N u e v e
Iba muy rápido ¡Muy rápido!
Estaba nervioso, ansioso y juraría que su cuerpo temblaba.
Todo le daba mala espina, Youta Bakugou lo había invitado a su hogar, y aunque la invitación fue de hace una semana, ahora sólo faltaban 2 minutos. No lo había visto más desde ese día, en la academia sólo le gruñía cuando se daba cuenta que lo miraba.
¡¿Y sí ya no estaba invitado!?
Y él como tonto estaba bajando de su elegante limusina color perla del oeste, con su traje hecho a medida por un diseñador colombiano.
Tarde, muy tarde para pedirle a sus choferes que le abrieran la puerta de la limusina. Tarde, porque la puerta de esa pequeña casa fue abierta por el mismísimo rey de las explosiones asesinas.
Oh, por todo lo santo en el mundo, el señor Bakugou era aplastante, su aura poderosa y asesina hizo tragar saliva a todos.
—¿Qué mierda? —el comentario le dió una patada en el trasero, esa era una clara señal de que la invitación ya no seguía en pie. —¡Hey, Youta, un extra está en la puerta! ¿Es tuyo?
Sus palabras de disculpa para huir de ahí de inmediato; se las tragó.
Retrocedió un poco cuando el cenizo caminó un poco hacia él. —¿Eres un acosador que ha descubierto que aquí vive Uravity? —la voz gruesa y molesta le congeló la lengua.
—¡Oh, eres tú, ojos raros!
Bakugou se dió la vuelta a encarar a su hijo, ignoró al pelinegro y entró a casa revolviendo un poco el cabello de Youta.
El Todoroki se quedó sin aliento, cómo era que Youta podía sobrevivir y pasar desapercibido por semejante demonio. Acomodó su saco y extendió su mano frente al castaño que ya estaba hasta el frente de él.
—¿Ah, que haces?
—¿Saludándote?
Youta echó una mirada a la limusina enorme detrás del jodido niño rico. —No jodas, pendejo ojos raros, llamas la atención y no quiero que mis padres sean acosados.
El extra preocupado ordenó que se fueran.
Nervioso, siguió al castaño hasta su hogar. Era, pequeño, pero muy agradable, todo en tonos caoba y con un agradable aroma a café acaramelado, el aroma de la familia Bakugou desde que los Uraraka comenzaron a convivir con ellos.
—Ma' —habló Youta en un tono casi dulce, lo que hizo al heterocromático abrir los ojos. —Ojos raros está aquí.
Ochako se asomó por las escaleras y bajó tranquila.
Él no dudó en hacer una referencia y darle la mano ala heroína.
—Tan amable como Sho-chan, —sonrió Ochako dándole la mano al apuesto primogénito de su querido amigo.
—Un gusto... —apretó con curiosidad la mano de la mujer, había visto las almohadillas en T.V, y de vez en cuando su padre las mencionaba, y quizá, quizá una vez la señorita Ochako lo cargó en brazos cuando era pequeño.
Salió de sus pensamientos cuando miró como Youta abrazaba por detrás a su mamá cómo un gato arisco. Soltó la mano y se disculpó avergonzado, Youta seguía abrazando a su mamá y Bakugou bajó de las escaleras por su celular.
Le extendió la mano y el ceniza lo miró a los ojos pasando de largo.
—Lo siento, a Katsuki no le agradas mucho —dijo Ochako.
Youta interrumpió —te traje porque tengo problemas con física, después de que me ayudes podemos descansar, tu casa está horrible, por eso te traje a la mía.
Y de nuevo lo dejó sin palabras en la boca ¿Su mansión era peor que esa casucha?
Pero al ver la sonrisa maliciosa de Youta se sintió incómodo, estaba en territorio enemigo.
Explicó cada problema, y resolvió toda duda del castaño.
Fueron tres horas cansadas y laboriosas, al Husky se le complicaba en serio.
—¿Quieren algún dulce? —dijo Ochako.
Youta no le dio tiempo y el castaño gritó que si.
Verlos consumir azúcar a montones era aterrador, sabía que era el día libre del dúo curioso, pero ver a la valiente Uravity con una camisa negra de Bakugou, algo gastada y larga, sentada en el sillón mirando la televisión con el gran y temible Ground Zero recostado en sus muslos mientras el comía papas picantes, era de una forma extraña muy hipnotizante.
No sólo eso, él estaba sentado en el suelo, con Youta Bakugou, el amargado y explosivo del salón mirando por cortos ratos la serie en la televisión mientras comía galletas de mantequilla del mismo tazón que su madre.
Sin darse cuenta, el rojo se apoderó de su rostro. Se sentía algo incluído.
Youta dejó de prestar atención al estudio y se recargó en el sillón contra las piernas de su madre, cómodamente sentado sobre la alfombra.
—Pobre Walter —dijo Ochako.
—Apenas le entendí a la cantidad que desea juntar —dijo Katsuki dejando caer su mano sobre la cabeza de Youta, acicalandolo.
Lo más sorprendente fue que Youta casi cerraba los ojos como un gato disfrutando de caricias.
Nervioso por estar fuera de la pequeña conversación, habló:
—¿Qué serie es?
La pequeña familia lo miró sorprendida.
—¿¡No la has visto!? —chilló Youta junto a Ochako.
—Breaking bad —gruñó Katsuki.
—Ojos raros, comenzarás a verla con nosotros, no puedo creerlo que no la hayas visto ya —dijo neutro.
Ochako sonrió y le indicó que se arrastrara hasta al lado de Youta.
Quizá el traje hecho a medida por un diseñador colombiano no se maltrataría. Cómo una especie de perro penoso se acercó hasta ahí y se acomodó en el suelo, recargando su espalda en el sillón.
Youta le pasó una galletita:
—Tendras cortinas de Marruecos, una limusina, tazas de porcelana de Inglaterra, pero tú mamá nunca te hará una galleta porque se le cae el esmalte de las uñas —dijo venenoso.
Se sintió gravemente insultado y se sintió más aún cuando Ochako se tragó una pequeña risita y Katsuki soltó una carcajada corta.
—You-chan, no te permitiré referirte así a--
—¿Estoy mintiendo? —dijo afilando la mirada. Youta miró directamente a los ojos bicolor de ese jodido extra. —La gente se ofende cuando se le dice la verdad, ¿estás ofendido, ojos raros?
La sangre se le congeló e indignado aceptó el concurso de miradas desafiantes. Al final de cuentas, él seguía siendo mejor.
—Para empezar, mi nombre es--
—No me importa en absoluto —interrumpió, —para mí eres ojos raros y ya.
Estaba a punto de defenderse cuando Ochako gruñó.
—Youta —pronunció en seco, deteniendo la blasfemia del castaño.
Se le escapó una sonrisa burlona, y sin querer en su mente se pronunciaron palabras infantiles "ja-ja, te regañó tu mamá"
Youta infló los cachetes y miró resentido a su mamá.
La puerta fue tocada y Uraraka se levantó a abrir.
Los tacones sonaron elegantes y Momo miraba indignada a su hijo sentado en el suelo.
—¿Por qué estás sentado en el suelo?
Youta miró extrañado a ojos raros, él bicolor no respondió.
—Estabamos viendo una serie, Momo-chan —defendió Ochako suavemente.
—No es motivo para sentarse en el suelo, no es un comportamiento de etiqueta —dijo neutra caminando más hacia la sala.
Un chasquido de lengua hizo voltear a Momo indignada. Ochako, la misma Ochako le había tronado la lengua.
Explotó —, vámonos. —Ordenó.
Youta miró como el bicolor se levantaba. —Vuelve pronto, seguro que es más divertido estar aquí que con Momo, gracias por ayudarme.
Una mirada asesina en dos colores fue lo que recibió.
P u d r e t e ;
leyó en lo labios del pelinegro;
Youta moría de ganas por reventarle la cara en ese momento, pero como buen depredador tenía que esperar el mejor momento para atacar.
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