(27) ♤Un Petrova Perdido♤

Carson City, Nevada

10:00 p.m.

Cuando pensé que Siete dijo que iríamos al mercado negro, jamás me lo tomé tan literal. Estaba cagado, y no de esos cagados normales, sino de esos cagados en donde sabes que vas a morir. Y creo que yo no era el único así porque tanto Five como Tyson, caminaban conmigo tras mi padre y Siete como gallinas temerosas mientras nos acercábamos a algún tipo de callejón abandonado en Carson City.

—¿Me pueden recordar porque estamos yendo al área de caza?—nos pregunta Tyson viendo al frente con los labios apretados.

—Tú los conoces más, ¿Por qué no les preguntas?—inquiero encogiéndome de hombros.

—Son sus padre, ¿Por qué no le preguntan ustedes?—contraataca frotándose las palmas nerviosos.

—Lo único que tengo en claro en estos momentos, es que los tres estamos muy asustados—alude Five conteniendo un suspiro.

—Y que podemos morir allí—contribuye Tyson moviendo la cabeza de forma afirmativa.

—¿Y tú no deberías estar con los adultos?—frunzo el ceño viendo al proclamado científico aquí.

—Bueno.... Eh....—esboza una sonrisa inocente—en estos instantes ellos dos son las ligas élite—señala a nuestros padres—y nosotros los novatos sin fortalezas que prefieren mantenerse al margen.

—¿Entonces admites que eres un inútil?—me burlo alzando una ceja y él se gira hacia mí con indignación.

—En ningún momento dije que era inútil.

—Lo estabas insinuando.

—Yo no insinúe nada.

—Por el amor de Dios, ya callénse—se detiene Siete bastante irritada y todos guardamos silencio por su mirada enojada.

Ella analiza el perímetro cautelosa. El callejón en el que estábamos era silencioso, tenebroso y perturbador. Solo se podían oír las goteras de las esquinas y sentir el pesado aire en el ambiente. Todo estaba sucio y roto, con olores horribles debido a los contenedores de basura que habían a los lados.

Siete nos hace una seña para que no nos movamos y con precisión y sigilo, avanza entre los contenedores hasta detenerse frente a una vieja pared de ladrillos. Lo palmea por encima y sus fosas nasales se abren y se cierran como cuando un perro ha olfateado algo sospechoso. De pronto, gira su perfil y ladea la cabeza acuclillándose en una esquina del callejón. Ella vuelve a alzar la mirada y toma un tipo de ladrillo anaranjado en el suelo y lo encaja en un agujero de la pared, que no había notado hasta ahora. Y de la nada, los ladrillos nos abrieron paso en forma de una puerta extraña y del otro lado se podían oír voces, música y gritos.

Siete sonríe de lado y entra con decisión en tanto nosotros la seguíamos. Al principio era como un tipo de pasillo empedrado común y corriente, pero al final de éste había una salida cubierta por una cortina colorida de canicas y al atravesarlo, me arrepentí de inmediato.

Estábamos como en algún tipo de piso superior, en donde se podía contemplar desde primer plano lo horrible que era este plan.

Abajo habían un montón de personas con aspectos cuestionables, gritando y bebiendo como locos. Bajamos las escaleras de piedra sin llamar la atención y Tyson temblaba a mi lado cual gallina. Al llegar al piso inferior, noté lo desgastada que se encontraba la instalación, había un montón de suciedad, las paredes estaban llenas de grafitis con palabras obscenas y la gente de este lugar nos miraba medio raro.

Caminamos entre la multitud, éramos muy indiferentes para todos, pero ellos no lo eran para nosotros. Siete estaba tensa, muy tensa, y no era la única, pues ya entendíamos de que se trataba todo esto.

Cada persona que estaba en el lugar tenía un Ramigüis enjaulado, como si fueran animales. Jamás lo esperé, pensé que ya esto había terminado. Los Ramigüis estaban desnutridos, desnudos y sin energía. Mientras que sus dueños disfrutaban de la velada como nunca.

—¿Qué es esto?—inquiere mi padre precavido.

—Mercado negro—contesta Tyson inquieto—no lo entiendo.

Los Ramigüis en las jaulas me observaban sin energía, desanimados y con rostros demacrados, sentados en el suelo, hechos un ovillo.

Siete ni siquiera mira a sus lados, parece enojada, muy enojada, tanto así que su aura neutra se había transformado un poco turbia y densa.

—Vamos a separarnos y traten de entender que está pasando—ordena papá quitándose la chaqueta—usa esto y cubrete el cabello—le dice a Siete—no nos arriesgaremos a que te atrapen. Y tú, Five, cubre el tuyo con tu pasamontañas.

Ambas asintieron e hicieron lo que mi padre les exigió.

—Ahora, nos dividiremos. Yo iré con Siete por la derecha, Seven y Five por la izquierda, y que Tyson merodee desde el centro.

—¿¡Y por qué yo solo!?—exclama estupefacto el último nombrado.

—No es por ofender, pero tú eres el que pasa más desapercibido entre los cinco—concluye el oji verde con una mueca.

—No sé si ofenderme o agradecerte—refuta cruzado de brazos.

—Nos veremos aquí otra vez, y si les pasa algo, grita Five.

—Entendido—asiente la chica con la cabeza.

—Espera, ¿Y si algo me pasa a mí?—consulta Tyson con un puchero.

Mi padre le hace un escáner de cuerpo completo y seguido eso frunce el entrecejo.

—Eres un hombre de 48 años, de seguro sabrás defenderte—le resta importancia el castaño—entonces nos vemos.

Y ambos desaparecen. Le hago una seña con la cabeza a Tyson y después me voy.

—Muy bien, es hora de ser carnada—dice el hombre antes de caminar en línea recta.

Five da pasos lentos a mi lado y miro a cada uno de estos hombres con escalofríos. Habían muchos Ramigüis maltratados, golpeados y en muy mal estado.

—Con todo este lío me han dado ganas de hacer pipí—comenta Five con las manos sobre su vientre.

—¿Es en serio, Five? Esto es un agujero de asesinos y sicarios, ¿Crees que habrá un baño?—espeto incrédulo y ella contrae su expresión fijando sus oscuros ojos en una esquina.

—Allá hay uno.

Señala una puerta rota que tenía un cartel de luces con algunas letras quemadas que decía baños.

—Esto debe ser un chiste—bramo tomándola de la muñeca y llevándola a los sanitarios.

Y ni siquiera se podía llamar baño a esto. Estaba todo dañado, habían tuberías rotas bajo los lavabos. Espejos quebrados con partes buenas muy contadas. El suelo era un completo asco, lleno de pisadas de barro y eso... ¿Era semen?. Que horror. Los bombillos tiritaban dando escenas oscuras y otras con luz. Aquí adentro las paredes también poseían centenares de grafitis. Y miré a Five que tenía las piernas cruzadas con un mohín de dolor.

—Entra rápido—le ordeno y ella asiente abriendo una de las puertas y cerrándola de golpe.

Suelto un prolongado suspiro y me acerco al lavabo para lavarme las manos. En ese instante, dos hombres entran al baño también y se acercan a los urinarios ignorando mi presencia. Los veo a través del espejo con grietas sin hacer mucho ruido.

—¿Ahora qué haremos? Craig está muerto y sin él no hay mercancía que vender. Estaremos perdidos—se queja uno de los sujetos. Era un hombrecito obeso con uno de esos bigotes finos y apariencia de motociclista.

—¿Y los otros del complot?—averigua su acompañante, que a comparación de aquel era más delgado, con el cabello largo en una coleta y aspecto de drogadicto.

—Todos han muerto.

—¿Quién los mató?

—Craig lo hizo. Me había llamado antes de que ocurriera. Me dijo con una voz muy rara que no podía seguir, que acabaría con todo y cada uno.

—¿Cómo conseguiremos mercancía ahora? Ellos eran nuestros únicos infiltrados en el área 51. Nuestros clientes son hienas, Ben. Ellos no aceptaran un no como respuesta—se queja el de cola de caballo subiéndose la cremallera.

—¿Dónde conseguiremos más Ramigüis? ¿O las inyecciones alteradas? Craig tenía suerte porque trabajaba con ellos y tenía la capacidad de drogarlos y eso, pero él ya no está—el tal Ben imita la acción de su amigo.

Ambos se dan vuelta y caminan hasta los lavabos, aún hablando entre ellos.

—No sé que haremos ahora—suspira Ben.

Ellos empiezan a lavarse las manos y yo hago lo mismo fingiendo que no los he oído. Pero en eso, el chico de cola de caballo me mira de reojo.

—Es un gran día ¿Verdad? Hoy han venido muchos compradores y apostadores—comenta dibujando una retorcida sonrisa en sus labios.

—Sí, un grandioso día—le sigo la corriente.

Él vuelve a ojearme y después se separa del lavabo para recostar la cadera sobre él y observarme con la boca ladeada.

—¿A caso te he visto antes? Te me haces muy familiar—cuestiona viendo como cierro la llave y me seco las manos con mi pantalón.

—Tal vez me has visto por aquí, acostumbro a venir a menudo—miento encogiéndome de hombros.

El chico me analiza y después frunce el ceño.

—Puede ser, pero es que....—entrecierra los párpados y después da un paso hacia atrás con los ojos abiertos como platos—¿Tú eres Seven Parks? El hijo de Logan Parks, el actor—dice impresionado y aprieto los labios buscando una salida.

Ben se gira hacia mí y me cubre con su sombra el cuerpo completo.

—No lo puedo creer—masculla el grandote viéndome fijamente.

Da un paso hacia mi lugar y alzo el rostro pasando saliva, asustado. Mierda, era muy alto.

—¿Eres Seven Parks?—alude con voz gruesa e intimidante y asiento lentamente asustado.

Él da otro paso hacia mí y me quedo estático mientras que él pasa su mano a la parte de su espalda. Mierda, sacará un arma. Estoy muerto.

—¿Podemos tomarnos una foto contigo?—chilla sacando una cámara de color rosa y mirarme con una inmensa sonrisa.

Ok, eso no lo esperé.

—Claro—acepto un poco confundido.

Ambos se acercaron a mí y fingí una sonrisa aún muy descorcentado. Tomaron varias fotos y yo solo me preguntaba cuando Five terminará.

—Gracias—agradece Ben sonriente mirando las fotos feliz.

Me asomo entre ellos para verlas cuando de repente, el de cola de caballo hunde las cejas y toma la cámara.

—Espera un momento—expande la foto en mi chaqueta y después me atisba desconfiado—¿Por qué tienes el pase de Craig en tu bolsillo?

Lo diviso perdido y él señala el trozo de papel que le había quitado al cadáver cerca de los monitores en el laboratorio.

—Lo compré—mentí inquieto moviendo mis pupilas de un lado a otro.

—Ese pase no se compra, solo hay uno y es de Craig, y tú....—ladea la cabeza y lo detalla más a fondo antes de dar un paso hacia atrás—tiene sangre.

Mira a Ben y ambos cruzan miradas estupefactas que me hicieron retroceder.

—Tú sabes donde están—acusa el hombre más delgado avanzando en mi dirección.

Ben guarda la cámara en su bolsillo y sigue a su amigo.

—¿Dónde están?—espeta empujándome contra la pared.

—No sé de que hablan—confieso pasmado.

—Mientes—masculla enojado para luego ver a su acompañante—llevátelo.

Y entonces lo vi, vi a Ben acercarse a mí con la intención de tomarme a la fuerza. Five aún seguía en el baño. Y la presión me atacó. Él abrió sus brazos de forma aterradora para tomarme y como reacción a mi instinto de supervivencia, lo golpeé en las bolas. Ben se retorcio y soltó un chillido agudo cubriéndose la zona afectada.

Su amigo, al divisar aquello, se acercó a mí subiendo las mangas de su camisa preparado para atacarme, pero fui más rápido y esquivo su puño, dejando que golpee los nudillos contra la pared.

—Hijo de perra.

Corro hasta los lavabos y me toma del cuello de la camisa lanzándome al suelo, provocando que mi espalda choque con potencia contra el piso. Suelto un quejido y me toco la costilla adolorido.

Lo veo con la intención de querer tomarme y barro sus pies antes de que me lastime. Me pongo de pie, sosteniéndome del lavamanos y desde el espejo, noto como Ben se había reincorporado e intentaba atacarme desde atrás, pero antes de que lo hiciera me agache y tome su puño para llevar su brazo hacia atrás en un intento de llave. Empujé su fornido cuerpo contra el espejo y su rostro quebró por completo el cristal. Oí su grito de dolor y él soltó un codazo que me hizo retroceder adolorido.

Él me mira y su rostro estaba lleno de sangre debido al golpe. Traté de ponerme firme, pero el chico de cola de caballo me tomó por atrás y Ben volvió a preparar su puño para impactarlo contra mi cara. Busqué a mis alrededores una salida, estaba asustado y mucho. Jamás había tenido una pelea tan potente y menos con dos personas así.

Ben movió su brazo preparado para noquearme, pero actúe rápido, por instinto y bajé la cabeza dejando que el puño impacte contra el rostro confundido del chico que me retenía. Él me suelta y cae inconsciente al suelo y Ben lo mira horrorizado, y aprovecho la distracción para irme sobre él. Ambos caemos al suelo y lo trato de golpear. Él es bastante fuerte y sé que no podré hacerle un gran daño. Me hace una llave de cuello en el piso e intenta asfixiarme. Trato de quitar su brazo de mi yugular y siento como la respiración me falta.

—¿Dónde está la mercancía?—ordena apretando su agarre.

Intento conseguir una bocana de aire y un jadeo de dolor escapa de mi garganta.

—N-No l-lo sé—respondo con dificultad viendo que mis alrededores tambalean.

Atisbo a un lado de nosotros como una tubería del lavabo explota y un tubo metálico rueda hasta el costado de Ben. Extiendo mi mano con el rostro morado, sintiendo la inconsciencia respirándome en la nuca. Mis dedos tiemblan y cuando siento que rozan con suavidad el frío metal, alzo el tubo y vuelvo a golpear su entrepierna con fuerza.

Ben me suelta y me pongo de pie volviendo a golpearlo, pero esta vez en el cráneo. Lo golpeo y lo golpeo hasta que deja de moverse y con la respiración agitada, oigo el sonido al bajar la llave del sanitario y Five sale con un trozo de papel higiénico colgando de su pie. Ella observa la escena confundida; dos cuerpos inconscientes en el suelo, sangre en el espejo y yo con un tuvo de hierro entre las manos como si fuera un bate de béisbol.

—Solo estuve cinco minutos en el baño—espeta perpleja y dejo caer la tubería mientras ella se lava las manos.

—Tenemos que salir de aquí—la tomo de la muñeca y la saco conmigo lo antes posible.

Me hago espacio entre la gente y busco a Siete, a Tyson o a mi padre en todos lados. A lo lejos capte a un grupo de los pandilleros gritando en una esquina, Five me observa y afirma para que vayamos. Voy hacia ellos y todos hacen un círculo entre un amplio campo de arena, en donde dos Ramigüis luchaban entre sí. Del otro lado divisé a Siete y a papá, ellos también miraban la lucha, pero la reina Ramigüis parecía querer interferir.

Los dos Ramigüis que peleaban parecían bestias, se revolcaban en la arena como animales y luchaban como caníbales. Uno de ellos toma el cráneo del otro y con una fuerza sobrenatural, lo golpea contra el suelo y un crujido se apoderó del campo. El otro Ramigüis no se levanta y un charco de sangre empieza a expandirse en el suelo. Un hombre parecido a un árbitro toca un silbato a la cuenta de tres, mientras que el que le había roto el cráneo a su oponente, se pone en cuatro frente a él y le abre el pecho devorando algo en su interior. Hago una mueca con una oleada de vómito amenazándome en escapar.

Veo a Siete y está furiosa, llena de ira y de odio.

—¡Tenemos a un ganador!—exclama el árbitro alzando el brazo del Ramigüis que comía el interior del otro.

Éste se puso de pie y con la boca repleta de sangre soltó un rugido que provocó que todos aplaudieran. A su lado, un hombre vestido con ropa de piel de animal y lentes de sol con accesorios de oro, se acercó al Ramigüis y con una gran sonrisa acarició su cabello.

—Bien hecho.

Siete se petrifico cuando el Ramigüis volvió a alzar los brazos y se limpió la sangre de la cara. Five también lo hizo. Ambas estaban tensas.

Y el Ramigüis era una chica, de cabello castaño un poco largo y enmarañado, que cubría la desnudez de sus pechos. No llevaba puesto ningún tipo de ropa en su cuerpo y se podía notar las marcas de sus costillas por la delgadez de su anatomía. Tenía un rostro redondo decorado por cejas pobladas y abajo de ellas habían unos ojos felinos de color gris. Su piel era bronceada y limpia, y sus facciones rudas con labios voluptuosos me recordaban a las de alguien más.

El árbitro toma el micrófono y con gran fulgor vuelve a hablar.

—¿Quién tiene la osadía de enfrentar a nuestra gran campeona?—vociferó atrayendo la emoción de todos.

La gente hace sus apuestas, intentan competir, pero todo el mundo calla y el suelo tiembla cuando alguien da un paso hacia el campo y los granos de arena vibran debido al movimiento. La persona muestra su cabello peculiar y yo quedo petrificado queriendo que me trague la tierra.

—Yo competire—habla Siete exponiéndonos por completo.

Me giro hacia Five horrorizado y ella niega con la cabeza pasándose las manos por el cabello.

—¿¡Me puedes explicar que diablos está pasando!?—espeto exasperado y sus labios tiemblan.

—Hace año y medio la hija mayor de los Petrova había desaparecido, la dieron por muerta, nunca la encontraron.

—No entiendo—admito alterado.

—Molly Petrova, la hermana mayor de Chase, es la que estás viendo ahora.

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