(11) ♤Drystan Kiers♤

Me pasé las prácticas de fútbol solo pensando en Five y en lo que vimos. Nuestros padres estaban involucrados en algo muy grande y lo peor era, ¿Por qué?

Obtuve más de cinco sermones de mi profesor por estar muy distraído en la práctica para el campeonato que tenemos esta semana, pero es difícil no estar absorto en mi mundo si éste cada vez más se sigue llenando de caos.

Por castigo a mi distracción me obligaron a darle 30 vueltas al campo, pero eso me ayudó a reflexionar mucho, aún más al recordar a Five llorando contra mi pecho. La verdad que algo dentro de mí se revolvió a verla así y enterarse de que su madre también estaba involucrada. En nuestro entorno habían muchos secretos. Nadie era completamente honesto. Era como un mundo paralelo de doble cara.

Pero sé que Five no merece que le mientan, por más que me cueste admitirlo ella es muy buena para este puto mundo. La gente de aquí no merece su bondad o su buena vibra. Porque literalmente por donde ella va, desprende una gran cantidad de luz que te ciega.

Me falta una última vuelta para terminar mi sanción y cuando paso delante de las gradas, en mi pecho siento una punzada al encontrar a Five sentada en las primeras filas con las manos sobre su regazo y una despampanante sonrisa que ni siquiera en el peor de los momentos borra.

Corro delante de ella y se inclina hacia al frente dejando que su cabello cuelgue entre el aire.

—Debemos hablar. Te espero tras las gradas—murmura antes de que siga mi camino y frunzo el ceño al dejarla atrás.

La miro sobre mi hombro y vuelve a sonreírme mostrándome sus dientes blancos que se sobresalían un poco. Se ve muy linda.

Espera, ¿Qué?

¿Qué mierdas estoy pensando?

Sacudo la cabeza como si con eso alejará las estúpidas ideas y llego con mi equipo con los hombros levemente tensos.

Tío Juno me muestra una sonrisa divertida al verme y hace sonar el silbato dejándonos sordos a todos.

—Ya pueden irse.

Los del equipo comenzaron a recoger sus cosas y hablando en murmurios. Me acerco a recoger mi mochila y Tyler se acerca a mí con una expresión preocupada.

—Seven, de verdad.... Estás—lo corto antes de que siga.

—Estoy muy bien—miento un tanto brusco.

Él hace una mueca de como si le decepcionará mi respuesta.

—Sabes que estoy contigo si necesitas hablar de algo.

—Lo sé....—admito sin mirarlo—es que los secretos de mi padre me abruman, ¿Por qué hace todo esto? ¿Por qué nos miente?

Lo atisbo con un poco de dolor.

—Tal vez quiera protegerlos—musita apretando la correa de su mochila.

—Con secretos nunca lo hará.

—Seven, ¿Y si es algo que se sale de sus manos? Quizás la única manera de protegerlos sea así.

—¿Y de qué nos quiere proteger?

—De los monstruos.

Me mira fijamente y sus pupilas se dilatan cuando el Ramigüis que se encarga de cortar el césped empieza a hacer su trabajo.

No digo nada y él se rasca la nuca desviando sus ojos.

—Con Ian y los chicos iremos por unos helados más tarde, ¿Quieres venir con nosotros?—indaga sonriendo y de pronto, fijo mi mirada en la minion que yace observándome en las gradas sin el más mínimo rastro de disimulo.

—Los sigo después—mascullo y él asiente con la cabeza.

—Te estaré esperando—palmea mi hombro y se va con los demás que ríen y hablan juntos.

Vislumbro a mi tío Juno recogiendo sus cosas y una bombilla se enciende en mi cabeza al recordar que él es el mejor amigo de papá desde siempre y sé que los mejores amigos siempre se cuentan todo. Camino hasta el rubio con aires de inocencia y me planto a su lado mientras él está de cuclillas guardando sus cosas. Siente mi sombra sobre su cuerpo y arruga la frente girándose hacia mí.

—Sev—sonríe poniéndose de pie—¿pensé que habías ido con los chicos?

—Iré más tarde. La verdad es que necesito hablar contigo.

Parece que se emociona más de lo debido y levanta sus puños al aire emocionado.

—¿Y de qué es? ¿De chicas?—interroga feliz.

—No.

—¿De escuela?

—No.

—¿De sexo? Si no sabes ponerte un condón solo trae un pepino y te enseño.

—No.

—¿Entonces eres gay? No soy homofóbico, te puedo ayudar a decírselo a tu padre. Soy una persona de mente muy abierta—afirma con orgullo.

—¿Qué? ¡No!—exclamo con una mueca.

—Entonces ¿Qué?— ladea la cabeza confundido.

Suelto un profundo suspiro.

—Es sobre mi padre.

Está vez, su expresión emocionada y alegre se esfuma, y un aura seria lo domina poniéndose derecho.

—¿Qué pasa con tu padre?—indaga con una voz más grave de lo que esperaba.

Dudo en preguntárselo, pero las dudas me tienen hasta el borde de la desesperación.

—¿Sabes por qué mi padre defiende tanto a los Ramigüis?

Por lo que veo mi pregunta lo noqueó, porque sus ojos se abren tanto que ya parecen canicas. Él se aclara la garganta tratando de no parecer sorprendido.

—¿Por qué lo preguntas?

—Mera curiosidad—me encojo de hombros.

Él desvía su rostro y eso me afirma que sabe más de lo que esperaba.

—¿Por qué no defenderlos? Son personas como nosotros, nada más que con ciertas cualidades—responde en tono bajo.

—¿Y esas cualidades tienen que ver con asesinar?

Tío Juno tensa la mandíbula y sé que sabe a lo que me refiero.

—No todos son malos. Ninguna persona es realmente mala. Todos somos capaces de hacer el bien y el mal, Sev.

—Tú también los defiendes—espeto resignado.

—Solo debes entenderlos.

—¿Y qué debo entender? ¿Que maten gente?—bramo con la respiración un poco agitada.

Mierda, me he salido de control.

Me enderezo en mi puesto y él no aparta la mirada de mí cuando mis ojos observan a los suyos con dolencia.

—Nos vemos después—mascullo dándome vuelta sobre mi eje y alejándome de él apretando los puños.

Malditos Ramigüis, desde que vinieron no han hecho nada más que perjudicar mi maldita vida. Esto ya no es solo sobre los asesinatos. Ahora es algo personal.

Llego a la parte trasera de las gradas y sentada contra el enrejado del campo está Five, con las rodillas contra su pecho. Sus ojos están cerrados y sus largas pestañas rozan sus pómulos levemente rojos. Su cabello blanco está detrás de sus orejas y al sentir mi presencia, levanta la cara y se pone de pie acomodando su gorro de lana y sacudiéndose la falda. 

—¿Para qué querías que viniera? ¿Sabes que estoy perdiendo un helado doble chocolate por ti?—inquiero un poco quisquilloso y ella sonríe colocando sus manos a los lados de sus angostas caderas.

—Conozco a alguien que nos podría dar respuestas.

Lo que dice me deja atónito por unos segundos y debo parpadear varias veces tratando de entender lo que acaba de decirme.

—¿Qué tipo de respuestas?—indago finalmente perplejo.

—Acerca de nuestros padres, Seven. Yo tampoco sé casi de mi familia, aunque no lo creas, ellos jamás han sido del todo sinceros conmigo y eso lo comprobé cuando fuimos al laboratorio. Pensé que mis padres confiaban en mí, pero por lo que veo ellos también piensan que soy solo una niña. Pero quiero demostrarles que no es así.

—¿Quién es esa persona?—murmuro entrecerrando mis ojos desconfiado.

Ella extiende su pequeño brazo y ladea los labios.

—Te lo explicaré en el camino.

Dudoso, me debato en si ir o no con ella, pero finalmente acepto dejando que tome mi dedo índice y me arrastre a quien sabe donde.

Terminé entendiendo de que iremos con su antiguo cuidador, quien se encargaba de enseñarle todo lo necesario cuando era más pequeña. Dice que conoce a sus padres desde hace muchísimos años y que él sabe todo acerca del mundo Ramigüis.

La sigo por un bosque verdoso, muy parecido a un prado. Jamás había estado por un lugar así. El verde era vivo y el aire se sentía más puro por esta área. La hierba rozaba mis pantorrillas y las mariposas revoloteaban junto a mis piernas. Los rayos del sol se escabullían entre las copas de los árboles dando el pequeño reflejo de un arcoíris.

Mis zapatos crujen sobre las ramas y Five no me suelta, avanzando con dificultad por el bosque con sauces altos y verdosos.

En una de las partes de la zona, un ligero olor a flor de Jamaica inundó mis fosas nasales.

Five se detiene delante a una cortina de hojas que cuelgan en ramas finas y las aparta con una mano entrando a un túnel de roble. Llegamos al final y mis párpados se abren al encontrar un tipo de guarida.

La luz del astro del día se colaba por una ventana hecha de ramas viejas. Las paredes eran de un disimulado color pastel. En la esquina había un pequeño mueble y lo demás estaba decorado por un millón de rosas de todos los colores posibles.

Five me hace una seña para que la siga y lo hago desconfiado oyendo como una leve música suave llena el sitio y el sonido relajante de una campana inunda mis tímpanos.

Ella entra a otra parte de la casa, la cual deduzco que es una cocina y al final de la habitación había una persona de espaldas con una brisa de humo subiendo por su cabeza y desapareciendo entre los átomos.

—No me habías dicho que habrían visitas—habla el hombre delante de nosotros y noto como Five sonríe al escucharlo.

Él se da la vuelta y contengo mi expresión de sorpresa al divisar su apariencia inusual.

No sé si era un Ramigüis, un hombre o un híbrido. Pero esto sí estaba de locos.

El sujeto poseía cabello rosa, que le llegaba un poco más abajo de los hombros y tenía varios mechones trenzados que le colgaban a los lados del cuello. Su piel era blanca, pero tan blanca que parecía nieve y su tez tenía una textura similar al del pelaje de los animales. Sus orejas eran grandes y caídas con un cuerno pequeño y marrón sobre el lado izquierdo de su sien. Una barba corta decoraba la parte baja de su rostro. Y su nariz tenía una forma ovalada con agujeros pronunciados y un piercing que perforaba sus fosas nasales. Era una especie de hombre cabra.

Vestía una camisa rosada que llevaba los primeros botones desabrochados y unos vaqueros desgastados que le dan un aire casual y hippie. Sus manos largas sostienen una taza de té humeante y nos regala una sonrisa cálida, que de un momento a otro me hace sentir relajado, en paz.

—Bienvenidos—ladea la cabeza y Five corre a él para abrazarlo.

—Drys, te presento a Seven. Seven, te presento a Drystan Keirs—nos presenta la más baja felizmente.

Las palabras se atoran en mi garganta al detallarlo. Demonios, esto no puede ser cierto.

—Es un gusto, Seven—me regala una sonrisa cerrando sus ojos.

Al no oír respuesta de mi parte se inclina hacia Five y le susurra de manera nada disimulada.

—No habla mucho, ¿Cierto?—inquiere confundido.

—Es que nunca había visto un Ramigüis como tú—explica Five como si ya estuviera acostumbrada.

—Ahh... Tiene sentido—asiente dándole un sorbo a su taza de té—¿Quieren?—nos ofrece señalando la jarra.

Y yo aún sigo como idiota viéndolo en shock.

—Yo quiero—acepta Five.

No sé como diablos terminamos en la sala, yo con una taza de té de Jamaica al igual que los otros dos, sentado en un mini sofá rosa y oyendo como Five y Drystan se ríen.

—Drystan es un híbrido, Seven—argumenta Five al notar mi silencio abrumante—hace muchos años, una generación de Ramigüis permaneció en cautiverio gran parte de su vida gracias a los humanos. Y por culpa del área 51 los sometieron a diferentes tipos de experimentos. Como es el caso de Drys, realizaron un cruce genético entre él y una cabra.

—Pero no salió tan bien como esperaron—señala la mitad de su cuerno—querían hacernos más poderosos para utilizarnos como sus armas nucleares en la guerra.

Mis hombros dejan de estar tan tensos y hago una mueca con algo de culpa. Los humanos al parecer también le quitaron cosas a los Ramigüis.

—En fin—Drystan deja su taza sobre la mesa—¿Qué es los que los trae por aquí?—inquiere uniendo sus manos con una sonrisa.

—Necesitamos respuestas. Queremos saber qué está sucediendo realmente. ¿Por qué el consejo real parece tan ajetreado? ¿Por qué en el mundo humano están habiendo tantos asesinatos sin explicación? ¿Qué es lo que ocurre? ¿A qué...—habla Five exasperada y yo termino por ella. 

—¿A qué nos estamos enfrentando?—concluyo también dejando mi taza.

Drystan me mira y sus ojos avellanas se entornan, dibujando una sonrisa.

Él se pone de pie y Five hace lo mismo, y para no sentirme fuera de lugar, yo también lo hago.

Drystan se acerca a un rincón de la sala y toma una escoba haciéndome fruncir el ceño. Nos pide que lo sigamos y lo hacemos yendo en fila detrás de él. Nos guía hasta el amplio bosque, en donde un gran terreno de hierba verde bien cortada se expande y los árboles rodean esa área de forma circular.

Five se detiene y yo también lo hago dejando que Drystan se pose en el centro del bosque y golpee en el suelo la punta de la escoba con fuerza. El suelo tiembla y observo a Five asustado. Ella me regala una mirada de ya verás y me trago el horror pegándome a su costado.

La escoba se envuelve en un espiral de luz azul y empieza a transformarse de arriba a abajo en un tipo de bastón de madera con un diamante azul flotante entre la parte superior que posee forma de U.

Los ojos de Drystan cobran un tono más brillante y nos mira a ambos pidiendo que nos acerquemos.

—Drystan es muy poderoso—murmura Five—tiene el poder de tierra, agua, fuego, hielo y aire—explica mientras caminamos—la mayoría son robados, lo obligaron a hacerlo cuando era más joven y los domina tan bien que hace mezclas con ellas y es como si nuestros ancestros pudieran hablar con él a través de ellos. Aún no sé cómo puede hacerlo, pero lo hace.

—Obtendrán respuestas, sus ancestros me han estado susurrando sobre su llegada y hoy es el día en que descubrirán la solución a todos sus problemas—habla el híbrido cerrando los ojos.

Llegamos a su lado y Drystan hace una maniobras con su bastón, provocando que el diamante brille y cree una luz movediza azul brillante. Él clava el roble en el suelo con fuerza y alza ambos brazos formando un ligera brisa que arrastra hojas verdes e inicia algún tipo de ritual en voz baja.

Las hojas envuelven el bastón como si estuviera en medio de un huracán y después Drystan abre sus brazos de golpe, provocando que el torrente se expanda y ahora seamos nosotros quienes estén en medio de él.

Mi cabello vuela al igual que el de Five y entrecierro los ojos por la persistencia del viento.

—¿Qué está haciendo?—espeto confundido y tomando mi bolso para que no salga volando.

—Consiguiendo respuestas—contesta del mismo modo que yo.

—Ellos me están hablando—Drystan aprieta los párpados—dicen que tengan cuidado. Nadie les está diciendo del todo la verdad. A lo que se enfrentan es algo.... Es algo....

El huracán se esfuma y el aire deja de hacer mover los árboles abismalmente.

—¿Qué pasó?—miro a Five y ella frunce el ceño.

—No lo sé—responde preocupada.

Una llama de fuego se abre y empieza a crear un círculo a nuestro alrededor, haciendo que las llamas crezcan y el humo suba.

Drystan hace una mueca como si estuviera adolorido y se toca la cabeza mientras que el fuego intenta acabar con la flora.

—¿Drys?—musita Five asustada intentando acercarse a él.

—Five—la detengo cuando veo que se hala el cabello como si estuviera frustrado.

—Es muy peligroso—masculla Drystan con sufrimiento—es grande.

Las llamas suben de manera alarmante y empiezan a arrasar con la hierba.

—Drys, detente—pide Five notando como está perdiendo el control.

—Veo la S.... La S.... Esa es la clave.

El fuego enciende los árboles.

—Debemos detenerlo—hablo tosiendo gracias al exceso de humo.

Five mira a su amigo con dolor y afirma tratando de acercarse a él.

—Nos mienten, Five. Todos nos mienten. Algo grande vendrá, algo muy grande—cae al suelo de rodillas.

El diamante del bastón comienza a ponerse rojo y lo señalo.

—Debemos despegarlo del suelo—musito viendo a Five y ella asiente caminando conmigo entre las llamas arrasadoras que pintan el borde de colores rojos.

—No confíen, no confíen en nadie.

Mis dedos tratan de alcanzar el bastón, pero un torrente de viento me dificulta la llegada.

—S es cruel, solo quiere venganza—Drystan sigue farfullando.

—¿Venganza de qué?—espeta Five intentando tomar el bastón.

—Del mundo.

Logro tocar el cristal y el fuego se apaga de repente llevándome a Five y a mí hacia atrás.

—Está más cerca de lo que creen. 

Five y yo rodamos por la hierba seca y nos detenemos al chocar contra un roble con ella sobre mí, apoyando su cabeza contra mi pecho.

Su respiración se siente agitada y aprieto fuertemente los labios al percibir el exquisito olor de su perfume. Ella abre los ojos al oír la calma y se aparta bruscamente de mí al divisar nuestra comprometedora posición. Se arrastra hasta el roble sonrojada y se cubre la cara con las manos tratando de ocultar su vergüenza.

Me pongo de pie inmutado y le estrecho mi mano para ayudarla y ella la mira con la cara aún más roja. Pero termina aceptándola y caminamos de nuevo hacia donde yace Drystan, arrodillado frente a su bastón.

—¡Drys!—Five corre hasta él para intentar ayudarlo.

Drystan se deja socorrer por la peli blanca, quien toma su brazo con cuidado mientras que él se levanta apoyándose de su bastón. Corro también cuando veo que Five no puede sola y dejo que rodee su otro brazo alrededor de mis hombros.

Lo llevamos a su casa y dejamos que descanse en el sofá en tanto el bastón vuelve a convertirse en un simple palo de escoba.

—¿Estás bien?—pregunta Five preocupada.

Él clava sus ojos en mí y siento que trata de decirme algo a través de ellos.

—¿Por qué odias a los Ramigüis?—murmura confundido y me quedo estático al escuchar su repentina incógnita.

Five me observa de la misma manera que él y ladeo la cabeza perplejo.

—Los ancestros me lo dijeron, nos odias y tienes un porqué, la razón de tu odio tiene un lazo fuerte con los secretos de tu padre—sigue sin dejar de verme de esa forma tan latente.

Aprieto los puños a los lados de mi cuerpo y Five me detalla cuidadosamente.

—¿Seven?—ella intenta acercarse a mí, pero ni siquiera la miro.

—Ellos mataron a mi abuela—mascullo finalmente.

Five abre los labios sorprendida y Drystan permanece analizándome con calma.

—Nunca la llegué a conocer, la asesinaron mientras mi padre era solo un niño. Pero siento una conexión tan extraña con ella, como si ya la hubiera conocido antes, es algo raro, pero su muerte me duele más que nada. Y papá me dijo que un Ramigüis la mató. Por eso los odio. Me arrebataron algo importante. No pude conocer a mi abuela por culpa de ellos y.....

Drystan me corta. 

—¿Eso fue lo que te dijo, Logan?—inquiere y mis ojos se abren a la par al oír el nombre de mi padre salir de su boca. 

—¿Cómo....?

—Los secretos nos ayudan a proteger a las personas, pero tarde o temprano habrán consecuencias de ello—alude sabiamente—no odies, Seven. Podrás arrepentirte. Un día estamos aquí y al otro.... Nunca sabremos en donde estaremos.

Él vuelve a tomar su antigua taza de té y se sirve un poco revolviendo el azúcar con una cucharilla.

—S me dijo algo—musita sin mirarnos—pudo sentir mi conexión con los ancestros y se interpuso entre nuestro llamado para que ellos no me dijeran nada, pero este asesino nos dejó un mensaje. "Cuando el reloj marque que es mi turno de jugar, juro que me van a odiar"

Y ahí lo entendimos, no nos estamos enfrentando a cualquier imbécil, nos estamos enfrentando contra el mismísimo diablo.

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