Tres razones

TRES RAZONES

*.*.*



Días más tarde.



Siete.

Ensanché la torcedura con irritación al detallar la frágil pieza bajo mi posesión, el dibujo que Nastya trazó a sus 17 años, una más de sus interesantes pertenencias con la que me quedaría, aunque preferiría tenerla a ella, sobre todo.

Esto me mantuvo entretenido para no cometer el impulso de romper las cerraduras hasta abandonar la zona. A lo largo de mi vida estuve encerrado en lugares un tanto más grande que esto o mucho más estrechos, por ende, estaba acostumbrado. No obstante, estaba llegando al límite por cierta humana.

Perdía el tiempo en esta pocilga y aun con los soldados qué tomaron la base desde el incidente, seguían siendo insuficiente para detenerme si se me apetecía desobedecer y tomar mi propio camino para ir por lo que quería. Pero no era un tonto como para cometer ese error, y aunque mi humor empeoraba cada vez más, estos días en aislamiento no eran más que una prueba impuesta por el ministro después de escuchar las sospechas qué su hija tenía sobre mí.

Dicha conversación se detuvo después de que mencionará que tenía nueva información sobre la condición de mi mujer y el lugar donde se alojaría, la cual revelaría una vez que estuvieran fuera de estas instalaciones. Ivanova sabía que estaría al tanto de todo lo que tratara de Nastya y no cometerían el error de soltar información como esa después de arrancarle el brazo al último bastardo que se atrevió a tocarla.

Por ende, hasta no conocer su ubicación, permanecería en esta celda sigiloso a la espera de lo que me interesaba saber.

Aunque, quizás estaba a punto de obtenerlo.

Tembló mi comisura con las vibraciones en la escalerilla de la zona C, no hizo falta atender su temperatura al reconocerlo con su chasquido. Aparté la pieza de mi vista, inclinando parte del torso hasta recargar los antebrazos en las rodillas y clavar la mirada en la sangre seca que coloreaba el suelo al pie de la celda como un recordatorio de lo que hacía unos días hice.

El pedazo de mano con el hueso encarnado junto al trozo del brazo cuya piel se mantenía rasgada con un pedazo del hombro seguía fresco en mi memoria. Recordar dicha escena producía éxtasis que me recorría las venas con la caída del hombre que la lastimó. Pese a que la tortura me producía satisfacción, no torturaba o mataba solo para conseguir placer, hasta entonces cada una de mis víctimas fueron las mismas que se creyeron con derecho de arrebatar su vida, tal derecho lo tomaba para arrebatarles la suya demostrando con esto que no me andaba con juegos y cuando se metían con lo mío, cobraba por ello.

Fue una lástima que este último no muriera, habría quedado satisfecho de no ser porque cierto soldado logró salvarlo a tiempo.

El chillido emitido en la reja principal me alzó la mirada, clavándola en el hombre de edad avanzada con vestimenta formal, adentró al pasadizo entre las mazmorras con un envase de café a la malo.

—Veo que todavía permanece en la celda soldado Keith Alekseev.

—¿Dónde más debería estar? —arrastré con asperidad.

—Resulta que creí que usted saldría por sí solo y seguiría con su trabajo como si nada.
Así de descarado creí que sería el mejor de mis soldados, pero veo que obedeció la orden de quedarse aquí o entendió que lo que hizo estuvo mal.

Que creyera lo que quisiera. Mi motivo era solo esa mujer, no había ninguna otra razón por la que decidí mantenerme en esta pocilga reteniéndome fingiendo obedecerle.

—Quizás ya esté al tanto de lo que hice los días anteriores aquí, por eso no pude venir a conversar antes con usted.

El suelo vibró con la suela de su calzado y tembló mi comisura cuando observó las agrandadas manchas de sangre sobre los barrotes de la celda.

— Les dije a los sobrevivientes y a su gente la verdad de cuando encontramos a la joven: que había perdido sus recuerdos, que para saber si los recuperaba o todo era una mentira suya, quedamos en ponerla en libertad como si fuera una sobreviviente y usted...

—No necesitas contar lo que ya sé, ve al grano—espeté.

—El encierro no le sentó muy bien y no está de humor. —Se detuvo frente a la cámara —. Tiene que saber que por lo que hizo obtendrá una sanción.

—¿Cuál es la sanción?

El sonido de los candados abriéndose se alargó y apartó las cadenas antes de extender la rejilla reforzada que le dio entrada a esta cámara.

— Sigo pensándolo — esbozó apenas con una sonrisa —. Su trabajo ha sido muy necesario y en el campamento fue tan perfecto el desarrollo que tuvo con su gente que estamos planeando subirlo de nivel. Están pidiendo que vuelva y tome el lugar de teniente, sería el primero, pero no el único que se integraría a nosotros.

<En la base también ha hecho un buen trabajo y con esto último suceso no es la excepción, calmó a los trabajadores, disipó su ira a base de miedo. El miedo no es un problema, hemos manejado a criminales a base de amenazas. Pero la tortura que usted utiliza para tomar el control... Ignora las reglas con facilidad para quitarle la vida a otros o arrancarle partes... Incluso le disparó a una de los suyos. Creí que le importaba su gente.>

—No los que ponen en riesgo mi trabajo— recalqué.

—En eso tiene razón, la testigo estuvo a punto de morir por lo que sucedió, y la joven Maggie fue la principal responsable, pero, ya estaba encerrada. Pero en vez de hacer eso, bajó y disparo. Y, por si fuera poco, le arrancó parte por parte del brazo del hombre. ¿Ni siquiera se pregunta por su condición?

—No me interesa.

—Perdió mucha sangre, pero está estable. Cuando decida hablar, ¿usted cree que no querrá demandarlo?

—Será interesante ver si podrá hacerlo—arrastré las palabras con un atisbo de burla.

—¿Lo dice porque cree que morirá o porque no se puede demandar a alguien que todavía no existe?

Lo digo porque ya lo amenacé.

—Si es lo suficientemente inteligente, cerrara la boca debido a la condición en la que se encuentra junto al resto de sobrevivientes.

—Pero una vez que el hombre se queje de usted será su mayor problema, soldado — finalizó con las manos a la cadera—. No quiero una mancha en su historial, estas acciones podrían perjudicar su futuro y usted tiene mucho potencial como para desperdiciarlo, pero ni siquiera lleva medio año sirviente y ya mató a uno, y ahora le ha arrancado el brazo a otro. ¿Tiene algún significado el que les arranqué las manos y brazos a sus víctimas

—¿Debería tenerla?

La tocaron, ese era su significado y nadie la tocaba aun en mi ausencia, no con tales intenciones de lastimarla, matarla y tenerla. La más mínima herida provocada en su piel, se pagaría con su sufrimiento y muerte.

—Soldado Keith— su llamada era una advertencia entretenida. Soltó una pesada exhalación antes de mover la cabeza con una interesante decepción—. Espero no estar tratando con un psicópata al que le gusta desmembrar cuerpos.

¿Gustarme? Resulta que es todo un placer ser el hombre que ataca de frente con lo que le hacen a su mujer en vez de quedarse de brazos cruzados esperando una ridícula sentencia.

— Por lo tanto, tendré que posponer su misión con la joven Romanova durante un tiempo.

Un chasquido atravesó mi lengua, la saliva se me amargó y la ira empezó a corroerme. Presentí que algo como esto sucedería. No era de los perdía la cordura y se guiaban por la ira y la rabia. Pero desde que me prendí por ella, cometí tres grandes errores. En el subterráneo cuando le saqué el corazón al bastardo de Doncan, cuando su corazón se detuvo en el exterior y amenacé a esos humanos con devolverla a la vida, y finalmente, cuando se la llevaron de la base lejos de mis sentidos. Aunque sabía que tan importante era el plan para mantenerme a su lado, dichos impulsos que me dominaban parecían estar fuera de mi control, y aunque no terminé con la vida de mi última víctima, las sospechas ya estaban acumulándose.

—¿Esa es tu sanción, retenerme en este lugar?

—No, la sanción que le daré será para cuando cerremos el caso y usted complete su trabajo. Esta petición sobre su retención fue enviada por la coronel. Quiere un reporte detallado de su comportamiento mientras este lejos de la testigo.

Qué estupidez.

—¿Cuánto tiempo? — arrojé la pregunta ante el mal genio.

— Pidió que se le confinara en la base de una a dos semanas y se le mantuviera vigilado.

Endurecí la mandíbula con el ardor interno carcomiéndome las entrañas y la ira hirviéndome como lava. Estos no podían ser más imbéciles, el tiempo que querían retenerme en este lugar cubría por poco el tiempo límite que la humana tenía para recordar todo y dar testimonio. ¿Se creían que sería pacifica su estadía bajo la seguridad de esos soldados sin ningún intento de asesinato?

Aun si no corriera peligro y fueran ellos los únicos que conocían su ubicación, era inaceptable para mí. Tenerla lejos tanto tiempo no podía permitirlo.

—¿Qué hay con la seguridad de la humana? —lo abordé con la pregunta.

La duda le apretó los labios, hasta él sabía que esto era una mala idea.

—Por el momento está segura.

—Tengo que recordarte que lo mismo se dijo de este lugar y trataron de matarla tres veces, ¿qué te hace creer que no volverá a suceder?

—Por eso ordené que, durante su ausencia, la joven permaneciera bajo techo las 24 horas—aseguró—. El teniente Gae y sus soldados custodiarán el terreno y la mantendrán vigilada. Hay sensores de movimiento y el lugar está rodeado de cámaras. Pero si algo sucede y ellos no pueden manejarlo, usted será trasladado de inmediato. No puedo tenerlo dos semanas aquí, pero tampoco puedo retirar su confinamiento.

— Supongo que me darás las razones para esta retención— arrastré indiferente.

Airado era la palabra correcta, y dicha rabia alimentaba mis ganas de romperle el cuello. No obstante, tenía que recordarme que debía contenerme para no cometer otro error. Para ellos no era más que un experimento al que podrían cambiar en dado caso de ser necesario, y no podía permitir ese cambio.

—Por su conducta en el subterráneo, cree que arrancarle el corazón a Doncan significó algo, así como asesinar a Frederick y arrancarle el brazo a este tipo sin ninguna razón justificable— rodeó la mesa en la que pronto se recargó —. Se cree que actúa así por la testigo. Recientemente se me informó de una confesión que llegó a sus manos de que usted estuvo involucrado sentimentalmente con la joven Romanova en el subterráneo, ¿es eso verdad?

Tal confesión no fue hecha más que por 06 negro, por eso sus sospechas aumentaron y mis feromonas no lograron manipularla aquella vez. Por esto estaba aquí, a punto de recibir una retención.

— ¿Acaso su comportamiento se basa en que esas manos la hirieron?

La mirada se me oscureció y siendo inevitable, ensanché la torcedura hasta retorcerme el rostro.

—Parece que se han hecho una historia muy bien teñida sobre mí, ¿creé que no sé de dónde viene tal confesión? — le tumbé su seguridad—. ¿Qué te hace creer que 06 negro no trata de hundirme por el simple hecho de no corresponderle?

Aunque lo que la hembra dijo podía ser tomada como una mentira en mi contra después de lo que sucedió, con esta petición dejaba en claro que Ivanova no abandonaría su comportamiento actual hasta que tales suposiciones fueran contradichas o rectificada por Nastya o por mi

—Las sospechas de la coronel no solo se basan en la confesión y no están confirmadas, por eso estoy aquí, haciendo las preguntas porque yo tampoco le encuentro mucho sentido a que les arranque las manos solo porque sí.

— Hago lo que pocos hacen y es hacer su trabajo—escupí entre dientes.

—¿Y cree que le di el puesto de guardián para arrancárselas a todo el qué sé interponga?

Su duda me recalcó la comisura.

—¿No es eso evidente? —esbocé con asperidad al tiempo en que ladeaba el rostro—. ¿O tengo que recordarte qué me diste la autoridad para derramar sangre de aquellos que intentaran matarla?

Abrió la boca y la cerró sin saber qué decir.

—Sí. —Se aclaró la garganta —. Le dije que matara a todos los que amenazaron con la vida de la joven. Pero se le olvida que existe un código y a los agresores se les encierra y el hombre estaba encerrado al igual que la señorita Maggy, tendrían una sanción por sus delitos, una semana en aislamiento, ¿eso no era suficiente?

Retorcí ambas comisuras, una burla maliciosa que lo tensionó delante de mí. Un simple encierro no me basta y, por ello, me lo cobro con su vida.

—¿Trataron de matarla y deduce que una sanción es suficiente para hacerlos entrar en razón? — inquirí.

—¿Debo tomar eso como que le importa demasiado la vida de esa joven?

—Está bajo mi mando, por ende, protegerla no es más que una prioridad, así como deshacerse de amenazas que solo estorbarán más adelante, pero deducen que tengo un gustito por ella —arroje entre dientes moviendo ligeramente la cabeza —. ¿Qué hubiera pasado si hacia lo contrario? Si llegaba un minuto tarde para que el francotirador diera en el blanco y dejaba que Frederick terminaran su trabajo con ella en ese camión de carga. Estoy seguro que tu pensamiento sobre mis actos habrían sido distintos.

Alzó las cejas, dicha explicación no se la esperaba y no era lo único que tenía por decir.

—¿Cree que no escuché lo que el humano hablaba con Negro 06 aquí, abajo? Ambos sabían que los soltarían y entonces planearían otro suceso igual al anterior.

—No sabía eso, ¿por qué no nos lo dijo?

—Porque apenas hoy decidiste bajar.

Se mantuvo en silencio, analizando, todavía inseguro.

—Aun si planeaban otra cosa, no le justifica sus actos.

—Poco me importa si se justifican o no en tanto la advertencia les haya quedado más que clara — el grosor en mi voz acrecentó haciéndolo tragar.

—¿Y si le digo que aun así sigo creyendo en todo lo que la coronel dijo y usted está enamorado de la testigo?

—¿Estás seguro? — mi inquisición lo dejó en silencio al tiempo en que enderezo la espalda—. Dado que tienes tantas ganas de romperme la paciencia, dame tus razones para pensar que dicha humanita me gusta.

—La coronel y yo estuvimos investigando estos días. Tenemos confesiones de los testigos con los que estuvo en el subterráneo y los cuales informaron que usted estuvo a solas con ella en una habitación del área negra. No solo la señorita Maggie confirma qué se acostó con ella, también Richard.

¿Se suponía que eso me haría temblar? No obstante, debí suponer qué sucedería, lo subestime con que no abriría la boca. Esto daría un giro en mi plan, aunque suponía que no me arruinaría del todo dado que nunca mostré más de lo que necesitaba en el área negra y esta última charla en el campamento dejó en claro que Richard seguía pensando en la clase de basura que fui con Nastya.

Lástima que la hembra no pensara del mismo modo y prefiriera ser un dolor de cabeza.

—¿Es cierto que se acostó con la joven en el subterráneo?

Touche.

Alzó ambas cejas con interesante impresión antes de llevarse la mano a la frente con una expresión de frustración.

—Soldado..., ¿qué demonios hizo?, ¿por qué lo hizo? —repitió por lo bajo, su actitud me arqueo la ceja —. Tenía la ligera idea de que lo negaría, ahora me ha puesto en una situación difícil. ¿Por qué no informó sobre esto?

—¿Por qué debería? — mi burla no terminó de gustarle nada.

—¿Por qué? Sabe que una de las reglas es no involucrarse con el testigo y es precisamente lo que hizo.

—Con tan nulas probabilidades de sobrevivir, debiste pensar que ese podía ser uno de tantos resultados como la posibilidad de matado.

—¡Pero se trataba de la testigo!

— Y una simple humana a la que utilicé.

— Entonces es cierto lo que el señor Richard nos dijo de que usó a la joven para satisfacía sus necesidades—Su auto conclusión era satisfactoria—. No creí que sería capaz de acostarse con la testigo que estaba a su cargo. Usted sabiendo lo que hizo..., ¿y aun así?

—No me preguntes tonterías cuando sabes la respuesta—increpé con sequedad.

— Las feromonas —Arrugó las cejas e ignoró la vibración que llevaba tiempo emitiéndose desde uno de sus bolsillos—. Aunque lo entienda, se ha metido en un gran lío soldado.

Se apartó de la mesa, sacudiéndome la mano y dándome la espalda como si estuviera lidiando con sus pensamientos. Fue suficiente evidente de qué algo más ocurría.

— ¿Tiene idea de lo que hizo? —Se volvió a mí con un gesto apenas intranquilo —. ¿Sabe en qué tipo de situación se ha puesto soldado Keith? ¿Sabe lo que esto significa?

—¿Qué significa? — solté entre dientes, comenzaba a perder la paciencia.

Respiró hondo y se llevó la mano al rostro arrugados más la frente cuando se pasó los dedos por el entrecejo.

—Hay algo que debe saber sobre la joven Romanova.

—¿Qué?

Miró en alguna parte del suelo, y por el ligero aumento en sus glándulas sudoríparas fue sencillo percibir que empezaba a dudar.

—Está comenzando a recordar —finalizó.

Arqueé la ceja, una sonrisa torcida me atravesó los labios. Fue evidente que eso no era lo que quería decirme, por si fuera poco, nunca lo vi dudar tanto como ahora. No obstante, fuera cual fuera la información que tenía por decir de Nastya, dicha noticia tampoco era una mentira y no hacía más que complacerme de cierto modo.

Desde el momento en cómo me miró la última vez, sospeché de ello y terminó por confirmármelo el mensaje del infante. Aunque no sabía que tanto recordaba, tenerla totalmente fuera de mi alcance en un lugar del que desconocía por quién sabía cuánto tiempo, me llenaba de una intranquilidad insoportable. Qué maldita suerte la mía. Tan solo esperaba que fuera cuidadosa de no soltar todo lo que sabía al respecto de lo que hizo en el subterráneo, para qué ni para quienes, e hiciera uso de lo que podría obtener a cambio de esa información.

—No te ves muy satisfecho—sostuve entre dientes en tanto me enderezaba, recargando la espalda en la pared. A decir verdad, el que menos satisfecho estaba, era yo, porque por su gesto poco convincente, me confirmaba que había algo detrás de todo esto que resultaba para él un problema y no planeaba contarlo—. ¿No era eso lo que ustedes querían?

—Que la única testigo empiece a recordar hará que el caso se esclarezca más — lo dijo en tanto se desenfundaba el móvil y cancelaba la llamada—. No hemos podido conseguir nada más que lo que hay, y todo lo que hay concuerda perfectamente con los involucrados, por lo que cualquier informe sobre Anna, Esteban y los parásitos, o cualquier otra cosa, la beneficiaría.

—¿Qué tanto les ha dicho?

—Nada aun— Negó —. La coronel dijo que la joven no hablará hasta que esté segura de todo, probablemente se le dé un abogado para contar con asesoría.

Perfecto.

—Pero, a lo que quiero llegar es que Ivanova le contó todo sobre usted.

—¿Y? —Esto no sería una sorpresa para mí, sabía que una vez recordara se le contaría todo sobre el trabajo que se me dio con ella y todo lo que conseguí al entregarla.

— Le dijo que una vez absuelto de su sanción seria transferido al mismo lugar que ella. Pero como la joven tiene derecho a dos peticiones pidió que lo movieran de su puesto como su guardián.

Respiré ira en lugar de oxígeno sintiendo el tórax calarme en tanto extendía una retorcida mueca con una carcajada de rabiosa ironía a punto de ser escupida. Maldita mierda. Primero la retención y ahora esto.

—Y dada su petición, ¿qué planeas hacer? —pregunté rozando con la indiferencia fingida.

No podía ser remplazado, incluso en su mirada llevaba enmarcadas tales palabras. Tanto él como yo sabíamos que a menos que incumpliera las reglas que se me dieron desde un inicio cuando se me ordenó ir por ella al subterráneo, el puesto se me arrebataría. Hasta entonces, esas reglas seguían respetándolas al pie de la letra, por si fuera poco, se me confió tanta información desde el principio que tomar a otro experimento para ponerlo en mi lugar y fuera de estos muros sería cometer un grave error y tal parecía que todavía no encontraban al que se le escapó.

No obstante, lo que me fastidiaba no era otra cosa que Nastya pidiendo mi cambio. Debí suponer que lo haría una vez le contaran de la misión. Con eso y los recuerdos sobre mí, eran suficientes como para quererme fuera y aun sabiendo que no podría suceder, no creí que su solicitud me afectara.

Tal sentimiento de presión en el pecho, solo era una advertencia de lo que me esperaría con ella.

— Como soy un hombre de palabra, le dije a la coronel que la joven Romanova no lo vería.

—Por lo tanto, me mantendré fuera de su vista.

—Es lo que va a hacer — Asintió —. Es mucho territorio y la joven tiene un límite para recorrer los alrededores así que no será una complicación mantenerlo fuera de su vista, pero a su vez, haciendo su trabajo.

—¿Qué tan lejos la tienen?

—No demasiado de aquí, puedo asegurarle que si pasa algo no tardará en llegar a donde ella— respondió —. Le daré la ubicación cuando termine su retención, y sobre lo que...

—ministro.

La interrupción de uno de sus soldados aproximándose a la cámara, lo detuvo. Miró en mi dirección con cierto temor antes de mirar a su superior y tragar.

—Espero que sea importante para venir a interrumpirme, soldado.

—Es el general, señor... Ha tratado de comunicarse con usted, necesita informarle de algo importante.

—¿Es urgente?

—No lo sé, señor, yo no pregunté....

—Ese viejo siempre tiene noticias —Me miró de soslayo —. Dígale que le llamaré en enseguida, ahora tengo que terminar con mi soldado.

Hizo una despedida y trotó escalera arriba, disminuyendo sus vibraciones fuera del complejo.

—Por ahí escuché que le quitó el teléfono a uno de los soldados. ¿Qué le pasó al suyo?

Arqueé la comisura derecha con malicia.

— Tuve un pequeño accidente—chasqueé la lengua—. Informa al soldado que pagaré por su dispositivo, haz que me entregué el cargador, la batería se agotó.

—¿Se compró un buen teléfono y en menos de un mes ya lo perdió? — Rodeó la mesa con una sonrisa divertida hasta detenerse bajo la entrada a la cámara y entornarse a mí—. Haré que se lo traigan mañana temprano, aunque el soldado parecía preocupado por el contenido que tiene...

—Como sea...—lo interrumpí, tal conversación no tenía importancia—. ¿Cuál será mi posición en esta basa?

—La de un soldado de su área. Hará exactamente lo mismo que hacía cuando la testigo estaba aquí. Se mantendrá al tanto de todo lo que suceda desde la muralla, si ocurre alguna discusión, ya sabe cómo manejarlo.

En conclusión, no haré nada más qué observar a un montón de basura quejándose de su inocencia, y a infantes y adolescentes llorando por tonterías de juegos. Para colmo seria observado por otros humanos. La simple idea hacía que la saliva se me amargara.

—¿Cuántos me tendrán vigilado? —arrastré con severídad.

—Dos de los soldados bajo el mando de la coronel— Se recargó en el umbral—. De hecho, ya fueron transferidos desde ayer a la base. Mañana mismo empezarán su trabajo, lo observaran desde que comience su labor hasta que finalice, y enviaran su conducta al final del día. Cualquier anomalía lo informaran, cualquier conversación que tenga.

Esto era ridículo hasta el punto en que daba risa.

—Para mí esto es una pérdida de tiempo, pero si las sospechas son ciertas o tienen otro significado que nos estuvo ocultando no sé qué podría suceder, soldado, pero será mejor que se aclare lo más pronto posible.

La curva derecha de mis labios se arqueó. Ira y rabia me hirvieron la sangre e hincharon las venas, tensioné los puños que apretaba en la madera de la banca conteniéndome con las terribles ganas de romperla en su cráneo.

—Hay una manera de terminar con dichas sospechas de una vez por todas—pronuncié hastiado de esto.

—¿Cuál?

—La humana misma lo dijo, relevarme de ser su guardián.

Negó con la cabeza.

—No.

—¿No? —Arqueé una ceja—. Después de todo, tienen el territorio asegurado y ella empieza a recordar. Si creen que retenerme aquí una o dos semanas no la pondrán en riesgo, entonces, no necesitaran más de mi trabajo.

Aseveró su rostro en aparente molestia, una acción que a nada estuvo de recalcarme la torcedura.

—Sacarlo no es una opción—remarcó la última palabra.

—Sabes perfectamente que no me gusta perder el tiempo, por lo tanto, les conviene regresarme al campamento, ¿no es eso lo que me pedías días atrás?

—Porque no creí que descubrirían la identidad de la testigo—Se frotó la cara con las manos—. Su trabajo estipula que, si testifica, usted la acompañará hasta el estrado y la mantendrá segura durante todo el camino. ¿A que otro experimento puedo darle la confianza que le he dado a usted para salir de estos muros? Es el único que ha salido y ha regresado, ahora no se ponga los moños ahora, demasiado tengo con la coronel. Y aunque también lo necesite en el campamento no puedo enviarlo tan lejos, la joven está en un territorio distinto ahora, no me puedo dar el lujo de confiar de más en su seguridad.

—Entonces envíenme al territorio, hagan su vigilancia temporal y a la vez estaré haciendo mi trabajo.

Soltó una brusca exhalación y se pasó los dedos por el entrecejo en un claro gesto agotador en el que dejó pasar los segundos.

—Me está poniendo en una posición difícil, soldado— se quejó —. Hay muchas sospechas sin sentido sobre usted, es por eso que vine a interrogarlo. Si existía un tercer o cuarto involucrado o tienen a gente buscándola para asegurarse de que no testifique, lo ideal es mantenerlo en el mismo territorio, pero además de lo que le he contado, soldado, la coronel tiene otras tres razones que son suficientes como para aceptar su retención unos días más.

—... y dichas razones no planean decirlas—determiné con asperidad.

—Temo que está en lo correcto— Asintió una vez más y apretó los labios con titubeo, era evidente que quería decirlo, pero no se atrevía —. Deme dos días para pensarlo mejor.

Dos días para pensar. Dos días más sin ella. Nada me aseguraba que una vez pasaran, su decisión sería trasladarme de inmediato o dejarme más días aquí.

—Mientras tanto, esperé a que sean las seis de la tarde para que salga de aquí. Les dije a los soldados que lo mantendría 86 horas en detención y está a nada de cumplirlas... —señaló el reloj de manecilla colgado sobre el umbral a la escalera—. La recepcionista tiene los pases de las habitaciones. ¿Mantiene el mismo número?

—El mismo— respondí, siguiendo sus vibraciones que se emitían a lo largo del salón una vez salió de la celda.

Se dirigió rumbo a la escalera, pero se detuvo a unos pasos con una obvia duda y miró en mi dirección.

—Le pasaré su número al teniente Gael para que lo mantenga informado de cualquier situación con la testigo mientras tanto. Eso es todo lo que puedo hacer. En dado caso de que algo suceda estos días con la joven, él le enviará la ubicación, y tendrá autorizado de que uno de los soldados lo transfieran de inmediato.

—Si es que no llego demasiado tarde— la asperidad amarga fue notoria en mi voz.

—Espero que no, soldado. Deme dos días para pensar en cómo trasladarlo, ¿okay?

—Como quieras. Hay otro tema del cuál aclarar... — escupió conteniendo la rabia de reventar la madera de la banca entre mis puños—. 06 Negro perderá la custodia de la niña: encárgate de informar a la que está a cargo del cuidado infantil.

La sorpresa no se hizo esperar en su rostro, aun así, hizo un lento asentimiento por el repentino tema.

—No creí que me lo mencionaría aquí y ahora. La señora Mirra querrá hacer preguntas de por qué no es apta para cuidar de la niña.

Mirra era la humana de edad avanzada a cargo de los derechos de los infantes de nuestra especie, la única regla que debía respetar era que los infantes no estarían bajo la protección de los humanos dado el caso de que estos mismos estuvieran emparejados con los nuestro por medio del matrimonio: una de sus muchas costumbres impuestas para nosotros. Por el contrato, los experimentos solteros, en tanto estuvieran capacitados para proveerles, también se les permitía ser tutores, aunque, temporales.

— ¿En serio piensa quitarle a esa niña a la única mujer que cuidó de ella por mucho tiempo en el subterráneo? — Pasó el código que desaseguró la rejilla y la corrió mostrando los escalones de piedra.

—Se le dijo que respetara las condiciones y siempre que lo hiciera, el infante seguiría bajo su tutela.

—Incumplió con todas ellas y el trabajo por el que se le pagaba también lo perdió...— Se rascó el cuello—. No hay ningún experimento en la base como para que sea su tutor, todos los que se quedaron ya cuidan de otros. ¿Quién se quedará con la pobre niña?

—Yo seré su tutor.

Meneó la cabeza un tanto inconforme con la decisión.

—Creí que la regla principal para los adultos solteros era un niño— No hacía falta que me lo recordara, me sabía la regla al pie de la letra puesto que fui uno de los que firmó para tal acuerdo entre nosotros—. Un bebé y ahora una niña, ¿sabe la responsabilidad con la que cargara?

—No pienso quedarme con ella. Busca en el campamento quién quiera cuidarla, hasta entonces le daré todo lo que necesite.

Difícilmente se hallaría un tutor. Aunque una parte de los experimentos que decidieron ir al campamento, eran tutores de algún neonatal o infante que se quedaba en la base al cuidado de otros mientras ellos cumplían su trabajo, la otra parte tenían una fascinación por evadir responsabilidades como esas. Tal era mi caso de no ser porque decidí ser su tutor por esa mujer, aun así tampoco cumplía con las responsabilidades correspondientes con el neonatal, como visitarlo cada cierto tiempo y mantenerlo conmigo una noche por semana.

—Bien, haré lo que me pide— Dibujó una sonrisa débil—. Seguro Mirra querrá hablar con la niña directamente, para hacerla entender su situación.

Se volteó dándome la espalda, apenas dio un paso sobre el primer escalón cuando retrocedió y se entornó a mí.

—Hablando de niños—Dio un paso lejos de la rejilla—. Ya tiene un trabajo con nosotros, ha ganado suficiente dinero con estas misiones y ya tiene su terreno construido... Después de adaptarse mucho mejor al exterior y establecerse completamente, ¿que planea hacer?

Una pregunta personal hecha en una cámara de detención cuando tenía una llamada por hacer al general. Qué inusual.

—Me refiero a...—se apresuró a hablar—. ¿Piensa en formar una familia en un futuro, casarse, engendrar hijos? Adoptó a ese bebé. ¿Piensa ser padre alguna vez, soldado?

—¿Me ves cara de querer ser padre alguna vez?

Una carcajada se escapó de su garganta. Se inclinó apenas sosteniéndose el estómago, una acción exagerada.

—Ni siquiera puedo imaginarlo cargando un bebé. — No era el único —. Pero hablando en serio, ¿no le gustaría tener hijos, soldado?

—Un ministro interesado en la paternidad de un soldado, quién lo diría — arrastre la burla volviendo los ante brazos sobre las rodillas —. ¿No está fuera de los temas que suele abordar según su nivel?

—Es una charla entre hombres y estoy curioso por el tema ya que estamos hablado de niños y el futuro de un hombre qué pasó 28 años en el subterráneo. — Me mostró una sonrisa descuidada—. Tengo muchos soldados a mi mando que desean la paternidad y estoy seguro que lo misma pasa con sus soldados, ¿a usted le gustaría ser padre?

—No está en mis planes.

Miró hacia la celda a su costado, un atisbo de decepción alargando sus labios en una linea me arqueó la ceja.

—¿Y por qué adoptó a ese bebé?

—No fue precisamente para experimentar la paternidad — esbocé con calma.

Fue por ella, todo por esa mujer. Con tal de mantenerla cerca de mí era capaz de cambiar mis actos y hacer excepciones que no estuviera. en mis manos como ser tutor del neonatal del que se encariñó. No era ningún samaritano, no tenía el más mínimo interés en un bebé como ese, el motivo por el que acepté cuidarlo fue porque sabía que Nastya querría verlo y tenerlo, y no me equivoqué con ello.

—Bueno, hasta el hombre más frío y cruel puede llegar a desear la paternidad —bufó —. El deseo de casarse y hacer una familia no lo es todo, no es una prioridad que todo joven deba tener y está bien si no lo quiere por el momento o sigue sin quererlo más adelante hasta su vejez. Pero...

Detuvo sus palabras y de nuevo, por tercera vez sentí la incertidumbre en el modo en que miraba de mi a la celda y luego a la escalera.

—¿Usted sabe de dónde y cómo vienen los bebés?

Mostré los dientes con la torcedura entre mis labios que se extendió al instante en una mueca entre lobuna. La pregunta era una burla de pies a cabeza. Absurda y sin sentido tomando en cuenta el lugar y lo que acababa de interrogarme.

—No sabía que parecía un hombre tan desinformado.

—No quiero ofenderlo con la pregunta, es simple curiosidad. — dijo. Lo interesante fue que en su mirada no hubiera tal curiosidad—. ¿Le hablaron alguna vez de su fertilidad y cómo dejar embarazada a una dama?

Fue un error hacerme una pregunta directa y no general. Su repentina intriga comenzaba a tensionarme, a redireccionarme con que su objetivo no era saciarse de nueva información sobre nosotros, sino lo que yo sabía de ese tema.

—Esto no es una conversación cualquiera— afirmé ladeando el rostro apenas —, ¿a qué quieres llegar con el interrogatorio?

Le tomó unos segundos reaccionar como si la pregunta le impacientara.

—No lo estoy interrogando, le dije que solo era una charla. Tampoco es como si no hubiéramos hablado de otros temas.

—¿Prefieres mantener una conversación que hacer una llamada que podría sea más importante que esto?

—A veces me pregunto qué tanto tuvo que pasar en el subterráneo para que sobre analizar todo—ensartó.

No se trataba de lo que me llevó a ser de tal modo o si lo era, estaba claro que esta conversación tenía otro significado y no iba a dejar pasar detalles.

— Entiendo si no quiere hablar de eso aquí, no es el momento ni el lugar.

— Cuando esté en libertad y nos volvamos a ver, hablaremos— indiqué—. A menos que quieras decirme el verdadero motivo de tus preguntas.

Su quijada endureció, no era la primera vez que molestaba a Materano con mi actitud.

—No hay motivo, soldado— mintió. Sí la había—. Pero bien, hablaremos cuando nos volvamos a ver. Hasta entonces, esperé a que llegue la hora de salir de aquí y espere dos días a nuevas noticias.

Hizo una despedida con la cabeza antes de dar la espalda y subir los peldaños saliendo del recinto sin cerrar la rejilla metálica a la escalera. Mordí el labio inferior, atento a los ruidos exteriores, no oír nada que me fuera importante por esos segundos, me extendió una sonrisa airada al tiempo en que me reclinaba, recargando un brazo en la rodilla y llevándome los nudillos a rozarme la torcedura.

Tres razones, fue lo que mencionó.

Tres razones lo suficientemente valiosas como para dudar de mí y mantenerme apartado de ella. Además de los impulsos que cometí contra los que la lastimaron y las confesiones de 06 negro, nada más se me ocurría esta vez.

Fuera lo que fuera, estas feromonas serian mi mayor problema. Ni siquiera yo sabía cuanto más podría mantenerme lejos de ella ni qué tanto me afectaría su ausencia, apenas pude controlarme en el campamento, pero estos últimos tres días comenzaron a pesarme y calarme, una urgencia de verla tensionaba los músculos. Por ende, presionar al ministro con que me sacara de la misión, pese ser un arrebatado movimiento arriesgado, fue lo único que quedó por hacer como una opción a que pensara en otra alternativa de quitarme esta retención o, tal como dijo, trasladarme a la ubicación y ahí mismo vigilarme.

Verla sería suficiente como para controlarme, por una o dos semanas quizás, en tanto me vigilarán. Luego pensaría en cómo tocarla, en como llenar mis pulmones de su aroma y mi paladar del delicioso sabor de sus labios.

No perdí más tiempo en cuanto se cumplió la hora y abandoné el área de detención, tomando la manija metálica una vez llegado al último escalón, y abriendo la puerta que tintineo en señal de alarma. La puesta de sol apenas alumbraba los rincones de la zona. Dos soldados se removieron en sus sitios en cuanto me vieron, el miedo era visible aun cuando trataron de ocultarlo al saludarme.

—Ábranla—ordené entre dientes.

Uno de ellos deshabilitó la seguridad de la alambrada y corrió la rejilla para darme la salida de la zona D.

Moví las piernas rodeando y cruzando todo lo que se me interpusiera en el camino. Las miradas de los humanos que se paseaban fuera del edificio principal, dejaban en claro el tipo de imagen que tenían sobre mí. No era más que un experimento que protegió a la que era culpable de su situación, uno que sería capaz de dispararles a ellos y quizás a los míos de ser necesario si se interponían en mi trabajo. Esto último lo confirmé al entrar al recibir y obtener algunas de sus miradas que poco me interesaban.

Rodeé la sala hasta detenerme en recepción y ordené a la humana que me diera las tarjetillas de tales habitaciones. Sus orbes me miraron y bastó con eso para que el órgano detrás de su pecho tamborileara en tanto descolgaba las tarjetillas y me las ofrecía.

—Aun con escleróticas negras te ves bien —dijo mientras descolgaba las tarjetillas y me las ofrecía —. Si necesitas algo más, el numero para marcar a recepción es el 3.

Se las arrebaté, apretándolas en el puño y siguiendo mi camino el pasillo a izquierda pasando los cuneros.

—Eres el que llegó en esa cosa con llantas y disparó, ¿verdad?

Ignoré al adolescente del área blanca que me alcanzó y se pegó como una plaga al lado.

— ¿Te dejan conducirlo?

— ¿A nosotros también nos dejaran usar un arma cuando pasemos a la etapa adulta? —gritó el que pertenecía al área naranja—. Debieron llevarme al campamento, yo también quiero hacer lo mismo que todos los adultos para matar a esas cosas con proto brazos.

Lo que me faltaba, más infantes fastidiándome y con la del área verde ya tenía suficiente para tentarme la paciencia.

— ¿Te obligaban a proteger a la que soltó el virus? — Dicha pregunta provino del infante del área roja, rondaba la misma edad que el adolescente del área peligrosa, pero a este lo reconocí. Era el que más se le pegaba a la pareja de Alek, o bien conocido, al experimento 09 Rojo. Por si fuera poco, este niño, se juntaba con el infante de 06 negro—. ¿Hay otros que también protegen?, ¿los tienen en el campamento o están aquí también?

—¿Dónde está 56 verde?

El infante parpadeó.

—Oh.... La niña llorona, esta con Sophia, llorando, eso creo— hundió su entrecejo—. Nuestra humana está cuidando de ella en la habitación.

Su humana, claro. Tenía el recuerdo de esa humana preñada intacto al igual que lo perversamente entretenido que fue apuntarle con el arma y ver enfurecer a su pareja. Tal experimento ahora quería que estuviéramos en buenos términos porque ambas mujeres se llevaban bien... Pero ese hecho no era nada después de lo que sucedió.

Me pregunto qué tanto está pensando su mujer de la mía ahora que se descubrió quién es en realidad.

—¿Conoces a esa niña?

—Largo —le di una advertencia y con eso fue suficiente para detenerle el paso a él y a sus compañeros y murmurar a mis espaldas.

No estaba de humor para soportar mocosos. No estaba de humor para nada.

—¡Señorito! — el grito de Sarah me detuvo al pie de la escalera.

Justo a tiempo.

Volteé observando a la humana de avanzada edad corriendo desesperada en mi dirección con un gesto de angustia y preocupación.

Una noche después de que se me detuvo en la celda, lo primero y único que Ivanova hizo al llegar aquí, fue ir a ella. Fue interesante ver a Sarah desesperada por saber de la salud de Nastya y aun mejor ver cómo está la callaba. De lo que hablaron resultaba ser un misterio debido a que no fue con diálogos con lo que se comunicaron durante su corto encuentro en la enfermería, y aunque mi capacidad visual era simplemente termodinámica, no hacía falta mirarlas para saber que se comunicaban por medio de escritos y Sarah respondía con movimientos de cabeza o simples palabras que no demostraban nada más que una interesante culpa.

Era evidente que hablaron de Nastya, y tal conversación no debía ser escuchado por otros. O tal vez, por mí.

— Por fin lo dejaron salir, ¿le hicieron algo? ¿Está bien? —Revisó mi cuerpo buscando una respuesta y ni hallar una sola herida la hizo exhalar—. Dios mío. Adelgazó.

—No estoy tan seguro de eso.

—Sí adelgazó, ¿cómo quiere verme la cara de tonta si se le nota? Se le pegaban las playeras al pecho y mire nada más — se enfurruñó arrugando por completo su frente. Verla enojada por algo que podría recuperar en cualquier momento, era un tanto divertido—. Estaba tan preocupada cuando la coronel me dijo que lo encerraron y no permitían visitarlo por órdenes de su padre. Tampoco me dejaron a la señorita.

—¿Estas preocupada por ella después de saber lo que hizo?

—Soy muy consciente de que lo hizo estuvo muy mal, pero lo qué pasó, lo que la hicieron pasar ese día ...— Sacudió la cabeza con una mueca disgustada—. Aunque la señorita Anya me dijo que estaba bien, me hubiera gustado hablar con la señorita tan solo una vez.

—La noche en que fue a la enfermería a buscarte, ¿qué te preguntó? — Tal pregunta le extendió los párpados, miró el resto del pasillo y aferró sus manos a la bata que llevaba puesta.

—Pidió que... P-Pidió mi testimonio de lo que sucedió en el comedor así que le conté todo lo que vi. También le pregunté a d-dónde se la habían llevado y si ella estaba bien—Tan nerviosa se puso con su propia mentira que ni siquiera controló el tartamudeo. Con eso bastó para confirmar que no se trataba de que otros escucharan la conversación de esa noche, su razón de silenciar y comunicarse de otro modo era para que yo no supiera de ello. Por lo tanto, preguntar más sobre el tema, me expondría porque desconocía qué tanto le informó Ivanova tal como hizo con sus sospechas con Materano—. Pero no quiso decirme a donde se la llevaron, me dijo que la señorita estaba bien y...

—Si no te dijo nada de su cuentito amnésico, no me interesa saber otra cosa— la corté.

—No me diga que usted también cree que mintió— exclamó llamando la atención de la humana en recepción.

—¿Por qué pensaría lo contrario?

— Porque estuve ahí y pude ver con mis propios ojos que la jovencita dijo la verdad todo este tiempo con no recordar nada y aun así la hicieron pasar por ese momento.

La ira y la impotencia con la que se expresaba posiblemente eran algo que teníamos en común con dicha situación.

—Eso no la salva de lo que hizo.

—¿Es que nadie se pregunta si no la obligaron a hacerlo?

—Pareces dispuesta a pensar bien de ella, ¿no habrás cometido el error de encariñarte?

—Creí que a usted le caía un poco bien porque le dio el permiso para que pudiera visitar a los bebés.

Extendí los labios en una sonrisa perversa que la estremeció.

— Ahora que se descubrió quién es no tengo porqué seguir fingiendo— Mas me valía ser inteligente en esto y no dejar cabos sueltos con nadie—. Iré a mi habitación, que nadie me moleste.

Di una mirada irritada a los adolescentes que permanecían escuchándolo todo en el corredor antes de continuar con mi camino pasando del elevador.

—¡Pues yo lo iré a molestar para llevarle unos sándwiches de cena!

Subí la escalera hasta el piso que me correspondía hasta detener el paso en las últimas dos habitaciones. Una ira se mezcló en mi sangre y me hinchó las venas cuando clavé la mirada en la puerta en la que ella debía estar ocupando ahora mismo. Que maldito karma era este el tenerla lejos de mí.

Adentré el paso a la alcoba de Ivanova. No tenía intención de descansar en esta otra pocilga, demasiado tuve con soportar de ella estas últimas semanas fingiendo lo que no, y su repugnante aroma ya me había colmado la paciencia.

Tomé el resto de mis cosas y crucé a la habitación de enfrente. El desastre que dejé la última vez había sido recogido, la lampara que destrocé fue remplazada por una nueva y un aroma a productos de limpieza llenaba cada centímetro de la habitación. Una mueca asqueada me endureció la mandíbula y maldije a la servidumbre que se atrevió a limpiar cada rincón del lugar llenándolo de olores repugnantes hasta remplazar el de dicha humana.

Dejé las cosas sobre la cómoda y me arranqué la camisa militar arrojándola a la cama en la que la hice mía un par de noches. Tensé los puños conteniendo la ira de romperlo todo, dos escasas noches fueron nada. No compré esta cama con otro objetivo que no fuera el de compartirla con ella y ahora que se la llevaron, y que las sábanas que revestían el colchón y fundas de las almohadas en las que durmió habían sido remplazadas, no me servirían de nada.

No había ganas de seguir en una habitación donde todo fue remplazado como si nunca hubiese sido tocado por esa mujer.

Era una lástima que lo único que mantenía apenas un atisbo de su delicioso aroma era la prenda interior que me guardaba en los bolsillos. Misma a la que recurrí para recordarla en el campamento y en la zona de detención. Pero eso era todo lo que resultaba ser, un recuerdo escaso que perdía su esencia con el paso del tiempo.

Tarde o temprano dejaría de servirme.

Hastiado, saqué la cajetilla de puros encendiendo uno y llevándomelo a la boca. Exhalé el humo buscando con qué remplazar sus recuerdos y acerqué el paso al balcón, las cortinas mantenían la misma posición que la última noche en que la vi aquí desde las cámaras. Contemplaba la noche con una profunda angustia antes de intentar marcar a quién sabía quién.

Su familia. De eso no quedaba duda. Los añoraba más que a ninguna otra cosa, y tal añoranza era la que me envenenaba más ahora mismo.

Recargué la nuca en la pared junto al balcón, antes de dar otra calada y esbozar el humo entre dientes. Poco me importó cuantas horas transcurrieron ni cuantos puros me terminé, no atendí a los incesantes golpes del par de soldados que me buscaban desde que abandoné la zona D, ni mucho menos los de Sarah pidiéndome que le abriera la puerta. En cuando el amanecer empezó a teñir el cielo, pagué el ultimo con la suela de la bota y me aparté del balcón. Me saqué la correa deshaciéndome de los pantalones en tanto me dirigía al baño.

Fue una embriagadoramente desgarrador que, con solo mirar la columna del fregadero el recuerdo de ella llegara fresco a mi memoria retumbándome los sentidos en calor y tensiona, su coño siendo devorado en mi boca, mi lengua jugueteando con su clítoris y ella retorciendo sus caderas una y otra vez contra, arqueando la espalda y gimiendo sollozos del placer desbordante que le provocaba.

Desencajé la mandíbula y arrastré aire entre dientes ante la maldita palpitación en el miembro que se hinchó con su sola imagen. Abrí la llave refrescándome la piel bajo el agua y apreté la erección en el puño sintiendo las venas engrosarse hasta la cima del glande con la masturbación. Me corrí con dicho recuerdo y aumenté el ritmo hasta enrojecerme la piel dispuesto a correrme más.

Relamí los labios sedientos de su tierna carne y de esa pequeña y carnosa boca cuya deliciosa lengua era el gusto de mi paladar.

Una delicia adictiva por la que daría mi vida para probarla una vez más.

Curvé las comisuras mordiéndome el labio inferior con el recuerdo de la noche que pasábamos en la cama vieja del área negra, sus besos sensuales tratando de liderar a los míos, sus delgadas manos que con un intento fallido intentaban mantenerme contra el colchón en tanto movía sus caderas, danzando de arriba abajo sobre la mía, envistiéndose con mi miembro, con una tortuosa lentitud y profundidad.

Maldita humana. Maldita mujer. Maldita princesita que me domó sobre esa cama. No obstante, fui suyo desde que probé su boca por primera vez en esa oficina: una irónica verdad que aun comprobándola en el piso de incubación cuando me hizo sentir miserablemente complacido de perder mi virginidad con ella, seguía negando.

Qué mejor que tenerla piel a piel, hundirme en su pequeño interior y probarla una vez más en esta cama, preferiría eso a tener que hundirme en el olor de sus bragas e imaginarla para masturbarme y terminar más hambriento que antes.

Tensé el pecho y eyaculé seis veces más, la erección no cedió, entallándose todavía más y arrebatándome un gruñido insatisfecho. Incremente el movimiento a lo largo y alcé la cabeza echándome los mechones de cabello fuera de la frente, una ronca risa se desató en mi garganta y se escupió entre los dientes, amarga, furiosa y burlona ante mi propio frenesís. Ante mi propio karma el cual apenas daba inicio y desataría un infierno para mí.

Se me metió en la piel, en mi memoria y en el alma. No había rincón en mí que no la anhelara y ahora era yo el que combatiría con las ganas de tenerla.

Tres razones.

No una ni dos, sino tres razones las que me separarían de ella dos días más. Tres razones las que me obligarían a mantenerme oculto de su vista, viviendo entre las sombras, siguiéndola como a una bestia depredadora aguardando el momento en que finalmente pudiera tenerla.

Sin razones, sin obstáculos, sin una maldita mascara de indiferencia qué retuviera estos desconocidos deseos por ella.

Solté el miembro arrastrando un gruñido entre dientes y extendiendo ambos brazos hasta recargas las manos en los azulejos. Le convenia a Materano decidir correctamente en trasladarme después de dos días a la ubicación en la que la tenían. De otro modo, llegaría el momento en que perdería los estribos y mataría a todo aquel sé que me atravesara en el camino. No duraría mucho, ya lo tenía recalcado y ahora mismo esas ganas de destrozar miembros volvían a combatirme con las vibraciones en el pasillo que interrumpían mi concentración.

Crujieron mis dientes con el par de temperaturas acumulándose delante de la habitación frente a esta, tocando una y otra vez a la puerta. Eran los mismos humanos que me buscaban desde anoche, y tal como horas atrás, se creían que permanecía en dicha habitación. No hacía falta preguntarme que los hacía pensar que me hallarían ahí, después de todo fue Ivanova quién los envió para mantenerme vigilado por tres razones, aunque era una estupidez que creyera que permanecería en el mismo lugar que tocó por más tiempo.

No obstante, sus constantes golpes y sus exclamaciones palpitándome las sienes, terminaron por irritarme las ganas y cerré la llave arrancando la toalla del cortinero para rodearme el torso antes de salir a la habitación.

Saqué el uniforme con el que comencé a vestirme, tomándome mi tiempo. No tenía intenciones de calmar su búsqueda, pero esa tercera vibración interrumpiéndolos después de unos minutos, me torció los humos.

Sarah les señaló la puerta correcta y los golpes se ciñeron en cuestión de segundos. Abotoné los gemelos y acomodé el cuello de la camisa antes de colocarme las botas. Solo entonces sus golpes cedieron.

Saqué un puro más que me eché a la boca y lo encendí, inhalando una vez que me recargué en el respaldo cuyas grietas en su materia solo me llenaban el ego.

Eché la cabeza y exhalé, recordando la calma que alguna vez sentí cuando la tuve en brazos y en esa cama.

El momento que más me perseguía y el cual comencé a lamentar desde que toqué el campamento y la dejé por primera vez aquí, era ese. De todos los que tuve con ella, el que más me perturbaba era ese.

Para un espécimen que conoció únicamente la tortura y la perversión de lo que creyó que era su mundo, una calidez tan exquisita, frágil, adictivamente sentimental como la que Nastya Romanova me dio cuando la rodeé entre mis brazos y se aferró a mí cuerpo sin buscar más del sexo que una simple comodidad para disfrutar y dormir, no solo resultaba desconocedor. Era desconcertante lo que me provocó, y con el recuerdo seguía provocándome una insaciable necesidad de repetirlo una y otra, y otra vez. Fue tentador y frustrante lo que quise y no experimentar por ese instante en que la tuve durmiendo contra mi pecho, escuchando nada más que sus suaves y melodiosos latidos ablandando mis fuerzas y su ligera y dulce respiración adormeciéndome los sentidos.

Di por hecho que una vez mi gente tuviera su libertad y tierras, heredaría lo mío y moriría. La noche en que salimos del subterráneo, no había curiosidad por descubrir más de estas tierras, y lo poco que descubrí no me interesó. Ni aun cuando se me habló de todo lo que obtendría a cambio de la humana, conseguía tener sentido. Tal falta de emoción la perdí desde que descubrí en la etapa infantil que no era más que un objeto de prueba para ver a través de mi tortura que tan servibles eran los de mi especie.

Crecí sin ello el resto de los años, en cambio lo único que se avivaba era el deseo de hallar placer en la tortura de humanos hasta llegar a mi limite.

Dicho limite se entrelazaba con la afección cardiaca con la que los de mi área nacimos debido a la carga genética. Aun si con el tiempo disminuía su afección y nos fortalecíamos con adrenalina, igualmente podía empeorar si excedías tu cuerpo y lo sobre esforzabas. Eran limites que conocía bastante bien desde los 12 años de edad cuando llegué a rozar con la muerte: sin agua ni comida, sin acceso a la necesidad de dormir durante largos meses, y sin la capacidad de moverme debido a lo que envolvieron alrededor de mi cuerpo, encerrado en una habitación a oscuras sin acceso a nada más que a la locura de mis pensamientos.

Por ende, cuando descubrí que mi atracción por esa mujer no disminuyó por mucho que la probara y me corriera en su pequeño coño hasta llenarla de mí, y comenzaba a preferir mirarla, escucharla y acariciarla cada vez más que el deseo de verla sufrir, la ira me carcomió. La negación me consumió al conocer el sentimiento de tener algo por lo cual hallarle sentido a todo y tal vez, ese algo lograra repararme.

Extendí los labios, divertido ante mi propio pensamiento, exhalando el humo entre dientes. Siendo franco, no había nada qué reparar en mí, una vez que lo aceptabas ya estaba hecho. Esto era lo yo era, en esto me convertí y en ello no había arrepentimiento.

No obstante, desde que esa preciosa humana volvió aparecer ante mí, se torcieron mis objetivos. El entorno agotador e incoloro resultó ser un tanto entretenido y vigoroso, y con ello, la intriga por conocer un poco más del mundo que sus exóticos orbes conocían.

Tardíamente acepté que lo que ella desató desde la noche en que durmió en mis brazos, no era más que miedo a perderla en cualquier momento, y qué ironía resultaba ser. La perdí cuando su corazón dejó de latir y tal vez ya la había vuelto a perder puesto que se habló de mí, de lo que hice y por qué lo hice según lo que dejé saber a esos humanos.

Cuanto daría por que terminara este teatro, y aunque reconocía que recibiría su rechazo una vez nos encontráramos, estaba decidido a hacer todo por ella. Aun si para hacer eso tenía que seguir usando esa maldita máscara hasta asegurarme de que estuviera segura y consiguiera su libertad.

Necesitaba estar cerca de ella y escuchar todo lo que revelaría, tenía que estar informado sobre ello para saber mis siguientes movimientos. Desde aquí no podía hacer nada.

Dos días y tres malditas razones.

El interrogatorio había sido una cosa, pero lo que el ministro terminó preguntando más tarde, era algo para analizar tanto como las supuestas razones de mi retención, las cuales se debían mantener ocultas para mí.

Si fueran tan importantes las habría dicho para encararme, para verme reaccionar, para dejarme más tiempo en la celda y durante más tiempo en la base. Fue por ello que lo tenté con abandonar mi posición y ser transferido al campamento. Al final, decidió que esperaría su respuesta para trasladarme después de dos días. No era solo porque me necesitaran, había otro motivo por detrás.

Tres razones.

Dos días.

Un motivo más...

No hay motivo, fue lo que dijo. No era tan tonto. A medida que fui creciendo en cuatro paredes, fui analizando a cada humano que recorría los corredizos del laboratorio. Los momentos, las preguntas, sus conversaciones, las reacciones de sus cuerpos.

Materano de equivocaba si creía que no había notado el movimiento que trató de hacer con dichas preguntas. Además de mí, conocía a más experimentos tanto hembras como machos con los cuales hablaba en el campamento, por lo tanto, el tema de nuestra reproducción era algo que ya debía de saber. Que quisiera saber sobre mis capacidades era otra cosa.

¿Le hablaron alguna vez de su fertilidad y cómo dejar embarazada a una dama?

No hembra ni humana, una dama. Como si en vano quisiera ocultar ese último detalle de a qué clase de mujer se refería.

¿Es cierto que se acostó con la joven en el subterráneo?

La pregunta retumbó entre mis sienes, calando entre mi pecho y donde el órgano débilmente se tensionó. Endurecí la quijada con la escambrosa torcedura distorsionándome la cara.

De ninguna manera podía ser ese su motivo.

Si la hubiera preñada lo habría notado cuando la tuve en la base bajo visión termodinámica, día y noche. Si hubieran fecundado en su pequeño vientre lo habría sentido cuando apreté su cuerpo contra el mío y lo habría escuchado al estar atento a sus latidos.

No podría ser Nastya la razón de que Materano estuviera haciendo esas preguntas sobre mi capacidad. No podría ser por ello que me retuvieran aquí y que dichas razones se mantuvieran ocultas a mí.

Conocía bien la fertilidad de los de ni áreas, así como la carga genética que cuadruplicaba la de las áreas inferiores. Alek Petrov pudo preñar a su pareja, sin contar que existía la probabilidad de que la misma se complicara y lo perdiera en el proceso. Uno del área naranja a duras penas podría lograrlo y aun así lo perdería, y por ello, para nosotros era imposible si quiera pensar en lograrlo con una humana porque no fuimos creados para reproducirnos con humanas cuyo organizó era incapaz de tolerar nuestra genética. Podría suceder, pero los abortos serían inevitables y tratándose de una humana que ya había sido torturada con los efectos de nuestra sangre, mucho menos se desarrollaría nuestra generación en un vientre probablemente defectuoso.

Razones me sobraban para pensar en lo improbable que era y porque mi área era mejor en sentir, oír y ver cualquier anomalía.

Si estuve atento a ella por la incertidumbre de que la sangre de experimento rojo no fuera suficiente para librarla de los residuos, habría notado cualquier indicio de otra cosilla en su interior. Durante todo ese tiempo en que la tuve, no hubo nada anormal y aunque lo hubiera, no podría tratarse de un embarazo.

Sus órganos reproductores no estaban capacitados para aceptar mi semen ni por mucho que la llenara de mí.

Por lo tanto, o Materano tenía otra razón oculta, o me estaba volviendo loco.

Una vena me saltó con el tintineo de la alarma emitiéndose desde la puerta y con ello una temperatura familiar adentrándose a la habitación en el momento menos indicado.

—¿Estaba despierto y no nos abrió la puerta? — el grito de Sarah detrás de mí, me extendió la ira—. Dios mío, apesta, ¿cuánto estuvo fumando?

Llevaba un delantal y una bandeja con tres emparedados.

Tres razones. Dos días. Un motivo.

Mi humor empeoró con eso y las dos vibraciones más añadiéndose a la habitación no hicieron más que crujirme los dientes. No les di una mirada para saber que se trataba de los mismos soldados.

—¿Como entraste? —demandé con el puro entre diente.

—Con la tarjeta que la señorita usaba, como no me respondía en la otra habitación pensé que estaría en esta y antes de que me pregunte, vine a traerle su desayuno — respondió pasando la cómoda hasta detenerse frente a la cama—. Anoche también vine con unos ricos hot cakes pero no respondió, y estos soldados dijeron que estuvieron buscándolo desde anoche y usted no salió a recibirlos.

—Buenos días, señor — Uno de ellos dio un paso al frente tras la cómoda—. Soy el soldado Langus y ella mi compa...

—¿Qué te hace creer que me interesa saber quiénes son? —ladré al humano que se enderezó junto su compañera.

No estaba de humor para nada sin Nastya cerca.

—P-pero son ordenes de la coronel present...

—Sé cuál es su trabajo y eso es todo lo que tienen que hacer —lo interrumpí antes de hacer un tenso movimiento con la mandíbula señalándole el pasillo a la salida —. No les di autorización para entrar así que vuelvan al tercer muro y esperen a que mi turno empiece. Ahora, largo de aquí

Se miraron uno al otro y sin decir una palabra más abandonaron la habitación.

—Señorito..., tiene que hacer algo con esa actitud. No puede tratar a todos del mismo modo cómo si llevara un siglo estreñido— la oí exhalar—. Hay que ser amable o por lo menos educado, les gruñó sin motivos.

—No me vengas con clases de modales y dime quién te dio la tarjeta para entrar aquí.

Tal pregunta ya tenía respuesta, no obstante, durante mi detención estuve atento a lo que ocurría en la base, y fue interesante hallarla días atrás adentrándose en esta habitación y removiendo este mismo colchón para encontrar lo que hasta para mi seguía siendo un misterio.

—La señorita Anya —Dejó la bandeja en un extremo de la cama antes—. Me la dio la semana pasada.

—¿Para...?

—¿Por qué me habla con ese tonito de voz? —Entrecerró los parpados y colocó sus manos en su cadera —. No sea maleducado, yo nunca lo he tratado mal señorito, y todavía no le perdono que me halla asustado de esa forma cuando arrancó la puerta de mi enfermería.

Apreté la comisura, de nuevo me exhortaba como a un infante.

—Pídamelo con amabilidad. No tiene que decir por favor, solo cambie ese tono de perro rabioso o ya me verá llamarlo Ogro como la niña.

—Solo quiero que respondas— Me forcé a suavizar el ápice de irritación.

—Ve que nada le cuesta—Me sacudió el dedo a modo de reproche—. La coronel me llamó días después de que se llevaran a la señorita y me pidió que revisara la habitación porque se le olvidó ... una prenda.

Y para ello tuviste que revisar minuciosamente bajo esta cama.

¿Qué humana dejaría una prenda bajo el colchón?

Me urgían las ganas de saber lo qué respondería, pero si Sarah se comunicaba con Ivanova, no me convendría informarle que la vi. Que se revelara que estaban atento a ambas, no era una opción por mucho que me enfureciera no saber qué tanto se tramó y habló a mis espaldas.

—¿Y la dejó?

—Sí.

—¿Qué dejó?

—Eso a usted no le incumbe, señorito. Son cosas intimas.

—Cosas intimas— repetí, reteniendo una torcedura.

Lo íntimo serían las bragas que halló en el baño, pero lo que halló bajo la cama se trataba de algo que incluso le contrajo el órgano detrás de su pecho. Sus respuestas eran insatisfactorias, las de ella y el ministro. Esto no me estaba convenciendo nada desde que llegué a ese pensamiento sobre mi mujer.

—Tuve que enviárselas esa misma tarde. —siguió hablando —. Solo espero que tengan a esa pobre chica en un lugar seguro y no la traten mal por muy responsable que sea.... Lamento haber entrado a su consentimiento, señorito, pero estaba preocupada porque usted no respondía a los llamados y anoche no comió nada. No sé qué le gusta, pero estos emparedados están deliciosos, yo misma los preparé. Y también le traje café negro, pero no sé si le guste la leche o le guste todo amargo.

—Déjalo así, puedes irte. — Hice el mismo movimiento con la quijada antes de deslizar los dedos por entrecejo y volver a recargarme en el respaldo.

—Señorito... — Alce la mirada cuando sus vibraciones aumentaron solo un par se pasos a lo largo de la cama—. Si me permite preguntar, ¿le pasa algo?

Qué pregunta tan absurda.

—¿A qué viene eso?

—Es que casi siempre lo veo enojado, está cerrado a conversar con otros, se ve cansado y amagado. Solitario. —el tono de su voz bajó —. No parece feliz ni con el compromiso con la señorita Anya, ¿o acaso pasó algo con ustedes dos? Ella se veía extraña la última vez que vino.

Me tembló la comisura y contuve una burlona e irritante sonrisa.

—Es una lástima que haya venido a hablar contigo y no te diera la noticia.

Si esa humana se creía que seguiría un día más con el juego del compromiso aun si su objetivo no se cumplía, se equivocaba.

—Ay, no me diga que ya se casaron.

—¿Casarme con esa? — arrojé, la sola creencia me provocara repugnancia—. Nunca hubo tal compromiso.

Abrió sus labios y de ellos no salió nada. La impresión era de esperarse, aunque un poco absurdo que, con tal actitud y falta de interés por Ivanova, siguiera creyendo que la supuesta relación de entre los dos era verdadera.

—¿Cómo que nunca? Pero la señorita Anya dijo...— dudó en continuar—. Se veían tan bien juntos, ¿cómo es que...?

—Si tienes alguna duda ve a que ella te las aclaré— La interrumpí, apagando el resto del puro en el cenicero—. No pienso gastar saliva en un tema que no me interesan. Ahora sal de aquí.

Tuve que contenerme para no echarla con el tono habitual con el que corría a todo el que fastidiaba ni humor y mi tiempo, Sarah fue de las pocas que la trataron con sinceridad, y por ello me abstendría de tratarla un tanto distinto al resto.

—No le... Escuche señorito, no le haré preguntas porque luego piensa que soy una entrometida— Tragó grueso, todavía manteniendo el mismo gesto antes de darme la espalda—. Pero en lo que sí seré entrometida es en esto...

Sentí sus vibraciones acercarse insistentemente cuando tomó de la charola un emparedado envuelto en servilleta. Detuvo el paso y arqueé la ceja en cuanto me lo extendió.

—No tengo apetito— Me levanté con intenciones de pasarla de largo, pero apresuró el paso tropezándose con sus propios tacones para interponerse en mi camino.

—Por favor mínimo cómase uno— me insistió —. Estoy muy preocupada desde que el soldado Lewi me dijo que de los platillos que se le enviaron a la zona D, no probó absolutamente nada. Por si fuera poco, el ministro me dijo que tampoco comió nada en el campamento. Y no me pregunte, yo le llamé hace días al ministro porque también noté que durante su estadía en la base nunca tocó el comedor y sus compañeros confirmaron que nunca lo han visto comer ni beber agua.

—Por lo visto me tienes bien vigilado.

—Solo a quienes considero mis niños y créame que usted es el más difícil de todos para tenerle cariño.

¿Cariño? No me conocía lo suficiente como para tenerme dicho afecto, de dónde logró encariñarse como para preocuparse solo pretendía ser una broma porque hasta con esa preciosa mujer mantuve esta actitud, porque no había nada más en mí que eso, porque solo eso conocía, porque solo eso me hicieron sentir todos estos años.

—Y si se lo pregunta, además de usted, Alek, Cheshire y Berrak son mis otros niños — Aquellos eran los nombres de algunos de experimentos masculinos en etapa adultos que decidieron quedarse en la base y al igual que mi actual trabajo, vigilaban desde los muros —, y les llevo desayunos casi todas las mañanas porque tiempo me sobra. Ahora pruebe.

Extendió el alimento con un movimiento torpe que la mermelada se embarró en los labios, amargándome una mueca airada y una queja.

—Sabes que puedo sobrevivir semanas sin comer, ¿qué te sorprende? — escupí ásperamente conformé me lo limpiaba con el pulgar.

—Aunque todos ellos tengan esa gran habilidad su cuerpo es preciado. Usted sigue siendo un ser humano y necesita de nutrientes. Tiene que cuidarse—me aconsejó mientras colocaba el emparedado en mi mano—. Por favor coma. Va a ir a trabajar por lo que necesitas energía y la energía viene de los alimentos y... Ay, no sé por qué le estoy hablando de eso. Solo cuídese empezando por alimentarse bien.

Se marchó soltando quejas a lo largo del pasillo hasta tomar el elevador.

Observé el pedazo de alimento sin ninguna intención por probarlo y lo eché a la charola sin antes de abandonar la habitación.

La única fuente de energía para hacerme trabajar y soportar mis demonios era Nastya Romanova.

(...)

Hola, aquí la desaparecida.

Siete serán un cabezota, pero es completamente cierto lo que dijo sobre lo imposible para dejar embarazada a una humana( en este caso nuestra Nastya)  ni por mucho que intentara embarazarla lo lograría.

Ya después sabrán cómo fue que pudo lograrlo, y no fue precisamente porque Nastya fuera especial. Aunque seguro ya algunos lectores saben la respuesta.

Los amo bellezas❤️

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