(25) ♤Mi Amigo el Monstruo♤
Por suerte mamá volvió y logró ayudar a Rachel junto a Keira. Papá logró recobrar la conciencia y ya la estruendosa noche había pasado.
Ahora estábamos en algo peor, en la sala, junto a mi padre y madre platicando de lo que jamás creí hablar con ellos. Nuestra situación actual.
—Rachel debería estar también en esta reunión—mascullo desde el sofá viendo a mis creadores.
—Rachel es una niña y no llenaremos su mente de preocupaciones a tan temprana edad—espeta papá venenoso y ambos nos fulminamos con los ojos.
—A ver—mamá se pone de pie—parecen perros y gatos, no padre e hijo—nos mira con rudeza.
—Tú también has sido cómplice desde siempre, no te hagas la santa—ladro imponente.
—Haré como que no oí eso—brama resignada—debemos ser un equipo, en unas pocas semanas será el evento del tratado de paz con el mundo Ramigüis y hay que acabar con este asesino para que todo salga a la perfección. He estado hablando con el alcalde y él también tiene a sus mejores agentes investigando el caso.
—¿Desde cuándo ella está en el equipo?—le inquiero a papá como si solo estuviéramos él y yo.
—Desde siempre—se acerca mi madre de forma firme—además, ese día será el lanzamiento del proyecto entre Siete, Tyson y tu padre.
Eso sí no lo vi venir.
—¿Proyecto?—averiguo curioso.
—¿Crees que me paso casi todo el día en mi despacho solo porque me parece bonito?—cuestiona con sarcasmo papá.
—¿Y de qué trata ese proyecto?
Ambos se miran y ya conozco esa cruzada de ojos. Genial.
—Es judicial—responde el oji verde mientras suelto un bufido.
—Somos un equipo, sin secretos—enfatizo desdeñoso.
—Pero este no es MI secreto, es del gobierno. Y me hicieron firmar acuerdos legales—se defiende desde su sillón y me recuesto en el espaldar del mío con las expresiones endurecidas.
En ese instante, una notificación llega al teléfono de papá y el mío. Los dos los observamos con desconcierto y tomé mi móvil leyendo el recién mensaje que me llegó, enviado por Five.
La minion: S.O.S
Arrugo la frente y mi padre se pone de pie de golpe buscando las llaves de su auto.
—Algo anda mal con Drystan. Tenemos que ir.
Mamá nos detalla preocupada y busca por toda la casa las llaves. Las diviso sobre la chimenea y las tomo fijando mis pupilas en la ventana obteniendo un mal presentimiento.
—¡Las tengo!
Sin esperar más, anduvimos en la carretera como si fuéramos personajes de rápidos y furiosos. Las llantas rechinaban sobre el pavimento ante cualquier cruce y tuve que aferrarme a mi asiento para no irme contra el cristal delantero.
Llegamos y estacionamos el auto de forma torpe, para correr hacia las puertas que fueron abiertas inmediatamente para nosotros.
—Están en la habitación negra—nos dice un guardia al vernos—vengan, yo los llevo.
Avanzamos por el pasillo con un sentimiento extraño en la boca del estómago. Mientras más caminábamos, se sentía como el suelo vibraba con suavidad, pero a medida de cada paso cauteloso se iba intensificando. Cruzamos en un pasillo angosto, en donde al final había una puerta negra que me provocó un escalofrío al instante. Parecía que estuviera dentro de una película de terror. Los faroles que colgaban en las paredes del pasillo parpadeaban subiendo mi ritmo cardíaco.
El guardia iba frente a nosotros con cuidado y yo solo trataba de no separarme mucho. Se oían cosas partiéndose, algo golpeando el suelo y uno que otros gritos débiles y lejanos, muy lejanos. La temperatura empezó a descender y me sentí mareado de pronto. Tuve que apretar el brazo de mi padre para no caer y él me regaló una ojeada confundida. Sus ojos estaban un tanto amarillentos y sabía que también se encontraba en el mismo estado que el mío.
Llegamos hasta la puerta y un farol a nuestro lado explotó haciéndonos dar un respingo. El ambiente que se formó era sumamente pesado, denso y oscuro.
El guardia abre la puerta y entramos a la negrura de habitación que nos esperaba desde el otro lado. El hombre que nos había guiado se va y la puerta se cierra dándome una sensación de malestar.
No podía ver absolutamente nada, excepto sentir, sentía que en el suelo habían muchas cosas rotas y algo líquido avanzando entre mis pies.
—¡Seven!—exclamó una voz entre la oscuridad.
Una pequeña linterna iluminó nuestro camino y quedé estático al descifrar que era lo que estaba pisando.
Un río de sangre decoraba el suelo y un montón de cuerpos organizaban un camino hacia donde Five me señalaba con su luz. Papá miró los cadáveres de los guardias sin algún atisbo de alteración y avanzo hacia la chica que nos esperaba junto a su familia.
Tragué grueso y caminé con rapidez entre los difuntos sintiendo una inmensa repulsión.
—¿Qué ha ocurrido aquí?—consulta mi padre a penas llega.
—Asesinó a todos los guardias que lo vigilaban, no sé como pudo ser eso posible—habla Siete girándose hacia nosotros—hola, Seven—me regala una sonrisa cálida, aunque sé que en el fondo está muy preocupada. Puedo sentirlo.
—Hola.
Drystan estaba encadenado a una silla soltando gruñidos y moviéndose con tanta fuerza que el suelo temblaba. Movía la cabeza de un lado a otro tratando de quitarse las cadenas que lo ataban, parecía que sufría algún colapso, era como una bestia enjaulada.
La silla en la que estaba daba saltos hacia adelante y yo daba pasos hacia atrás con un mal presentimiento. Las venas se marcaban en su rostro con ferocidad dándole un aire tenebroso. Estaba tenso, muy tenso. Sus pupilas se expandían demasiado hasta llegar a poner sus ojos completamente negros. Los músculos de sus brazos se comprimen y te da la sensación de que sería capaz de romper las cadenas.
—Esta desesperado, muy desesperado—alude Ocho con el ceño fruncido.
Five me mira por un momento y se acerca a mí con cautela.
—Trata de decirnos algo, es como si luchara con alguien que yace en su interior—argumenta solo para nosotros.
Fijo mi mirada en Drystan y le hago un asentimiento de cabeza a Five, caminando hasta él.
—Seven, ¿A dónde crees que vas?—ladra mi padre tomándome del brazo.
Observo su agarre por un momento y después me zafo de él sin dar explicaciones para seguir avanzando.
Drystan se sacude con impotencia y aprieta los labios lleno de furia. Intento acercarme a su lugar como un niño cuando duda en acercarse a un perro gigante y rabioso. Paso saliva y mis piernas flaquean al detenerme frente a él. Drystan hace un gesto de querer tomarme y trata de estrechar su brazo sobrenaturalmente musculoso para hacerlo, pero las cadenas se lo impiden.
—Vengo en paz—alzo mis brazos en señal de rendición.
Para mí solo éramos él y yo, los demás eran simplemente espectadores ajenos a la situación, preparados por si en algún segundo les tocaba atacar. Aunque Five no me era del todo indiferente, ella me incitaba con los ojos que lo hiciera, no solo para descubrir el asesino, sino para salvar a su amigo de los hilos del mismo.
—No quiero hacerte daño, pero debes calmarte—musito adoptando una postura más erguida—¿Por qué los asesinaste? Sé que no eres Drystan, ¿Dime qué has hecho con él?
El híbrido gruñe y vuelve a retorcerse en la silla, pero esta vez no me inmuto.
—¿Por qué los mataste?—repito la pregunta, pero esta vez de formas más general. Tomando en cuenta a las personas que he visto morir estos últimos meses.
—No...
Ruge abriendo la boca e intentando morderme. Me quedo quieto, apretando los puños a mis costados.
—¿Por qué los mataste?—paute cada palabra con lentitud percibiendo el ardor de la herida de Ian.
Esta vez él se queda estático, pero en silencio. Y eso me enoja más. Voy hacia él y lo tomo del cuello con un agarre firme, aunque sin querer estrangularlo.
—¿¡Por qué los mataste!?—la voz sale de mi garganta carrasposa y adolorida.
Drystan eleva una de sus comisuras y dibuja una sonrisa lobuna. Se estaba burlando, se estaba burlando en mi cara. Así que force mi asfixia hasta el punto que él tuvo que elevar su mentón buscando aire, pero sin borrar esa maldita expresión de su rostro.
—Los mataste, a todos. No dejaste nada.
Las palabras se escaparon llenas de dolor. Fijó sus ojos en los míos y esa sensación de familiaridad regresó a mí.
—No fue tan oscuro y obsceno como suena. Me divertí bastante, matar a alguien es una experiencia entretenida—comenta con voz grave y forzada—¿No es así, Siete?
Acusa a la mujer a mis espaldas y la miro sobre mi hombro. Ella baja el rostro y mi padre se tensa. Vuelvo a mirar a Drystan y él no para de sonreír.
—Los monstruos no duermen bajo tu cama, Seven Parks. Viven dentro de tu cabeza, y a veces ellos ganan.
Sigo apretando mi agarre y él suelta un jadeo intentando quitarme las manos de su cuello, pero no puede, claro que no podrá.
—Tú eres un monstruo—enfatizo venenoso.
Él suelta tal carcajada que resuena en la macabra escena. Las paredes retumban por su risa, pero ninguno se contagia de su diversión. Parece que lo que he dicho ha sido un gran chiste para él.
Después de largas carcajadas unas lágrimas caen de sus ojos y niega con la cabeza cesando su risa para finalmente mirarme fijamente.
—Mientras tú me acusas de ser uno, otro está acabando con todo en otro lado—concluye poniendo finalmente todos sus ojos en negro.
El suelo tiembla y doy un paso hacia atrás confundido. Observo a Drystan y él rompe las cadenas poniéndose de pie. Five me toma del cuello de la camisa y me lleva con ella a espaldas de sus padres que se colocan en posición defensiva.
Drystan estira todo su cuerpo como si hubiera estado allí atrapado por un siglo y finalmente, cuando creí que daría el primer paso para atacar, dio un paso hacia atrás y comenzó a estremecerse como si estuviera recibiendo algún tipo de voltaje. Cae a la pared y su rostro blanco se vuelve morado. Eso desconcerta a la reina, quien se acerca a él, pero se ve obligada a detenerse cuando las manos del híbrido viajan a su cuello y como si fuera una lucha contra él mismo, se intenta ahorcar. Todos permanecemos perplejo ante la actitud tan insólita de Drystan, pero nuestra confusión empeora cuando su pecho deja de moverse, sus brazos caen lánguidos a los lados de su cuerpo y su anatomía se desploma en el suelo sin advertencia previa.
Five es la primera en reaccionar.
—¡Drystan!
Ella corre hasta él y se arrodilla a su lado buscando sus signos vitales con sus ojos cristalizados.
—No respira—habla asustada—¡No respira!—mira a su madre cual niña asustada.
Siete duda antes de acercarse, pero corre hasta su hija que se lleva las manos a la cabeza y sus labios rosados le tiemblan. La reina trata de buscar alguna señal de vida, pero al parecer no encuentra nada, pues su expresión desprende negación pura. Ella intenta hacerle métodos de primeros auxilios.
—Drystan—solloza Five viendo a su madre que intenta de todo para revivirlo.
Ella se pone de pie exasperada y busca por toda la sala algo entre las paredes. Se detiene delante una puertecita de metal y la abre de un tirón mostrando un panel de electricidad del otro lado. Siete coloca sus manos sobre ésta y cierra los ojos con fuerza soltando un grito potente mientras que sus venas se tensaban y su cuerpo se estremecía como el de Drystan hace rato.
—¡Siete!—exclama Ocho yendo hacia ella.
Papá me pone una mano en el pecho y me obliga a dar un paso hacia atrás cuando el rey camina con pasos potentes hacia su esposa.
Siete suelta el panel de golpe con la respiración muy agitada y forzosa, y camina con dificultad hasta Drystan ignorando a Ocho que la divisa preocupado. Leves corrientes de electricidad rodean sus dedos en chispas y ella se arrodilla junto a la anatomía inmóvil del híbrido. Five contempla a su madre y asiente con la cabeza para que dé el siguiente paso.
Siete se inclina hacia adelante y de un solo golpe, coloca sus manos sobre el pecho de Drystan haciendo que el cuerpo del anterior empiece a vibrar y a retorcerse entre el suelo y la pared.
—Otra vez—pide Five cuando no reacciona.
Siete vuelve a repetir la acción y el cuerpo de Drystan recibe las cargas eléctricas, pero no reacciona y permanece inerte en su lugar.
—Otra vez—exige la princesa con la voz temblorosa.
Su madre lo hace nuevamente, pero esta vez grita con dolor, apretando la mandíbula y dejando caer su cabeza hacia atrás. Pone toda su energía y Ocho se preocupa al notar los ojos de su esposa tornarse de color blanco. El rey interviene y aleja las manos de Siete de Drystan, enviando un voltaje que provocó que los tres se fueran hacia atrás por la fuerza eléctrica que enviaban.
Ocho y Siete caen sobre una mesa que se rompe al instante y Five cae contra una pared hasta rodar en el suelo. Voy hacia ella preocupado, pero inmediatamente se pone de pie y me hace a un lado volviendo con Drystan.
—Otra vez—pide con debilidad.
Ocho ayuda a Siete a ponerse de pie y mi padre se acerca a Five para que ella haga lo mismo, pero la contraria se niega rotundamente.
—Otra vez—súplica en un sollozo.
—Tu madre no lo aguantará—interviene Ocho poniendo a Siete a sus espaldas.
—¡Otra vez!—ruega Five con ese mismo grito que soltó el día de la masacre para llamar a su madre.
Todos cubrimos nuestros oídos con aturdimiento y ella tomó el cuerpo de Drystan entre sus brazos y lo apegó a su cuerpo como si fuera un bebé. Acaricio su cabeza mordiéndose los labios y una lágrima resbaló por su mejilla. Lo abrazó con tanto dolor y tanta necesidad que algo dentro de mí se estremece. Ella se aferra a él y niega varias veces apretando los párpados para contener el dolor. Se mece de atrás hacia adelante y su boca empieza a moverse poco a poco en tanto que en un hilo de voz, canta una canción. Una canción que me deja inmóvil y me termina rompiendo el corazón.
I don't know, I don't know, I don't know, I don't know why I do it every, every, every time It's only when I'm lonely Sometimes I just wanna cave and I don't wanna fight I try and I try and I try and I try and I try Just hold me, I'm lonely.
Voy a su lado y la tomo de hombros mientras que ella no es capaz de mirar a nada más que sea el rostro frío de Drystan. Él había sido su segundo padre, su mejor amigo, su mentor, su confidente. La vio crecer, la vio madurar, la vio vivir. Él lo había sido todo para ella y ella todo para él, pero uno de los pilares del santuario de su amistad se acababa de derrumbar. Dejó de existir.
Todos respetan su dolor en silencio, pero éste termina siendo interrumpido por el sonido de un celular. Siete, Ocho y yo fulminamos a mi padre, quien dio un respingo de inmediato y tomó su teléfono para contestarlo rápidamente.
—Tyson, estamos en un momento trágico, si quieres decirme algo dímelo más tar.....
Papá se calla y su expresión se torna seria, algo oscura.
—Entiendo, iremos de inmediato.
Cuelga la llamada y todos lo miramos, hasta Five, que aún no soltaba a Drystan, lo miró con los ojos hinchados. Mi padre observa el móvil con un poco de temblor en los dedos y Siete es la primera en atreverse a hablar.
—¿Qué ocurre?
Papá alza el rostro. Y mierda. Ya conocía esa expresión.
—Hay una masacre en el área 51.
Y sabía que en ese momento, todo se iría al carajo.
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