Siempre fue él
SIEMPRE FUE ÉL
(Disfruten el drama, los amo)
Nastya.
Soñé con Siete.
En realidad, fue un recuerdo, y se sintió como si hubiese sucedido ayer.
Él me cargaba entre sus brazos, me apretaba a su pecho manchado de la sangre que le vomité. Recordaba su intenso calor confortando el dolor en mi cuerpo, su aroma viril, la textura de la piel sus labios rozando mi coronilla y su gruesa y ronca voz ordenándome en un gruñido entre dientes, que me mantuviera despierta. La vibración que emitieron sus pectorales y el crepitar en su garganta estaban tan claros en mí mente que la piel se me erizaba.
Estaba muriendo por la sangre de experimento negro que me inyectaron y él me salvó. Volvió por mí al túnel para salvarme como siempre hizo desde que me sacó del sótano y me llevó al área negra.
Ahí fue donde lo vi desnudo en la ducha, tartamudeé como una idiota incapaz de dejar de verle la entrepierna, incapaz de contemplar cada parte de su perfecta y estremecedora masculinidad. Tuvimos nuestra primera vez en el piso de incubación, él me desnudó con tanta lentitud, me hizo sentir lo que ningún otro hombre logró y yo le di su primera vez, le quité lo que otra no podría quitarle.
Muchas de las cosas que perdí volvieron a mi mente, mucho recordé sobre él, sobre Siete.
Mucho sobre el hombre con el que me acosté anoche.
Y aunque todavía tenía largas lagunas, lapsos de tiempo entre recuerdos que no coincidían y no tenían sentido como si faltaba más piezas en el tablero, había algo de todo eso que era demasiado
Keith era Siete.
Me negué a creerlo anoche cuando lo tuve en la tina, cuando me monté sobre su regazo y acaricié su rostro antes de besarlo con lentitud, la sensación fue tan semejante al recuerdo de cuando lo tuve en la cama del área negra. Y cuando me llevó a esta cama y preferí disfrutar del calor de su torso que cumplir la fantasía de montarlo, algunas de mis dudas sobre él se aclararon. Sentir bajo las yemas de mis dedos la textura caliente y endurecida de su piel trazando perfectamente cada uno de sus pectorales, me envolvió el corazón de una cálida emoción. Era la misma textura, el mismo calor, la misma sensación de mis recuerdos. Entendí por qué desde que lo vi en el interrogatorio no pude dejar de contemplarlo y sentirme tan embobada. Era él.
Siempre fue él.
Pero la duda siguió y el temor de hacer la pregunta se apoderó de mí después de que, al mencionarle sobre su espalda, él no dijo nada, no dijo que era la misma persona. Y entonces me quedé dormida tal como en el área negra. Creí que al despertar estaría contra su pecho, pero ahora que estaba despierta también sentí el mismo vacío que aquella vez, porque no hacía falta voltear a mi lado para saber que él no estaba.
Su ausencia era tan palpable, como el recuerdo de la primera vez que nos vimos.
—No entiendo nada —susurré, mirando al techo y tratando de encontrar respuesta a todo.
Me removí bajo el cobertor, arrastrando el aire entre dientes a causa incomodo ardor en la entrepierna. La luz del día apenas se filtraba entre las cortinas rojizas, aunque era suficiente para alumbrar el espacio vacío de la cama. Mordí mi labio cuando aumentó la confusión y sin siquiera evitarlo extendí el brazo dejando que mis dedos se recostaran sobre el colchón tal como hice en el área negra.
Y estremecí, perdida en mis pensamientos. ¿Por qué no me dijo que era Siete? Sé que oculta su identidad y el color de sus escleróticas para encontrar a los involucrados, pero, ¿por qué ocultármelo a mí sabiendo que lo busqué desde que desperté?
—No lo entiendo—la voz me tembló, la sortija adornando su mano me comprimió el pecho del tamaño de una nuez y el ardor se expandió hasta el último centro metro de mi rostro—, tiene un anillo...
El escozor en los ojos me nubló el colchón y quise negar con la cabeza aturdida al recordar que en el interrogatorio esa mujer de anchas caderas y voluminosas curvas lo presentó como su prometido, lo llamó querido. ¿Desde qué momento se comprometió con ella? ¿Cómo sucedió? ¿Qué hay de mí? ¡Estoy embarazada de él!
Sentí el bajón helándome la piel, y solté el aliento entrecortado llevando las manos bajo el edredón antes de recostarlas sobre la pequeña inflamación en el vientre, sentir la calidez y suavidad de mi piel, esa misma que él besó sin siquiera sopesar lo que guardaba dentro, me hizo temblar. Una gran nube me oscureció, no entendía qué estaba sucediendo, nada de esto tenía sentido, estaba embarazada y él comprometido, se hacía pasar por un soldado encubierto llamado Keith Alekseev, mintiéndome con el paradero de Siete, ¿por qué?
Me sentí igual de confundida que en el área negra cuando traté de comprender qué sentía él por mí y qué era lo que quería de mí. Era como si estuviera corriendo en un laberinto sin final, y como si me envolviera en un misterio que no podría resolverse porque mis recuerdos seguían siendo insuficientes para entender cómo fue que él estaba con ella y yo... Lo último que recordaba, era despertar completamente sola en esa cama y caer en cuenta de que él, no sentía nada por mí.
No hacía falta escarbar mucho para saber que hasta entonces eso seguía siendo cierto. Seguí sin significar nada para él. Me lo comprobó en el área negra cuando lo sentí forzado a mantenerme contra su pecho y responder mis preguntas sobre él, me lo confirmó mintiéndome con su identidad, haciéndome creer que Siete estaba en el campamento, y para rematar, lo dejó en claro con el anillo en su dedo.
Un escalofrío me removió los huesos y abracé el vientre envenenándome con mis pensamientos. No le importó mi perdida de memorias ni mi confusión y el deseo de encontrarlo para aclarar todas mis dudas. Solo le importaba el sexo y prefirió verme la cara de tonta y envolverme en sus feromonas para seguir acostándose conmigo y seguramente, ponerle un maldito final a esta atracción sexual como quiso hacerlo en el área.
Mentiroso, insensible, infiel, maldito hijo de la incubadora. La sangre me hirvió y la respiración quiso descomponerse, tuve que apretar los puños resistiendo la rabia que me carcomía. Todo este tiempo fue él, fue Siete y se calló su identidad.
Debí verme tan ridícula delante de él haciendo comparaciones sobre su espalda con la del hombre en mis recuerdos que, aunque la hice queriendo una respuesta, él se quedó callado. Solo se quedó callado. Seguramente disfrutó de mi confusión todo este tiempo. Él solo jugaba conmigo. Las sienes me punzaron y contraje los parpados. Tantas emociones y demasiada confusión estaban afectándome, no me harían nada bueno si seguía así, no le harían nada bueno al bebé si me dejaba envenenar más.
Decidí levantarme de la cama recargando la espalda en el respaldo, el cobertor se deslizó de mis pechos desnudos y el vacío se extendió hasta el centro de mi estómago cuando los recorrí. Las areolas estaban enrojecidas de tanto que me las chupó y sabía que no sería la única parte de mí que llevaba su nombre. No voy a mirarme las marcas y recordar cómo me lo hizo anoche. Nada de lo que hicimos tuvo sentimientos suyos. Nada de lo que hicimos alguna vez significó algo para él.
Fruncí los labios saboreando de nuevo la amargura, y sin dar una mirada a mi cuerpo, aparté el resto de la tela deslizándome al borde de la cama para sacar las piernas y apoyar los pies en el suelo. Me incliné y ese solo movimiento hizo que el ardor volviera a mi sexo y me traicioné mirando a esa zona y recibiendo el estremecimiento que me dejó helada.
Chupetones se repartían a lo largo del monte de venus y la piel de mis muslos irritada de lo duro que me sostuvo con sus manos en cada embestida. Pero todas esas marcas eran incomparables con el vivo enrojecimiento en los labios íntimos, la hinchazón en ellos era visible y recordar su boca chupándolos como si no hubiera mañana me tensión más.
Me volví masoquista cuando mi mente reprodujo la película erótica de lo que hicimos en el baño. Yo pidiendo ser mimada y él arrancando un trozo del cortinero con el que ató mis muñecas a la columna del fregadero antes de arrodillarse y levantarme las piernas sobre sus brazos, antes de hundir su boca en mi sexo arremolinando su larga y caliente lengua y devorándome como una bestia cuya hambre rogaba saciarse de mí. Fui incapaz de controlar el placer que no pude contener las lágrimas ni el temblor y eyaculé contra su boca. Jamás me sentí tan empapada y avergonzada como anoche, otras veces me hizo derramarme, pero nunca tanto ni mucho menos soltarlo todo en su boca.
Su perversidad no tenía límites y no iba a negar que esa parte de él era fascinante, los orgasmos que me dio sin duda eran inhumanos. Darme sexo fue su modo de mirarme. Eso era lo único que sabía dar, porque eso era lo que él sentía por mí. Dejó en claro que no era más que un objeto que le dio placer en el subterráneo, que no era más que su entretenimiento en el exterior y la mujer con la que le era infiel a ella.
Las punzadas en el pecho regresaron y solté una exhalación al mismo tiempo en que miré a mi vientre. Volví a acariciarlo bajo la yema de mis pulgares, se supone que no era compatible él. Me dijo que no había nada qué temer porque mi organismo era demasiado débil para aceptar el peso de su esperma, así que era imposible que fuera fértil conmigo.
Pues sucedió. Al parecer mi organismo no era tan débil para ser compatible con él, y ahora cargaría con el peso del primogénito que llevaría su genética, un bebé del que él no sabía su existencia.
Me levanté revisando encima de la cómoda, esta vez no dejó ninguna colilla, ninguna evidencia de que se quedó en la habitación mientras yo dormía. Tomé su camiseta negra del suelo para cubrir mi desnudez antes de arreglar la cama, quería lucir un poco presentable y que la habitación también lo hiciera en dado caso de que a alguien se le ocurriera venir aquí y sorprenderme.
Tras terminar y ocultar con una almohada la rasgadura del barrote al que me ató a la cama, me moví, caminando hasta el armario sintiendo como me costaba cerrar las piernas. Solo eso me faltaba, caminar como si hubiese montado un elefante. Descolgué una sudadera y tomé mis jeans para cambiarme en el baño, la sensación helada no abandonaba el centro de mi estomago ni mucho menos la opresión y no pude creer que pese a ello, estuviera arreglándome el cabello delante del espejo, tratando de no lucir como una adolescente con el flequillo mal cortado.
Sabía que me encontraría con él tarde o temprano. Después de todo, me harían el interrogatorio de lo que sucedió a noche, eso fue lo que ella dejó en claro. Así que estaría en un salón a solas con ellos dos, y sería una colmena de emociones con las que combatiría ahora que recordaba a Siete.
Tomé el móvil de encima del lavabo donde lo dejé anoche y observé el audio que grave de Frederick y su grupo. Esto sería lo que reproduciría delante de ellos en dado caso de que no me creyeran y los dejaran en libertad. Pero no era tan tonta como para enseñarles todo lo que contenía, se grabaron cosas que no alcanzaba a entender todavía y sumando a eso, cosas que me incomodarían con lo que realmente me hicieron. Lo último que quería era que sintieran pena por mi, por lo tanto, solo les dejaría escuchar lo conveniente.
Guardé el móvil en el bolsillo, mirándome una vez más en el espejo y quitando el exceso de mechones en la frente antes de abandonar el baño y salir del cuarto. No había guardia en la puerta y no era una sorpresa ya que cuidaban de la habitación por las noches. Por otro lado, dos soldados mantenían una conversación frente al elevador.
Miré a la puerta que se extendía frente a mí y una necesidad de buscarlo y exigirle respuestas se apoderó de mí. No iba a hacerlo, me quedaría callada, haría como si siguiera sin recordarlo. Si él jugó conmigo todo este tiempo mintiéndome con su identidad, que así fuera también.
Recorrí el pasadizo hasta el elevador que tomé con los soldados y bajé al primer piso. El recibidor estaba vacío pero el comedor no y mucho menos el jardín donde los niños corrían de un lado a otro. Reconocí a Sophia y Jennifer, jugaban a las atrapadas y sus risas se amortiguaban con los ventanales de cristal.
Quién diría que la pequeña que oculté en los escombros y la niña que conocí en el área serían amigas. Recordaba finalmente la primera vez que conocí a Jennifer, ella se ocultaba en la cocina del área negra con Rojo 32 apretado en sus brazos. Corrió hacía mí esa vez, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar y cuando la sentí abrazarme, temblaba con tanto miedo que no pude hacer más que cubrirla con mis brazos también.
Seguro que se alegraría con esta nueva noticia. Todavía tenía que disculparme por abandonarlas sin darles una sola explicación, ni siquiera pude recibirlas en la habitación al tener a Siete embistiéndome sin preocuparse de que pudieran escucharnos. La cuidadora de 32 Rojo debía estar molesta también.
Dejé de verlas y giré a mi costado viendo a la guardería, la puerta principal estaba abierta pero la rejilla se mantenía cerrada dejando ver gran parte de su interior y a ese par de bebés aferrando sus pequeñas manitas a los barrotes metálicos y pegando sus rostros a los mismos tratando de ver la recepción. Ninguno era Tayler y aun así me acerqué a la puerta sin dejar de contemplar como uno de ellos, y el cual era dueño de una cabellera negra y muy desordenada, extendían sus manitas fuera de la rejilla. Debía tener los mismos meses que Rojo 32.
Como si percibiera mi presencia se volteó y subió su rostro logrando que la sonrisa en mis labios titubeara. Una clase de sensación cálida se adueñó de mi pecho y solté el aliento sintiéndome poseída por ese rostro de mejillas gordas y sonrosadas, dueño de un par de orbes platinados con escleróticas negras las cuales intensificaban su mirada en compañía de una hilera de pestañas rizadas.
Dios mío.
Era un bebé del área negra.
Gateó en mi dirección y aferró sus pequeñas manos pálidas en las barandas y trató de ponerse de pie. Mordí mi labio deteniendo una sonrisa solo ver cómo hacía lo posible por sostenerse, sus rodillas le temblaban y abrió sus delgados labios para soltar un balbuceo. No pude quitarle la mirada de encima, inmensamente deslumbrada con esa cabellera negra, sus escleróticas negras, orbes de plata, largas pestañas y parpados enrojecidos. Bellísimo. Su parecido a él era tanto que se me volcó el corazón con una inexplicable emoción y me martiricé imaginándome con nuestro bebé, preguntándome si acaso heredaría sus ojos también, esos que eran capaz de destruirme y volverme a hacer.
Esos que estuvo ocultándome todo este tiempo haciéndome creer que era otra persona.
—Hola, pequeño—susurré, dejando que con cuidado mi mano se acercara a una de las suyas.
Él siguió el movimiento de mis dedos, sintiendo el roce de mis nudillos sobre su pequeño puño.
— Te pareces tanto a...
—Supongo que vienes a pedir disculpas.
Los músculos se me contrajeron con la inesperada voz de Molly, y alcé el rostro encontrando a Tayler entre sus brazos apretando su trenza rojiza en su pequeño puño y balbuceando en mi dirección con una sonrisa que desarmaba a cualquiera. Vestía un mameluco de conejo con un gorro orejas en su cabeza, estaría sintiéndome emocionada al recordar todas esas veces que lo tuve en el área negra, si no fuera porque lo dejé anoche y aun ignorado su llanto, me fui.
—Sí.
—No tienes que hacerlo, esta mañana el soldado Alekseev dijo que fue su orden— informó y no pude evitar hundir el entrecejo en tanto me incorporaba, ¿cómo que su orden? —. También dijo que te permitirá pasar más horas con el bebé.
Quise evitar el revoloteo en el pecho cuando mi mente volvió a reproducir lo de la ducha, el momento exacto en el que él me dijo que seguiría viendo al bebé. Apreté el mentón sintiéndome aún más confundida con todo esto y con él.
—¿Eso te dijo? —seguí sorprendida.
—Sí—aclaró en el mismo tojo serio, acunando al bebé quien se llevó el pulgar a la boca sin dejar de mirarme con esa ternura—. No entiendo porque te da tanto privilegio si no tiene mucho que estas en la base.
Porque soy la madre de su futuro hijo.
En realidad tampoco lo entendía, seguía sintiendo atracción por mí, seguía acostándose conmigo, me compraba ropa, me daba su habitación, me protegía y todavía me dejaba estar con el bebé del cual era su tutor.
—Sé que le da permisos a la mujer del área negra para que este con Tayler—dijo y sabía a quien se refería —, pero a ella porque estuvo sobreviviendo con el bebé en el subterráneo y porque ya es...
—Si tienes algún problema con su decisión deberías consultárselo a él —puntualicé.
—No tengo ningún problema, lo que más necesitan los bebés es alguien que les preste atención y juegue con ellos. Pero es un poco raro que él confié tanto en ti sabiendo cómo es y que está comprometido —espetó.
Ella creía que tuve o tenía algo con Keith, y lamentablemente así fue.
—Escucha, estuve en el mismo grupo que Seis y la niña de la que es tutora—enfaticé con lentitud —, es por eso que al igual que a ella, me deja mirar al bebé.
Contrajo sus parpados y miró al pequeño en sus brazos.
—Entiendo—asimiló—. Escucha estoy a punto de darle un baño a Tayler, no sé si quieras venir más tarde por él, ¿qué te parece?
—Está bien — acepté mirando como el pequeño pegaba brincos sobre sus brazos—. Vendré por el más tarde, me encantaría sacarlo al jardín.
—Ven como en un par de horas, y lo tendré listo.
Volví a asentír y me dio la espalda adentrándose a la habitación con 32 Rojo asomándose sobre su hombro para balbucearme. Siempre si me mimó. Dejarme seguir viendo al bebé, era un modo de hacerlo y esto solo me dejaba abrumada.
Bajé la mirada observando al bebé del área negra gateando unos pasos lejos de la rejilla. Tomó un cubo de juguete que golpeó contra el suelo y mordí mi labio reteniendo la ansiedad.
¿Qué sucederá si le digo que estoy en cinta?
La sola pregunta me producía nervios, me asustaba. Miré una vez más al jardín y lo poco que se alcanzaba a ver de las torres, seguro estaría haciendo su turno en una de ellas y las ganas de ir a exigirle respuesta aumentaron. Lo único que sabía era que no quería que me doliera más el pecho al sentir su rechazo tal como lo sentí en el subterráneo, no quería esa mirada frívola encima de mí, ni esa torcedura cruda en sus labios como una clara respuesta de que lo sentía o esperaba de él, no le interesaba. Mucho menos quería que sus feromonas me nublaran y volviera a caer presa de sus efectos comportándome como lo hacía en el área después de cada una de nuestras discusiones, y darle lo único que quería de mí: sexo.
Esa mano tocándome inesperadamente el hombro me hizo reaccionar.
—Señorita, ¿está bien? —volteé encontrándome con Sarah vistiendo la bata de enfermería, su entrecejo se mantenía fruncido en un gesto de preocupación y dio una mirada rápida a mi cuerpo—. La llamé hace un momento, pero no me respondió, ¿está todo en orden?
Asentí.
—Lo siento, no la escuché— mentí.
Dudó con mi respuesta y por un instante pareció a punto de comentar algo hasta que esos balbuceos le torcieron el rostro a la puerta junto a mí.
—Ya vi por qué no me escuchó, estaba entretenida con esta cosita azucarada — aniñó su voz sonriendo al bebé de orbes platinados que volvía a aferrarse a la rejilla y alzándose sobre sus rodillas—. ¿A poco no es un muñequito esta ternurita?
Se apartó de mi acercándose a la entrada, inclinó parte de su cuerpo antes de hacer unos sonidos extraños que emocionaron al bebé extendiendo sus rosados labios en una sonrisa que me estremeció.
Alcanzó a tomarle las mejillas logrando que el bebé soltara una risueña risita.
Reia tan bonito que fue inevitable no sonreí.
—Por ahí escuché que la genética de los del área negra es tan pesada que hace que entre ellos mismos se parezcan— comentó sin dejar de alborotar al pequeño—. Tienen el mismo color de cabello, el mismo tono pálido de piel y esas curiosas comisuras largas, a diferencia de los de las otras áreas que varían con distinto color de cabello y tonos de piel, ¿no es curioso?
Eso quería decir que sí se parecería mucho a Siete, ¿o sería diferente viniendo de mí? La sensación cálida volvió a mi pecho y mordí el labio mirando una vez más a las torres.
—Esta cosita fue el único bebé del área negra que pudieron rescatar— sus palabras me atrajeron la mirada sobre ella—. Todos los demás bebés tienen uno o dos compañeros más de su misma área, pero esta cosita fue el único sobreviviente de su área.
Volví a contemplar esa ternura de sonrisa, pensar que, de los muchos bebés que hubieron de su área, él fue el único a quién pudieron salvar.
—¿Y ya tiene tutor?
Asintió.
—Sasha, es una mujer de la misma área que Maggi, pero ella y su pareja están sirviendo en el campamento, es la pareja de experimentos negros de la que le hablé—me recirdó acariciando la manita del bebé—. Supe que fueron quienes lo encontraron en el subterráneo. Estaba dentro de una caja oculta en una habitación con la puerta bloqueada por un mueble, alguien lo ocultó.
Estremecí solo imaginar al pequeño en esa caja, ¿Cuánto tiempo habría pasado solo antes de ser encontrado? Lo peor era pensar que muchos bebés estuvieron en el laboratorio, y ni siquiera pudieron luchar o pudieron tener a alguien para sobrevivir.
—Dígame, señorita, ¿le gustan los bebés?
—Pues no me desagradan —encogí de hombro antes de sincerar: —. En realidad, me gustan mucho.
Extendió aún más la sonrisa como si mi respuesta le alegrara.
—Espere a que hagan sus necesidades —alzó las cejas y volvió a tomar los cachetes del bebé—. Dicen que apestan el cuádruple de un bebé normal.
—¿En serio apestan?— sentí curiosidad.
—Sí, una vez me tocó cambiar a uno y creí que llegó mi hora de morir.
Se apartó sacudiendo la mano en modo en despedida al bebé antes de volverse a mí.
— ¿Ya comió algo?
Negué llevando por inercia las mano al abdomen.
—De hecho, tengo mucha hambre— me sentí arrepentida de exagerar mi expresión. Sin embargo, no era una mentira, desde que desperté el estómago no dejaba de rugirme—. No cené anoche.
Sarah curvó una leve sonrisa antes de ver mis manos abrazándome el abdomen y tomar una de ellas.
—Me imagino señorita— la dulzura en su voz me confundió un poco —. Por eso esta tan delgada y no es bueno que coma tan poquito, vamos a almorzar juntas, ¿qué le parece?
Respondí encantada y me tomó del brazo invitándome a caminar en dirección al comedor, comenzó a contarme lo que hizo en la mañana y por tercera vez miré las torres queriendo alcanzar a ver algo en la cima de ella, tratando de buscarlo a él, pero debido a la distancia era imposible.
Me enderecé y mi mirada se encontró con los orbes carmín del experimento que abandonaba la cafetería frente a nosotras. No tuve que recorrerle el rostro para reconocerlo de inmediato, era el novio de Pym. O su prometido, si es que los rumores que me contó Rouss eran ciertos y eso no estaba muy lejos de ocurrir.
—Señorito Alek, mire nada más que guapo se ve el futuro padre con su uniforme militar— Sarah no tardó en hablar acelerando el paso hasta detenernos frente a él—. ¿Hoy también le toca guardia en la torre?
—Me toca medio turno — respondió antes de darme una mirada con una inquietante seriedad. Una ligera arruga se pronunció en el puente de su nariz como si hubiese olfateado algo que desagradó y me pregunté si acaso era yo—. Si buscas a Pym está en la cafetería.
—Nos encantará hacerle compañía—Sarah se emocionó sin darme una oportunidad de hablar, por otra parte, él no tardó nada en pasarnos de largo apretando sus labios en una ligera mueca y devolviendo la arruga a su puente.
¿Apesto? No, me bañé con Siete en la tina y no hicimos nada más en la cama que no fuera dormir, al menos yo. Quizás lo malinterpreté.
Sarah me movió y volvimos a caminar, pasamos el umbral del comedor y no pude evitar echar una mirada apresurada a cada una de las esas ocupadas, en tanto ella nos guiaba a la mesa dónde estaban Pym, Penny, Rouss y una chica de orbes verdes. Anoche interrogaron a los hombres que me torturaron en el sótano, y no sabía qué fue lo que les preguntaron ni lo que ellos respondieron, temía que los dejaran libres, lo cual era lo más probable ya que serían capaces de ocultar lo que me hicieron.
No estaban aquí. Quizás Siete cumplió lo que me dijo anoche en la ducha.
—Ey, llegó la chica nueva—la voz de Penny me sacó de mis pensamientos—. Únetenos, estamos dándole nombres a Pym para sus Octillizos.
—No sean exageradas —rio Pym, mantenía una sonrisa en sus labios que la hacían lucir más radiante que la última vez que la vi en el jardín—. No creo que pase de tener dos.
Sarah me invitó a sentarme, mencionando que ella iría a hacer fila en el bufete para tomar nuestros almuerzos. No tardé en obedecer y sentarme junto a la Rouss escuchando sus conversaciones.
—Pero sí creo que sean más, te está creciendo muy rápida esa barriga y comes como un puerco hambriento sin ofender. Eres muy bonita, pero comerte 6 hotcakes no es normal— Rouss alzó las manos—. Además, está comprobado, entre más arriba sea el área del experimento, más alterado esta y más posibilidades existen de dejarte embarazada de ocho o nueve bebés.
¿Nueve bebés? Ay no, Siete es de la última clasificación, el más alterado de todos.
—¿Cómo sabes eso? — la inquietud se nota en mi voz llamando su atención.
—Está comprobado, aquí hay un genetista del área roja, y sabe mucho sobre las áreas peligrosas. Me dijo que la genética altera la fertilidad en los machos siendo capaz de fecundar en la hembra hasta 9 crías en su primera copulación.
¿En su primera qué...? Más horrorizada no pude estar, y por poco estuve a punto de llevarme las manos al vientre. Traté de tranquilizarme, tal vez Rouss no se equivocaba, pero seguramente estaba exagerando en lo que decía.
—Pero nosotras somos fértiles, ¿cómo pudieron comprobar eso con los machos? —la voz dulce de la chica de ojos verdes que se acomodaba junto a Penny llamó mi atención.
Procesé sus palabras sintiéndome confundida, ¿nosotras?, ¿estaba diciendo que era un experimento? Aunque no hacía falta comprobarlo solo reparar en su piel blanca y de porcelana, y en ese rostro delgado y contoneado, lleno de facciones suaves y perfectamente construidas. Era hermosa y destilaba una fragilidad con esos orbes de un color verde olivo.
No sabía que las hembras fueran todas estériles. Me pregunté por qué razón, ¿era una afección por la genética que utilizarán en ellos?
—Te lo explico, Verde 16, hubo una hembra fértil del área Blanca que quedó preñada de uno del área Roja.
—¿Quién te lo dijo? — preguntó Pym, inclinándose un poco encima de su charola semi vacía en la que quedaban restos de hotcake y fresas con chocolate—. No había escuchado nunca sobre algo así.
—Ninguna tenía su periodo y además la gran mayoría obtuvo vientre infantil, Rouss—Sospechó Penny—. Siento que te lo estas inventando nada más para llamar la atención.
—Cállate que no lo estoy inventando— espetó, alisando su cabello rubio —. Escuché el chisme hace mucho en el laboratorio y hace poco Eddie y otra genetista del área blanca lo estaban comentando en el jardín, y me lo confirmaron también. La hembra era estéril como todas las demás, pero Chenovy la puso bajo un experimento inyectando una sustancia que contrarrestó su esterilidad y maduró su vientre. Fue la primera hembra del bunker 2 que quedó embarazada y estaba esperando 7 criaturas.
Que hablara en pasado me perturbó.
— ¿Qué le sucedió a ella? —quise saber, había pocas mujeres en la base y ninguna con un embarazo notable como el de Pym—. ¿Dónde está ahora?
Rouss apretó los labios en una mueca antes de entornarse a mí.
—No sé cuantos meses tenía cuando se desató el desastre —esbozó con pausa—. Pero si estuviera viva estaríamos viéndola aquí, ¿no? Así que pueden imaginarse lo que sucedió.
La opresión en el pecho me bajó la mirada y no fui la única que lo sintió. Solo esperaba que quienes se atrevieron a iniciar con este desastre hayan pagado, o lo estén haciendo, arrepintiéndose de las muertes de tantos inocentes.
Tuve intriga de preguntarle a una de ellas qué sabían sobre las personas que contaminaron a los experimentos. Más aún, saber si Siete encontró a algún involucrado.
—Que mal—susurró Penny y apretó los dientes para soltar:—. Si no hubiera sido por esos imbéciles que los contaminaron, ella seguiría viva, todo seguiría normal. Nuestros amigos seguirían vivos y tendríamos nuestro trabajo. Nadie tendría qué morir, y tendría nuestro dinero en vez de estar atrapados aquí.
No. No estaba de acuerdo que muriera tanta gente, pero sí con el modo en que se expresó.
—Y los experimentos seguirían sin decidir por sí mismos— las palabras resbalaron de mi boca sin filtro—, haciendo una vida que nunca quisieron.
Penny me miró con severidad y no sabría describir cuanto le disgustados mis palabras.
—¿Estas diciendo que fue bueno que muriera toda esa gente? —escupió con la mandíbula apretada.
—No. Pero que te expreses como si todo lo que se hacía con ellos en el laboratorio fuera algo bueno, eso es lo que disgusta— recalqué.
—Tú ni siquiera puedes dar una opinión al respecto porque no recuerdas—escupió —. También me preocupaban los experimentos y el cómo eran tratados. Pero no era necesario que muriera tanta gente para que ellos pudieron obtener su libertad.
—¿Crees que si fuera como antes los dejarían libres? — preguntó Pym—. Chenovy tenía una alta seguridad en sus habitaciones y en los bunkers. Tenía muchos planeas para ellos, pero ninguno era dejarlos en libertad y tú sabías lo egoísta e insufrible que era con cada cruda decisión que tomaba con los niños que no lograban ser como él quería.
—Veo que también a ti se te hace bien que muriera toda esa gente.
—No hay necesidad de que te alteres, de hecho, no deberíamos estar hablando de algo que ya pasó, de nada serviría.
—Sí que serviría, ¿creen que este suceso era lo único que les daría libertad? — soltó, Pym apartó su mandíbula—. Si ellos hubieran llegado a un acuerdo con Chenovy estoy segura que también se las daría.
—Eso no iba a servir — comentó Verde 16.
—¿Segura, niñita plana? — arqueó una ceja—. ¿Acaso los mantenían como esclavos siempre? Ustedes tuvieron voz.
—Nunca tuvimos voz, apenas nos trataban como personas—exclamó.
— Claro que la tuvieron que no supieran utilizarla es otra cosa.
— De niña vi como a mi compañero de incubación lo trituraba vivo a pesar de que rogaba que no lo hicieran.
Un escalofrió me recorrió los huesos y palidecí con sus palabras, ¿los trituraban vivos?, ¿vivos?
— Le dijo al humano que mejoraría, pero no le hicieron caso y bajaron la palanca, ¿él tuvo voz? — escupió a Penny—. No, nunca tuvimos voz, así deja de decir que pudimos hacer algo para que nos trataran mejor porque no era así, nos veían inferiores, como animales que sacrificaban cuando se deformaban.
La chica se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y se levantó abandonando la mesa. No pude dejar de seguirla, en shock, sin poder reaccionar y con las vellosidades erizada.
—¿Los trituraban? —no pude controlar la pregunta, clavándome en Penny, eso era lo que más me costaba procesar, que mencionara que era una niña cuando sucedió aquello, ¿qué persona sería capaz de triturar a niños?, ¿por qué lo permitían? —. ¿Es cierto lo que dijo?
Ella arqueó una ceja, de pronto extendiendo solo el lado izquierdo de sus labios como si mi pregunta le pareciera un mal chiste.
—Se me estaba olvidando que tú perdiste la memoria—bufó—. Tú también fuiste parte de esto así que no te dejes afuera.
—Entonces, ¿es cierto? — enfaticé, sintiéndome alterada—. ¿Por qué?, ¿por dejaban que los trituraran?
—Ay, por favor. Los trituraban cuando ya no tenían probabilidad de sobrevivir y les quedaba poco tiempo de vida—recalcó—. Los experimentos no enferman, pero a causa de la genética su cuerpo se atrofiaba y sus órganos dejaban de funcionar o tenían mal formaciones que complicarían su supervivencia si no lograban desarrollarse después de un tiempo, solo sucedía en la etapa infantil y adolescente, y las perdidas eran diminutas, así que bájale una raya, ¿preferías verlos sufriendo de dolor en una cama mientras morían?
—Pero ella dijo que el niño les estaba rogando, lo mataron vivo.
—Ese ya es problema del malnacido que no hizo bien su trabajo para dormirlo durante el proceso de trituración—la frialdad con la que me explicó era tan repugnante que sentí los vuelcos en el estómago—. Y si todos ellos se hubieran puesto en contra de él, también obtendrían su libertad.
—Entonces habría el mismo número de muertos que ahora— enfatizó Pym y Penny cerró los labios—. Tomarían las armas y tomarían el laboratorio, incluso habría trabajadores muertos y quizás sería un desastre similar.
—¿Hablas en serio, Pym? — se quejó.
—¿Crees que si ellos se rebelaban Chenovy no ordenaría dispararles? — inquirió, la tensión en la mesa aumentó —. Para él matarlos o triturarlo en sus incubadoras no le sería un problema, fácilmente los volvería a crear con una simple orden.
—Chicas— las llamó Rouss, mirando a los costados—, no está bien hablar de esas cosas...
—O sea que estuvo bien que unos imbéciles contaminaran a los experimentos para que los mismos tuvieran oportunidad de ser libres—siguió hablando y no pude creer lo que decía.
—Ella no está diciendo eso —me atreví a decir.
—Sí, Penny, no es lo que trataba de hacer entender.
—Es lo que das a entender. No puedo creer tu forma de pensar, Pym—la interrumpió y negó dejando que mechones de su corta cabellera se sacudieran—. Claro como tú estás embarazada de uno de ellos, no te duelen las muertes de otros, porque si no hubiera pasado el desastre no estarías con el padre del feto reptiliano que esperas.
Endurecí la mirada, esto se estaba saliendo de control.
—Penny, no seas grosera.
—No, es cierto Rouss a ella no le duele la muerte de otros. Esta feliz de que sucediera esto porque finalmente esta con la persona que ama— se levantó de la mesa—. Esta feliz que la muerte de otros y la de mi hermano la dejaran estar con su ser amado.
—¿Como puedes decir que lo que sucedió me alegró? — una mueca torció sus labios, mostró su enojo.
—Se te nota, de todos aquí, tú eres la que parece más feliz con los resultados—gruñó—. Perdí el maldito apetito, me largo.
Salió de su asiento dando zancadas y atravesando el comedor. Apreté los labios cuando me di cuenta de que todavía había quienes nos miraban antes de escuchar a Rouss soltar una pesada exhalación.
—Hubiera sido mejor no tocar el tema, sí, hicimos mucho mal, pero ya pasó, no razones para volver a haberlo y se exageró mucho —soltó a mi lado, traté de entenderlo y me pregunté si acaso sabía que maltrataban o hacían algo más con los experimentos—. Y Penny se pone muy sensible y nerviosa cuando recuerda lo que sucedió con su hermano, y dice o hace cosas que no quiere hacer...
—¿Qué le sucedió a su hermano?, ¿trabajó ahí? —preguntó Pym.
—Sí, trabajó como cuidador en la planta eléctrica—le respondió—, más que su hermano, ella lo vio siempre como un padre. Cuando logramos salí del subterráneo encontró sus restos, una de esas cosas lo desmembró. Fue horrible, esa imagen la destruyó.
No imaginaba lo que Penny sintió al encontrar a su hermano, todos debieron perder a alguien importante en el laboratorio, pero cuando se trataba de un familiar, era peor el sentimiento. Y Rouss tenía razón, ni siquiera debimos tocar ese tema cuando todo ya había pasado, cuando ya no había razones de mirar atrás porque no se podía hacer nada para cambiarlo.
Y en realidad, no hacía falta que ocurriera todo este desastre para que los experimentos consiguieran su liberta, si tan solo los trabajadores nos hubiéramos puesto en contra de Chenovy y defendido a los experimentos, entonces, todo hubiera sido distinto. Pero, ¿por qué en todo ese tiempo, nadie lo hizo? O, ¿sí lo intentaron, pero los silenciaron? Probablemente, porque me costaba creer que no hubiera uno solo en contra de lo que se hacía ahí. Más me costaba creer que ningún grupo de trabajadores se manifestara en su contra después de saber que los trituraban vivos.
¿Siete también miró cómo trituraban a uno de sus compañeros?, ¿cómo lo trataban a él en el laboratorio?, ¿lo maltrataban también? Ahora que recordaba, emparejaban a los experimentos, ¿a él también lo emparejaron? De algún modo esas ultimas preguntas me sonaban mucho, como si antes ya hubiera tenido una respuesta a ellas.
—Nastya, lo que hablamos aquí no se lo cuentes a Sarah ni a ningún soldado.
Las palabras de Rouss me hicieron pestañear, levanté la mirada encontrándome con la suya examinándome con seriedad.
—Hicimos cosas que no estuvieron bien en el laboratorio, pero ya pasó y no se puede hacer nada más para cambiarlo— dijo con severidad—. Hay cosas que callamos aquí en la base, como el proceso de trituración.
—¿Ningún soldado ni las personas que trabajan aquí saben que trituraban a niños? —tras mi pregunta ella lanzó una mirada sobre su hombro.
— Algunos saben que no todos tuvieron un buen trato, pero nadie sabe sobre los temas más delicados, solo nosotros y te conviene no abrir la boca para decirlos— pronunció bajo, estaba dándome una advertencia —. Te lo digo porque perdiste la memoria y estoy segura que estas confundida y molesta y querrás saber más. Pero si te escuchan hablar de esos temas con Sarah o los soldados, podrías meterte en problema.
—¿Con quién me metería en problemas? — pregunté repentinamente confundida mirando a Pym —, ¿con los trabajadores?
Ella asintió y no pude creerlo.
—¿Por qué? —contraje el entrecejo —, ¿tienen miedo de lo que pueda pasar si alguien dice algo?
No pude evitar dar una mirada alrededor, reparando a cada trabajador que ocupaba las mesas. Los maltratábamos y triturábamos y, ¿creían que con callarse el resto saldrían ilesos? Claro, trabajar en un laboratorio de este tipo era ilegal, así que evidentemente pagaríamos por ello y ellos no querían pagar más de lo que nos merecíamos.
—La mayoría de ellos acordaron permanecer callados sin mencionar nada de lo que se hacía con los experimentos— informó apartando la charola para acomodarlas sus brazos sobre la mesa e inclinar más la cabeza entorno a mi—. Nos cobraran una fianza y permaneceremos aquí un muy largo tiempo por trabajar en el laboratorio, ese será nuestro castigo, y si alguien habré la boca sobre los temas más delicados e inhumanos que se cometían, podrían hasta encerrarnos y ser peor. Ninguno quiere pagar esas consecuencias y para evitar una condena peor, dieron una advertencia de que quien hablara, se las vería con todos.
—¿Ustedes estuvieron de acuerdo?
—No, pero no hay de otra— encogió de hombros—. Hubo un trabajador que intentó hablar y cuando los otros lo supieron... lo mataron a golpes.
Extendí los parpados horrorizada viendo como Pym con un gesto de culpa me asentía.
— Ese día el ministro estaba aquí, le dijeron que él intentó matar a uno de sus compañeros y que el otro se defendió, todos apoyaron al asesino, por supuesto. Y así parece que será si alguien más abre la boca.
Quedé perturbada, no pude creer hasta dónde serian capaz de llegar para que su libertad no se perjudicara más.
—Esto no va a terminar nada bien para nosotros— Pym no tardó en hablar—. En cualquier momento alguno de los experimentos podría confesarlo.
—Pero hasta entonces no han dicho nada—negó la mujer a mi lado.
—Y no entiendo por qué no lo han hecho.
—Es porque se han acostumbrado, Pym—explicó —, como saben que el dinero que ganamos en el laboratorio será para ellos y que nos quedaremos aquí aun cuando sean trasladados a donde quiera que los lleven, pues... creo que por eso no dicen nada más que lo que se sabe. Tienen su libertad, tienen muchos más permisos que nosotros, hasta los dejan tener un dispositivo móvil a los adultos, obviamente con restricciones, aun así, para ellos eso es un gran logro y el castigo que obtendremos parece serles suficiente.
Me pregunté si aquello era cierto, o si acaso también los trabajadores los tenían amenazado. No, ahora que estaban recibiendo más ayuda, debían sentirse seguros así que era imposible que se dejaran amenazar, quizás Rouss tenía razón y estaba satisfechos con todo lo que se les daba.
—Por eso no digas nada, Nastya—me recordó ella—. Pero si quieres saber más al respecto, pregúntanos a nosotras, no a nadie más y que Sarah no esté presente.... Que, por cierto, ahí viene.
Me codeó y no tardé nada en echar una mirada sobre mi hombro solo para atisbarla apartándose del bufete con una sonrisa extendida y dos enormes charolas en sus manos.
—La fila para el bufete era larga y todavía los mugrosos trabajadores se tomaban su tiempo para servirse... —rotó los ojos antes de reparar en cada una de nosotras y hundir su entrecejo—. ¿Por qué se fue la señorita Penny?
—Tuvo algo qué hacer— inventó Rouss actuando con toda normalidad como si lo que sucedió hacía unos minutos, no hubiera ocurrido—. ¿Y toda esa comida, Sarah?
Dejé caer la mirada sobre la charola que colocaban frente a mí, y repentinamente hechizada por el delicioso aroma que emitía, estuve a punto de remojarme los labios. Huevos, tocino, jamón ahumado, queso, tres rebanadas de pan tostado, un wafle con mantequilla y miel, plátano y fresas con chocolate.
—¿Todo esto es para mí? — no dudé en preguntar.
Me lamí los labios tratando de controlarme, no sabía si estar tan hambrienta se debía a que tuve mucho sexo anoche, o era por el embarazo. Seguramente ambas cosas.
—Sí, ¿la quiere poner obesa? — bufó—. Eso es mucha comida como para dos, y hasta donde sé la única que come por dos o nueve es Pym.
—Anoche no cenó y todavía no ha desayunado— dijo, y se sentó al lado de Pym —, es bueno para la señorita comer saludable.
Le agradecí y Rouss tomó una de las fresas echándosela a la boca,
— El chocolate las hace tan deliciosa— se chupó los dedos—. Pym, ¿has utilizado la Nutella en tu intimidad con Alek?, ¿él te ha untado chocolate?
Entorné una mirada de sorpresa, ¿esa sería su forma de cambiar el tema? Por otro lado, las mejillas de Pym se enrojecieron y vi cómo se removía en su lugar repentinamente incomoda.
—Señorita, ¿qué son esas preguntas? —Sarah pareció disgustada—. Nunca se le pregunta a alguien lo que se hace en la intimidad con su pareja, no es de su incumbencia.
Soltó una risotada antes de tomar otra fresa de mi charola.
—Que aburrida Sarah. No le estoy pidiendo descripciones solo que responda sí o no— Encogió de hombro—. Por cierto, oí que los experimentos Negros y Rojos tienen la lengua larga y por eso de que utilizaron en ambos ADN de lagarto, y que está muy caliente y se siente muy bien, ¿es verdad Pym?
El resto del rostro de la nombrada terminó por enrojecer y no era la única que comenzó a sentirse acalorada. Me removí a causa de la humedad adueñándose de mi sexo bajo el inquietante recuerdo de esa larga y rotundamente caliente lengua embistiéndome el sexo con tanta bestialidad, chupando mis paredes y devorando mi interior como si supiera a miel.
Esa no era la primera vez que me daba un exquisito y enloquecedor sexo oral. En el área negra y sobre el sofá rojo donde creí que nuestra atracción terminaría, también me lo hizo, ahora que recordaba un poco más de ese momento, fue mi primera vez, nadie nunca me hizo eso antes, y se sintió tan bien... tan delicioso como anoche, que podía sentir como la piel se me erizaba.
No podía creer la fuerza que tenía este hombre sobre mí y mis hormonas, con una simple palabra de alguien más, venían a mí recuerdos como estos y lo que más me abrumaba era que, quizás, momentos así no volverían a suceder.
—¿Por qué me preguntas eso? el enrojecimiento no disminuía de su rostro.
—La verdad es que sé que sus lenguas son largas. Solo quería molestar— siguió Rouss —. Tienes al hombre perfecto a tu lado Pym, y no lo digo por la parte intimida. Rojo 09 siempre ha estado contigo protegiéndote en el subterráneo y dando su vida por ti tanto ahí como aquí arriba.
—La señorita Pym tiene un gran hombre a su lado — comentó Sarah.
Algo se removió en mi interior y volví a mirar a Pym, encontrando como en sus labios se asomaba una sonrisa tímida y de felicidad.
—Lo sé— ella asintió —. Sucedieron muchas cosas, si no fuera por él estaría muerta. Me siento afortunada de tenerlo.
Una débil sonrisa atravesó mis labios y suspiré sintiendo el vacío en el pecho.
Sí que tenía suerte. Tenía a su lado un hombre que sabía lo que quería y que no solo sentía atracción sexual por ella, sino que tenía sentimiento, y por lo que vi aquella vez en el jardín, estaba enamorado. A pesar de que Pym no me contó toda su historia, pasaron por mucho y se conocían mucho antes del desastre así que, lo que tenían era grande e incomparable, era especial.
Y era inevitable que no me pesara, inevitable que no quisiera pasar tiempo con Siete y que las cosas fueran distintas a como las veía hoy, no podía dejar de pensar en qué hubiera sucedido si tan solo me dijera quién era y no tuviera un anillo.
— Sé que es muy pronto que te lo pregunté, pero...— decidí hablar, pronto logrando que esos orbes azules me miraran con curiosidad—, ¿ya han pensado en un nombre?
Ella asintió con la cabeza antes de acomodarse un mechón de cabello y morderse el labio como si tratara de retener una sonrisa.
—Aun no, es demasiado pronto.
—Piensen en varios nombres—Sarah se llevó la lechuga a la boca—, no vaya a ser que sean quintillizos.
Agrandó aún más la sonrisa iluminando su rostro y no tardé en dar una mordida a la rebanada de pan, entretenida con su conversación.
— Estoy segura que va a ser uno, Rojo ya lo dijo, solo ve una temperatura.
¿Vio su temperatura? Sí, sabía que los experimentos con escleróticas negras podían ver el calor corporal, pero ser capaces de mirar una temperatura tan pequeño y débil dentro de otra, eso sí me tenía inquieta. Eso explicaba la supuesta amenaza de Seis en el jardín. Tuvo sus parpados cerrados un momento antes de hablar, vio la temperatura en mi vientre, supo lo que estaba esperando y de quién era.
Ahora entendía un poco más el por qué ella me odiaba tanto, recordé algunos momentos en los que mostró cuanto le desagradable. Le gustaba Siete, lo que todavía no dudaba que ocurriera, me recalcó aquella vez en la oficina que estuvieron juntos en el mismo bunker y sobrevivieron juntos durante el desastre, y que me encontrara con él en el área negra le enfureció tanto como darse cuenta de que nos acostamos....
Detuve el pensamiento cuando me di cuenta de algo más, si ella vio su temperatura, ¿Siete también? No, de ninguna manera, tenía una clase de lentilla en los ojos que cubría sus escleróticas, ¿eso podía evitar que mirara temperaturas? ¿Y no pudo sentirla? También sabía que ellos podían sentir el calor corporal, por lo tanto, podía llegar a sentir al bebé. Varias veces me tocó el vientre, también lo beso, ¿no lo sintió? ¿O fue porque lo sintió la razón por la que me besó ahí?
No, sí él supiera de mi condición me lo estaría diciendo, no fallándome con esa misma salvajería.
Quizás porque era demasiado débil en comparación a la temperatura del de Pym.
—Tu embarazo apenas empieza, no se ha desarrollado lo suficiente, así que no puede estar seguro de que sea uno. Mejor espera a que te revisé de nuevo cuando cumplas poco más de tres meses— apenas pude prestar atención al consejo de Rouss—. Seguro que, para entonces, esa temperatura se vuelve cinco más.
Me pregunté si acaso eso sería cierto ya que Seis se refirió a la temperatura en mi vientre como si se tratara de uno solo, y no llevaba demasiado tiempo de embarazo como Pym. Más que preocuparme si era uno o eran tres, me preocupaba el riesgo que tendría si no buscaba atención médica.
Estaba perdiendo el tiempo ocultando esto con el temor de que volverían a tratar de matarme. Además, Seis ya lo sabía, y aunque estaba casi segura que no se lo diría a nadie, seguía siendo una tontería ocultar mi condición. No solo cargaba con la pérdida de memoria y las mentiras de Siete, tenía tantas incertidumbres y miedos respecto al embarazo y lo que haría una vez nos dejaran ir de la base, que sentía que empezaba a ahogarme.
Debía confiárselo a Sarah, después de todo, ella era enfermera, conocía de estos temas y podría atenderme, entonces no cargaría con tanto estrés.
Quiero decírselo a él.
Ese profundo deseo me desinfló con profundidad, sabía que no debía ocultárselo y que eso podría llegar a empeorar más las cosas, pero recordar su anillo... cubría mi cuerpo de un vivo temor que me hacía dudar. Mientras lo tuviera no le diría una sola palabra.
—¿Puedo sentarme?
Levanté el rostro ante la masculina voz que reconocí al instante, y no fui la única que miró en la misma dirección y hacia el hombre que se detenía al pie de la mesa con una charola en manos. Era el teniente Gae, llevaba el uniforme negro y una sonrisa de tranquilidad en los labios que le remarcada sus hoyuelos.
Por otro lado, Rouss parecía embobada a mi lado, mantenía la boca entreabierta en tanto recorría su cuerpo como si fuera un monumento qué admirar.
—teniente Gae, ¿qué lo trae hasta nuestra mesa?
—¿No es evidente Sarah? — extendí más la sonrisa antes de tomar asiento frente a Rouss quien cerró la boca y se mordió el labio —. Viendo que aquí hay dos mujeres muy divertidas y las cuales conozco, quise acompañarlas.
Me miró un instante antes de enfocarse en Pym y la chica a mi lado en tanto dejaba su charola en la mesa.
—¿Ustedes son...?
—Ella es, Pym —Sarah rodeó los hombros de la morena.
—Y yo soy Rouss— La rubia extendió el brazo recibiendo la mano del hombre que apretó con aparente intención de no soltarlo—. Tienes muchas armas, veo que eres un oficial de la FEM.
La sonrisa coqueta en su rostro fue contemplada por él.
—Un teniente en ascenso—hundió su entrecejo cuando ella siguió sin soltar su mano —, ¿me la devuelves?
Él miró su brazo y ella asintió sin entender.
—Mi mano— hizo un ligero movimiento con su mentón—, sigues sujetándolo y sin ella no podré almorzar.
Rouss alzó las cejas y lo soltó.
—En serio lo siento, no cualquier hombre me deja boba —río con nerviosismo, era evidente que el teniente le atraía —. Y, ¿cuánto tiempo estarán en la base?
—Estamos a cargo de la protección de los experimentos entre otros cargos, lo que quiere decir que estaremos un buen tiempo aquí —determinó y volvió a mirarme.
—¿Y ésta casado, teniente? Aunque no veo un anillo, ¿es divorciado o soltero? ¿Gay?
Traté de disimular la sonría en mis labios al ver la reacción desconcertante en Sarah con las preguntas de Rouss.
—Soy soltero heterosexual—aclaró, la ladina sonrisa en sus labios hizo que la chica se morderá el labio—, libre de compromisos.
Rouss no disimulaba ni un poco lo mucho que esas respuestas le gustaron.
—Pero has tenido novias recientes, ¿no?
—Llevo soltero más de 4 años.
—¿En serio? — mi pregunta salió en unísono con Sarah, y esos orbes grisáceos se volvieron a mí.
Gae se inclinó sobre la mesa, recargando su peso sobre el brazo sin quitarme la mirada de encima.
—Sé que es muy difícil de creer, pero no significa que no tenga interesadas.
—Vaya ego, señor galleta—casi bufé.
Rouss hundió su entrecejo. confundida por el sobrenombre.
—Dudo que un hombre tan guapo estuviera soltero tanto tiempo, ¿ni siquiera un amorío de una noche?
Él negó.
—Las mujeres prefieren un hombre que les preste atención — exhaló—, pero mi trabajo últimamente me mantiene tan ocupado que no estoy disponible para darlo.
—¿Quién sabe? —Rouss meneo la cabeza—. Eso podría cambiar muy pronto, teniente. Tal vez solo se trate de que llegue la indicada.
Pestañeé con su insinuación y un quejido proveniente frente a mí, corto la química entre los dos. Pym se llevó la mano a cubrir sus labios y se ladeó en su lugar, inclinándose apenas un poco.
—Lo siento.
—¿Tiene nauseas? — preguntó Sarah, y ella asintió—. Puedo acompañarla al baño, señorita.
Incorporó su espalda y estuvo a punto de negar, pero un nuevo quejido la levantó de golpe y salió de la mesa con intenciones de dejar también el comedor. Aferré las manos a la mesa a punto de hacer lo mismo, seguirla y ayudarla hasta que Sarah se levantó:
—Quédese señorita —me pidió persiguiendo a Pym—, yo me hago cargo.
—Pobre— susurraron a mi costado—, últimamente le dan muchas nauseas, ni aun las galletas saladas la ayudan a disminuir sus nauseas. Es normal, los síntomas incrementan por el tipo de embarazo que lleva.
Gae apartó la mirada del umbral devolviéndola a la chica con un fruncir en su entrecejo.
—¿Está embarazada? —inquirió.
—Lo está—respondí y la sorpresa se mostró en su rostro.
—De un experimento Rojo, ¿no lo sabías? — Él negó apenas—. Todos aquí no dejan de hablar de ella y lo que espera, es una gran noticia, pero muy desgastada últimamente, son la primera pareja entre dos especies.
—¿La única que hay?
—Creo que hay otra, pero en el campamento, o no estoy muy segura. Lo único que sé con certeza es que ellos son los únicos que esperan un bebé— me confundieron sus palabras y más verla tomar la última fresa de mi tazón antes de que me lo arrebatara y se levantara de su lugar—. Voy por más fresas con chocolate, ¿se te antoja, Gae?
Miré a Rouss a causa de la tonada coqueta en su voz, sentí que su pregunta tenía otra intención lejos de referirse a la comida.
—Por el momento estoy satisfecho con lo que tengo—respondió él, mirándome.
Ella encogió de hombro y se apartó al bufete, no esperé que él deslizara su charola cerca de la mía y se levantara de su lugar rodeando la mesa para sentarse junto a mí.
La fragancia de su colonia invadió mis fosas nasales ya arrugué la nariz por la fuerza de la misma mareándome un poco.
—Siempre creí que eras de esas mujeres que comían muy poco— miró a mi charola—, pero ahora veo que tienes un estomago grande.
Miré a mi charola.
—Sarah me lo sirvió, cree que debo comer .
—Sarah parece apreciarte mucho, niña—sonrío.
—¿Por qué me llamas niña? — quise saber —. ¿Tengo aspecto de una?
—El flequillo mal cortado —señaló a mi frente y no dudé en llevar mi mano a los mechones —. Te hace lucir como una de veinte.
—Todavía no recuerdo cómo se me ocurrió hacérmelo—comenté apartándomelo de la frente—, quizás perdí una apuesta, eso es lo único que explicaría por qué esta tan mal cortado.
—Que te haga lucir menor no quiere decir que te quede mal, míralo del lado bueno, tienes 26 pero aparentas lo opuesto, y si te cortas un poco más el cabello en forma de hongo serias Dora la exploradora en versión moderna.
La risa resbaló inesperadamente de mis labios y él separó los suyos mostrando la hilera de dientes perfectamente blancos. Y de pronto me sentí perdida, ¿cómo recordaba ese programa para niños? No recordaba ningún escenario, pero sabía lo que era...
—Esa chica...—su voz me hizo salir del corto transé, viendo como él recargaba su mejilla sobre la palma de su mano y lanzaba una mirada al bufete donde Rouss no dejaba de apresurar a los trabajadores para que terminaran de servirse —, sí que es interesante, pero no es mi tipo.
Pestañeé, dudaba que Rouss no fuera el tipo de alguien, además de tener un cuerpo que resaltaba sus curvas, era realmente atractiva y una chica con la que era sencillo hablar.
—¿No lo es? — inquirí mordiendo el pan, y él volvió a negar—. ¿Cuál es tu tipo?
Apretó la comisura y miró al umbral de la cafetería hundiendo un instante las cejas pobladas antes de volver a mi rostro.
—Sin duda alguien que no quiera quedarse con mi mano.
Su ronca risa me contagió, no imaginaba lo avergonzada que debía sentirse Rouss. Miré al bufete nuevamente, dándome cuenta de que ella ya no estaba ahí, y solo bastó revisar una de las mesas para encontrarla comiendo sus fresas en compañía de otros trabajadores.
—La verdad es que me atraen mucho las mujeres sencillas—esfumó recargando su brazo en la mesa —. Me basta con que sea fácil hablar con ella y compartir de todo.
El vacío en el estómago volvió, y es que, ansié eso en el área negra con Siete. Conocerlo, compartir de todo con tal de olvidar que podríamos llegar a morir ahí. Quería confiarle todo, sentir que me acercaba a él, pero esa brecha a la que todavía no podía hallarle una razón, no me lo permitió.
Una brecha que podía sentir ahora.
—No te será difícil encontrar una así—suspiré antes de probar de mi charola.
—¿Qué hay de ti, Nastya?, ¿qué tipo de hombre te gusta?
Apreté los labios como si su pregunta me resultara un mal chiste.
Dulce, amable, comprensible, decidido, que confié en mí y yo en él, que me haga reír y me cuente todo. Ese era el tipo de hombre que buscaba, y ese era el problema, si dejábamos de lado su estremecedora belleza y atractivo físico, en todo lo demás Siete no llenaba mis expectativas. No era el tipo de hombre con el que quisiera hacer una vida y aun así me atraía de formas que no entendía.
Dominante, grandote, difícil, perverso, malo, misterioso, despiadado, mentiroso, complicado, confuso de entender y adicto al sexo. Siete era todo eso, una toxicidad enigmática de la que no podía escapar. La esencia adictiva que desprendía con cada una de sus caricias, y la bestialidad con la que siempre me cogía llevándome a la cima de un placer nunca antes sentido, sin duda hacía que ignorara todo lo que buscaba en un hombre.
Que me guste un hombre como él, sin duda me hace una masoquista.
— Alguien muy similar a tu tipo—respondí la gran mentira—. Alguien con quien pueda compartirlo todo y él haga lo mismo conmigo.
—¡Nas! — El grito infantil me torció el rostro atisbando a la niña atravesando el comedor y corriendo en directo a nuestra mesa.
Jenny tenía los ojos enrojecidos y ver todavía sus mejillas húmedas me hundió el entrecejo. ¿Por qué estaba llorando? No esperé que tras rodear la mesa y extender sus brazos, se estrellara a mi cuerpo y me abrazara.
— Me peleé con el Ogro —sollozo bajo.
El apodo me estremeció, ahora era claro para mí que incluso Jenny sabía la verdadera identidad de Keith.
¿Y por qué nunca me lo dijo?
—¿Te pelaste con Si...? —me mordí la lengua deteniendo de golpe mis palabras al darme cuenta de que estuve a punto de mencionar su clasificación. Pronto dejé que mis manos la tomaran de sus pequeños hombros para apartarla y secar una de sus lágrimas—. ¿Por qué te peleaste con el Ogro?, ¿qué ocurrió?
Aspiró por la nariz antes de levantar su brazo y señalar a alguna al otro lado de la mesa.
—Es que él estaba viéndote en el pasillo y no quiso...— detuvo sus palabras como si hubiese cometido un error, por otra parte, un cosquilleo se insertó en el estómago y estiré el cuello con tanta brusquedad torciendo mi rostro en la misma dirección que señaló.
Señaló el pasillo al otro lado del comedor, y ver nada más que un par de soldados recorriéndolo, volvió el cosquilleo estambre.
¿En serio estaba mirándome?, ¿y a dónde fue? La misma necesidad de buscarlo me invadió.
—Es muy cruel— volví la mirada a la pequeña quien fruncia sus labios en un berrinche—, siempre intento ser su amiga y le doy consejos y solo me hace a un lado, me rechaza...
—No le hagas caso—Gae intentó tranquilizarla—. Seguro estaba ocupado.
—Siempre está ocupado y siempre esta serio— secó los mocos con el dorso de su mano—, siempre lo estoy defendiendo, me preocupo por él y lo apoyo, aunque no me caiga muy bien, y me ignora.
En el área negra también se quejó de su comportamiento. Quizás si le decía a la pequeña que finalmente la recordé bien y recordé a Siete, conozca el motivo por el que me ocultó la identidad de él.
Pero decírselo delante del teniente no sería una buena idea.
—Le dije que, si seguía así, se quedaría solo y la verdad es que se ve muy solo —el berrinche en sus labios provocó ternura—. No sé porque no me deja ser su amiga, me preocupo por él.
Esta no era la primera vez que la pequeña se quejaba de él, en el área negra siempre decía que no le caía bien, que era muy serio y la ignoraba cuando le hacía preguntas.
—Es verdad, ¿por qué están sólitos? —soltó la pregunta llevando de nuevo el dorso de su mano a limpiarse la mejilla—. Y, ¿a dónde fuiste anoche? Estaba preocupada y fui a buscarte con Sophia pero no te encontramos.
Su reproche me selló los labios, cuando le di al bebé, ella no dejó de gritarme a dónde iba y por qué los estaba dejando. Fue una tontería dejarme guiar por la rabia que sentí, pero esperaba no cometer más errores como ese.
—Perdón, pequeña— mordí el labio—, no debí dejarlas así, no volveré a hacerlo, ¿sí?
—Bueno, pero, ¿por qué te fuiste?, ¿sucedió algo? —Alzó su mano recargándola en mi hombro—. Fuimos a tu cuarto, pero no nos abriste, ¿movías los muebles otra vez?
La vergüenza me tensionó y hundí las cejas, ¿qué si movíamos los muebles? Era evidente que escucharon el sonido del respaldo de la cama golpeando la pared. En serio quise detener a Siete cuando llegaron, pero no mentiré que la bestialidad con la que ese hombre me tomó fue tan exquisita que nubló mi cabeza y olvidé que Jenny estaba esperando en la puerta.
—El señor galleta dijo que estabas ocupada y seguramente no nos escuchabas, por eso nos fuimos y ya no te busqué.
¿Gae estuvo ahí también? El horror me extendió los parpados y sentí endurecerme mientras el calor abandonaba mi piel. Es cierto. Se me había olvidado por completo que enviaban a un soldado para cuidar de la habitación todas las noches. Eso quería decir que él también nos escuchó, ¿cierto?
El calor volvió concentrándose en mi rostro y no quise voltear si quiera a mirarlo de soslayo, manteniéndome en la niña y en lo que decía:
—¿De verdad acomodabas muebles?
Tuve que cerrar la boca y obligarme a responder.
—Sí, estaba acomodando algunos muebles—terminé mintiendo—, luego me fui a bañar.
Seguramente Gae sabía lo que ocurrió. Apostaba a que también sabía quién era el provocador de dicho sonido, ¿o no?
El único modo de salir y entrar al cuarto era atravesando la puerta, y Siete estuvo dos noches seguidas conmigo. ¿Y Gae no decía nada al respecto?
Él sabía que estaba comprometido. ¿Por qué seguía hablando conmigo como si no hubiera escuchado o visto nada?, ¿acaso era así?, ¿habrá pensando que Siete me ayudó a mover muebles? No, no podía ser tan ingenuo.
No entendía por qué su silencio, o por qué actuaba tan normal conmigo, y a poco estuve de traicionarme y mirar a mi lado, si no fuera porque otra duda golpeó mis pensamientos. ¿Él sabía que Keith era Siete? Ayer en el jardín dejó en claro que no había persona que conociera más de mí y de Siete que no fuera Keith Alekseev, por supuesto que siempre supo que eran la misma persona.
Eso me endureció la quijada, me molestaba, me molestaba que me ocultaran algo que no tenía motivo ni sentido ocultarme. ¿Cuántas personas aquí sabía la identidad de Siete y por qué no me lo decían? ¿Esa coronel también sabía quién era él?
—Con razón no me escuchaste, estabas ocupada...— apenas pude prestarle atención al asentimiento de la niña—. Por cierto, ¿por qué ustedes dos están solos? Los vi reírse muy campantes, ¿de qué se reían?
—Nos reíamos de cosas de adultos—la respuesta llegó instantánea de Gae, lo miré de rabillo, analizando su sonrisa, su comportamiento tan relajado me hacía dudar de que realmente supiera lo que sucedió anoche—. Nada importante.
—¿De qué cosas de adultos estamos hablando, señor galleta? — quiso saber ella, entrecerrados los parpados —. Se rieron dos veces, parecían divertirse sólitos.
Arqueé una ceja tras enderezarme a ella, ¿estaba molesta porque me encontró con él?
—No vas a entenderlas.
—Falta poco para que cumpla once años, yo creo que sí entenderé— sin dejar de cruzar sus brazos se sentó frente a nosotros—. Cuénteme, si voy a entender.
—En ese caso, te lo contaré— sentí al teniente removiéndome a mi lado, rozando parte de su hombro al mío —, hablamos del tipo de persona que nos interesa, ¿entiendes?
Quedó en suspenso y verla revolotear la mirada sobre la mesa mientras procesaba disminuyó un poco la molestia y la vergüenza.
—Ah, ya entendí...— su vocecilla me provocó un poco gracia—. Como pareja, ¿verdad? Pero usted no llena los requisitos de Nastya más que como amigo.
Que lo soltara tan galopeadamente y todavía diera una mirada al pasillo al otro lado del comedor antes de fruncir sus labios en un gesto de decepción como si esperara a que alguien apareciera, me inquietó. Y tal vez lo entendí o quizás no, pero, ¿sería posible que ella quisiera que Siete apareciera?, ¿por eso le dijo a Gae eso?
—Bueno, pero que rápido me estas tachando de su lista— rio a mi lado—. ¿Acaso eres la que decide quién califica y no para Nastya?
Ella asintió con una sonrisa en sus labios y luego negó rápidamente dejando que todos sus mechones se sacudieron golpeando sus húmedas mejillas.
—Es que yo sé cosas por eso lo digo— dijo y no pude evitar pensar que con esas cosas se refería a lo que vio entre Siete y yo—. No me cae mal, es un buen hombre, pero es muy amable para ella.
¿Muy amable para mí?
—Jennifer— el grito de un niño le ladeó el cuerpo y torció su rostro mirando a Gael quien se acercaba con una mueca disgustada en su rostro—. Sophia no deja de preguntar por ti, ¿vas a seguir jugando sí o no? Para decirle que deje de perder su tiempo esperándote.
—Espérate tantito—pidió ella y volteó devolviéndonos la mirada.
—Bien—canturreó el niño dándonos la espalda—, le diré que no jugaras. Te sacamos del equipo.
—¡No seas tan enanamente amargado! — gritó apretando los puños cuando se volteó en su dirección.
Una risilla resbaló de mis labios y no esperé que el teniente también riera entretenido por estos dos.
—No soy enano, niña fea, muévete o no juegas más —ordenó.
—Te me calmas que ya voy. Dame un segundo — exclamó y se volvió a nosotros—. Nas, ¿quieres jugar con nosotros? Estamos jugando a las traes, es muy divertido.
—Quizás más tarde— terminé diciendo—, ¿qué te parece?
Frunció sus labios, y estuvo a punto de decir algo más cuando de inmediato Gael dio zancadas hasta ella acortando la distancia.
—Listo— sostuvo, tomándola de la mano—, tu segundo terminó, la humana te rechazó.
Tiró de ella haciéndola volearse antes de que la obligara a apartarse de la mesa.
—¡Ay, de la mano no que no eres mi novio!
—Pero qué niños —el teniente volvió a reír a mi lado—. Si que tienen personalidad.
Seguí observándolos en tanto desaparecían de recepción. No imaginaría qué tanto les impedían hacer a unos niños como ellos en el laboratorio, pero recordaba que Jenny una vez mencionó en el área que no la dejaban jugar con los demás, la castigaban mucho, los dejaba encerrada en su cuarto, aprendiendo y entrenando.
Una vibración a mi costado hizo que Gae se removiera sacando el móvil de su chaleco, de nuevo me tensioné solo recordar que fue guardia de anoche en mi habitación y que, evidentemente sabía de Siete, al igual que Sarah y la niña. Esto era un desastre, ¿por qué ocultármelo? Hasta al teniente le pregunté por él y ni siquiera dijo nada.
Me frustraba mucho su silencio, sus mentiras, ¿qué les costaba decir quién era él cuando lo busqué tanto? ¿Debería ir con la niña? ¿O encaró a Gae y le pido una respuesta? Si le preguntaba podría aclarar algunas de mis dudas, pero, después de lo de anoche...
—Anya Ivanova quiere verte en su habitación.
Pestañeé inesperada por su aviso y giré observando cómo se guardaba el móvil en uno de sus muchos bolsillos.
—¿Quiere verme? — repetí muy confundida —, ¿por qué?
¿Acaso era para el interrogatorio? No, pero, ¿por qué en su habitación?
—¿Por qué no lo averiguamos? — me invitó—. Pero primero terminar de comer.
Con tantas cosas en mente y tantas emociones no tenía mucho apetito. Por otro lado, verlo sonreírme todavía me confundió más, me hacía creer que no sospechaba del hombre con el que estuve en la habitación, tal vez estuvo fuera en ese lapso de tiempo cuando Siete abandonó el cuarto.
—Hay algo que quiero preguntarte— empecé y mordí mi labio sin saber si esto era buena idea. Él ladeo su rostro curioso—. Es sobre Keith Alekseev.
La curiosidad en su rostro titubeó.
—No soy el más recomendado para responder preguntas sobre otros— se notó un poco inquieto—. Menos de un soldado como él.
—Sé que sabes que es un experimento.
—Sí— alargó enseguida—, no es muy difícil de darse cuenta de ello después de lo que ocurrió en la torre, o lo de anoche en el estacionamiento militar.
—Un experimento del área negra—continué con tanta lentitud las palabras, temiendo a cometer un error—, ¿verdad?
Sus labios se estiraron y no en una sonrisa, sino en una mueca.
—¿Sabes quién...? — Su dedo recostándose sobre mis labios me detuvo el resto de la pregunta.
—No—Aseveró su rostro, apartando su toque de mis labios—. No te conviene hacerme esas preguntas a mí.
Eso me bastó para saber que lo sabía, pero que me dijera esto me inquietó también. Tal vez tenía razón, las únicas personas en las que podría confiar con estos temas, era la niña y quizás Sarah.
Solo quería saber por qué me lo ocultaban...
—Entiendo— asentí lamiendo los labios. Miré un momento la charola antes de dejé el tenedor—. Iré a la habitación de Anya.
—Te acompaño—tomó su charola también—. Después de todo es parte de mi trabajo llevarte hasta ella.
No dije nada y me levanté en silencio, tomando la charola para acomodarlas junto a las otras que estaban sobre una de las barras. No tardé nada en salir del comedor y tomar el elevador junto al teniente.
Se acomodó a mi lado y sentí una agitación en el estómago a causa del movimiento del ascensor cuando comenzó a subir. El silencio entre los dos fue casi incómodo y no pude evitar mirarlo de reojo, reparar en ese perfil varonil y su respingona nariz, mientras repetía en mi cabeza lo que dijo en la cafetería.
—¿No eres de confianza? —acallé el silencio.
—Soy de confianza, pero todo lo que quieras saber de Keith pregúntaselo a él —me aconsejo —. Has tus preguntas con el único que puede darte responderte. No hables con nadie más porque podrías confundirte más de lo que ya te ves.
El ascensor se detuvo abriendo sus puertas y dándonos el pase libre al pasillo del segundo piso. Salí en silencio detrás de Gael. Quise hacerle una pregunta más, pero me mantuve en silencio, él tenía razón, no debía buscar respuestas en nadie más que no fuera el responsable de mis dudas. Pero, ¿cómo acercarme a él después de lo que recordé?, ¿cómo acercarme después de lo que me hacía sentir con todo esto?
No, tenía que dejar de ser tan débil, temerosa y cobarde, encargarlo y soltarle todo. Ya no quería quedarme callada y tragarme las dudas. Una vez terminara con Anya, iría a él.
Gae se detuvo en la última habitación levantando parte de su brazo y dejando que sus nudillos tocaran la textura de la puerta con tres golpes seguidos.
—Soy el teniente Gae—dijo en tanto me acomodaba a su costado.
Un extraño sonido al otro lado hundió su entrecejo y ver que nadie abría lo hizo repetir la acción.
—coronel — la llamó, su voz rebotó en el pasillo y por poco estuvo de golpear una tercera vez...
Cuando esa puerta fue abierta con lentitud por una figura femenina.
Ivanova titubeó bajo el umbral, con su rizado cabello desordenado, sus labios enrojecidos y su camisón rojizo que desnudaba por completo sus hombros y mostraba gran parte de sus pechos remarcando las areolas bajo la tela.
No era la única desconcertada al encontrarla así, Gae también la recorría con el mismo gesto.
—teniente Gae— jadeó con notorio nerviosismo, mirándome de reojo—. No creí que me traería a Nastya tan rápido.
Pero sí nos tardamos.
—¿Para qué me...?
—¿Querido no tienes que irte? —me interrumpió, mirando sobre su hombro.
Hundí el entrecejo, por un instante perdida hasta que ella abrió más la puerta dejando que esa enorme sombra aproximándose detrás de ella, llamara mi atención.
Levanté con brusquedad el rostro y no pude describir el impacto que azotó mi cuerpo cuando subí por todo ese tosco torso varonil y ese par de musculosos pectorales entallándose perfectamente bajo la playera militar, a ese rostro de mandíbula ancha en el que se dibujaban sombras estremecedoras a causa de los mechones que caían sobre sus sienes, los cuales intensificando esa sombría y penetrante mirada platinada fijamente sobre mí.
¿Qué hacía él aquí? Un pinchazo en el pecho me descompuso cuando di una mirada al aspecto de Anya y la devolví a él entendiéndolo todo.
Se acostó con ella.
¿Lo hizo?, ¿de verdad lo hizo?
Su rostro se nubló, todo me dio vueltas y un nudo del tamaño de un puño se atascó en la garganta cayendo hasta la boca de mi estómago. Una vez me pregunté qué sucedería entre él y yo cuando saliéramos del área negra, y esta era la respuesta más cruel y despiadada de todas.
Y quise huir de la escena, pero el impacto fue tanto que ni las piernas me respondieron dejándome plantada y con el ardor expandiéndose hasta la última de mis neuronas. No pude hacer más que apartar la mirada de él para mantenerme sobre ella cuando me di cuenta de que las lágrimas se me derramarían y me vería como una tonta dejándole en claro que lo que sucedió en el área negra y anoche, significó algo para mí.
—¿Para qué me mandaste a llamar? —odié que mi asperidad demostrara el enojo de encontrarlos así y el calor emergió hasta mi rostro al verla llevarse la mano con la sortija sobre su escoté, cubriéndose rápidamente los hombros al mismo tiempo en que lanzó una mirada tímida detrás de su hombre.
Me duele el estómago.
Sentí ganas de devolver el almuerzo y algo quiso apoderarse de mí y hacerme retroceder, me sentía tan ridícula, tan confundida y utilizada que lo único que quería era apartarme de todo y despejar la mente. No puedo con tanto, me estoy perdiendo en un túnel oscuro y sin retorno.
—Porque voy a interrogarte con lo que sucedió anoche— cruzó sus brazos bajo su pecho, remarcando sus senos y se recargó en el marco de la puerta—, ¿para qué más te necesitaría?
Me traicioné una vez más, mirando la sortija en su mano. Esto era un calvario.
—Creí que los interrogatorios eran en las salas con más profesionalismo—debería callarme, largarme y no seguir con este teatro absurdo.
Pero atisbar como esos largos y varoniles labios extendían su comisura izquierda, retorciendo cada centímetro de las perversas y sensuales facciones de su rostro, me hundió en un mar de emociones que me dejó inmensamente atrapada.
Malditas feromonas. Estoy tan herida y no puedo creer que siga babeando por él.
—La humana tiene razón—arrastró y con espesa lentitud, que lo odié con todas mis fuerzas cuando no pude quitarle la mirada de encima y sentir como mi corazón se reanimaba y aleteaba ante sus efectos en tanto desenfundaba el móvil al que no pude prestar atención—, vístete y haz el interrogatorio, tienes una orden qué cumplir.
El ardor quiso desaparecer de mi pecho intercambiándose por una descarga eléctrica cuando lo vi apartando a Anya y atravesando el umbral al tiempo en que levantaba su rostro y me mantenía la mirada. No pude mover una sola pieza de mi cuerpo cuando lo vi caminando en mi dirección, estremeciéndome con su intimidante acercamiento, empequeñeciéndome con la ferocidad de esos orbes de un frívolo plata que no se apartaron un solo instante de mí.
Centímetros hicieron falta para que palpara mi cuerpo en todo sentido, y me rodeó. Entreabrí los labios cuando sentí el roce de su intenso calor a mi lado, y seguí tiesa ante la infernal presencia de sus nudillos deslizándose a lo largo de mi espalda, los segundos se volvieron sempiternos al ser capaz de sentirle sostener entre sus dedos un mechón de mi cabello. El cosquilleó me atravesó el cuerpo y estremecí contra mi voluntad.
Un nudo de sensaciones que desapareció cuando él se apartó de mi espalda, dejándome sentir el vacío y la terrible confusión, esa misma en la que seguiría ahogándome si no encontraba el modo de ponerle final a lo que una vez me dejé sentir por él.
—No te preocupes, haré lo posible por hacerlo — Anya se mordió el labio mirando al pasillo, y no quise hacer lo mismo al sentirme hastiada —. Puede retirarse teniente, yo me haré cargo de ella.
Ni siquiera miré a Gae retirándose, manteniéndome en la mujer que seguía mostrando satisfacción en tanto acariciaba su anillo.
—Esperare en mi cuarto hasta que te cambies —espeté, apenas dando un paso atrás.
—Ya estás aquí, así que hacerte esperar solo para ir a una sala es una pérdida de tiempo y además, no va a ser un interrogatorio largo, así que entra— se hizo a un lado, invitándome a pasar.
Arrastré aire y tras exhalarla, entré atravesando el corto pasillo hasta la habitación, mi pesadilla creció más, mostrándome en el centro del cuarto una cama con las sábanas desarregladas, y en la mesilla, el bote de pastillas anticonceptivas, abierto.
Sí lo hicieron. Sentí cómo algo se apagaba dentro de mí.
—Disculpa el desorden— Anya pasó a mi lado, acomodando más o menos la cama y levantando el sujetador del suelo que pronto comenzó a ponerse al darme la espalda—. Keith se ira al campamento, así que tuvimos una rápida despedida ya que no nos veremos por unos días.
Mi mentón tembló y odié el escozor adueñándose de mis ojos como también los vuelcos aumentando en mi estómago. Tuve que endurecer el rostro y tragar, rogándome por no vomitar aquí y delante de ella. Levanté la mirada queriendo despejar mi mente y tranquilizarme, pero encontrarme con esa playera varonil color negra en el suelo y recordarme a mí atada en la cama, con él sobre mi recalcándome que no hacía falta su camisa para complacer mis fantasías cuando lo tenía a él, no me ayudó en nada.
—¿Qué? —me preguntó, analizándome como si tratara de hallar algo en mi—. ¿Estás decepcionada?
—¿Por qué lo estaría? — Apreté la mandíbula conteniéndome a soltar algo de lo que me arrepentiría.
—No lo sé— Encogió de hombro —, supongo que esperabas que mi prometido se quedara, ¿o me equivoco?
¿En serio me lo estaba preguntando? Solo quería terminar con este maldito interrogatorio y alejarme de todo.
—No estoy entendiendo—fingí confusión—. ¿Este interrogatorio se trata de lo de anoche o de tu prometido?
Contrajo sus cejas, por un momento pareció perdida con mi reacción y negó antes de sentarse en la cama.
—Se trata de todo en realidad— informó mirándose de nuevo la maldita sortija —. El soldado Keith y yo estamos al tanto de ti, Nastya. Como sabes, estamos esperando a que recuerdes algo del laboratorio y nos brindes información. Pero por ahora, en vista de que aparentemente sigues sin recordar, el interrogatorio se tratará de lo ocurrido en el estacionamiento.
Me miró esperando a que dijera algo, por mucho que indagara en lo que recordé no había nada que pudiera servirle para lo que supuestamente, buscaban obtener de mí.
—No creo mucho en la versión de los hombres, dicen que los seguiste, pero tengo claro que no te metiste por ti sola en ese camión. No obstante, los dejé libres—su respuesta apenas me molestó, pero de algún modo sentía que algo así iba a hacer—, sé que eso puede incomodarte y si hubieras estado anoche para interrogarte las cosas pudieron ser distintas. Aunque les di una advertencia de que no se les permitiría tocar los mismos lugares que tu estuvieras ocupando. Por eso te mande a llamar antes de que surtiera un encuentro entre ustedes, quiero tú versión de los hechos y así sabré cual es la mejor decisión para tomar, Nastya.
—¿Una decisión para encerrarlos a ellos o a mí?
—¿Por qué? —indagó, inclinando un poco su rostro sobre su hombro —. ¿Acaso hiciste algo malo como para encerrarte?
Detesté haber hecho aquella pregunta.
—Recordé algo y cometí el error de ir tras ellos y golpear a Frederick y a otro de los suyos —revelé—. Aunque estuvo mal no me arrepiento de golpearlo, se lo merecían.
—¿Tanto como la muerte? — inquirió contrayendo sus parpados —. Como sabrás Frederick perdió la vida esa misma noche.
De nuevo mi mente me traicionó, recordando como Siete apareció quitándome a Frederick de encima. El bramido de él se reprodujo en mis oídos como el crujir de sus dedos siendo arrancados uno a uno de sus manos. Nunca lo había visto en su etapa más bestial ni mucho menos sentir que disfrutaba de su sufrimiento, así como de su muerte.
Que lo matará con tanta facilidad, todavía me tenía perturbada. No diré que quería que sufriera y pagara por lo que me hizo, pero no imaginé que Siete terminaría con su vida.
—¿Qué fue lo que recordaste? —pareció confundida.
—Lo que me hicieron en el sótano —no dudé en responder sin titubeos.
Frunció más su entrecejo en tanto se cruzaba de piernas.
—Adelante, sigue hablando— me pido—. Es mejor que me lo digas de una vez, mi prometido creé que cometí un error al dejarlos libres, me ordenó encerrarlos y hacerte el interrogatorio de inmediato. Así que dime, ¿qué te hicieron?, ¿qué fue lo que recordaste?
Una sensación cálida apenas tentó mi pecho saber que se lo ordenó ella. Y estuve por llevar la mano al bolsillo de mis jeans y sacar el móvil para enseñarle el audio, pero recordé cuando Dmitry me entregó a Jerry, algo de todo lo que me preguntaron en esa sala seguía sin encajar en todo esto y el temor de enseñárselo me mantuvo con las manos quietas.
Quizás no haya necesidad de utilizar esta evidencia todavía y ella podría creerme con solo darle palabras. Si no me creía, entonces le mostraría una parte.
—Me llevaron a un sótano en donde me ataron al drenaje—Endurecí el rostro sin mostrar una sola pizca de emoción—. Me golpearon, cortaron mis tobillos y me envenenaron también.
Mi respuesta fue tan simple que sonó a mentira. Y no, no iba a decirle qué más me hicieron, tuve demasiada humillación en el pasillo, no quería que ella me tuviera pena. Aunque, no sabría describir la reacción en su rostro, esa mirada cayendo al suelo cómo si tratara de descifrarme una mentira.
—¿Te cortaron los tobillos? — repitió, señalándome a los pies—, ¿y también te envenenaron?
—Si no me crees, pregúntale a tu prometido—incité —, él escuchó todo lo que Frederick dijo. ¿O por qué no? Pregúntale a Siete, estoy segura que él les dirá cómo fue que me encontró en ese sótano.
Levantó la mirada como si nombrar dicha clasificación no le agradara del todo.
—¿Tienes alguna idea de por qué te hicieron eso, Nastya?
No sabía si mencionarle lo del frasco de sangre, Siete me creyó cuando se lo conté en la ducha, pero, ¿y si ella creía que era una involucrada también?
—No—mentí—. Un hombre les pidió que me llevaran lejos, tengo vagos recuerdos de ellos llevándome fuera de un bunker, pero es todo.
Además de eso, recordaba la mordaza que pusieron en mi boca para que no hiciera ruido. Frederick la subió cubriéndome también la nariz, la apretó tanto que estuve a punto de quedarme inconsciente en el camino. Sus risas cuando no tropecé y las piernas no me reaccionaban a causa de la falta de oxígeno, seguían intactas.
—Ahora dime lo que ocurrió anoche— me ordenó—, desde el momento en que apareciste y lo golpeaste, ¿qué más ocurrió?
No supe qué cara poner con su asperidad.
—Después de que lo golpeé me agarraron por detrás, Frederick les ordenó llevarme al camión y cuidar que nadie viniera al estacionamiento — empecé.
—¿Todos estuvieron de acuerdo?
Estuve a punto de asentir, pero entonces recordé a Dmitry interrumpirlos y respondí:
—No— negué al instante—, uno les pidió soltarme y se fue.
—¿Qué sucedió cuando te metieron al camión?
La respiración me pesó, ¿quería que se lo contará todo con detalle? No quería tener que decirle que tras burlarse de mi dolor y de lo que produjo cuando me masturbó, deliró con lo que quería hacerme también, me golpeó y se puso encima de mi desajustándose el cinturón.
Ella notó mi incomodidad al ver la expresión en mi rostro.
—Prefiero escucharlo de ti antes que hacerme ideas que podrían no ser—enfatizó.
—Se me echó encima— clarifiqué antes de agregar: —, y no precisamente para golpearme. Uno de sus cómplices estaba en el camión, viendo todo en primera fila.
Su mandíbula se apretó, estaba perturbada y no esperé verla desenfundar del bolsillo de su camisón su teléfono celular antes d teclear en la pantalla, escribiendo un mensaje.
—Si te hubiera hecho el interrogatorio anoche, todo sería más sencillo—escupió y me levantó la mirada—. Ya no tendrás de qué preocuparte, serán transferidos al campamento a excepción de Dmitry Belov, él fue el que notificó lo que estaban haciendo...
Miró al frasco de pastillas anticonceptivas antes de cerrarlo.
—Entonces este interrogatorio terminó.
Quiero irme de aquí, quiero tomar aire fresco y despejarme de todo lo que vi.
—No. Aún no ha terminado—me encantó guardando el recipiente en su cajonera—. ¿Sabes, Nastya? A veces me comporto como una bruja, pero es parte de mi trabajo serlo. He tenido muchos papeles, y he completado misiones sin un solo error. Soy justa y me gusta la justicia, me gusta que se me hable con la verdad. Te creo con lo que ocurrió y le creo a mi pareja, pero hay una cosa que siento que me estas ocultando.
Se levantó de la cama dando un par de pasos frente a mí, el modo en que empezó a estudiarme me dejó atenta.
— ¿Qué más has recordado?
Mi menté hizo un resumen de todos los nombres, todas las caras, todo lo que por ahora recordaba que sucedió en el subterráneo, pero algo en mí estaba segura de que estas preguntas iban por otro rumbo muy diferente al tema tocado en este interrogatorio y el que se me hizo por primera vez.
—Mencionaste al experimento del sótano, ¿es a él a quién también recordaste?
El picor volvió en mi pecho y la ansiedad me aceleró la respiración, sentí como en la punta de mi lengua tintineaba con darle una respuesta. ¿Qué cara me pondría si le mencionaba que lo recordé a él? ¿Qué tanto me diría si se lo dijera? ¿Pasaría por algo el consejo de Gae y le haría las preguntas a la persona menos indicada? ¿O esperaría a no tener ninguna respuesta ahora que él se fue y me seguiría envenado con todo tipo de ideas?
—¿Te vas a quedar callada o me vas a responder? —parecía irritada—, ¿a quién más recordaste?
No pude contenerme más, tenía que averiguarlo de una vez por todas.
—A Siete— respondí sin titubeos—. Lo recordé a él.
(...)
¡AH! TREMENDA BOMBA LA QUE SE VA ARMAR.
Un capítulo finalmente largo y estoy tan emocionada. En serio espero que les haya gustado mucho, ya se acerca...¿ qué se acerca? Pronto, lo sabrán.
LOS AMO MUCHO.
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