(15) ♤¿Somos Amantes?♤

Mis hombros no se relajaban al lado de Five, estaba tan tenso que mis venas sobresalían de mi pálida piel. Mi pierna temblaba en el suelo en reacción a la ansiedad de la situación y la miré de reojo. Ella se encontraba sumergida en el mundo de la química, escribiendo y escribiendo hidróxidos de carbono sin parar.

Me giré hacia ella en un gesto de querer decirle algo, pero me reprimí volviendo a escribir en mi hoja.

Si yo fuera tú, me daría pena ajena.

Five me observa desdeñosa por mi extraña actitud y me limito en alzar las cejas concentrándome en las aminas. Maldita química orgánica.

Noto que ella suelta su lápiz de golpe y alzo la cabeza confundido, encontrándome con su mala cara de frente.

—¿Y tú qué?—inquiere de golpe.

—Nada—me encojo de hombros volviendo a escribir.

—Llevas una hora escribiendo la misma palabra—espeta indignada.

Levanto mi mano y verifico la hoja en blanco, que solo posee un monosílabo.

—Solo estoy disfrutando de la química—comento indiferente.

—¿En serio quieres que me crea eso?—enarca una ceja. 

—Deja de ser irritable—mascullo intentado escribir.

—¿Irritable yo? Si tú eres el que está aquí sin hacer nada. Tú eres el irritable—refunfuña como una chiquilla.

—Si fueras mi esposa de seguro te pondría alguno de estos compuestos radiactivos en la comida—bramo apretando los labios.

—Y si tú fueras mi esposo de seguro me la comería con gusto—contraataca y la fulmino con la mirada quedando frente a frente con ella.

Mi rostro está a tan solo milímetros del suyo y nuestras respiración se hacen una. La rabia es tan grande en ella que su rostro se pone rojo y en mí el resentimiento conmigo mismo es tan intenso, que aprieto los puños. Sus ojos oscuros y vacilantes no se apartan de los míos y por inercia mis pupilas miran su boca mientras me relamo los labios. Suerte que no lo nota.

—Eres detestable, solo quiero que salgamos bien y te comportas como un completo imbécil. Estoy cansada de que me trates tan mal—se cruza de brazos enfadada.

—Entonces deja de ser tan molesta.

—Pero si no te hago nada—enfatiza frustrada.

Ese es el problema, que la solución es ella.

—No me entenderías—escupo con impotencia.

Eso parece enfadarla más.

—¿Qué cosa no entendería, Seven? Solo dilo de una vez.

Mis nudillos se vuelven muy blancos por la presión de mis puños y tenso la mandíbula desviando el rostro.

—Siento que....

Sus ojos me traspasan y mis cojones se van a China al divisar sus facciones delicadas y puras.

—Seven, si tienes algún problema puedes contármelo. No te juzgare. Te lo prometo—me sonríe con inocencia y eso hace que la cuestión empeore.

—Creo que....

Mi corazón amenaza con salirse de mi pecho.

—Creo que me estoy enamorando de alguien.

Eso parece impresionarla. Su energética vibra se paraliza en un instante y me detalla cautelosa, pero a la vez perdida. Sus pupilas están fijas en las mías, aunque de un instante a otro se volvieron vacías. Me exaspera ver que no decía nada y repiqueteé mis dedos sobre la tela de mi pantalón.

—¿Por eso me tratas mal?—indaga, pero su tono bajo de manera abismal.

Abrí bastante los ojos.

—¿Qué? No. No es solo a ti a la que trato así, es con todo el mundo. Me siento tan vulnerable. Esto es muy nuevo para mí y.... No sé cómo actuar. Créeme que cuando te digo que me he resistido hasta el último instante, lo he hecho. Pero ahora es muy difícil luchar contra esto—admito soltando un suspiro al decir lo que se acomulaba en la habitación.

Ella medita mis palabras y me observa meticulosa.

—¿Quién es ella?—consulta con un tono de voz oscurecido.

—¿Eh?—digo pasmado.

—¿O él? Soy una chica de mente abierta, si te gusta un chico, puedo ayud...

La interrumpo al notarla nerviosa.

—Me he enamorado de ti, Five—respondo vacilante.

Mierda, ¿De verdad se lo dije?

.

Mierda, ¿Le dije a Five que estoy enamorado de ella?

Sí.

Mierda, ¿En serio me le confesé?

Estoy comenzando a pensar que tienes un problema de déficit de atención.

Miro a Five con las extremidades temblorosas. Dios, ¿Ahora por qué demonios tiemblo como idiota? Y ella ni siquiera dice nada, se ha quedado ahí callada, sin hablar, mirándome fijamente con los labios ligeramente abiertos.

Me di cuenta de que la cague bien feo cuando Five no decía nada. ¿Qué mierda había hecho?

—Five, yo....

Traté de remendar mi error, pero ella me tomó por sorpresa, y al decir me tomó, literalmente me tomó, específicamente de la camisa, y me atrajo hacia sus labios dejándome con los ojos abiertos a la par.

Me estaba besando. Five me estaba besando.

Eso no lo esperé.

No lo pensé dos veces y le seguí el juego tomando su mandíbula con una mano y rodeando su cintura con la otra mientras que ella rodea sus brazos alrededor de mi cuello. Aquella acción resultaba estar acompañada de un beso delicado, tierno; era un roce a penas, repleto de movimientos pausados y suavemente livianos.

Estaba acostumbrado a que las chicas se me echaran encima, aunque ninguna de ellas tenía la suavidad, ni la mirada inocente, ni el aroma floral de ella. 

Five se detiene y se humedece los labios sin apartar la negrura de su mirada de la mía.

—Seven.... Me duele hacerle esto a Chase, lo quiero muchísimo, pero desde que te vi no has salido de mi cabeza, ¿No tienes casa o qué?—suelta una risa baja acompañada de un sollozo—eso era lo que decía el diario de ti. Quería guardarlo porque no quiero herir a Chase, llevo mucho tiempo conociéndolo y....

Se pasa las manos por el cabello y sonrío de medio lado pensando en lo ingenua que es.

—¿Prefieres reprimirte, Five?—inquiero subiendo mi mano por la fría piel de su pierna, inclinándome un poco hacia adelante.

Se le escapa un suspiro entrecortado.

—Tú lo sabías—acusa clavando sus ojos en el movimiento de mis dedos aferrándose en la blancura de su muslo.

Mi sonrisa se ensanchó. Claro que lo sabía, tampoco soy tan idiota como para no notarlo, pero no quería ser el primero en admitirlo.

—Tal vez, eres muy obvia.

—No puedo. Dios te besé. ¿Ahora qué le digo a Chase? Si se entera te matará, o peor aún, lo lastimare.

Su mirada refleja miedo.

—¿Qué hice? Yo no....

La callo al estampar mis labios sobre los suyos nuevamente.

Five guarda silencio y se recuesta al espaldar de su silla cuando mi cuerpo se acerca al de ella.

—Puedo guardar el secreto—le guiño un ojo volviendo a ir contra su menudo cuerpito.

Deja de tensarse y hunde sus dedos en mi cabello dejándose llevar. Mis brazos la toman de la parte inferior de las piernas y la alzo llevándola conmigo, como si cargara a una muñeca de porcelana.

Sus labios avesallan contra los míos, y quién diría que la minion besaba tan bien.

Adiós delicadeza e inocencia, y hola salvajismo y deseo que tenía reprimido por su culpa.

Mis manos se clavan en sus caderas y un gruñido se escapa de mi garganta cuando ella me da mayor acceso a su boca.

Y desde el momento en que ella admitió que sentía lo mismo que yo, supe que Five sería la excepción de todo eso que dije que nunca haría.

***


A veces la vida puede llegar a llevarte por caminos inesperados, como ahora; solo venía a hacer un tranquilo trabajo con Five, pero ahora ella terminó engañando a su novio y lo peor es que yo también me convertí en parte de eso.

Giré mi rostro para ver a Five, ella miraba el techo con las sábanas blancas aferrándose a su desnuda piel. Su perfil transmitía serenidad; su redondeada nariz apuntaba hacia arriba, sus labios rosáceos se mantenían entreabiertos, sus pestañas eran tan largas que casi tocan sus cejas y su pecho parecía inestable al subir y bajar sin parar.

—Acabo de engañar a mi novio—es lo único que se escapa de su garganta—y lo peor fue que me encanto.

Se cubre el rostro sonrojado con ambas manos.

—Lo engañe, Sev. Lo engañe, y con un ogro malhumorado—vuelve a reprocharse.

—Sí, yo también te quiero—ironizo por el mal apodo que me colocó.

—No puede ser, Ren tenía razón, me convertí en lo que él dijo.

Frunzo el ceño.

—¿No estás creyéndote las palabras de ese imbécil?—demando un poco enfadado.

—Engañe a Chase—flaquea sobre su colchón dramáticamente—no puede ser—se limpia las lágrimas mirando la pared—somos amantes—se gira hacia mí con la intención de volver a llorar.

Resople dejando los ojos en blanco y siguiendo escuchando sus incontrolables lamentos, hasta que llegué a mi límite.

—¿Puedes callarte?—espeto de malas ganas.

Ella vuelve a mirar el techo sin decir nada y dura así como por cinco minutos.

—¿Por qué estás tan callada?—musito viéndola de reojo.

—¿No me habías pedido que me callara?—arruga la frente confundida.

—Pues no me gusta, habla.

—¿Y de qué quieres hablar?

—No lo sé, pero no te quedes callada, sentí que tenía un maniquí a mi lado.

Me volteo en la cama en su dirección estirando mi brazo tras su espalda. Ella me detalla con desconfianza, como si temiera a que no la dejara acercarse, así que tomé su muñeca y la arrastre hasta mi costado.

Su cabeza reposaba en mi abdomen y juguetee con su cabello en silencio.

Era un ambiente tranquilo, apacible, relajado y sinceramente cómodo, hasta que de repente, la puerta se abre a la par, y Five y yo damos tal brinco como los gatos al asustarse.

—Five, ¿Sabes en dónde está mi corbata de arcoíris? La voy a quemar sin que tu madre se entere....

Un hombre alto y de cabello rubio oscuro, con ropa deportiva, barba ligera y porte juvenil, entra a la habitación hablando cauteloso, pero se queda paralizado al encontrarse con nuestra escena no muy convencional.

Él abre los labios perplejo.

—¿Five?

—¿Papá?—musita la nombrada.

—¿¡Papá!?—me exalto mirándola asustado.

Ambos dimos un respingo que nos hizo caer de la cama. Ella cayó a un lado. Yo al otro. Y lamentablemente, muy cerca del sujeto que me analizaba con la boca muy abierta. Tomé lo primero que con seguí para cubrirme, y maldije la habitación al tomar un oso de felpa.

Él desviaba sus ojos de Five a mí, de mí a Five, y al entender por fin la situación fue cuando reaccionó.

—¡Chase! ¿Cuántas veces te dije que no hicieran este tipo de cosas y mucho menos aquí?, ¿Además, por qué estás en ese cuerpo?—espeta tan confundido como Ian en clase de matemáticas.

—Papá....—habla Five, pero él clava los ojos en mi mano.

Oh mierda.

Yo no tengo el tatuaje de los Ramigüis.

—Tú no eres Chase—vuelve a musitar, ahora frunciendo el ceño y mirando a su hija de manera furtiva.

—¡Sal!—chilla como un polluelo.

—¿Qué salga?—inquiere con un tono de voz que me envió escalofríos por todo el cuerpo.

—Papá...—repite Five notablemente asustada. 

El hombre camina a pasos lentos en mi dirección y paso saliva en el momento en que se posa justo frente a mí y en sus ojos azulados destella oscuridad pura.

—¿Quién eres?—masculla lentamente.

Al carajo. Este hombre no me iba a intimidar. Soy Seven Parks, no Chase, conmigo se va a enfrentar.

Me pongo de pie y Dios.... No pensé que este tipo fuera tan alto.

—Seven Parks.

Lo dije firme y claro.

Él parpadea varias veces y sus ojos van hasta su hija que sonríe con inocencia.

—¿Parks?—repite pausadamente.

—¿Si?—respondí perdido.

—Y dime, Seven, ¿Aún aprecias tu vida?

—La mayoría del tiempo tengo ganas de lanzarme de la azotea, pero sí.

—Tienes tres segundos para correr.

Esa advertencia no la capte a la primera hasta que miré a Five y ella me dijo:

—Corre.

Y terminé entendiendo todo de la peor forma.

El hombre bajó la cabeza a mis pies y a sus espaldas un montón de plumas blancas se elevaron y me miró de golpe con un par de alas de Ángel a sus espaldas.

Tenía alas. Él hombre. Tenía. Alas.

Y la reacción fue momentánea.

Tomé mi ropa con rapidez y comencé a correr fuera de la habitación, poniéndome los calzoncillos, dando saltos y viendo a mis espaldas como aquel sujeto volaba sobre el alto techo mientras que sus alas se movían magistralmente enviando fuertes torrentes de viento que me hacían desbalancearme.

Busco la salida por este inmenso lugar y cruzo en un pasillo encontrando la puerta que será mi vía de escape, al fondo del larguísimo corredor.

—¿Qué hacías con mi hija?—la voz tenebrosa del hombre me hace no querer ver atrás.

Trato de ponerme los pantalones, ya que era la última prenda que me faltaba, pero al querer hacerlo, una pluma cae justo a mi lado, pero no como cualquier otra, sino convertida en un filoso cuchillo. 

Me estaba lanzando cuchillos. ¡ME ESTABA LANZANDO CUCHILLOS!

Empiezo a ir más rápido, corriendo en zigzag para esquivar las dagas que me lanzaba y se clavaban en la madera del suelo manera abrumante.

Miro el pomo de la puerta y estiro mi mano tratando de alcanzarla.

—¿Quién te crees, Seven Parks?—brama enojado y lo siento justo sobre mí.

Con el cuerpo tan tembloroso como un muñeco de trapo, alzo la cabeza y envolviéndome de valor, hablo.

—El futuro padre de tus nietos.

Le guiño un ojo con travesura y logro tomar la manilla en tanto el suelta un feroz gruñido. Giro el pomo y justo al pasar el umbral para salir de ese sitio del demonio, un cuchillo cae en el puesto en el que antes estaba.

Cierro la puerta de golpe y miro a todos lados buscando un plan, y lo único que conseguí fue: Entrar en pánico.

—¡Ayudaaaaa! ¡Un hombre loco con complejo de arcángel me quiere matar!

Empecé a corretear por todos lados en calzoncillos, con medias y la camisa medio abierta. La gente del reino me veían como si fuera un lunático y yo solo quería hallar la salida.

Y como un atisbo de luz divina, consigo el túnel con el mismo hombre que nos saludó al entrar. Salgo tan despavorido que al sujeto no le da tiempo de hablar. Y corro fuera del bosque poniéndome los pantalones y yéndome directo a la parada de autobuses.

Sí, en definitiva los Ramigüis son monstruos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top