23 - Hora de improvisar

A veces el tiempo transcurría con rapidez, por ejemplo cuando me llevaban al laboratorio para que Viktor hurgara dentro de mi cuerpo, dejándome inconsciente por horas. Otras veces transcurría muy lento, como cuando se llevaban a Ben y yo esperaba en la habitación, sin saber si esa sería la última vez que lo vería o si tendríamos un momento más.

De esa forma fueron pasando los días.

Varios días.

Tres semanas transcurrieron desde que Viktor me retuvo en este lugar. Lo sabía porque contaba las raciones que nos daban; veinte raciones, veinte días.

Tres semanas desde que Ben y yo comenzamos nuestro plan. Lo peor, aparte de ser tratados como experimentos, era que aún no teníamos éxito. Ni Ben ni yo descubrimos la salida o los indicios de una.

Tres semanas encerrados en este asqueroso lugar y no se sentía como si fuéramos a salir.

No lo decía para no asustar a Ben, pero al ritmo que íbamos, moriríamos antes de poder huir. Era lo que más me preocupaba, sobre todo porque Viktor se había ensañado con Ben. Aumentó las experimentaciones en él y por el terrible estado en el que regresaba, supe que también aumentaron en agresividad. Yo, al menos, tenía la "ventaja" de estar acostumbrada a esos tratos, pero él no.

Lo que me llevó a confirmar mis sospechas: Ben era quien más le interesaba a Viktor. Él tenía algo especial. El motivo por el que Viktor hacía todo esto residía en Ben, no en mí, solo tenía que descubrir cuál era. Y qué tenía que ver yo en todo esto.

Sentir unos pinchazos en la muñeca cortó el hilo de mis pensamientos. Bajé la mirada y me encontré con el brazalete. Mi molestia se acrecentó con solo verlo. Sin él, ya hubiera usado mis poderes para huir de este lugar. Sin él, Ben ya estaría a salvo en su casa y yo... yo...

Suspiré. No era momento para pensar en eso. Sin más, regresé mi atención a Ben.

—¿Quieres? —Le pregunté, señalando mi ración.

Ben miró mi plato y luego a mí, dudando.

—Pero... ¿qué comerás tú?

Arrastré el plato hacia él. En su rostro podía notarse lo hambriento que estaba.

—Tú la necesitas más —respondí con simpleza. —Te han sacado más seguido que a mí. Todas esas experimentaciones son agotadoras, necesitas comer para recuperar fuerzas.

Observó el plato en silencio, pasó saliva con dureza y después volvió a mirarme.

—¿Estás segura?

—Sí, ya comí un poco y de todas formas no tenía tanto hambre —mentí.

No necesitó nada más para aceptar y comenzar a comer con rapidez, desesperado por saciar el hambre.

—Come despacio o vas a ahogarte —advertí.

Él no hizo caso y siguió comiendo con rapidez. Solté un suspiro y me resigné a esperar que no se ahogara. Si lo hacía, mi único consuelo sería saber que tenía razón.

Apenas unos minutos después, sentí una fuerte tos. Quise reír.

—Te dije que ibas...

Callé al ver que tosía con brusquedad y desesperación.

Me quedé muy quieta, mirándolo sin saber qué hacer. Esperaba que se le pasara en cualquier momento, pero me vi obligada a acercarme cuando su tos no se detuvo sino que empeoró.

—¿Ben? Vamos, no juegues conmigo.

No paró.

Entonces tuve que darle golpecitos en la espalda, esperando que sirviera de algo y se desahogara. Para ser sincera no tenía ni idea de qué hacer y eso me desesperaba.

Aumenté el ritmo de los golpecitos, nerviosa.

Le sacaría el trozo de pan así tuviera que sacarle los pulmones.

De repente, Ben se inclinó hacia adelante. La tos se volvió más insistente y su pecho se contrajo con mayor fuerza.

—Ben, vamos, no mueras por un estúpido pedazo de pan.

—No es... el pan...

—¿Qué?

Me agaché a su lado y examiné su rostro con atención. A diferencia de cuando lo conocí, su piel se había vuelto mucho más pálida, acentuando sus oscuras ojeras. Sus pómulos y mandíbula resaltaban más que antes por la pérdida de peso. Y sudaba, pero su piel estaba fría como un hielo.

Tenía un aspecto enfermizo y podía imaginarme lo mal que se sentía.

Se inclinó más, alejándome. Esta vez un poco de vómito impactó contra el suelo. Lo extraño fue ver que, además de vomitar la comida que acababa de ingerir, había vomitado un poco de sangre. Durante todo este tiempo aquí, jamás había sucedido nada igual.

Algo muy, muy malo le estaba pasando.

—Valerie... —sollozó.

Me apresuré a envolverlo entre mis brazos. Su cuerpo temblaba por los desconsolados sollozos. Repetía súplicas, pidiendo regresar a casa. Sufría. Y estaba asustado.

—Todo estará bien, lo prometo —murmuré y no supe en qué momento mi voz se quebró por la impotencia. —Voy a sacarte de aquí.

El tiempo seguía transcurriendo y su estado empeoraba. Si no lo sacaba de aquí, moriría. No sabía qué le hacía Viktor, pero era peor que al comienzo. Todo se volvió más agresivo e inhumano.

No era fácil ver a Ben de esa forma, perdiendo poco a poco su vitalidad. Jamás había visto a un niño sufrir de semejante manera. Y lo odiaba.

Era tiempo de un nuevo plan, uno más rápido y efectivo.

Era hora de improvisar.

(...)

Solo había una cosa buena que podía rescatar del hecho de que Viktor se ensañara con Ben: tener la posibilidad de fortalecerme.

No era tan fuerte como antes, obviamente, pero el suero del súper soldado aún corría por mis venas y eso era más que suficiente. O, bueno, esperaba que lo fuera. Me veía y me sentía como la mierda, pero lo que importaba era la actitud. Confiaba en poder lograr algo para salir de este mugroso lugar.

Y, claro, poder acabar con Viktor. La venganza también era una importante fuente de motivación. Ansiaba darle su merecido, por haberme subestimado y por habernos tratado como basura.

Crucé mis piernas, observando a Ben. Estaba apoyado en la pared, con aspecto abandonado. Cuando notó mi mirada, también me miró.

—Cambios de planes —solté de repente.

—¿Qué?

—Tenemos que salir de aquí lo antes posible. Ya no tenemos tiempo.

Ben se enderezó con algo de dificultad, pero con mucho interés en mis palabras, y se arrastró hasta mí.

—¿Y qué haremos?

—Improvisar.

—Creo que no estoy entendiendo.

—Solo necesito que finjas un ataque de algo para que vengan y abran las puertas —susurré, sin olvidarme de la cámara que nos vigilaba. —El resto déjamelo a mí.

—Valerie... no sé si sea buena idea —murmuró con desconfianza. —¿Y si nos hieren?

Era una posibilidad, pero era un riesgo que estaba dispuesta a correr. A este punto, ya era todo o nada.

—Sé que tienes miedo, yo también lo tengo, pero debemos hacerlo. No podemos seguir aquí. Mírate. Estás muy débil... y no creo que podamos resistir más tiempo.

—Pero...

—Solo has lo que te dije. Estaremos bien. Lo prometo.

Ben agachó la cabeza y pasó saliva con dificultad. Aunque tuviera miedo, él también sabía que esto era lo que debíamos hacer. Ya no teníamos otra opción. Nunca la tuvimos.

—Bien, haré lo que digas —aceptó al final.

—Verás que saldremos de aquí —asentí varias veces, tratando de convencernos a ambos. —Ahora necesito que finjas un ataque de algo. Es lo único que debes hacer. Pase lo que pase, no interfieras, ¿entendido?

Después de hablar por medio minuto más, Ben se arrojó al suelo y comenzó a fingir convulsiones. Yo seguí la actuación y rápidamente me arrodillé a su lado, intentando verme asustada y preocupada. Todo al mismo tiempo que gritaba por ayuda.

Nuestra actuación era magnífica, cualquiera se la creería.

Y así fue.

No pasó mucho tiempo antes de que un ruido proveniente del exterior se llevara toda mi atención. Alguien trataba de abrir la puerta. Antes de que pudieran lograrlo, me recliné hasta quedar muy cerca de Ben.

—Pase lo que pase, no luches. Yo puedo con esto —insistí en un susurro.

La puerta se abrió y por ella entraron dos guardias. Mi mirada recayó sobre las pistolas que colgaban de sus caderas. No serían un problema, sabía que Viktor los enviaba con armas descargadas para que no saliéramos heridos. Era una preocupación menos.

—Tú —dijo uno de ellos, señalándome. —Contra la pared, ahora.

—Por favor... por favor, ayúdenlo —murmuré con la voz ahogada. —No sé qué pasó, solo... solo estábamos hablando y... y...

Como los insensibles que eran, me ignoraron. No les importó ni una de mis palabras y solo se limitaron a darme nuevas órdenes.

—Contra la pared. Ya.

No me moví y eso hizo que un guardia se acercara, molesto porque no acataba la orden. El otro se dirigió a Ben.

—Por favor...

—Ya basta —interrumpió el guardia, que ya se encontraba frente a mí.

Mi expresión cambió de golpe al darme cuenta de ese detalle. Le sonreí, sin separar los labios, y él frunció el entrecejo, confuso.

—Deberías ser más amable.

Impacté mi cabeza contra la de él, haciéndolo retroceder unos pasos. Antes de que se repusiera, lo tomé del cabello y jalé hacia abajo al mismo tiempo que levantaba mi rodilla para romperle la nariz. Cayó al suelo, retorciéndose de dolor.

Uno menos.

Me obligué a ignorar el repentino dolor en mi cabeza cuando un quejido asustado se oyó detrás de mí. Mi cuerpo se tensó al ver que el otro guardia presionaba su arma sobre la sien de Ben.

Di un paso al frente.

—Ni siquiera lo pienses —advirtió. —Si lo haces, el mocoso muere.

Al ver que una lágrima rodó por la mejilla de Ben, me quedé quieta. El guardia sonrió, satisfecho, y con un movimiento de cabeza señaló el extremo opuesto de la habitación.

—Vete al otro lado.

Tensé la mandíbula al oír su tono demandante. Le sostuve la mirada, desafiante, y no me moví ni un centímetro. No me gustaba que me dieran órdenes, debería saberlo.

—Vete al otro lado —repitió con más dureza.

Volví a dar un paso, pero no hacia la dirección que él me pidió. Di un paso hacia ellos y vi que el guardia presionaba su agarre sobre el arma.

Sabía que la pistola no tenía balas. Así que realmente me tenía sin cuidado que la sostuviera contra la sien de Ben. Lo que me preocupaba era que pudiera golpearlo.

Avancé otro paso, cautelosa.

El guardia cambió su objetivo y pasó de apuntar la cabeza de Ben a apuntar directamente hacia mí.

—Ni un paso más o juro que te disparo. —Su voz sonó temblorosa, como si estuviera en medio de una encrucijada.

Di otro paso, ahora confiada.

Debí haber aprendido una lección después de las cosas que habían sucedido por confiarme las veces anteriores, pero la verdad era que no aprendí nada y una vez más pagaría las consecuencias.

El guardia me disparó, sí.

Y no solo eso.

Para mi mala suerte una bala salió del cañón y rozó mi brazo izquierdo, dejando una herida tan profunda como para que un hilo de sangre se deslizara por mi antebrazo.

Solté una maldición, ejerciendo presión sobre la herida.

En ese momento, caí en cuenta de lo que sucedió y de lo que pudo haber sucedido. El arma estaba cargada. Pude haber muerto. Ben pudo haber muerto.

Tensé la mandíbula, intentando no dejar entrever el dolor y la frustración que me carcomía por dentro. No estaba segura de que hubiera funcionado porque el guardia sonrió, como si pudiera ver a través de mí. Sentí que el estómago se me revolvía.

—¿Qué sucede? ¿Ya desapareció toda esa confianza?

—No me asusta un arma. He tenido suficientes balas en mi cuerpo como para considerarlas un órgano más.

Su expresión cambió de golpe y la burla desapareció por completo, dándole paso a la hostilidad.

Fue mi turno de adoptar una expresión burlona. No iba a mostrarme débil, si es lo que él creía.

—Ya veremos qué tanto te has acostumbrado —replicó.

Retrocedió, dirigiéndose hacia la salida de la habitación. Me miraba de forma desafiante, tratando de provocar una reacción por mi parte. Quería una excusa válida para dispararme y salir impune ante los ojos de Viktor.

No se la di.

Muerta no servía para nada.

Viva podría acabar con todos ellos.

Solo lamentaba tener que separarme de Ben, pero prometí que sería momentáneamente.

—Recuerda lo que dije —murmuré, mirando sus ojos cristalizados por el temor que lo invadía. —Iré por ti.

... así tenga que matarlos a todos.

Un segundo después, el hombre cruzó la salida con Ben entre sus brazos. La puerta se cerró y lo último que pude ver fue la sonrisa burlona del guardia y la expresión aterrorizada de Ben.

Cerré los ojos con fuerza.

Era consciente de que esto podía suceder, pero aun así tuve la estúpida esperanza de que todo saliera bien. Debí ser más rápida. Debí ser más precavida. Si tan solo tuviera mis poderes...

Maldición, Viktor tenía razón en todo. No era más que un experimento y sin mis poderes era inservible.

Eso no fue muy inteligente de tu parte. —Una voz distorsionada resonó por toda la habitación.

Resoplé e hice un esfuerzo por fingir que no había oído nada. En silencio me dirigí hacia un rincón de la habitación e ignoré cada una de sus palabras. En ese momento, lidiar con Viktor era lo último que necesitaba.

Aunque, muy pronto, dejarás de resistirte a este lugar —volvió a hablar, burlesco. —Supongo que no querrás dejar solo a tu soldado.

Me detuve en seco.

¿Él acaba de...?

No. Debí haber oído mal. No mencionó a Bucky. Ni tampoco insinuó que estaría aquí. Porque eso no podía ser cierto, ¿no? Bucky no tenía nada que ver en esto.

Viktor soltó una risotada que hizo erizar mis vellos.

Eso es lo único que te importa, ¿no? —soltó con desprecio. —El soldado. Tu Bucky.

No. No. No.

La burla en su voz hizo que la sangre me hirviera. Volteé hacia la cámara de vigilancia, sabiendo que Viktor estaba del otro lado, y lo miré con furia.

—Si le has hecho algo a Bucky, no habrá lugar en este mundo en donde puedas esconderte de mí, ¿oíste? —amenacé, apretando los dientes.

Ah —suspiró, como si eso fuera exactamente lo que deseaba oír. —Todos podemos convertirnos en monstruos, si saben dónde atacarnos. Tú eres la prueba de ello.

—Me convertiré en algo peor que un monstruo si lo lastimas.

Estoy ansioso por ver eso.

Presioné mis labios con tanta fuerza que me dolieron.

—Deja a Bucky fuera de todo esto. Ya me tienes a mí.

No todo se trata de ti, Flicker.

—Mi nombre es Valerie —corregí, intentando no perder los estribos. —¿Y qué quieres decir con eso? ¿Para qué quieres a Bucky?

Tú no eres Valerie —replicó con diversión, ignorando mis preguntas. —Esa chiquilla murió en 1944. Ahora eres Flicker, la fiel compañera del Soldado del Invierno. Una asesina. Un monstruo.

Negué con la cabeza al mismo tiempo que cerraba los ojos, como si eso evitara que sus palabras me afectaran. Pero ambos sabíamos que cada palabra tuvo el efecto deseado: hicieron que me despreciara un poco más.

—¿Para qué quieres a Bucky? —pregunté de nuevo. Mi voz ya había perdido fuerza.

Nada. Todo —respondió con desinterés. —Ese no es asunto tuyo. Es algo que nos concierne al soldado y a mí.

—Me tienes a mí. No lo necesitas —insistí.

No quería que Bucky cayera en manos de Viktor. No quería que ahora, cuando acababa de recuperar un poco de libertad, volviera a perderla. No quería que tuviera que pasar por esto una vez más.

Te equivocas en eso. Los necesito a los tres.

—Los tres —repetí, frunciendo el ceño con molestia. —¿Qué quieres de Ben? Es solo un niño.

Un niño que lo cambiará todo.

—¿Qué le harás? —cuestioné, presionando mis puños con frustración. —Sé que haces todo esto por él. Yo solo soy una herramienta, ¿no es así?

La habitación se sumió en un silencio tan prolongado que por un momento llegué a creer que Viktor se había marchado. Sin embargo, no era así. Me di cuenta que su silencio se debía a que yo estaba en lo cierto. Ben era su principal objetivo y yo solo era la herramienta que lo ayudaría a llegar a él.

Ya hemos hablado suficiente, ¿no crees? —dijo al cabo de unos minutos. —Solo quería informarte que el soldado estará aquí. Me aseguraré de que sea lo más pronto posible. Sé que te hará bien estar a su lado.

Mi cuerpo se paralizó ante su cinismo y el aire dejó de circular por mis pulmones. Sentí que la habitación dio un giro brusco y tuve que apoyarme en la pared para no caerme. En ese momento no me importó mi estado, sólo podía pensar en las palabras de Viktor.

¿Bucky... en este lugar?

—No —soné tan patéticamente desesperada. —Hazme lo que quieras, pero... pero deja a Bucky en paz... Por favor.

No respondió.

Entonces lo supe.

Viktor no iba a detenerse.

~ ~ ~ ~ ~

Si han leído mi tablero de mensajes (cosa que tienen que hacer *carita enojada*) ya saben que los últimos capítulos están en edición porque estaban horribles jasjsjaajs

En estos días subiré los que vaya editando, quiero que los capítulos estén lo mejor posible para ustedes <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top