11 - Subestimación

Rumblow me miró a través del espejo retrovisor y sonrió cuando nuestras miradas se encontraron. Estaba lejos de ser una sonrisa amable, más bien era una sonrisa burlesca, arrogante. Era la misma que me dedicaba cada cinco minutos desde que salimos del banco. Me subestimaba, se creía superior a mí. Su aura era asquerosamente arrogante... y no de la forma atractiva.

—¿Realmente creíste que Pierce iba a darte una misión tan importante, Flicker? —Se burló, haciendo hincapié en la última palabra.

Rodé los ojos y clavé la mirada en la ventanilla del blindado. Lo que no podía creer era que Rumblow continuaba recibiendo misiones importantes después de tantos fracasos. Si no fuera por el bozal, hubiera podido decirlo.

Volviendo a lo importante.

Me molestaba que Pierce solo me usara para extraer al soldado de las misiones. Me usaba como un maldito autobús escolar para llevar y traer al niño. No es como si quisiera que me enviara a asesinar, sino que odiaba el hecho de que me creyera inferior al soldado o a cualquiera de sus agentes. Me creía incapaz, lo sabía. Me estaba subestimando y era algo que no debía hacer.

Esto me traía recuerdos de 1943, cuando los soldados se creían superior a mí y hasta trataban de humillarme. Todos me subestimaban, menos aquel coqueto y bromista sargento que siempre creyó en mí.

Así como me había encargado de demostrarles a esos soldados que era fuerte y capaz, le demostraría a Pierce que yo era tan poderosa como el soldado. Estaba dispuesta a tomar ese reto, a usar el desprecio de Pierce para demostrar lo que era capaz.

Será divertido.

—El soldado los interceptó en el puente hace seis minutos —anunció Rumblow.

Me enderecé al oírlo y me asomé entre los asientos del piloto y copiloto. Rumblow tenía la mirada clavada en el camino, oyendo con atención lo que los agentes decían por el intercomunicador que llevaba en su oreja.

Tenía entendido que el soldado no estaba solo, sino que Pierce había enviado varios agentes con él. Suponía que le estaban dando una buena pelea a Steve y Romanoff.

—Estamos cerca —anunció Rumblow y luego me miró. —Es hora de ir por el soldado. Sácalo de aquí, nosotros nos encargamos del resto.

Palmeé su hombro, felicitándolo falsamente. De soslayo observé que su habitual expresión seria cambió a una molesta, mientras rodaba los ojos. Otra forma de confirmar que realmente me odiaba, probablemente deseaba que desapareciera.

—Hasta cuando no hablas eres molesta —murmuró entre dientes.

Fruncí el entrecejo, ofendida, y golpeé la parte trasera de su cabeza. Observé que trató de girar hacia mí, posiblemente para devolverme el golpe, pero fuí más rápida y me teletransporté antes de que pudiera hacerlo.

Aparecí en medio de una calle. En el lugar había algunos coches en llamas, mientras que otros estaban volcados. Ya no había ninguna persona en el lugar, el cual parecía ser una zona de guerra.

En ese momento mi mirada recayó en el soldado, quien apuntaba un arma hacia Romanoff. Como era de esperarse la pelirroja no se dejó intimidar. De su bolsillo sacó uno de sus juguetes y lo lanzó directamente al brazo metálico del soldado, pude ver que se descompuso ante la descarga eléctrica del objeto. Romanoff aprovechó para correr lejos de él.

Arqueé una ceja.

Quiero uno de esos.

No, necesito uno de esos.

Observé que el soldado arrancó aquel objeto de un solo tirón y giró su brazo en un intento de recomponerlo. Solté un suspiro cuando comenzó a caminar detrás de Romanoff. Estaba dispuesto a acabar con ella, tal como había ordenado Pierce. Odiaba esa lealtad que le tenía. Hydra hacía que su capacidad de diferenciar el bien del mal desapareciera. La línea que los dividía era borrosa para él.

Cuando el soldado desapareció, me permití mirar a mi alrededor. Con la mirada busqué a Steve por cada rincón del lugar, sin embargo no logré hallarlo. Solo esperaba que estuviera con vida, que el soldado no lo haya lastimado de gravedad.

De repente oí un disparo, seguido de un grito ahogado y el sonido de cristales rotos. Aquello solo significaba una cosa: le había disparado a Romanoff.

No lo pensé más. Rápidamente me teletransporté al lugar y justo en ese momento el soldado saltó sobre el techo de un coche cercano y una vez más apuntó su arma hacia Romanoff, dispuesto a disparar.

Era hora de hacer algo.

De un rápido movimiento tomé la pistola de mi muslo y le disparé para evitar que acabara con Romanoff. La bala impactó en su mano metálica, desestabilizando su agarre en el arma. Aquello lo enfureció y lo supe cuando volteó hacia mí. El hecho de que no llevara sus gafas oscuras hacía que pudiera notar con claridad el enojo en sus ojos.

Ups.

Presioné el agarre en la pistola cuando él giró completamente hacia mí. Continuaba de pie sobre el coche y me miraba como si fuera su siguiente víctima. Iba a disparar de nuevo a su brazo para distraerlo, pero entonces bajó su arma. Logré ver que su mirada se suavizó y el enojo había desaparecido casi por completo, confundiéndome.

¿Podría ser que estaba volviendo a ser el mismo de...?

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando una soga se envolvió en mi muñeca con fiereza. Fruncí el entrecejo cuando noté que le pertenecía al soldado. Levanté la mirada y entonces él tiró fuertemente. Mi muñeca se dobló y no pude evitar soltar la pistola.

Gruñí, molesta. Solo un momento de descuido había bastado para que me atacara.

Enrollé mi muñeca en la soga, tomándola con fuerza, y tiré de ella. Observé que el soldado se balanceó hacia adelante, pero logró mantenerse de pie.

Aquello hizo que tensara la mandíbula.

El soldado imitó mi acción y tiró del otro extremo con fuerza. Di unos pasos al frente por el jalón. De un momento a otro esto se había transformado en un tira y afloja. La cuerda se tensaba ante la fuerza que ambos ejercíamos. En lo único que podía pensar era en ganar y demostrar que era tan fuerte como él.

Una vez más enrollé mi muñeca en la soga y tiré con más fuerza que la vez anterior. Esta vez el soldado se balanceó hacia adelante y, cuando llegó al extremo del capó del coche, sus pies resbalaron. Segundos después el soldado cayó al suelo, soltando la soga completamente. Con una sonrisa con el rostro, arrojé la cuerda al suelo y me agaché para recoger la pistola. Y gracias al universo que lo hice, porque de no haberlo hecho hubiera tenido una bala entre ceja y ceja.

Solo un segundo me descuidé y el soldado ya estaba disparando de nuevo desde el suelo. Había aprovechado mi pequeño momento de descuido para atacar.

Okey, me lo merecía por haberle hecho lo mismo.

Me enderecé lentamente y miré al soldado con el entrecejo fruncido, indignada por lo que acababa de hacer. Ladeé la cabeza cuando observé que ya se encontraba de pie y que apuntaba su arma directamente hacia mí.

Dispararía sin dudarlo.

O bueno, iba a hacerlo de no ser por Steve, quien apareció justo a tiempo y evitó que me disparara.

Cuando comenzaron a pelear decidí concentrarme en cierta pelirroja que se encontraba herida, además podría ayudar a acabar con esto. No tardé en hallarla, se escondía detrás de un coche. Al acercarme noté que tenía una herida de bala en el hombro izquierdo, estaba perdiendo mucha sangre.

Ella me miró, pero yo mantenía mi atención en la pelea del soldado y Steve. Debía detenerlos y sabía perfectamente cómo hacerlo. Con la mirada busqué el lanzagranadas del soldado y, cuando lo hallé, me teletransporté para tomarlo entre mis manos. Luego regresé junto a Romanoff. La pelirroja me miró con desconfianza y comenzó a alejarse de mí.

Di un paso más para agacharme junto a ella. Miré el arma entre mis manos y, segura de lo que hacía, se la acerqué. Ella me miró a los ojos, tratando de adivinar lo que pasaba por mi cabeza.

—¿Por qué haces esto? —preguntó en un susurro. —Tú estás con Hydra.

Negué con la cabeza.

Fue lo único que pude hacer. No poder hablar apestaba. Quería explicarle mis motivos, quería decirle que mi objetivo era destruir Hydra.

Señalé el arma y luego señalé al soldado y a Steve, esperando ser clara. Romanoff bajó la mirada hacia el arma, comprendiendo lo que quería decirle.

—¿Estás segura?

Asentí y coloqué el arma sobre sus manos. Ella la tomó con algo de duda, mientras me miraba con atención. Cerré fuertemente los ojos, frustrada por no poder hablar. Realmente me hubiera gustado explicarle mis motivos para regresar a Hydra.

—Lo haré —dijo, poniéndose de pie para disparar.

La tomé del brazo para evitar que hiciera el disparo, aún tenía algo que hacer.

Un pequeño óvalo de luz azul se formó en la palma de mi mano, parecía ser una llama. Con lentitud lo acerqué a su pecho, pero me detuve a unos centímetros de este. La miré con fijeza, pidiendo por su aprobación. No quería hacer algo que ella no quisiera.

Romanoff debió ver algo en mí porque asintió con la cabeza, dándome permiso para colocar una pizca de mi poder dentro de ella. Aquello me permitiría poder localizarla en cualquier parte del mundo, me facilitaría el teletransportarme junto a ella. Era como una especie de imán.

La pelirroja lucía confundida, pero no asustada por lo que acababa de hacer. Al parecer no desconfiaba de mí.

Asentí con la cabeza, mientras me alejaba, dándole a entender que había terminado. Ella me miró una última vez, preguntándose, tal vez, qué había sido aquello. Observé que giró y se apoyó en el coche para poder apuntar hacia el soldado. Disparó al instante. No cerré los ojos ni por un momento y vi que el coche junto a él estalló debido al explosivo.

Esa era mi señal para actuar.

Rápidamente me teletransporté junto al soldado, quien se encontraba en el suelo debido a la explosión, y creé un portal detrás de él. Cuando el soldado se levantó, golpeé su abdomen con mi pie para empujarlo hacia el portal.

Mi intención era enviarlo a la bóveda para que yo pudiera marcharme junto a Steve y Romanoff. Mi plan nunca había sido acabar con ellos, había planeado usar esta oportunidad para unirme a su lucha. Iba a hacerlo, pero entonces ocurrió algo que no esperaba.

Antes de que el soldado cayera por el portal, me tomó del tobillo y me arrastró junto con él. Lo último que vi fue que los blindados de Rumblow finalmente llegaron al lugar y, en un abrir y cerrar de ojos, estábamos de vuelta en la bóveda.

Al instante en que puse un pie en el lugar, el bozal se aflojó y cayó al suelo. Aunque era un alivio poder hablar de nuevo, no era lo que más me importaba en ese momento.

—No, no, no... —murmuré, exasperada. —¡Maldición!

Pateé un banquillo, arrojándolo contra la pared, y solté un grito de frustración. Rumblow había logrado capturarlos y en cualquier momento los ejecutaría. No tenían escapatoria.

Clavé mi mirada en el soldado, quien lucía algo perdido y abrumado. Iba a regañarlo, pero fruncí el entrecejo cuando noté que tampoco llevaba la máscara. Tenía el rostro al descubierto y podía ver la confusión en sus ojos.

Aquello solo significaba una cosa.

—Él te vio —susurré, haciendo que me mirara.

Y entonces el enojo desapareció.

Con pasos lentos me acerqué hacia él. Cada vez que me acercaba podía notar la forma en la que su cuerpo se tensaba, podía ver la forma en la que tragaba con nerviosismo y podía sentir que algo en su interior me reconocía. No podía estar delirando, todo en él indicaba que sabía quién era, pero Hydra evitaba que pudiera recordarme por completo.

Me detuve unos centímetros frente a él, manteniendo una distancia considerable. Contemplé el azul claro de sus ojos. No tenía que levantar la cabeza para hacerlo, éramos casi de la misma altura. Él movía sus ojos ágilmente, examinando cada centímetro de mi rostro. Cuanto más me miraba, más se perdía en su mente.

Levanté mi mano con la intención de acariciar su mejilla, pero segundos antes de que lograra tocar su pálida piel el soldado sostuvo mi mano con fuerza para evitar que lo hiciera. Su agarre era tembloroso y clavaba sus dedos en mi piel. Estaba totalmente a la defensiva y lo comprendía.

—No voy a hacerte daño —pronuncié cada palabra con seguridad, mientras miraba sus ojos con fijeza.

Después de unos momentos debatiendo en su interior, cedió y lentamente aflojó el agarre en mi muñeca. Continuaba sosteniéndola suavemente cuando mis dedos lograron tocar su mejilla. Al instante cerró sus ojos y su cuerpo se relajó, como si mi tacto fuera la calidez que necesitaba.

Podía ver cuán afectado se encontraba. Lo que sucedió con Steve lo había desconcertado y asustado. Necesitaba que alguien lo reconfortara, que alguien le mostrara un poco de cariño y sobre todo que alguien le demostrara que aún seguía siendo humano. Lo que Hydra le obligó a hacer no lo definía.

Con mi dedo pulgar acaricié suavemente su mejilla, subiendo y bajando por sus pronunciados pómulos. Buscaba mostrarle que yo estaba aquí, que no tenía planeado dejarlo y que podía tener una redención. Quería que supiera que este no era él, que había algo más que cumplir misiones.

Abrió sus ojos y los clavó en los míos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando dio un paso al frente, acortando la distancia que nos separaba. En ningún momento me atreví a alejar mi mano.

—¿Puedo confiar en ti? —preguntó en un tenue susurro.

Tragué saliva con dificultad al oír su voz quebrada.

—Puedes confiar en mí.

—¿Entonces por qué me atacaste?

Su tono de voz no sonaba iracundo o resentido, sonaba dolido y decepcionado. Aquello hizo que me sintiera mal, pero sabía que lo había hecho con una buena razón. Estaba salvando a Steve y a Romanoff, pero también lo estaba salvando de él mismo.

Estaba segura que él no hubiera querido cargar con la muerte de Steve.

—Te estaba salvando, porque... —callé de repente, no estaba segura de qué decir. —Porque...

La puerta se abrió repentinamente, interrumpiendo. Por pura costumbre, el soldado se alejó rápidamente mientras recuperaba su seriedad. Parecía que estar a mi lado era incorrecto, era algo que no debía hacer. Pierce debió haberle advertido cientos de veces.

Entonces una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo, originándose en el collar. Solté un grito, esta vez de dolor, y caí al suelo. Mi cuerpo se sacudió bruscamente y un fuerte dolor recorrió mi cabeza. Cerré mis ojos, tratando de recuperar el control sobre mi cuerpo.

La sensación fue extrañamente familiar. El dolor y la desesperación eran los mismos. Jamás podría acostumbrarme a ellos, sin importar cuánto tiempo pasara.

Como las veces anteriores, la descarga acabó, dejándome apenas consciente. Para esas alturas mis ojos se encontraban cerrados y era difícil volver a abrirlos. Pestañeaba repetidas veces, mientras me retorcía en el suelo. Luego de unos segundos fui capaz de levantar la mirada. Fue cuando pude ver al responsable de mi dolor. Para mi no sorpresa, se trataba de Pierce. Debí imaginarlo, era el único que podía usar aquel control remoto.

—Supongo que estás molesta por no poder salvar a tus amiguitos, ¿no? —comentó, acercándose a mí. —Pero no te preocupes, si sigues desobedeciendo mis órdenes te unirás a ellos.

Giré, apoyando mi espalda sobre el suelo, y solté una risa amarga. Miré a Pierce, manteniendo mi sonrisa burlesca.

—No vas a poder matarlos —murmuré con un hilo de voz.

Entonces levantó su pie y pisó mi abdomen con fuerza. Tosí cuando el aire se escapó de mis pulmones y giré mi cuerpo hacia la derecha, sosteniendo la zona con las manos.

—¿Y tú qué sabes? —aprovechó para patear mi abdomen. —Eres insignificante, inútil, el peor error de Hydra.

Apreté mis dientes al oír sus palabras. El dolor pasó a segundo plano cuando la ira me invadió.

—No deberías subestimarme.

Me teletransporté detrás de él y, antes de que pudiera darse cuenta, pateé fuertemente su pierna. Cuando Pierce cayó de rodillas al suelo, me apresuré a enrollar mi brazo en su cuello, inmovilizándolo.

—Así de fácil es someterte —susurré en su oído y apreté el agarre, cortándole el aire. —Puedo matarte ahora mismo.

—Hydra... me reemplazaría.

Apreté más fuerte, sintiendo satisfacción al tenerlo de esta forma.

—Lo sé —murmuré y relamí mis labios. —No me molestaría hacerle lo mismo que a ti.

Sentí que comenzó a removerse con desesperación debajo de mi cuerpo. El aire casi no llegaba a sus pulmones y en cualquier momento moriría.

—Soldado...

Entonces un golpe en mi nuca me desestabilizó y me obligó a soltarlo. Volví a caer al suelo, pero esta vez, inconsciente.

~ ~ ~ ~ ~

Les dejo un adelanto del próximo capítulo porque quiero y porque puedo :)

Él negó con la cabeza, abrumado.

—¿Por qué estás en mi mente? —preguntó en un susurro desgarrador.

Acá les va otro, why not?

—¡Hazlo! —insistí.

Reafirmó el agarre en la pistola, dudando. Sabía que no tenía que asesinarme, pero él quería hacerlo.

—Que te calles —murmuró entre dientes.

—¡Hazlo de una maldita vez! ¡Cobarde!

Y disparó.

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