D o s
Consejo 2
• Y al final todos se irán, ¿Pero mamá? Mamá siempre tiene que estar ahí.
Estaba frustrado, golpeó con fuerza el muro creando una explosión enorme.
Malditos extras mierderos, ese bastardo había obtenido una notas más altas que él, cuando él siempre se la pasaba practicando como maníaco, pero ese extra sólo movía la manos y todo ocurría, quizá es porque sus padres son perfectos, joder, odia compararse.
Odia comparar a sus padres, odia ver al bicolor ser neutro con la explosividad de su padre, quizá teme que ese mitad-mitad siempre haya sido mejor que su viejo, más estable y más apasible con su hijo.
Odia comparar todo, pero ¿Cómo sería si hubiera sido criado por otra familia? Si su madre fuera más perfeccionista como Yaoyorozu ¡No!
No, claro que no. El mismo extra se queja de vez en cuando por la perfección extremista de su madre, la cual no lo deja desenvolverse bien.
Alejó los pensamientos de su cabeza, con orgullo infló el pecho y se fue fuera de ahí, tomó su mochila.
—¿A dónde vas? —preguntó el extra.
—Pudrete —escupió con desdén saliendo.
—Tu boleta —le dijo el chico de cabello verdoso, había escuchado de ese extra, hijo de la amiga de su madre, la amiga sapo si mal no recuerda. Jaló el papel con poca gracia.
Miró la casa, era una joda llegar.
Empujó la puerta, era un milagro ver a sus padres temprano y una maldición en ese momento.
—¡Hoy fue tu entrega de calificaciones, por eso pedimos permiso! —festejó su madre.
Quizá sí fuera como la heroína de la creación: más seria, elegante y reservada, no estaría mirándola ahora feliz en su casa, por su seriedad se hubiera quedado en el trabajo.
—Hola ma' —dijo mirándola con un poco de enfado, ella seguía ahí parada en el umbral de la puerta.
—¡Oh, si, perdón! —dijo Uraraka haciéndose a un lado. Entró rápido y miró a su padre mirando el teléfono, quería huir pero ese bastardo tenía buen oído.
—Dame el papel —ordenó sin quitar la vista del aparato.
Ochako sonrió entrando a la cocina para preparar algo, quería platicar con Youta.
—Dame el jodido papel, mocoso —la mirada roja lo miró a los ojos. En cierta parte odiaba que su padre fuera tan demandante, si fuera como el mitad-mitad, o como Izuku; menos pesado, menos odioso, menos, menos Bakugou.
No quería un sermón, así que sólo gruñó caminando a las escaleras. Casi se detiene cuando escuchó que su padre se levantó del sofá, pero no quería parecer cobarde así que avanzó.
—Youta, el jodido papel —le dijo tomándolo del hombro. —Soy tu jodido padre, dámelo.
—¿Ahora lo eres? —le dijo mirándolo por el rabillo del ojo.
—Pareces un mocoso necesitado de atención —le restó importancia quitándole el papel de las manos por la fuerza. Youta entró en pánico en intentó quitárselo.
—¿Qué es esta mierda? —palabras de Katsuki.
Bakugou miró indignado las notas bajas, incluso las de Quirck.
—¿Qué sucede? —se acercó Ochako a ver el papel entre las manos de Katsuki. Su rostro se puso triste. —Ay, mi cielo.
—¿Qué son éstas estupideces? Te metí a varias clases extras para no tener éstas mierdas. Cuando nosotros íbamos en esa puta escuela no teníamos tan mierderas calificaciones. —Soltó Katsuki enojado. —Tu madre era buena en todas las materias--
—Mientes, esa era Yaoyorozu-san —dijo con molestia.
Uraraka abrió los ojos, la había acabado de comparar.
—Eso no tiene nada que ver, mocoso de mier-
—¡Joder, viejo yo no soy ustedes! —espetó.
—¡Eres mi maldito hijo, tienes que ser bueno en estas mierda! No me vengas con individualidad —estaba perdiendo el control.
—¡Pues entonces hubiera estado bien si no hubiera sido su hijo! —intentó correr por las escaleras, pero Bakugou lo logró tomar del cuello de la camisa.
—Retira lo dicho, mocoso —dijo ente dientes.
—¡No, deja de joder! —lo empujó.
Uraraka nunca se metía, nunca lo hacía, siempre prefería mantener la distancia. No era alguien para hacerlo, está el ranking 5 de los héroes, no es nada a comparación de los demás. No es Yaoyorozu.
Las explosiones comenzaron a resonar, y Uraraka odia eso.
—¡Katsuki, Youta! —gritó— Katsuki deja al niño, y tú largo a tu habitación y recapacita lo que has acabado de decir, sino te gusta estar aquí tendrás que aguantarte, cuando cumplas la mayoría de edad puedes irte. —Culminó aguantando las lágrimas.
Bakugou lo soltó, ambos se miraron con odio. Youta se fue a su habitación y Bakugou a la suya.
Todo estaba flotando en la habitación; no creaba nada, no tenía hielo, no tenía fuego, tenía gravedad y nitroglicerina.
Acaramelada nitroglicerina, apasible gravedad.
Lo odiaba, odiaba que ese extra siempre lo superara.
Se tiró en la cama y abrazó al enorme peluche que tanto amaba, adoraba la mercancía de sus padres. Los peluches siempre son lindo para él, tanto que no le gusta que sepan de ese gusto.
Miró el pequeño peluche de Groud Zero, su granada estaba descosida, miró el de Uravity, con un poco de relleno fuera de su pequeña pancita.
—Los arreglaré mañana —dijo en un susurro abrazando más fuerte la almohada.
Estuvo dando vueltas en su cama, después se puso a levantar lo que había tirado para dormir de una vez, él se había roto más, y el relleno de ella se había salido más.
Su corazón se oprimió, los tomó y miró analizante.
Una explosión lo alertó y abrió la puerta de su habitación.
Ochako corría enérgica, escapando de las explosiones de Katsuki, su madre iba riendo con el teléfono en las manos.
—¡Cara redonda, elimina esa mierda, o te mataré!
—¡A Kiri le encantará! —respondió su madre.
Youta retrocedió del umbral de su puerta cuando su padre pasó al frente. Volvió a acercarse y su mamá saltó por la ventana, después su padre.
—Son un desastre —dijo uraño.
Se acercó a mirar por la ventana mirando como sus padres levantaban a los vecinos por su escándalo.
Uraraka se detuvo y puso a levitar el teléfono —¡Me rindo!
Bakugou tomó el teléfono —¿¡Ya la enviaste!?
Su madre dió una risita, la mirada los hizo ver hacia la ventana; Katsuki le dedicó una mirada asesina y Ochako ni siquiera se atrevió a mirarlos a los ojos.
La había herido, los había herido.
—Vamos a dormir —dijo Ochako ansiosa.
Katsuki asintió.
—¡Ma'! —gritó Youta saltando de la ventana. No podía dejar las cosas para después.
Abrazó a Ochako ¿Cómo había osado comparar el dulce y suave chocolate con amargo y salado caviar?
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