19 - Tu buen amigo

Solté un grito mientras me enderezaba, aterrada por lo que había visto entre sueños. Mi corazón latía con rapidez por recordar el momento en el que perdí a Bucky por segunda vez. Era un recuerdo que dolía, uno que prefería olvidar. Me recordó que mi vida últimamente se basaba en desgracias.

Cerré mis ojos con fuerza, tratando de regular mi respiración mientras repetía en mi cabeza que todo estaría bien. Era lo mismo que me repetía desde 1944... pero ya no se sentía como si en realidad fuera a suceder.

Una vez que me calmé, me convencí de que solo era un mal recuerdo. Me centré en el presente. Comencé a repasar mentalmente lo que había sucedido y lo último que recordé fue caer al río Potomac, detrás de Steve.

Al recordar todo, mi primer instinto fue buscar a Bucky y Steve, hasta llegué a pensar en Sam, sin embargo ninguno de ellos estaba aquí. Me encontraba sola en esta vieja habitación.

Las paredes eran blancas, aunque estaban tan sucias que simulaban ser marrones, y en una de ellas se alzaba una gran puerta de acero; el suelo era de cemento, sucio al igual que las paredes, y no había ni un solo mueble. Lo único que había era un foco que colgaba del techo. Apenas alumbraba y la luz titilaba de vez en cuando, amenazando con extinguirse en cualquier momento.

No reconocí el lugar. Nunca había estado aquí... y me preocupé.

Es decir, ¿cómo no hacerlo? Me encontraba en un lugar desconocido y no sabía cómo diablos había llegado. Me inquietaba que Bucky y Steve no estuvieran aquí. Dios, hasta me hubiera alegrado de ver a Sam.

Sí, así de desesperada estaba.

Con cientos de teorías maquinándose en mi pequeña cabecita, me puse de pie. No fue hasta ese momento que sentí un dolor punzante en ciertas partes de mi cuerpo. Las heridas de balas. Hice una mueca y revisé mi abdomen. Me percaté de que ya no llevaba mi traje de combate, sino una bata blanca. Tanteé la tela, como si no creyera que realmente la tuviera puesta.

Pero era real.

Y era una mala señal.

Fue cuando me di cuenta que debía salir de aquí cuanto antes.

—No, no, no —repetí, dirigiéndome a la puerta.

Mis pasos eran torpes y mis pies chocaban entre sí. Caminaba con dificultad por la herida en mi pantorrilla y las basuritas del suelo que se enterraban en mis pies. Ignoré todo eso y me centré en tratar de abrir la puerta. No hacía falta decir que fracasé, ¿no?

Poco después descubrí que tenía una cerradura especial. Eléctrica, tal vez. Y no se me ocurrió mejor idea que golpear el acero de la puerta, frustrada y esperanzada a partes iguales.

Porque sí, pensaba que eso me sacaría de aquí. Era obvio que no, pero lo intenté igual. Quiero decir, ¿por qué no? Soñar era gratis.

El golpear la puerta por tanto tiempo me hizo dar cuenta que estaba demasiado debilitada y tal vez fuera por pura paranoia, pero presentía que no se debía a mis heridas.

No, definitivamente no eran mis heridas. Había algo más, podía sentirlo. Lo sabía.

Si mis sospechas no son verdaderas, prometo dejar de soltar comentarios sarcásticos en situaciones serias y de bromear con cosas que no debería. Hasta dejaré de burlarme de Sam si es necesario, pero...

De repente un pitido comenzó a resonar por toda la habitación, interrumpiendo el hilo de mi plegaria.

Me alejé de la puerta y con la mirada revisé cada rincón de la habitación, cautelosa. Me encontré con una cámara de vigilancia instalada en una esquina poco iluminada. Suponía que acababan de encenderla, de no haber sido así la habría notado antes.

—Entonces... —alargué, mirando la cámara con desconfianza. —¿Debería sonreír?

Esto se ponía cada vez más raro.

No sabía quién me había traído a este lugar, sólo sabía que no me quedaría mucho tiempo. No podría aunque quisiera... pero siendo sincera no quería. Tenía que ir por mi anciano. Después de todo, no iba a dejarlo y ya.

Así que intenté teletransportarme.

Sí, intenté, porque obviamente no pude.

Una descarga eléctrica me inmovilizó cuando quise teletransportarme. Mi cuerpo se sacudió por unos segundos hasta que finalmente cayó al suelo. Me quedé allí por unos minutos, entumecida y aturdida. Mis músculos fueron víctimas de algunos espasmos debido a los últimos rastros de electricidad, provocando que el aire en mis pulmones escaseara.

Pestañeé con lentitud, apenas consciente. Me costaba mantener los ojos abiertos y hacerlo me requería mucho más esfuerzo de lo normal. Sentía calambres en todo mi cuerpo y me era difícil mover las extremidades o cualquier otro músculo. No podía controlar mi cuerpo.

Odiaba esa sensación.

Había experimentado varias descargas eléctricas, pero ninguna tan fuerte como esta. Incluso me costaba asimilar que seguía consciente. Podría haber caído en la inconsciencia fácilmente.

Me tomó un par de minutos salir del aturdimiento y recuperar el control de mi cuerpo. Una vez que lo logré, apoyé las manos y rodillas sobre el suelo, usándolas como apoyo hasta ser capaz de levantarme. Me ayudé con la pared para mantener el equilibrio y no volver a caer.

¿Qué rayos acababa de suceder?

Lamento eso —dijo una voz distorsionada.

Me enderecé rápido, tomando una posición defensiva. Con la mirada recorrí cada rincón de la habitación, pero no hallé nada. Me confundió ver la puerta cerrada. Nadie había entrado. Solo estaba yo en la habitación.

—¿Quién eres? —pregunté con un hilo de voz.

No voy a negar que la situación comenzaba a inquietarme... por no decir asustarme.

Tu buen amigo —identifiqué una pizca de sarcasmo. —Viktor.

Fruncí el ceño. Ahora entendía por qué su acento y su mediocre sarcasmo me eran tan familiares.

—Viktor —alargué, fingiendo sorpresa. —¡Qué bueno verte! O no verte... lo que sea.

Me pareció oír un suspiro, pero la comunicación era tan mala que no estaba segura.

Comenzaré a buscar una forma de callarte.

Clavé mis ojos en la cámara de vigilancia. Era obvio que Viktor hablaba desde el otro lado, fuera donde fuera.

—Vamos, Viktor, esto acabó —murmuré con molestia. —Hydra cayó. Pierce debe estar preso o muerto. No lo sé y tampoco me interesa. Perdieron.

¿Y por qué piensas que trabajaba con Hydra?

Tomé una larga y profunda bocanada de aire, tratando de mantener la calma. Realmente me molestaba la situación y más sabiendo que Viktor me había traído a este mugroso lugar.

—Tal vez porque Pierce te reclutó para trabajar con Hydra —comenté con obviedad y luego fingí pensar. —Creo. No estoy segura, ¿tú qué dices?

Una risa seca y distorsionada se oyó por toda la habitación. Apreté mis puños. Si bien hacía bromas, estaba molesta y muy enojada por estar aquí.

¿No has pensado que, tal vez, usé a Hydra para fines personales?

—No pienso en idiotas y sus asuntos. —Me burlé descaradamente. —Supongo que eso responde tu pregunta.

Espero que después de todo mantengas tu ingenio, lo necesitarás.

Me alejé más de la puerta y me detuve en el centro de la habitación. Ya ni siquiera miraba la cámara. Había perdido el interés en Viktor y ahora lo único que quería era marcharme y buscar a Bucky.

—¿Qué demonios quieres decir? Odio a la gente que habla en clave.

Y odiaba que me recordara tanto al maldito de Zola.

Lo averiguarás pronto —respondió con aires misteriosos.

—No me quedaré mucho tiempo —llevé dos dedos a mi frente, saludándolo. —Adiós.

Y me teletransporté.

O al menos lo intenté porque mi cuerpo cayó al suelo, paralizado gracias a otra descarga eléctrica, antes de poder lograr mi objetivo.

Solté una maldición, tratando de recuperar el control de mi cuerpo. Podía sentir que mi cabeza daba vueltas como una ruleta y un insoportable dolor recorrió todos y cada uno de mis músculos. La sensación fue la misma que la anterior.

—¿Qué rayos me hiciste? —protesté entre quejidos ahogados.

Mi expresión se contrajo al oír nuevamente la risa de Viktor. Verme de esta forma le parecía divertido.

Un pequeño implante que reprime tus poderes —informó con simpleza. —Lo recuerdas, ¿no?

Me arrastré hacia la pared y apoyé mi espalda en ella. Comencé a incorporarme lentamente. Daba pena verme en este estado.

—Creí haberte dicho que estas cosas no funcionan conmigo —murmuré, tajante, y me llevé una mano a la nuca para sacarlo.

Hazlo si es que quieres morir.

Entonces mi mano se detuvo a centímetros de mi piel y clavé mi mirada en la cámara, harta.

—¿A qué te refieres? No me gustan tus frases en clave.

Entonces seré claro —dijo por fin. —El implante está adherido a tu red neuronal. Si lo sacas sin cuidado alguno, tu cerebro sufrirá las consecuencias. Morirás.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Una vez más, mi mirada recorrió toda la habitación, buscando algún tipo de salida. Solo estaba aquella puerta, así que decidí intentarlo de nuevo.

Era mejor que hacer nada. Estar aquí se había vuelto más peligroso que jalarle el cabello a Bucky.

—¿Qué planeas hacer? —desvié la conversación.

Unos pequeños ajustes.

Fruncí el entrecejo mientras tomaba el frío picaporte de la puerta. Como la vez anterior, tampoco se abrió. Procedí a empujarla con todas mis fuerzas, pero tampoco cedió.

Bueno, ¿qué esperaba? ¿Qué se abriera mágicamente?

—El mundo no necesita ajustes —repuse, alejándome de la puerta. —Al menos no los tuyos.

No es al mundo al que quiero reajustar —corrigió con simpleza. —¿Nunca te has preguntado por qué no fuiste entrenada?

Mi entrecejo se acentuó más, si es que era posible. Estaba más confundida que antes. No le hallaba sentido a sus palabras.

—Hydra sí me entrenó.

Para controlar tus poderes, claro, pero no para el combate cuerpo a cuerpo —replicó, como si supiera todo sobre mí. —Lo cual es raro considerando que también llevas el suero del supersoldado, ¿o me equivoco?

Presioné mis labios en una delgada línea. Una pequeña inquietud creció dentro de mí porque sabía que tenía razón.

—¿Cuál es tu punto?

Podrías haber sido la máxima máquina asesina pero, ¿por qué no entrenarte? —hizo silencio por unos segundos y yo enarqué una ceja.

—¿Tengo cara de saberlo?

No pudieron controlarte, no como al soldado.

Cerré mis ojos tratando de mantener el control. Debía ser paciente. Viktor solo buscaba jugar conmigo.

—Se acabó, Viktor. Déjame en paz.

¿En verdad jamás te preguntaste por qué no te entrenaron en combate cuerpo a cuerpo? —insistió.

—¿Quién dijo que no sé pelear? —cuestioné, fingiendo una sonrisa arrogante. —Deja de ocultarte y ven a enfrentarme. Veamos si sé pelear o no.

Hubo un momento de silencio que no era habitual en él. Llegué a pensar que Viktor no respondería y eso solo hizo que mi sonrisa se extendiera.

Está bien —dijo finalmente.

Segundos después la habitación se sumió en un profundo silencio. Me puse de pie, sabiendo que en cualquier momento Viktor abriría la puerta.

Sabía que tenía razón. Zola nunca me permitió entrenar en combate cuerpo a cuerpo, solo tenía mi entrenamiento en el ejército. Hydra me había enseñado a controlar mis poderes, nada más. No tenía nada que probar, pero esta podría ser una oportunidad para salir de aquí.

Guíe mi mirada a la puerta cuando oí que alguien la abría desde el exterior. Me coloqué frente a ella, manteniendo unos metros de distancia. Viktor apareció del otro lado, luciendo un pulcro traje negro.

Arqueé una ceja.

—Bonito traje, ¿puedo tener uno?

—No vine a jugar —dijo, inexpresivo como siempre.

Estiré mis brazos y piernas, preparándome para pelear. Una sonrisa apareció en mi rostro. No sabía pelear tan bien, pero la actitud era lo que contaba, ¿no?

—Bien —subí mis puños a la altura de mi rostro. —Entonces peleemos.

Sin más, me abalancé sobre él con intenciones de dar el primer golpe. Como siempre, las cosas no salieron como esperaba. De hecho, me hubiera sorprendido que así fuera.

Viktor detuvo mi puño con una agilidad impresionante. Mis labios se entreabrieron con sorpresa al verlo. Me era difícil creer que había sido tan rápido para detener mi ataque. Era como si supiera lo que iba a hacer.

No tuve tiempo a hacer otro movimiento, Viktor me propinó un puñetazo directo en la nariz, rompiéndola más de lo que estaba. Solté una exclamación ahogada y caí al suelo. Llevé una mano a mi nariz y al instante mis dedos se impregnaron de un líquido caliente. Sangre.

—¿Qué mierda? —murmuré, presionando mi nariz.

—No sabes pelear —dijo con simpleza.

Me puse de pie y eché la cabeza hacia atrás para intentar detener el sangrado. Me enfureció haber sido golpeada por un científico idiota.

—Es trampa, no había calentado. —Me excusé.

—De nuevo.

Bajé la cabeza para verlo. Tenía una sonrisa pedante y me miraba como si fuera un animalillo acorralado. Ahora sí iba a darle una paliza.

—No será como recién —advertí.

Solté un gruñido, corriendo con seguridad hacia Viktor. Me deslicé por el suelo, buscando atacar sus piernas y hacerlo caer. Pero la suerte volvió a abandonarme.

Viktor saltó, esquivando mi ataque. Al verme en el suelo, una de sus comisuras se levantó con burla. Lo siguiente que hizo fue darme una patada en el rostro, justo en el mentón. Mi cabeza impactó contra el suelo, sintiendo un sabor metálico en el interior de mi boca. Más sangre.

—Sin tus poderes no eres nada —dijo con dureza. —No sabes pelear y lo poco que sabes es repetitivo. Te observé lo suficiente como para saber que utilizas los mismos cinco movimientos.

Me apoyé sobre mis antebrazos, mirándolo con odio. Sentí que la sangre caía desde mi nariz hasta perderse por mi clavícula.

¿Cinco movimientos? Era patéticamente cierto.

—No sabes nada sobre mí. No sabes de lo que soy capaz.

—Sin tus poderes eres inútil. No eres fuerte —repitió.

Hice un ruido con la boca, dejando al descubierto la frustración que sentía. No podía creer que todo lo que Viktor decía era cierto. Casi era humillante.

—Ni siquiera pedí tener estos poderes —murmuré, el odio en mis palabras. —Si pudiera me desharía de ellos.

—Ten cuidado con lo que deseas.

Lo miré con fijeza y una risa carente de gracia se me escapó.

—Me tiene sin cuidado. Estos poderes arruinaron mi vida.

(...)

El sucio techo era lo único que podía ver. Mi cabeza, inmovilizada por las correas que la aferraban a la camilla, no me permitía observar nada más. Mis muñecas y tobillos sufrían el mismo destino. Y como si no fuera suficiente, una correa rodeaba mi abdomen.

No podía liberarme, Viktor se había encargado de ello.

Respiré profundamente, intentando inhalar un poco de aire, pero la sangre hizo que me ahogara. Puse mala cara.

Bucky y Viktor me habían hecho una rinoplastia gratis.

—¿Al menos podrías limpiar la sangre? —cuestioné, sabiendo que Viktor estaba cerca. —Me ahogo.

Viktor se acercó y con un paño húmedo limpió la sangre de mi rostro. Una vez que terminó, arrojó el pañuelo ensangrentado al suelo y yo pude respirar con mayor facilidad.

—De nada —dijo.

Fruncí el ceño, indignada por su atrevimiento.

—Cuando tenga la mínima oportunidad voy a matarte.

Ignoró mi amenaza. Se centró en acomodarse los guantes de látex. Acción que me alarmó, debo agregar. En cámara lenta observé cómo acercaba sus sucias manos a mi abdomen. Me removí incómoda, tratando de alejarme para que no me tocara.

Me miró con cansancio.

—Solo quiero revisar la herida.

Obviamente no creí una sola de sus palabras. Podía ser ilusa, pero no tanto como para confiar en Viktor.

—Tú y yo sabemos que no quieres ayudarme —acusé y él sonrió.

—Al menos déjame fingir —quitó el vendaje de la herida. —El soldado sí que te dio una paliza.

Aish, ya lo sabía. No necesitaba que me lo recordaran a cada momento. Que me dejara conservar un poco de dignidad y orgullo.

—La herida en la pierna no la hizo él, tampoco la del hombro o la de la cadera —excusé, tratando de mantener la poca dignidad que me quedaba. —Y exageras, no me dio una paliza. Dejé que ganara.

—Si supieras sacarle provecho a tus habilidades, lo hubieras vencido con un solo movimiento de tu mano —murmuró, ahora revisando la herida de mi pierna.

Rodé los ojos.

—Tengo estos poderes hace setenta años —solté un suspiro. —Si pudiera hacer algo más que teletransportarme y crear portales, lo sabría.

—Si tú lo dices.

No sonaba convencido, pero nada indicaba que tuviera otras habilidades. No sabía de dónde había sacado esas ideas. Si fuera cierto, Hydra lo sabría y yo también. Pero no.

Cuando acabó de revisar las heridas, volvió a acomodar mi bata y se alejó hacia Dios sabe dónde. Mi atención volvió a recaer sobre el techo. No era como si pudiera mover la cabeza para observar el lugar.

—Sé que estás loco, pero ¿no crees que esto es exagerado? —comenté, refiriéndome a las correas. —Ya entendí que no puedo escapar.

Lo miré de soslayo, que era lo único que podía hacer. Viktor se acercaba a una mesa cercana. Oí el tenue sonido provocado por los utensilios quirúrgicos y tuve más de un escalofrío.

—¿Quién dijo que era para que no escaparas? —vi que movió sus manos sobre una bandeja. —Es solo para que no te remuevas ante el dolor, eso me dificultaría las cosas.

Unos terribles recuerdos me invadieron. Volví a sentir el dolor del bisturí cortando mi piel y de las agujas atravesándola para cerrar las heridas. Me sentí como si estuviera encerrada en aquella base donde Hydra experimentaba conmigo.

Mi cuerpo se paralizó. Mantuve la vista clavada en el techo, reviviendo cada una de esas torturas.

No. No. No.

Viktor se volvió hacia mí, sosteniendo una jeringa. Mi pulso se descontroló al ver el líquido blanco en su interior y sentí mi cuerpo desfallecer mientras lo veía acercarse.

No. No. No.

Lo vi tirar de una palanca. La camilla comenzó a girar hasta dejarme de espaldas, mirando el suelo. Mi cabeza dolió ante el brusco giro, pero eso fue lo que menos me importó. Me desesperó no poder ver lo que Viktor hacía. No confiaba en él y sus intenciones.

—¿Q-Qué harás? —cuestioné, sintiendo que el aire comenzaba a faltarme.

No. No. No.

No otra vez. Por favor.

Viktor desató la bata, dejando mi espalda al descubierto. Mi cuerpo entero se tensó cuando su mano tocó mi piel. Sentirlo tocándome con tanta libertad me asqueó y desesperó a partes iguales.

—No... —Mi voz se quebró inevitable. —No me hagas nada... me... me...

—No temas —susurró con cinismo. —Solo dame un poco de ti y será suficiente, por ahora.

La frialdad y el cinismo en sus palabras me estremecieron. Hablaba como si yo... como si...

Mis mejillas comenzaron a humedecerse. El aire había dejado de circular por mis pulmones.

—¡Suéltame! ¡Suéltame! —grité con todas mis fuerzas. —¡Que me sueltes o voy a matarte!

Sentí que su mano tanteaba el terreno, buscando un lugar adecuado para clavar la aguja. Ignoraba mis gritos. No sentía una pizca de piedad o remordimiento por lo que me hacía.

—¡No me toques! —Esta vez fue un sollozo desesperado.

Intentaba respirar, pero el aire escaseaba. Al menos para mí. Me sentía asfixiada y asustada. Mi cuerpo temblaba. No quería que me tocara. No quería que hiciera lo que quisiera conmigo. Yo... Yo solo quería volver con Bucky.

De repente me encontraba nuevamente en aquella base de Hydra, con Zola mirándome como si fuera un conejillo de indias. De repente ya no sentía a Viktor, sentía a Zola tocando mi cuerpo y haciéndome lo que él quería. De repente estaba de nuevo en aquella pesadilla, como si mis esfuerzos por ser libre hubieran sido para nada.

No. No. No.

No podía estar pasándome de nuevo. No podía regresar al principio y lidiar con esto. Se suponía que nada de esto sucedería. Se suponía que no volvería a perder el derecho sobre mi cuerpo. Se suponía que sería libre.

Más lágrimas cayeron al momento de darme cuenta que jamás volvería a pertenecerme a mí misma, sin importar lo que hiciera, no era más que un experimento.

Para ellos lo era.

—Quédate quieta —ordenó Viktor con una tranquilidad abrumante. —Si no dejas de moverte podría cometer un error y si eso ocurre, me temo que no volverás a caminar.

Yo seguía llorando desconsolada. No me importaba lo que decía. En ese momento, no me importaba vivir o morir. Solo podía pensar en cómo era capaz de hacerme esto.

Yo nunca le hice nada.

Yo no merecía esto.

¿No?

Entonces, ¿por qué? ¿Por qué tenía que hacerme esto? ¿Por qué no podía... dejarme?

Solté un grito desgarrador cuando las agujas se clavaron en la parte baja de mi espalda, pero eso no era lo que me dolía. Dolía darme cuenta que de nuevo me transformé en un experimento, que de nuevo estaban haciendo conmigo lo que ellos querían.

Me había perdido por segunda vez.

Al final, sí resultó ser lo que imaginaba.

Más experimentaciones.

~ ~ ~ ~ ~

Les voy a tirar un fact que nadie pidió :)

Valerie odia ser tocada por alguien más que no sean personas conocidas, como Bucky o Steve. Que Hydra haya experimentado con ella le generó traumas y teme ser tocada por extraños ya que cree que podrían hacerle daño.

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