Comedor de muertos

COMEDOR DE MUERTOS
*.*.*

Esta vez había sido diferente, el dolor no dejaba de fluir al igual que todas esas imágenes, no podía entenderlas, no así, no cuando llegaban con tanta rapidez llenando mi cabeza de voces y rostros, amortiguando la voz de Rojo. Lo único que podía hacer era restregarme una y otra vez la mano en la frente con la necesidad de detenerlos, aferradme al brazo de Rojo con la otra mano.

Él me mantenía sostenida con más fuerza a su cuerpo, un agarre tan firme y duro que detenía que mis rodillas tocaran el suelo. Alcé la mirada, apenas escuchando como me llamaba, ese leve tono que alcancé a escuchar de su grave voz fue suficiente para espantar todas esas escenas que se reproducían sin control.

Solo entonces, cuando las voces cesaron, pude soltar un largo suspiro en el que sentí como cada fibra de mi cuerpo se relajaba y estremecía.

—Dime que te duele—le escuché pedir, su voz más clara, más invadida de preocupación. Negué con la cabeza aun aturdida, aun con leves pulsadas de dolor en mis sienes, tratando de aclarar mis pensamientos, ordenar los recuerdos—. Pym.

—No me duele nada— susurré, sintiendo como mi corazón empezaba a acelerarse cuando tan solo levante el rostro para mirar esos orbes tan enigmáticos y atractivos.

Solo verlos, contemplar la profundidad en la que me veían y anhelaban, hicieron que esos recuerdos en los que yo apareciste a la puerta de su cuarto llegaran, respondiendo más dudas de aquellas preguntas que una vez me hice. ¿Desde cuándo me había empezado a gustar Rojo? Ni idea, de un momento a otro ya no podía detener lis latidos desbocados de mi corazón siempre que lo veía.

Estaba confundida, tan confundida por lo nerviosa que me sentía con su cercanía que solo quería correr, pero eso era algo que no podía hacer. Quería huir y dejar de sentirme tan pérdida en él, Daesy me había advertido, me había contado de las feromonas de los Rojos adultos, que tuviera cuidado, que no me acercara tanto, que no los tocara mucho, que no los viera a los ojos... Y eso era exactamente lo que hice con Rojo, inevitablemente.

Estaba tan aterrada, pensando que había caído en sus encantos, que sus feromonas estaban haciendo un terrible efecto sobre mí, cuando en realidad solo fue cuestión de tiempo para darme cuenta que no fueron solo sus feromonas, sino él, todo de él me gustó, y no hablando de su físico atractivo, su inocencia, la forma tan sincera en la que hablaba y su amabilidad o preocupación a pesar de las circunstancias, me enamoró.

Ni aun Adam me había hecho sentir tan estremecida con el crepitar de su voz, tan confundida con su toque y al mismo tiempo tan encantada con su mirada. Me atrapó con la manera tan sincera en que me miró, como si fuera su más grande descubrimiento y lo único que quería descubrir el resto de su vida.

Jamás me sentí así. Y estaba tan aterrada preguntándome en ese entonces si eran o no sus feromonas las que actuaban en mí, recuerdo perfectamente que cada día que estaba a su lado el miedo de lo que yo haría me consumía pensando en que tarde que temprano caería y me lanzaría a besar sus carnosos labios.

Lo peor de todo es que lo hice, lo recuerdo muy bien, sin conciencia me lancé sobre él hasta subirme en su regazo y rózame contra su cuerpo de tal forma que lo hiciera gemir contra mi boca. Recuerdo bien su ronco gemido recorriendo cada hilo de mi piel hasta estremecerme.

Era una desgraciada y desvergonzada, me repetí eso tantas veces cuando la razón volvió a mí al sentir la mano de Rojo explorando el interior de mi pantalón, acariciando mi sensible piel, esa zona tan íntima y húmeda que me hizo gemir y a él lo hizo gruñir de placer. Entonces me retiré. Sí, me retiré de su cuerpo, asustada, confundida y temblorosa, y fue ahí cuando él me acorraló contra la pared para besarme, susurrando que quería hacerlo conmigo, solo conmigo. Fui la culpable de que en ese instante Rojo perdiera el control, estaba al borde de su tensión y yo había dado el paso en el momento incorrecto.

Jamás olvidaría lo que sucedió cuando Adam apareció en el cuarto y lo golpeó. Nunca olvidaré esa culpa que me torturó el resto de los días, incluso hasta cuando recordé lo que terminaron haciéndole a Rojo, lastimándolo como castigo cuando en realidad había sido mi culpa.

Pero no entendía, ¿por qué Rojo no dijo que yo lo había besado primero que él? Y, además, esa no era la única cosa que sucedió entre nosotros...

— Te estabas desmayando, Pym— Dejé de estar inversa en mis pensamientos para sentirme atrapada en la severidad de la voz de Rojo.

—Estoy bien, solo sentí un dolor en la cabeza, pero ya no me duele— informé simulando una leve sonrisa, quise decirle en ese momento que ya había recordado muchos momentos juntos, pero algo llamó mi atención, varias miradas estaban poniendo atención hacia nosotros. Miradas repletas de sorpresa, inquietud y disgusto, sería realmente difícil tratar de guardar distancia de Rojo para no levantar sospechas de que llevábamos una relación amorosa, en este momento más que nunca viendo de qué forma temerosa y preocupada Rojo me anclaba a su cuerpo y me observaba, seguro que pensaban que teníamos una.

Mordí mi labio cuando mi mirada se clavó no solo en esos orbes grises que pertenecía al rostro de extrañes de la pelirroja, sino de ese hombre de estatura un poco baja y anteojos de abuelito.

Augusto. Su nombre pronto se iluminó en mi cabeza casi como una alarma ruidosa. Aunque entre los examinadores de nuestra sala le llamaban Gus Gus, como el ratoncito de cenicienta debido a sus grandes orejas que él siempre trataba de ocultar bajo su cabello bien peinado. No podría decir de qué forma nos observaba, con el recuerdo de él en mi mente su rostro sombreado se retorcía de gestos. Todos los gestos que me hizo cada día cuando volvía a mi sala.

— ¿Estas seguras?

—Segura, no te preocupes— rectifiqué, sin dejar de ver a Augusto quien enseguida después de mirarme de pies a cabeza, retiró su mirada y se acercó a uno de los soldados armados al que empezó a susurré algo. No nos llevábamos muy bien, eso lo tenía en claro, pero nada de eso explicaba la forma tan asustadiza en que me vio en el bunker...

Como si no esperará verme de nuevo.

¿A caso tenía que ver con la información de los experimentos que tenía en esas hojas? ¿Y por qué sacó información confidencial fuera del laboratorio? Augusto dejó de verme, girándose con tanto susto para empezar a caminar y desaparecer entre las personas.

—Andando, no hay tiempo que perder— Tragué el amargo sabor que las palabras de Jerry provocaron en mi garganta antes de verlo encaminarse sin esperar a nadie en el resto del corredizo—. El comedor no queda lejos.

El agarre de Rojo se disminuyó en mi cintura, suficiente como para sentir mis pies plantados por completo en el suelo sosteniendo el peso de mi cuerpo, pero aun así no solté su brazo. Dejé que la mirada se clavara en el resto de las personas que habían bajado torpemente de los escombros antes de acelerar sus pasos para seguir a Jerry y los soldados que mantenían un ritmo apresurado pero firme.

—Debemos seguir, Pym— me insistió Rojo, pronto sentí su mano deslizándose alrededor de mi muñeca, tirando de mí brazo para que empezara a caminar a su lado y acercarnos al centro del grupo nuevamente, donde algunas miradas se dejaban gira en nuestra dirección—. Si te sientes mal puedo...

—Estoy bien—aclaré nuevamente, dando una corta mirada a su rostro, a ese cejó fruncido cuyos orbes carmín se mantenían observándome con una preocupación que me desorientó un poco, me hizo apartarle la mirada al sentirme presa del pasado y una culpa creciente en mi interior—. No te preocupes—musité—, ya estoy bien.

Era la misma preocupación que él llevó aquellas veces en las que llegué a su cuarto con lágrimas en los ojos. A pesar de perder los recuerdos, Rojo nunca dejó de mirarme de la misma forma en que lo hizo en el pasado. Tampoco me trató diferente y siempre soltaba frases tan sinceras e inesperadas que me inquietaban y me ponían nerviosa, sucedía lo mismo con sus acercamientos y sus caricias.

Solo pensar en eso, en que a pesar de que lo traté diferente y con frialdad, él siguió ahí, protegiéndome. La razón por la que me protegía tanto, por la que luchó para no lastimarme y mantenerme viva cuando estaba infectado, era esa, porque seguía queriéndome a pesar de que yo no recordaba mis sentimientos por él o que, mejor dicho, a pesar de que jamás le dije que lo quería...

Que lo amaba.

Jamás se lo dije, me lo guardé todo en ese tiempo, y lo enviaron a la última maduración para emparejarlo con un experimento del área blanca con el que tuvo... relaciones. Ni siquiera sé si tuvo algo con ella, con ese experimento mujer de ojos grises y cabello negro a la que me forzaron a llevar al cuarto de Rojo para su primera intimación. No pude soportar el hecho de verla a ella tocándolo y él acariciando su mejilla con dulzura para acomodar un mechón de cabello, acariciarla con esa dulzura con la que me acarició a mí. No pude más sentir como mis entrañas se anudaban de dolor y mi pecho se helaba, no lo soporté y me fui, salí del cuarto dejándolos a ellos solos. Al día siguiente, mis celos y el dolor hicieron la peor escena que terminó lastimándolo a él.

Lo lastimé mucho, lo lastimé por no enfrentar mis sentimientos y temores con lo que fuera a ocurrir si sabían que nos gustábamos, que nos habíamos besado, que manteníamos un acercamiento intimo entre los dos, temía mucho que lo lastimarán y que trataran de apartarlo de mí o lo...trituraran. Al final, fui yo la metió la pata para cumplir ese temor.

Eres una desgraciada, Pym. Una maldita que no merece a Rojo. Él siempre había sido sincero y yo una mentirosa ocultando todo por miedo, fingiendo no darme cuenta de lo mucho que yo le gustaba a él. Fue a causa de ese temor que tuve por lo que sentí por Rojo, de esa necesidad que tenía por revertir mis sentimientos que volví, por segunda vez a forjar una relación entre Adam y yo... creyendo que así, olvidaría a Rojo.

Pero tampoco funcionó, regresar con Adam no funcionó porque ya no lo quería a él, ni sus besos sabor a plástico, ni sus abrazos y caricias tan vacías calmaban mi tempestad al saber que Rojo se emparejaría... que no lo volvería a ver, que Rojo no me tocaría a mi otra vez, que jamás sentiría su abrazo rodeado mis temblores cuerpo. Sus labios rozarse con los mío, un profundo tacto suficiente para romper mi realidad y hacer añicos todos mis problemas.

Yo lo quería solo para mí... Y eso era tan difícil de cumplir.

— ¿El dolor de cabeza es otro síntoma? — La gravedad de su voz estremeció mis órganos, hizo que pestañeara para desvanecer esa sequedad en mis ojos, esas ganas de llorar al recordar todo eso y sentirme tan desgraciada y estúpida. Patética, sí, porque, ¿qué me costaba aceptarlo antes de engañarme con Adam? Volver con él lastimó más a Rojo, más de lo que no podría perdonarme.

Lo que más odié de mis recuerdos fue ese momento en que le dije a Rojo que me gustaba Adam, cuando en realidad era él el que me tenía encantada, hipnotizada. El hombre que había atrapado cada pulgada de mi alma para hacerla suya una y otra vez, volviéndose el dueño de mí.

Sacudí de inmediato la cabeza, tomando una gran bocanada de aire para llenar mis pulmones y relajar mis músculos, pero no lo conseguí.

—No— sinceré, y supe por la forma en que contrajo más su rostro, que no me entendió—. La verdad, es que recordé... —Ver que con mis palabras sus hermosos orbes se expandieron consternados, construyó un nudo en mi garganta—. N-no todo, pero recordé más.

— ¿De nosotros? —su cuestión salió en un tono extraño, serio, por poco y frio. Mordí mi labio sin poder dejar de recordar esa escena en la que le mentí acerca de mis sentimientos, de que Adam era el hombre con el que tenía que estar.

Claro. Menuda estúpida mentira que le eché cuando en ese momento los únicos labios que quería besar eran los suyos.

—Sí—respondí forzada a mantener la misma tonada.

— ¿De Adam?

—También, aunque más sobre ti, ¿sabes? Recordé muchas cosas sobre lo que pasó con nosotros— No me gustó lo que mi respuesta proyectó en su rostro. La carnosidad de sus labios se apretó en una mueca sinsabor, me retiró la mirada apesadumbrado para ver a sus lados como si revisara, y después dejar que sus orbes cayeran en el suelo, pensativo, sin desvanecer mueca.

Su silencio me asfixió, en serio que lo hizo. Pensé que me preguntaría sobre mis recuerdos, y más si eran recuerdos de nosotros, pero no lo hizo... No lo hizo y eso solo me aturdió, ¿por qué no lo hacía? ¿A caso había otra cosa que sucedió entre nosotros y todavía no lo recordaba?

También lo recordé a él—susurré rápidamente, mientras veía como su mirada volví a clavarse en mí.

—¿A quién?

—Al hombre de los anteojos que se me quedó mirando cuando salimos del cuarto—le recordé y eso le hizo aseverar un instante su mirada, enviarlo hacía el resto de las personas buscando a Augusto—. Lo conocí hace desde mis inicios, él trabajaba como recepcionista en la sala 3, pero creo que deberíamos tener cuidado con él.

Le conté el por qué, aunque no estaba del todo segura, podría ser que la información que llevó al exterior solo se tratara de una orden de German Chenovy, o quizás no. No lo sé, y aunque no había recordado todavía lo que me sucedió en el área roja, era muy extraño que él se comportara así cada que me veía.

Solo una persona culpable o una persona que ocultara algo malo, actuaria así de extraño.

—Lo estaré vigilando desde ahora—espetó él, su mirada oculta bajo sus parpados, se hallaba perdida entre las muchas personas de enfrente.

(...)

El silencio era tanto que los sobrevivientes empezaban a aterrarse, aquietarse y removerse conforme avanzábamos más en el camino, se sentía como si de pronto todo el laboratorio estuviera desolado de monstruos, sin ruidos, sin gruñidos, nada de nada. Era rotundamente extraño que nada sucediera. Que nada nos interceptara con el ruido que hacíamos al remover escombros o cuando Jerry exclamaba una orden a sus hombres.

Como si de pronto, solo fuéramos nosotros los únicos en el laboratorio.

Si era así, quería decir que Jerry tenía toda la razón y los monstruos salieron a la superficie. Mis huesos se sacudieron con escalofríos a causa de ese pensamiento, no imaginaba el horror que nos aguardaría una vez salido de este lugar.

Sería un infierno.

Y seguiría siendo una enorme carga para Rojo...

Entorné nuevamente la mirada a él que desde que dejamos la enorme montaña de escombros permaneció en silencio, revisando con sus orbes ocultos debajo de sus parpados, los alrededores. Había tenido tantas ganas de romper esa abrumadora barrera que se formó entre nosotros, pero sabía que no era el momento adecuado para ponernos a charlar sobre mis recuerdos, o preguntarle por qué de pronto al saber que recordé más de nosotros había puesto esa cara. Así que me mantuve con la boca cerrada, soportando.

Arrugué por completo el rostro y cubrí mi boca y mi nariz cuando respiré un desagradable aroma a carne podrida, solo ver hacía el resto de las personas me di cuenta de que no era la única que se había percatado del hedor atascado en el ambiente, y creciente conformé avanzábamos en el cruce del siguiente pasillo a nuestra izquierda.

Sin embargo, el aroma no fue el problema que logró volcarnos el estómago y de tener por completo nuestros pasos. Había algo mucho peor y era la razón del olor a podredumbre cuando giramos para adentrarnos al siguiente corredizo, un corredizo cuyo suelo se hallaba cubierto de agua sucia con el color levemente de la sangre, invadida por cientos de extremidades podridas y agusanadas flotando y chocando contra las paredes y al pie del umbral del comedor.

No tardé en revisar esa enorme habitación en la que recordaba la asquerosa vestía de ojos negros y cuello largo oculta entre una montaña de cuerpos humanos deshuesados. Pero ahora esa montaña se había desboronado, esparciendo las partes humanas a causa del agua, por todo el sendero de nuestro camino y dejando solo aquella enorme monstruosidad sin vida en el centro del comedor. ¿Quién la había matado? Mi respuesta fue respondida de inmediato cuando unos hombres vestidos igual que el resto de los soldados de Jerry se dejaron mirar en el interior del comedor, con sus armas apretadas mientras se aproximaban a nosotros.

Eran más sobrevivientes, ¿soldados de Jerry? Pero no eran las únicas personas en el comedor, solo dar una mirada más profunda pude darme cuenta de que dentro de ese enorme cuarto había más sobrevivientes armados. ¿Nos estaban esperando? Era lo más probable.

Se me clavaron los ojos en una figura femenina que rápidamente se acercó a ponernos atención, a pesar de la lejanía la reconocí con el simple hecho de ver el tono tan rubio de su cabello.

Era Michelle... Había sobrevivido también. Al instante clavé la mirada en el resto de las personas tratando de reconocerlas, aunque estaban más apartadas que Michelle, ¿ellos eran los sobrevivientes que se ocultaban en la base madre?

—Caminen—Jerry escupió las palabras, desde aquí pude darme cuenta de cómo ocultaba con un pedazo de trapo su nariz y boca, al igual que algunas otras personas antes de empezar a caminar hacía la entrada, donde aquellos hombres desconocidos se habían formado.

Lo mismo hice, moviendo mis temblorosas piernas para acercarse hacía todas esas extremidades podridas, tratando de ignorarlas y no tocarlas, aunque eso ultimo era imposible ya que la carne humana invadía el pasillo al comedor... Los espasmos en mi cuerpo aumentaron cuando mi pantorrilla chocó contra un trozo de pierna, con los dedos del pie negros y agujerados de los que salían esos escurridizos gusanos blancos... aparté la mirada y detuve el estómago con el otro brazo cuando algo quiso subir por toda mi garganta que amenazaba con dar arcadas para escupirlo por la boca.

—No mires—la orden espetada de Rojo me hizo tragarlo, pronto sentí su mano tirando de mi brazo para acercarme a su cuerpo y hacerme caminar junto a él—. Yo te guiaré, pero no mires, mucho menos a esa cosa.

Con cosa se refería a la enorme monstruosidad sin vida en el centro del comedor. Ni siquiera pude asentir, solo mantenerme con la mirada alzada del suelo, con las piernas endurecida caminando al comedor, sintiendo esas asquerosidades chocando contra mí y ser pisadas por mis pies, era una sensación repugnante que solo me mareó más.

Me forcé a ignorarlas, seguir caminando hasta donde Rojo me llevaba y tratar de poner atención a ese grupo de sobrevivientes a pocos metros de nosotros que nos habían estado esperando en el comedor, algunos de ellos me resultaron conocidos. Pero no pude seguir observándolos y reparar en sus rostros cuando al adentrarnos al comedor, el olor a podredumbre aumentó, y no pude soportarlo más, traté de empujar a Rojo para vomitar lejos de él...

Pero fue imposible cuando ese brazo rodeó mi cintura con la intención de mantenerme cerca. Entonces solo pude inclinarme hacia adelante y sentir como todo mi estómago daba ese enorme vuelco para vomitar, estremeciendo mi cuerpo bajo el abrazo de Rojo.

Era horroroso vomitar sobre el agua y ver que lo que había ingerido se mezclaba con el agua rojiza y esos pedazos de carne podrida. Solo verlo me dio más asco, mi garganta dio arcadas ruidosas que hicieron que Rojo se inclinara sobre mí.

—Pym.

—Ya pasó— Alcé mi mano para detenerlo, se estaba acercando demasiado a mí y no quería que me viera vomitando. Sin embargo, mi estómago ya no se contrajo, se relajó solo un poco para hacerme suspirar entrecortadamente—. Y-ya pasó.

—No estoy seguro— soltó. Yo tampoco estaba segura, después de todo seguía con nauseas, y estar rodeados de cadáveres despedazados era un enorme problema. Y no era a la única persona a la que le afectaba, solo mirar alrededor, sobre el cuerpo de aquella asquerosa abominación sin vida, me di cuenta de que había otros inclinados sobre sus cuerpos, vomitando.

Me incorporé limpiando mi boca con el dorso de mi mano en tanto sentía como la mano de Rojo abandonaba mi cuerpo, dejando una inquietante ausencia de su calor.

—Toma un poco de agua— me sugirió, estirándome la botella que no tardé en tomar y abrir para dar grandes tragos bajo su atenta mirada—. No va a servir de mucho...—empezó, llevando sus manos a tomar parte de su camiseta para arrancar un pedazo que dejó a la vista parte de su torso marcado, y me lo estiró—, pero ayudará a que el olor no sea tan fuerte.

Bajó una leve sonrisa le devolví la botella, antes de estirar mi mano para rozar mis dedos con los suyas y tomar el pedazo de tela y colocarlo sobre mi boca y nariz. En ese instante mis ojos dieron una rápida mirada alrededor dándome cuenta que en segundos, todas las entradas del comedor estaban siendo vigiladas por unos cuantos hombres o experimentos que se mantenían firmes con sus armas hacía cada pasillo.

— ¡Todos acérquense ya! — El grito de Jerry recorriendo todo el comedor en un hilo de eco grueso me erizó la piel, hizo que torciéramos el rostro en su dirección a los elevadores destruidos donde todos empezaban a acumularse.

—Vamos, Pym—Nuevamente su mano se deslizó con suavidad por mi espalda para anclarse a mi cadera en una clase de abrazo e incitarme a caminar. Nos acercamos también, mirando hacía la larga construcción de los elevadores donde dos cajas metálicas con montón de cables y tubos se hallaban por los suelos, atravesando esa larga estructura. A su lado una enorme escalera metálica de emergencia que subía y atravesaba el techo agujerado, se podía apreciar, estaría segura que esa sería nuestra salida sino fuera porque gran parte de ella estaba destruida.

Sin embargo, recordaba perfectamente que Jerry dijo que en el interior de la estructura de los elevadores se hallaban un par de delgadas escalerillas metálicas que eran por las que saldríamos, solo si todavía seguía enteras.

Y esperaba que así fuera.

— Escuchen bien lo que diré— gritó desde lo más alto de un puñado de escombros de roca y metal que pertenecían a la escalera de emergencia, ignorando el hecho de que aquí dentro su voz retumbaba con mucha más fuerza, dando la posibilidad de que cualquier monstruosidad del otro lado del comedor pudiera escucharlo —. Sí, no recibirán su sueldo, olvídense de que les vayan a pagar por este desastre una vez que salgamos de aquí. German Chenovy murió, y todos los involucrados en este desastre también.

Hundí el entre cejo, ¿por qué estaba diciendo eso? No todos los involucrados habían muerto, él mismo dijo que probablemente el resto de los que tramaron este desastre se ocultaban entre nosotros, y hasta Adam lo mencionó. ¿A caso este era un plan para encontrar al resto de los involucrados?

—Tenemos una alta probabilidad de que con lo primero con lo que nos hallemos al salir sea con un montón de bestias...—pausó solo un instante para echarnos a todos una mirada —. Recordando que lo que oculta este laboratorio es una planta de eléctrica, utilizada por cientos de trabajadores, y estos agujeros...

Miré la forma extraña en que alzaba su arma al techo, como si estuviese señalando algo, algo que no tardé en ver también y quedarme congelada. Abrí en grande mis ojos cuando encontré esos otros agujeros esparcidos en diferentes lugares del techo del comedor, pero no eran pocos, sino muchos, profundos y grandes como para que un monstruo gordo pudiera escurrirse sin problema alguno.

El miedo se deslizó por cada hueso de mi cuerpo, invadió mi cuerpo con la simple idea de imaginar la planta de luz infestada de monstruos.

— Por eso los primeros que saldrán serán nuestros experimentos enfermeros y termodinámicos, y los experimentos naranjas de vibración para combatirlos, ya que ellos no pueden contaminarse.

Fue como sentir caer un balde de agua fría sobre mi cuerpo cuando escuché eso, esas palabras que detuvieron mi respiración, y no estaba por demás decir que también volcaron mi corazón, golpeándose contra mi pecho de tal forma que sintiera el dolor. No pestañeé, no pude hacer nada más que mirar con horror a Rojo, clavarle la mirada a ese perfil que se mantenía únicamente observando con severidad a aquel hombre.

Sentí pavor, mis dedos crispados se alzaron rápidamente anclándose a su brazo con el temor de perderlo. ¿Estaba hablado en serio? No ahora, no ahora que por fin estábamos juntos.

No. No. Eso no podía suceder.

— Así que, si realmente se creen humanos y quieren su liberar en el exterior, es momento de ganárselo, luchando por nosotros y muriendo con honor.

Y en ese instante, lo que terminó ensordeciéndome no fue su gruesa y potente voz, sino ese sonido explosivo amortiguando sus palabras, recorriendo cada parte del comedor y llenando todo rostro de horror.

De uno de los agujeros del techo... casi sobre el cuerpo de Jerry, una espanta creatura de tentáculos salió.

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