13 - Quinto recuerdo

—Una piedra tiene más vitalidad —comenté con la intención de que me oyeran.

Algunos de ellos gruñeron y sabía que no era por el esfuerzo que hacían, sino por la molestia que les producía mi comentario. Si, después de un año en la 107 aún había personas a las cuales no le agradaba. Está demás decir que no me importaba. Podía sonar antipática, pero no estaba aquí para agradarles. Yo solo venía a prepararlos para la guerra. Interactuaba con ellos solo por cortesía hacia nuestro país.

Pensándolo bien, tal vez tenían motivos para odiarme.

Entrelacé mis manos detrás de mi espalda y los observé mientras hacían flexiones. Algunos hacían trampa y apoyaban las rodillas en el suelo para ayudarse. Otros bajaban, pero no podían volver a subir y se quedaban estancados en esa misma posición hasta que finalmente caían al suelo. Por último estaban los que, luego de un intento fallido, no volvían a intentarlo.

Era un desastre y no sabía si era por el cansancio, pero lo hacían mal. Muy mal. Se suponía que después de un año lograrían hacer estos ejercicios con facilidad. Bueno, me equivoqué. Y eso que no todos estaban aquí. El segundo tercio de soldados se encontraba en el campo de tiro y el resto fueron llevados a una sesión de trote alrededor del campamento.

Solté un suspiro y bajé la mirada para evitar verlos. Llevé mis manos al frente y miré el reloj que decoraba mi muñeca. Marcaba las seis de la tarde.

—Terminamos por hoy. —Casi al instante todos se dejaron caer al suelo. —Si siguen me harán llorar. Pueden irse a sus tiendas.

—¡Sí, teniente! —exclamaron al unísono.

Y apenas habían terminado de hablar cuando salieron despedidos hacia sus tiendas, ansiosos por recostarse y descansar luego de un "largo" día.

Cerré la libreta, marcando la página que usé con el bolígrafo, y comencé a dirigirme hacia la tienda que ocupaba el teniente Joseph Dante —un hombre de edad avanzada y antiguo encargado de los soldados— y sus asistentes. En el camino repasaba mentalmente el informe semanal que tenía que darle sobre los soldados y esperaba que él pudiera comentarme algo sobre nuestro próximo movimiento ya que era el encargado de organizarlo.

En el camino me encontré con Hayes, quien ahora era mi asistente, reemplazando a Bucky. No tuve otra opción más que aceptarlo, Dante me aseguró que no era apropiado tener a un soldado a mi lado todo el tiempo y, aunque me negué en un principio, tuve que ceder. Nunca me había sentido tan frustrada.

—Y eso sería todo —finalizó Hayes y fruncí el entrecejo.

¿Qué dijo? Había estado tan distraída pensando que no había escuchado ni una sola palabra.

—Perfecto —respondí, aunque no sabía a qué se refería, y él se mostró satisfecho.

No mucho tiempo después llegamos a la tienda correspondiente. Me adentré a esta, seguida por Hayes, y me dirigí hacia Dante. Pretendía terminar con esto lo más antes posible, no tenía ganas de oír sus cuestionamientos sobre mi forma de tratar a los soldados. Si yo era "ruda" con ellos, Dante era peor. Siempre me presionaba para llevarlos al límite, para quebrantarlos, alegando que así sería la guerra.

No lo creía correcto. Usar mi posición en el ejército para someter a alguien era un acto cobarde.

—Teniente Adams —saludó con una falsa amabilidad.

¿En qué momento habíamos comenzado a comportarnos como perros y gatos? No lo recordaba. Solo recordaba cuando nos conocimos, cuando todo apuntaba a que nos llevaríamos bien. Me equivoqué... otra vez.

Comencé a relatarle el reporte de la semana, el cual no tenía muchas variaciones al anterior. Hice un esfuerzo por no interrumpirme al notar que Dante ni siquiera se dignaba a mirarme... y no lo hizo hasta que terminé de hablar.

—Bien.

¿Bien? ¿Eso era lo único que obtendría de él?

—Señor, con todo respeto, esperaba que me comentara algo sobre nuestros próximos ataques —comenté, sonando lo más respetuosa posible.

Con un hombre así no era fácil. No era muy diferente a los idiotas que me subestimaban por mi corta edad o por ser mujer.

—Le haré saber en cuento estén completamente organizados. Por ahora puede encargarse de sus otros asuntos. —Me miró de forma acusadora.

Fruncí el ceño, disgustada por la forma en la que había pronunciado aquellas palabras. Parecía acusarme de algo.

—¿Disculpe? —dije y no me esforcé por ocultar mi disgusto.

Entonces miró a Hayes y a otro asistente que se encontraba a su lado y les hizo una seña para que nos dejaran solos. Después clavó sus ojos acusadores sobre mí.

—Hace unos días el sargento Jones se me acercó con intención de discutir un tema sensible conmigo —informó y no comprendí su punto hasta que pronunció las siguientes palabras: —Su relación con el sargento Barnes es inapropiada e inaceptable.

¿Acaso Jones nos había delatado? ¡Claro que lo había hecho! Maldito idiota resentido. Estaba segura que esto se debía a los constantes regaños y castigos que recibía de mi parte. Además que su relación con Bucky iba de mal en peor, varias veces habían terminado a los puñetazos.

Pero, ¿cómo lo supo?

No pronuncié palabra alguna. No iba a negar mi relación con Bucky solo para liberarme de mi sanción. Dante arqueó una ceja ante esto.

—Supongo que su silencio confirma las palabras de Jones.

—Señor, no creo que eso tenga relevancia en...

—¡Claro que la tiene! —gritó y todos voltearon a vernos.

Me mantuve firme. No dejé que su mirada o la de los demás me intimidara y no me permití expresar ningún tipo de emoción. No dejaría que sintiera satisfacción a costa de mi desgracia.

—Le aseguro que...

—Espero que haya disfrutado su último día en este regimiento, teniente —volvió a interrumpir.

Fruncí el entrecejo.

—¿De qué está hablando? —cuestioné, molesta.

—Le comuniqué lo sucedido al coronel Phillips y además he pedido su traslado inmediato —informó con frialdad. —Fue reasignada a Londres hasta decidir si será destituida de su cargo o no.

Y todo mi mundo se derrumbó.

Había posibilidades de que perdiera mi puesto y mis distinciones por esto. Perdería lo que tanto trabajo y esfuerzo me había costado, pero, peor aún, sería forzada a acabar mi relación con Bucky. Era el peor momento de toda mi vida y no podía hacer nada más que aceptarlo porque, quiera o no, no debí enamorarme de Bucky.

—Empiece a hacer sus bolsos. Parte mañana a primera hora —ordenó y giró para alejarse de mí.

—No se preocupe por eso, señor —dije, juntando las manos detrás de mi espalda. —Lo único que debe preocuparle es organizar nuestro próximo ataque.

Cuando él volteó a verme por el tono insolente con el que le había hablado, sonreí con tranquilidad y eso lo molestó aún más. Entonces levanté el mentón con aires orgullosos —porque no me avergonzaba ni me arrepentía de amar a Bucky— y salí de aquella tienda dando pasos firmes y seguros. Hice un esfuerzo por aparentar fortaleza, aún cuando en mi interior había comenzado a desmoronarme.

Estaba segura que iban a destituirme. El ejército no soportaba esta clase de cosas, mucho menos de alguien de alto rango como yo. También me obligarían a cortar cualquier tipo de relación con Bucky, lo cual me afectaría más de lo que quisiera admitir. Sin quererlo se había vuelto todo para mí y era por eso que significaría una gran pérdida, más aún sabiendo que gracias a él había recuperado mi amor por la vida.

Me dirigí directamente hacia mi tienda, profundamente sumergida en mis pensamientos.

¿Cómo fue que terminé así?

A mi mente venían recuerdos de las constantes burlas y acoso que recibía de hombres y mujeres mientras trataba de conseguir un puesto en el ejército. Había sido tan subestimada y eso solo hacía que mi motivación creciera. Mi afán por demostrar lo que era capaz me llevó a ignorar todos los prejuicios y a ser valiente para enfrentar todos los obstáculos que se me presentaban. Había renunciado a la vida que una "señorita" debía tener, toda mi atención estaba puesta únicamente en el trabajo y cuando finalmente obtuve lo que quería me sentí extremadamente feliz y satisfecha.

No fue hasta que conocí a Bucky que me di cuenta que había renunciado a lo más bonito de la vida, la amistad y el amor, al concentrarme solo en el ejército. Entonces comencé a sentirme infeliz e insatisfecha porque no tenía ese fuego y esas ganas de amar que tenía Bucky.

La primera vez que lo vi pensé que era un idiota y me mostré fría e imponente para evitar que me subestimara como tantas otras personas lo habían hecho. Las cosas cambiaron cuando comenzamos a pasar más tiempo juntos. Fuí conociendo a aquel coqueto y bromista sargento y poco a poco me iba pareciendo una persona diferente e interesante. Él era el único, en este campamento, que creía en mí. Me apoyaba en todas las decisiones que tomaba y podía sentirlo siempre conmigo. El tiempo fue pasando y ya no podía despegar la vista de aquellos ojos azules que tanto me enloquecían. Ni hablar de sus labios, tan rosados y carnosos, que se volvieron mi perdición en cuanto los probé.

Supe que era más que un simple soldado, era una persona increíblemente cariñosa y adorable, pero también era coqueto y provocativo. Era todo... y me fascinaba.

Era por él que sufría por ser destituida, porque significaba estar lejos de él. Ya poco me importaba mi puesto en el ejército. Había comprendido que no tenía nada que demostrarle a la sociedad, yo era capaz de todo y solo importaba que yo lo supiera. Lo único que realmente me molestaba era el hecho de que mañana a primera hora debía partir, dejando a Bucky y sin saber si volvería a verlo.

De un manotazo abrí la tienda que me pertenecía y me adentré. Mi amargura aumentó en cuanto divisé las margaritas azules que Bucky dejaba sobre mi cama cada día, alegando que era una muestra de su amor y fidelidad hacia mí.

Me senté sobre la pequeña cama, sosteniendo las flores sobre mi regazo. Una triste sonrisa se me escapó.

¿Cómo se suponía que podría olvidar a Bucky? Las flores en mis manos demostraban que no sería capaz. Él había sido la primera persona en tener un gesto tan dulce conmigo, la primera que me había regalado flores. Estaba segura que nunca podría olvidarlo y siempre lo llevaría conmigo... porque lo amaba y lo que sentía por él no se comparaba con nada.

¿Cómo pudo meterse en mi corazón de esta forma? ¿Cómo fue capaz de sonreír y revolucionar todo en mi interior?

Y entonces me encontré llorando. Las lágrimas rodaron por mi mejillas y cayeron hasta perderse entre los pétalos azules de las margaritas. Llevé una mano a mi mejilla, atrapando una lágrima, y miré la yema húmeda de mi dedo. Estaba llorando... no recordaba la última vez que lo había hecho.

—Jones estaba haciendo preguntas extrañas —levanté la mirada y me encontré con Bucky, quien entraba a la tienda discretamente. —Por suerte pude...

Calló súbitamente en cuanto giró y vio las lágrimas que caían por mis mejillas. Una expresión de preocupación borró la sonrisa de su rostro y rápidamente se acercó a mí.

—Hey —susurró mientras se arrodillaba frente a mí. —¿Qué sucedió? ¿Alguien te hizo daño?

La preocupación en su voz no me ayudó a controlarme. Mordí mi labio inferior para ocultar el temblor en este.

—¿Valerie? Estás asustándome —susurró y llevó su mano a mi mejilla.

Coloqué mi mano sobre la suya y ladeé la cabeza, desesperada por su toque. Su presencia me permitió volver a respirar con normalidad y me sentí acompañada. Era lo que más me gustaba de él. No pretendía salvarme o compadecerme, sino que buscaba acompañarme y motivarme para que yo sola pudiera volver a ponerme de pie.

Bucky esperó pacientemente, sabiendo que presionarme no me haría sentir mejor, hasta que finalmente me calmé y pude explicarle lo que acababa de ocurrir.

—Me voy —Fue lo primero que dije.

—¿Qué? —cuestionó, dejando sus manos sobre mis rodillas.

Sorbí por la nariz y me sentí ridícula por llorar. Era la primera vez que lo hacía frente a una persona, pero de alguna forma la mirada cariñosa y comprensiva de Bucky hacía que la vergüenza desapareciera lentamente.

—Jones sabe de nosotros y... —solté un suspiro, conteniendo la ira. —Le ha dicho a Dante y me reasignaron a Londres, probablemente para destituirme.

La expresión cariñosa de Bucky cambió súbitamente. Una mezcla de rabia, tristeza y confusión adornó su rostro. Frunció el entrecejo y abrió la boca para hablar, pero calló al no saber qué decir. La indignación brilló en sus ojos para finalmente transformarse en enojo.

Se puso de pie, furibundo, y se dirigió hacia la salida de la tienda, exclamando:

—¡Voy a golpearlo! —repetía entre rabiosos gruñidos. —¡Jones se las verá conmigo!

Me paré de inmediato y fui detrás de él, deteniéndolo justo antes de que saliera a hacer un escándalo. Lo tomé del brazo y lo obligué a mirarme, su mirada se suavizó en cuanto se encontró con la mía. Cerró los ojos, tomando profundas bocanadas de aire para calmarse.

—Parto mañana a primera hora —solté.

Abrió sus ojos y contuve la respiración al verlos cristalizados producto de las lágrimas. Negó, mientras hacía un esfuerzo por mantener sus mejillas secas. Me acerqué a él, tomando sus manos para asegurarle que estaríamos bien.

—No —repitió, retrocediendo. —No puedes irte. No puedes dejarme... por favor.

Sostuve sus mejillas con mis manos y lo obligué a mirar mis ojos que, aunque llorosos, estaban llenos de esperanzas. No permitiría que todo acabara aquí. Este no era un «adiós» sino un «hasta pronto».

—Te amo y eso es lo único que importa —declaré y él asintió, tratando de hallar seguridad en mis palabras. —No importa qué tan lejos esté, tú seguirás siendo a quien ame por el resto de mi vida. No veas esto como el fin porque te aseguro que nos volveremos a encontrar y esta vez no tendremos que escondernos.

Apoyó su frente con la mía y me permití disfrutar su cercanía. Nos sumimos en un cómodo silencio, uno que ambos necesitábamos para aclarar nuestras mentes. Por mi parte traté de concentrarme solo en Bucky y podía ver que él también trataba de olvidar lo sucedido, lo supe porque su expresión se suavizaba con el pasar de los segundos.

—Eres la mujer que más amo y admiro —susurró con la voz entrecortada. —Cuando esto acabe, te buscaré y, solo si tú quieres, te haré mi esposa.

Pese a las lágrimas en mis ojos me permití soltar una suave risa, ahogada por el nudo en mi garganta.

—O tal vez yo te haga mi esposo —contradije, divertida.

Él sonrió y el ambiente se alivió inmediatamente. De repente las lágrimas dejaron de caer y nuestros rostros se iluminaron con una expresión juguetona que a su vez destellaba cariño.

—Está bien. Me harás tu esposo —cedió, dejando un cálido beso sobre mi frente.

Pasé mis manos por sus mejillas, limpiando cualquier rastro de lágrimas. Él hizo lo mismo con las mías. La amargura desapareció debido a nuestra cercanía y todo a nuestro alrededor se esfumó. Nos olvidamos de las recientes desdichas y nos esforzamos por disfrutarnos el uno al otro. En ese momento solo éramos él y yo, no importaba nada más.

—Ahora, ¿podemos disfrutar este momento antes de que parta?

Enredó sus brazos en mi cintura y me acercó más a él. Me sonrió de forma pícara y yo solo pude mirar sus enrojecidos ojos, pensando que era afortunada de tenerlo.

—Solo si prometes que no será el último.

Dejé un corto beso en sus labios.

—Lo prometo.

Entonces me besó y mi corazón se exaltó como tantas otras veces. Llevó una mano a mi mejilla, profundizando e intensificando el beso. Podía sentir su cariño a través de este, pero también podía notar esa típica pizca de pasión que tanto lo caracterizaba.

En otras palabras Bucky podía ser suave, cariñoso y romántico, pero también podía ser apasionado, posesivo y demandante. Era la perfecta mezcla de ambos lados.

Él me empujó suavemente y no tuve más opción que retroceder unos pasos. Comprendí su intención oculta en cuanto la parte trasera de mis piernas impactó contra la orilla de la cama. Interrumpió el beso para sonreír con picardía, el deseo brillando en sus ojos.

—Supongo que a esto te referías con "disfrutar" —murmuró y no me dejó responder porque de un momento a otro me encontraba recostada en la cama, con él sobre mí.

Entre desesperados besos y gemidos que salían sin permiso, la ropa desapareció. Mi piel ardió ante su roce y mi corazón latió desenfrenado cuando Bucky presionó su cuerpo sobre el mío. Sus labios se movieron ágilmente sobre los míos, pero entonces decidió cambiar de dirección. Lentamente comenzó a bajar, dejando besos húmedos por mi cuello, mi pecho, mi abdomen. Cuando se topó con mi ropa interior levantó la mirada y sonrió, malicioso.

—Hazlo —ordené entre gemidos.

—Sí, teniente —respondió.

Solo un movimiento por parte de él bastó para hacer desaparecer el trozo de tela y en cuanto eso sucedió hizo lo mismo con su bóxer. Verlo de esa forma, listo para mí, solo hizo que mi desesperación por sentirlo aumentara.

Volvió a subir para besar mis labios mientras se acomodaba entre mis piernas. Una vez listo, miró mis ojos con fijeza e hice el intento de sostener su mirada, pero me fue imposible. Mi espalda se arqueó en cuanto sentí que lentamente comenzaba a adentrarse en mí. Un jadeo se me escapó y aquello pareció alentarlo. Besó mis labios, acallando mis ruidosos gemidos. Procedió a esconder su rostro en mi cuello, dejando besos húmedos sobre toda la zona, mientras comenzaba a moverse. Por instinto gruñó suavemente y mordí mi labio al sentir su agitada respiración sobre mi oreja.

—Harás que enloquezca —murmuró. Su voz sonando áspera y grave por la excitación.

Sus palabras y la forma tan coqueta y sincera en la que las pronunció me sacaron de mis casillas. Bucky era capaz hacerme olvidar hasta mi propio nombre.

—Siempre lo dices —respondí entre jadeos de placer.

—Y nunca dejaré de hacerlo —susurró en mi oído y un gemido se le escapó, aquello no me ayudó a mantener mi cordura.

Levantó la cabeza y volvió a mirar mis ojos de forma dominante. Puse las manos alrededor de su cuello en cuanto sentí que comenzaba a aumentar el ritmo de sus movimientos. No desvió la mirada en ningún momento, queriendo ver el poder que tenía sobre mí, y eso solo hacía que mi excitación creciera.

Se sentía tan bien y estaba segura que se debía a Bucky porque él sabía perfectamente cómo hacerlo, cómo darme placer, y el hecho de que fuera él lo hacía aún más especial. Porque estaba enamorada y este sentimiento era tan fuerte que me hacía perder la cordura.

Bucky me había mostrado un mundo en el que el trabajo no lo era todo y el amor era lo que realmente importaba.

Me había dado el valor para amar y ser amada.

Pero entonces más desgracias llegaron.

Un repentino estruendo en el exterior nos sobresaltó y, cuando las llamas se dejaron ver a través de las telas, Bucky me miró. La excitación y el placer desaparecieron de un momento a otro. Me aferré a las sábanas al notar la preocupación y el pavor en sus ojos. Los gritos de los soldados fueron los siguientes en oírse y no necesité más pruebas para saber lo que ocurría.

—Nos atacan.

~ ~ ~ ~ ~

Me da vergüenza publicar este capítulo (aunque me gustó) porque a algunas personas no les gusta el drama exagerado y se incomodan con las escenas del frutifantastico (esta no fue muy explícita pero igual) así que...

*publica y corre a esconderse* 🏃🏻‍♀️

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