El peligro quema con su tacto

EL PELIGRO QUEMA CON SU TACTO

*.*.*

(...)

Con el corazón escarbandome el pecho a punto de perforarme, me apresuré a llegar a la computadora. De inmediato terminé dando en cada ventanilla para aceptar bloqueo escuchando la voz computarizada femenina dando el aviso repetirivamente.

Giré sobre mis talones, revisando que las tres puertas estuvieran totalmente cerradas. Y solo cuando no escuché más ruido ni otra alerta de experimentos acercándose, me deshice en un largo suspiro sobre la silla, con la cabeza colgando en el respaldar. Cerré los ojos y deposité mis manos sobre los parpados, tallándolos con desesperación.

Cinco puertas en menos 24 horas, ¿cuántas más bloquearíamos si no llegaban a rescatarnos? Quedaríamos atrapados y si una de las puertas se abría y del otro lado estaba una de esas monstruosidades, estábamos acabados.

Era el infierno. Peor que el infierno, quizás.

—Dime que no se acerca otro monstruo—pedí con la voz en un hilo. Cada centímetro de mi cuerpo estaba alterado, espasmos corrían debajo de mis músculos y los hacían vibrar. Era terrible sentirme tan asustada y desesperada con la idea de que, en algún momento una de esas cosas pudo romper la puerta.

No escuché ni una sola respuesta, de hecho, cuando extendí los parpados y volteé levemente el asiento, él ya no estaba. Me enderecé temerosa de encontrar algo fuera de lugar. Todas las farolas del laboratorio funcionaban, pero la iluminación no era suficiente como para ser capaz de reconocer las sombras de los muebles, y debía admitir que ahora mismo, tenía un aspecto aun más sombrío.

Caminé al no encontrarlo a la vista y seguí revisando a lo largo de los muros y al otro lado de la pantalla ¿A dónde fue? Aunque esa pregunta fuera una tontería pensarla porque no se podía ir a ningún lado— estábamos atrapados—, no encontrarlo, era aún más extraño y perturbador.

— ¿Nueve?

Tampoco sabia si llamarlo así o por la clasificación completa estaba bien, quizás y hasta tenía nombre propio.

Pero eso era lo de menos. Había mucho silencio como para ser capaz de escuchar el sonido de mi corazón martillar en mis sienes. Seguí encaminándome, ahora, a las incubadoras. Pasé las primeras dos en las que no quise fijar la vista cuando de reojo presencié los pedazos de órganos golpeando todavía el cristal junto a mí.

Si él no estaba aquí, ¿habría ido a la oficina? ¿Al baño? Mis propios pensamientos me detuvieron y vi en esa dirección. Me parecía muy poco creíble que estuviera en la oficina después de lo que ocurrió. ¿O vio algo?

Un gemido casi quejido envió mi cabeza como resortera de vuelta al resto de las incubadoras.

Apresuré mis pasos hacia las siguiente incubadoras revisando a los costados. Nuevamente el quejido recorrió parte del laboratorio y lo intercepté aproximándose a la última incubadora.

— ¿Te sientes mal?—mi voz rebotó.

No fue sino hasta que la rodeé que pude hallar su enorme cuerpo en el suelo con las rodillas dobladas y parte de la espalda recargada con la cabeza cabizbaja y el rostro ligeramente ladeado en tanso de rozaba los labios con el dorso de su mano.

—Largo de aquí—Fue una orden, y el grosor de su ronca voz me confundió tanto como la manera en que su espalda se ensanchaba con cada fuerte respiración.

— ¿Por qué?, ¿qué sucede?

Revisé lo que pude de las ventanillas en las puertas con el temor de hallar algo más monstruoso y no encontrar nada me volvió la mirada a él.

—¿Qué te due...?

— ¡Qué te apartesde mi!

Respingué ante su gruñido airado y amenazador, deteniendome al instante en que esos feroces orbes, cuyas pupilas parecían a punto de desvanecerse en el carmín, se clavaron con  aterradora rotundidad en mi.

Temblequeé y sentí empequeñecerme.

—S-si estoy aquí es para ayudarte así que no me voy.

Mi mirada tembló un instante sobre sus dedos para darme cuenta de que... No había dedos.

Ver esas garras negras que salían de la reventada y ensangrentada piel de sus nudillos y dedos, subiendo hasta engarrotarse sobre su palma, hicieron que detuviera horrorizada la respiración.

Uno de mis pies quiso retroceder un paso.

—Tus...— no pude terminar la frase—. ¿Qué te sucedió?

La respuesta era clara, le estaba sucediendo lo mismo que a los otros. Se deformaba, ¿cierto?

Se inclinó recargando su brazo en la rodilla y escupiendo en un gruñido la sangre que salpicó el suelo.

Estremecí aun más asustada. Una gran parte de mí quiso acercarse, ser valiente pese a todo lo que pudiera suceder y ayudarle. Tal vez no se comportaría igual de agresivo que los otros. No perdería su humanidad. Si no lo hizo antes, seguiría así, sin atacarme, sin lastimarme.

Pero seguía dudando...

— ¿Qué te está pasando? — supliqué saber, con la respiración agitada.

Cuando no recibí respuesta y volvió a quejarse, lo hice. Di los últimos pasos y tan solo me arrodillé junto a él, noté esa inclinacion instantanea al contrario de mi, en tanto ocultaba sus labios entre las garras.

—¿Qué te duele?

—No es nada—espetó recargando la nuca en el cristal y manteniendo sus garras en la misma posición.

—Esa sangre y esas garras si son algo...

Estremecí cuando sin mover su rostro, me dedicó una mirada de rabillo. Ese carmín seria imposible de dejar de temer.

— No pierdas el tiempo temiendo que me vuelva como los otros, que no te haré daño— recalcó en el mismo tono. Quise negar, pero no pude—. En lugar de prestarme atención trata de contactar con otros humanos.

Humanos... Esa palabra la enfatizó alargandola en con tanta asperidad que me hizo pestañear.

Por otra parte tenía razón, todavía temia con que él hombre de hacia un momento fuera parte del grupo que vino por nosotros. De ser así, el resto podría estar muerto también, lo que quería decir que seguiríamos atrapados aquí...

Dejé caer la mirada sobre sus garras, reparé en lo largas que eran, filosas como los garras del experimento 10. La sangre recorría desde sus heridas hasta su antebrazo.

—¿Por qué te cubres la boca?— insistí, permaneciendo en mi lugar—. ¿Le pasó algo?

Volvio a mirarme de rabillo y no pude evitar sentir escalofríos al no encontrar sus pupilas y hallar en su lugar, que ese color carmín empezaba a tomarse poco a poco del mismo color que sus escleróticas negras. Quizás era mi imaginación jugando en mi contra a causa del miedo, o de verdad estaba sucediendo y esos orbes se entornaban del mismo color que la monstruosidad de la puerta siete. Y dudé mucho, pero también podía decir que la forma en que seguia mirandome no era diferente de las otras formas en que lo hizo.

En este momento, no sentía en él nada peligroso.

—Dime...

—Son mis colmillos—arrastró y casi pareció irritado de que le preguntara.

— ¿Qué tienen tus colmillos?— cuestioné a voz temerosa—. Déjame ver.

Con una pesada exhalación apartó sus garras que rozaron sus carnosos labios que pronto entre abrió sin una pisca de titubeó.

Vi todo lo que pude quedando inquieta. A los costados de sus carnosos labios superiores, dos colmillos aun más largos y gruesos que todos los demás sobresalían, se estiraban hacia fuera de estos.

Volví la mirada a sus orbes no sabiendo qué pensar, qué creer ni cómo evitar que el miedo siguiera comprimiendome. Le retorcía su varonil rostro, arrugaba los lados de su mejilla, y con esos orbes endemoniadamente enigmáticos, su aspecto bestial, era aún más aterrador.

—Es por el hambre— fue lo único que salió de mi boca.

Absurdo, pero algo a lo que temia que fuera cierto.

—T-t-te traeré más galletas— Reaccioné enseguida. Alzándome y corriendo a la máquina de alimentos chatarra. Tomé unas papas fritas y un par de galletas y volví con él lo más rápido que pude.

De cuclillas, rompí la envoltura de las galletas, tomé una y se la extendí. El modo en que su comisura se estiró en un solo instante y bajo al mismo tiempo, era claro que hasta él sabía que lo que le pasaba no era por el hambre.

Sin decir nada estiró su brazo, sus garras tomaron como pudieron la galleta, rozandone las yemas y enviando una corriente escalofriante a todo mi cuerpo. Las observé nuevamente perdiéndome en lo aterradoramente parecidas que resultaban ser a las del experimento del área negra 05.

Me preocupaba que esta vez su mano no volviera a ser como antes. Si se quedaba así con esas aterradoras garras, ¿qué sucedería? ¿Empeoraria?, ¿qué tanto se deformaria él.

Salí de mi tormentoso pensamieto, volviendo la mirada a su rostro cuando noté que no estaba mordiendo la galleta...

La espina dorsal se me estremeció al encontrar sus depredadores orbes carmín fijamente sobre mi, severos y frívolos y con una temible oscuridad que emitía peligro. La mirada de antes ya no estaba.

—Te-tengo unas papas fritas, solo si ya no quieres más galletas— dije. Traté de guardar un poco de calma, pero esto estaba tornándose feo.

La galleta cayó de sus garras.

Lo entendí. Era momento de apartarme de inmediato.

Y estuve a punto de responder a la advertencia en mi cuerpo de alejarme de él, cuando fueron sus garras tomándome del brazo y tirando de mi con una rotunda fuerza que todo giró a mi alrededor.

Un chillido escapó de mis labios, así como el apretón de mis parpados al cerrarse con la presión que el suelo hizo en mi cabeza al caer de espalda. Los extendí horrorizada al encontrar su enorme escultura masculina sobre mí, sus piernas acomodadas debajo de las mías abriéndomelas y levantandolas sobre sus muslos. Sentí algo rotundamente duro rozandose contra mi entre pierna. Su vientre y el mío tocándose también, y tanto que podía sentir su intenso calor atravesar nuestras ropas y penetrante la piel.

Una estaca escarbó en mi pecho, deteniendo el corazón.

Sus pupilas habían desaparecido por completo en el oscuro rojo de sus orbes temblorosos, sus brazos también temblaban sobre mi cabeza, sus garras que hasta ese momento pude sentirlas, aferrándose entre mis dedos. Cada roce pequeño de su fria y afilada estructura era una descarga.

Quise tragar, pero ni eso pude hacer teniéndolo así, con sus colmillos resaltando entre sus carnosos labios y tan cerca de mi rostro. Con su pesada y fuerte respiración humedeciendome la boca y el sudor que además de colgarle los mechones negros en su frente  goteaba sobre mi mejilla.

Por mucho que el miedo carcomiera me carcomiera como una presa entendiendo que no tenía oportunidades, pude notar esa lucha en él.

— ¿Ro-rojo Nueve?— lo llamé esperando algo. Esperando que reaccionara, que volviera en sí. Que no me atacara.

Aterrada ante su silencio, ante su posición amenazante y esa negrura cada vez más inquietante robandose el color de sus orbes, busqué con desespero algo alrededor, pero era incapaz de encontra nada y mucho menos, alcanzar las tijeras en el bolsillo trasero debido a que mis manos estaban acorraladadas.

—Te dije que te alejaras de mí—gruñó. Sus fosas nasales se abrieron cuando exhaló confuerza, parecía una bestia.

—Me alejaré, me alejaré...

Gruñó entre dientes, haciéndome añicos y colvulcionandome el corazón cuando inclinó su cuerpo eliminando el resto de centímetros entre nosotros.

Gemí ante su potente calor recorriendome cada celula y ahogué todo tipo se gritos y maldiciones cuando su pecho terminó apretandose al mío complicandome la respiración y su rostro se hundió en mi cuello. Sus colmillos rozando amenazadoramente mi piel y su nariz inhalándome, desorbitaron mis sentidos. Me volví un gusano retorciéndome entre las garras de su depredador.

—Por favor...—El sollozo me comprimio y las lágrimas se me derramaron—. No me hagas daño, por favor...

Su cuerpo se tensionó al igual que el mío cuando sentí su aliento quemandome la piel del cuello antes de inhalarme.

—Hueles delicioso—La piel se me erizó ante su engrosando voz ronca y crepitante arrastrándose.

—Por favor...—alargué, asustada hasta la espinilla, apretando mucho los dientes para no gritar cuando fue su lengua la que saboreó la piel de mis clavículas. Lo empujé con desesperación, pesaba mucho y a pesar de saber que su fuerza me triplicaba, seguí empujándolo —. ¡Por favor, por favor! ¡Vuelve a tus sentidos, por favor!

Un gemido se me escapó antes la sensación rotundamente caliente de su expremidad deslizándose con lentitud  a lo largo de la piel de mi cuello, deshaciéndome en un llanto tembloroso.

— Exquicita...

El gruñido airado que arrojó contra mi cuello me comprimió aún más.

—No te lastimaré— gimió largo juntando mucho su nariz en la piel de mi cuello bajo, y fue cuando sentí como atrajo más su pelvis hacía la mía, la cual se resguardaba en la tela de mis jeans. Mis ojos se abrieron con escandalo volando a todas partes del techo del laboratorio, traté de respira hondo porque más allá del miedo, estaban mis pulmones apretándose a causa de su gran peso. Dificultando respirar—. No voy a comerte así que deja de temblar.

Tan solo escucharlo escupir aquello en una reja retenida, me erizó la piel. Me puso peor cuando fue su boca la qué terminó abriéndose contra la piel de mi cuello y cerrándose sobre ella para saborearme con su lengua. Esa misma larga extremidad qué saboreo cada milímetro de la piel desde la clavícula hasta la de bajo de mi mandíbula.

— ¡Entonces, sueltame!— chillé escandalizada del miedo. Las lágrimas me dublaban la visión—. Déjame ir, te lo suplico...

Dejé de empujarlo cuando sus labios dejaron de saboreandome la piel y cuando senti su torso levantarse de mi pecho, empequeñeciendome bajo su potente sombra y bajo esa aterradora mirada depredadora. Sus grandes colmillos habían desaparecido, y sus labios se apretában en una mueca de amargura e irritación.

—No voy a atacarte— Sentí el fantasma de una caricia en mi mejilla humeda, pero no pude saber si aquello fueron sus nudillos o simplemente me lo imaginé porque no pude apartar la mirada de la repentina inexpresión que se adueñaba de él —. Nunca sería capaz de hacerte daño...

Se levantó de encima de mi, sus garras abandonando mis dedos y su intenso calor dejandome en libertad.

Una presencia helada me invadió, pero además de eso, una alivio que me hizo respirar entrecortadamente. Sin embargo seguía temblando, estaba aterrada.

Lleve mi manos sacándome las tijeras del bolsillo antes de empujar la espalda y sentarme al tiempo en que seguia su imponente masculinidad apartándose de las incubadoras hacia la escalera metalica.

No dejé de mirarlo, sintiendo que regresaría y se me echaría encima, y aun cuando desapareció de mi vista, seguí mirando a la escalerilla. Traté de levantarme del suelo, peeo tan solo lo hice tuve que sostenerme de la incubadora, las piernas me temblaban como gelatina a punto de derretirse y enviarme al suelo otra vez.

No había manera de componerme de lo que acababa de suceder. Por un instante sentí que moriría y esa idea no escaparía de mi mente, porque sentía que cualquier otro movimiento me haría  dejar de existir.

Y él sería la causa.

(...)

Horas habían pasado desde lo ocurrido, pero mi cuerpo sentía todavia los efectos de su calor y mi cuello la textura de su lengua saboreandome la piel como si hubiese sucedido hacia tan solo unos minutos.

Todo este tiempo me quedé en las incubadoras delante de la computadora tratando de comunicarme con los del área naranja, manteniendo el extinguidor sobre mis piernas y las tijeras en el bolsillo principal. Eran lo único con lo que podía defenderme de cualquier otra cosa o, de él.

Mordi mi labio inferior y alcé la mirada una vez más hacia la escalera metalica. Debido a la poca iluminación y las sombras que los escalones creaban ,no podía alcanzar a ver nada del otro lado, pero sabia que él seguía ahí.

Aunque una parte de mí se sentía un poco tranquila de tenerlo apartado, pero otra estaba ansiosa y aterrada al no poder mirar si quiera su sombra y saber si su silencio resultaba ser porque algo peor le estaba sucediendo. Si su aspecto había cambiado, si se deformó más, si sus garras crecieron y sus colmillos se agranfsron. Saber si esa hambre que parecía no llenarse con galletas ni refresco si no con carne humana, creció más.

Sabes deliciosa. Estremeci con el recuerdo de su ronca voz y klevé la mano al cuello acariciando la zona donde él saboreó. Me estremeci con el recuerdo de su lengua y miré una vez la escalera temiendo que saliera como una bestia y volviera a atacarme en cualquier momento, esta vez, sin dejarme escapar.

No podía dejar de pensar en lo mucho que se forzó a contenerse para no lastimarme ni en la forma en que me miró cuando le rogué que no me matará. La frustración y la ira tan palpable en sus orbes depredadores me dejó en claro que él no quería lastimarme. No quería ser como los otros. Le desconcertaban sus colmillos y garras, y esa hambre perturbadora.

Extrañamente, a pesar de tenerle miedo y saber que podría empeorar, saber que quizás esa hambre creceris..., no quería estar sin él.

Que locura.

Debia haber perdido la cabeza, pero era cierto. No sabía qué tanto era el infierno que se desataba fuera de todas estas puertas, y lo que me mantenía con ese deseo de tenerlo a mi lado era la idea de que aquel hombre pertenecía al área naranja y que no vendrían por nosotros. La mujer ya no respondia a mis mensajes por mucho que escribiera así que las probilidades eran cada vez menores. Seguiriamos aquí, atrapados hasta que alguien más nos salvará o hasta que la comida se nos terminara. De algún modo tendríamos que hallar la manera de salir de aquí, y entonces, para sobrevivir a todas esas cosas, necesitaba a alguien como él.

Pudo ser capaz de saber cuando esas cosas llegarian al área mucho antes de que la computadora registrara su localizados y mucho antes de si quiera golpear las puertas. Seguro miraba sus temperaturas y eso nos ayudaría a sobrevivir, escapar y escondernos.

Me restregué el cabello con desespero antes de releer el cumulo de preguntas en el chat. Quise saber si les había sucedido algo, si acaso uno de esos experimentos contaminados entró a su área y por eso pasaban horas sin darme respuesta. Ellos no fueron los únicos con los que traté de contactarme, también envie mensaje al resto de las áreas buscando más probabilidades. Pero hasta ahora, no obtuve respuesta de ninguna.

Era como si estuviéramos solos.

De ser así, lo único que me quedaba era él y él me dio una oportunidad de sobrevivir, apartándose para controlarse. ¿No deberia ayudarlo?

De inesperado, mi mirada se detuvo en el cadaver junto a la expendedora. Me levanté y caminé en esa dirección hasta detenerme junto al órgano que Rojo 09 le arrancó.  Sobre mis cuclillas, lo observé más de cerca sintiendo como mi estómago se removía mientras recordaba la escena en la que él estaba a punto de comerlo. Una idea oscureció mis pensamientos, me dejó helada. Era tan espeluznante, tan desagradable, pero a la vez, podría ser la salida para que no empeorara.

Que él comiera el corazón, podria saciar su apetito y no intentaría comeré. Las dudas amontonadas hicieron que me tronara los dedos. No era mala idea, y no había una mejor que esta para intentarlo, pero era muy arriesgado. De hacerlo tendría que acercarme a él, y posiblemente terminaría de nuevo en el suelo, con sus colmillos en el cuello, sin vida. O tal vez no.

Suficiente.

Dejé de matarme con tantos pensamientos, y extendí los brazos sintiendo los espasmos en el abdomen cuando mis dedos rozaron la babosa estructura del órgano cardilevanté. Era blanco, delicado y resbaloso. Lo tomé y me levanté, apretando los labios al saborear las nauseas antes de emprender el camino a la escalera.

Las sombras cada vez se fueron aclarando con los pasos y me repetí que estaba poniéndome en mucho peligro, pero quedé confundida cuando en menos de un metro, seguí sin encontrarlo. O eso creí porque tan solo removi la mirada a lo lago de la profunda pared que se ocultaba detrás de la escalera...

Su sombria y varonil figura se vislumbró haciéndome titubear con los siguientes pasos. Estaba recargado contra la esquina, de nuevo con sus piernas abiertas y flexionadas, con sus antebrazos venosos recargados sobre sus rodillas y la nuca recostada en la pared.

Sus parpados enrojecidos permanecian cerrados y una arruga apenas se dibujaba en su entrecejo. Lo que terminó deteniendo junto a la escalerilla, fue reparar en sus carnosos labios manchados de sangre y en esas manos ensangrentadas cuyos dedos completamente regenerados me hicieron pestañear.

Volvieron a la normalidad. Eso fue lo que pensé antes de que la mirada se me cayera sobre un objeto largo y picudo en el suelo, las enormes garras estaban esparcidas a su lado, con sangre en la raíz de cada una. Se las arrancó.

¿Sus colmillos también? Por esos sus labios manchados de sangre...

—¿A qué has venido?

La ronquera bestial de su voz emergiendo al otro lado de la escalera me estremeció, alcé la mirada sintiendo una corriente de calor al hallarme con el rojo espeluznante de sus orbes.

La severidad tan cruda en su rostro me hizo tragar. Me enderecé y seguí el camino
rodeando la escalera hasta adentrarme al enorme espacio detras de ella. Mis pasos se volvieron lentos y mi respiración más complicada cuando él no tardó en dirigir una indiferente mirada al órgano en mis manos y con, fria seriedad la devolvió a mi.

Ahí estaba yo, quizas cometiendo un error o no. A punto de entregarle una parte humana a un experimento que tal vez podría hacerme sobrevivir. Pasé nerviosa la mirada a las garras arrancadas y la deposité en él  una y otra vez hasta detenerme a solo unos pasos de que mi converse rozaran sus descalzos pies.

—T-te traje esto—dije en voz baja, inclinando mi cuerpo con la intención de ofrecerle el órgano, el cual, por un mal movimiento terminó resbalandose de mis manos y rebotando junto a sus pies—. Lo siento...

Sus facciones se tensaron.

— Me atacaste porque tenias hambre..., tienes que comer.

No esperé ver como el tiempo se detenía cuando estiró la parte derecha de sus labios en una clase de burla estremecedora que sólo duró un instante.

Algo se encendio y cosquilleo mi abdomen.

—¿Estás tan segura que con esto me saciaré?

La asperidad en su voz por poco me confundió, pero alcancé a percibir esa dificultad en la que supe que  definitivamente tenía hambre, pero se esforzaba a mantenerlo oculto.

—Estoy segura que querias arrancarme el cuello y masticarlo—dije sin pensar—. Además, no puedes engañarme, sé lo que vi, ibas a comerte este corazón.

Respiró hondo y cerró los ojos para luego mirarme con severidad.

— Llevátelo.

—No. Sé que lo quieres —contradije—. Sí lo comes...— tragué con apuro cuando las palabras no quisieron salir de mi boca—. Debes comerlo, así tu hambre disminuirá.

Mis rodillas empezaron a temblar cuando él no dejó de mirarme. No quería entrar en pánico pero ya lo estaba haciendo cuando deslizó esa temible mirada a mi cuello.

—Me temerás.

—Ya te temo—murmuré, no iba a mentirle—. Pero no quiero que por tu hambre enloquezcas.

—¿Y crees que probando carne humana no enloquecere?— arrastró entre dientes y me estremecí.

¿Y si enloquecía después de comérselo? Esta quizás era una terrible decisión. Tal vez estaba entrando en la cueva del lobo fero, una cueva en la que seguramente no podría salir porque el corazón podría despertar en él un hambre aun más insaciable.

De cualquier forma, tenia que intentarlo.

—No sabemos como abrir esas puertas, ni sabemos si alguien vendrá por nosotros—puntualicé —. Mucho menos sabes si tu hambre crecera durante este tiempo que permanezcamos atrapados, así que come, alimentate y no me lastimes por favor.

Probablemente mis palabras eran egoístas e insensibles para él, pero quería sobrevivir, quería salir de este lugar y regresar con mi familia... y quería que él sobreviviera con lo que le restará de su humanidad.

—5 minutos para abrir la puerta número 13— La voz computarizada me sobresalto en mi lugar.

¿5 minutos? ¿Tan pronto había pasado un día? No, eso no era lo que me tenia tan aturdida si no lo que dijo. No solo la desbloquearia, si no que la abriría también. Eso significaba que, ¿podriamos salir del área? La ansiedad llenó de aire mis pulmones y me aparté rápidamente sin decir nada ni mirar atrás.

Lo que menos quería era ver como se lo devoraba ni como perdía la cordura al hacerlo. Posiblemente hice mal, o no... Lo que era claro era eso, su hambre haría que volviera a atacarme.

Me acerqué al escritorio leyendo la ventanilla nueva que daba el mismo aviso. Sí, la puerta seria desbloqueada y se abriría dejándonos libre el pasillo al otro lado, saldriamos de aquí. La duda era saber si una vez abierta no nos encontraríamos de nuevo con esta monstruosidad o más.

No, si fuera sido así, y esa cosa estuviera cerca, él lo informaría.

No teníamos armas con qué defendernos y quizás ese pasillo terminaria enviándonos a un lugar peor.

Rápidamente escribí un mensaje al area naranja:

—. Nadie a venido por nosotros y la última puerta está a punto de ser abierta, ¿les sucedió algo? Por favor  díganos hacia dónde ir e iremos con ustedes. ¿Cómo salimos de aquí? ¿Pidieron ayuda? ¿Vendrán los militares? ¿Cerramos la puerta y seguimos esperando?

Nada me aseguraba que me responderían puesto que llevaban horas sin hacerlo. Seguir esperando era igual de riesgoso que salir del área y aunque el área parecía ser un lugar seguro debido a que las puertas podían bloquearse, no sabiamos lo que ocurriría tarde o temprano si más de esas cosas venían aquí.

Era mejor abandonar esta zona antes de que empeorara, era mejor hallar una salida cuanto antes del laboratorio, o si no, nunca saldriamos.

Miré la cuenta regresiva y mordí mi labio antes de revisar la enorme pantalla. No había cámara que nos mostrará el pasillo ni los otros cuyas puertas ya estaba bloqueadas. Era imposible saber si del otro lado de la puertas 13 seguia ese experimento o habían más esperando su apertura.

El único que lo sabría era él, y si no había nada que nos amenazara, podríamos salir de aquí.

—Alerta intruso, alerta intruso, ExVe 37 en la puerta número 1, acceda al sistema para dar acceso o bloqueo.

¿Otra criatura? A punto estuve de tomar el mouse cuando una nueva ventanilla apareció en la computadora, pero de reojo logré atirbar esa sombria masculinidad que me torció el rostro con fuerza. El corazón se me contrajo y aceleró cuando reconocí esa ancha espalda acercándose cada vez más a la primera puerta. Era él, Rojo 09.

Sentí sumergirme en un fuerte escalofrió cuando reparé en su perfil. Más que en esa respingona nariz, en la bata, esa que llevaba manchas de sangre.

Se lo comió.

Pero lejos de mi perturbarme más, me relajó. Comer aquello no parecía volverlo una bestia, sus manos seguían completas, no había parte de él deforme, no parecía perdido ni hambriento.

La firmeza con la que se detuvo delante de esa puerta, ladeando el rostro con una seriedad ante la deforme cara del experimento proximandose del otro lado... seguia siendo él.

—¿Por qué no la has bloqueado?— La piel se me erizó con la lentitud en la que su voz soltó aquello al tiempo en que hizo un tenso movimiento de su mandíbula.

Respingué ante el estruendos amortiguado del enorme puño de la criatura estrellándose en la ventanilla de la puerta. Resccioné y volví a la computadora  bloqueando la puerta enseguida.

La voz computarizada no tardó ni un solo segundo en dar el aviso y levantar las paredes metálicas. No pude evitar alzar de nuevo el rostro y sentir un estremecimiento soltandome el aliento al encontrar su imponente figura apartándose de la puerta. Èl estaba viniendo hacia aquí, hacia mi.

¿Y por qué estaba poniéndome un poco nerviosa?

—¿Funcionó?— quise saber.

—¿Tú qué crees?— arrastró con ronquera.

Se detuvo al otro lado del escritorio. Su endemoniada mirada me recorrio el rostro y se detuvo en mis labios. Un instante dejé de respirar y me olvidé de lo más importante perdiéndome en su rostro, dibujando sin poder contenerme cada faccion que construía su inquietantemente masculinidad. No iba a acostumbrarme nunca a esa mirada depredadora ni mucho menos a su rostro preguntándome si acaso todos los experimentos fueron así de atractivos. Pero lo que perturbaba era su bellesa tan aterradora y enigmática. Verlo me parecía algo incapaz de ser creado, de existir físicamente dejando de lado su canibalismo y las deformidades anteriores. Era como si el mejor artista del mundo lo hubiese creado con la mejor pluma de oro nunca antes usada.

—Deja de temblar. No me darán ganas de lamerte el cuello y aunque quisiera probrarte no te haría daño—Que me dijera eso hacia imposible que no le temiera más, sobretodo cuando sus colmillos resaltaban con el tenso movimiento de sus carnosos labios, esos que estuvieron en mi cuello, lamiendome la piel —. No quiero me veas como un peligro para ti.

Un extraño calor floreció en mi pecho y pronto, se heló cuando desvié la mirada de su rostro a las migajas de su bata.

— ¿Sabes si detrás de todas las puertas que bloqueamos siguen los experimentos contaminados? —pregunté, desviando el tema. No quería pensar en eso, solo me adentraría a una interminable confusión, y ahora lo más importante, era volver a bloquear la última puertas en caso de que el experimento 05 volvió y estaria esperándonos.

—A excepción de la criatura en la primera puerta, no hay ninguna otra temperatura al rededor del área —su respuesta me dejo sorprendida, ni siquiera revisó una vez más, sin embargo pude imaginar que lo supo cuando revisó horas atrás—.  Tú calor es lo único que puedo y quiero ver.

Se nuevo el incomodo calor hormigueandome el centro del estomago y subiendo por todo el rostro me hizo pestañear.

—L-la puerta 13 se abrira en menos de 5 minutos— cambié el tema mirando a la última puerta, él hizo lo mismo sin ningún gesto —. Creo que deberíamos salir de aquí por medio de ella y buscar el área naranja. Ahí están los sobrevivientes... 

Los músculos se me contrajeron cuando esos fúnebres orbes volvieron sobre mi.

— Intente contactarme con ellos, pero al parecer no vendrá por nosotros, así que...  deberíamos buscar una salir de aquí o buscar esa área.

—Salir de aquí sería aun más peligroso— pronunció con espesa lentitud.

—Pero quedarnos más tiempo tarde o temprano también lo sería, ¿no lo crees?

—Hay un problema con tu plan—esbozó con el mismo tenso movimiento de labios —, no recuerdas nada de este laboratorio y a mi se me negaba abandonar la habitación, por lo tanto, tampoco conozco lo que hay fuera de estos pasillos. Debes saber que salir de aquí no será sencillo.

—Lo sé— susurré—. Sé que será muy peligroso salir del área, pero si llega el momento en que una de esas cosas logre entrar, entonces no tendremos como escapar, tu podrías salir herido y yo...  Pasaríamos el mismo peligro fuera del area, pero con la única diferencia de que podríamos tener más opciones. Si actuamos cuidadosamente cuando veas una temperatura, lograremos encontrar una salida y sobrevivir.

Apretó su comisura y ladeó su rostro dirigiendo una sería mirada a la puerta 13.

—No es un buen plan ya que no tenemos con qué defendernos, pero...

— Si quieres salir de aquí, lo haremos—La asperidad de su respuesta y esos orbes fúnebres volviendo sobre mi, me aceleraron la respiración—, pero estarás detrás de mi en todo momento.

No era una petición, si no una orden a la que asentí sin pensar.

—¿Crees poder matar otro experimento como lo hiciste con el de la incubadora diez? —acallé el nuevo silencio —. Si es que nos llegaran a atacar, ¿crees poder?

Quizás era una pregunta egoísta porque podía tomarse como si le estuviera dando esta responsabilidad de protegernos. En realidad también haria lo posible por luchar, pero si tuviéramos que compararnos al no tener armas, él seria el más fuerte para protegernos.

Pero la cuestión era saber si esas garras volverían a salirle... Así que al final mi pregunta era una tontería.

—Yo te protegeré, esa es una promesa.

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