundente. Camus frunció las cejas y de inmediato despertó por completo. Es su oportunidad, no podía quedarse aquí sentado y esperar por la muerte en las manos de Degel.



Oeste, Frontera de Mahelia - Unuheia


- Entonces ¿ Has pensado en tú decisión Degel ? - El principe de cabellos azules avanzó, la provocación en su rostro era palpable. Una vez frente a frente y cara a cara Milo miró a Degel lanzó una última pregunta, él preguntó, su tono conteniendo un leve rastro de advertencia: - ¿El cuarto principe o tú reino?

Como era de esperarse del Gran príncipe de los hielos, no mostró expresión alguna, Degel únicamente atinó a dirigir su mirada al príncipe Kardia que yacía no muy lejos de ellos, la interrogante y amenaza en su mirada Kardia lo pudo leer tal cual libro abierto

La mirada de Degel simplemente preguntaba : "¿ Tú estás de acuerdo con ésto?"

Kardia no hizo demorar su respuesta, asintió y señaló con una de sus manos a su hermano frente a él, la respuesta en su expresión también fue concisa:

" Es lo que mi hermanito diga"

Degel formó una mueca de desagrado inconforme ante su respuesta, después volteó a ver por última vez al príncipe Milo, ante su anterior pregunta pendiente, Degel no necesitó hablar para que Milo obtuviera su respuesta, simplemente atinó a voltear y dirigirse de nueva cuenta hacia su montura, un dragón blanco de alas grandes y colmillos feroces, cubrió su cabeza con su casco con aletas de dragón a ambos lados posteriormente dirigió una mirada condescendiente al Príncipe de la nación de las llamas antes de marcharse seguido de sus demás subordinados. Degel partió por los sobrevoló y se perdió entre las numerosas nubes

Milo sonrió con sorna cuando lo vió marcharse así, el comentó

- Bueno, al parecer la vida de toda su nación no es tan valiosa como lo es el cuarto principe. - volteó a ver a su hermano mayor - Deberíamos irnos también- pidió su casco a un subordinado y de inmediato cubrió su cabeza con ella - La guerra nos espera.




Sur de Mahelia.

- ¡Malditos hijos de puta!

Exclamó el tercer principe que retrocedió en retirada, montado en un imponente Griffon y con sus melenas plateadas meciendose en el viento con violencia. Los ojos violáceos de Minos miraron con frialdad hacia donde la batalla se había vuelto aún más feroz, guerreros quemados vivos y descuartizados a diestra y siniestra. En medio de todo el caos dos licántropos gemelos de tamaño colosal. Seguidos de un ejército de lobos feroces débora humanos

Minos tensó los dientes y arrugó las cejas, su ejército estaba siendo aniquilado.


- Maldición.

Susurró con furia antes de girar su montura y huir de ahí, no sin antes gritar.

- ¡Regresen ,Regresen ! Escuchen a su príncipe¡ Regresen!

Ésta amenaza, había subestimado a su enemigo, jamás esperó que las criaturas del bosque negro fueran así de atemorizantes y que también tuvieran tales potencias en sus filas.

Debía ir a Mahelia e informar a Degel de inmediato, su hermano mayor debería poder lidiar personalmente con ésta amenaza.






-¿ No puedes simplemente otorgarle la mano del cuarto principe ?digo..
es solo una persona...

Un ministro atinó a opinar, de inmediato un subgeneral liberó su espada y se dirigió hacia él con la intención de asesinarlo. Degel lo detuvo, luego él mismo miró con frialdad al ministro y respondió


- El cuarto principe no es cualquier persona


El ministro asintió con miedo y acotó

- Cierto, cierto, olvidaba que también es su esposo



- No es solo eso, anciano estúpido - un subgeneral de cabellos amarillos hablaba mientras estudiaba el mapa, el inteligentemente descubrió los planes del enemigo, contó - Es el principe Camus, último descendiente de los dragones rojos, todo el mundo sabe que el clan rojo se ha desligado por completo de la voluntad del Rey Crest y por eso no muestra su amistad en ésta guerra. El enemigo es conciente de que si llevan al cuarto principe también llevan al clan rojo junto con él. Si fuera el caso y si nuestra decisión fuera entregar al príncipe Camus, incluso si el clan rojo después no apoya la decisión de ellos al atacarnos, la nación de Hielo quedará en una desventaja fatal al no contar con su apoyo.


Todo el mundo guardó silencio incómodos ante la situación en la que actualmente yacían. Unos miraron con simpatía a su príncipe heredero al pensar que se sacrificó al casarse con un hombre para salvar el pellejo de su nación, otros simplemente bufaron de impotencia al encontrarse incapacitados de huir de la guerra. Otros como el propio Degel ignoraban todo y permanecían frente al mapa discutiendo estrategias futuras.


Radamanthys, el subgeneral que anteriormente había regañado a uno de los ministros abandonó furioso la tienda seguido de sus subordinados. Anteriormente ya había discutido los términos con Degel, ahora únicamente debería dirigirse hacia las fronteras de Mahelia, su misión era frenar el avance del ejército del país de la llama comandado por Milo.




Una vez disuelto la reunión Degel permaneció de pie con las manos apoyadas en el mapa frente a él, su visión estaba puesta en un punto en concreto sobre el mapa. Hace algunos meses uno de los dedos de su padre había caído sobre el mismo mapa y le había señalado todo el Nordeste de Mahelia, él aún recordaba su voz cuando con severidad le dijo:


"Éste es Sueva, el lugar en dónde reside el clan de los dragones rojos, como verás es un punto vital para nuestra nación. Recuerda Degel, si algún día deseas ser un gran rey, debes   controlar por completo al clan de los dragones rojos"

En su soledad el principe murmuró

- La prosperidad de una nación no debería depender de una persona, padre es estúpido si piensa que haré lo que le plazca.

Guardó silencio luego llamó

- ¡ Guardias! - un guardia se presentó de inmediato - Traigan a Uniti.


- A sus órdenes su alteza

El guardia se inclinó en post de respeto y luego abandonó el lugar. Degel enderezó su postura, poseía un cuerpo alto y una espalda ancha y varonil, con piernas largas y cabellos verdes como el claro de los ojos de la gran Reina madre. Era alguien sumamente llamativo y para Uniti fue imposible no quedarse engatuzado por su belleza


- S.. su alteza...

La voz de Uniti tembló levemente mientras se inclinaba en señal de respeto, Degel volteó y lo miró como si viera a cualquier persona

- Albafica y tú irán al frente junto a Radamanthys. Regresaré a la capital y esperaré a los invasores afuera del gran palacio

- ¡Pe..Pero!

Uniti no pudo evitar tartamudear a su vez que lo miraba con ojos aterrados, no porque fuera enviado al frente sino porque ésto destrozaría todos sus planes. Había prometido al príncipe Milo llevarle personalmente a la putita pelirroja esa


Degel lo miró como aquel quién mira a un cesped cualquiera, Uniti entendió "No me discutas"

Rápidamente inclinó su cabeza en señal de acuerdo, él únicamente acotó

- A sus órdenes su majestad.









Camus a duras penas pudo enderezar su cuerpo, en un principio pensó que sería imposible situarse de pie en su condición, sin embargo, ningún mérito fue ganado sin esfuerzos previos, Camus intentó situarse de pie con todas sus fuerzas, al lograrlo no pudo frenar la sonrisa de satisfacción en su sudoroso rostro. Sonrió con una expresión adolorida ,es tan doloroso. Sentía que los huesos de sus caderas completamente desplazados. Sus muñecas dolían al igual que sus tobillos, eso sin mencionar las mordidas que Degel había dejado en su piel.

Camus vistió su cuerpo con lentitud, tocó las puntas de sus cabellos y descubrió que actualmente solo quedaba un cuarto de el, Degel se había encargado de despojarlo del resto. Una vez más se miró frente al espejo, una y otra vez la escena de esa noche azotaron su mente y lo hicieron sentirse terrible consigo mismo.


Esa noche había pedido clemencia y había sufrido humillaciones, en ningún momento intentó defenderse. Mientras Degel lo mordía en el cuello y lo penetraba con saña él únicamente pudo ladrar el rostro y verse en el espejo. Degel lo poseyó y se anudó a él, Camus sintió la hombría en su interior expandirse a proporciones inhumanas, esa noche estaba convencido de que moriría. Pero para su sorpresa no fue así

El pequeño cuarto principe se colocó el casco mientras miraba por última vez su reflejo. Él no prestaría atención a Uniti, estaba convencido de que este algo tramaba en su contra y el no quería averiguar de qué se trataba.

Abandonó los aposentos que no poseían ninguna presencia de algún guardia. Para su fortuna Uniti tuvo razón al decir que despejaria su camino, sin embargo, Camus no prometió que él lo seguiría al pie de la letra. Corrió hacia donde sabía el ejército se reunía, entre tantos guerreros sería fácil perderse entre ellos.

-¡ Hey tú!

La voz robusta de un hombre a sus espaldas lo detuvo, se encontraba rumbo a la armería cuando fue interceptado por éste tipo. Camus giró ,sus movimientos algo rígidos debido a los nervios que sentía.


-¿ Tienes la edad para enlistarte muchacho ?- El hombre lo miró de pies a cabeza, descolocado por ver a un guerrero tan pequeño y escuálido apunto de ingresar en sus filas




- Yo...

Camus volteó y mientras lo miraba de perfil el hombre pudo ver los hermosos carmesís centellar. En toda Mahelia, solo una persona puede poseer esa clase de ojos


Inmediatamente el hombre sonrió con ganas, avanzó hacia Camus y lo rodeó de los hombros con fuerza mientras lo guiaba el mismo a la armería, todo ésto mientras decía:

- ¡Oh por los cielos, eres un descendiente del clan de los dragones rojos, ésto es fascinante. Finalmente esos ancianos decidieron ayudar! ¡Vamos guerrero! Te mostraré dónde irás...



Camus miró de un lado a otro, luego a la barbilla del gigantesco hombre, sonrió con nerviosismo:

"¡ Mierda no me lleves y coloques al lado del principe Heredero!"










Continua parte 11...





























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