04 - Muestra de lealtad
La nueva base, o al menos el lugar en donde tenían al soldado, era la bóveda de un banco en Washington. En cuanto puse un pie allí supe que era el mismo lugar del que había escapado hace dos años. Casi podía recordarme saliendo de aquella cápsula de criogenización. Aún no podía creer que estaba de vuelta. Era como si nunca me hubiera marchado, como si el tiempo en realidad no hubiera transcurrido.
Apenas llegamos, desarmaron al soldado y lo sentaron en una silla en medio de la habitación. Por otro lado, yo me encontraba sentada a unos metros de él. A duras penas había logrado convencer a Rumblow para que no me amarrara igual que a una prisionera, después de todo estaba aquí por mi propia voluntad.
Rumblow aceptó, sin embargo no confió en mi palabra por lo que había alrededor de unos diez agentes vigilando que no huyera. Eso no estaba en mis planes. Había decidido ya no huir y enfrentar lo que me esperaba, fuera lo que fuera.
No me iría de aquí hasta presenciar la caída de Hydra y todo lo que eso implicaba.
No me iría hasta recuperar lo que me habían arrebatado.
Llevábamos alrededor de veinte minutos esperando a Pierce y, desde que llegamos, el soldado no había despegado su mirada de mí. Eso sin dudas me abrumaba, aunque no en el mal sentido. Ahora podía ver su rostro, pues ya no llevaba ni la máscara ni las gafas, y no podía negar que me apenaba verlo. Sus ojos lucían perdidos y apagados, sin una pizca de brillo o emoción. La expresión en su rostro era gélida, pero al mismo tiempo podía notar cuán perdido y confundido se encontraba.
Sufría... y mucho, podía saberlo con tan solo verlo.
Era consciente de lo que Hydra le había hecho durante todos estos años. Él estaba pasando por algo muy similar a lo mío, aunque de cierta forma era peor. Pierce jugaba con su mente y lo manipulaba para que siguiera sus órdenes. Ese soldado no era un villano, solo era otra víctima.
Mi deseo de destruir Hydra no era solo por venganza. Quería hacerlo para que nadie más tuviera que sufrir lo mismo que yo y el soldado. Nadie debería vivir algo similar y mi deber era asegurarme de que eso sucediera.
Un repentino golpe en la nuca del soldado me sacó de mis pensamientos e hizo que tensara la mandíbula.
—No la mires —ordenó Rumblow.
El soldado obedeció y desvió la mirada al suelo. La expresión en su rostro era similar a la de un niño regañado por sus padres.
—No te pongas celoso, Rumblow —comenté con una sonrisa burlesca.
Él se alejó del soldado, mirándome con el entrecejo fruncido.
—Ni siquiera te conozco. —Una vez más, gracias a los años dormida.
No me conocía, pero yo a él sí. Durante estos dos años había investigado sobre todo y él fue uno de los primeros en esa lista. Además habíamos tenido uno que otro encuentro.
—Pero leíste de mí, ¿no? —hice una mueca pensativa. —Y si mal no recuerdo creo que jodí algunas de tus misiones, ¿o solo estoy divagando?
El silencio proveniente por parte de Rumblow me hizo sonreír con aires victoriosos. Él solo se limitó a regresar a su posición, sin pronunciar palabra alguna y vigilando al soldado muy de cerca.
En ese momento los barrotes que bloqueaban la salida de la bóveda chillaron cuando un agente los movió. Giré la cabeza y entonces pude ver por qué abrían esta jaula.
Después de tanto tiempo Pierce finalmente había llegado.
Me puse de pie y me crucé de brazos, observando que Pierce se adentraba a la bóveda. Lucía un pulcro traje y caminaba como si fuera esa persona de paz que todos conocían. No sentía remordimiento por todo lo que había causado.
—Valerie Adams… ¿O debería decir Flicker? —habló, posicionándose frente a mí. —Al fin te encontramos.
—De hecho, yo los encontré —corregí e hice un ademán. —Pero eso no importa. Ya estoy aquí, ¿no?
Pierce estiró su mano hacia mí en forma de saludo. La miré con una ceja arqueada, pensando qué hacer. Finalmente decidí no estrecharla, por lo que la bajó lentamente.
—Prefiero los saludos verbales.
Él soltó un suave bufido al oírme, debía imaginarse por qué no quería estrechar su mano.
—Gajes del oficio, supongo —murmuró cínicamente. —Espero que lo que sucedió hace dos años no se vuelva a repetir.
—Tranquilo, jefe, no volverá a pasar.
Me echó una última mirada y volteó hacia el soldado. Este seguía en la misma posición, sentado en la silla. Nuevamente me miraba con fijeza. La orden que Rumblow le dio hace unos segundos pareció no importarle.
Pierce se acercó, esperando que el soldado pusiera su atención en él, pero no lo hizo. Flexionó sus rodillas para quedar a la altura del soldado, sin embargo éste continuó sin mirarlo.
—Mírame —ordenó Pierce al ver que no dejaba de observarme. —Reporte de misión.
—Escapó.
Pierce maldijo en voz baja. Pasó una de sus manos por su rostro, notablemente molesto ante el fracaso de la misión. Lo siguiente que hizo fue darle un golpe en el rostro al soldado como forma de descargo. Este no hizo nada, solo dejó que lo golpeara.
Di un paso al frente, molesta por lo que acababa de hacer. Sobre todo porque el soldado no dejó escapar a Fury.
—Fue mi culpa —intervine, firme. —Yo lo dejé escapar.
Pierce me miró, arqueando una ceja y pensando en mi confesión. Luego miró al soldado, quien también lo observaba.
—¿Es cierto? —Le preguntó.
—Sí.
Pierce asintió, enderezandose para luego mirarme. Podía notar la molestia en sus ojos, pero era algo que no me importaba en lo absoluto.
—Quiero que termines la misión, puedes llevarte al soldado —ordenó, mirándome de forma amenazante. —Será tu muestra de lealtad, ¿entendido?
Sonreí levemente ante sus palabras. Al menos tendría algo de su confianza.
—Hecho —caminé hasta mi nuevo compañero. —Vamos, soldado, tenemos cosas que hacer.
Tomé su brazo metálico y tiré de él para que se pusiera de pie. No se mostró reacio ante mi toque, lo cual era reconfortante. Me gustaba este avance en nuestra relación. Antes, hace sólo unos minutos, hubiera querido matarme pero ahora estábamos tomados del brazo. Pronto seríamos buenos amigos y podríamos hacernos lindos peinados.
Me enderecé y llevé una mano a mi frente, saludando a Pierce como si fuera un soldado. Él se mantuvo serio, mirándome con algo de molestia. Mi presencia parecía no agradarle.
Sonreí sin separar los labios. Mi nuevo pasatiempo sería molestarlo... a él y a Rumblow.
Aún sosteniendo el brazo metálico del soldado, me dirigí hacia la armería.
El subsuelo del banco era amplio y permitía que Hydra tuviera lo básico, como un laboratorio equipado con lo esencial y una armería. Este lugar estaba preparado especialmente para resguarnos a mí y al soldado.
En cuanto llegamos él tomó un rifle de largo alcance y comenzó a prepararlo, mientras que yo caminé directamente hacia una caja que se encontraba resguardada debajo de un banco. Sabía perfectamente lo que había dentro.
Tomando una bocanada de aire abrí aquella caja. Al instante me encontré con mi traje de combate. El modelo era igual a mi primer traje, el cual Zola me había entregado justo antes de mi primera misión, aunque este tenía mejoras de la época. Estaba conformado por un enterizo azul marino de mangas largas. La parte superior de este era dura y funcionaba como chaleco antibalas. Además tenía otras protecciones como rodilleras, coderas, guantes y hombreras.
—Aquí estamos de nuevo —murmuré para mí misma.
Me coloqué el traje sobre la ropa que traía puesta ya que era ajustada y no me molestaría en lo absoluto. A continuación tomé una pistola y la guardé en la pistolera del muslo. No era de usar la fuerza bruta, mucho menos armas, pero siempre llevaba una por las dudas. Por lo general siempre me las arreglaba con mis poderes.
Sería una misión rápida, esperaba que sin mucha acción. Además, quería terminar con esto lo más rápido posible.
Miré al soldado, quien tenía la mirada clavada en mí, y noté que ya estaba preparado. En cuanto se percató de que había acabado de alistarme, comenzó a caminar hacia la salida de la armería. No tuve más opción que seguirlo.
Al instante en que puse un pie fuera del lugar sentí que alguien me tomaba del brazo con brusquedad. Levanté la mirada y efectivamente se trataba de Pierce. Este le hizo una seña al soldado para que continuara su camino y, como era de esperarse, obedeció al instante.
—Si lo haces recordar, si tan solo dices algo que...
—¿Por quién me tomas? —Me solté de su agarre. —Sé lo que harían si él recuerda, he visto cómo borran su memoria. No me arriesgaría a que pasara por eso de nuevo.
Él miró mis ojos, provocándome un escalofrío por la intensidad de su mirada. Había oscuridad en ellos.
—Si él recuerda, no será el único que sufra, ¿entendido?
Asentí con la cabeza, sin decir una palabra, y marché hacia mi misión.
No era idiota, sabía lo que sufría cuando borraban su memoria. No podía arriesgarme a que pasara por eso, ni tampoco podía arriesgar mi plan.
No tardamos mucho tiempo en salir con dirección hacia nuestro objetivo. Hydra había localizado a Nick Fury en el departamento de Steve, por lo que debía prepararme para un posible encuentro con él. Sabía que se decepcionaría de verme del lado de Hydra, pero no tenía opción. Debía hacerlo.
Al llegar al destino, nos subimos a la terraza del edificio contiguo. Desde allí el soldado sólo tenía que disparar. Era algo que él podía hacer solo, pero mis poderes serían útiles para la huida.
—El objetivo se encuentra en el último piso. —Se oyó por el intercomunicador que ambos llevábamos.
—Haz lo tuyo, soldado —alenté, dándole unas palmadas en su espalda.
El soldado ignoró mi comentario, una vez más. Parecía ser un robot, nunca hablaba, excepto cuando se lo pedían, y mucho menos reía. Estaba segura de que Hydra lo había atormentado incontables veces a lo largo de estas décadas, tanto que había comenzado a perderse a sí mismo.
Él acomodó su arma sobre el borde de la terraza y apuntó hacia el departamento de Steve, el cual se encontraba en el último piso del edificio contiguo. Al instante soltó una chorrera de disparos, los cuales traspasaron las paredes del departamento con una gran facilidad.
Segundos después confirmé que le había dado en el pecho a Fury. Estaba segura de que moriría.
—¿Ves? Si me necesitas para cumplir una misión —ironicé.
El soldado se puso de pie y miró el edificio, también confirmando que había dado en el blanco.
—Vámonos.
Y se echó a correr, algo que definitivamente no me esperaba.
—Idiota —susurré, poniéndome de pie. —¡¿Para qué diablos crees que vine sino para usar mis poderes de teletransportación?!
Pero claro, él ni siquiera me oyó. En unos segundos había corrido tanto que apenas lograba ver su silueta en la oscuridad de la noche.
Bufé y me teletransporté detrás de él, tomando su brazo para evitar que siguiera corriendo. Él se detuvo y volteó a verme. Lo miré con el entrecejo fruncido, dispuesta a regañarlo.
De repente el ruido de cristales rompiéndose se oyó por el lugar. Volteé, encontrándome con Steve, quien nos perseguía. Era obvio que no dejaría que los asesinos de Fury huyeran.
—Creo que el cap nos sigue.
Pero cuando volteé hacia el soldado, él ya no estaba frente a mí. Una vez más había salido corriendo, dejándome atrás. Muy atrás.
—Debe ser una maldita broma —murmuré, teletransportandome frente a él.
En ese momento el soldado frenó en seco y rápidamente volteó. Alzó su brazo metálico y detuvo el escudo de Steve, quien lo había lanzado hacia nosotros. Observé que el soldado lo arrojó con ferocidad hacia el rubio. Este lo detuvo con un poco de dificultad.
Entonces Steve me miró y pude notar la decepción brillando en sus ojos.
—Rápido —susurró el soldado.
Y me tomó del brazo, haciendo que ambos saltáramos del edificio. Maldije cuando sentí que el aire alborotó mi cabello y me apresuré a crear un portal debajo de nosotros. En vez de aterrizar en el asfalto de la calle, caímos a través del portal.
Segundos después nos encontrábamos en la bóveda de aquel banco, regresando con la misión cumplida.
Nick Fury estaba muerto.
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