09 - Como en los viejos tiempos
Ante mí tenía las consecuencias de otra misión fallida, otro intento fallido de quitar los obstáculos del camino, consecuencias que a mis ojos y oídos le resultaban más tediosas de lo normal.
Un furioso Pierce se paseaba de un extremo de la sala a otro. Estaba molesto, eso podía notarlo con solo echarle una mirada y con oír la chorrera de insultos que salía de su boca. Pierce tenía pinta de ser un hombre tranquilo, de saber mantener la calma, pero en este momento ocurría todo lo contrario y sabía por qué.
Hydra estaba a tan solo unas horas de colocarse en la cima del mundo. El esfuerzo que habían hecho durante todas estas épocas estaba a punto de llegar a su punto culminante, pero ese no era el problema ni mucho menos era lo que fastidiaba a Pierce. El problema era que por primera vez en años tenían unos "enemigos" difíciles de exterminar. Esos enemigos no eran nada más ni nada menos que el Capitán América y Black Widow.
Steve y Romanoff no se la ponían fácil a Hydra y eso era lo que frustraba a Pierce. Ni siquiera un misil de corto alcance había logrado acabarlos.
Y pensar que podría haber muerto si me quedaba unos minutos más.
En fin, cosas que pasan.
—¿Cómo diablos pudieron sobrevivir a un misil? —cuestioné, sacando una papa frita del paquete.
—¿Crees que yo sé la respuesta? —giró hacía mí y frunció el entrecejo al verme comer.
Sonreí, burlesca, y me dejé caer sobre una silla giratoria. Coloqué mis piernas sobre la mesa, mientras llevaba otra papa a mi boca. Me deleité observando que Pierce hervía en ira.
—Bueno, ¿no se supone que Hydra lo sabe todo?
Pierce le dio un fuerte golpe al escritorio y me miró amenazante.
—Cuando abras la boca una vez más...
—¿Qué? —interrumpí, elevando mis cejas de una forma retadora. —¿Vas a dormirme de nuevo? Porque, siendo sincera, no me molestaría echarme una siesta.
Tomó una larga bocanada de aire y tensó la mandíbula con molestia, sin embargo se quedó en silencio. Lo que no ponía en palabras lo expresaba con su cuerpo. Irradiaba un aura de irritación, de enojo. Ese hombre necesitaba unas vacaciones. Necesitaba usar una camisa hawaiana mientras bebe agua de coco en alguna playa del caribe.
Tanto estrés lo mataría.
—¿Qué harás ahora? —volví a hablar.
—Los buscaremos —anunció, cruzando sus brazos. —El soldado acabará con ellos.
—Y yo iré con él, ¿qué mejor que volver a los viejos tiempos? —comenté, sonriente. —Tú eres muy joven para saberlo, pero hubo un tiempo en el que íbamos juntos a cada misión o, bueno, fue hasta que Hydra se ensañó conmigo.
Pierce me miró con su habitual seriedad, posiblemente molesto por mi expresión "tú eres muy joven". Quise soltar una carcajada al percatarme de su reacción, aunque me contuve. Podía molestar a Pierce cuanto yo quisiera, pero siempre habría consecuencias y no buenas. A veces debía mantenerme al margen.
—Sé más de lo que te imaginas. —Me echó una fría mirada. —Lo importante es acabar con el Capitán América y Black Widow.
Me puse de pie, soltando un suspiro cansino. Sabía lo que venía a continuación, lo que nos obligarían a hacer.
—Ellos son tu maldito dolor de trasero, eh —murmuré.
No tenía nada en contra de Steve o Romanoff, por lo que no me importaba lo que ellos hicieran. Tampoco me importaba que trataran de destruir Hydra. Eso era algo que yo también quería, pero que no podía hacer, al menos no por el momento.
Comencé a caminar hacia la salida de aquella improvisada sala de reuniones. Las influencias que Hydra tenía seguían sorprendiéndome. El subsuelo de este banco parecía ser una base aparte. Podía imaginarme a cuántas personas tuvo que sobornar para conseguir este lugar o cuántas de esas personas eran parte de Hydra.
—Ten cuidado, Flicker —soltó Pierce, deteniéndome. —Puede que tomes un camino peligroso.
Apreté los puños ante su amenaza porque, sí, eso era. Era una forma sutil de amenazarme, de decirme que habría graves consecuencias si me atrevía a traicionar a Hydra. Esta vez no me dormirían, me matarían.
Podía notar la mirada de Pierce sobre mi espalda, sin embargo no volteé en ningún momento.
—Okey, te avisaré si lo hago.
Y salí de la sala sin decir otra palabra.
Pierce sabía que había algo que me importaba incluso más que mi propia vida. Si me atrevía a traicionarlo lo usaría para dañarme y yo no podría soportarlo. Debía ser cuidadosa.
Había dado unos pocos pasos fuera de la sala cuando me topé con cierto azabache que tanto apreciaba. Tenía el entrecejo fruncido y lucía molesto. De hecho todos parecían estar molestos en este lugar, nunca me dedicaban ninguna sonrisita.
—Rumblow —murmuré con una sonrisa. —Siempre es bueno verte... a tí y a tus fracasos.
Sí, la misión del misil había estado dirigida por Rumblow. El fracaso no fue sorpresa, al menos no para mí.
Él pasó junto a mí, chocando su hombro contra el mío. Obviamente mi comentario lo molestó. Aquí a nadie le gustaban las bromas.
—Ah, tan amoroso como siempre —comenté, robándole un gruñido.
Reí.
Molestar era mi pasatiempo favorito, aunque me odiaran por eso.
(...)
Cuando Viktor me quitó aquel implante que reprimía mis poderes pensé que estaría libre de descargas eléctricas. No había razón para usarlo sabiendo que Pierce necesitaba de mis poderes. Hasta llegué a pensar que me dejarían en paz, aunque sea por el momento.
Bueno, me equivoqué.
Ni Pierce ni Viktor dejarían que anduviera sin ser controlada por ellos. Ya lo habían dicho. No podían dejar que hiciera lo que quisiera, no podían dejar que recordara todo y por supuesto no podían dejar que huyera nuevamente. Así fue como terminé con un collar eléctrico en mi cuello.
Significaba más descargas eléctricas.
—Al menos podrías haberlo hecho más discreto —murmuré, tocando el collar con las yemas de mis dedos.
Era negro y ancho, con una luz roja en el centro. Rodeaba mi cuello perfectamente lo que le daba un aspecto de collar de perros, aunque este enviaba descargas eléctricas a mi cuerpo.
—Es para que no te atrevas a hacer algo que no debes —explicó Viktor, configurando el control remoto que activaba al collar.
—Si me ofende que no confíen en mí. No he hecho nada malo... —protesté y luego sonreí —... aún.
Viktor levantó la mirada al oír la última palabra y, mirando mis ojos con fijeza, presionó el botón del pequeño control remoto.
Solté un grito de dolor cuando una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. Mis piernas flaquearon y en cuestión de segundos mis rodillas impactaron fuertemente contra el suelo. Apreté mis dientes tratando de contener los gritos, pero el dolor era demasiado. No pude evitar soltar unos cuantos quejidos, apenas podía controlar mi cuerpo.
Nunca había sentido algo tan doloroso.
Segundos después, la corriente eléctrica cesó y mi cuerpo cayó completamente al suelo.
—Ah, sí funciona.
Levanté la mirada, soltando furiosas exhalaciones. Viktor tenía una pequeña sonrisa en su rostro, demostrando que disfrutaba mi dolor. No le importaba que sufriera, ese parecía ser su objetivo. Desde que me examinó por primera vez no había dejado de molestarme. Mi poder lo obsesionaba y eso me preocupaba.
—Voy a matarte —murmuré, poniéndome de pie con algo de dificultad.
—Y luego tendríamos que matarte —murmuró Pierce, adentrándose a la bóveda. —O bueno, él lo haría.
Con su dedo pulgar señaló al soldado, quien caminaba detrás de él. Solo me limité a mirarlos en silencio, tratando de recuperarme de aquella descarga eléctrica. Había sido realmente fuerte y era algo a lo que no estaba acostumbrada.
—¿Cómo va ese aparato? —Le preguntó a Viktor.
—Funciona.
—Acabas de perderte la función, de hecho —murmuré entre dientes.
—Pero podemos repetirla —propuso Viktor, como si fuera una gran idea.
—Hazlo, si es que quieres morir hoy —amenacé.
Di un paso hacia él, firme y amenazante. Viktor retrocedió, sin embargo no había rastros de miedo en su mirada. Nunca había emoción alguna en su expresión. Parecía ser un frío y vacío cascarón, sin nada que valiera la pena en su interior.
Pierce se acercó a nosotros, interrumpiendo nuestra discusión, y me tomó del brazo para alejarme de Viktor, alias científico loco. Le eché una última mirada de advertencia, pero este ni se inmutó.
—Viktor no morirá hoy —habló con seriedad. —Pero sí el Capitán América y Black Widow.
Me deshice de su agarre bruscamente y lo miré sin comprender lo que decía.
—¿Qué harás?
—Rogers y Romanoff están detrás de Jasper Sitwell. Él conoce todo sobre el Algoritmo de Zola —informó, alternando la mirada entre el soldado y yo. —Para este momento ya deben conocer todos los detalles del Proyecto Insight.
Entendí lo que quería decir.
—Y nos enviarás a matarlos —continué por él.
Pierce asintió con la cabeza, dándome la razón por primera vez desde que nos conocimos. Probablemente nunca volvería a suceder.
Debí grabarlo.
—Mátenlos a todos.
Negué con la cabeza, como si no tuviera remedio, mientras hacía un sonido de desaprobación con mi boca.
—Que deshonesto matar a uno de los tuyos —fingí un tono de reproche.
—Hydra no soporta a los soplones —comentó sin demostrar remordimiento. —Vayan a prepararse.
Salió de la bóveda sin decir otra palabra.
En ese momento observé a Viktor intercalar la mirada entre el soldado y yo antes de salir detrás de Pierce. Me pareció ver que una sonrisa se dibujó en su rostro antes de abandonar la bóveda, aunque no estaba segura.
Solté un suave suspiro, pensando en lo que haría cuando tuviera a Steve frente a mí.
En realidad sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Ya era hora de entrar en acción, de cumplir con mi propósito. Desde que hablé con Zola había comenzado a pensar en la forma de derrocar a Hydra.
Y sabía cómo lograrlo.
De un salto me bajé de la camilla. Cada movimiento que hacía era bajo la atenta mirada del soldado. Al parecer volvía a pasar lo mismo del otro día. Me miraba como si tratara de descifrar quién era y por qué estaba en su cabeza. En sus ojos podía ver la lucha interna que se libraba en su atormentada mente.
Una sonrisa desanimada apareció en mi rostro cuando nuestras miradas se encontraron, luego caminé hacia él.
—Me encanta tener tu atención, soldado, pero tenemos cosas que hacer —enrollé nuestros brazos y lo arrastré fuera de la bóveda.
Lo guie hacia la armería aunque, bueno, él sabía a dónde debíamos ir. Al entrar, lo solté y fui en busca de una pistola, lo habitual, mientras que él fue por explosivos. Eran armas que solía usar. Eran sus juguetes favoritos.
Ambos teníamos nuestros trajes puestos, por lo que solo teníamos que ir por armas. Podía imaginarme que esta vez no sería como matar a Fury. Ahora debíamos ir más preparados. Acabar con Steve y Romanoff no sería fácil.
Solo quisiera no tener que hacerlo.
Guardé el arma en la pistolera y levanté mi mirada cuando noté que la habitación estaba más silenciosa que antes. Me encontré con el soldado, quien tenía su máscara y las gafas oscuras entre sus manos. Las observaba con detenimiento. Parecía preguntarse por qué debía usarlas. Recuerdo que en misiones anteriores no era necesario que las usara, pero ahora Pierce buscaba ocultarlo de Steve.
—Póntelas, me gustan.
Él me miró por unos segundos, pensando, y luego comenzó a ponérselas en completo silencio. No despegué mis ojos de él. Me atraía mirarlo cuando estaba distraído.
El Soldado del Invierno era un asesino en masa, pero se veía tan adorable tratando de colocarse las gafas que daban ganas de quitárselas y llevarlo a la cama para arroparlo hasta que se durmiera.
¿Cómo era eso posible? Creo que nunca sabía cómo hacía para lucir tan intimidante y adorable al mismo tiempo.
Una vez que estuvo listo observé que el soldado tomaba un lanzagranadas entre sus manos. De repente unos recuerdos llegaron a mí.
—Como en los viejos tiempos, ¿eh?
Levantó la cabeza y clavó su mirada en mí, pero no pronunció palabra alguna. Con una pequeña sonrisa en mi rostro me acerqué hacia él. Este se mantuvo en su lugar, pero pude notar que su cuerpo se tensaba con cada paso que daba.
—No debería decírtelo, pero esta es mi última misión —susurré, mientras me inclinaba hacia él. —Hydra caerá y cuando eso suceda, regresaré por tí.
Me enderecé y sonreí, como si nunca hubiera dicho lo anterior. El soldado frunció su entrecejo, pero no respondió. Palmeé su pecho.
—¿Nos vamos?
Giré y, siendo seguida por el soldado, salí de la armería. Al hacerlo me topé con Pierce, quien me tomó del brazo para evitar que continuara con mi camino. Él le hizo una seña al soldado para que nos dejara solos, quien, obviamente, obedeció sin protestar.
Pierce lucía como siempre, salvo que tenía una expresión un tanto ansiosa. Supongo que esperaba que pudiéramos cumplir con nuestra misión. Si lo lográbamos, tenía el camino libre para hacer lo que quisiera.
—Creo que estoy teniendo un déjà vu —murmuré, haciendo una mueca pensativa. —Déjame adivinar, ¿vas a amenazarme de nuevo?
—Tengo algo mejor.
Él me soltó y del bolsillo interno de su traje sacó una máscara similar a la del soldado. Fruncí el entrecejo.
—No sé si te enteraste, pero Steve ya sabe que estoy viva —informé, confundida. —No necesito eso.
Me solté de su agarre y traté de irme tras el soldado, pero Pierce me detuvo de nuevo.
—No es para ocultar tu identidad. Es para asegurarme que mantengas la boca cerrada.
Solté una risa carente de gracia.
—¿Es una broma? —cuestioné, pero sabía que no lo era. —En serio me ofende que desconfíes y entiendo que lo hagas, yo también lo haría, pero esto no es necesario.
—Póntela.
Tensé la mandíbula.
No tenía opción, lo sabía. Y apestaba.
A regañadientes tomé la máscara y me la coloqué. Al instante en que tocó mi piel, se aferró a mi rostro con fiereza. Lucía como la del soldado, pero su funcionamiento era totalmente diferente. Cada vez que intentaba abrir la boca, esta se ajustaba más para impedir que lo hiciera. Esto realmente se encargaría de no hacerme hablar. Era similar a un bozal, pero peor.
Supuse que esto era cortesía de Viktor.
—Cuando trates de quitarla enviará una corriente eléctrica a todo tu cuerpo —advirtió y yo rodé los ojos. —Ahora vete.
Me enderecé y llevé una mano a mi frente, saludándolo como un soldado. Él ignoró mi acción y se marchó. Cuando estuve totalmente sola, llevé mis dedos hacia la máscara, tocándola con molestia, y fruncí el entrecejo.
Con el collar y el bozal puestos me parecía más a una mascota que a una asesina.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top