Capítulo 9✅

Permanecía en la misma posición de hace tres días; sentada en la cama con su espalda contra la pared, sus piernas pegadas a su pecho y sus manos inmóviles alrededor de estas.

Sus ojos estaban fijos en algún lugar de la pared o en algún recuerdo que cruzaba por su mente. Quería llorar como una niña berrinchuda, quería gritar que la dejaran en paz, que la dejaran seguir viviendo en esa mentira que alguien le regalo. El sonido de ese disparo se repetía una y otra vez, lo escuchaba una y otra vez sintiéndose más miserable si es que era posible.

¿Quién era Cameron?

-Cameron -susurro sin moverse ni ver ningún otro lugar -Cameron

Dylan era el único que la vigilaba, en ese momento todos los demás estaban trabajando en el caso de la mujer pelirroja, algo le decía que todo eso había sido causa de su hija, tantas muertes que ella por alguna razón cometió.

Dylan era un hombre viejo pero muy astuto, era un traidor con todas sus letras. Pero ese secreto seguía molestándolo todos los días al despertar, seguía restregándole en la cara la mierda que era desde hacía ya tantos años. Su mirada se entristeció al ver a su hija, solo el sabía que todo era su culpa, que cada palabra que algún día dijo a Samantha eran puras mentiras, ella pago por su enorme error.

Volvió a tomar su pose demandante y su mirada dura, él hizo lo que creyó correcto y si una sola persona así fuera su hija podía pagar, pues adelanté, que siguiera siendo así.

...

Llegaron a la cima del placer con un estruendoso gemido de total placer. Sebastian la sujeto entre sus grandes brazos para acurrucarla en su pecho, sus cuerpos estaban sudorosos y sus respiraciones eran irregulares, permanecieron abrazados mientras pensaban en lo ocurrido.

—Sebastian —su mirada se volvió triste al sentir como él se alejaba para recomponerse

—Nos dejamos llevar, Natalie —permaneció sentado dándole la espalda —no quería que fuera así —susurro

—Si te arrepientes lo entiendo —lo vio ponerse de pie para vestirse apresuradamente —pero no seas un imbécil para dejarme después de cogerme

Acabo de abrocharse el pantalón y entonces se dio la vuelta para verla desnuda y totalmente destrozada.

—Desde que te conocí hace años cuando trabajabas para Daniel algo me dijo que eras la mujer perfecta para mí —tomo su playera y se la coloco —es justo lo que sigo sintiendo por ti, Natalie

—¿Entonces por qué te vas?

—Porque Samantha a vuelto —eso la desconcertó —ella es mi prioridad ahora

—Se que es tu hermana y estoy tan feliz como lo estas tú, pero no puedes mandarme a la mierda por ese pretexto tan absurdo

—Escapare con ella —al no ser interrumpido siguió —quiero que sea feliz, la quiero alejar de todo esto

—Y yo puedo apoyarte, Sebastian —envolvió su cuerpo en la sabana y rodeando la cama se acerco a él —la llevaremos a donde tú quieras, la ayudaremos a recordar

Se abstuvo de tocarla o siquiera mostrar el amor que sentía por ella, pensó que sus palabras lo harían cambiar de opinión por el silencio en el que permaneció.

—Se que la quieres —susurro —pero tengo planes, y tú no formas parte de ellos

Eso basto para que le rompiera el corazón a la mujer de la cual estaba jodidamente enamorado.

...

Todos estaban en la sala de reuniones con fotografías esparcidas por toda la mesa, varias armas acompañaban a cada uno de ellos haciéndolos sentir inalcanzables a cualquiera que se les pasara por enfrente.

—Esta mujer no ha aparecido en mucho tiempo, ¿por qué la seguimos buscando?

Dylan miraba fijamente a Max, lo examinaba y así lo hizo con todos mientras estos charlaban. No sabía si en verdad eran muy estúpidos o en realidad no se daban cuenta de lo que pasaba o mejor dicho, del porque la mujer pelirroja no había hecho acto de presencia en varios días como lo venia haciendo desde hace años.

—Dejen de buscarla —todos guardaron silencio 

—No podemos hacer eso, padre 

—Es que no has entendido, Adam —Dylan se puso de pie para que todos lo escucharan, o simplemente para dar una orden más —estoy dando la orden de no buscarla 

—¿Hay algo que quieras decirnos? —miro a su esposa, tan hermosa como el día que la conoció en aquel parque 

—No interfieras en esto, Emma —la miro fruncir el ceño —soy el que da las ordenes y ustedes quienes las acatan 

—Con todo respeto —la voz de Max fue lo suficientemente dura para que Dylan callara, se puso de pie para mirarlo con mayor facilidad —no vine hasta aquí para escuchar como alardea de su nuevo cargo, le recuerdo que estamos buscando a los culpables de las tantas matanzas que se han dado 

—¡He dicho que no! —estrello su puño en la mesa —¡les he dado una orden y más les vale que la cumplan!

—Bien —Miro a su esposa que ya estaba de pie mirándolo dolida —como usted ordene —agacho la cabeza a forma de respeto que le heló los huesos —entonces no tengo nada más que hacer en este edificio —levanto la cabeza permitiendo que viera las lagrimas acumuladas en sus bellos ojos —con su permiso 

—Emma... —la vio salir

—Espero que entiendas lo que estas haciendo, padre 

Y detrás de Hanna salieron todos los demás. 

...

¿Qué podía ser peor que olvidar?

Definitivamente recordar, eso sería aún peor. Ese recuerdo tan jodidamente doloroso que se sigue sintiendo tan real hace que tus defensas bajen. Así era justo como se sentía ella, tan indefensa que sentía cualquiera que la viera podría destrozarla con solo una palabra. Un simple "asesina" y era suficiente para que la hundieran.  

—Hola, Samantha —el ánimo de la enfermera decayó al no recibir respuesta de nuevo, suspiro con cansancio —Sebastian me ha dicho sobre tu comida favorita así que...

—Vete —susurro pero fue suficiente 

Dejó la bandeja en el piso tratando de no hacer ruido, le habían contado todo antes de darle el trabajo así que estaba alerta cada vez que entraba en aquella blanca y solitaria habitación. Suspicaz se acercó a la camilla donde tomó asiento sin perder el delgado cuerpo de vista. 

—Tu hermano está preocupado —pero no se movió —¿recuerdas a alguien de tu familia? 

Espero paciente por una respuesta pero nada llegó. 

—Tú no sabes nada, enfermera —se tomó su tiempo antes de posar su mirada decaída en la mujer frente a ella —vienes aquí buscando un trabajo para alimentar a tu hija con leucemia, para solventar el vicio a tu marido, para mostrarle a tu madre que una mujer puede salir adelante y ser mejor que un estúpido macho, así que déjeme preguntarle algo... ¿Lo has logrado? 

La enfermera trago el nudo en su garganta, el miedo se instaló en su pecho al pensar que ella sabía todo sin conocerla. Le habían dicho que la chica tenía ciertas habilidades, sin embargo, escuchándola por primera vez, viendo esos ojos llenos de poder y conocimiento le hacía temblar y quería salir huyendo. 

—Eso no tiene sentido, soy tu enfermera y...

—Lo supuse —le miró con asco —eres una de las tantas que se queda en el camino entre la miseria y la felicidad, déjeme decirle que estar estancada en el medio por años, es el peor castigo para cualquier mortal —y su vista se perdió de nuevo en la esquina de aquella habitación sin antes dar su veredicto —salga de aquí, enfermera. Este no es el lugar para una buena mujer como usted, merece mucho más de lo que un miserable puede ofrecerle 

—Necesito el trabajo —ni siquiera entendía como podía hablar de sus problemas con esa chica que parecía poco cuerda 

—Salga de aquí, enfermera. —volvió a repetir en un susurro —Todos aquí son una mierda y no dudaran en destruirla cuando se den cuenta que estoy recuperada y se los ha ocultado —la miró de nuevo viendo como la vergüenza le cubría 

—Eres mucho más de lo que ellos piensan —ni siquiera sabía cómo tenía el valor de seguir charlando con la chica —ellos me han dicho tantas cosas que se me hacen imposible creer, no veo un monstruo en ti, Samantha 

—Pues corra antes de que lo vea —su voz distorsionada y ronca hizo a la mujer temblar de miedo —corra y no mire atrás, enfermera 

No replicó absolutamente nada. La chica tenía razón, no la conocía y era mejor salir del embrollo antes de verse involucrada. 

La vió salir temblando de aquella habitación, la vio casi correr para atravesar aquella estrecha puerta color blanca para escapar de ella. Esa mujer llevaba dos semanas llendo a esa habitación, sonreía a escondidas cuando notaba su mejora física  y mental, pero no decía nada. Los escuchaba hablar al otro lado de la puerta, "¿Como esta?" preguntaban con insistencia y siempre era la misma respuesta "No noto ninguna mejoría", después de eso la conversación cedía y se repetía al siguiente día en la misma hora. Después ya nadie entraba, por dos semanas estuvo completamente sola. 

La sensación de soledad era tan familiar que prefería simplemente quedarse en blanco, no pensar ya que con ello llegaban más recuerdos de los que desconocía existencia, prefería no sentir ya que con ello volvía el dolor en su cuerpo de tantas golpizas. Prefería no existir ya que con ello la vida miserable le abrazaba con insistencia y amor. Y aquello era lo más repugnante que alguien pudiera sentir. 

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