El agujero del adiós
EL AGUJERO DEL ADIÓS
*.*.*
Tan rápido como esos tentáculos se abrieron paso al exterior del agujero evadiendo la primera bala que dispararon, tan rápido como se estiraron por todo el sendero del techo hasta sostenerse de la única parte colgante de la escalerilla de emergencia para lanzar su primer gruñido bestial, esa mano tirando con una fuerza abrumadora de mi brazo, me hizo retroceder de inmediato.
Pronto, con un solo pestañeo me encontré detrás de la espalda de Rojo quien había levantado sus brazos al igual que el resto de los experimentos a nuestro alrededor, disparando al segundo en que todos ellos apuntaron a esa monstruosidad, llenando de estruendos el comedor, un sonido tan helado y horripilante que respingó mi cuerpo y el de todos los demás.
Difícil seria escapar de todas esas balas que al final atravesaron ese espantoso cuerpo deformado y repleto de escamas negras, que, por escapar de todas ellas, había hecho el equivocado movimiento de soltarse para caer sobre los escombros en los que antes estaba parado el cuerpo de Jerry.
Él se había lanzado lejos de los escombros en cuanto se percató de la monstruosidad, rotado sobre el suelo para encaramarse de un saltó y levantar su arma, aunque para él había sido demasiado tarde para disparar. Ya lo habían hecho los demás y a un ritmo tan espeluznante y desconcertante dejando a todos los sobrevivientes ensordecidos y a ese sujeto reventando mis ojos al estirar una asquerosa sonrisa.
—Bien, creo que eso demuestra de que están hechos — Fue repugnante escucharlo, ni siquiera agradeciendo que le salvarán el maldito pellejo. Volvió a los escombros, observando a la deformidad a la que no tardó en arquear una ceja antes de voltear a mirarnos—. Si siguen así, nosotros haremos el resto por ustedes contra el gobierno externo, mientras estos contaminado no hayan hecho un desastre...
«Quiero a los del área negra y naranja sacando los elevadores y metiendo la escalera, mientras tanto los experimentos termodinámicos acercarse a mí para equiparlos con más armas de una vez.»
Su orden me secó la garganta, no entendía cómo era capaz de dar esa orden como si él fuera su creador, como si estuviera tan seguro de que obedecerían sin más. No, por supuesto que no sabía que los habían creado con ese propósito, pero esto no era la guerra... Y, además, ese ya no era su propósito.
Ese no era el propósito de Rojo...
—Está mal— la palabra resbaló de mis labios con mucho temor, y no tardé en mover mis piernas para acortar la distancia entre su espalda y mi cuerpo, con la necesidad de aferrar mis manos a la tela delgada de su camiseta que se pegaba a su piel—. Siguen viéndolos como experimento, como nada más que eso, no como personas.
El cuerpo de Rojo se tensó bajo mi tacto, bajo mis palabras que desgraciadamente eran ciertas. Ese hombre prácticamente iba a enviarlos a sacrificarse... ¿por nosotros? Ni siquiera nos merecíamos ser protegidos por ellos después de todo lo que les hicimos. Estaba mal, ¿que se creía? No, por supuesto que no dejaría que Rojo subiera a la superficie.
No podía perderlo otra vez.
—No voy a dejar que te utilicen otra vez... — murmuré, aferrándome aún más al lado derecho de su espalda.
Pero él no se movió, Rojo permanecía en esa misma posición rígida y endurecida, con sus orbes clavados en todos esos experimentos que se habían acercado para rodear la primera caja de elevador, observando la manera en que se inclinaban y la tomaban con sus manos para comenzar a moverla. Provocando con su movimiento que, en la larga estructura de pared, una grieta se abriera más. En segundos, habían sacado la caja entre todos ellos, dejando a la vista un enorme agujero en la estructura que se agrandó un poco más creando una leve pared de tierra a su alrededor.
—Está bien, Pym— Mi cuerpo se inmovilizó ante su inesperada aclaración. Ante esa gruesa y grave voz que exploró mis entrañas y las comprimió, las congeló—. Voy a ir, lucharé por esa libertar.
Rompió el contacto entre nuestros cuerpos para voltearse frente a mí con lentitud, dejando que sus orbes oscurecidos de firmeza se posaran sobre mí rostro para reparar en el gesto que él había provocado en mí.
—Voy a ir— Me estremecí cuando sentí sus manos amoldar mi cintura, mi corazón se aceleró, pero no de nervios, sino de dolor cuando él repitió las palabras sin titubeos—. Iré...
—Pe-pero...
—Comprendo por qué nos enviaran primero que todos y estoy de acuerdo, Pym—dijo, y no, yo no estaba de acuerdo—. Puedo ver las temperaturas, se bien cuál es la contaminada y si los mato antes de que salgas, te tendré a salvo a ti...
Hizo una pausa suficiente como para construir un nudo en mi garganta. Dejó que sus orbes carmín bajaran hasta mi estómago, hice lo mismo siguiendo su mirada y sintiendo esa opresión en mi pecho cuando una de sus manos se deslizó hasta mi vientre para acariciarlo por encima de mi pantalón.
Mi cabeza construyó terriblemente el significado del suspenso que dejó durante las caricias en mi vientre y esos dedos que pronto se adentraron bajo la tela de la sudadera que utilizaba. Solo sentir su toque deslizarse con crueldad por encima de la piel de mi abdomen y bajar hasta el botón de mi pantalón, hizo que la opresión aumentara, contagiara mi cuerpo entero e hiciera que mis ojos ardieran.
Subí la mirada sólo para sentir como se me anudaban los músculos de la garganta al ver esas comisuras estirándose en sus carnosos labios. Una sonrisa dulce que cortó con la navaja más filosa mi respiración.
—...y a nuestro bebé— pronunció torciendo más esa sonrisa sincera como si descubrir esa palabra en su boca le gustara tanto—. Ahora es un poco más cálido, me tranquiliza sentirlo— suspiró las palabras antes de sacar su mano y volverla a mi cintura, antes de mirarme e inclinar su rostro sin sonrisa para acortar la distancia entre nosotros de tal forma que nuestros alientos se rozaran—. Por eso iré, preciosa, no porque sea un experimento que siga ordenes, sino porque quiero proteger lo que es importante para mí.
Sus labios rozando los míos me hizo jadear, temblaron mis rodillas cuando movió su boca para besarme con una estremecedora lentitud en la que me sentí desboronare. Apenas pude corresponder a su entrega, a ese segundo beso en el que profundizo, ignorando las miradas que a nuestro alrededor empezaron a colocarse sobre nosotros.
— Si te pierdo, perderé mi alma también—sinceró, sin dejar de rozar mis labios—, eres todo lo que quiero en mi vida, lo único por lo que vale la pena luchar así que lo haré. Lucharé.
Mi cuerpo comenzó a negar, pese a sus palabras tan profundas— en las que mis recuerdos gritaban que no, no valía luchar por mí por lo mucho que lo lastimé— y esa intensa firmeza en su endemoniada mirada, seguí negando con la cabeza, negándome a permitirle apartarse de mi lado. Solo de pensar en lo que podría pasarle, pensar en lo peligroso que sería una vez fuera, u a vez llegado a la superficie del interior de la planta de electricidad hizo que mis manos se aferraran a sus brazos con fuerza.
— ¿Y si te sucede algo? ¿Si te lastiman qué sucederá? Pu-puedes sanarte, pero, ¿qué sucede si vuelven a infectarte? — la pregunta broto de mi boca en un tono de preocupación —. Suenas como si quisieras sacrificarte, no debes, no puedes... — llené mis pulmones del apestoso aire, pero aun así me sentí sofocada—. No tienes que hacerlo—supliqué sin dejar de mirarle a los ojos—, sé que sobreviviremos juntos, Rojo. No hay por qué separarnos.
Sí. Los dos juntos hemos sobrevivido desde que salimos del área roja, si permanecíamos y luchábamos juntos, saldríamos con vida como siempre hemos hecho. No había necesidad de apartarnos.
El silencio que dejó se amortiguó por los sonidos metálicos que emanaron del elevador que los experimentos terminaron dejando lejos del enorme agujero en la estructura, los miré solo un momento comenzar a tomar esa larga escalera— que hicieron y la cual habían dejado recargada contra un montón de escombros del comedor— para comenzar a adentrarla por el agujero. Devolví a la mirada en Rojo, quedando aún más inquieta por el silencio y la forma en que empezaba a contemplar cada pequeño centímetro de mi rostro... como si estuviese dibujándome en su mente.
Solo pensar en eso y que él no estaba respondiendo, logró que mordiera mi labio inferior y volviera a negar con la cabeza.
—Me has protegido todo este tiempo—continué, sintiendo cada vez más como me ardía la garganta—. No quiero perderte, no quiero que te infecten.
—No pasará—soltó enseguida en que terminé, apartándose un poco, aunque demasiado para mí—. Y si me infecto, Pym, quiero que recuerdes que sobreviví la última vez, puedo hacerlo con esta...
Contraje la mirada sin poder creer que estuviera diciendo eso y no hablaba solo por el hecho de que decía que si se contaminaba se arrancaría de nuevo el parasito, sino porque no importaba qué le dijera, era seguro que él no cambiaría su decisión. Se miraba tan firme, insistente para tranquilizarme. Pero eso era algo que no sucedería.
Él notó mi gesto, como sus palabras no lograban tranquilizare un poco y se detuvo, apretando sus labios con fuerza y frunciendo sus cejas pobladas y oscuras.
— Eso no quiere decir que vaya a suceder, no voy a dejar que me contaminen, Pym —rectificó, y abrió sus labios cuando vio que seguí asustada —. No estaremos separados mucho tiempo.
—No importa que te diga y que tan peligroso sea, ¿iras arriba? —— terminar esa pregunta provocó un horripilante vacío en mi interior. Esperé necesitadamente su respuesta, queriendo equivocarme con lo que sentía que sucedería, pero pronto mis dudas se respondieron escarbando todas en mi pecho hasta agujerarlo cuando él apretó su ceño, dejándome ver que le afectaba verme tan preocupada por él. Pero era inevitable, más sabiendo que nadie sabía lo que se encontraba en la superficie.
—Sí... —La piel de mi mejilla izquierda se estremeció cuando esas yemas tibias se pasaron sobre ella, acariciándola con dulzura, una dolida dulzura que terminó helando mi sangre—. Si sales allá y hay muchos infectados, tratarán de lastimarte a ti y a nuestro bebé. No quiero ponerlos en peligro, aquí van a protegerte mientras nosotros revisamos arriba.
No pude decir nada más no solo porque las cuerdas me fallarlo y ese terrible miedo amenazó con hacerme sollozar, no dije nada porque lo sabía, tal como otras veces había sucedido cuando cuidé de él, sabía que cuando él se proponía algo no cambiaba de parecer, iría no importaba cuánto le llorara o rogará, él subiría.
Subiría...
Solté ese desanimado suspiro que trajo consigo una ausencia tan frígida que rasgó hasta el más pequeño de mis huesos. Casi sin esperanzas miré el agua que cubría por encima de nuestros tobillos, sabía que Rojo era fuerte, muy fuerte e inteligente y su instinto era inalcanzable pero aun así... aun así temía. Temía salir a la superficie y no encontrarlo como la última vez que lo vi. Y tal vez estaba exagerando, tal vez no había monstruos en la planta de luz o tal vez ellos los matarían en un abrir y cerrar de ojos, pero, ¿cómo no preocuparme por el hombre al que amaba?
Al separarme de él no sabría lo que le sucedería, lo único que me quedaba por hacer era confiar y esperar, ¿cierto? Esperar pese a mi gran miedo de perderlo.
Sin embargo, había algo por lo que no esperaría, y era decirle la verdad acerca de mis sentimientos. Sucedieron muchas cosas en el pasado que posiblemente seguían atormentándolo a él, todo porque no le aclaré nada acerca de lo que realmente sentía y siempre que algo ocurría entre nosotros—como cuando la distancia era demasiado corta para acariciarlos o besarnos—, terminaba apartándome de él, huyendo, dejándolo aturdido, confundido, con la idea de que había sido su culpa, cuando no.
Cuando en realidad había sido la mía por dejarme consumir por mis temores de perderlo y que le hicieran daño...
De lo que seguramente seguía sintiendo culpa, era lo que sucedió esa vez en que no pude controlarme más y lo besé, lo besé con una insaciable necesidad a causa de lo mucho que me había afectado saber que lo emparejarían, y que todavía me habían puestos mi a elegir a su pareja. No iba a hacerlo y pese a que no quería, me obligué a decírselo para que él decidiera...
Mejor era aclarárselo, porque tal vez arriba, una vez que saliéramos, las cosas se pondrían más difíciles que aquí abajo, si resultaba que los monstruos habían infectado no solo a los de la planta de electricidad, sino al resto de las personas. No habría momento para hablar, para hacer aclaraciones porque estaríamos huyendo, y tal vez este no era el mejor momento también para hacerlo, pero al menos estábamos un poco a salvos.
—Antes de que subas, hay algo que tengo que decirte—comencé, levando la mirada para observar la forma tan atenta en la que me observaba—. Ahora recuerdo lo que sucedió exactamente ese día en que dijiste que estabas a punto de violarme...
Silencié un momento para ver como su mirada se tornaba repentinamente confundida y sorprendida, me di cuenta en ese instante la razón por la que no me preguntó aquella vez qué había recordado de nosotros. Seguramente temía que hubiera recordado este momento, ¿cierto? Pero no debería temer, porque después de todo no fue su culpa.
—Lo que Adam te gritó esa vez en que entró al cuarto, no fue verdad, Rojo, no ibas a violarme porque yo quería hacerlo y estaba dispuesta cuando me acorralaste y volviste a besarme... estaba dispuesta a hacer el amor contigo—aclaré, dando un paso hacia él, acortando de tal forma nuestra distancia que estuviéramos a centímetros de rozar nuestros cuerpos uno con el otro. Me atreví a llevar mi mano para tocar su pecho y acariciarlo por encima de su camiseta—. No es que quiera traer el tema de vuelta, pero esa vez cuando me lo dijiste en el baño parecías atormentado. No pude evitar aclararlo, quería intimar contigo en ese momento, tanto como no te imaginas.
Sus labios temblaron, se movieron casi como si quisieran formar una mueca que al final no se logró, cerró sus ojos un momento y comenzó a negar con la cabeza un par de veces y con lentitud.
—Pero no es... No es solo eso lo que me atormenta, Pym—repuso, podía percibir esta vez en su voz ese ápice de preocupación—. Hay tanto que no te dije, que te oculté, que no quise que supieras porque estaba arrepentido, aunque sabía que seguramente lo recordarías...
Esas repentinas palabras me confundieron.
— ¿A qué te refieres? — quise saber, y cuando vi que Rojo estaba a punto de alejarse un poco de mí, me aferré con ambas manos a su pecho a ese necesitado calor que quería tener siempre cerca—. Dímelo. Sé que no es el momento, pero hemos hablado muy poco de nuestro pasado, y hay muchas cosas que yo también te oculté.
Ante su silencio y ante un inesperado golpe hueco, decidí mirar rápidamente detrás de él, como ahora los experimentos trataban que sacar el segundo elevador que parecía estar atascado entre todos esos escombros. Devolví la mirada a esos orbes tan enigmáticos que me contemplaban, aun recordaba cuanto me aterraban y a pesar de eso me estremecían inquietantemente, pero ahora, ahora solo quería verlos siempre.
— ¿Recuerdas cuando me dejaste a solas con ese experimento en mi cuarto?
Su pregunta me tomó por sorpresa, hizo que a mi mente llegara ese recuerdo en el que le presenté a su futura pareja, solo recordar ese momento hizo que algo muy helado cayera a la boca de mi estomaga. Aquella vez Rojo me había pedido que no la trajera y que no los dejara solos, pero lo hice, me fui. Estaba tan arrepentida de haberme ido que ni siquiera pude dormir en toda esa noche, y cuando al día siguiente regresé a su cuarto ella estaba... envuelta en las sabanas de Rojo, recostada en su cama. Había sido un mundo de sensaciones tan heladas y dolidas destruyendo mi interior que para ocultarlo tuve que inventar que iría por sus desayunos, cuando en realidad corrí hacía los baños para encerrarme en uno y llorar.
Había sido tan estúpida, sobre todo cuando al regresar le pregunté descaradamente cómo había pasado la noche con ella, y él me respondió que le gustó... Sacudí esos pensamientos tan frustrantes que quisieron hacerme sentir casi de la misma forma, después de todo había sido mi culpa dejar a Rojo con la tensión alta y a solas con ella.
Sentí un repentino pánico, un gran temor de lo que quisiera decirme si respondía que sí. ¿Por qué me lo preguntaba? Una idea muy cruel brilló en mi cabeza y eso fue suficiente para hacerme echar una mirada rápida a los sobrevivientes preguntándome si acaso ese experimento estaba con nosotros...
—S-sí, lo recuerdo— tartamudeé en un ápice nervioso cuando al echar una segunda mirada no encontré nada que se asemejara al aspecto de esa enfermera blanca.
— Estaba tan molesto de que me dejaras a solas con ella que por eso lo hice— Su voz baja endureció como si ese momento siguiera fijo en él— Por eso hice eso con ella...
Mi menté buscó una explicación, pero no halló nada. ¿Qué hizo? ¿Hablaba de qué intimó con ella? Mi corazón se aceleró desbocado escarbando en mi pecho ante su suspenso, ante esa tensión que su silencio había creado a nuestro alrededor.
—Sabía que si lo hacía te pondría celosa, sabía que sentías algo por mí y estaba tan molesto que no pude contenerme y lo hice. Para ponerte celosa la acaricie a ella, pero no int...
—Sera mejor que dejen de hablar ustedes dos y empieces a ayudar enfermero.
Aquella voz tan inesperada que se interpuso entre las palabras que Rojo tuvo que tragarse para mi pesar, me retiró las manos del pecho caliente de Rojo quien pronto se apartó de mí y torció su torso para clavar sus oscurecidos orbes en esa figura masculina dueña de unos profundos ojos azules. Roman llevaba una mueca de asco iluminada en sus carnosos labios marrones mientras se detenía a medio metro de nosotros, observándonos con impaciencia.
—Jerry los ha estado mirando desde hace un momento, están llamando mucho la atención ustedes dos —escupió, irritado.
Ante sus palabras hundí el ceño y envié la mirada hacía el cumulo de roca y metal en la que antes estaba Jerry, pronto lo busqué, hallándolo encaminándose al interior del agujero en la pared de la larga estructura, acompañado de un par de experimentos. Solo ver que ya habían quitado los elevadores para abrir dos entradas a las escalerillas, y que los experimentos—casi todos— ya estaban cargando armas más largas y grandes. Ver que se estaban alistando para subir, agujeró mi estómago... Las náuseas volvieron a mí.
— No sé si son idiotas o solo se hacen, pero Jerry acaba de gritar que quiere a todos los experimentos recogiendo armamento, en minutos estarán subiendo—informó, me pregunté en qué momento había dado la orden si ni siquiera lo habíamos escuchado. Pasó de verme a mí, a recorrer el cuerpo entero de Rojo en un gesto de desagrado—. Así que apresúrate enfermero, solo si no quieres llamar más la atención de una mala forma.
—Esto no es tu problema— las espesas palabras de Rojo me hicieron tragar, y lo que retuvo mi aliento fue ver con qué pasos se acercaba amenazadoramente a Roman—, así que regresa, yo iré cuando terminé de hablar con mi mujer.
Hubo un horrible silencio entre ellos, entre la forma tan peligrosa y tentativa en que Roman le miraba, alzando más su torcida sonrisa antes de retroceder un par de veces.
—Pero que rebeldía, seguramente recibías muchos castigos en el pasado, ¿no es verdad? —soltó, en un tono sarcástico que amargó mi garganta—. Pero, ¿estás seguro? A Jerry no le gustan los rebeldes.
—Él ira—retomé antes de que Rojo respondiera un no que poco faltara para que saliera de sus labios. Me acerqué a él cuando alzó su mirada de Roman para verme, cambiando completamente su severidad a un gesto de preocupación—. Ve de una vez—incité, tomando su brazo con delicadeza—, mejor que no nos metamos en problemas.
Se giró por completo frente a mí, dándole la espalda a Roman, ignorando su presencia y tal vez el de resto de las personas solo para observarme un momento, reparar en mi rostro a centímetro y la manera en que empezó a contemplarme fue como si por ese momento el tiempo volviera a detenerse para nosotros. Dio un pasó, acortando nuevamente la distancia, sus brazos pronto se movieron, sus manos alcanzaron mi rostro en un toque suave para ahuecarlo con delicadeza. Me estremecí cuando se inclinó a centímetros de mi rostro, sentí un nerviosismo cuando pensé que me besaría, sin embargo, no lo hizo, solo suspiró dejando que su aliento abrazara con suavidad mi rostro enviando descargas eléctricas por cada
—No lo hice con ella, te mentí. Nunca intimé con Blanco 09 —susurró y se me estremecieron mis huesos cuando en ese segundo sus labios se recostaron contra los míos en un cálido beso que no esperé. Mis pensamientos se esfumaron, ni siquiera pude procesar nada de lo que dijo cuando volvió a besarme, cosquilleando mi estómago—. Tú fuiste mi primera vez deseada...
Su confesión me dejó atónita, ¿su primera vez deseada? ¿Qué quería decir con eso? ¿Deseada? ¿Se refería a que no fui su primera vez intimando? Eso confundió mucho, ¿entonces lo habíamos hecho? Pero yo no lo recordaba... ¿Hicimos el amor? Esa pregunta cruzaría por mis labios de no ser porque un grotesco sonido metálico encendiendo el comedor me cerró la boca de golpe.
—¡Acérquense todos de una maldita vez! —El gruñido iracundo de Jerry erizó las vellosidades de mi cuerpo. Rojo se apartó de mí, al instante girando hacía la estructura donde pude ver de dónde había provenido el golpe metálico de hace unos segundos atrás, Jerry había disparado hacía una de las cajas metálicas, para llamar la atención de los grupos de personas que permanecían apartados de él y los experimentos.
—Sera mejor que vayan de una vez si no quieren problemas—advirtió Roman, recargando su arma sobre su hombro antes de empezar a caminar y dejarnos atrás, y tan solo vi como Jerry lanzó una mirada hacía nosotros con una intensidad severa, volví a sostener el brazo de Rojo.
—Hagamos lo mismo...—pedí, tirando de su brazo enseguida para comenzar a encaminarnos a ellos, a donde Jerry se había vueltos acomodar para empezar a hablar algo que muy apenas alanzábamos a escuchar, hablaba de los experimentos que subirían y la razón de por qué lo harían.
No tardé en mirar los agujeros en la estructura y sentir conformé le escuchaba hablar como mi pecho se hundía de preocupación. No quería, en verdad que no quería apartarme de Rojo, pero él se miraba muy dispuesto a ir... pese al peligro.
— Ya se ha colocado la escalera, sobrepasa la entrada al piso de arriba pero no es nada por lo qué preocuparse. Por otro lado, una vez que los experimentos hayan salido y revisado el perímetro haremos una fila para entrar, no quiero ver que estén apresurando a nadie, nosotros apresuraremos como deba ser, ¿entendido? — exclamó alzando su arma casi como Sieso fuer un acto amenazador. Parecía malhumorado, más que otras veces, mirando a cada uno de los sobrevivientes —. Quiero a los experimentos que no están cuidando las entradas del comedor subiendo las escaleras, ahora.
Y a pesar de que sabía que diría eso se me congeló el corazón, fue inevitable sentirme tan asustada que clavé la mirada en el perfil de Rojo, en ese perfil varonil que con lentitud se giraba para conectar sus orbes carmín en mí, observando mi gesto petrificado, preocupado, temeroso de perderlo a él.
—No me pasará nada—se escuchó seguro, pero, ¿realmente nada sucedería? Todo mi ser desconfiaba, dudaba de eso—. Tranquila— soltó al ver que mi agarre en su brazo se había apretado más, su mano cubrió la mía en caricias dulces antes de retirarme la mano para llevarla hasta sus labios y besar mis nudillos, un tacto tan sincero que jadeé—. Te lo aseguro, esto no me va a matar.
Por desgracia no creí en esas palabras que escogieron mis ojos.
—Por favor ten cuidado ¿sí? — rogué, era lo único que me quedaba hacer, ¿cierto?
Él sonrió, una sonrisa que estiró sus carnosos labios en un aspecto apagado... oscuro... sin nada de brillo.
—Por ti y por mi nuestro bebé— terminó diciendo, soltando mi mano con lentitud en tanto retrocedía de mí, de mi tacto, de mi vista para girarse.
Algo en mi interior gritó que le detuviera, recordando que todavía había algo que debía decirle, aclararle, algo que no le dije y negué todo ese tiempo que cuidé de él... Mi cuerpo se alteró cuando vi su espalda únicamente, las piernas me picaron con desesperación, acercándose a él rápidamente para estirar mis brazos, alcanzar su brazo y detenerlo.
Lo detuve, y Rojo no tardó en entornar su mirada a mí, yo tampoco tardé en hablar.
—Yo también te metí cuando te dije que Adam era el hombre con el que debía estar, pero en realidad eras tú — la voz brincó asustada de mis labios, pronunciando esa verdad que exploró mis entrañas, y las suyas cuando abrió sus carnosos labios para soltar su aliento y estremecerse—. Siempre te amé, Rojo, y aun lo hago.
Ignoré esas repentinas miradas que me inquietaron cuando confesé la palabra. Rojo se giró nuevamente por completo, acortando la distancia para analizarme como si descubriera algo nuevo en mí.
— ¿Me amas? — pronunció esas palabras que aparecieron desconocidas para él, contrayendo sus pobladas cejas, y ese gesto un poco confundido me hizo saber que no las conocía.
— Sí. Un te amo es más fuerte que un te quiero, así que si, te amo— repliqué, firmemente ante ese brillo que resplandeció en sus hermosos orbes. Rompió el agarre de mis manos para enviar las suyas a mi cintura y atraerme a él a esos labios que pronto se apoderaron de mi boca en besos rotundos y profundos llenos de sentimientos que me derritieron.
Pero tan rápido como quería perderme en el sabor delicioso de su boca, él rompió el besó.
—Repíteme esa palabra una vez que estemos juntos arriba, porque si me las repites ahora no podré contenerme—más que una petición susurrada, sonó a orden, una orden que penetró cada rincón de mi cuerpo—, porque o también te amo, preciosa.
Me soltó, su ausencia y esas últimas palabras me congelaron cuando terminó apartándose, sin nada más que darme otra vez su espalda...
Alejándose de mí con pasos grandes y firmes hacia la estructura donde uno de los soldados le lanzó una escopeta que él atrapó con sutileza.
Hasta ese momento en que lo vi adentrarse al agujero, al interior de la estructura junto a otros experimentos, sin mirar atrás... me pregunté con el corazón ahuecado, porque ese Te amo, se escuchó a un Adiós.
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