Cero humanidad

CERO HUMANIDAD

*.*.*

Un bramido desgarradoramente humano me ahogo un grito en la garganta. Retrocedí entenebrecida, había provenido en alguna parte muy apartada de uno de los pasillos que dejamos atrás, esos que Rojo mantenía vigilado con una tensión rígida que incluso le endurecía los músculos del cuerpo.

Eran sobrevivientes. ¡Sobrevivientes!

Eran...

Y no me atreví a preguntarle qué les estaba sucediendo, imaginándome el espeluznante
escenario por el que aquella mujer que volvió a gritar tan desgarradoramente, estaba pasando y por el qué seguramente pasaron los otros. porque no se escuchaba ningún otro alarido más que el de ella. Era tarde. Era demasiado tarde para ayudarlos.

¿En verdad lo era? La ansiedad llenó mis pulmones y miré a Rojo. ¿Y si se trataba del grupo que se suponía que Michelle envió para recogernos en el área roja?

El ensordecedor eco de dos disparos y dos gritos distintos entre femeninos y masculinos rogando por ayuda y algo más, me puso en alerta y sentí pánico con la nueva guerra interna que estaba teniendo, el vértigo cosquillaba debajo de la piel de mis piernas que querían moverse. Eran más personas y todavía seguían vivas. Todavía había una oportunidad.

—Tenemos que ayudarlos—exhalé alterada. Sin siquiera esperar su respuesta, me lancé a correr. O eso intenté, porque su amplia mano cerrándose en mi brazo y al instante tirando de mi, me atrajo bajo su sombra y su cruel calor—. Siguen con vida.

—Es demasiado tarde—arrojó entre colmillo.

Otro aullido de dolor de una de ellas y miré a Rojo con desesperación.

—¡Quizás no lo sea! — intenté abogar en un grito susurrante. Y sacudí el brazo para librarme de su agarre —. Suéltame, tengo que ayudarlos.

Pero recibí su intenta mirara con un rotundo rechazo.

—Tenemos que ayudarlos. Tenemos qué...

—No servirá de nada cuando ya los tienen —dijo, su tonó bajo, firme e inexpresivo me heló la sangre—. Lo único que conseguirás es ser su nueva presa, ¿lo entiendes?

Alzó el rostro torciéndolo lentamente a lo largo de un pasillo contrario. Se veía tan enfurecido y airado que una vena se le remarcaba sobre la tensión de su apretada quijada. Esa por la que una gota de sudor o agua volvió a resbalar.

—¿Son... esos animales otra vez?

—No— su voz se suavizó, pero para mí fue la peor de las noticias. Si eran contaminados con habilidades, entonces debíamos irnos de aquí.

Aun así, esas personas... Apreté los dientes sintiéndome impotente, una desesperación desagradable estaba a punto de hacerme estallar. Quería salvarlas, Quería ayudarlos. Estaban sufriendo, estaban gimiendo de dolor...los estaban torturando y yo no estaba soportando sus bramidos... ¡Maldito lugar! ¡Maldita sea! ¡Quiero salir de aquí y volver con mi familia! Por favor, por favor, que esta pesadilla se termine...

— Nos iremos de aquí antes de que sus gritos llamen a más de ellos—demandó.

Tiró de mi brazo llevándome a otro corredizo fuera de los bloques, aunque no hacía falta que me tuviera sujetada para hacerme caminar tampoco le arrebaté mi brazo. Di una mirada al camino que dejábamos atrás donde los gritos siguieron recorriendo cada rincón, alcanzándolos todavía y balándonos en sensaciones escalofriantes. Hasta ese momento en que las paredes se nublaron, me di cuenta de que estaba llorando y de que me mordía el labio inferior con fuerza para no sollozar.

Devolví la mirada al frente y no detuve la velocidad con la que mis piernas se movían en tanto nos aproximábamos a un amplio espacio redondeado con bancas y expendedoras vacías con las vitrinas destrozadas. Parecía ser un intento de terraza con piso de madera y baranda del mismo material rodeando detrás de las bancas y separándolas del resto de pasadizos. También había maceteros con abundantes arbustos crecientes cuyas hojas se tornaban entre verdosas y ligeramente amarillentas, entre otras distintas plantas y hiervas con olores que en algún otro momento me estarían haciendo recordar a los laureles que mamá sembró en su jardín.

Y reconocí este lugar. Este sitio estaba en el mapa, era el camino que llevaba a unas instalaciones y a cuatro bloques más para llegar a la zona infantil. El lugar que quería revisar...

El sonido de los crujientes vidrios tronando bajo mis pies y recorriedo los tres pasillos al rededor, me erizó la columna. Ni siquiera pude retroceder cuando Rojo me alzó de la cadera con una velocidad tan indescriptiblemente rotunda que me sentí mareada para cuando ya me había dejado en un suelo limpio sin detener el paso.

— ¿L-lo escucharon? —tartamudeé. De solo pensar que ya corrían por nosotros, la respiración amenazó con detenerse.

Levantó el rostro y bajo sus párpados miró por encima de su hombro, hubo un silencio que llenó el ambiente de suspenso y terror. Quedé viendo su perfil, la forma en que estiraba su cuello para ver a los diferentes lados o la forma en que su cuerpo cada vez más se tensaba. Hasta que se volteó a mí, y sin abrir sus ojos revisó el resto de la nueva zona, torciendo una de sus comisuras.

Esa torcedura fue más una mueca de ira que cualquier otro gesto que pudiera ignorar. Esa simple mueca que mostraba sus colmillos filosos y peligrosos, decía mucho sobre lo que posiblemente estaba mirando a través de tanta roca.

—Tranquila —Apenas pude entender su petición, y de no ser por eso tampoco me habría dado cuenta de lo mucho que temblaba.

Incluso mi respiración estaba tan agitada mientras y empeoro cuando él detuvo el paso tirando más de mi hasta apretarme a su cuerpo tenso y caliente con sus manos aferrados a mi cadera. Que se quedara tan quieto, sigiloso y rígido hasta las entrañas, no me gustaba nada.

— ¿Qué ves? — susurré con un nudo de miedo en la garganta. Mis manos ya se habían aferrado a él también—. ¿Cuantos...?

—Además de los que dejamos atrás. Son solo tres y, a diferencia de los otros, estos están desorientados—escupió, su voz se engrosó a pesar de que me hablaba en susurros—. El ruido los atrajo, pero no pueden ubicarlo.

¿Contaminados sin sentido auditivo ni la capacidad de ver temperaturas? Eso quería decir que aquello, no era ninguna bestia o experimento contaminado, ¿se trataba de personas contaminadas?

— ¿Deberíamos seguir o escondernos hasta que se aparten? —apresuré a decir demasiado bajo. No me gustaba la idea de estar encerrada por cuarta vez, pero si no eran como él, aunque no había ninguno como él, así que, si estos tres no eran como la monstruosidad del túnel de agua, entonces la aceptaría nuevamente.

—Nos quedaremos aquí. Si nos movemos y llamamos la atención de los otros...

Sus últimas palabras se arrastraron entre sus colmillos sin finalizar y tan solo pausó, me movió nuevamente con ferocidad, moviéndome con tanta facilidad bajo su agarre como si fuera una muñeca de trapo hasta pegarme la mochila y parte de mi espalda contra una de las paredes y apretar mi pecho contra su torso. No estaba apretándome con fuerza, y aun así su calor me sofocó, o quizás era el miedo de que esta repentina acción suya significaran malas noticias porque parecía como si estuviera protegiéndome u ocultándome de la vista de algo.

Rogué que no fuera eso último, y que mucho menos aparecieran más contaminados.

Cerré mis puños contra sus brazos mirándolo fijamente y el modo en que mantenía su rostro entornado en una sola dirección del siguiente pasillo. Y casi pareció como si arrojara maldiciones internas por el modo en que entre abrió sus labios en una irritada torcedura, mostrándome sus apretados colmillos.

—Voy a tener que matar si se dan cuenta de ti y, si eso sucede, vas a dejarme atrás.

—No. —Sacudí la cabeza en desaprobación instantáneamente. ¿Dejarlo para escapar y salvarme? Nunca —. Tengo un arma, con eso nos...

—No te estoy preguntando, Pym — Estremecí, mis hombros se encogieron con la ferocidad con la que me miraba.

—Y yo no te estoy pidiendo permiso—arrojé en susurros cuando me alcé de puntitas rozándole apenas los labios en su endurecida quijada. Abandonarlo después todo lo que había hecho, no era una opción. —. Voy a usar el arma si algo pasa.

—¿Y sabes usarla?—susurró a centímetros de mi oído. De nuevo esa pronunciación remarcando la erre.

Se me removió el estómago, sus palabras solo me devolvían a una horrible realidad de lo inservible que era. No recordaba saber usarla y quitar el seguro era lo único. Y aun así quise ir a salvar a aquellas personas en agonía como si pudiera y como si ponernos en peligro fuera mas importante que mantener nuestras vidas. Solo estaba siendo necia.

No podía hacer nada mas que quedarme quieta y obedecerle porque no era tan habilidosa como él ni tan fuerte.

Pero eso fue algo que él no me echaba en cara.

— Tendremos que tomar una dirección apartada de las zonas a las que quieres ir.

Asentí al instante, una y otra vez. Si dirigirnos por este camino llamaríamos su atención o la de los otros, desviarnos sería lo mejor. Podríamos tomar una ruta diferente para llegar a la zona infantil y... Apreté los dientes, ni siquiera recordaba cuál otra ruta tomar que no fuera este mismo camino. No me grabé todas las demás, tampoco las escribí en la hoja en mi bolsillo.

— ¿Cuál camino es más seguro? —le pregunté, apretando el arma en mi mano.

No me respondió y tomándome de nuevo y con suavidad del brazo, me guio hacía el pasadizo a nuestra izquierda el cual terminó adentrándonos a dos largos senderos de almacenes que muebles y herramientas. Dos transportes de carga acaparaban casi todo el espacio, así como un par de cadáveres mayormente devorados.

Me llevé la mano a cubrirme la nariz con el nauseabundo aroma mientras los pasábamos de lado. y girábamos a otro pasillo. Los minutos se hicieron eternos bajo el petrificante silencio que se producía sobre nosotros, y no supe cuántas instalaciones dejamos atrás y cuantas veces doblamos esquinas, pero la lentitud con la que Rojo comenzó a andar al mismo tiempo en que dejó de mirar atrás más seguido que antes y el hecho de que me soltara el brazo, estuvo a punto de relajarme un poco. Pero los gritos de esas personas volvieron como piedras pesadas amortiguándose en mi pecho.

La forma en que sus bramidos se alargaban en alaridos dolorosos era como si... les estuvieran arrancando algo.

—Se los...— hice una corta pausa cuando un nudo se engrosó en la garganta: — ¿Se los estaban comiendo?

Rojo no me respondió y tampoco hacía falta que lo hiciera después de los cadáveres que acabábamos de ver y de todo lo que fui descubriendo de ese virus desde que desperté en el área roja. Eran caníbales.

No imaginaba cuantos sufrieron el mismo destino... Y no iba a hacerlo. Pero, lo que más me frustraba era pensar en qué si solo los hubiéramos ayudado a tiempo quizás uno o dos habrían seguido con vida. Pero mientras estaban siendo atacados, nosotros nos besábamos como si nada en esa ducha.

De nuevo me había perdido en él, de nuevo sabiendo lo peligroso que era este laboratorio me entregué a ese deseo que sus labios y su lengua desataban sobre mí y dejé de pensar en todo lo que nos rodeaba. No era tonta, no era inconsciente, entonces, ¿qué demonios me sucedió? No. ¿Por qué él lo permitió? Era igual de consiente de la situación en la que estábamos y la poca probabilidad de sobrevivir y, aun así, me tocó, me levantó y me besó como si no quisiera hacer otra cosa que el deseo de hacerme suya.

No podía dejar de pensar que si no fuera por esos gritos... algo aterrador hubiera llegado a nosotros y entonces, sería demasiado tarde. ¿Cómo fue que él no los notó? No sabía cuantos metros abarcaba su capacidad de ver temperaturas o hasta dónde podía ser capaz de escuchar, pero tal vez por estar envuelto en el mismo deseo que yo dejó de estar atento a todo lo demás. Fue muy peligroso. Estuvo mal. Fuera lo que fuera lo que estuvo a punto de suceder entre los dos, no iba a permitir que ocurriera otra vez. No volvería a dejar que me tocara así.

Razones sobraban para no querer enredarme con él, pero la más importante de todas era:

Él está contaminado.

Dejé de pensar y me detuve en seco cuando el nombre de la instalación del pasillo que se alargaba a mi derecha me resultó un poco familiar.

—Creo que sé cuál es este lugar—susurré.

Rápidamente saqué la hoja del bolsillo y la extendí. Había colocado el nombre de este corredizo como uno de los caminos que llevaba a la zona de crianza de las bestias: allí había dos corredizos más que guiaban a los bloques del al ala neonatal y uno distinto a los complejos de la zona naranja.

Sentí un cosquilleo de emoción florecerme en el estómago y llenarme el pecho. Este era uno de nuestros retornos, aunque más apartado, de los lugares a los que quería revisar. Podría decir que era casi como si un milagro nos hubiera caído porque ambos lugares estaban conectados, el problema era la zona canina y nada nos aseguraba que no estaría infestado de esas bestias o algo peor.

—Si doblamos ese pasillo, llegaríamos al área canina, el lugar donde fueron creadas esas cosas, como el que vimos en el almacén — Le señalé dónde un pequeño letrero adornando el final del sitio advertía en color rojo el área peligrosa—.  Ese lugar tiene un pasillo que nos llevara a la zona infantil y a las instalaciones del área naranja, pero...

Un chasquido de lengua me puso nerviosa. Alcé la mirada en su perfecto y tenso perfil. Sus enrojecidos párpados se mantenían cerrando y mantenía ladeado su rostro con sus labios ligeramente abiertos y su quijada presionada. Gotas de agua o sudor seguían recorriéndole desde su perlada frente hasta su quijada y finalmente acariciando esa manzana de Adán.

No. Esas ya no podían ser gotas de agua. Era sudor, la fiebre ni siquiera parecía haberle bajado un poco aun cuando el agua estaba fresca.

—¿Es seguro o...?—bajé aún más el tono de mi voz con miedo a que, la razón por la que no movía su rostro en esa dirección, fuera por algo.

—Esta libre. — Apenas pude atisbar el rígido movimiento de sus labios esbozar esa frase.

Pero aun, así como si dudara de algo, no extendió sus párpados por unos aterradores segundos en los que no pude dejar de mirarlo.

—Creo que no hará falta llevarte al área naranja.

—¿Por qué? —inquirí. Los latidos del corazón me subieron por la garganta cuando torció ligeramente sus labios.

—Porque en esa zona hay cinco personas.

Y esa emoción se esparció como calor sobre cada centímetro de mi piel, llenándome nuevamente el pecho donde el corazón me revoloteó.

Sobrevivientes.

Cinco sobrevivientes.

—¿En serio? — hasta mi voz sonó con demasiada ilusión.

Por fin estaríamos a salvo. Finalmente estaríamos con más personas. Lo mejor de todo es que quizás ellos sabían algo sobre los niños y bebes...

—Hay que movernos— ordenó todavía con esa rigidez y ese tono de voz áspero.

Solté una exhalación y asentí. Me guardé la hoja cuando volvimos a movernos en esa dirección. Casi casi podía sentir que una parte del infierno que constituía este laboratorio estaría terminándose cuando dobláramos ese pasillo.

Casi lo sentí cuando, al hacerlo, subimos una corta escalera que no llevó hasta un amplio corredizo largo y de muros de piedra que me recordó a los túneles. Tétrico y espeluznante, pero con la primera diferencia de que este si tenía bombillas, aunque muy pocas de ellas apenas encendían, lo que provocaba que sombrearan gran parte del lugar, donde los pasillos apenas se atisbaban acomodados: uno en el lado derecho y otro más junto a lo que parecía haber sido otro almacén con las paredes derrumbadas.

Y con la segunda diferencia de que estaba infestada de cadáveres.

De repente el pensamiento sobre que prefería encontrar cadáveres que imaginarme que todos esos trabajadores desaparecidos en lugar de ser sobrevivientes, estuvieran contaminados, me golpeó de arrepentimiento y me drenó la sangre. Y quedé como piedra, con los pies clavados en el suelo y el horror escarbando mi estómago. Era repulsiva, asquerosa, desgarradora la escena que se extendía frente a nosotros. No conté el número de cuerpos, no quise hacerlo, pero inconsciente había llegado hasta el decimotercer y ultimo cadáver al que le hacían falta los miembros como a los demás.

Gran parte de los cuerpos tenían la piel arrancada de su espalda, dejando su espina dorsal a la vista y con los músculos y la sangre exprimida. Estaban mayormente aplastados contra el suelo, casi con la forma de una estampilla.

Era... ¿Qué cosa había hecho esta atrocidad?

¿Y dónde estaban los sobrevivientes que Rojo mencionó?

—No veas.

Rojo se colocó delante de mí, cubriendo con su ancha espalda lo que el panorama me atormentaba. Pero había sido demasiado tarde. La imagen ya estaba en mi mente, golpeándome una y otra vez. Fuera lo que fuera que hizo aquel desastre, seguramente estaba cerca del lugar donde estábamos, y Rojo querría matarlo... La pregunta era saber que tan peligroso era esa monstruosidad.

Estaba temblando de miedo con solo imaginarlo, ya que muchos no pudieron escapar de eso.

—Yo puedo hacerlo—murmuré muy quedito, apartando la mano de mi rostro y sosteniendo el arma con las dos. Salí junto a él para comenzar a caminar sin apartarme mucho de su cuerpo. Atravesando los cadáveres lentamente sin darles mucha mirada, aunque era imposible porque tenía que ver por donde pisar—. ¿Hay algo cerca?

Aunque ya me lo había confirmado, mi mente y mi cuerpo estaban tan aterrados que necesitaban de nuevo su confirmación de que esa monstruosidad no estuviera rondando cerca.

—No—Temblequeé con su respuesta de bajo tono—. Y nada nos sigue.

Asentí. Pero aun sabiendo que no había peligro cerca, seguí con los espasmos en todo mi cuerpo. Tras un cortó suspiro, volví a emprender el camino a dos pasos detrás de él, con el arma en mis manos, lista... o quizás no tan lista. Ni siquiera estaba segura de saber disparar al blanco.

Puse atención al resto del lugar cuando los trozos de huesos empezaron a disminuir en el camino. A un par de metros estaba la montaña de escombros, un trozo de pared colapsado, mostrando lo que ocultaba del otro lado del, quizás, almacén. La habitación estaba oscura y a causa de la poca luz de las bombillas en el pasillo, podía ver solo una estantería en el suelo.

Todo lo demás era un misterio. Lo que también era un misterio que no quería resolver, era que el final del pasillo, solo había una pared metálica, y que las últimas bombillas se hallaban fundidas en su totalidad. No había más. No había otro cuarto o un área como la roja donde personas se estuvieran ocultando. Nada.

— Creo que no hay...

Creo que no hay sobrevivientes aquí. Eso era lo que quería decir.

Mi cuerpo inesperadamente chocó con la espalda de Rojo, acallándome al instante. Cuando me aparté y fijé la mirada en él, vi lo mucho que revisaba el techo. Hice lo mismo, pero muy difícil me resultó encontrar algo... mejor dicho, no tan difícil.

Tirité. Más que por frio —porque mi cuerpo seguía húmedo— era por el miedo congelando mis músculos.

Había algo en el techo. Mejor dicho, un bulto compuesto de las extremidades y piel arrancada de los cadáveres en una esquina del techo y la pared de metal. Hechos bola y sostenidos por lo que parecían ser largas y delgadas patas de araña.

No.

Eran tentáculos.

Definitivamente como a los que le salieron a Rojo en el área roja.

El bulto se movió. El brazo de Rojo se levantó atrayéndome de un fuerte movimiento detrás de él. Solté el aliento entrecortadamente y no fui la única que retrocedió enseguida cuando un par de brazos magullados cayeron del techo, revelando algo mucho peor.

—Ocultó su temperatura con esas pieles —la irritada y feroz voz de Rojo me encogió de hombros, y más de mis músculos se encogieron cuando sentí sus largos dedos deslizándose sobre la desnuda piel de mi abdomen con la intención de moverme y ocultarme detrás de él cuando...

Aquello se levantó de entre las pieles y extremidades con una atroz figura que sacudió mis huesos.

El par de esféricos ojos rojos que, nos había estado observando todo este tiempo de entre las tinieblas, sonrieron de forma siniestra al mismo tiempo en que lo hicieron sus torcidos labios negros.

Lo supe.

Aquello había estado esperando a que nos acercáramos, a que cayéramos en su peligrosa trampa. Y lo hicimos, como fáciles presas para un depredador hambriento.

Sutil, silencioso e inteligente cazador que, a pesar de su -casi- forma humana, no tenía nada de humanidad.

— R-Rojo — apenas y pude decir su clasificación. Sin apartar la mirada del sadismo que desataban aquellos orbes ensangrentados.

Entonces soltó todas esas extremidades y pieles y se dejó caer, aterrizando sobre sus agrandados pies de los que grandes tentáculos le atravesaban la planta y garras sobresalían de sus dedos. Tenía tentáculos por manos que resbalaban del interior de sus puntiagudos brazos, y su cuerpo ancho, deforme estaba grotescamente desgarrado y agujerado: heridas que no sangraban, pero por las que los tentáculos escapaban, así como una grotesca bola gelatinosa color negra le colgaba de la magulladura en su abdomen.

Lo único con apenas forma humana era su rostro donde todas esas venas negras se le dibujaban cono patas de araña y se engrosaban sobre su inflamado cuello: como si estuvieran a punto de reventarse.

Alcé el arma, lista y dispuesta a cualquier otro movimiento del experimento que
se sostenía del techo con todos esos tentáculos delgados que salían del interior de sus hombros.

— ¿Ella es tu comida? — Su voz engrosada y escurridiza como una serpiente venenosa, erizó mi piel.

Hablaba...

Esa cosa hablaba.

Había pensado que los contaminados perdían su razonamiento, pero a Rojo eso no le pasó y creí que era porque se contenía al virus que seguía comportándose como una persona, pero este experimento deforme acababa de hablarnos y no solo eso, reconoció que yo era una mujer.

—Hu-huyamos...—Tiré de su playera y temblé de miedo cuando los orbes de aquella cosa se clavaron instantáneamente en mí, tenía el mismo color de ojos que Rojo 09, y sus colmillos cuando abrió sus labios para sumergirlos en una tétrica y escalofriante sonrisa, eran iguales a los de él —. Huyamos.

Mi voz suplicante quedó a la mitad cuando esa cosa se echó a correr con todos esos tentáculos en nuestra dirección.

—Ahora...mía...

Alcé el arma con ambas manos. Pero ni siquiera pude acomodar el dedo en el gatillo cuando Rojo me empujó con una brusquedad hacía los cadáveres desmembrados que se esparcían cerca del corredizo

Azoté y me tragué un gemido de dolor, mis manos me separaron de la pegajosa piel ensangrentada del cadáver debajo de mí, y aterrada por lo que su acto significará, me volteé todavía sujetando el arma y buscándolo a él una mirada desesperada. Unos cuantos de los tentáculos de aquella cosa se mantenían presos bajo los blanquecinos puños de Rojo 09. Tiraba de ellos como si fueran los rieles de un caballo para detener a la monstruosidad.

Rugió a metros de mí y estiró el montón de tentáculos que no llegaron a alcanzarme y ni siquiera a acercárseme cuando yo misma retrocedía tropezándome con el resto de cadáveres. Solo estaba mirándome a mí, su objetivo era yo. Y entonces recordé lo que Rojo me dijo una vez que, entre los dos, yo era la única a la que esas cosas tenían por presa porque no estaba contaminada.

—Apártate de aquí tanto como puedas—el grosor de su voz se escuchó lejos de mi—. Tendrás que esconderte y esperar.

Pero yo no pude moverme. Todo lo contrario, ni si quiera sentia las piernas del terror que me invadían y me retorcía los huesos bajo mi piel. La deformidad retrocedió, algunos de sus tentáculos bajaron mostrándome una parte de su rostro el cual mantenía torcido... demasiado torcido de tal forma que la piel del cuello se le arrugaba mirando al hombre que le arrancaba el montón de tentáculos de un desgarrador tirón. El corazón me bombeo frenéticamente la sangre, venas negras se le engrosaban a lo largo de su ancho cuello y sobre la apretaba quijada de Rojo, quien arrojaba los grandes trozos al suelo.

Parecía una bestia enfurecida.

Una que también enfureció al monstruo.

No pude si quiera procesar lo que ocurrió enseguida y con tanta rapidez. El monstruo se sacudió estirando su cuello de tal modo que la cabeza se le colgó de un lado como si perdiera la fuerza de mantenerla, y mientras eso sucedía, los tentáculos que le atravesaban sus pies se movieron y comenzaron a alzar su cuerpo al instante en que los tentáculos que sobresalían de su hombro se estiraron en dirección a Rojo con una feroz velocidad.

Él se movió, pero más tentáculos se alzaron y alcanzaron su antebrazo, rodeándolo desde la muñeca hasta encima del hombro. Rojo se arrancó unos cuantos hasta que este tiró de su cuerpo de tal forma que, si no fuera porque alcanzó a aferrarse a una parte de la pared intacta del almacén, lo estaría arrastrando por el suelo y hasta él.

Escupió un gruñido entre sus colmillos, fue un gruñido que me perforó el corazón y me atrajo el recuerdo de la monstruosidad que lo atacó cuando me salvó. Estaba haciendo lo mismo, jalando de su brazo, rasgándole la piel hasta derramarle sangre desde su hombro en tanto se acercaba amenazadoramente a él.

Y entonces levanté el arma, apunté y disparé.

La bala que debió atravesarle alguna parte de su asqueroso cuerpo con tal de matarlo o apartarlo de él, rebotó contra el muro justo a varios centímetros de su cuerpo.

—¡Sal de aquí! —su rugido bestial perforó mi cuerpo y escoció mis ojos.

¿Dejarlo con esa monstruosidad? ¿Correr y dejarlo atrás y nunca mas saber de él?

Sí, tenia que recordarme que así de inservible era. Tenía que reaccionar y no ser un estorbo. Tenia que correrá ahora, ¡ya!

Me levanté como un látigo y le di la espalda a todo corriendo en dirección al pasillo mas cercano que mis ojos encontraron. Solo entonces, un rugido de dolor me perforó la espalda y me recorrió cono una tormenta de hielo y lava que me acalambró. Giré, la monstruosidad tenia sus colmillos clavados en su antebrazo, tirando y tirando y arrancarlndole un gran trozo de su piel.

Se lo estaba comiendo.

Quise gritar que lo soltada, pero la garganta se me rasgo con nada mas que un gemido de furia y miedo en tanto corría varios pasos al frente, alzando nuevamente el alma para disparar.

No podía dejarlo, no cuando lo tenía acorralado. Aunque no tenia su misma fuerza y era muy inferior a ellos, tenia que hacer que lo soltara, por lo menos llamar su atención hasta que lo soltara y él pudiera atacar...

La bala le atravesó el costado, pero la criatura apenas emitió un quejido en tanto ese otro chillido se emitía desde su estómago, dejándome petrificada. Esa tétrica sensación apenas me tocó cuando soltó el resto del brazo de Rojo y extendió a una velocidad horripilaste sus tentáculos a mí, y de no ser porque reaccioné al insiste, corriendo y retrocediendo cerca del umbral de pasadizo por el que correría, me habría alcanzado el brazo.

—¡Detrás de ti! —rugió.

Se me heló la sangre con el gruñido bajo asomándose a mis espaldas. Era una bestia, no, dos, eran dos. Dos de esas criaturas de cuatro patas, de piel negra y escamosa, mostrándome sus colmillos. Una con un ojo colgándole sobre la mejilla, la otra con el costado abierto mostrando sus costillas. Retrocedí, estaban a tan solo dos metros de mi, demasiado cerca, demasiado... y yo estuve a punto de escapar antes por ese mismo corredizo.

Retrocedí otra vez con el cañón señalando.

—¡Pym!

Pero mi mayor depredador no eran solo esas bestias que como si estuvieran conectadas se inclinaron preparándose para saltarme encima, sino el experimento deforme que bajaba de los escombros una vez que soltó a Rojo y él se tomaba su propio brazo mordisqueado para arrancárselo. Pude jurar escuchar el crujir del hueso y un gruñido ahogándose entre sus colmillos mientras esos delgados tentáculos resbalaban y caían del interior de su hombro, cubriendo su picudo hueso y rozando con un trozo de piel que le colgaba todavía.

—Pym...

Me temblaron las piernas, me temblaron las manos, me tembló todo y no hubo un instante para planear mi escape cuando esa
monstruosidad que se lanzó a correr con sus deformes pies haciendo vibrar los huesos al mismo tiempo en que las bestias se echaron a correr sobre sus patas y una de ellas haciendo un salto del que definitivamente no me salvaría.

Disparé al animal, la bala atravesó una de sus piernas haciéndolo caer y haciendo tropezar a su compañero, tuve que salir disparada del lado contrario porque no había ningún otro corredizo lo suficientemente cerca para tomar antes de que me alcanzara el otro experimento. Rojo graznó mi nombre en la distancia  y como si mi cuerpo lo sintiera como una orden desesperada, como una necesidad frustrante y agonizante, pasé entre los cadáveres corriendo casi pegada a toda la pared en forma de un circulo y hacia el hombre cuyos tentáculos me rodearon antes de que los otros tentaculares lo hicieran.

Todo al rededor se movió con brusquedad ni siquiera sentí dolor cuando mi cuerpo sintió el suelo rodeando sobre él cuyas blancas paredes pronto reconocí. Me había lanzado al interior del corredizos por el que vinimos y ni siquiera tardé en levantarme y voltear solo para hallarlo a él a la distancia dándome la espalda, y con sus tentáculos tratando de detener la monstruosidad de tal forma que la hizo caer al suelo.

Hizo lo mismo con una de las bestias en tanto a la otra, con un tirón abrupto la partió en dos, derramando sus restos por el suelo.

Apenas me entorné sobre mis rodillas jadeante y temblorosa alcanzando el arma con intenciones de levantarme y huir, cuando los colmillos de la monstruosidad ya estaban encajados sobre el hombro de Rojo arrancándole otro gran pedazo de piel. No hubo ningún grito de él excepto un apretón de sus colmillos mientras la sangre le manchaba su polo.

Tepartiré en pedazosprim-ro —arrastró esa cosa, y el corazón se me detuvo y no fue lo único que dejó de funcionarme cuando un puño de sus tentáculos voló a Rojo y le atravesaron el estómago.

El shock me dejó helada, inmóvil y vacía con un zumbido que fuera lo único que penetrara en mis oídos, mi cabeza y el resto de mi cuerpo, en tanto veía la sangre que arrojaba de entre sus ensangrentados colmillos. ¡No, no, no, no! Alcé el alma queriendo disparar una vez más y no pude siquiera intentarlo cuando de nuevo alzó los tentáculos en posición de protegerse...

Mientras otro puño de sus tentáculos se enrolló por encima de su hombro y volvieron a pasar por el agujero de su estómago engrosando la herida. Abriéndola más de forma que los intestinos... Se me nubló la vista y me tambaleé mirando la sangre chorreando el piso del umbral.

— Lu...go... mela... comeré...

—Eso no sucederá —apenas escuché el bufido engrosado de Rojo antes de verlo arrancándole esos tentáculos para sacárselos fuera de su estómago, para luego encajarle las garras en su aterradora cara para torcerlo y propinarle una mordida en su deforme cuello.

Bramó con la piel que Rojo le arrancó y escupió al suelo antes de volver a morderlo en el mismo lugar. Antes de que esos otros tentáculos empezaran a metérsele por el torso. Rojo gruñó, su gruñido de ira me hizo respirar apenas.

Volvió a arrancárselos y retrocedió acortando apenas unos centímetros de los metros que nos separaban en tanto la sangre seguía cayendo, cayendo y cayendo. Ni siquiera se detuvo un nanosegundo a reponerse cuando los tentáculos de su hombro volvieron a estamparse en la monstruosidad arrojándola contra el pedazo de pared intacta del almacén: misma que se agrietó y terminó derrumbándose también.

El humo se levantó como una cortina alrededor, cubriendo el cuerpo de aquella monstruosidad, y un silencio insoportable me dejó con el corazón en la boca. Esperaba que estuviera muerto, lo deseaba, pero aun así no pude apartar la mirada de ese lugar, atenta, muy atenta, porque no podía creer que un golpe como ese terminara con su vida.

Y solo ver como él arrojaba un quejido entre colmillos y escupía sangre antes de arrastrar, hizo que su clasificación saliera de mis labios. Pero ni siquiera volteó a mirarme, y con el único brazo todavía completo se sostuvo los órganos con sus garras y comenzó a moverse, a apartarse de mí... a dirigirse a ese lugar.

—Vámonos—fue lo único que salió de mi boca, un tono bajo, atemorizado, de que otras cosas vinieran. Se veía tan cansado y la sangre no dejaba de derramarse, parecía a punto de caerse, de morir y yo no quería... Yo no quería perderlo—. Va...vámonos...

Un gruñido se alzó de alguna parte y con ello él saltó de la otra bestia que no pude llegar a él cuando levantó dos de sus tentáculos y la atropó del torso, ferozmente la apretó, más y más, rompiéndole los huesos y, con un tentáculo extra la sostuvo de las patas traseras, tirando tal como hizo con la otra bestia hasta destrozarla en dos.

La sangre le salpicó el rostro y salpicó los muros del pasillo en el que me dejó cuando al tirar los restos volvió a moverse.

Me moví también y apenas di un paso, él se detuvo y bajo las sombras, ladeó su rostro y entornó una mirada feroz en mi dirección. Me arrepentí infinitamente de que lo hiciera cuando esos tentáculos rodeo del cuello y lo atrajo dentro de la cortina de polvo.

— ¡Rojo! —grité y no pude verlo. No pude no salir corriendo en esa misma dirección con el arma temblándome en manos. Sintiendo la presión del terror acumulándose en mis músculos.

Unos grotescos sonidos empezaron a estrujarme las entrañas. Algo muy malo le estaba pasando a Rojo, ese experimento estaba haciéndole algo...

— ¡Déjalo! — pedí, el rostro me ardía y el pecho me dolía. No sabía a donde apuntar, no podía ver nada más que humo y escuchar nada más que esos quejidos de dolor —. P-por favor... Por favor, por favor, por favor... ¡No le hagas daño!

Entonces una sombra arrodillada me dejó gélida.

Algo atravesó todo mi cuerpo, llevándose mi alma y regresándola de golpe cuando vi, aterradoramente, como esa cosa abría su boca tan ancha y tan larga, mostrando esos largos colmillos que pronto mordieron su pecho. Jalando su piel hasta...

Rojo gruñó de dolor.

— ¡Déjalo! —rugí al instante en que disparé otra vez con la vista nublada, borrosa.

Un feroz gruñido me dijo que había dado en el blanco. Justo en alguna parte de su pecho y para mi mala suerte nada cerca de su corazón. Soltó las garras de Rojo y se apartó bruscamente de encima de él ocultándomelo cuando se posicionó al frente y me miró.

Quedé destrozada, él estaba destrozado, estaba muy mal, él...

—Pym...—su débil y arrastrada voz como si le costara pronunciar mi nombre, hizo acelerarme el corazón.

Sentí que volvería a pedirme que me fuera y aunque era algo que hasta la ultima parte de mi cuerpo quería hacer, no pude al ver el suyo. No pude cuando esa cosa se movió amenazadoramente con todos sus tentáculos arrastrándose. Pero se detuvo de golpe. Sus esféricos orbes pasaron de mi a los tentáculos que apresaban una de sus piernas y con tanta brutalidad que pude ver como la piel se le engrosaba y se le reventaba hasta el hueso. Era Rojo quién trataba de detenerlo..., aun en su condición trataba de protegerme.

Yo podría dejarlo, podría correr y abandonarlo. Pero no podía ni darle la espalda cuando había un agujero en su abdomen y una parte de su costado ya no estaba. Su condición era pésima, moribunda, y algo en mi gritaba de dolor, de lo mucho que verlo así me hería.

Si no hacia que esa cosa me correteara, Rojo no sobreviviría, pero... si me perseguía a mi, tampoco sobreviviría.

Teníamos que matarlo. Pero él parecía no poder hacerlo y yo... tenía más probabilidad de fallar.

Y arrojó otro gruñido y se volvió a él. Por ese nanosegundo en que estrelló su deforme pie sobre su pecho de tal forma que algo trono, los escombros vibraron y esa sangre se escupió de su boca junto a un gruñido ahogado, le apunté a la nuca. Esos dos malditos tentáculos volvieron a interferir antes de que si quiera disparara al mismo lugar. Percibía mis movimientos, percibían mis intenciones, esa monstruosa era inteligente.

Le lancé una piedra desesperada porque lo dejara y mis huesos comenzaron a temblar de tragedia y rabia y dolor. Solo esa maldita roca que rebotó en su craneo lo enderezó de golpe.

Tuve que retroceder rápidamente cuando se giró con violencia y bajó a la vez que retiraba los tentáculos que lo protegían.

Correr o quedarme, de cualquier forma iba a morir sin él y con dos únicas balas en manos era imposible ganar. Muy imposible.

Volví apuntarle con la misma rapidez a su pecho y esos mismos tentáculos lo cubrieron. Vociferé de impotencia. No había manera, no habían manera de dispararle sin que se acomodaran como un escudo justo donde quería dar con la bala. Una vez mas e hizo exactamente lo mismo cuando bajó de los escombros.

Sonrío perverso y diabólico como si supiera que ya había ganado.

Seguí retrocediendo con él repitiendo mis mismos pasos, apartándose de Rojo cada metro mas y, para mi agonía cubriéndome por completo su cuerpo con sus largos y gruesos tentáculos. Estiré el cuello deseando verlo, deseando saber si todavía estaba vivo porque ya no escuchaba ningún ruido, nada. Nada.

De repente una última idea se vislumbró en mi cabeza y quizás, lo cual era muy probable, fallaría y moriría.

O le daba al blanco, o escapaba después de disparar y antes de que me alcanzara... pero tenía que intentarlo, tenia que hacerlo, tenía que ayudar a Rojo. Me lo repetí para que el corazón no se me escapara de la boca y yo corriera al pasadizo detrás dándome por vencida con disparar y sobrevivir por mi cuenta y dejarlo morir.

Bajé el arma.

Casi pude escuchar una risa ahogándose en su garganta y entonces, se echó a correr hacia mí.

Todo desapareció excepto esa cosa, y sus tentáculos que se movieron hacia mi.

Corrí a un lado escuchando el estruendo de sus tentáculos estrellando contra la pared, no perdí el tiempo y volví a apuntarle a su pecho sin disparar. Y tan solo ver cómo volvía a protegerse con los mismos dos tentáculos esa zona, entorné velozmente la boquilla más arriba y disparé dos veces a dos lugares diferentes de su rostro en el mismo momento en que sus tentáculos volvieron a extenderse a mí para arrojarme a los escombros...

Cubriendo todo en una terrible oscuridad.

(...)

Una alarma, hundiendo casi todo el pasadizo, me sacudió el cuerpo. Me despertó sobresaltada, devolviéndome la conciencia. Abrí los parpados y lo primero que vi, fueron los escombros en los que mi cuerpo descansaba antes de sentir el intenso ardor punzándome la frente. Arrugué el rostro y ahogué un quejido de dolor cuando rocé los dedos y observé la sangre recorriéndome desde la punta hasta los nudillos.

Me sentía desorientada, perdida, hasta que todos esos escenarios de la monstruosidad arrancándole la piel a Rojo, trozo por trozo, se resumió en una aterradora película que me suprimió un sollozo. Y me moví con brusquedad, soltando otro quejido ante el entumecimiento de mi brazo, ni siquiera me lo revisé y me acomodé sobre las adoloridas rodillas, para sacudir la cabeza en todas las direcciones buscándolo a él.

El corazón se me hundió cuando lo encontré inmóvil sobre los escombros al otro lado. con el brazo extendido y su rostro ladeado de tal forma que no pude ver sus facciones. Pero si pude ver esa desgarradora herida que todavía no se regeneraba en su garganta. O tal vez sí, o quizás no, no podía verlo con exactitud debido a la distancia y a toda esa sangre, y aun así comencé a sentir que el oxígeno me hacía falta porque no solo era esa herida la que no se le terminaba de regenerar, si no la de su abdomen la cual abarcaba más de su torso, mostrándole los músculos desgarrados y parte del pecho.

Ese que parecía no agrandarse con su respiración.

—No...—sollocé.

Volví a moverme con rapidez y quise levantarme, pero la rapidez tan desmedida con la que me incorporé me mareó y me tumbo. Intenté por segunda y tercera vez levantarme, las piernas me temblaban como si el hueso se me volviera de gelatina y no era la única parte de mí que lo hacía mientras bajaba los escombros. Tropecé y casi caí, pero no me detuve buscando las fuerzas para llegar a él.

Mi mirada se deslizó aterradoramente sobre el cuerpo de la monstruosidad que yacía en el suelo a una corta distancia. Miré a Rojo y volví a revisar a esa cosa, atenta a cualquier diminuto movimiento que hiciera mientras lo pasaba. Esta vez no tenía armas, no tenía nada con qué más defenderme, si seguía vivo o peor aún, aparecía otra monstruosidad...

Un agujero se marcaba limpiamente entre sus gruesas cejas.

Imposible. La bala si le había dado.

Sin embargo, no había una sola gota de sangre cubriéndole su pálido rostro, y ningún charco de sangre bajo su nuca. Sus gruesos tentáculos negros estaban esparcidos a los costados sin movimiento. Mordí el labio cuando su pecho tampoco se movió, y tan solo me permití observarlo un par de segundos más, eché una rápida mirada al pasillo detrás de nosotros y a los otros dos completamente vacíos antes de devolverla a esa cosa.

Entonces me eché a correr a los escombros al otro lado, a pasos torpes, tropezándome con cualquier cosa hasta que pude llegar hasta él. Me arrodillé resistiendo el dolor en uno de los muslos y moví los brazos sobre su cuerpo sin saber dónde tocar. La playera casi completamente rasgada mostrando todo su torso mordisqueado, magullado. Le hacían falta trozo de piel en casi todo su tórax y pecho. Y aunque ahora que lo tenía más cerca podía notar que la herida en su cuello había regenerado tras rozar mi pulgar en la sangre que le cubría esa rosácea zona, era todo lo contrario con el agujero que se extendía casi sobre del centro de su abdomen hasta su costado... su costado era el que mas abierto estaba, y no podía verle los órganos que las monstruosidad le sacó.

Y entré en shock.

—¿Ro-jo? —mi voz apenas salió debido a los nudos. Nerviosa, ansiosa, aterrada y con un hueco terrible en el pecho y en la boca del estómago—. Despierta...

Me relamí los labios y mis manos volvieron a titubear sobre él cuando no hubo respuesta.

Aparté con mucho cuidado unos pocos mechones que cubrían gran parte de las facciones relajadas de su rostro. Estaba tan pálido y frío...

Frio.

Muy frío.

Todo en él estaba frío.

Su rostro, su cuello, su único brazo, su pecho donde mi mano descansó esperanzada de sentir un movimiento.

Gotas de mi propia sangre y de mis propias lagrimas comenzaron a caer sobre sus párpados donde sus venas amoratadas se mercaban, cuando no hubo un solo movimiento bajo la palma de mi mano. Y sacudí la cabeza rechazando eso, para luego
tomar su rostro con delicadeza para enderezarlo y posicionar el mío tan cerca y con un dedo en los orificios de su nariz, con la intención de saber si estaba respirando.

Un segundo nada.

Dos segundos nada.

Tres segundos nada.

Cuadro, cinco y seis segundos...

Retuve el aliento.

Un largo silencio se formó cuando la alarma se acalló, y dejó que lo único que pudiera sonar, fuera los latidos de mi corazón, martillando mi cabeza. Entonces, sentí esa débil caricia de su respiración rozando parte de mi oreja. Eso me hizo soltar la exhalación, y llenarme de una sensación de felicidad que apenas me hizo sonreír.

Estaba vivo.

Estaba respirando.

—Lo siento...— sollocé, aunque estaba segura de que no me escuchaba—. Lo siento, lo siento, lo siento...

Esto no habría sucedido si yo fuera más servible, si supiera disparar en el blanco, si fuera más fuerte y rapida, si le hubiera hecho caso cuando me gritó que me fuera y hubiera reaccionado antes él habría...

Acaricié sus mejillas rostro apartando todos los mechones posibles sin poder detener mi llano.

Era la adrenalina combinada con el mucho miedo que tuve de que Rojo muriera, y de que yo perdiera la vida también. Un poco más, y no estaríamos vivos.

Apenas había sido suerte, una pisca de suerte para sobrevivir al maldito infierno.

Salí corriendo a recoger la mochila que se me había caído también en el momento en que Rojo me soltó en el pasillo y volví a él...

O eso intenté.

De la nada algo me apretó el tobillo y me hizo caer. Azoté contra el suelo, amortiguando el golpe sobre la mochila mientras sentía como aquello tiraba de mí, apenas arrastrándome por el suelo y hasta la monstruosidad inmóvil. Giré y reteniendo un sollozo pateé el tentáculo que me envolvía el pie. Lo patee una y otra vez y otra vez, y otra vez ahogando quejidos hasta zafarme y apartarme lejos.

¡Esa cosa seguía viva aun con una maldita bala en la cabeza!

Solo ver con otro tentáculo se arrastraba en mi dirección me hizo retroceder aún más y tomar una roca que le terminé lanzando a la cara del experimento deforme. Otra más golpeó su cuerpo rompiéndole la nariz, pero la monstruosidad seguía tan inerte como cuando desperté que no pude entender qué estaba sucediendo y porque esas se le movían.

Me colgué la mochila y tomando una roca más grande y pesada, me di cuenta de que no eran los únicos tentáculos que se arrastraban y yo no era su único objetivo.

—¡No! — grité cuando tres de ellos se enredaban lentamente a la pierna de Rojo.

Corrí y con la roca en manos la estrellé sobre el más grande. Después tomé un pedazo de fierro y golpeé las otras dos encajándole la punta a una de ellas un sin fin de veces hasta rajarla. Tomé a Rojo de los hombros y halé de él en un intento de apartarlo. El cuerpo me ardió por el esfuerzo y las heridas, y un hormigueo me invadió mientras lo hacía. Solté una fuerte exhalación de cansancio cuando esas cosas no volvieron a alcanzarnos y me derrumbé a su lado alcanzando otra roca para defendernos.

Permanecí en alerta por largos segundos, quizás minutos, temblorosa, alterada, furiosa, aterrada y mareada, y sin entender qué acababa de suceder. No ver ningún movimiento más y mucho menos ninguno amenaza sombreándose en los pasillos, decidí bajar la roca y abrir la mochila. Saqué una botella de agua y con cuidado acerqué la boquilla a sus labios amoratados y apenas manchados de sangre para humedecerlos.

Trocé una parte de mi camiseta y la moje, la pasé limpiando la sangre de la herida en su pecho y descubriendo esos hilos musculares cerrándose con lentitud. Me acerqué a la desgarradora lesión en su abdomen, no sin antes echar otra rápida revisada a la criatura y esos tentáculos. La herida abarcaba desde su centro y hasta casi todo su costado derecho, la piel desgarrada colgándole al rededor, su interior todavía hueco...

Lagrimas volvieron a nublarme la vista. No podía comprender cómo con una herida así y sin esos órganos todavía no estaba muerto, pero eso tampoco me aseguraba que no morirá en unos segundos más o en un minuto porque se veía mal. Se veía terriblemente mal.

No quiero estar sola...

No quiero estar sola, por favor...

Respiré con fuerza y entrecortadamente y volví a mirar a todas partes ahogando otro sollozo. Tragué la desesperación en tanto rozaba el trozo de tela cerca de la lesión abdominal, la piel muscular se le regeneraba tanto como en el pecho, pero lo que más me aterraba era lo que le hacía falta.

—Pym...—su voz, extremadamente ronca y crepitante arrastrando mi nombre, me recorrió todo mi sistema hasta estremecerme.

Fue como respirar vida.

—Estoy aquí— susurré inclinando parte de mí cuerpo hasta sombrear su rostro con una clase de sonrisa —. Estoy a...

Una sonrisa que desvaneció junto al resto de la palabra cuando sus parpados oscurecidos se extendieron, y esa bestialidad de orbes negros clavándose en mí me absorbió completamente.

Negros. Eran negros. Completamente negros, sin la más mínima visibilidad del color carmín. ¿Por qué? La monstruosidad no tenía sus ojos negros por completo y era de su misma área roja, pero la que vimos en la puerta 13 sí los tenía del mismo color, ¿era un síntoma del virus que solo a algunos les sucedía o era por otra cosa?

—Te estaba a-arrancando la... piel— mi voz tembló —, s-sé comío uno de tus... esa cosa t-te estaba matando y yo...M-mi arma... U-usé el arma y la... la bala... una de las balas le atravesó la cabeza...

De repente extendió su brazo en mi dirección. Sus garras se detuvieron a centímetros de la sien que tenía herida, sin tocarme, pero con el deseo tan claro de hacerlo.

—Sus... tentáculos alcanzaron a golpearme—me costó explicarle y le mostré también la herida en mi brazo —. Pero..., cómo ves, no son graves. Ni por nada se comparan a lo que te hizo.

Las bajó con suma lentitudes y fui sintiendo el roce de sus puntiagudas garras palparme el cuello pegajoso y sudoroso y bajar estremecedoramente hasta mis clavículas solo para detenerse al filo de la estirada de mi camiseta que me cubría el pecho, el cual no dejaba de asomarse y remarcarse por lo acelerada que estaba mi respiración. Sus garras no fueron lo único que se tuvieron en esa zona, sus orbes se habían clavado con una intensidad en tanto esa garra rozaba la tela.

—Creí que morirías —Sus orbes negros volvieron sobre mí y cayeron sobre mi boca, y una descarga indescriptible me recorrió desde la nunca hasta la espinilla.

—...y yo creí que te perdería —añadió con un tenso movimiento de sus labios.

Un latido se me atrasó, no esperé que dijera eso. No. En realidad, no entendía por qué lo decía si era una completa extraña para él.

Y tampoco estaba entendiendo porque de repente un calor me hormigueaba el pecho y descaradamente no podía quitarle la mirada de encima a esos ojos que parecían el reflejo de un mar oscuro y enigmático. Qué estupidez. Él estaba gravemente herido, casi había muerto y la herida en su abdomen todavía no cerraba sin contar que le habían arrancado unos órganos, ¿y solo me quedaba callada?

—¿Cómo te sientes? —pregunté muy bajito, aunque ya sabía la respuesta—. ¿T-te duele algo? —Pero seguí haciendo preguntas absurdas—. ¿Te sientes... te sientes mal?

Muy absurdas.

—Tendremos que movernos. Hicimos mucho ruido y quizás otra cosa ya este viniendo para acá— mientras se lo decía, di una rápida mirada a los pasillos sintiéndome levemente aliviada cuando todavía estaban vacíos, antes de volver a él.

Unas gotas de mi sangre cayeron remojándome sobre sus carnosos labios. Su larga lengua se asomó lenta y perversamente saboreándoselas y mostrándome apenas sus colmillos. Cerró los parpados donde las venas negras se le dibujaban como patas de arañas y se pasó las garras por el rostro a la vez que respiró con una fuerza increíblemente anormal en la que sus pectorales apenas regenerados, se engrosaron bajo la tela rasgada de su playera.

—Joder, Pym — Exhaló ronco y arrojó en un bestial gemido entre sus colmillos: —. Tu sangre... Tu sangre esta deliciosa.

Un escalofrío me recorrió y me enderecé de golpe llevando enseguida mi mano a limpiarme el resto de la sangre que corría por mi mentón. Lanzó otra maldición y sus garras se movieron antes de apoyarse con su único brazo para incorporarse.

Lo ayudé, o eso intenté, pero en cuanto mis manos tocaron su hombro, sus tentáculos me apartaron arrojándome sobre mi trasero.

—Aléjate de mí —gruñó encajándome su mirada en una advertencia. Las venas amoratadas y engrosadas de su cuello, se fueron dibujando bajo la piel de su quijada y parte de su mejilla derecha—. Ahora mismo tengo unas ganas de probarte...

Quedé aterrada con la forma tan perturbadoramente veloz con la que torció su rostro y encajó su siniestra mirada en la monstruosidad. Por otro lado, tragué con complicación sin saber qué decir o sentir, lo único que pude hacer fue retroceder sobre mis rodillas mirando la roca más cercana a mí.

Se levantó de manera inapropiada y sin tambalearse ni quejarse se apartó más de mi mientras la sangre seguía derramándose de la herida que lentamente se le regeneraba en su abdomen.

—Todavía estas herido. Si te mueves bruscamente podrías perder más...

—Voltéate—arrastró con la mandíbula tensa. Movió sus grandes piernas, arrastrando los tentáculos de su hombro en tanto bajaba de los escombros con una sola dirección. Se detuvo y se arrodilló sobre el cada ver rasgándole el pecho y arrancándole un pedazo con sus garras antes de mirarme con ferocidad—. No quieres verme masticar su carne.

Su advertencia y su mirada fija y profundamente desarmadora, erizaron hasta la última de mis vellosidades.

Terminé asintiendo, guardando la calma y secandome las lágrimas con el dorso de la mano. De nada serviría sentir temor por él, no quería. Después de todo, me había salvado una y otra vez. Así que no, no lo haría, no le temería.

Le di la espalda por completo, apretando en mis manos el trapo húmedo. No pasó mucho cuando empecé a escuchar como removía el cuerpo sin vida del experimento. Empezando lo suyo.

—So-solo ten... ten cuidado, los tentáculos se movieron después de que lo maté, casi me arrastraron a mi— solté manteniendo la mirada en el interior del oscurecido almacén después de revisar el único pasillo cerca de este lado. Aunque quizás sus movimientos fueron un reflejo. No, ¿cómo podía ser eso un reflejo? O quizás la monstruosidad apenas estaba terminando de morir y por eso después no volvieron a moverse—. Quizás...

Detuve las palabras.

Sonidos comenzaron a desprenderse detrás de mí, de carne trozándose y siendo arrancada y masticada de tal forma que llevé la mano al estómago tratando de evitar las náuseas. Respiré hondo y me miré las raspaduras y la herida que se extendía desde el codo hasta mi antebrazo, como no quería imaginarlo me concentré en revisar cada parte de mi cuerpo.

El muslo derecho dolía cuando me apoyaba en él, pero no estaba herida, sin embargo, lo que más me preocupaba era el dolor punzándome en mi sien. A punto estuve de revisarme esa herida, hasta que terminé concentrándome en ese nuevo pitido que, extrañamente, provenía de la pared metálica. Me di cuenta de que algo estaba sucediendo y eso solo me sorprendió más.

La pared se estaba moviendo y no era solo una pared sino una clase de escudo que escondía una entrada al otro lado del pasillo. Cada segundo, disminuía en alturas, ocultándose en una ancha pero larga grieta en el suelo.

Tuve un deja vu cuando se mostró una puerta grande y de un material pesado con una ventanilla idéntica a las del laboratorio del área roja.

Abrí mucho los ojos, y traté de fijar la mirada en ella. Pero estaba tan sombreada que no era capaz de ver ni siquiera una parte del otro lado de esta.

Recordé que esta era la zona canina, por lo tanto, esa era su área, y también recordé que Rojo dijo que había 5 personas aquí.

La puerta se corrió hacia uno de los extremos, obligándome a levantarme de los escombros. Obligando a Rojo a levantarse con una amenazadora postura en tanto se relamía la sangre de sus labios sin apartar su mirada del área y soltaba el órgano mordisqueado de sus garras.

—Pym —me llamó entre colmillos.

Con las piernas todavía temblorosas bajé acercándome a él justo cuando...

De entre la poca iluminación del interior del lugar —donde apenas podía ver las sombras de unos escritorios—, tres cuerpos armados salieron.

Uno de ellos era hombre. Un hombre alto y de rasgos marcados dueño de unos orbes azules. Y el resto eran dos mujeres pelinegras, con facciones diferentes y edades diferentes.

Eran personas... Al fin sobrevivientes.

Mientras que el hombre joven daba unos pasos amenazando con el arma en sus manos, las dos chicas se mantenían firmes desde sus posiciones mirando, no a mí, sino al experimento detrás de mí.

—Rápido, aléjate de él—exclamó el hombre, su voz gruesa casi provocó que saltara de mi lugar. Lo miré, confundida y en shock. Sus ojos se ciñeron de peligro—. ¡Que te alejes de él!

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