La tumba de las bestias

LA TUMBA DE LAS BESTIAS
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No importaba que tan firme me mantuviera, la necesidad de ver detrás de mi hombro y buscar su preciosa mirada azul me consumía. Pero sabía que si lo hacía, que si giraba y la veía una vez más con ese rostro hundido en tristeza no podría subir a la superficie, así que me mantuve, y con cada paso que daba, sintiendo como mi cuerpo comenzaba a pesar. Escuchando como en mi cabeza reproducía con su espléndida y encantadora voz una y otra vez esas palabras que penetraron estremecedora forma todo mi cuerpo, llenándome de impotencia.

Un te amo es más fuerte que un te quiero. Así que sí, te amo.

No conocía el significado de esa palabra, aunque antes la había escuchado salir de sus carnosos y bonitos labios rosados, solo una vez cuando me contaba historias. No le presté atención, ni siquiera me preocupé en ese momento de preguntarle qué significaba. Y que me lo dijera que un te amo era mucho más fuerte que un te quiero en esta posición, había despertado en mí esas frenéticas ganas de besarla con euforia y ahogarme de ella, unas tremendas ganas de no apartarme ni un segundo más de mi mujer.

No quería apartarme de ella, no de la mujer de la que me enamoré, a la que al fin tuve entre mis brazos y tendré siempre para cuidarla y apreciarla como mi más grande tesoro. Pero debía subir, quería saber que arriba no era peligroso para ella. Aquí abajo, también era peligroso, con la única diferencia de que había soldados y más compañeros que la protegerían, así que era un hecho, y quería pensar que ella estaría bien sin mí, solo por unos minutos.

Así que inclinando mi cuerpo un poco, me adentré en uno de los agujeros de la estructura una vez que un soldado me lanzó un arma que pronto atrapé sin problema. Sin más, sin ver atrás, aguardando las ganas que tenia de regresar a ella...

Y lo haría una vez terminado de revisar que arriba era seguro para mi mujer.

Eché una mirada al interior de la estrecha y alta estructura una vez dentro, sintiendo rápidamente la humedad, llena de tubos que se alargaban por cada una de las cuatro paredes, y en un par de ellas, dos largas escalerillas en la que pronto mis compañeros principales se acercaron para empezar a subirlas, sin siquiera esperar.

Con el arma entre mis manos me encaminé a la más cercana, tomando los principales tubos delgados de esta para sentir su espesa estructura oxidada, subí la mirada evaluando unos segundos la escalera que emitía sonidos huecos conforme mis compañeros subían. No tardé tanto cuando también comencé a escalar esa larga escalerilla. Mis pies pisando cada uno de esos delgados tubos que parecían que con un movimiento en falso se partirían en dos por la forma en que resonaban al pisarlas, y no lo dudaba éramos demasiado pesados, pesábamos el triple que los humanos. Subí al igual que el resto lo más sigiloso y cuidadosamente posible, escondiendo mis orbes bajo los parpados para revisar al rededor, que no hubiera otras temperaturas cercanas más que las nuestras únicamente.

No quería que apareciera otra temperatura fría y oscura, sobre todo en el comedor donde ella estaba. Abrí los ojos al no hallar temperatura y me enfoqué en el camino encontrando que uno de mis compañeros había encendido una linterna para iluminar el resto de la larga escalera que no parecía tener final. Debían tener un final, pero la pregunta era saber hacía donde llevaba esta escalera, exactamente.

Nunca conocí otro lugar que no fuera el laboratorio. No podía ni imaginar lo que al final de esta escalera se encontraría, solo esperaba que fuera un lugar seguro para Pym, y nuestro bebé...

...Y nuestro bebé. Esa palabra se reprodujo en mi cabeza provocando un extraño sabor agridulce en mi boca. Cuando sentí por primera vez esa temperatura, apenas cálida en su cuerpo, en su plano y suave vientre, cada pieza de mi cuerpo se heló y me estremecí del frío, del horror al pensar que lo que esa examinadora había dicho se había cumplido, y yo había sido el culpable. Dijo que debía pensar en Pym y no en mí, que debía soportar las ganas que de hacerle el amor—porque todo el tiempo quería intimar con ella, todo el tiempo quería perderme en el sabor de su piel, de sus labios, en el sabor de su delicioso interior, invadirme de ella hasta deshacerme—, porque estando contaminado podría contaminarla a ella también.

Y darme cuenta de que al final había algo muy extraño en su interior, estuve a punto de destruir mi cordura, mi fuerza, mi vida, porque si yo la perdía a ella, perdería mi vida: era todo para mí, Pym brillaba como ninguna otra, producía tantas sensaciones desconocidas que yo quería descubrir, y tenerla a mi lado era como poder respirar. Cuando sentí esa leve temperatura pensé que la había contaminado, estaba en shock, desorientado a punto de cometer la locura de abrir su vientre y sacarle esa cosa sino fuera porque ella me lo explicó. Solo entonces pude volver a respirar, sabiendo que era un bebé, una clase de humano diminuto que no hacía más que comer y dormir.

Un humano diminuto...un ser vivo pequeño creado por nosotros dos que se desarrollaría en su interior por al menos 9 meses, eso me dijo ella. Yo no sabía que podía crear un humano en su interior, que ser fértil significara algo como eso, poder dar vida. Pero a pesar de eso, no sabía cómo debía sentirme con exactitud, eso era definitivamente nuevo para mí, todavía no podía creerlo, entenderlo del todo aun cuando sentí nuevamente su temperatura dentro de ella.

No sabía si me gustaba o no, la verdad solo de saber que yo había creado algo en su interior me preocupaba aún más, tenía muchas dudas ya que yo no era por completo humano por mucho que Pym creyera que sí, era una persona muy parecida a ellos pero mi genética no era como la de ellos, estaba alterada, y por mucho que quisiera negármelo tenía ADN reptil, ¿qué sucedería si nuestro bebé heredaba mi genética? ¿También nacería con la reproducción acelerada de mi sangre? ¿Tendría tensión acumulada? ¿Nacería con esta repugnante mirada? Recordaba que para que yo madurara me enviaban a la incubadora, ¿y sí sucedía igual con nuestro bebé qué sucedería? Además, los primeros días en que me sacaron de mi incubadora, yo no tenía bien desarrolladas mi cuerpo, ni mis piernas, y me hacía falta un dedo de las manos que me salió conformé avanzaba mi crecimiento, y durante ese periodo me abrían el tórax para sacar los órganos que mi propio organismo había creado por error, sacaban huesos repetidos. ¿Ese bebé nacería con las mismas complicaciones que yo tuve?

Tenía tantas dudas que cada vez más se multiplicaban, pero no solo eran todas esas complicaciones tanto internas y externas, había unas preguntas de todas ellas que eran las que me tenían con una extraña impotencia, un temor creciente en mi interior. ¿Le afectaría en algo ese bebé a Pym? ¿Se desarrollaría en su interior?

Estaba agradecido de que el parasito no se traspasara de mis fluidos a Pym, pero no agradecido de haber depositado en ella otra clase de vida desconocida, tampoco arrepentido, era algo que no comprendía, pero todo lo que no quería era perderla, y por alguna razón sentía que nuestro bebé iba a afectarla...

Un inesperado empujón en mi costado me sacó de mis pensamientos, pestañeé al darme cuenta de que había dejado de continuar escalando clavando mis manos a los pasamanos con fuerza, me había perdido tanto en mis preocupaciones que ni siquiera me percaté de que el resto estaba más arriba de mí, a varios metros de mi cuerpo. Bajé el rostro un poco aturdido cuando sentí otro empujón en mi costado, clavando la mirada en ese puño que se apartaba y que pertenecía a esos orbes grises de escleróticas negras.

—Estas muy lento—espetó bajo, apretando su mandíbula con molestia—. Camina de una vez.

Lo hice sin chistar, obedeciendo al instante y trepando lo más rápido posible para alcanzar al resto, solo entonces, ellos se detuvieron, golpeando los barrotes con sus escopetas. Una señal de que ya habíamos...

—Llegamos—apenas escuché esa voz masculina emerger de uno de los de arriba antes de notar la luz de la linterna enfocándose en numerosos cables y largas cadenas que se mantenían en constante movimiento emitiendo un ligero chirrido mientras colgaban de lo más alto del techo final repleto de tubos y otras cosas que no reconocí a falta de luz. Estaba seguro de que esas cadenas y cables eran los que sostenían a los elevadores, pero había algo extraño en ellos, la forma en que se mantenían los cables como si hubiesen sido cortados al igual que esas cadenas.

Cerré mis parpados solo para revisar que aún no aparecían nuevas temperaturas a nuestro al rededor, y al no encontrar nada extraño, enfoqué la mirada justo en lo que ahora la luz de la linterna alumbraba. Era una enorme agujero, pero más estrecho y largo con la forma cuadrangular justo al final de la escalerilla en la que esperábamos. Apenas pude mirar a los primeros experimentos que se adentraron a él para luego escuchar ese sonido chillón proveniente del interior del agujero cuadrangular, un chillón sonido que terminó en una clase de sonido explosivo que se expandió por el resto de la estructura erizando mi piel.

Después de eso, hubo un inquietante silencio que lo llenó todo al igual que la oscuridad cuando la luz de la linterna desapareció por completo, y eso volvió a cerrare mis ojos.

—Suban, está despejado—La misma voz masculina desde arriba, ordenó. Pronto sentí que el experimento sobre mí empezó a escalar, y no tardé en seguirle el ritmo hasta llegar al final de la escalera y trepar sobre ese asfalto plano del agujero solo para tomar el arma entre mis manos y encender mi propia linterna que permanecía en lo más alto de la boquilla de la escopeta. Pronto, el sendero frente a mis pies se iluminó solo para saber que se trataba de una entrada que llevaba a otro lado.

Era una habitación mucho más amplia y sombreada que no tardé en empezar revisar, alumbrando sus rincones para hallarme con numerosas cámaras acomodadas en lo largo de las paredes, con tubos de los que apenas emanaba un leve humo blanquecino, pero eso no era todo, subí la linterna para encontrar el techo llenó de enormes ventilaciones con ventiladores repletos de aspas que permanecían en movimiento.

Me adentré más sin comprender qué clase de habitación era esta mientras ese hedor se levantaba desde el suelo donde algo llamó mi rotunda atención cuando mi pie pisó esa extraña bravosidad que terminó emitiendo un sonido desagradable.

—Están todos muertos—le escuché decir a alguien más adelante del camino, y sabía a qué se refería. El suelo estaba infestado de cuerpos inertes con sus largos tentáculos enredados unos con otros, sus formas eran similares, pero otras mucho más diferentes y perturbadoras. Sin embargo, verlos sin vida, con sus bocas y hocicos abiertos y miradas secas, me hizo preguntarme como había sido posible que antes no me percatara de sus temperaturas frías. Pero si no habíamos podido verlas se debía a que las paredes eran del mismo material que las del bunker, debía de ser eso porque no había otra explicación.

Y lo que tampoco tenía explicación, era darme cuenta de que varios de esos cuerpos que terminé revisando, no tenían sus cuerpos agujerados por balas...

—Se asfixiaron —comenté, colocándome sobre mis rodillas para voltear a una de esas bestias que antes era uno de nosotros sino fuera por el parasito. No tenía ni una sola herida en su cuerpo, pero su boca estaba abierta mostrando sus largos colmillos, su mandíbula estaba tensa al igual que los dedos de sus manos repletos de garras largas que yo alguna vez tuve. Además de eso, junto a su cuerpo había varios rasguños, como si los últimos minutos de su vida los hubiese pasado rasgando el suelo.

— Es así — Un enorme cuerpo se inclinó a mi lado, analizando el cuerpo frente a mí. Le di una corta mirada para saber que se trataba del experimento naranja, ese que siempre estaba al lado del hombre que se creía estar al mando. Se inclinó un poco más hacía adelante, para estirar su brazo y palpar el hombro de la deformidad—. Sus músculos están duros, sus garras están desgastadas— alzó su mano engarrotada para mostrármelo, aunque no hacía falta, ya me había dado cuenta de ello —. Hay rasguños por todo el suelo, las paredes y el techo también...

Hundí el ceño ante lo último, un segundo más tarde me hallaba incorporado, iluminando el techo o lo que pudiera de él para darme cuenta de que el experimento naranja decía la verdad, anteriormente no había puesto atención más que a las ventilaciones, pero ahí estaban las marcas profundas y largas creadas por garras.

—Buscaban una salida, y no la encontraron, no hay agujeros en el suelo y la única puerta también tiene marca de garras—le escuché decir, ceñudo mientras miraba al rededor—. Con algo debieron asfixiarse, pero, ¿con qué?

Sus palabras me pusieron a pensar, había algo que no encajaba con este lugar y no estaba refiriéndome a la asfixia en las bestias. Si no había agujeros, ¿entonces como entraron a esta habitación? No podía haber sido por medio del elevador, las puertas metálicas estaban cerradas... Le di una rápida revisada a los suelos con la linterna, alejándome del soldado naranja, y conforme revisaba, noté esas extrañas hendiduras metálicas redondeadas en cada parte del suelo de la habitación, era casi como si fueran parches.

Con solo ver esos parches de metal, y darle una segunda mirada a toda la habitación y a los cuerpos sin vida de los experimentos contaminados, supe que algo estaba mal aquí. Algo no me gustaba de este lugar, era extraño, no encajaba.

—Que alguien los haya asfixiado o envenenado no importa, la primera área esta despejada—escupió uno de los experimentos que se encontraban cerca de la única puerta del lugar que ahora permanecía abierta, con su cerradura rota, mostrando solo oscuridad del otro lado—. Cinco de ustedes quédense cuidando esta área mientras el resto me acompaña a revisar.

No moví ni un musculo al ver que varios de los experimentos se acercaban a él de inmediato para adentrarse sin pestañar al interior de lo que parecía ser otra habitación hasta desaparecer de nuestras vistas. Respiré hondo y miré alrededor contando a los pocos que habían quedado, que definitivamente no llegábamos a ser cinco, pero entre ellos estaba ese soldado naranja que tras patear un cuerpo deforme y echar una rápida mirada al umbral oscuro, se encaminó en mi dirección.

Eso me aseveró.

—Parece que esa habitación también está vacía—espetó, enfundado su arma en el cinturón que rodeaba su cadera—. Pero no deja de ser extraño—dijo, pensaba igual que él, y sentía que algo iba a suceder en cualquier momento.

Solo quería que este instinto mío se equivocara otra vez, quería regresar con mi mujer cuanto antes, sacarla de este lugar y llevarla a un lugar donde pudiera protegerla a ella y a nuestro bebé.

Apreté mis dientes, cerrando mis parpados para revisar la habitación, revisar las temperaturas de los cuerpos y en mi lejanía, las altas temperaturas que se dispersaban del otro lado de la puerta. Pero no había nada extraño, tal vez era como el soldado naranja dijo, esa zona que revisaban posiblemente estuviera vacía, pero, ¿sabría salida?

—Esa mujer es tu pareja, ¿no es así? —su pregunta me desoriento, hizo que abriera los parpados y entornara la mirada a esos orbes de extraño color amarillo y anaranjado que se clavaban únicamente en el umbral.

¿A qué venía el repentino tema? No lo sé, pero que me hiciera recordar a Pym, hizo que sintiera esa ansiedad nuevamente, esa necesidad de bajar y regresar. Ya habíamos tardado mucho aquí arriba, ella seguramente estaba preocupándose por mí.

— Vi como la sostenías antes de subir—sus palabras hicieron que recordara esa escena—. El beso que se dieron frente a todos como si no les importara nada ni nadie...

—Es más que obvio que ella es mi pareja—sostuve sin dejar de fruncir el entrecejo y mirar el resto de los cuerpos con esa sensación extraña produciendo un sabor amargo en alguna parte de mi lengua.

—Se estaba notando mucho, mi mujer se dio cuenta de ustedes— Entorné la mirada a causa de su confesión—. Sí, yo también tengo una humana como pareja, una pequeña y encantadora.

Esas ultimas palabras se repitieron en mi cabeza mientras observaba esa curvilínea sonrisa ampliándose en su rostro y dándole un aspecto sombrío a su mirada perdida bajo los mechones de su cabellera negra.

—Antes tuve una pareja experimento, una enfermera roja— comentó y no supe por qué estaba contándome esto. Esta era la primera vez que nos conocíamos—. Nos elegimos solo para deshacernos de nuestros examinadores y tener una vida propia en el bunker. Pero con esa humana pequeña, mal agradecida y olvidadiza es diferente.

Le escuché suspirar largo para sacar su arma y apretarla en su puño como si tuviera intención de romperla.

—Es difícil protegerla, ¿cierto? —inquirió, pero no respondí—. Las cosas aquí abajo no fueron sencillas para mi mujer y para mí. Hubo una vez en que creí que la perdería para siempre, pero el hombre Jerry hizo lo posible por salvarla y curarla. Ella estaba infectada.

A nuestro alrededor todo silenció, lo único ruidoso eran sus palabras repitiéndose en mi cabeza. Me pregunté cómo hicieron para quitarle la bacteria.

Hizo un gesto que me desconcertó, desvaneciendo enseguida la sonrisa en sus labios y hundiendo su entrecejo en un gesto de dolor que me inquietó.

—Sé que tu mujer espera un bebé...—exhaló aquello como si le hubiese costado hablar.

Por otro lado, aquello extendió mis cejas con la peor de la sorpresa, confundido, aturdido. ¿Cómo pudo verla? Yo apenas podía ver su temperatura estando de cerca, así que de lejos sería casi imposible percatarse de nuestro bebé.

—¿De lejos puede verse su temperatura? — no dudé en preguntar en voz baja

—Muchos de nosotros ya se han dado cuenta de esa temperatura extra—respondió tras asentir con el mismo fruncir de sus cejas—, pero descuida, nadie dirá nada. No somos los únicos experimentos que tenemos pareja humana, hay otros como nosotros, son muy pocos, pero al menos los hay. Además, ustedes no eran los únicos que esperaban un bebé...

Mi entrecejo se hundió desconcertadamente cuando mi cabeza proceso esas palabras sin dudar, ¿no éramos los únicos que esperábamos un bebé? ¿Qué quería decir con eso? ¿Otra pareja de experimento esperaba un bebé también?

—Aunque ahora si son los únicos que lo esperan— aquello musitado y la manera en que torció su rostro en otra dirección para imposibilitarme ver su rostro, ladeó mi cabeza, iba a preguntar quién más tendría un bebé o a qué se refería con esa nueva aclaración, cuando añadió, girando su rostro con una inesperada severidad en el fruncir de sus cejas oscuras—. Nadie de nosotros cree que nos vayan a dejar con libertad una vez fuera de este lugar. Lo más probable es que quieran volver a utilizarnos, atraparnos y experimentar con nosotros.

Los músculos de mi cuerpo se endurecieron con sus palabras, eran ciertas, aunque todo este tiempo había pensado en lo que sucedía una vez salido del laboratorio, pensando en que probablemente nada sería fácil, me alejarían de Pym.

Apostaba a que lo intentarían, seguramente tratarían de encerrarnos, hasta ella lo sabía, era fácil después de saber que seguían dándonos órdenes y sacrificándonos a pesar de todo lo que sucedió. Nada había cambiado.

—Por eso una vez que estemos todos arriba mantén a tu mujer junto a ti en todo momento y apartado del resto de los humanos—soltó y eso me hizo pestañear, ni siquiera pude abrir mis labios y ser capaz de preguntar, cuando el resto del grupo de experimentos ya empezaban a adentrarse a la habitación en la que estábamos.

—Están despejadas— Uno de ustedes bajé e informe a esos humanos que pueden subir.

—Yo lo haré— las palabras resbalaron instantáneamente de mi boca cuando terminó de hablar, logrando que, con esa exclamación firme y espesa, todas esas miradas se torcieran con rotundidad hacía mí —. Iré.

—Ve—espetó él, creando una mueca en sus labios—. El resto, ayuden a abrir esta puerta. 



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