Tú no eres real

TÚ NO ERES REAL
*.*.*

(Disfruten el drama, hermosas, las amo)

28 de Octubre 2086.

Base militar, 6 kilómetros de Moscú.

10 días más tarde.

Nastya.

¿Te duele todavía la cabeza?

Extendí los parpados sintiendo las pequeñas manos de Anhetta acariciándome la coronilla del que provenían un inquietante dolor. Era como si el cerebro estuviera inflamado y a punto de estallarme y no entendía a qué se debía.

—Un poco—sostuve—. Aunque por momentos aumenta.

La vi enderezarse frente a mí con una mueca confusa. Vestía un overol floreado con sus converse hasta el tobillo, juraría que antes llevaba una bata de hospital y uno de sus gorros preferido cubriendo su cabeza calva, y no su cabello castaño suelto esparcido en hebras sobre sus hombros. Ya no se veía pálida, no tenía ojeras, sus labios tomaron el color rosado, sus mejillas volvieron a engordarse y sus ojos azules brillaban como el mismo cielo.

—Qué raro que te duela la cabeza, tendrás que ir a que te revise el médico.

Saboreé el agridulce en la punta de la lengua, así como la sensación de que algo estaba mal. Esto no cuadraba. ¿Anhetta no había muerto?, entonces, ¿por qué estaba delante de mí?

Miré la habitación en la que nos encontrábamos, las paredes lilas y la cama adornada con osos de peluche y almohadones con fundas de colores me hicieron saber que estaba en la habitación de mi hermana. Las ventanas resplandecían de cegadora luz, con sus cortinas rosadas acomodadas a los lados y la cómoda tenía todos los hilos de poliéster y algodón ordenados junto a la máquina tejedora y los utensilios de la misma.

Nunca antes vi tan limpio el cuarto de Anhetta como en este momento.

Estoy soñando, ¿cierto?, o, ¿estoy muerta? Debe ser eso. Si estoy con ella es porque lo estoy.

El escozor se adueñó de mis ojos como la opresión agonizándome el pecho. La observé sentarse en la cama junto a mí, extendiendo una hoja de papel que antes no vi y en la cual comenzó a trazar líneas con un crayón negro.

Negro...

—¿Estoy muerta? — susurré.

Hundió sus cejas y sonrió como si mi pregunta le resultaría graciosa.

—No estás muerta— sacudió su cabellera desordenándola—. Estás soñando.

El ardor creció sintiendo como las lágrimas se me acumulaban. Cuatro meses o quizás un poco más sufriendo por su muerte y mis actos...Si esto era parte de mi sueño, quería tenerlo para siempre.

—Tranquila—canturreó, entretenida en la hoja—, vas a regresar.

Negué con la cabeza.

—¿Y si no quiero regresar? — inquirí y como deseé alzar mis brazos, tocarla y estrecharla contra mi cuerpo, más no pude.

No podía moverme y no comprendía por qué. Solo podía verla, contemplar como ladeada el rostro y de nuevo, hundía sus cejas pobladas en un gesto de extrañes.

—¿Por qué te quedarías?

—Porque te extraño tanto— sinceré el nudo en la garganta se hizo más fuerte —. ¿Tú no nos extrañas, An?

No contestó, apretando sus labios y de pronto agachado el rostro y moviendo la misma mano para seguir trazando en la hoja.

—Le dije a mamá que yo quería crayones de colores, pero solo me trajo negro— expresó, y fue desconcertante ver como sus rayones tomaban formas distintas y entre ellas el cuerpo de un hombre sin rostro—. Así que esto es todo lo que puedo hacer para ti.

Esta ignorando responderme.

—¿No nos extrañas? —repetí, ansiosa por escucharla.

Siguió dibujando.

—¿An?

Suspiró, dejando caer sus hombros y negó.

—Nop, estoy muy bien aquí—la simplicidad de su voz me dolió, si ella estaba bien, también quería estarlo yo. Apartó el crayón y alzó la hoja mostrándomela —. ¿Te gusta?

Una mueca me alargó los labios cuando reparé en el pedazo de papel, había rayones por todos lados, pero en el centro se encontraba una persona, una figura humana y varonil.

—¿Qué es eso? — pregunté y quise acercarme más para observar de cerca.

—Razones por las que no puedes quedarte— mencionó—. Una porque hiciste cosas malas, no fue tu intención, aun así, tienes que hacer lo correcto. Es lo que siempre dice papá, ¿te acuerdas?

Sus palabras pincharon de dolor mi pecho, oprimiéndolo al asentir.

—Pero han tratado de matarme, An— me atreví a soltar—. Y me han... ¿No quieres que me quede contigo?

—Nop— Sacudió de nuevo su cabeza, despeinando más su cabellera—, porque la segunda razón es la buena tunda que le diste a ese hombre para poder vivir— prosiguió—, y es de tontos rendirse después de estar a un paso de ganar la batalla, eso también te lo dijo papá cuando participaste en tu primer concurso de dibujo nacional. Eres valiente, no te rindes con facilidad, ¿por qué rendirse ahora?

—Porque no tengo nada— Las lágrimas se me derramaron—. No podré regresar con nuestros padres, no me van a dejar ir y trataran de lastimarme si sigo viviendo. ¿Cómo voy a poder vivir así?

—No te puedes quedar, Alisha — Cuanto extrañé que me llamara por mi segundo nombre—. Porque la tercera razón, es este sujeto.

Apuntó a la hoja, alzándome apenas y arqueé la ceja prestando atención al dibujo del que apartaba su dedo.

—A mí me da miedo— comentó razonando el centro de la cara—. Supongo que, porque es mucho mayor y se ve malo también, pero gustos son gustos y como ustedes ya echaron pata, ñiqui ñiqui, traca traca y frutifantastico cerca de la cobija que te tejí, pues...

Encogió de hombros y río con los labios apretados, mi corazón se estremeció, cómo extrañé su risa.

—Si mamá supiera que me sé esas frases me daría con la chancla —bufó y verla cubrir su risa con la mano me recordó a alguien. Otra niña, ¿qué niña? Señaló una vez más al dibujo y sonrió —. Te gusta este hombre, ¿por qué quedarte?

—¿Quién es él? — terminé diciendo—. No tiene forma, An, le rayaste toda la cara.

Levantó esa mirada azul me durante tanto tiempo quise volver a mirar.

—¿Se la ves rayada? — Asentí y ella analizó su dibujo con tachones —. Que extraño, yo lo veo bien. Quizás es porque eres mejor en el dibujo que yo. Pero es muy alto y tiene ojos grises, tiene quijada marcada como te gustan, aunque sus escleróticas son aterradoras y mira su piel, parece un...

—Me quedaré aquí— puntualicé y ella negó produciendo un sonido con la garganta—. De nada sirve regresar si estar en el exterior será peor que en el subterráneo.

—No puedes quedarte.

—No te estoy pidiendo permiso, voy a quedarme contigo, Anhetta.

—¡Te dije que no puedes! — casi lo exclamó, aparentando molestia y alzándose sobre sus rodillas—. Yo ya estoy muerta, tú no— Miró a mi abdomen—. Tienes vida de sobra, solo mírate.

—¿Sabes cuánto luché para que no murieras? — grité y maldije por no poder moverme ni un solo centímetro—. Vine a este maldito lugar por ti, que murieras fue mi más grande derrota, An. Estuve por volver a Moscú, pero no me lo permitieron por el maldito documento que firmé. De nada me sirve seguir viva sabiendo mis estúpidos errores, valdría la pena tanto sufrimiento si estuvieras viva, pero no lo estas.

— Hay una cuarta razón—alzó el dedo sin importarle mis palabras.

—No quiero escucharla.

—Pero debes hacerlo— se incorporó, alzando de nuevo la hoja y señalando al hombre —. Es más importante que las otras razones porque tienes a mis...

—¡Presión sanguínea baja, y disminuye con rapidez!

El escalofrió que sacudió mis músculos con profundidad ante aquel grito varonil, me dejó aturdida. Anhetta miró detrás de mí y ver como su cuerpo empezaba a trasparentes.

—¿An? — mi voz tembló, estaba desapareciendo, eso solo quería decir una cosa y no quería.

No quería perderla otra vez. Esta tranquilidad, este momento quería que durara más.

—¿Cómo es que no nos han traído la sangre de un rojo? — el grito del hombre se alargó en eco y me sentí desesperada cuando al dar una mirada a los costados vi las paredes lilas desvanecerse —. ¡A este ritmo morirá!

—¿Estas tan seguro de lo que dices? —gruñeron sobre mí—. Si ella muere, lo harán ustedes también.

Todo empezaba a oscurecerse, la habitación de mi hermana pequeña estaba desapareciendo y yo...

—¡La perdemos, la perdemos!

— ¡El pulso se detuvo, señor!

—No vas a morir, Alisha— la voz susurrante de Anhetta me estremeció.

Alcé la mirada y darme cuenta de que ella ya no estaba sobre el colchón, me desató el llanto.

—No quiero irme—sollocé, y odié no poder detener todo esto —. ¡No quiero volver, no podré con la culpa!

¿Cuál culpa? La voz rebotó y el vacío se apoderó de mi perdiéndome en un mundo tridimensional en el que no pude distinguir con claridad lo que mi mente fue capaz de crear.

—¡La quiero de vuelta!

¿Quién es él?

—Lo intentaremos, pero baja el arma, por favor. Lo vamos a intentar, ¿ok? ¡Desfibrilador!

Me sentí perdida, vagando en la nada con imágenes tergiversadas apareciendo a mi alrededor.

¿Qué son todos estos lugares? ¿quiénes son ellos?, ¿los conozco? ¿Por qué no puedo acordarme? ¿Dónde estoy?

Estoy sola y asustada.

—Despejen.

Quiero verlo a él.

Necesito ver ese plata que me desvanece con el negro hechizante de sus escleróticas aterradoras y desgarradoramente enigmáticas.

—Nada, señor.

Quiero escuchar su voz ronca y grave, esa varonil tonada que hechiza como el sentir del intenso calor de su cuerpo el cual me consume en una protección que nadie más me dio.

Necesito de él.

Pero, ¿de quién? Puedo recordar sus ojos, pero no su nombre...

—¡Despejen!

—¡Sin pulso!

¿A quién es al que estoy deseando tanto?

—¡Otra vez!

¿Quién es Anheta?

—¡Sin ritmo!

—¡Sigan bombeando!

¿Quién es Alisha?

¿Yo soy Alisha?

Yo soy Alisha...

—¡De nuevo!

El pecho se me disparó, sintiendo la adrenalina creciente empujarme el órgano contra el tórax. Se me abrieron los pulmones sintiendo como algo me obstruía la garganta y las imágenes frente mi perdieron color apareciendo rostros y cuerpos vistiendo batas blancas sobre mí.

—¡Tenemos pulso! — gritó uno apretándome los hombros—. Su presión se normaliza.

Sus figuras se nublaron y perdí las fuerzas sintiendo los parpados caer, devolviéndome a la oscuridad.

Distintas voces se esparcieron a mi alrededor, distorsionándose como el tacto de las manos que me tomaban, cargándome y recostándome de un lugar a otro.

Todo silenció. Volví a caer en una profunda oscuridad y una inquietante pesadez me envolvió como el frío abrazándose a mi cuerpo.

No más sueños, no más preguntas. No hay nada en mi mente.

Quise moverme, pero el cuerpo entero me pesaba, la cabeza seguía doliendo como la misma garganta, pero el ardor no era más que el de mi pecho donde cada pulso del corazón, era como sentir un pinchazo.

Estremecí.

Algo se deslizó a lo largo de mi mejilla, lento y suave, y el calor que emitía la piel era tan intensa que se sentía como una caricia a mi ser. ¿Quién está tocándome? ¿Reconozco ese calor? El tacto tan estremecedor desapareció en tan solo un instante y la exasperación me invadió sintiendo el inquietante deseo de querer aquella caricia una vez más en el rostro.

Traté de formarme a extender los parpados, pero ni siquiera pude hacerlo, no había nada de mi que pudiera mover. Pero necesitaba ver lo que sucedía y saber quién mirándome quien estaba mirándome.

Creo que es él, pero, ¿quién? Necesito verlo para saber.

—¿Por qué no ha despertado?

Esa voz... La bestialidad tan ronca y crepitante de su voz creo que la escuché antes, ¿lo conozco?

No.

—Hacemos lo posible, señorito Alekseev— respondió junto a mí una voz avejentada—. La hemos mantenido bajo vigilancia como se nos ordenó.

—Han pasado 5 días—habló una voz aguda y firme—. No podemos esperar tanto, Sarah.

—Lo sé —apresuró la misma mujer mayor.

—Entonces, ¿qué sucede?, ¿por qué no despierta? — volvió a hablar la voz aguda, parecía inquieta.

— Fueron tantas las contusiones en su cráneo que el traumatismo y el daño en el cerebro es indefinido — sostuvo la mujer a mi lado.

—¿Eso que significa?

—Que tardará más tiempo en recuperarse por eso no despierta todavía, o tal vez...— pausó—. Tal vez haya caído en un coma, pero esto lo sabremos dentro de ocho días más.

—Les di sangre para que la trataran, ¿qué no fue suficiente? — su voz se esparció en tonos roncas y graves.

—Sí, aumentó la reproducción de su sangre y regenero varias partes de su cuerpo. Pero de acuerdo con lo que examinamos, la sangre de un experimento rojo no revierte daños en el cerebro, no lo restaura. Hicimos múltiples estudios, por lo tanto, no podemos hacer nada con los resultados de los golpes que sufrió la paciente.

—Pero no vamos a perderla, ¿nos puede asegura eso, Sarah?

—Su pulso es normal, su presión sanguínea también y respira por sí misma sin necesidad de una máquina. No puedo darles firmes declaraciones al respecto de cuando despertará, pero si puedo confirmarle que ella está bien.

—No me es suficiente—exhaló con bestialidad—. No está haciendo el trabajo que se le ordenó en un principio.

La exigencia de su voz insertó depespero en mí, estaba consciente pero inmóvil y quería despertar, quería moverme, saber quiénes eran estas personas.

—Lo sé señorito, me confié y temo que hasta aquí es a donde pudimos llegar con ella— afirmó—. Solo nos queda esperar.

—Entendemos Sarah, ¿alguien más sabe de ella? ¿No ha visto algo extraño últimamente?

—Nadie ha entrado a este cuarto, solo ustedes y el general, el teniente y el soldado no han dejado su lugar de guardia.

—Mi pareja y yo estaremos fuera por un tiempo, quiero que se comunique con nosotros a estos números y nos mantenga informados cada día de ella, ¿entendido?

El sonido de un par de tacones se levantó apartándose de mí.

—Sí, coronel Ivanova.

—Que nadie entre—su voz pareció una áspera advertencia —. Si algo pasa o escucha se reportará conmigo.

Sus pasos se distorsionaron en la lejanía y me perdí de nuevo en algún punto de mi mente oscura y sin retorno, envuelta en esas escenas que fueron apareciendo delante de mí, reproduciéndose como una película.

Una mujer hermosa, alta y de cabellera castaña extendiéndome un contrato, fue lo primero que se mostró:

—Debes firma esto también — su voz era exótica. Vestía como toda una dama, era rica, el dinero le sobrara eso se le notaba.

—¿Por qué debo firmar otra vez? — esa era mi voz.

— El documento pasado era de confidencialidad —explicó—. Este contrato avala el trasplante de tu hermana y 65% del monto que le daremos a tus padres el día en que vayas al subterráneo, el otro porciento se te dará cuando termines el trabajo. Léelo, si no me crees.

Otra escena apareció. Un sótano con olor a madera mojada y cinco hombres riéndose; uno de ellos sostenía una herramienta en las manos que no puedo distinguir.

—¿Ves esto, perra? — escupió sobre mí y alzó el material que se alargaba en dos filosas hojas—. Te vamos a cortar en trozos.

—Brandon imbécil— uno de los otros le golpeó el hombro al hombre con las tijeras grandes —, mira nada más como tiembla la pobre gatita. Solo dile que le cortaremos los tobillos, sin tanto drama, luego la viol*remos cada uno de nosotros.

Una pequeña niña de ojos verdes a quien escondía entre una montaña de escombros, apareció después:

—Quédate aquí —le pedí, tomando una piedra con la que cubría gran parte de su rostro —. No hagas ruido y no te muevas. Voy a volver.

—¿Lo prometes? —su vocecilla envuelta en miedo me estremeció.

—Lo prometo.

Un pasillo y el cuerpo degollado de alguien pequeño se vislumbró, encubriendo a los hombres:

—Lo siento tanto—esa era yo, y estaba sollozando sobre el cadáver—. Nunca quise que esto pasara...

Una ancha espalda desnuda y masculina se mostró, con musculosos brazos recargados a los costados de la columna de ducha, cabizbajo, las venas se le saltaban bajo la piel blanca, cabizbajo con el cabello empapado, y con las gotas de agua recorriendo lentamente ese par de glúteos tonificados...

—¿Q-q-q-q-qué haces aquí? — esa era mi voz otra vez, pero no pude recordar esa espalda, esa escena.

Sus brazos resbalaron con temible lentitud de la pared, las sombras se le dibujaron bajo sus omoplatos conforme de giraba, dejando ese par de pectorales tan bien construidos y esas abdominales marcándose bajo su piel, la uve en su vientre plano me dejó embobada, pero no más que ese...

La escena cambió. Un sofá rojo apareció, suave y cálido. Mis manos apretaban un manto café, tirando de él para cubrirnos y oscurecer todo al rededor.

Gemidos que eran míos fueron lo primero que escuché. Pieles sudorosas que colisionaban con cada brusca embestida, produciendo un exquisito sonido como los gruñidos bestiales del hombre sobre mí, el cual me hacía suya. Su enorme cuerpo emitía un intenso calor incomparable al de su miembro duro y ancho saliendo y entrando en mi estrecho horizonte, contrayendo mis paredes que se aproximaban al orgasmo nunca antes...

—¡Mujer!

Un estruendo desvaneció las imágenes volviendo ciento de pedazos, su gruñido ronco y bestial desapareció y todo se volvió oscuro y más confuso. Unos tacones delgados y picudos resonaron a mi alrededor, alguien estaba caminando a mi lado, recorriendo algún objeto de porcelana en el suelo.

—Solo esto me faltaba, mi única taza bonita.

Abrí los ojos ante la voz avejentada, la luz cegadora proviniendo de la farola en el techo me contrajo los parpados, cerrándolos apenas con fuerza. Vuelvo a extenderlos, torciendo el rostro hacía un costado, vislumbrando las maquinas acomodadas a mi lado, una que producía tintineo, mostrando líneas que subían y bajaban en la pantalla acompañadas de dígitos.

Seguí la mirada sobre la cortina azul que se extendía a lo largo terminando sobre una mesilla de madera con llantitas acomodada en una esquina, tenía una charola con un plato de comida vacío y una cafetera medio llena, además de otros objetos que no pude darles forma. La cama en la que me hallaba recostada fue lo otro que observe, mi cuerpo cubierto por una sabana y mis antebrazos con un catéter sostenidos por un trozo de adhesivo.

Apenas pude mover dos de mis dedos, atrayéndolos un poco a la palma. Estaba débil, demasiado. ¿Qué me sucedió?

—¿Dón...? — No reconocí mi propia voz, cansada, rasgada y opacada por el artefacto traslucido que rodeaba mi boca y nariz. Me forcé a tragar sintiendo el ardor en la garganta y moví los labios adormecidos—. ¿Dónde... estoy?

—¡Oh por Dios! — esa voz sorprendida me movió con pesadez el rostro hacía el otro costado de la cama.

Unos ojos azules me observaban con sorpresa, era una mujer acercándose a la tercera edad, su cabello rubio sostenido en un chongo y vestía un uniforme blanco con gafete pegado sobre su pecho.

Sarah Jon L. Ese era su nombre.

Sarah fue como le oí llamar a esa voz femenina. Entonces, ¿aquel toque y esas voces no fueron un sueño?

— Despertaste, al fin estas despierta, esa es una buena noticia— Se acercó dejando los restos de porcelana sobre una de las maquinas junto a mí y rodeó la camilla tomando de la mesa de madera una tabla larga y un bolígrafo negro.

Negro... Esa palabra retumbó en mi memoria, sintiendo un pinchazo de dolor en las sienes que me arrugó los ojos.

—Soy la doctora Sarah Jon, estoy a cargo de usted, ¿le duele algo? — preguntó, arrastrando una silla hasta sentarse cerca de mí.

—La cabeza...— alargué, y me forcé a mover el brazo, levantándolo apenas del colchón y dejando que mis dedos rozaran con la mascarilla, tirando de ella hasta liberar mi boca y nariz—. ¿Qué me pasó?, ¿por qué estoy aquí?

—Ha estado inconsciente diez días, recibió un golpe en la cabeza— Hizo una anotación algo en la tabla y yo solo pude quedar más confundida—. ¿Tiene algún inicio de lo que pasó?

La mirada se me cayó sobre su bolígrafo y me perdí en mis pensamientos tratando de hallar una respuesta, pero ninguna venía a mí, no había nada, estaba vacía y eso me agitó, alzando la mirada asustadiza a la suya que me reparó confundida.

—No—temblé todavía tratando de que algo viniera a mí—. No sé qué me pasó, ¿qué me pasó?, ¿por qué no lo sé?

— Tranquila, es normal que esté desorientada, señorita —su voz baja y sus dedos tibios palmeándome una de las manos no me tranquilizó ni un poco—. El golpe pudo provocar un leve traumatismo y por eso no recuerda lo que le sucedió. ¿Recuerda algo del laboratorio subterráneo?

Más confundida no pude quedar, ¿qué de me estaba hablando?

—¿Subterráneo? — El gesto desconcertado en mi rostro le alargó una mueca.

—¿Tampoco lo recuerda? — Negué con la cabeza e hizo una anotación en la tabla—. ¿Sabe quién es usted?

¿Quién soy? Lamí y relamí los labios con nerviosismo, el temblor en mi cuerpo aumentó y miré a las maquinas que no dejaban de producir ruido, sobre todo la de las líneas que se elevaban y caían, aumentando el movimiento.

—¿Alisha? — pronuncié con inseguridad, liada porque no tenía idea de dónde o cómo fue que supe ese nombre.

—¿Ese es su nombre? —Volví la mirada a sus orbes azules en busca de una afirmación—. ¿Se llamas Alisha?

El movimiento en mi cabeza se trabó y no supe si negar o asentí solo pude buscar una respuesta en su mirada.

—Creo que sí...

—¿Cree? — me preguntó, hundiendo sus delgadas cejas.

Asentí, un movimiento exagerado que me hizo sentir la presión en las sienes que me hicieron quejar.

—No estoy muy segura, creo que me llamo Alisha pero... no lo sé— recalqué haciendo mueca los labios—. ¿Usted no sabe cómo me llamo?

Ella parecía igual de perdida que yo, perdida en sus pensamientos en tanto me reparaba como si tratara de responderse algo.

—¿Recuerda algo de usted?

Pestañeé, de nuevo vagando la mirada en lo que me rodeaba, busqué una respuesta, busqué algo que reconociera, algo que me hiciera recordar lo que fuera. ¿Por qué demonios nada se ilumina en mi mente? ¿Por qué no puedo recordar nada?, ¿qué está pasándome?

Estoy vacía. El desespero me aturdió como el dolor creciente en mis sienes que me arrugó el rostro, negué con la cabeza, sacudiendo la cabellera y mirando a la mujer con horror.

—No—musité, mis manos temblaron cuando las moví recostándolas sobre mi abdomen donde esas contracciones comenzaron a hacer presencia —. No puedo recordar nada, ¿por qué no me acuerdo de nada?

Apretó sus labios y no sabría distinguir el gesto en su rostro, parecía de preocupación, pero también como si mis palabras le hubieran dado una noticia que no quería escuchar.

—¿Por qué no puedo recordar? —repetí con más fuerza, forzándome a empujar mi espalda fuera del colchón, logrando sentarme—. ¿Usted sabe quién soy? Respóndame, ¿sí o no sabe quién soy?

Mi histeria la hizo tragar con fuerza remarcando su cuello delgado.

—Se golpeó fuerte la cabeza. Esta pérdida de memoria suele ser por un trauma que no dura mucho, en poco tiempo recordaras, no se preocupe— se escuchó tan firme pero no pude creerle ni aun cuando me palmeó la mano.

—¿Cuánto tiempo voy a durar así?—quise saber, mirando una vez más el monitor junto a la cama.

Apretó sus labios y se bajó de la silla rodeándola con torpeza.

—Espéreme un poco, ¿sí?—sonó nerviosa—. Tengo algo que hacer, pero no voy a tardarme.

La seguí hasta la mesilla encontrándola tomar un objeto plano para luego atravesar la cortina y dejarme únicamente ver la sombra de su cuerpo remarcarse en la tela azuleja.

Retiré la mirada, recorriendo el resto del lugar, de mi lado derecho la cortina se hallaba recorrida dejando a la vista un escritorio con un amplio computador encendido en el cual se mostraban varias imágenes, y una puerta de madera a su lado. Miré de nuevo las sondas que atravesaban mis brazos, y las bolsas de líquido que colgaban de dos apartados delgados y largos.

Levanté con pesadez uno de mis brazos dejando que los dedos retiraran parte de la tela de la bata que cubría mi pecho, reparé en los artefactos de goma pegados encima de mi pecho izquierdo y en el centro. Quise arrancarlos, pero me contuve, dejándome acariciar la frente tras levantar los mechones endurecidos de cabello. No podía conseguir recordar nada, ni siquiera por qué razón terminé así, ¿de verdad esto dudaría poco tiempo?

Da miedo. Da mucho miedo no saber quién soy.

—¿Coronel Ivanova?

La voz de Sarah llegó a mis oídos como un susurro volviéndome a su sombra que se movía de un lugar a otro, ansiosa. Estaba hablando con alguien por el móvil, ¿con quién?

— Oh señorito Alekseev que bueno que me responde usted— Su emoción me hundió el entrecejo —. La mujer despertó.

Habla de mí.

—Sin embargo, temo decirle que no recuerda nada de lo sucedido— mencionó con preocupación—, al parecer perdió la memoria. Aunque dice que cree que se llama Alisha pero, no recuerda nada...

¿Por qué le está notificando a alguien de mí?, ¿con quién demonios está hablando? Un desagradable temor se apoderó de mí como la desconfianza misma a la mujer, y de una arranqué las gomas del pecho para dejar caer la mano sobre el primer catéter de mi brazo con la intención e sacarlo. Apreté los dientes, casi haciéndolos crujir, resistiendo el ardor cuando tiré del cable sacándomelo, hice lo mismo con el otro, manchando la sabana de mi propia sangre.

—Sí, le pregunté— afirmó—. Se ve muy confundida y desorientada.

Descobijé el resto de mi cuerpo revelando la bata blanca que me vestía hasta las rodillas y con bastante esfuerzo me arrastré al borde del colchón, bajando cada una de las piernas. Recosté la palma de mis pies en la blanca porcelana del suelo y la textura fría, envió una corriente escalofriante removiéndome los músculos bajo la piel.

Sí, hablaré con ella. Estaré al tanto y les informaré sobre su mejoría. ¿Cuándo piensan volver? — le escuché preguntar y no me detuve, incorporándome con lentitud fuera del colchón, sosteniendo mi peso con las manos aferradas a la cama.

Los muslos me temblaron y sentí que caería en cualquier momento por la debilidad, tuve que recargarme sobre la maquina a mi lado obligándome a caminar hasta llegar a la pared en la que me sostuve. Temblequeé y me arrastré clavando la mirada únicamente en esa pueta de madera, quería llegar a ella y salir de aquí. Saber en dónde demonios estaba.

—Eso es bueno—Oírla cerca me aventó una mirada sobre el hombro, el corazón se me aceleró solo ver su sombra creciendo del otro lado de la cortina —. Entonces, cuando termine de revisarla y contarle, ¿la traslado a una habitación?

Aceleré el paso al sentir apenas un poco más de fuerza, viendo a la pantalla del computador que mostraba lo que aparentaban ser cámaras de vigilancia antes de estirar uno de los brazos hacía la puerta, dejando que mis dedos se deslizaran sobre la fría y suave textura del pomo dorado. La giré abriendo la puerta, el panorama del otro lado se mostró frente a mí.

Un amplio pasillo que se alargaba en un solo lado, sus paredes eran ladrillos y el techo redondeado aparentando la vista de una cueva. Entenebrecí, ¿qué lugar era este? Con temor salí cerrando la puerta con el letrero de almacenamiento, sin producir ruido. Recorrí el camino de asfalto, con las manos aferradas todavía a la pared. Pasé de largo otra puerta blanca que llevaba el nismo nombre en la parte superior y giré a la izquierda cuando el corredizo se dobló, mostrándome un amplio umbral.

Moví las piernas, separándome de los ladrillos cuando el temblor disminuyó en los músculos y me aproximé, observando como conforme me acercaba, lo que se hallaba a través del umbral comenzaba a tomar forma. Parecía de noche por la poca iluminación y había unos autos muy extraños, de un verde opaco y sin ventanas estacionados adelante.

Revisé sobre mi hombro y no verla persiguiéndome me aceleró el paso saliendo al exterior. La fuerza de la noche me dejó anonada y la brisa fresca erizó las vellosidades de mi cuerpo, sintiendo como se me levantaba la bata de las piernas, invadiéndome la piel de la entrepierna y la de mis glúteos que apretujé.

El shock se me estampó en el rostro cuando al alzar la mirada, encontré un numero grande de farolas iluminando cada rincón, dejando apreciar esa enorme torre del otro lado de los autos, con un hombre armado vistiendo uniforme parecido al color que los autos recorriendo su alrededor.

Negué con la cabeza, ¿qué clase de lugar era este? Rodeé los autos, observando las enormes y gruesas paredes que expandía a lo largo y conectaban con la torre y con otras dos, sus superficies eran recorría por personas con el mismo uniforme.

Soldados. De algún modo podía reconocerlos como militares.

—Mujer, se te ve toda la retaguardia.

El corazón se me volcó y por poco pegué un respingón, volteándome enseguida ante la grave voz varonil que se levantó detrás de mí. Un hombre se encontraba recargado al lado de umbral del que salí, y estaría diciendo que era un soldado, pero su uniforme era diferente al de los otros, negro y más ancho, con chaleco y un casco puesto que sombreaba gran parte de su rostro.

¿Quién es él? Lo que terminó palideciéndome no fue el arma larga entre sus manos de piel bronceada, sino el enorme edificio que se encontraba detrás del lugar donde salí, una amplia construcción de tres pisos, repleto de ventanillas con balcones, y algunos de ellos siendo usados por personas.

—Estas desorientada, y por lo visto, te estas escapando.

—No me estoy escapando— mentí devolviendo la mirada al uniformado.

Desde mi lugar vi como esos delgados labios se extendían en una sonrisa ladina, negó ligeramente con la cabeza y con el cañón de su arma apuntó al umbral.

—Saliste corriendo— pronunció—. Y cuando alguien escapa correr es su primera reacción.

Se apartó del umbral, palmeando el cañón de su arma contra su brazo, atisbé el modo en que sus muslos tonificados se marcaban bajo la tela de sus pantalones y retrocedí cuando me di cuenta de que venía en mi dirección, sintiendo la piel de mis glúteos palparse con el cofre de una de las camionetas. Se detuvo cuando solo hizo falta un metro entre los dos, y con el acercamiento presté atención a las facciones sombrías de su rostro, su quijada ancha y mentón cuadrangular le daban un atractivo misterioso con el grisáceo de sus orbes.

Tiene ojos grises, aunque sus escleróticas son aterradoras. Hasta la última vellosidad de mi cuerpo terminó estremecida cuando esa inquietante vocecilla repitió esas palabras.

¿A qué se refería esa voz con escleróticas aterradoras?, ¿y a quién pertenecía la voz? Fuera quién fuera, las escleróticas de este hombre no daban miedo.

—Tratándose de lo que sabes y viste, también es un motivo.

Salí de mis pensamientos, procesando sus palabras que me hicieron pestañear.

—¿De lo que sé?, ¿qué es lo que sé? — inquirí, encogiendome cuando la brisa volvió a soplar, haciéndome tiritar—. ¿Me conoces?, ¿estuviste en un subterráneo también?

Sus parpados se contrajeron, un instante pareció confundido con mis preguntas y miró detrás de mi hombro.

—Deberías volver con Sarah—insinuó y la incomodidad se adueñó de mi cuando dejó caer su mirada por el resto de la bata blanca hasta mis pies desnudos—. Salir vistiendo de este modo llamaras la atención de los demás, no vas a querer eso.

—¿No vas a responderme? ¿Qué es lo que se?, ¿qué es este lugar? — aventé enseguida, dando una mirada a —. ¿Quién eres tú?, ¿me conoces?

—Saliste preguntona.

Una mueca se creó en su rostro, levantando su mirada solo para concentrarse en mi rostro.

—Soy el teniente Roman Gae, estuve en el subterráneo, te ayudé a trepar unos escombros —Se colgó el arma y sentí aturdimiento solo escucharlo y no poder recordarlo.

—¿Y qué es este lugar?, ¿qué hacemos aquí?

—Es una base militar—respondió con cautela recargando ahora el cañón del arma sobre su hombro—, y no me corresponde a mi responder por qué estás aquí, pero, ¿no te das una idea?

—¿Porque estuve en ese subterráneo? — inquirí—. ¿Y por qué estábamos en ese laboratorio?, ¿trabajábamos ahí?, ¿qué tipo de laboratorio era?

Alzó sus cejas pobladas en unas cejas de extrañeza alargando una de sus comisuras. Se cruzó de brazos, logrando que los músculos de sus brazos se marcaran debajo de su bronceada piel, al igual que esas venas saltarinas.

La imagen de unos brazos varoniles recargados a los costados de una columna de ducha grisácea y sombría, se vislumbraron en mi cabeza, los músculos se marcaban bajo su blanca piel y esas venas gruesas le saltaban, remarcándole los antebrazos hasta por encima de sus manos.

Se desvaneció dejándome inquieta y confusa, ¿ese era un recuerdo?, ¿de quién eran esos brazos?

— No me digas que se te olvidaron los experimentos humanos y las criaturas caníbales, sería la gota derramando el vaso.

Se me engancharon los parpados, subiendo la mirada de sus brazos a esos orbes grisáceos iluminados con ironía, ¿qué?

—¿Criaturas caníbales? — repetí—. ¿Hablas de animales carnívoros? No, p-pero, pero...— me trabé de lo desconcertada que me dejó —. ¿Cómo que experimentos humanos? ¿Qué tiene que ver con el subterráneo?

Quise decir más, pero mis labios solo se movieron mudos, sintiendo los leves latigazos acometerme las sienes, él me escudriñó como si de no entendiera algo de mí.

—¿En serio no lo recuerdas? — Ensanchó una sonrisa de poca gracia y no supe que responder.

Mi mente se volvió un caos tratando de repasar todo lo que hasta este momento recibió, pero no hallaba sentido y la confusión y el hecho de no saber nada me hizo revolotear la mirada al enorme edificio y a las torres, la respiración se me aceleró, tanta inquietud, tanta confusión, tantas preguntas y un vacío tan abrumador, y sumando a ello, la necesidad tan intensa de buscar a alguien de quien no recordaba me remarcó el pecho abultado bajo la bata.

Quiero ir con él. Pero no sé quién es él.

Estoy tan perdida.

—¿Te sientes mal?

El shock se me desvaneció, apenas enfocándome en esos orbes grisáceos que no eran el gris que estaba buscando.

—En verdad que estas desorientada— expresó él—. Toma mi consejo y vuelve con Sarah para que...

—¡Señorita!

El rostro se me torció con rotunda fuerza ante el grito de la enfermera que salía corriendo del umbral a nuestra dirección, Roman giró su rostro para mirarla, alargando apenas una débil sonrisa de diversión.

—Es la primera vez que la veo correr con tacones, Sarah— bufó—. Al parecer le preocupa mucho su trabajo.

—No le diga a la Coronel ni al señorito Alekseev, de por sí apenas puedo contener el infarto con su intimidante mirada cada que hago algo que no le parece— pidió deteniéndose frente a mí—. Solo fui un poco distraída no irresponsable, ¿bien?

—Soy un Teniente y su guardia momentáneo, no un soplón.

No esperé sentir las manos de Sarah tomándome de los brazos y transformar su rostro en un gesto de preocupación.

— ¿Por qué salió? ¿Le duele la cabeza o alguna otra parte del cuerpo? — Quedé inquieta ver cómo le dio una mirada a mi cuerpo, buscando alguna herida—. Por favor volvamos, hace frío y usted esta con muy poca ropa. Hay un procedimiento médico que tengo que hacerle antes de llevarla a su habitación.

—¿Mi habitación?

Apretó su agarre en uno de mis brazos y tiró de mí, y como una niña pequeña, siendo obligada por su madre a caminar y de volverse.

—No debió irse así, pudo tener un colapso o un dolor de cabeza mayor, tengo qué saber que todo está bajo control con ust...

Rompí el agarre, deteniendo sus palabras y retrocedí afirmando la mirada cuando se volteó con el entrecejo fruncido.

—Estaba hablando con alguien que tenía el mismo nombre— solté ignorando los pasos detrás de mí, apartándose de nosotros—. ¿Quién es ese Alekseev y por qué le dijo que desperté?

Abrió sus labios y pude notar el nerviosismo cuando lanzó una mirada detrás de mí.

—Alekseev es el que la contrató para cuidar de ti—contestó él, acomodándose junto a mí—. Ha estado al tanto de lo que te sucede, por eso también estoy aquí, la Coronel y él me ordenaron hacer guardia y notificar todo lo que aconteciera.

Me pregunté quién era la Coronel.

—¿Por qué deben estar al tanto de mí? — la pregunta desbordó de mis labios con cautela, esta vez mirando a Sarah—. ¿Qué soy yo de ellos?, ¿por qué estaba en un laboratorio? Él dijo que había experimentos humanos y animales carnívoros, ¿cómo es...?

—Criaturas caníbales— me corrigió Roman—. Ha estado haciendo este tipo de preguntas, ¿qué le sucede, Sarah? —la severidad en su voz la hizo morder el labio, por otro lado, a mí me apretó la mandíbula.

—Sucede que no recuerdo nada de mí— espeté.

—Perdió la memoria, Teniente—ella terminó agregando—. Eso es lo que pasó, ella no recuerda nada.

Un bufido atravesó sus delgados labios, de reojo pude observar la torcedura en sus labios en una mueca temblorosa.

—Esta noticia no les va a gustar a ellos.

—¿A quiénes? —solté, mirándolo—. ¿A quiénes no les va a gustar?

—Puedo contarle todo lo que sé una vez volvamos a dentro— Sarah volvió a tomarme del brazo, pero con suavidad—. Se lo diré mientras hago la revisión, ¿sí? Luego de eso, la llevaré a su habitación para que coma y pueda descansar.

Mordí mi labio inferior y sin entender por qué, no sabía si debía confiar y en qué creer, pero no pude oponerme y terminé asintiendo, ansiosa de saber qué demonios me ocurrió.

(...)

La base militar era enorme, sin límites. Con almacenes acomodados a cada cierta distancia, algunas áreas estaban rodeadas de rejas y mallas con un letrero de advertencia. Había autos bastante diferentes a los que vi delante del lugar donde desperté, tenían enormes cañones acomodado sobre el techo. Sarah mencionó que eran vehículos de infantería y buques, también había un helicóptero al que pude ver desde muy lejos.

Rodeamos el edificio. Me sorprendió encontrar una cuarta y quinta torre, acomodadas a los costados de un par de amplias puertas metálicas que daban al exterior, ambas torres también conectaban con las anchas paredes que rodeaban toda la base. Y lo que me mantuvo curiosa fueron esos umbrales llevaban al interior de las paredes, aposté a que dentro estaban las escaleras para subir a las torres.

Observé el césped ficticio que se esparcía en unos metros frente al edificio, era como ver un jardín con mesillas de madera utilizadas por un par de mujeres conversando con diversión. Utilizaban ropa normal, no uniforme, supe que eran sobrevivientes de los que me contó Sarah.

Trabajadoras del laboratorio que sobrevivieron al desastre, al infierno que fue provocado por un grupo de personas que soltó una clase de gusanos, contaminado a los experimentos hasta volverlos carnívoros. Dijo que no sabía mucho de lo acontecido, la información era confidencial hasta para ella por el caos que condujo, pero que la razón por la que a algunas personas no les gustaría saber de mi estado actual, fue porque sabía algo que los ayudaría a encontrar al resto de los culpables.

No supe cómo sentirme con todo lo que me contó, y hasta entonces seguía tratando de procesarlo con lentitud. Ni siquiera sabía si le creía, menos cuando me habló de que en ese laboratorio clonaban personas: hacían experimentos humanos y que varios de los sobrevivientes eran ellos. Pero lo que me tenía inquieta, más que todo, era no recordar lo que terminaba siendo importante para ellos, y que solo por eso ese tal Alekseev y la Coronel Anya Ivanova, estuvieron al tanto de mí salud.

Sarah dijo que me llamaba Nastya Alisha Romanova, 25 años de edad, pronto 26 según mi fecha de nacimiento. Eso era todo lo que ella sabía de mí y porque Alekseev se lo dijo cuando la llamó en aquel cuarto en el que desperté.

Al parecer una parte de mi, supo mi segundo nombre. Eso quería decir que lo que Sarah dijo podía ser posible y yo recuperaría la memoria pronto.

Ojalá que sí.

Me pregunté si ese tal Alekseev sabía más de mí, y si esas dos mujeres en la mesa me conocían, aunque de ser así, ya estarían viniendo a mí.

¿Algún otro sobreviviente me conocería?

—Adelante, señorita— La enfermera se acomodó junto a la entrada del edificio, abriendo la puerta de cristal para darme el paso.

Di una última mirada a las mujeres que ya no me prestaban a tención, y me adentré, el primer piso era una clase de recepción, con sofás marrones creando un cuadrado y en su centro una mesilla de cristal. Había un par de expendedoras de alimentos justo a la recepción en la que se hallaba una mujer uniformada con coleta rubia mirando un computador.

—Por la noche los sobrevivientes no suelen salir mucho de sus habitaciones, tienden a hacerlo de mañana y tarde— explicó Sarah, acelerando el paso frente a mí—. El primer piso son salas en las que se hacen juntas esas se encuentran a la derecha, y el pasillo a tu izquierda el comedor.

Señaló el amplio corredizo que no tardé en ver, solo para darle la razón al encontrar en tan solo unos metros, un sinfín de números de mesas y sillas, acomodadas en filas, apenas alcancé a ver un par de soldados devorando una hamburguesa en tanto ella explicaba los horarios de comida, y los desagradables desayunos que servían.

—El segundo y tercer piso son de habitaciones, en el tercero duermen los sobrevivientes, y en el segundo los soldados.

La seguí por detrás, adentrándome a un pequeño cuarto de espejos en los que me reflejé. Unos jeans apenas ajustados remarcaban ligeramente mis muslos, y un buzo negro que se pegaba a mi cintura y pecho, dibujando ese par de bultos cuyo brasier quedaba muy ajustado. Diría que ni yo misma podía reconocerme, que ese cabello rubio ocultó por la gorra que Sarah me pidió usar, no era mío, que ese rostro de nariz respingona y mentón ovalado— oculto debido a la bufanda que rodeaba mi cuello— no me pertenecía y que ese par de orbes de diferente color no los recordaba.

No podía reconocerme a mí misma, pero la que estaba delante de mí, era yo.

—A ese piso es al que iremos— le oí decir, acercándose al panel en el que sus dedos picaron una de las numeraciones—. Utilizaríamos las escaleras, pero me duelen los pies así que prefiero el elevador que 20 escalones.

Las puertas metálicas se cerraron y un movimiento inesperado desde el suelo me hizo retroceder, pegando la espalda a la pared con las manos aferrándome al ligero barandal.

— La habitación del señorito Alekseev será la suya hasta que él vuelva.

Aparté de golpe la mirada del panel clavándola en el perfil relajado de la mujer meneando la cabeza y tarareando una canción.

—Usted dijo que me llevaría a mi habitación— le recordé.

—Eso fue lo que dije.

—¿Entonces?

El numero dos se vislumbró en una pantalla acomodada en la parte superior de las puertas y las puertas se abrieron, dejándome ver la espalda de la mujer atravesando el pasillo, la perseguí, sintiendo como una de las sandalias que me dio, se me resbalaba del pie. Me quedaban grandes.

—Es demasiado tarde y la servidumbre no trabaja los fines de semana, no se puede limpiar ni amueblar una de las habitaciones vacías— el nerviosismo en su voz me dejó inquieta.

Recorrimos el estrecho pasillo con suelo laminado, las puertas grisáceas y enumeradas fueron lo que no tardé en observar, tenía una pequeña ventanilla oscurecida de las que no pude apartar la mirada, sintiendo que alguien nos observaba del otro lado.

— Así que, por ahora, te quedarás en la habitación del señorito— Sarah se detuvo al final del pasillo, encarando la última de las puertas enumerada como la 31A, en tanto sacaba una tarjeta blanca del bolsillo en su bata—. Es más seguro y muy cómodo. Cama matrimonial con el mejor de los colchones, fue su primera compra. Eso dijo la Coronel.

¿Su primera compra? Metió la tarjeta en un espacio de la pequeña maquina acomodada sobre la manija, y una lucecilla sobresalió de encima del artefacto. Tiró de la manija dorada abriendo la puerta y...

— Te gustará el balcón y el baño— parecía emocionada al lanzarme una mirada—. Son esplendidos.

Se adentró, y tan solo lo hizo, la luz se encendió en su interior, alumbrando un estrecho corredizo.

—Le dieron la mejor de las habitaciones, antes era de un general, y además es recién remodelada. Debido a lo sucedido, se le transfirió a él y sus soldados a otra base, dejando esta para los sobrevivientes y lo soldados que cuidaran de la base.

No dejó de hablar y al resto de palabras que soltó no les presté atención cuando al cruzar el pequeño pasillo, una siguiente luz se encendió en el techo iluminando el resto de la habitación laminada y una amplia cama redondeada en el centro y delante de una cortina rojiza.

Una cómoda de madera negra se hallaba detrás del enorme y largo respaldo de la cama, con sus elegantes cajoneras ovaladas y dos arbustos ficticios de tamaño menor. Recorrí el resto, encontrando un armario en una de las paredes y al lado la puerta de madera que aposté que llevaba al baño.

—Es como una suite, bueno, más o menos— sostuvo acercándose a la cortina rojiza.

La tomó corriéndola para mostrar esa amplia puerta cristalina que mostraba la vista oscurecida de un balcón, quitó el seguro y la extendió dejando que la brisa helada se adentrara a la habitación, ondeando apenas la cortina.

— La vista es hermosa de noche, sal y ve las estrellas una vez que te bañes. Y cuando nieve, la vista sera mejor, ¡Dios!, vas a querer estar en el balcón a todas horas cuando eso suceda— Se apartó y esta vez se dirigió al armario en la pared—. Este es el armario donde encontrarás las toallas para el baño.

Extendió las puertas, dejando a la vista una pequeña zona de estanterías con toallas rojas y blancas bien dobladas, así como unas prendas colgadas: camisetas de hombre y...

Esas son prendas de mujer.

—Estas son de la Coronel— señaló —. Me dijo que usted podía usarlas en tanto conseguían ropa de su talla. De hecho, la ropa que trae es de ella también.

¿Hasta la ropa interior? La incomodidad me alargó una mueca, ganas de quitárselas no me hicieron falta. Ella cerró el armario y se dirigió a la puerta más amplia. Rodeé con lentitud la amplia e intrigante cama redonda con el colchón cuadrangular en el centro, dándole una mirada a los cálidos cobertores rojizos que la cubrían con sus cojines grandes y gordos recargados al cabecero de porcelana negra. Su modernidad atraía.

Miré al balcón, que vislumbraba la muralla que rodeaba la base. Quise salir y contemplar la altura, pero terminé llegando junto a Sarah quien entró al amplio cuarto de azulejos blancos.

—El baño tiene una tina hermosa — comentó y me quedé tiesa, mirando el espejo alargado colgado en la pared y sobre un mueble de porcelana con lavabo blanco.

La escena de mi puño estampándose contra un espejo, una y otra vez hasta romperlo y mancharlos de la sangre derramándose de mis nudillos rasgados, se dibujó en mi mente.

¿Es otro recuerdo?, ¿por qué rompí un espejo y en dónde?

—El señor Alekseev dejó shampoo y jabón — la voz interminable de Sarah me adentró al baño—. Hay rasurada, un cepillo de cabello y papel higiénico en los cajones del lavabo.

Miré el retrete acomodado detrás de una pared cristalina antes de reparar en la tina blanca y cuadrangular acomodada al final del baño y junto a una ventana con barrotes. Observé la columna de ducha pegada a los azulejos y recordé— imposible no hacerlo— de nuevo, esos brazos venosos acomodados a cada lado de la misma, apretando sus largos dedos a los azulejos como si quisiera trozos. Sus anchos hombros cuyos músculos marcados bajo la blanca piel permanecian tensos y su espalda varonil siendo recorrida por gotas de agua hasta caer por ese par de glúteos tonidicados, me hicieron tragar saliva.

¿Por qué estoy pensando en esa escena otra vez?, ¿y quién es él?

—Hay pasta dental y dos cepillos extras empaquetados detrás del espejo—La imagen de Sarah cubriendo la columna me sacó del trance. Se acomodó delante de mí, extendiéndome la tarjeta blanca—. En conclusión, esta todo lo que necesitas para esta noche.

—¿Ellos saben que voy a quedarme en su cuarto? —inquirí, tomando el endurecido material.

—El cuarto es solo del señorito, y sí — respondió con simplicidad —, fue quien me ordenó traerte aquí por estos días hasta que puedan limpiarte una habitación.

Me pasó de largo saliendo del baño y la seguí.

—Voy a ir por tu cena— noticias rodeando la cama —, debido a que estuviste inconsciente 8 días y solo te alimentaba por intravenosa, no podrás comer en cantidades excesivas ni alimentos sólidos durante unos días. Así que te traeré un jugo y una gelatina por hoy.

Asentí cuando giró a mirarme del otro lado de la cama. Estiró una sonrisa, tranquila y satisfecha.

—Asegura la puerta, regresaré en unos minutos.

Atravesó la puerta y no tardé nada en cerrarla colocándole el seguro. Miré el pasillo vacío a través de la pequeña ventanilla polarizada, y volteé evaluando la habitación desconocida.

Estoy en el cuarto de un extraño que sabe quién soy, pero yo no sé quién es. No me gustó la sensación de vacío en el centro del pecho, mucho menos el temor y la inseguridad. Estar en un lugar sin saber nada ni lograr captar toda la información que se me dio, empezaba a fastidiarme.

Tal vez esto es solo un sueño. Porque el simple hecho de humanos clonados, criaturas caníbales y la perdida de mi memoria, ya parecía algo irreal.

Me acerqué a la cómoda, acariciando las ramas de los arbustos pequeños, tenían una forma muy curiosa y bonita. Los dedos se me resbalaron sobre la manija del primer cajón, reparé la textura fría y endurecida solo para sentir la curiosidad ganándome, tirando del material hasta abrir el cajón.

Recosté la palma de la mano sobre una de las telas suaves y oscuras, era una prenda interior, un bóxer. Lo tomé, alzándolo y desdoblándolo delante de mí solo para observar su forma corta de los muslos y alargada de la entrepierna. La tira blanca llevaba la marca de diseñador, y ni hablar de la etiqueta que colgaba de un costado.

Ni siquiera los ha usado. El resto de los bóxeres no llevaban etiqueta, y si él usaba este tipo de prendas, entonces debía ser joven. La devolví, abriendo el siguiente cajón, la comisura se me estiró en otra mueca cuando encontré un par de brasieres negros y con estampado doblados junto a un par de bragas del mismo color. Las alcé, observando su forma coqueta y textura.

Parecen caras.

Fue inevitable no sentirme confundida, sin saber si Anya Ivanova dejó esta ropa también para mí, o era de alguna otra mujer. Parecía nuevas.

Cerré el cajón y me encaminé al balcón, recargando las manos sobre los barandales de piedra. El corazón se me estremeció cuando exploré el cielo nocturno cubierto de estrellas y una media luna. Sarah tenia razón. La noche desde aquí era hermosa. Pero la sensación de que algo faltaba no me hacia concentrarme en su belleza dejando caer la mirada sobre la muralla.

Aun debido a la altura en la que estaba, no lograba ver ni un poco del otro lado de los anchos muros, me pregunté qué habría detrás de esas puertas, y si algún día saldría de aquí.

¿Qué era lo que sabia yo para que ellos me necesitaran?

¿Cuántas personas trabajábamos en el subterráneo?, ¿por qué nadie supo de su existencia hasta que esas criaturas carnívoras salieron? Eran tantas dudas y el dolor en mi cabeza no cesaba.

Por ahora no quiero pensar, me siento cansada pero también tengo miedo de dormir.

Con una pesada exhalación, volteé y me adentré al cuarto deteniéndome frente a la cama. Se veía apetecible. Incliné parte de mi cuerpo, estirando los brazos hasta que mis manos rozaron la suavidad de las sabanas rojizas. El sonido adormeció mis sentidos y sin pensarlo,, me aventé sobre ella, rebotando en el colchón. Hundi el rostro sobre las fundas de las almohadas e inhalé con fuerza y profundidad hasta llenar mis pulmones, sintiendo el estremecimiento desbotonándome entera al percibir un exquisito olor amaderado.

—Huele esplendido...—suspiré, removiéndome con la intención de cobijarme con los varoniles olores.

Dos golpes a la puerta, pusieron mis sentidos en alerta, enderezando de golpe la espalda y saliendo de la cama para correr hacía el pequeño pasillo, creyendo que se trataba de Sarah.

—¡Señor Ogro!

Me detuve con la mano a poco de rozar el seguro de la perilla, la vocecilla dulce y aniñada me inclinó el rostro sobre la ventanilla. Apenas pude encontrar ese pequeño rostro de piel blanca y cabellera castaña sostenida en una coleta, pero lo que me dejó un momento inmóvil, fueron esos orbes de un verde bellísimo, adornado por largas pestañas negras.

Es una niña. Y tal mirada me recordó al extraño sueño que tuve de una niña con el mismo color, pero esta era más alta, más grande, diferente.

¿Qué hace una niña en esta base? No puede ser una sobreviviente.

—Señor Ogro, soy yo, ¿no me va abrir? — exclamó, tocando otra vez, y me pregunté por qué le llamaba Ogro al hombre del cuarto—. No me ignoré, esta es la quinta vez que vengo y no me abre la puerta. No lo he visto en muchos días, y no quiero estar solita porque tuve otra pesadilla y Seis está en los muros.

¿Seis? Siguió tocando con sus pequeños puños, apretando sus rosados labios y dejando que ese mentón temblara. No supe si debía abrirle, o dejarla irse.

—Tuve otra pesadilla con... ellos...— Mordí mi labio inferior sintiendo como mis dedos se aferraban al seguro, todavía sin saber qué hacer—. Por favor déjeme dormir aquí. Prometo no roncar ni hacerme pipi y tenderé la cama cuando despierte. Por favor.

Creí que Sarah llegaría en cualquier momento y hablaría con ella, pero no lo hizo y sentir como sus puños al tocar se volvían débiles, comenzó a desesperarme.

Quizás tengo que abrirle y explicarle.

—¿A caso esta con esa mujer? — su pregunta repentinamente molesta me hizo pestañear—. No puede estar trabajando porque también lo fui a buscar a las torres y no estaba, ¡ábrame ya!

Mis dedos quitaron el seguro, produciendo un ligero sonido que detuvo y apartó sus puños el material. Giré de la perilla y tiré de la puerta enseguida, eliminando lo único que nos separaba una de la otra.

—Hasta que al fin me...— sus labios se cerraron, acortando las palabras cuando miró a mi pecho.

Su rostro se levantó más y esos orbes verdosos se encontraron con los míos. No fue sorpresa lo que mostró, sino otra expresión, extendiendo sus parpados enrojecidos y palideciendo su rostro ovalado y de mejillas sonrosadas. La molestia de hacía tan solo unos segundos desapareció, siendo intercambiada por una mirada horrorizada.

—Disculpa, pequeña— Inhaló como reacción a mi voz, sus blancas escleróticas cristalizaron—. Si buscas al dueño de esta habitación, no esta por el momento. Tampoco sé cuando volverá, por eso quizás no te abrió las otras veces que viniste.

Lagrimas se le resbalaron y sus cejas se hundieron dándole más exageración al gesto cuando apretó sus puños contra su pecho y retrocedió.

—¿Por qué estas... vi...? —musitó sin terminar, y ahora la que hundía el entrecejo, pero en confusión, fui yo.

—¿Por qué estoy aquí? — traté de completar su cuestión, lanzando una mirada al resto del pasillo con la esperanza de vislumbrar a Sarah—. Ah, es que prestaron esta habitación por unos días, el dueño dijo que podía ocuparla ya que no había habitaciones amuebladas ni limpias así que...

De repente un nuevo gesto se construyó en su rostro, uno de enojo que me dejó peor que antes. Volvió a retroceder, aspirando con fuerza los mocos que resbalaban de su nariz.

— Le voy a decir a Seis— espetó.

—¿Perdón?

Se echó a correr y mis piernas se movieron cruzando el umbral solo para verla tropezando en el pasillo y adentrándose al elevador, picando el panel con sus dedos con tanto desespero y miedo que no entendí. Miró de nuevo hacía mí y aumentó la velocidad de sus dedos.

—¡Tú no eres real! — chilló, y las puertas metálicas se cerraron, ocultándola de mi vista.

(...)

¡AHHH! Dios, los capítulos que les espera bellezas. Obviamente con el misterio de qué fue lo que ocurrió durante esos 8 días, que gracias al cielo no fue ni un mes, ni un año, así que no es mucho show.

Espero que este capítulo les haya gustado mucho.

ESTE CAPÍTULO ESTA DEDICADO A:

dany_perz ¡FELIZ CUMPLEAÑOS ATRASADO BELLA!Espero que este nuevo año de vida esté lleno de hermosos momentos❤

LAS AMOOOOOOO.

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