15 - ¿Me extrañaste?

Me planté frente al río Potomac. Era lo único que me separaba del Triskelion y de los helicarriers. Todo estaba tan tranquilo que parecía ser un día como cualquier otro. Los empleados y agentes de S.H.I.E.L.D. trabajaban con normalidad, mientras que los infiltrados de Hydra esperaban ansiosos el momento en el que se colocarían en la cima del mundo.

Miré el enorme edificio. Aún me parecía irreal que una organización fuera capaz de provocar tanto daño durante tantas décadas. Hydra había destruido muchas vidas, no solo la mía, y ya era hora de que pagara por todo el tormento que causó.

—Ya no nos atormentarás —murmuré.

Pero aunque Hydra cayera, sabía perfectamente que los recuerdos seguirían ahí. Jamás podría olvidar todo lo que había hecho en mi pasado. Cada misión de la que fui parte me perseguirá hasta el final de mis días, pero hallaba consuelo al saber que con el tiempo podría aprender a vivir con ello.

Por otro lado, no podía negar que me sentía aliviada por todo lo que estaba sucediendo. Bucky y yo seríamos libres o, al menos, cada vez estábamos más cerca de serlo. No sería fácil hallar estabilidad entre tanto caos pero, como dicen, nada es imposible.

Juntos podríamos hacer cualquier cosa.

Llevé dos dedos a mi oído para acomodar el intercomunicador que Fury y Hill nos habían proporcionado momentos antes.

—Steve, ¿dónde están? —pregunté.

Subiendo a la sala de controles —respondió, agitado.

—Dime cuando llegues —sonreí con diversión. —Tendré que limpiar el desastre que provocará tu discurso.

El plan de Steve era simple, pero a la vez complicado. Planeaba exponer a Hydra e intervenir los helicarriers para destruirlos. Sí, eso era todo, sin embargo provocaría un gran caos dentro y fuera del Triskelion.

Algo similar a una guerra iba a comenzar en cuanto la verdad saliera a la luz y para evitarlo —o intentar evitarlo— nos habíamos dividido para cubrir todos los terrenos: Steve, Hill y Sam se dirigirían a la sala de controles para interceptar los helicarriers; Romanoff y Fury se infiltrarían en el consejo para acorralar a Pierce y yo había decidido quedarme cerca de la Bahía de Insight para poner un poco de orden.

Sabía que, en cuanto Steve expusiera a Pierce, los agentes de S.H.I.E.L.D., si son lo suficientemente valientes, se alzarán contra Hydra y era por eso que había decidido mantenerme cerca de ellos. Rumblow y sus hombres no dudarán en atacar y no serán amables, lo sabía por experiencia. Así que planeaba devolverle las molestias causadas durante mi estadía en la bóveda.

¿Será un desastre?

Sí.

¿Lo haremos de todas formas?

Claramente.

¿Funcionará?

Lo veremos en el próximo episodio.

Valerie, estamos dentro —anunció Steve, sacándome de mis pensamientos.

Me acomodé la parte superior del traje.

Usaba el que Hydra me había proporcionado hace ya tantas décadas. Hill había ofrecido darme uno similar al de ella, pero me negué. Este traje ya era parte de mí y me recordaba lo que había vivido. De alguna forma me ayudaba a afrontar lo que sucedía, a comprender que esto realmente estaba sucediendo. Necesitaba recordarlo constantemente porque a veces sentía que mi vida era como en los años '40 y olvidaba que jamás podría llegar a tener esa vida que deseaba en el pasado.

No era momento de vivir con falsas esperanzas, creyendo en simples cuentos de hadas.

Cargué el Bushmaster ACR, un hermoso rifle que Hill había conseguido para mí, y una vez que estuvo listo para ser disparado, sonreí.

—Que comience la diversión.

Me teletransporté al interior de la Bahía de Insight, en donde se encontraban los helicarriers y algún que otro quinjet. Caminé por el lugar sigilosamente, escondiéndome a simple vista. No me permití moverme libremente como me hubiera gustado ya que los agentes de Hydra podrían estar en cualquier lado. Además S.H.I.E.L.D. no tenía idea de mí y era posible que me viera como la enemiga.

Repentinamente la voz de Steve comenzó a oírse por todos los parlantes del Triskelion. Con una pequeña sonrisa oí cómo exponía a Hydra y cómo pedía la ayuda de los agentes de S.H.I.E.L.D. para combatir a Pierce y sus hombres. Hablaba con el corazón, algo que hacía perfectamente.

El oír sus palabras me dejó en claro el por qué era digno de ser llamado héroe. Steve era un buen hombre, dispuesto a cualquier cosa con tal de hacer lo correcto... y eso era lo que el mundo necesitaba. Era el tipo de héroe que todos necesitábamos.

En ese momento mis ojos se posaron en un grupo de ocho hombres y mujeres que caminaban hacia unas compuertas que llevaban directamente a los helicarriers. Los miré con atención. Caminaban con rapidez y observaban a su alrededor continuamente, como si se estuvieran asegurando que nadie se interpondría entre ellos y sus planes.

¿Será...?

Mis sospechas quedaron confirmadas en cuanto, al llegar frente a la compuerta, sacaron sus armas y apuntaron a los guardias de S.H.I.E.L.D.

Sí, agentes de Hydra.

Y así era como el desastre comenzaba.

Rápidamente creé un portal delante de los guardias de S.H.I.E.L.D. para desviar las balas. Al instante otro se abrió detrás de los agentes de Hydra y las balas impactaron contra ellos. En cuestión de segundos ninguno quedó de pie. Los dos guardias observaron los cuerpos, desconcertados.

Si debo pelear solo, que así sea —dijo Steve a través de los parlantes. —Pero apuesto que habrán más.

Me teletransporté frente a los guardias, quienes no tardaron en notar que yo había sido la responsable de los portales. Ignoré sus expresiones sorprendidas y miré sus manos, las cuales sostenían una pistola. Estaban dispuestos a luchar contra Hydra, tal como había dicho Steve. Siempre habrán personas dispuestas a pelear por el bien.

—Ya oyeron al cap. Detengan a los agentes de Hydra —ordené.

Ellos obedecieron al instante y rápidamente se dispersaron para ir en busca de sus compañeros. Solté una exhalación satisfecha en cuanto se marcharon.

Que bien se sentía volver a dar las órdenes.

Levanté la mirada cuando oí un pesado ruido. Observé que las compuertas superiores de la Bahía comenzaron a abrirse, dejando el camino despejado para que los helicarriers finalmente despegaran. Los trabajadores de la Bahía comenzaron a alterarse al darse cuenta que cada vez había más agentes de Hydra en el lugar, quienes venían a asegurar el despegue.

—Steve, ya comenzó —anuncié por el intercomunicador.

Ya vamos —respondió.

Observé a un hombre de traje que corría hacia el panel de control de las compuertas. Ordenaba a gritos que ejecutaran la acción.

—¡Cierren las puertas! ¡Cierren las puertas! —repetía, desesperado.

De repente se oyeron disparos, uno detrás de otro, evitando que los agentes de S.H.I.E.L.D. cerraran las compuertas. Rápidamente me teletransporté detrás de una estructura metálica para cubrirme de las balas que provenían de todos lados. Los agentes de Hydra ya habían infectado toda la Bahía como una maldita plaga.

En el momento en el que estuve a salvo de las balas, descubrí que había otra persona usando la estructura metálica como escudo. Lo miré con el entrecejo fruncido y cuando se encogió en el lugar debido al temor de ser alcanzado por una bala supe que solo era un empleado encargado del mantenimiento de las naves. Además llevaba un chaleco llamativo que lo delataba.

—Hola —saludé con un toque de diversión. —¿Tienes armas?

Negó y clavó sus ojos sobre el rifle que cargaba. Por su mirada supe que no quería tener nada que ver con armas, además temblaba como una hoja en otoño. Estaba asustado y temía por su vida.

—Supongo que solo quieres irte, ¿no?

Él asintió seguidamente, sin decir una sola palabra. Podía notar la desesperación en sus ojos, así que creé un portal delante de él. Con un movimiento de cabeza le indiqué que se adentrara en este, pero no fue capaz. El miedo lo paralizaba.

—Te llevará fuera del edificio —expliqué al ver que desconfiaba. —Atraviesalo si no quieres morir, pero si quieres hacerlo... bueno, ¿quién soy para detenerte?

Entonces, dudosamente, se adentró al portal y en cuanto desapareció dentro de este, lo cerré. Ahora que el empleado se encontraba fuera de la escena, regresé mi atención a los agentes de Hydra, quienes ahora disparaban en menor cantidad.

Asomé la cabeza para observarlos. Eran cinco y para mi buena suerte, no se encontraban lejos y todo indicaba que aún no se percataban de mi presencia. Se notaba que no tenían interés en acercarse a los helicarriers ya que estos habían comenzado su despegue y ellos continuaban en tierra. No se dirigían a ningún lugar en específico, en realidad solo se encargaban de los que atentaran contra el plan de Hydra.

Así que aquí era donde yo y este hermoso bebé entrábamos en acción.

Con determinación levanté el rifle y salí completamente de mi escondite con la intención de acabar con ellos. Segundos después ya los tenía en la mira y el rifle listo para ser disparado. Sonreí.

—Hey, idiotas —llamé y ellos voltearon a verme. —Saluden a San Pedro por mí.

Y disparé antes de que ellos pudieran hacerlo.

No necesité de muchas balas para acabar con ellos. Solo unas cuantas fueron suficientes. Momentos después había cinco cuerpos en el suelo, sobre un charco de su propia sangre. Apoyé el rifle en mi hombro y arqueé mis labios hacia abajo al ver que no me costó trabajo apuntar y disparar correctamente.

—No perdí la magia.

Regresé mi atención a mi alrededor al no oír más disparos. Con la mirada examiné la Bahía. No encontré a ningún otro agente de Hydra, sólo habían algunos de S.H.I.E.L.D. rondando el lugar. No me extrañó. Para este momento Steve y Sam ya deberían haber comenzado con la tarea de interceptar los helicarriers, por lo que cada agente de Hydra tratará de detenerlos.

Levanté la mirada hacia el cielo al oír el lejano sonido de explosiones. Eran leves, pero aún así lograban oírse. Descubrí que los tres helicarriers ya se encontraban a una altura considerable —aunque no la necesaria—, pero eso no fue lo que captó mi completa atención. No. Lo que me atrajo fue el hecho de que uno de ellos disparaba seguidamente hacia algo en el cielo, tratando de derribarlo.

Achiqué los ojos para tratar de averiguar a qué le disparaba. Me llevé una gran sorpresa al identificarlo, sin embargo hizo que una sonrisa divertida apareciera en mi rostro.

—Creo que he visto un lindo pajarito —canturreé, llevando un dedo a mi oído. —Ah, no. Falsa alarma. Era un pajarraco.

Muy graciosa —respondió Sam, sarcásticamente. —¿Dónde estás? ¿Ya huiste?

—¿Y dejarles toda la diversión? —cuestioné de forma retórica. —Ya voy para allá, se me acabó la diversión aquí abajo.

No te juzgaremos si huyes —comentó a modo de burla.

Rodé los ojos y enganché el rifle en la correa que colgaba de mi hombro mientras me teletransportaba al helicarrier que atacaba a Sam, el cual era llamado Bravo. Aparecí detrás de un quinjet y, en cuanto di un paso al frente, Sam pasó volando rápidamente delante de mí. Me eché hacia atrás cuando las balas del quinjet que lo perseguía casi rozaron mi brazo.

Maldije en voz baja.

Apenas llegué y ya casi perdí mi brazo. Que intensas se pusieron las cosas, eh.

Observé que, debido a los disparos dirigidos hacia Sam, una nave cercana a él explotó, haciendo que cayera a la orilla del helicarrier. En ese momento el quinjet que lo perseguía pasó frente a mí y, cuando vi que él aún continuaba en el suelo, decidí intervenir.

¿Cómo salvar un ave en tres simples pasos? Aquí el tutorial.

Paso uno: crear un portal delante del quinjet.

Paso dos: cerrar el portal aún cuando la nave no lo haya atravesado completamente. Como consecuencia la nave se partirá a la mitad y quedará inutilizable.

Llevé una mano a mi boca al ver que la mitad restante del quinjet casi cae sobre Sam, pero afortunadamente él fue más rápido y se arrojó del helicarrier para evitarlo.

Nota importante: asegurarse que el resto de la nave no mate al ave.

Me teletransporté a la orilla del helicarrier y observé que Sam abría sus alas durante la caída. Voló de vuelta al helicarrier y aterrizó a mi lado. Me miró como si fuera a reprocharme el haber arrojado media nave sobre él, pero no dijo nada. Entonces elevé el mentón con soberbia.

—Así es como huyo.

He ahí el tercer y más importante paso: presumir.

Sam rodó los ojos, pero había rastros de diversión en su expresión.

—Presumida.

Falcon, ¿dónde estás? —preguntó Hill a través del intercomunicador.

—Tuve un problema, pero ya lo resolví —respondió y yo levanté mis cejas.

—Yo lo resolví —corregí.

Sam hizo un ademán, quitándome el crédito, y se arrojó del helicarrier para luego salir volando hacia la parte inferior y adentrarse al mismo. Negué con la cabeza mientras veía cómo se alejaba. Chasqueé la lengua.

—Maldito pájaro —murmuré.

—Te oí —dijo, indignado.

Solté una risa ahogada y no respondí.

Giré y en cuanto lo hice todo rastro de diversión desapareció de mi rostro. Ver a los dos quinjets que volaban directamente hacia mí me recordó que en realidad estaba en una misión importante y que había venido para —además de molestar a Sam— luchar contra Hydra.

—Aquí vamos de nuevo.

De un rápido movimiento tomé el rifle que colgaba de mi hombro y apunté al piloto del quinjet, pero antes de que pudiera disparar una cortina de balas se extendió delante de mí. Sentí que una bala traspasó mi pierna e inconscientemente di un paso atrás.

¿Mala idea?

Sí. Lo descubrí cuando me encontré cayendo de espaldas desde el helicarrier. Pero aproveché la situación e hice que este descuido fuera de ayuda.

Uno de los quinjets voló hacia mí en picada, sin embargo esta vez fui más rápida y antes de que me disparara nuevamente, lo hice yo. Solo un disparo al piloto bastó para que la nave cayera al río. Solté el rifle, el cual, a pesar de la caída, continuó aferrado a mi hombro gracias a la correa.

Justo en ese momento el segundo quinjet apareció por la orilla del helicarrier, por lo que aproveché y me teletransporté al techo de este. Antes de que cayera de nuevo, tomé uno de mis cuchillos y lo clavé en el metal para aferrarme a la nave. El piloto, al notar lo que hacía, giró bruscamente y el cuchillo cedió, pero no lo suficiente como para hacerme caer.

Ayudándome con mi mano libre, trepé hasta la parte superior en donde se encontraba la cabina del piloto. Entonces golpeé el vidrio con mi puño y este se rompió al instante. Rápidamente metí mi brazo para tomar al piloto desde el cuello de su chamarra y arrojarlo fuera de la nave. Antes de que cayera al río me adentré a la cabina y tome el control del quinjet.

Una sonrisa apareció en mi rostro y la excitación por usar una nave armada aumentó.

Manejé el quinjet como si lo hubiera hecho toda mi vida. En realidad era la primera vez, pero era fácil controlarlo. Fue de gran ayuda para derribar las otras naves que sobrevolaban la zona y sirvió para que dejaran de molestar a los agentes de S.H.I.E.L.D. que intentaban ayudarnos.

Fue de gran ayuda ya que no quería utilizar mis poderes. El usarlos durante mucho tiempo o en gran cantidad hacía que me agotara. Por alguna extraña razón me debilitaba si abusaba de ellos. Aún no lograba comprender del todo el funcionamiento de mis poderes.

Tenemos compañía. Acaba de llegar —informó Sam a través del intercomunicador y el ruido de disparos lo acompañó.

No hacía falta que dijera su nombre, sabía a quién se refería.

—¿Dónde? —pregunté.

—Helicarrier Charlie.

No respondí y me dirigí inmediatamente hacia allí.

Estaba cerca del helicarrier Charlie cuando vi que Sam le disparó a Bucky. Él se cubrió detrás de una estructura de metal y Sam aprovechó para huir, pero Bucky atrapó una de sus alas con una soga y la arrancó de un solo tirón. Sam cayó al suelo del helicarrier. Descendí sorpresivamente con intención de hacerle creer a Bucky que estrellaría el quinjet contra él. Cuando notó lo que hacía empujó a Sam fuera del helicarrier y rápidamente se echó atrás para esquivar la nave.

—Mierda.

El quinjet ni siquiera había alcanzado a aterrizar por completo cuando me teletransporté a la orilla del helicarrier. Sam continuaba cayendo y para evitarlo creé un portal debajo de su cuerpo. Logré observar que cayó a través de este, pero entonces Bucky me tomó de la nuca y me arrojó bruscamente contra unas cajas metálicas que se encontraban allí

Solté un quejido al sentir que mi espalda y mi costillas dolían. Me removí levemente, pero no me levanté de inmediato. Me quedé un momento en el suelo para recuperar el aire.

—¿Sam? —pregunté por el intercomunicador con la voz ahogada.

Estoy bien —respondió.

Solté un quejido.

—Lástima.

Levanté la mirada y desde el suelo observé que Bucky se acercaba a mí. Tragué saliva al ver la forma en la que me miraba. Podría asesinarme con sus ojos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se detuvo y solo se quedó de pie. No se movió ni un centímetro, así como tampoco alejó sus ojos de mí ni por un segundo.

Lentamente me puse de pie y, una vez que lo hice, estiré mis músculos disimuladamente para alejar los dolores del golpe. Lo examiné con atención y ladeé la cabeza al notar que había algo más que frialdad en su mirada. Supongo que la imagen de mi rostro rondaba nuevamente por su cabeza.

Le sonreí.

—¿Me extrañaste?

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