epilogo

Habían pasado diez años desde la adopción la familia Aizawa seguía dando su alma y cuerpo en proteger a todos los que lo necesitaran, hoy por hoy, la mujer y madre del hogar se encontraba bastante floja tirada en la cama, después de haber estado investigando a altas horas dela mañana en como fusionar su quirk de la mejor manera con infusiones medicinales, pues en definitiva parecía quedar muerta en vida durante las mañanas.

Aizawa Shouta siempre la regañaba pero al final de cuentas al verla tan entusiasmada, decidida terminaba ayudándola después de todo, su hijo Yuu había llegado a suplantarlo en las clases de la UA ya por la veces, y claramente porque ya necesitaba tiempo con su familia y su trabajo. Con un trabajo hecho le debía bastar y sobrar, siempre lo decía, además que amaba estar en casa y ver a su mujer en ropa menores mientras que su hijo gozaba de la vida de profesor.

Pero, actualmente Aizawa Shouta tuvo que salir de viaje dejando solita a su mujer e hijo, por lo que el día a día se alzaba con mucha fuerza comenzando por:

—¡Mamá! No encuentro la bufanda que papá me regaló.

Brumary al escuchar que se abría la puerta de un golpe, había caído para su propia suerte sobre almohadas que había tirado antes, por lo que se despertó asustada pero al ver a su hijo impaciente y preocupado, su mirada se relaja para levantarse algo tambaleante por el despertar repentino.

—Mira que si encuentro la bufanda frente a mis ojos, Aizawa Yuu, usted será toda la semana mi conejillo de Indias. —advirtió Brumary, soltando un bostezo en cuanto salió de su habitación hacia la de su hijo.

—Pero mamá, ya he buscado por todas partes, creo que lo perdí, realmente creo que ni siquiera recuerdo donde lo dejé pero... Yo... —dice Yuu, un joven de 27 años, cabellos negros, ojos ambarinos tan maduros y a la vez tan infantiles ante su madre al tragar saliva cuando la ve estirar algo debajo de la mesa de shoji—oh.

—Sigues siendo un niño pequeño, eh? Aunque ahora un poco ciego al parecer. —dice su madre mientras se acerca y le coloca la bufanda negra y alargada, realmente era una copia perfecta de su esposo solo que la única diferencia era que Yuu era un gran sol.

Y bueno, Aizawa Shouta era un borrador humano, posesivo, cariñoso, bromista algo cínico a veces pero por sobre todo, el mejor esposo que pudo haber llegado a desear. Porque gracias a él había podido seguir con su profesión de heroína, salvar a Yuu de quedar abandonado en un orfanato, y bueno también de darle una hermosa familia.

—Supongo que seré tu mascotita esta semana... —suspira resignado, mientras la abraza y besa su sien—Vendré después de ellas clases, espero no tener ningún inconveniente.

—Cuidate mucho hijo, y ten más paciencia con las pequeñas esas de que tanto me hablas—dice Brumary mientras le arregla de puntitas el cabello a su hijo.

—Pero madre, ni siquiera se como soportaste a Bakugo Katsuki, pero su hija, esa Emiko realmente es una rebelde sin causa, al igual que la novia de esta, literal... ¿Como es que una Hitoshi y Bakugo se llevan bien? Papá siempre ha tenido un carácter particular con sus alumnos pero estas... Dios, me quitaran canas, mamá.

—Son jóvenes, disfrutan de la vida como tu padre y yo, tu deber es guiarlos por el buen camino Yuu, del resto dejadlo a sus padres y al resto, que si no, llevarás una vida muy estresada.

—¡Ya vivo así madre! —suspira pero agarra rápidamente sus cosas para dirigirse a la salida—cuidate mucho y no hagas tonterías, papá no creo que tarde en volver.

—Sisisi, no haremos desorden.

Le sonrió, sacándole la lengua divertida. La Jovialidad en ella nunca desaparecería y por suerte Yuu como Shouta siempre harían de todo para que ella se mantuviera tal y como era.

Una gran heroína llena de una explosión dulce de protección, que siempre generaba comida y medicinas para cualquier evento de gravedad para la sociedad, y en casa era la madre y esposa favorita e única del mundo.

Sin duda alguna, Brumary Gum había conseguido todas sus metas, con algunos tropiezos a lo largo de esta vida pero al final todo había dado sus correspondientes frutos.

La vida seguía y aunque su vida algún día acabara, sabía que al menos tuvo una gran vida, intentó ayudar a todos por igual y por sobre todo, consiguió la familia que no pudo tener en el pasado. Porque la familia Aizawa Gum era mejor de todas.

Con ositos de goma y mucha dulzura siempre acompañandolos, claro está, pero una aventura al fin y al cabo.



Fin

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