22 - ¿Quién eres?
Empujé a Ben para que comenzara a correr, lo que hizo después de echarme una mirada cargada de temor. Lo observé adentrarse al pasillo izquierdo, mirando todo a su alrededor. Avanzaba atento a cada detalle.
Dios, sentía que lo estaba mandando al matadero.
Me volví hacia el pasillo de la derecha y, tomando una gran bocanada de aire —y valentía—, me eché a correr. Contaba los pasos que daba y examinaba cada detalle del camino. Solo esperaba recordar todo para cuando regresara a la habitación.
No tardé en comprobar que las palabras de Ben eran ciertas. El pasillo era largo, con una única puerta que debía ser el laboratorio, y seguía más allá hasta desviarse hacia la izquierda.
Estaba demasiado atenta al final del pasillo como para notar que algo se interpuso en mi camino. Mi cuerpo impactó contra ese algo y, aunque mis manos amortiguaron el golpe, fue inevitable caer de espaldas.
Me incorporé sobre mis codos solo para ver que había chocado contra la puerta abierta del laboratorio. Y, para mi mala suerte, Viktor estaba de pie allí, frente a mí, mirándome desde lo alto con una expresión desconcertada.
Antes de que él pudiera reaccionar, solté una patada. Mi golpe lo desestabilizó, cosa que usé para ponerme de pie y rodearlo. Cuando lo hice y fui capaz de ver el interior del laboratorio, supe que no fue muy buena idea.
Los guardias notaron lo que sucedía y para ese momento apuntaban sus armas hacia mí. Un movimiento mío bastaba para que dispararan, así que lo hice. Me moví, pero para tomar a Viktor como escudo humano. Para cuando los guardias se dieron cuenta, ya habían disparado.
Viktor cayó al suelo. Su cuerpo se sacudió por las descargas eléctricas porque, sí, eran pistolas eléctricas. Hubiera preferido que fueran las reales. Si fuera así, para ese momento Viktor ya sería una preocupación menos.
Cerré la puerta para retrasar a los guardias. Sabía que eventualmente podrían abrirla, pero necesitaba todo el tiempo que pudiera conseguir. No importaba si solo eran segundos.
Miré a Viktor en el suelo, inconsciente, y sonreí con satisfacción.
—Ahora sabes cómo se siente.
Y, aunque me hubiera gustado quedarme hasta que Viktor despertara solo para burlarme, no pude. Continué corriendo por el pasillo. Estaba llegando al final cuando oí que la puerta del laboratorio se abría. Aceleré el paso.
Mi respiración era entrecortada y el pecho me dolía por la mala forma de respirar. Aún así no me detuve. No podía. Debía salir de este lugar, sino moriría aquí. Viktor no me dejaría ir. No viva.
Cuando doblé hacia la izquierda sentí una leve ráfaga cerca de mi brazo. Sin dejar de correr, miré hacia atrás y observé que habían disparado. Los cables de los cargadores eléctricos estaban esparcidos en el suelo, como prueba.
Seguí corriendo, sabiendo que solo era cuestión de tiempo para que me capturaran. No me importó, solo quería aprovechar cada segundo. Debía sacar a Ben de aquí y debía regresar con Bucky. Eso era lo que realmente me importaba.
No me detuve ni una vez y mi vista solo se mantuvo al frente. No había ni una sola puerta en la que meterme a indagar, así que no tenía más opción que correr. Poco tiempo después, una sonrisa cansada y esperanzadora apareció en mi rostro cuando vi que el pasillo se cortaba para continuar hacia la derecha.
No faltaba mucho.
Estaba a punto de llegar y doblar, pero un dolor punzante en mi espalda me detuvo. Entonces mi cuerpo se sacudió cuando fui alcanzada por uno de esos cargadores eléctricos. Caí sobre mis rodillas, oyendo los pasos de los guardias acercándose cada vez más.
Hasta aquí había llegado.
Y me enfurecí, porque no logré explorar mucho. Sabía que no hallaría una salida en el primer intento, pero recorrí mucho menos de lo que esperaba. Si seguía así, tardaríamos semanas en hallar una salida. Pasaría mucho tiempo antes de que pudiéramos escapar.
Quise gritar, por el dolor y la frustración, pero mis músculos, contraídos, apenas me permitían moverme. Incluso me era difícil respirar.
Las sacudidas cesaron y los guardias me tomaron por los hombros. No luché, no porque no quisiera, sino porque no podía. Estaba aturdida, desconcertada, y me esforzaba por mantenerme consciente.
Odiaba esta sensación.
Pero sentirme de esta forma comenzaba a ser normal para mí.
(...)
La puerta se cerró detrás de mí. Solté un grito cargado de frustración mientras me ponía de pie. Mi cuerpo se sentía raro desde que fui alcanzada por ese cargador eléctrico. Nunca había sucedido, pero suponía que se debía a las recientes experimentaciones. Para este momento todo en mí se sentía raro, casi como si no fuera yo misma.
Dejé de prestarle atención al dolor que sentía cuando me percaté de que estaba sola en la habitación. Sola. Ben no estaba.
Me alarmé, pero me vi obligada a mantener la calma. No debía alterarme, ni pensar lo peor. Tal vez él tuvo más suerte que yo y todavía seguía explorando las instalaciones.
Sí.
Debía ser eso.
Porque si algo le sucedía... No sabía qué haría.
Y, sin darme cuenta, comencé a caminar por toda la habitación. Parecía un león hambriento, solo que yo no estaba hambrienta... estaba preocupada.
No me gustaba admitir que me sentía de esa forma, pero era la verdad. Me preocupaba ese mocoso.
Entonces mi mente comenzó a plantearme los peores escenarios en donde Ben era torturado o, peor aún, asesinado. Me lo imaginaba con esa expresión de terror que me había desarmado, con cientos de lágrimas cayendo por su rostro mientras gritaba por ayuda, sufriendo por lo que le hacían.
Esa imagen no ayudó para nada e hizo que mi inquietud aumentara. Mi único consuelo era saber que Viktor era muy inteligente y ambicioso como para dejar que uno de sus experimentos muriera... o eso me gustaba creer.
De repente, la puerta se abrió.
Me detuve en seco en medio de la habitación, con la vista clavada en la entrada, esperando ver a Ben. Mi pecho subía y bajaba con rapidez debido al nerviosismo.
Y no, no exageraba. En lugares así y situaciones como esta, en un momento puedes ver a tu compañero y al siguiente ya no porque murió por algún maldito líquido que le inyectaron o porque lo mataron cuando trató de huir.
El aire abandonó mis pulmones y un gran peso fue sacado de mi espalda cuando Ben entró caminando, siendo escoltado por dos guardias. Ver que no tenía nuevas heridas fue un gran alivio.
—Ben —susurré, acercándome para tomar su mano y alejarlo de los guardias. —¿Estás bien?
Él asintió con un movimiento de cabeza, guardando silencio mientras se ubicaba detrás de mí. Estaba asustado y buscaba cualquier cosa que le sirviera de refugio.
Volví a mirar a los guardias, quienes no se habían movido de la puerta. Fruncí el ceño.
—¿Ahora ni siquiera podemos estar solos en esta mugrosa habitación? —chasqueé la lengua, molesta. —Idiotas.
Volteé hacia Ben para examinarlo más de cerca. Él me sonrió y susurró un «Estoy bien». Eso me alivió, aunque sabía que no era del todo cierto.
—Perdón —oí una voz detrás de mí. —Órdenes mías. Ya sabes, solo por precaución.
Giré de nuevo y le sonreí con falsedad, ignorando el escalofrío que había recorrido mi espalda con sólo haber oído su voz.
Viktor.
—No me sorprende —hice un ademán. —Pero ya pueden irse, gracias. No volveremos a escapar.
Tomé a Ben por los hombros y comenzamos a alejarnos de la puerta. No me gustaba verlo cerca de Viktor. Quería mantenerlo lo más lejos posible del peligro que él significaba.
No se oyó ningún ruido detrás de nosotros y eso solo significaba que no se habían marchado.
Temí por lo que fueran a hacer.
—Nos iremos —dijo Viktor, con falsa amabilidad. —Pero Ben, si no quieres estar en la misma habitación que ese monstruo, házmelo saber y te llevaré a otra.
Frené en seco cuando pronunció esa palabra, sabiendo cuáles eran sus intenciones. Presioné mis labios para evitar decir algo que no debía.
—¿Monstruo? —Me preguntó Ben en un susurro, sin embargo Viktor lo oyó.
Y obviamente aprovechó.
—Oh, ¿no se lo has dicho al mocoso? —miró a Ben, que había girado para verlo. —¿Tú sabes quién es ella en realidad?
Cerré los ojos con fuerza, conteniendo las ganas de abalanzarme sobre Viktor y golpearlo hasta matarlo. Me contuve por Ben. No quería que la palabra «monstruo» cobrara sentido para él.
—¿Qué? —murmuró y por puro instinto se alejó de mí. —¿De qué está hablando?
Miré a Viktor y deseé no haberlo hecho porque la sonrisa burlesca en su rostro no ayudó a contener mis ganas de acabar con él.
—Debo irme. Tengo cosas que hacer y ustedes tienen mucho de qué hablar.
Y se marchó, junto a sus matones, dejándonos solos.
En cuanto la puerta se cerró, me azotó una oleada de culpa y miedo. Porque debí haberle dicho quién era realmente, a pesar del temor a que me viera como todos los demás me veían. Porque merecía saber que todo este tiempo estaría junto a... alguien como yo.
—¿Quién eres? —preguntó con un tono de voz neutro.
Solté un suspiro tembloroso.
Debí imaginar que Viktor se encargaría de arruinarlo todo. Debí prevenir que esto sucediera. Debí dejar de ser una cobarde, aunque sea por esa vez.
—Ben, no es...
—Quiero saber —cortó con la voz quebrada. —Quiero saber con quién he estado estos días. Quiero saber si... si eres...
—¿Un monstruo?
Lo vi pasar saliva con dificultad. Si ni siquiera se atrevía a pronunciar esa palabra, ¿qué haría cuando supiera que sí lo soy?
Pero a estas alturas, ya no podía ocultarlo.
—Era teniente coronel del ejército estadounidense... en 1943 —susurré, como si decirlo en voz baja aminorara el efecto que tendría en Ben. —En ese tiempo dirigía el Regimiento de Infantería 107° luego de haber participado en el Proyecto Renacimiento.
—¿Así...? ¿Así conociste al Capitán América?
Asentí, bajando la cabeza. No me atrevía a mirarlo. No quería ver cómo reaccionaría a lo que estaba por decirle.
—También conocí a Bucky. Él es la persona de la que te hablé. —Una sonrisa triste se asomó a mis labios, pero se desvaneció al instante. —En 1944, Hydra capturó a la 107°. Seguramente sabes que el Capitán América liberó a cuatrocientos de esos soldados. Se suponía que yo debía ser una de ellos, pero no fue así. Y, cuando no me encontraron, me dieron por muerta. Nunca descubrieron que Hydra me había llevado a otra base para experimentar conmigo, dándome poderes de teletransportación... Aunque, por el brazalete que me pusieron, ya no funcionan.
» En 1945, mientras seguían experimentando conmigo, trajeron a Bucky a la base. Como era de suponerse, también experimentaron con él. La diferencia es que a él le borraron la memoria... una y otra vez hasta que ya no logró recordar nada de su pasado. Ni siquiera a su mejor amigo o a mí —tragué el nudo que comenzaba a formarse en mi garganta. —Bucky se transformó en el Soldado del Invierno, una máquina asesina de Hydra, y yo me volví su compañera, Flicker. Me encargué de llevar y extraer al soldado de las misiones, de protegerlo para que regresara a la base. Fui parte de cientos de asesinatos y nunca hice nada para impedirlos, a pesar de ser consciente de que estaba mal. Por eso Viktor me llama «monstruo».
Me detuve y presioné mis manos entrelazadas, tratando de hacer que dejaran de temblar. Seguía sin mirar a Ben. No quería verlo y descubrir que él también me veía como un monstruo.
—¿Por qué no huiste? ¿Por qué no destruiste Hydra? Podrías haber salvado a todos, a Bucky... a ti.
Su cuestionamiento sonó similar al que Steve hizo en aquella presa. Tal vez fue por eso que me animé a levantar la cabeza para verlo.
Descubrí que en su mirada no había miedo. Tampoco frustración o decepción. Solo había confusión. Su expresión me decía que estaba confundido, nada más.
—No pude —solté el aire que retenía. —No tenía fuerzas. Apenas podía sobrevivir y las veces que intenté escapar casi morí... y casi hice que asesinaran a Bucky. Ellos podían acabar con ambos en cuestión de segundos y lo usaron para amenazarme. Si yo huía, él moría.
Maldije cuando mi vista se nubló. Fui incapaz de ver con claridad por las lágrimas que se arremolinaron en mis ojos. Recordar todo lo que Bucky y yo habíamos vivido me provocaba un dolor en el pecho que apenas me dejaba respirar.
—Por años acompañé al Soldado del Invierno a misiones en las que más de una persona moría y no fue hasta hace dos años que finalmente hui. A pesar de la amenaza, no dañaron a Bucky porque lo necesitaban más que antes y yo lo sabía —continué, esta vez mi voz sonó quebrada. —Soy un monstruo. Viktor tiene razón en eso. Por mi culpa Bucky y esas personas... si tan solo hubiera...
De repente, sentí que dos delgados brazos rodearon mi cuello. Todo mi cuerpo se paralizó al instante y fui incapaz de reaccionar. No me moví, la sorpresa no me lo permitía. Mi mirada se clavó en la pared, intentando procesar lo que sucedía.
Ben me estaba abrazando.
—No eres un monstruo —susurró, abrazándome más fuerte.
Y con esas palabras, las lágrimas que tanto retenía finalmente cayeron por mis mejillas. Eran gruesas y desconsoladas. Por primera vez en décadas me permití derrumbar los muros a mi alrededor y nunca me sentí tan aliviada.
Ben acarició mi cabello de forma fraternal, lo que hizo que soltara más lágrimas. Podía sentir el apoyo y la comprensión a través de su tacto.
—Estaba fuera de tu control. No es tu culpa, tú fuiste otra víctima —dijo y sentí que sus palabras eran lo único que siempre quise oír. —Eres una buena persona que ha tenido mala suerte, Valerie.
Me aferré al pequeño cuerpo de Ben, como si fuera mi salvavida en medio de tanta amargura y dolor. Como si fuera el único pilar en el que podía sostenerme para no perder la batalla y mantener la esperanza de algún día poder ser libre de todo este remordimiento.
Y de cierta forma lo era.
Ahora yo era la que agradecía estar aquí porque conocer a Ben me dio una razón para continuar. Fue el único en todos estos años que logró comprenderme, que no me trató como un monstruo. En tan poco tiempo me hizo creer que no todo en mí estaba perdido.
—Mi mejor amigo era Howard Stark —susurré contra su pecho y mi voz sonó ahogada por el nudo en mi garganta. —Y Bucky es el mejor amigo del Capitán América.
—¿Qué?
—Te podremos presentar a Iron Man.
Mi cabeza se sacudió cuando Ben rio.
—Solo tú podrías decir algo como eso en un momento como este —dijo entre risas.
Sí, haría lo que fuera para sacar a Ben de este lugar y evitar que algo malo le sucediera.
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