El hambre de 09 Rojo

EL HAMBRE DE 09 Rojo

*.*.*


El shock era tanto que no supe en que momento aquella criatura saltó del techo y se encaramó en un empujón hasta al suelo junto a las máquinas de alimento, evadiendo al instante, el golpe de los tentáculos negros que se esparcieron sobre nosotros.

No eran tentáculos, pero era la única forma en la que podía explicar lo que estaba viendo.

Se me comprimió el estómago cuando vi la forma en que se sostuvo sobre sus canclillas, doblando sus rodillas y sosteniendo su peso en los brazos. Estiró su largo cuello y nos observó. Pasó su mirada del hombre a mí y volviendo a él. Todo su cuerpo estaba bañado en escamas, ninguna se le había caído aun rebelando parte de su piel humana... Retiré la última palabra de mis pensamientos instantáneamente en cuanto lo encontré agrandando su boca, toda esa piel de su mejilla se estiró hasta romperse y dejar ver la grandeza aterradora de todos esos colmillos mucho más largos que los del hombre a mi lado.

¿Tan siquiera era humano? No, definitivamente este no lo era.

Mis huesos saltaron debajo de mi piel cuando gruñó. Los esféricos ojos ensangrentados de la criatura se abrieron clavándose en nosotros.

— ¿Qué es eso? — se me rasgó la voz del miedo. La verdad era que nunca me detuve a revisar la incubadora diez, pero se miraba exactamente igual al cuerpo de la incubadora ocho.

¿Cómo fue qué salió de su incubadora?

Desde la espalda baja, se alargaba hacía atrás una engrosada cola como la de las lagartijas. Pero más bien parecía un largo tentáculo como los de la mano del hombre.

Un brusco movimiento desde sus hombros nos puso en alerta. Algo filoso, como un hueso rompió su carné colgandole sobre el pecho en tres partes.

No era un hueso. Eran tentáculos. Los mismos que los del hombre a mi lado.

— Eso te está pasando a ti también — susurré entenebrecida.

Retrocedí con las tijeras empuñadas atrayendo la mirada de la criatura y haciéndola gruñir. No lo pensé mucho cuando corrí con la intención de ir por el extintor antes de ver como los tentáculos se despegaron del techo dejándose caer sobre las máquinas de alimento, la fuerza con la que se separaron cuando la criatura intentó echarse a correr a uno de los extremos del laboratorio, terminaron envolviéndolo, o eso quise pensar...

Cuando un leve gruñido a mi izquierda me hizo voltear.

Estaba ahí, a metro de mi y encima de la pared metálica de la que colgaba la enorne pantalla. Sus deformes manos aferrando las garras en las bocinas, su espalda encorvada y su rostro que cada vez parecía agrandarse del lado izquierdo...Sus ojos entornados en mi dirección. Esas diabólicas esferas rojas que me reflejaban, inyectaron miedo.

Retrocedi de nuevo y aunque todo mi cuerpo amenazaba con quedarse paralizado al verlo alzarse de un salto sobre mí, mis brazos respondieron lo contrario.

Tomé el extintor y apretando todos los dientes lo levanté en defensa. El tiempo se detuvo entonces dejándome ver tanto los tentáculos del hombre de la incubadora 9 estirarse hacía nosotros, como ver el rostro deforme de la criatura cayendo con lentitud.

Las escamas se hallaban adheridas a él como si fuera su única piel, marcaban incluso sus aterradoras facciones. Extendió sus garras con la misma lentitud y abrió su hocico que se rasgaba por encima de sus pómulos, mostrandome su larga lengua y esos colmillos aterradores. Todo el calor de mi cuerpo se escapó por ese instante y un frio intenso tomó su lugar enseguida. Era imposible que el extintor llegara a golpearlo antes de que mi cabeza se encontrara en su garganta siendo masticada.

Pero sucedió, aquellos tentáculos golpearon el torso de la criatura. Su hocico ni siquiera me rozó un solo cabello, pero su aliento ya estaba clavado en mí. La fuerza de los tentáculos rozó con el extintor que tenían mis manos logrando que, incluso, todo mi cuerpo terminara cayendo también por la fuerza de sus movimientos. Y de la sorpresa, ni siquiera pude detenerme con los brazos cuando mi mentón ya había tocado el suelo y el golpe aturdió mis sentidos.

Gemí de dolor.

La criatura que había salido disparado entorno a la pared al baño, hizo que ésta vibrara y grietas empezaran a alargarse sobre la misma. El polvo se alzó rápidamente como el humo y nubló toda esa área. Me paré sin reparar en mis dedos lastimados o mentón que palmeaban con dolor. Vi al hombre de la incubadora 9 pasar junto a mí: una de sus manos rozó mis nudillos y el calor que con anterioridad se escapó de mi cuerpo, volvió a mí. Caminó en dirección suya, quedando a tan solo unos pasos para atraer los tentáculos que mantenian cautiva a la criatura.

Todos mis músculos estaban endurecidos, pero eso no impidió que volviera a alejarme, escondiéndome detrás de una de las incubadoras repleta de agua rojiza. Aunque esconderme no haría mucha diferencia y mucho menos correr, porque definitivamente no había cómo escapar. Observé, atenta y estremecida como en ese instante él alzaba a la inconsiente deformidad — quizás antes humana— y, dejaba que sus tentáculos resbalaran por todo su estómago hasta tomarlo de brazos y piernas.

Me pregunté qué era lo que haría, seguramente se aseguraría de que estuviera muerto, lo cual parecía. La parte de su pecho se encontraba menos ancha de lo que recordaba, los huesos de sus hombros y costillas estaban contraídos a su interior a causa de lo mucho que sus tentáculos lo habían apretado, y una de sus costillas atravesaba la piel de su costado izquierdo. Era seguro que estaba muerto, sus pulmones habían sido atravesados también.

El silencio se apodero de todo el laboratorio, sobre todo de él que no inmutaba ni una palabra mientras examinaba el cuerpo escamoso. Levantó su brazo, esa que aún tenía forma humana, y vi como sus uñas engarrotadas atravesaban el centro de su pecho.

La sangré se derramaba por todo su brazo humano. El crujir de los huesos de la criatura, tronando bajo la penetracion de su mano, lo hizo estiras la única comisura que era capaz de ver en su perfil.

No supe si era una sonrisa o una mueca pero ese acto logró que un sinfín de escalofríos se deslizara por mi espinilla.

Solté un jadeo silencioso cuando arrancó algo de su interior, un órgano que sus garras rodeaban.

Le arrancó su corazón.

Finalmente, retiró los tentáculos dejando al resto de su cuerpo caer al suelo.

Inmediatamente noté como todos esos tentáculos se reducían de tamaño. Tragué con fuerza desviando la mirada, con los latidos resonándome en los oídos. Y una vez recuperé la claridad de mi vista, la devolví a él. Los tentáculos, todos, habían desaparecido y sus dedos que en un principio estallaron, aparecieron nuevamente tomando el corazón.

Olfateó el órgano, una acción y cercanía que no esperé jamás.

Y lo lamió.

Algo inexplicable picoteó todo mi cuerpo, y un miedo terrible me invadió, advirtiéndome, sacando el impulso en mis piernas de salir del escondite en un solo empujón cando él abrió la boca y sus colmillos se relucieron por encima del órgano.

—¡No!—grité y mi propia exclamación me tomó por sorpresa.

Se apartó el órgano y torciendo sus labios, contrajo la mirada carmín en un gesto consternado. Lo dejó caer al suelo y retrocedió llevando su mano al estómago, con la mirada en el cuerpo sin vida.

—Te lo...— Tragué en seco y me dejé ver de nuevo el órgano—. ¿Te lo ibas a comer?

Sí, la acción era obvio. Se lo iba a comer y eso me dejó mucho peor que antes.

Rápidamente, intercepté su caminar y tan solo supe a dónde se dirigía, mis rodillas se estremecieron. Busqué las tijeras, se habían resbalado de mis bolsillos cuando me caí, y corrí a recogerlas, siendo lo único con lo que podía defenderme.

Retrocedí de inmediato.

— ¡Alto! —exclamé, enseñando con advertencia, las tijeras en mis manos. Al fin tuve sus ojos fuera de mí, solo para revisar el objeto filoso—. Detente.

—No voy a lastimarte.

—Entonces no te acerques a mí—advertí.

Escamas gueron resbalando como sabanas del resto de su torso y más abajo. No bajes la mirada.

—Pero eso es lo que quiero.

—¿Para ver si huelo mejor que su corazón?— exclamé de vuelta.

Se detuvo al otro lado de las  incubadoras. Su mandíbula se tensionó y chasqueó los dientes con un atisbo de irritación antes de reparar con esa severidad las tijeras en mis manos.

—Si quisiera matarte ya lo habría hecho.

—No confío en ti, así que responde mis preguntas antes —terminé con una orden. Y no, no me sentía segura sabiendo que las tijeras no le harían nada—. ¿Qué tipo de experimento eres?

Enfureció aun más la mandíbula.

—Soy yo...—se señaló, vi la forma tan intrigante en que sus cejas pobladas se hundían—. Soy Rojo 09—respondió.

— Eso no me responde nada—apunté, mirándolo con severidad aunque, mi interior era un desastre teniendo su mirada reparando mi rostro—, ¿por qué los crearon?

—Para ser una mejor verión que ustedes. Pero tampoco estoy seguro de que sea esa la razón—negó, ladeando su rostro con los mechones largos de su frente sombreando su aterradora mirada—. No se crea nada sin un propósito egoista, ¿no es eso cierto?

No supe sí trataba de jugar conmigo o qué, pero eso de que eran una versión mejorada de nosotros era imposible de creer despúes de todo lo que acababa de ver.

— Entonces...—hice una pausa, elevando más las tijeras— . ¿qué le pasó al de la incubadora diez?, ¿por qué tienes tentáculos como los de él?

Enderecé mi postura, esa que por el instante había flaqueado cuando su aspecto tan humano me golpeó los nervios. Alzó únicamente la mirada sin dejar de acariciar su mechón, y la depositó en alguna parte de mi rostro.

—Si te digo que ignoro todo lo que esta ocurriendo, ¿creerias en mi?—arrastró con asperidad.

Estaba diciendo que ni siquiera él sabía que de su brazo saldrían tentáculos, o que el de la incubadora 10 se volvería así. O, que tampoco sabía de su perturbador apetito, ni de sus colmillos, ni de las escamas que antes se le pegaban a la piel. Pero era absurdo. Todo lo era. Michelle dijo que esas cosas estaban en todas partes, la cuestión era saber si esas cosas estuvieron antes en incubadoras también, y si esas cosas simplemente eran los experimentos que creaban aquí y los cuales dejaron escapar, o se escaparon.

Voy a volverme loca porque no entiendo qué esta pasando.

Movió sus piernas, rodeando las primeras incubadoras que, por segundos habían cubierto gran parte de su vientre y piernas. Pero tan solo las pasó y no hubo nada que se interpusiera en nuestro camino, pude verlo completamente.

Muy pocas escamas seguian es su piel, solo piel blanca en la cual se dibujaba a la perfección cada una de esas abdominales a lo largo de su torso, y esas gruesas líneas que nacían bajo su cadera y a lo largo de su vientre, tomando una dirección a esa zona impecable de vellosidades donde ese ...

—¿E-el monstruo de la puerta 13, antes era una persona?—la voz me tembló y de repente la incomodidad y el calor en mi rostro me inmoviliza. Esta desnudo y yo no dejó de verlo..

Me obligué a apartar la mirada, descubriendo que ni siquiera podía mantenerla en esos orbes carmin.

Arqueó una ceja y, sin detenerse inclinó la mirada, viendo a su entrepierna.

—Estoy seguro que antes lo fue —recalcó—, pero al igual que tú, no entiendo lo que lo llevó a esa evolución.

—Y tú... ¿te volverás como ellos?

Al verme retroceder una vez mas, se detuvo delante de la incubadora siete.

—Dudo que suceda. Ahora mismo soy solo lo que ves, un humano.

Pero con tentáculos que salieron de tú brazo. Era tanta confusión que necesitaba un momento para ordenar mis pensamientos.

—No soy una amenaza para ti—insistió.

—Eso no lo sabes —contradije, aunque lo cierto era que él tenia razón, su quisiera matarme, desde cuando que lo habría hecho—. Solo quiero salir de aquí, con vida... ¿Sabes cómo abrir las puertas?

Sus orbes carmín pararon en mis pies y fueron subiendo de tal forma por cada milímetro de mí cuerpo que me sentí inmediatamente vulnerable y con la piel erizada.

—Me temo que no.

¿Se atrevia a mentirme  tan descaradamente?

— Entonces, ¿cómo supiste la manera de abrir tus incubadora? —Lo miré con sospecha, sentía que no estaba siendo sincero, que estaba mintiéndome, que algo ocultaba.

—La maquina es la más cercana a nosotros, por ende, seria sencillo memorizar sus movimientos. Pero cuanso abren las puertas cubren los dígitos —contestó con lentitud—. Tomando en cuenta que no todo el tiempo estamos despiertos para observar lo que hacen fuera de nuestra incubadora.

Dejé de prestarle atención cuando algo más llamó mi atención y me volteó dirigiéndome a la incubadora 10. No estaba abierta e incluso todavía estaba llena de agua. ¿Cómo pudo salir?

Levanté mucho el rostro encontrándome con que la parte superior de la incubadora, la cual contenía una clase de tapa gruesa y metálica con tuberias, estaba removida. Así fue como logró salir, pero, ¿cómo pudo abrirla? Desde aquí abajo no podía ver mucho ni con exactitud, sin embargo, alcanzaba a reparar en esos cabes rasgados colgando detrás.

Si logró salir de su propia incubadora, ¿no tendríamos que estar preocupados por la chica de la incubadora ocho? Quizás no tanto, aun cuanto era muy alta, la parte superior quedaba muy arriba de ella, seria imposible alcanzarla, a menos que trepara como esa cosa lo hizo...

Una, tan inesperada, caricia por debajo de mi mentón me heló la sangre, por instinto mi mano apartó esos desconocidos dedos y mi rostro se giró. Eché un brinco del susto y un chillido apenas audible escapó de mis labios cuando lo encontré justo frente a mí, a centímetros de tocarme con su mano alzada y estirada. Retrocedí o eso intenté cuando sus dedos rodearon mi brazo y en un leve jalón me atrajo a él. El musculo de mi brazo sintió ese escalofrió por el contacto cuando sus dedos resbalaron hasta mis nudillos. Mi corazón se aceleró, turbio, aterrado de ver por segunda vez, en esa corta distancia, sus escalofriantes ojos en los que me reflejaba.

Era como ver oscuridad y sangre, una oscuridad muy peligrosa, únicamente eso. Reaccioné cuando, por segunda vez quiso tomarme del mentón, terminé empujándolo y levantando las tijeras hasta dejarlas a pulgadas de su garganta.

Su mirada se sombreó repentinamente y alzó su mentón. Serio y peligroso tal como sus orbes carmín, por ese instante sentí que estaba tentándome a que lo hiciera, a que lo hiriera.

—Deja de temblar, no te haré daño— repitió con la misma seriedad.

Sus dedos dejaron mis nudillos, el frio volvió a invadir mi piel de inexplicable forma. Se miró sus dedos, vi hacia esa dirección y encontré que estaban levemente manchados de sangre.

— Estas sangrando.

¿Sangrando? Me pasea apresuradamente el torso por mi mentón y ardió con el simple tacto. Miré la sangre en mi mano, recordado la caída que tuve con el extintor, después de todo había sido un golpe que no pude detener. Tragué el miedo y retrocedí dos pasos, apartandome más de él.

— ¿Ella es igual que ustedes? —cambié el tema, mirando a la chica en su incubadora.

Dirigió una mirada a la incubadora ocho. La mujer se hallaba en el suelo abrazándose a sus rodillas en tanto mantenia su rostro levantado, aparentemente mirandolo a él.

Asintió.

— ¿Es peligrosa?

Una inquietante curva cruzó sus carnosos labios y sin responderme se detuvo delante de su incubadora. Ella se levantó casi de golpe, acercándose a él, colocando ambas manos en el cristal sin apartar su rostro del suyo, con un cristal siendo lo único que separaba los últimos centímetros entre ambos.

El ambiente se sintió extraño y no dudé en analizar su postura, el modo en que sospechó cada vez más se agitaba como si tenerlo cerca le provocará una emoción.

Aunque con anterioridad tuvo un comportamiento inquietante, ahora mismo, parecía una chica normal,  confundida. ¿Se transformaría en algo parecido al experimento 05 y 10?

Él se apartó y su hombro me rozó cuando me pasó de lado, volteé sobre mis talones para seguirle con la mirada, iba en dirección a la máquina donde detuve sus muertes.

Más escamas resbalaron. No bajes la mirada.

—¿Es peligrosa?—volvi a preguntar.

—Podría resultar ser igual que el décimo e intentaria matarte.

— ¿Y tú? — enfaticé —.  ¿Tú intentarían matarme?

Mucho miedo se añadió a mi cuerpo cuando él abrió sus labios carnosos para responder:

—No, nunca lo haría.

—¿Qué me lo asegura?

Rozó sus dedos sobre la gruesa palanca y la tomó. Apenas reconocí cuál era, tiró de ella con una fuerza que terminó partiéndola por la mitad.

—Sistema de trituración acelerado, activado.

Extendí los parpados ante el sonido de un abanico encendiéndose y detuvo mi respiración. No quise voltear al saber lo que había hecho y lo que sucedería, pero lo hice cuando escuché esos ahogados gritos de dolor ahogándose en alguna parte.

Solté un entrecortado jadeo.

—¿Qué... hiciste?

La sangre empezó a salpicar el cristal, sus manos, esas que estaban cubiertas de escamas, se aferraban a los lados de la incubadora. Estuve segura de ver como sus dedos se alargaban tomando casi la forma de los tentáculos que salieron del brazo de Rojo 09. Tenía el rostro entornado en dirección al abanico. Las aspas estaban triturándola, jalando su cuerpo cada vez más haciéndole menos poder detenerse, el dolor se emitía con sus infernales gritos hasta ser quejidos agonizantes, en segundos ella había dejado de luchar, dejándose resbalar. Y cuando solo vi su cabeza, retiré la mirada, apretando las tijeras.

La trituró. Él la mató.

Solté una fuerte exhalación en cuanto el sonido del abanico dejó de fluir. Seguía perturbada, no por toda la sangre sino porque hasta él sabía cómo matarlos y lo hizo sin siquiera pestañar. Sin dudar y con una frialdad tan perturbadora...

—Prefiero ahorrarme amenazas antes que tener que lidiar con otro.

Ahora menos me sentía a salvo.

Un quejido ronco me sacó de mis pensamientos. Solo ver la forma en que se sostenía la cabeza y estrellaba su mano en la maquina para sostenerse, me hizo saber que otra vez se pondría mal.

Se arrodilló escupiendo entre dientes otro quejido y recargó su espalda en la máquina, recostando su nuca también. Dudé en acercarme esta vez, pero mis piernas se movieron involuntariamente como si mi propio cuerpo tuviera voluntad propia.

No pude detenerme sino hasta que estuve arrodillada a su lado. Llevé la mano a su frente, y tan solo la recosté en su caliente y humeda piel, sentí sus largos dedos estrellarse en mi muñeca y rodearla. Sin embargo no la apartó.

— ¿Por qué te está dando tanta fiebre? — musité confundida.

Eso no era todo, también estaba temblando. La bata se vislumbró en mi mente y me eché a correr a los cortos escalones para tomarla del suelo, girarme y volver hacia él. Sentí como los pasos se me volvían lentos al encontrar su endemoniada tan fijamente en mi. Esa que traté de ignorar cuando me puse sobre las cuclillas y me incliné contra él. Podía sentirlo atento a cada uno de mis movimientos, la fuerza de su intensa ferocidad bombeando aceleradamente mi corazón en tanto rozaba los dedos sobre sus calientes y anchos hombros cuando  coloqué la bata y la acomodé de tal modo que cubriera hasta la parte baja de su cadera.

—Déjatela puesta—pedí.

Nuestras miradas se encontraron y el calor se apoderó de cada centímetro de mi piel, de
nuevo ese temor estremeciendo mis huesos y esa feroz fuerza hundiéndome en sus orbes carmín.

Era inevitable, y claro que tenía objeto para temerle, pero también, estaba esa extraña sensación enigmática que me obligaba a permanecer así, aferrando los dedos a la dureza de sus hombros, inmensamente atrapada en él. En ese perturbador encanto que emitía la oscuridad de sus ojos.

Me obligué a romper la conexión y a abandonar sus hombros, estuve a punto de llenar mis pulmones de oxígeno y apartarme cuándo de improvisto su mano hundiéndose en mi cabellera y apretandonw la nuca me atrajo de vuelta.

Sentí un desgarrador grito explorando mis entrañas y destrozando mis rincones más nerviosos cuando su lengua se estiró sobre la piel de mi mentón y lamió la herida, manchándose con mi sangre. Sus ojos estaban viéndome, con un brillo satisfactorio y lleno de malicia.

Gemí y temblequeé.

Lo empujé y me dejé caer sobre mi trasero para retroceder y luego levantarme de golpe con una mano en mi mentón. En shock. La sensación de su extremidad colonizando ese trozo de piel seguía ahí, firmemente aterrorizante.

Solo de ver como parecía degustar mi propia sangre en su boca, me hizo apartarme más.

— Es que quieres comerme, ¿y por eso no me matas?—Tirite a causa de mis propias palabras secas y bajas. Sus ojos volvieron a alzarse, su brillo desapareció esta vez intercambiándose por un oscurecimiento más inquietante.

—¿Crees que te guardo para la cena?

Un latido se me aceleró.

—Lamiste mi sangre— esbocé horrorizada.

Estiró la parte derecha de sus labios en apenas una mueca que, para mi desgracia, no pude dejar de ver.

—Hice lo que tú has hecho por mí—aseveró, antes de agregar con el mismo tono de voz: —. Te curé.

Miró a mi mentón y pestañeé consternada. Sobé esa parte en la que me había lastimado con la caída y no sentí más dolor, ni siquiera sentía la herida. Seguí tocando, incrédula, palmeando una y otra vez hasta que estuve segura de que sí, la herida ya no estaba ahí.

— ¿Con tu saliva? —Mi voz salió con sorpresa.

—Con mi sangre—Se llevó la mano a la frente apartándo los mechones  negros—. Mordí la lengua para depositar de mi sangre en tu piel. Las células de mi cuerpo regeneran cualquier tipo de herida, no obstante, no es lo único que hacen.

¿Hablaba en serio?

—Eso quiere decir que tu sistema inmunológico debe ser más fuerte, ¿no? Si es así no debería darte fiebre.

—No entiendo el porqué de estos síntomas — Atrajo su rodilla para recargar su brazo —, pero no son normal.

Exacto, no lo era. Él era como el de la incubadora 10, y podría deformarse como el experimento 005 del área negra.

Aun cuando dijo que no me haría daño, nada me lo aseguraba. No podía confiar en alguien que desconocía lo que le sucedía y de lo que era capaz si empezaba a comportarse como el otro.

Ademas, estuvo a punto de comerse el corazón y en mi mente la satisfacción en su mirada al momento de larme mi herida y probar la sangre, estaba intacta, ¿era canibal?, ¿a estos experimentos gustaba la carne humana? ¿Los alimentaban así?

Pensar en eso me dio escalofríos. Era... asqueroso.

—¿Tienes hambre?—la pregunta brotó inesperadamente de mis labios y evadi su mirada—. Te traeré algo para que pruebes.

Era una excusa para apartarme de él. Me levanté y salí del centro de las incubadoras dirigiéndome a la maquina de comida chatarra. Le eche una mirada al cadaver y a ese órgano ensangrentado. Me costaba mucho creer lo que acababa de ocurrir y lo que terminó por retorcerme la columna fue el recuerdo de sus dedos estallando y esos tentáculos saliendo.

Mis pensamientos eran una habitación muy ruidosa, muchas preguntas y ninguna respuesta, y él tampoco sabia lo que estaba sucediendo. No había manera de saber si experimentos como él eran de los que el grupo en el área naranja trataban de protegerse.

Saqué de la máquina de bebida una gaseosa y tomé un par de galletas, la única manera en que confiaría en él, era solo si comía esto.

Me volví y antes de dirigirme a él, me detuve frente a la computadora, la pregunta que le hice a Michelle todavía seguía sin ser respondida y no tardé en acomodar los alimentos en el escritorio y teclear una más, no sin antes echar al hombre quien se había levemente inclinado en el espacio entre sus piernas, con los antebrazos sobre sus rodillas y una mano sosteniendo su frente.

De nuevo se veía mal.

—. Esas cosas de las que hablas, ¿son experimentos?

Mordi mi labio y seguí escribiendo.

—¿Esas cosas tienen tentaculos y colmillos?

Tomé el mouse y leí toda nuestra conversación, esperando una respuesta que no llegó. Decidí tomarme un minuto más y pasar al siguiente chat y no encontrar nada relevante me hizo entrar al siguiente.

Solo entonces me detuve ante una conversación que se dio mucho antes de que los del área naranja enviaran el suyo.

La leí intrigada por las palabras:

—. Ya estoy dentro del área blanca, diganme por favor que estan ahí.

—. ¿Daesy?, ¿Malcom?

—. ¡Por un demonio, respondan!

—. Malcom me dejó sola.

—. ¿Los siguió una de esas cosas?

—No. Entró en pánico y se fue. No sé qué hacer, tengo miedo, ¿por dónde empiezo? Malecón sabia de esto, yo no. No conozco de incubadoras Ronny, tengo mucho miedo, por favor ayudame.

—. Tienes las indicaciones contigo, ¿cierto?

—. Sí, pero no están ordenadas, no sé por donde empezar. Ayudame.

—. ¿Hay incubadoras rotas?

—No. Parecen dormidos.

—. Asegúrate que los sedantes sigan alimentando sus cuerpos. Así no despertaran con el ruido que harás cuando actives las persianas metalicas.

—. ¿Ya los aseguraste?

—. DAESY.

—. Sí, pero, ¿esta bien matarlos? Los enfermeros rojos no parecen haber sido expuestos, no están deformes, Ronny, creo que estaría bien despertarlos y ayudarlos. Así seriamos más, nos podrían ayudar. 

—. En serio, ya lo comprobé, ninguno está deforme. Ninguno muestra signos como los otros. Voy a despertar al primero para averiguar más.

—. No. Te dije que es imposible. Ni lo intentes.

—. No despiertes a ninguno, no toques sus incubadoras. Solo has el trabajo y vuelve.

No hubo una respuesta al último mensaje pero, lo que más me confundió fueron los siguientes:

—. Todos los incubados fueron expuestos a esas sustancias por igual. Se les alimento a la misma hora así que todos están contaminados. Es evidente, su cuerpo seguro no se deforma como los otros debido a su sangre.

—. No liberes a los ExrRos. No desactives el filtro de sedantes Si uno de ellos se despierta y rompe la incubadora será demasiado tarde para ti. ¡Así que no te atrevas!

—. ¡Son caníbales, Daesy! No te van a reconocer, se volvieron agresivos. Filtra el tiempo para su trituracion y sal de ahí ahora mismo.

—. Por favor amor, tienes que regresar ya.

— ¿Canibales? —tartajeé, sintiendo el temblor en todo mi cuerpo.

Yo estaba en el área roja.

Liberé a uno de ellos de su incubadora.

De repente un tintineo en el chat del área naranja, me hizo entrar en él. Hubo una respuesta a mis preguntas que me lanzó el corazón al suelo.

—. Sí.

Mis pulmones me desinflaron sintiendo como el calor me abandonaba.

Liberé a un contaminado...

(...)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top