Giro # 1








La corte real estaba furiosa. No era para menos, el príncipe heredero estaba decidido a dejar unos días la corona tan solo para dejar la soledad y salir en busca de amigos y una vida diferente.

Varios funcionarios discutían sobre la situación y se preguntaban quién pudo haberle dado idea tan descabellada.

El culpable era nada más y nada menos que Kim Namjoon, el miembro más joven de la corte y por tanto, el más inocente.

Hace unas semanas los funcionarios tuvieron una reunión en la cual escribieron varias ideas para mejorar el reino en una hoja de papel. Las sirvientas le leyeron una por una al futuro rey y al llegar la del funcionario más joven, no dudó en alumbrársele el bombillo.

Hasta el día de hoy nadie ha podido quitarle la cabeza. Ni tan siquiera Hoseok, su mejor amigo, casi hermano.

—Príncipe Park —llamó por última vez Hoseok al ver como el joven iba camino a la puerta, decidido—. ¿Está seguro de esto?

—Segurísimo —resopló—. Antes de asumir mi deber me gustaría conocer a mi pueblo.

—Será difícil —advirtió—. Usted no está acostumbrado a ese mundo.

—No te preocupes. Tú solo cuida de que mi hermano no se entere.

—Ya es bastante tarde —reveló—. Después del Rey enterarse, comenzó a buscar esposa. Intenta quitarle el derecho al trono.

Jimin palideció al enterarse. Nunca creyó que su hermano sería capaz de tanto. Lo poco que lo apreciaba se había esfumando.

Aún así no cambió de idea. Continuó con su objetivo y salió del palacio con la frente alta y un vestuario no tan costoso como acostumbraba.




-




La oscuridad había reemplazado a la luz. A Jimin le parecía la luna más grande de lo normal. Según él , la podía comparar con un enorme plato. De esos que guarda la realeza como adorno.

Las piernas de su alteza estaban cansadas. Se sentó al lado de un árbol y suspiró a modo de alivio.

Golpeó suavemente su pie derecho, se le había quedado dormido, no reaccionaba e intentó golpearlo aún más fuerte, fue entonces cuando despertó.

Pasaron unas cuantas horas y Jimin se levantó con la energía recargada. Se adentró en un pequeño bosque que daba paso al pueblo.

Ya no estaba tan oscuro, lo decía el canto del gallo; eso solo pasaba cuando apenas quedaban quince minutos para que saliera el sol.

De repente sintió su boca seca, tragaba y le costaba, los labios se los sentía duros y los dientes le pesaban.

—Debió haberme picado un michisuski.

Ese insecto era de lo peor. Provocaba una sed infinita que te hacía sentirte como una piedra, la molestia que causaba en los dientes podía causar que se rompieran uno por uno.

Jimin vio a lo lejos un río, corrió hacia él, no se lo creía, pero al tenerlo de cerca, se dio cuenta de la mala vista que poseía.

Frente a él había un enorme charco de sangre proveniente de un puerco. El puerco más grande nunca visto por el menor.

Tragó muy seco y volvió a mirar a su alrededor, pensativo.

No tenía otro remedio, mas tomarse aquello. Era asqueroso, pero escuchó decir por alguna voz confiable una vez:

«La sangre de un animal enorme hace milagros durante la picadura de un michisuski»



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