Escamas negras
ESCAMAS NEGRAS
*.*.*
En algún lugar en las afueras de Moscú.
21 de Agosto, año 2066.
El dolor en la nuca fue lo que me despertó y extendí con pesadez los parpados vislumbrando el par de patas negras y gruesas que pertenecían al escritorio frente a mí. Subí más la mirada para recorrer los archiveros desacomodados contra la pared de al lado y la máquina expendedora de alimentos junto a la entrada de un baño antes de sentirme completamente confundida con el lugar. Esto era una oficina y no la reconocí.
Rápidamente me acomodé sobre las rodillas para levantarme apoyando mi peso sobre el escritorio donde la computadora y el CPU estaban destruido, el ardor en la cabeza no se hizo esperar y llevé la mano a la zona que me pulsaba hasta tocarla. Arrastré una queja entre dientes y aparté los dedos antes de observar la sangre fresca recorriéndome las yemas.
Y estremecí.
No solo era la herida, sino todo el lugar. Por mucho que repasara la oficina no podía evitar sentirme perdida y aturdida, había archivos hechos pedazos en el suelo y un panel de control en la pared a mi derecha completamente trozado, los botones parpadeaban al igual que la pantalla alumbrando la palabra: ¨error en el sistema Rojo¨. Era obvio que alguien vino aquí y destruyó todo lo que guardara información.
«Tal vez fui yo, pero no sé por qué...» El problema era que no recordaba absolutamente nada de esta oficina ni cómo llegué hasta aquí y, sin embargo, estuve inconsciente y con un golpe en la cabeza. Algo me ocurrió, o alguien era la causa de mi herida, de este desastre.
La columna se me erizó ante el crujir metálico levantándose en la lejanía detrás de mí. Giré de golpe, hallando al final de la oficina una puerta más, cerrada. Del otro lado de ella había provenido el sonido y no dudé en acercarme sintiendo el leve mareo debilitándome las piernas. Apreté la perilla dorada cuando llegué y giré abriéndola enseguida. El corazón se me volcó de miedo y adrenalina al encontrar el cortó balcón y la escalera metálica que llevaba a un enorme salón en penumbra que, solo echar una mirada, perturbaba.
¿Qué era este lugar? Tintinearon las farolas en el techo sombreando todo un instante, volviéndolo aterrorizante. Los pasos pesaron cuando me acerqué con temor a la baranda metálica y aferré la mano a la misma antes de observar las numerosas puertas que se repartían alrededor del sitio. En el centro se hallaban un escritorio con una computadora, y delante de enormes tubos laminados con un grosor impresionante, se acomodaba un computador aún más grande colgando de una estructura metalica. También había una máquina detrás de los tubos en la que se conectaban un montón de cables que se perdían en el suelo.
—¿Hay alguien abajo? —estremecí con el eco de mi voz que volvió a mí sin respuesta. Remojé los labios y di un paso más bajando el primer escalón antes de soltar: —. ¿Alguien está ahí?, ¿hola?
El silencio abundaba terriblemente el sitio y tanto que lo único audible era mi respiración acelerándose y el tamborileo detrás de mi pecho. No había nadie, era la única aquí y saberlo empeoró el miedo porque se sentía cómo el inicio de una película de terror.
Bajé el resto de los escalones con apresuro, y entre más cerca estaba del suelo, los tubos en el centro de los computadores se volvían cada vez más grandes, más gruesos. La parte laminada que los rodeaba parecía ser una clase de cortina que ocultaba lo que dentro de ellos había, esa era la cuestión.
Evité acercarme al centro y rodeé la escalera dirigiéndome a la puerta más cercana la cual llevaba en el marco el número 9. Me di cuenta de que cada puerta del lugar estaba enumerada, además de que el material de las mismas era metálico con una ventanilla en la parte superior, y, por si fuera poco, ninguna tenía perilla, sino un escáner en el centro con el que abría la cerradura. Recosté la palma de la mano creyendo que serviría, pero el aparato parpadeó como error, atragantándome con una maldición cuando con un segundo y tercer intento, volvió a parpadear de rojo.
Lo golpeé e intenté lo mismo en varias de las puertas y ninguna se abrió. No tenía el reconocimiento de mi huella dactilar y eso solo me decía que no trabajaba aquí. No tenía forma de acceder a este lugar a menos que alguien que sí tuviera acceso me trajera.
Y luego me golpeó en la cabeza y me abandonó.
Me tambaleé dando una mirada a todo el lugar el cual no dejaba de moverse. Tuve que aferrarme a la pared perdiendo la mirada en el suelo cuando una pregunta toco mi cabeza. ¿Y mi familia? Sentí un hueco en los pulmones incapaz de llenarse de aire por mucho que respirara con gran rapidez. Los recordaba perfectamente así como el último momento antes de despertar aquí. Era de noche y estába festejando el cumpleaños de mi padre. Soplo las velas,.lo abracé y eso era todo. Desde ese momento no recordaba nada más. No había ninguna otra escena que se vislumbrara después de eso.
Tanga confusión tanto miedo..., volvi a agitarme y el escozor a adueñarse de mis ojos. Tuve que morderme el labio tratando de no perder la cabeza y soltarme a llorar. Tenia que salir de aquí y volver con ellos, eso era lo único que sabía y en lo único que debía enfocarme.
Me encimé sobre las puntas de mis pies para ver a través de la ventanilla. Un extenso pasillo se hallaba al otro lado, estaba vacío, pero llevaba a un par de salones cuyas puertas estaban abiertas, mostrando casi nada de su interior.
—¿Alguien puede escucharme? —grité, golpeando el grosor del vidrio el cual no producía ningún ruido—. ¡Estoy atrapada! ¡Ayúdenme por favor!
Seguí golpeando hasta que los nudillos empezaran a dolerme, seguí pidiendo ayuda, pero era como si no hubiera nadie al otro lado, y eso me hizo correr a las ventanillas de cada una de las puertas, repitiendo lo mismo una y otra vez.
—¡Ayuda! ¡Sáquenme de aquí! — exclamé y descolgué el extintor de la pared creyendo que rompería la ventanilla, pero al estrellarlo no produjo ni una sola grieta y el rebote exploró los huesos de mis manos haciéndome gruñir: —. ¡Demonios!
Lancé el extintor una segunda vez y no conseguí romper la ventanilla, lo dejé caer yendo a la siguiente puerta para gritar:
—¡Sáquenme de aquí! — corrí a la siguiente puerta a gritar: — ¡Por favor, alguien esc...!
Amortiguó el resto de mi voz al encontrar que el pasadizo de la puerta 7 estaba cubierto de un denso gas que salía de la superficie de las tuberías en el techo. Estaban rotos y no era lo único destrozado, las paredes se gallaban agrietadas y una de ellas hasta derrumbada, formando una montaña de escombros en la que numerables manchas carmín adornaban los trozos de piedra.
«Es sangre» Y ver la mano ensangrentada que sobresalía entre los restos con el hueso de la muñeca trozado, me entenebreció.
Negué con la cabeza, esto estaba siendo demasiado para procesar. Algo debió ocurrir, hubo un accidente y los trabajadores tuvieron que abandonar este sitio, por eso no había nadie.
Seguí revisando los corredizos con la esperanza de que al menos alguien apareciera tarde o temprano, tenía la esperanza de que sería encontrada y me sacarían de aquí. Era desconcertante pensar cada vez más que todo tenía aspecto de película terrorífica, y también, que era la única en este lugar, atrapada y sola. Nada de esto encajaba. No tenía mucho sentido que me quedara.
«Estoy atrapada y sola»
Lo que tampoco era normal era sentir que, en alguna parte del lugar, alguien o algo estaba observándome. Sentía su presencia, esa clase de mirada penetrante observándote en cada uno de tus movimientos. Era escalofriante.
— ¡Ayúdenme! — volví a gritar y con mis manos cargando el extintor golpeé de nuevo la ventanilla de la puerta—. ¿Hay alguien? ¿Hola? ¡Respóndanme!
Dos golpes más a la puerta y la vibración fue tan fuerte que sentí como mis huesos amenazaban con desbaratarse de las manos. No me rendí y seguí gritando, porque solo hasta que la voz se me terminara dejaría de pedir ayuda.
—¡Saquenme de aquí!
Un tintineó evitó que siguiera golpeando. Giré para seguir el sonido, el cual emanaba de los enormes tubos en el centro del salón. La piel se me erizó creyendo que se trataba de una mala señal y volví la mirada a la puerta tratando de ignorar. Estuve a punto de golpearla...
Cuando un sonido más perturbador y chillón que el anterior, llenó todo el laboratorio como si fuera alguna clase de alarma. Se me desbocó el corazón y exaltada, volví con rotundidad la mirada. Las cortinas metálicas comenzaron a correrse de los gruesos tubos, ocultándose en las hendiduras del suelo.
«Agua» Los tubos tenían agua, pero no eran solo tubos.
Con pasos temerosos me atreví a caminar, apartándome de la puerta. Las cortinas terminaron de ocultarse, revelando más de lo que pudiera imaginar, y sí, nunca hubiera imaginado lo que vería en este lugar.
Eran como enormes peceras rectangulares, solo que en vez de peces que las ocuparan, había algo mucho más grande en cada una de ellas. No supe cómo describirlo, pero, cada una de ellas llevaba un cuerpo de tamaños similares y un número con la palabra rojo agregado en la parte superior, junto a un sello.
Y me desinflé. De todas ellas— la que al parecer era la principal— estaba llena de agua rojiza y oscura. Parecía sangre y apenas era visible, pero lo que llamó mi atención fue la pequeña pantalla pegada en el cristal, en ella pantalleaban seis dígitos en cero. ¨Trituración finalizada¨, eso decía debajo de los números.
Un golpeteo en su interior, me hizo prestar aún más atención, restos de algunos órganos a los que les hallé forma, se golpeaban contra el cristal de forma rutinaria, como si una fuerza los estuviera empujando:
Eran intestinos y ojos.
El cuerpo se me estremeció de pavor y retrocedí por instinto sintiendo como cada pequeño musculo de mi cuerpo se debilitaba. Ni siquiera pude evitar que el estomagó se me contrajera y vomité, manchándome los zapatos, moví los brazos con rapidez para detener que el cabello también se me manchara. Era repugnante, esto tenía que ser una pesadilla.
Temblequeé y repuse mi postura, y sin volver la mirada a la principal, revisé la siguiente que estaba enumerado como 02 rojo. El cuerpo en su interior era delgaducho hasta marcar los huesos de su columna encorvada. Toda su piel arrugada y blanquecina. «¿Qué son estos cuerpos?»
Su forma era tan humana que podía confundirlo con un adulto. No tenía cabello y todo su rostro estaba cubierto por una máscara de oxígeno, unos largos y anchos cables se conectaban a los costados del respirador y se extendían a un par de agujeros que terminaban adjuntándose a una maquina extra, colgada al costado de la pacerá con un par de tanques de distinto color.
Sondas traslucidas salían de los antebrazos y conectaban a la misma máquina, y líquido amarillento fluía de ellos hacía el interior del cuerpo.
Las siguientes peceras eran igual que el segundo, solo que con cuerpos más formados y fornidos que otros. Lo más espeluznante fue que en las últimas tres, los cuerpos eran completamente diferentes.
«No creo que sean humanos.»
Sus formas eran más agrandadas, más toscas y menos encorvadas. Tenían cabello, pero sus cuerpos estaban bañados en gran parte de lo que parecían ser escamas negras, desde las sienes hasta el último centímetro de sus pies con cinco dedos. Algunas escamas se pegaban al cristal y flotaban, se habían despegado de sus cuerpos mostrando un poco de piel humana.
Eran personas, físicamente lo eran, su estructura, sus extremidades y esa piel. Pero claro, estas eran incubadoras. Creaban vida en ese lugar.
Me aparté, más que estar alterada por el alarmante sonido que todavía no cesaba, era por lo que acababa de descubrir. Comenzaba a creer que era cierto, que trabajaba en este lugar, que era parte de este laboratorio. Que algo terrible ocurrió y todos menos yo pudieron escapar, de alguna forma llegué hasta aquí o alguien me trajo, y el golpe en la cabeza...
Era imposible pensar con claridad con tanto ruido. Empezaba a faltarme aire, estaba desesperándome. Si seguía así me volvería loca.
— ¡Silencio!
Justo en ese momento en que mi gritó amortiguó por el sonido agudo, una extraña sensación me envolvió, era la misma que tuve en un principio cuando sentí que me observaban.
Eché la mirada alrededor, a cada una de las puertas y a las incubadoras.
Solo por un instante dejé de sentir mis piernas, quedé en shock, me congelé.
De una de las incubadoras de agua, uno de los cuerpos repleto de escamas negras tenía el rostro torcido en mi dirección.
«No puede... ¿está mirándome?»
Me moví insegura, pero ahí estaba la evidencia dándome la razón. Seguían vivos, y en cada paso que daba entre las incubadoras, su rostro se movía poco más. Escalofriante e inquietante. Ni siquiera tenía abierto los ojos, pero ahí estaba, siguiendo mis movimientos. Era como si supiera que yo estaba ahí, como si me sintiera, como si me mirara a través de esa mascara.
Acerqué mis pasos y mientras lo hacía, inclinó más su cabeza. Su incubadora llevaba enmarcado el número 09 rojo, su pantalla iluminada por seis dígitos cuyos últimos números cambiaban en instantes.
Estiré mi brazo para tocar el cristal y tan solo lo hice...
Su brazo me imitó.
Se extendió, y de tal manera que su mano golpeó el cristal produciendo una vibración estremecedora en mis músculos. Respigué y retrocedí horrorizada, un cumulo de escamas se despegaron de su brazo revelando toda esa pálida piel en la que se torneaba el grosor de sus bíceps.
La respiración se me descompuso y no tuve palabras que definieran el miedo y la sorpresa llenándome el cuerpo de adrenalina.
De su máscara las burbujas salieron y subieron al techo de la incubadora deshaciéndose de inmediato. Subí la mirada recorriendo la máscara en su rostro, no tenía visor, no había modo de mirarle el rostro ni manera de que pudiera verme a mí, lo que me dejaba aún más extrañada.
«¿Cómo sabe que estoy frente a su incubadora?»
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top