¿Qué demonios es él?
¿QUÉ DEMONIOS ES ÉL?
*.*.*
Disfrútenlo.
LOS AMOOO
.
Se sentía como si el mundo entero estuviera conspirando en mi contra, y divirtiéndose con verme en este tipo de situaciones.
Quedé en suspenso, con la mente en blanco, eso fue lo primero que sucedió y de lo primero que me di cuenta.
Cada una de mis neuronas se congeló por completo dejándome en un trance largo. Estaba en shock con los ojos moviéndose perdidamente en toda esa oscuridad delante de mí. Y a pesar de no vislumbrar nada, podía sentir con claridad la profunda intensidad de esos orbes reptiles observarme, reparando en mi rostro pulgada a pulgada y a una distancia perturbadoramente corta. Así lo sentía, como también sentía que él estaba disfrutando de mi conmoción.
—Es que yo...—Los labios me temblaron cuando los separé con la intención de dar una excusa. El problema fue que de ellos no salió otra cosa que todo ese dióxido que mis pulmones habían detenido en el pecho.
Estaba muda.
Quedarme callada era una muy mala opción, eso me repetí cientos de veces. Pero estaba tan asustada de haber sido descubierta que hasta la voz huyó de mi garganta, esa que tragó saliva cuando repentinamente me sentí sedienta. Maldije cuando por segunda vez, cerré y abrí la boca deseando que de ella saliera alguna excusa. Rogando en mi interior de que algo se iluminaba en mi cabeza, cualquier palabra, cualquier mentira que pudiera soltarle para encubrir mi verdadera intención, pero nada venía a mí.
Mi cabeza estaba vacía.
Y eso solo me hizo repetir aquel movimiento de labios varias veces mientras sentía como mi pecho comenzaba a subir y baja en respiraciones aceleradas y nerviosas, cada vez más rápido, apretándose todavía más contra su torso tosco, ese que sin duda el sentí tensar y enzurdecer como si retuviera de golpe su aliento.
Pero lo que no esperé fue sentir otra vez, ese brazo que rodeaba mi cintura contraerse más, y esos dedos que antes se habían deslizado por la curva de mi cintura, devolverse a mi cadera para apretarla con firmeza.
Lo segundo que no esperé, fue sentir mis brazos colgándome a los costados, y ese hecho me perturbó. Desde que me estampó contra su cuerpo duro y lleno de un calor que empezaba a infestarse en mi piel, mis brazos no habían hecho ningún esfuerzo por levantarse y empujarlo, romper su agarre y apartarme de él. ¿Por qué? Los sentía pesados, pero no débiles, era como si simplemente no quisieran moverse y obedecer a mi conciencia. O lo poco que quedaba de ella.
—Mujer...
Mis labios se sellaron, si antes me sentí aterrada por no pensar en una mentira para explicarle, ahora me sentí horrorizada cuando en lo alto de mi garganta un gemido amenazó con atravesarme los labios a causa de la manera en que su ronca voz pronunció la erre casi como un ronroneo.
—Te advertí que no me hicieras poner los ojos en ti—me recordó, y fue inevitable no imaginar su voz en tonalidades graves y roncas abandonando sus carnosos labios a centímetros de mí.
Y suspiré.
No pude estar más confundida que saber que un suspiro largo había desinflado por completo mi cuerpo contra el suyo. Pero ese suspiro no fue lo único que provocó su crepitante voz.
Un estremecimiento viajó desde el centro de mi cara donde su aliento se había impregnado, hasta la tira de músculo más pequeño y oculto en mi vientre donde sentí esa incómoda humedad contrayendo mi pelvis hacia su entrepierna... donde una de sus armas era lo único que se apretaba contra la delgada prenda ocultando mi...
¿...qué?
Pestañeé perdidamente confundida a causa de mi propia acción, de mis propios pensamientos que nada tenían que ver lo que había ocurrido. Más perdida me sentía al darme cuenta de que ya no sabía que estaba sucediéndome. Era como si el haber sido descubierta por él hubiera dejado de importarme. Como si ese miedo hubiera desaparecido.
Lo que también terminó desapareciendo, fue el laboratorio canino en el que nos encontrábamos, y esa montaña de escombros junto a nosotros, de la cual estaba un par de piedras y arena terminaron resbalando de lo alto, golpeando levemente el agua en el que apenas produjeron un chapoteo.
No pude préstale atención ni a la forma en que algunas gotas de agua se estamparon contra la parte baja de mis desnudos muslos, ni al sonido producido por las piedras, cuando los dedos que presionaban mi quijada se deslizaron inesperadamente al mentón en una caricia demasiado sutil.
—No pasaré por alto lo que escuché en el baño— esas palabras trataron de reproducirse en mi cabeza, hacer un vuelco y quedarse ahí como una advertencia.
Una advertencia que rápidamente se disipó para ser intercambiada por mis párpados cayendo como suaves cortinas al sentir el leve movimiento de su pulgar acariciando mi mentón.
Me atrapé repentinamente disfrutando de aquel toque de su cálida yema, tragándome ese jadeó que por poco y estuvo a punto de traccionarme. Me maldije en las entrañas. ¿Qué demonios era esto? Me sentía como si parte de mi cerebro hubiese tenido un hormigueo excitante que se abalanzaba con suavidad en el resto de mi cuerpo para hipnotizarlo.
Era como si perdiera el control de mí misma. Como si mi cuerpo estuviera deshaciéndose pieza por pieza a los pies de este experimento.
Y eso, definitivamente era algo que no quería.
—Menos la forma en que te encontré en el sótano— Su voz ronca pronunciando marcadamente la erre otra vez hundió mi entrecejo de frustración, quise decirle que dejará de hacerlo, solo lograba más desvanecer mis pensamientos—. Estas ocultando algo, y eso es lo que me vas a contar.
Una repentina olla de agua helada cayó sobre mí de la cabeza hasta los pies, cuando esas palabras espetadas con brusquedad tintinearon en mi cabeza, perforándome de tal forma mis sentidos que mis parpados volvieron a extenderse con miedo.
Volví a mis sentidos, o al menos, estaba volviendo a ellos. Apenas pude mover el rostro hacia un lado deseando que esos dedos me soltaran el mentón. Pero me arrepentí de inmediato terminando estremecida cuando la punta de mi nariz se deslizó perturbadoramente sobre aquella piel húmeda y carnosa.
— Suéltame— susurré, tragando con demasiada complicación, sintiendo mi respiración entrecortada—. No me dejas pensar en nada.
La voz se me había escuchado como una notable petición, rogando que se apartara.
—Ese no es mi problema—la potente vibración en su pecho me desinfló.
Cada fibra de mi composición se sentía como si repentinamente hubiera sido cautivado por su toque y su masculinidad, robándome la más mínima movilidad. En mi vida había sentido perder los estribos por un hombre... sintiéndome tan vulnerable, tan debilitada, tan encantada por uno.
Y él era un experimento.
Algo estaba mal, pesimamente mal conmigo. ¿A caso él estaba produciendo algún efecto en mí? Lo irónico era que le estaba pidiendo que me soltara cuando no estaba ni intentando escapar de él.
Rápidamente levanté uno de los brazos para que mi mano se estampara contra su muñeca con la intención de jalarla y romper su agarre. Rodearla y tirar de ella fue todo lo que pude hacer antes de tratar de empujarme lejos de su cuerpo. Pero el hombre era más fuerte que yo.
—¿No me vas a soltar? —retuve la fuerza de mi voz entre mis dientes.
Él apretó con demasiada fuerza mi mentón de tal forma que un gemido de dolor se escupió de mi garganta. Estaba haciendo presión en la herida que tenía en ese lugar.
—¿Qué sucede humana? — su voz repentinamente se engrosó, repentinamente como si retuviera un gruñido cansado y hastiado de mí—. ¿Te asusta que te tenga pegada a mí?
—¿Asustarme? No me gusta, suéltame — le encaré tratando de no exclamarlo, y aunque traté de que mi voz no temblara, fallé completamente—. Quiero que me sueltes, no hay razón para que me tengas así.
—¿Que me asegura que una vez lo haga no intentarás escapar otra vez? —Mi corazón saltó ante su potente voz y ante el tirón que sentí de sus dedos en mi mentón, levantando todavía más mi rostro, ahogando otro quejido de dolor entre mis apretados dientes.
—¿En serio crees que puedo escapar de alguien como tú? — espeté entre dientes—. ¿Un experimento grandote y con super habilidades?
—No y aun así no te voy a soltar —recalcó con bestialidad—. Razones me sobran para tenerte como quiero, ahora responde mi pregunta.
—¿Cual pregunta? —mentí, solo no quería responderle y salir de esta.
—¿Cual pregunta?— repitió con una lentitud tan amenazante y aspera que me hizo tragar.
—Sí, no sé de qué estás hablando.
El brusco apretón en mi mentón me arrebató un quejido de dolor.
—Deja las tonterías y respóndeme antes de que pierda la paciencia—su advertencia me congeló otra vez—. ¿Por qué intentas escapar?
No supe que decir, qué responderle, qué explicación darle de por qué intenté escapar. Todo lo que pude hacer mientras trataba de crear una maldita historia en mi cabeza, fue quedarme callada durante esos largos segundos en que me di cuenta de que él no me soltaría.
Y de repente, algo sucedió.
Mis parpados se abrieron perturbados cuando sobre mí, ese par de orbes grisáceos comenzaron a vislumbrarse poco a poco y de una manera tan escalofriante que me estremeció. Sus ojos no fueron lo único que empezaron a dibujarse bajo la oscuridad, sino ese rostro alargado de mentón ovalado cuya quijada se mantenía apretada, también. Cada parte de su masculino rostro, y su imponente figura fue alumbrándose debido a una inesperada luz blanquecina apareciendo con fuerza cada vez más detrás él. Alumbrando, incluso, la montaña de escombros junto a nosotros.
Era una linterna a la que no le presté demasiada atención al quedar atrapada en él, reparando si lugar a duda en esos orbes diabólicos repletos de largas e innumerables pestañas negras, observándome a una distancia corta en la que no solo nuestras narices estaban a solo un centímetro de palparse, sino nuestros labios a tan solo pulgadas de rozarse...
Pulgadas que inquietantemente quise eliminar...
De repente, cuando atisbé la manera en que sus cejas se tensaron y esos labios se cerraron apretando su ancha quijada, sentí la fuerza de su brazo alrededor de mi cintura disminuir y la mano que sostenía mi mentón apartarse, soltándome inquietantemente el rostro.
Y nuevamente me perdí sintiendo esa ausencia de su cálido toque en mi mentón.
— ¿Qué sucede, Siete?
Esa inesperada voz masculina, levantándose detrás de su cuerpo, y alargándose sobre nosotros lo suficiente como para hacerme pestañear, le endureció a él la mirada, le hizo todavía apretar más la mandíbula.
Mis músculos recibieron una descarga eléctrica cuando aquel brazo rodeando mi cintura se deslizó fuera de mi cuerpo de un solo golpe. Creí que me liberaría en ese instante en que también le sentí apartar su cuerpo de mí, retrocediendo un solo paso como para que su torso dejara de rozarse con mi pecho, trasferir ese inquietante calor que solo me hizo pestañear. Pero entonces, esos dedos largos dedos se deslizaron alrededor de mi antebrazo derecho para tomarlo con fuerza.
Enseguida, parte de su cuerpo se torció al igual que su rostro lo hizo lo suficiente como para que su mirada quedara clavada en el uniformado nos estaba alumbrando con su linterna, al pie del laboratorio que daba al pasillo donde estaban todos los demás. Solo darle una corta mirada, todavía perdida por lo que acababa de suceder, me di cuenta de que se trataba del militar que lideraba al grupo junto a él, ese cuya mirada grisacea no dudó en reparar en mi con severidad antes de devolverle la mirada a Siete.
Era el teniente del que habló Blanco 09. El cual también estuvo en el sótano donde fui encontrada.
—¿Hay algún problema con ella? — preguntó. Fue perturbadora la manera en que mi mirada voló para clavarse en el perfil del experimento, en esos orbes diabólicos que no se movían de encima del militar.
El temor se adueñó de mi en forma de una opresión en el pecho, llenándolo de temor. ¿A caso le diría que traté de escapar?
Sí, estaba segura que le diría.
—Regresa—le ordenó Siete, su voz envuelta en un tono espeso y bajo me apretó los labios, confundida—. Haremos lo mismo enseguida.
¿Haremos lo mismo enseguida? Repetí su pregunta en mi cabeza, viendo como el militar asentía tras hundir su entrecejo sombreado a causa del casco.
— No se tarden— pidió —. Aquí el tiempo que transcurre es importante para nuestra supervivencia y todos tenemos que salir con vida.
Pronto se giró llevándose consigo la luz de la linterna que ponto volvió a ocultar nuestros cuerpos en una terrible oscuridad.
Nuevamente todo se volvió silencioso, solo dejando el sonido del agua siendo movido por los pasos del militar alejándose cada vez más devuelta al pasillo, como único sonido zumbando en mis oídos. Volví a sentirme confundida, no comprendí por qué no le mencionó lo que estuve a punto de hacer que eso había sido suficiente como para desconfiar de mí.
Ningún sobreviviente inocente trataría de escapar de un montón de militares armados y completamente preparados que habían venido para rescatarlos y llevarlos al exterior.
—En cuanto a ti, mujer...—Respiré hondo soportando un quejido en mi boca que no había sido a causa de su voz alargando esas palabras, sino de su mano apretando con tanta fuerza mi brazo que volví a quejarme.
Un quejido que se ahogó en lo profundo de mi garganta...
Cuando la helada boquilla de un arma se presionó inesperadamente en mi frente.
El horror rasgó mis entrañas al igual que lo hizo un despavorido estremecimiento endureciendo mis músculos, reteniendo mi respiración. La mirada se me perdió en toda esa oscuridad en la que traté de encontrar su rostro...
—Intenta escapar una segunda vez— soltó cada una de esas palabras llenas de un tono engrosado y severo—, y no dudaré en dispararte.
Soltó mi brazo de un movimiento brusco, y eso no fue lo único que hizo. En tan solo ese segundo en que su voz de repitió en mi cabeza, la boquilla de su arma también se alejó de mi frente.
Me estremecí.
Despavorida ante su amenaza, escuché como el sonido del agua aumentaba en la lejanía.
Mis ojos apenas pudieron vislumbrar su ancha silueta apartándose cada vez más, debido a la poca luz del pasillo—en el que se encontraban los otros— adentrándose en el laboratorio.
Se está a yendo.
Estaba dejándome atrás.
Y eso somo me hizo darme cuenta de que él sabía que su amenaza bastaba para mantenerme quieta...
Y perseguirlo como perro con la cola entre las patas.
Sabía que no intentaría escapar otra vez.
Quizás él estaba en lo correcto pensar que su advertencia me detendría, pero también se equivocaba.
(...)
Aferré mis dedos todavía más al manto térmico— ese que después de lo ocurrido en el laboratorio canino, había vuelto a levantar para cubrir mi desnudes.
Y miré, con una mueca muy notable en mis labios, las enormes grietas alargándose en el techo del corredizo del primer bloque de habitaciones. No dejaba de vigilar esas gotas de agua resbalando del interior de las grietas cayendo una a una al agua que cubría mis rodillas. No era la única que observaba las grietas que amenazaban con terminar de partir el techo y romperlo, los demás sobrevivientes también se mantenían atentos, mientras pasaban por debajo de todas ellas.
Y es que no hablábamos solo de grietas largas, había zonas del techo sobre nosotros o frente a nosotros hundidos hacia abajo, amenazando con caer en cualquier momento.
Ni podía creer que este fuera el camino que los uniformados habían marcado para sacarnos de aquí.
Mejor dicho, sacarlos a ellos.
Rápidamente mi mirada se apartó de las grietas para clavarla hacia los uniformados que se acomodaban a metro de mí, mirando con severidad esa figura masculina que pertenecía al experimento Siete. Él se mantenía a tan solo dos metros de distancia de mi.
Desde que dejamos atrás el laboratorio canino y las salas en las que se guardaban los fetos de las bestias fallidas, en ningún momento giró a mirarme, en ningún momento lanzó una mirada de rabillo para prestarme atención. Solo permaneció con sus parpados cerrados y su rostro en movimiento hacia adelante.
Y aunque me sentía un poco aliviada que no girara a mirarme, no dejaba de pensar en él. Ni en lo que ocurrió y ni en lo que me hizo sentir.
Se me sacudieron los músculos a causa de un escalofrío solo recordar todas esas sensaciones tan desconcertantes que se abrazaron a mi piel a causa de la manera en que rodeaba mi cintura para mantenerme pegada a su cuerpo, y esa mano tomándome del rostro para mantenerme cerca del suyo... Estaba anonadada y perdida por la manera en que mis sentidos se habían bloqueado con su voz.
Una parte de mi quería saber qué demonios me había ocurrido, pero otra parte simplemente quería ignorarlo, repitiéndome que no era importante repasar lo que sentí, sino lo que él dijo...
No voy a pasar por alto lo que escuché en el baño. Eso fue lo que él soltó en un tono bajo y serio. ¿Se refería a lo que susurré cuando estuve dentro del baño? No, no, claro que no. No había manera, era una tontería. Elizabeta nunca mencionó algo sobre tener un súper odio, solo repetía que eran bastante buenos mirando temperaturas, sanando y sintiendo vibraciones.
Sabía que los experimentos eran mejores escuchando en el silencio que nosotros, pero no demasiado. Él estaba bastante lejos del baño, escuchar desde su lugar lo que susurré ahí dentro era imposible.
Era imposible, ¿cierto?
Si para Chenovy no fue imposible crear estos hombres artificiales capaz de ver temperaturas, tampoco lo sería perfeccionar su sentido auditivo...
Sentí que estaba comenzando a alterarme solo pensar en eso. Dije mi nombre, no mi falso nombre, sino mi verdadero nombre, e hice menciones acerca de que debía escapar de ellos. Por eso me hizo esa pregunta, ¿cierto?
Por eso me preguntó que, ¿por qué de todos los sobrevivientes era yo quien quería escapar?
¡Maldición! Esta confusión estaba estresándome mucho.
No dije nada sobre lo que hice en el laboratorio, pero el hecho de decir que tenía que escapar y sobrevivir ya era un riesgo. Si él sospechaba que yo era una de las que soltó los gusanos, estaría acorralándome hasta decir la verdad, en vez de dejarme seguir, ¿cierto? Eso quería decir que no sospechaba de mí.
Pero él dijo que yo escondía algo, de cualquier forma, sabía que escondía algo...
Quise golpearme la cabeza cuando mi propia conciencia empezó a atacarme y contradecirme.
Sí, era un hecho que sabía que yo ocultaba algo, nadie querría escapar de un grupo completamente armado nomas porque sí. Pero si de algo estaba asegurándome ahora mismo, era que él no sospechaba que yo fuera una de esas personas que inició con este infierno.
De ser así, ahora mismo no estaría viva.
Un chapoteo inesperado de agua detrás de mí, me hizo salir de mis pensamientos y dar una mirada encima de mi hombro para mirar hacia la dirección en la que el movimiento del agua siguió emitiéndose con más fuerza. Mi mirada se clavó en esa pequeña figura de un infante de al menos 10 años de edad, apresurando con desesperación sus pasos para aferrarse al camisón de la enfermera blanca.
Ella no tardó en detenerse de golpe y bajar el rostro antes de reparar en él y la manera en que su pequeño rostro palidecido de miedo revisaba el agua en busca de algo.
—¿Qué sucede, 31 Rojo? — le preguntó ella en un tono bajo, apretando un momento sus brazos alrededor del cuerpo del infante que dormía en sus brazos, antes de pestañear y reparar en la manera tan extraña en que el niño siguió mirando el agua.
—Algo estaba deslizándose entre mis pies— explicó con rapidez, deslizando uno de sus manos lejos del camisón de la mujer para apuntar al agua— y trató de tirar de mí...
Eso último me hizo detener mi caminar también, dándole una mirada al agua sucia que hundía un poco más de mis muslos.
¿Algo tiró de su pie? ¿Algo? Confundida, torcí mi cuerpo y parte de mi rostro en todas direcciones del suelo, buscando como si entre la poca iluminación del corredizo y la poca trasparencia del agua pudiera visualizar algo dentro de ella.
Claro que no podría ver nada, pero era un hecho que entre toda esta agua había montón de residuos y material. Debió tropezar con algún metal en el suelo o una pequeña pila de rocas o tierra, no podía ser por otra cosa.
—Hay mucha materia en el agua, debió ser plástico o alguna otra cosa lo que se atoró en tu pie— soltó la enfermera blanca, leyendo mis pensamientos. Pronto, apartó un brazo del cuerpo del pequeño dormido sobre su hombro solo para estirarlo y acariciar la cabeza del infante asustadizo—. No es nada, tranquilo.
—¿Esta todo en orden? — Esa pregunta me alzó la mirada de golpe del infante para colocarla en el teniente Gae quien se había detenido para observar la situación.
No fue el único que se detuvo a causa del ruidoso chapoteo, solo reparar en todos esos cuerpos y ver que algunos rostros se habían girado para mirar. Me tensé cuando entre todos ellos, mi mirada tropezó con la de ese experimento. Él también se había detenido, pero sus orbes diabólicos no se encontraban sobre la enfermera o el cuerpo tembloroso del niño, sino sobre mí.
Su imponencia y potencia me hicieron temblar, me tenia vigilada y recordar la boquilla del arma en mi frente me obligó a romper con el contacto y mirar de nuevo al niño.
—Sí, esta todo bien—soltó en un tono bajo la enfermera sin dejar de mirar al infante aferrándose a su camisón—. Vamos 31 Rojo, tenemos que seguir.
El infante respiró hondo antes de asentir, mirando por última vez el agua— como si desconfiara o creyera que un monstruo saldría de ahí—, para luego comenzar a caminar al lado de la enfermera. Poco después el resto del grupo también siguió el camino en silencio, caminando al interior de un siguiente bloque de habitaciones con lentitud. Cada uno, tal como el momento en que abandonamos la sala de descanso y el laboratorio canino, se dedicó a vigilar con sus parpados cerrados todo a su paso mientras entre sus manos apretaban las armas.
Era una especie de milagro que desde entonces permaneciéramos a salvo, sin ser atacados. Y resultaba, más que tranquilizador, desconcertante, porque en este lugar demasiado silencio o tranquilidad era una señal de que algo horrible estaba a punto de ocurrir.
Esperaba equivocarme.
Los experimentos eran buenos viendo a una gran distancia, eran buenos encontrando temperaturas tanto de contaminados como de vivos, sentían las vibraciones y podían saber a qué distancia se encontraban. Así que cualquier extraña cosa que ellos vieran o sintieran, estarían dándonos el aviso y preparándose para atacar.
Solté una temblorosa respiración antes de obligarme a salir de mis pensamientos y dejarme pasear la mirada en el pasadizo de habitaciones que recorríamos desde hacía algunos minutos. Observé las puertas enumeradas que se alargaba cada cierta distancia del pasillo. Eran las habitaciones de algunos trabajadores.
Las habitaciones de los trabajadores se acomodaban según el área en el que les tocó trabajar en el laboratorio. Estos bloques de habitaciones que estábamos recorriendo no estaban lejos del área canina o de la biblioteca.
Seguí recorriendo con la mirada el corredizo, reparando en cada puerta por la que pasábamos. Algunas de ellas estaban completamente destruidas, algunas otras se mantenían abiertas dejando que el agua se llevara flotando lo que se encontraban en su interior. Como sandalias, productos de limpieza íntima, algunas prendas de ropa y de entre todos esos artículos que salían del interior de alguna de las habitaciones para tropezar con nuestras miradas, fueron unos curiosos sobrecitos metálicos amarillentos que no tardé en reconocer.
Esos eran los condones que el laboratorio daba a sus trabajados para tener relaciones sexuales dentro del mismo.
Aunque supe que era una regla estrictamente donde se prohibía mantener relaciones íntimas con un trabajador, Chenovy sabía que tener tanto tiempo a las personas en el subterráneo, sin dejarlos salir a la superficie hasta cumplir el año, los haría desobedecer esa regla y cuchi planchear con alguien del laboratorio, así que decidió dar a cada uno una caja con estos productos. Además de los condones, se les ordenó a las mujeres colocarse una vacuna en la que temporalmente se bloqueaba su fertilidad.
Algo bastante ingenioso que nos servía durante un tiempo aproximado de 3 meses.
Dejé de pensar y detuve el movimiento de mis piernas solo un instante, rápidamente dando una mirada a los experimentos que se acomodaban junto a mi antes de inclinar mi cuerpo hacia adelante y estirar mi brazo para que alcanzara del agua, una camiseta blanca de una talla bastante amplia.
Solo observarla un momento me estiró una mueca en los labios, ¿en qué momento podría ponérmela?
Y de repente la mueca en mis labios se deshizo. Algo brilló en mi cabeza que me hizo enviar la mirada a reparar nuevamente en cada una de las habitaciones que se extendían delante de mí. Si mal no recordaba, mi recámara estaba a tres bloques. Tenía todo lo que utilizaba para pintarme la raíz y mantener el mismo color rubio de cabello. También guardaba en mi habitación las otras lentillas y los anteojos que utilizaba para leer.
Ahí mismo estaban las habitaciones de otros involucrados y uno de ellos era el que se teñía el cabello azabache, podía tomar sus tintes y así cambiar mi aspecto.
Levanté la mirada de una de las puertas para clavarla en la ancha espalda de Siete. Los dedos comenzaron a picarme, y una ansiedad temblorosa a adueñarse de mis piernas.
Estaba justo en el lugar donde tenía que estar para salvarme. Solo tenía que planear como escapar e ir por esos tintes.
Nuevamente, algo se iluminó en mi cabeza, algo que extendió mis párpados y llenó mi cuerpo de esperanza. Ya tenía una historia; una mentira que podía utilizar para contársela a él y así explicarle por qué quise escapar. Sumando a eso, una desesperada petición de que me dejara apartarme del grupo para ir a esa habitación a recuperar lo que tanto deseaba.
No lo pensé ni dos veces cuando mis piernas todavía temblorosas comenzaron a moverse sobre el agua y de una forma tan acelerada que algunos de los cuerpos lanzaron sus miradas en mi dirección debido al chapoteo que hice. Por otro lado, no les presté atención, estaba tan atenta observando la espalda de ese experimento con la historia cosquilleando la punta de mi lengua que ni siquiera me molesté en pedir permiso a los uniformados delante de mí y solo los empujé abriéndome camino.
Y tan solo reparé en la distancia que me separa de Siete, uno de mis brazos se estiró desesperadamente para que los dedos de mi mano alcanzaran su chaleco antibalas.
Aferré con fuerza mis dedos en esa gruesa tela y tiré de él. Con ese simple tirón en el que no logré jalar ni un poco de su cuerpo, lo hizo detenerse, y el teniente junto a él también se detuvo.
Su alta e imponente figura masculina comenzó a girarse y mis manos soltaron su chaleco. El corazón me dio un vuelco impresionante, dando feroces y nerviosos látigos contra mi pecho cuando esos orbes rasgados se encontraron con los míos.
—Por favor, déjame ir— supliqué. Y no lo había exclamado, había sido cuidadosa de no levantar mi voz, pero tampoco soltarla tan baja.
De repente me sentí arrepentida de mi historia, sintiéndo que estaba metiéndome en la boca del lobo cuando reparé en cada una de las facciones de su rostro, aseverándose de escalofriante manera.
Lamí los labios, sintiéndolos repentinamente nerviosa, mi mirada titubeó reparando un momento en el teniente antes de pestañear y regresarla a Siete.
— Déjame ir— repetí y eso hizo que ese par de cejas oscuras que solo le daban una mirada más perturbadora, se hundieran como si no pudiera creer lo que dijera—. Me pediste una explicación de por qué intenté escapar—le recordé, y me obligué a juntar mi entrecejo también, tratando de dar una mirada desesperada ante él, rogándole.
Tenía que actuar como si verdaderamente necesitara rogarle, así que tartamudearia con temor.
— E-era porque tenía que recuperar algo que es muy preciado para mí—Agradecí en lo profundo de mi alma, que mi voz temblará como si estuviera a punto de romperse en llanto.
Levantó levemente su rostro de tal forma que varias sombras se dibujaron a lo largo de su rostro debido al casco, oscureciendo drásticamente esa mirada diabólica. No me creía.
—Necesito recuperarlo, así que por favor...
—¿En serio? — Esa pregunta llena de simpleza no había sido soltada de aquellos carnosos labios dibujando una leve torcedura, sino de la boca del militar a su lado.
Lo ignoré, apretando mis labios y endureciendo mi mentón de tal forma que terminara temblando, dando a notar que quería llorar, él miró mi boca antes clavarse en mis ojos con un atisbo de malicia y diversión.
Seguía sin creerme.
— Es un objeto que me dio el hombre al que amo— terminé diciendo, arrastrando desconsoladamente el aire a mis pulmones antes de devolverle la mirada de inmediato a sus ojos—, y el que se sacrificó por mi para que una de esas cosas con tentáculos no me matara.
Un instante sus cejas se tensaron, pero al siguiente arqueó inesperadamente una de ellas, y ese acto en él me atemorizó.
—¿Qué estás diciendo? — Y esa nueva voz femenina provino de alguien detrás de mí.
Mordí mi labio inferior como si esa frase me doliera y sin pensarlo giré solo para encarar ese par de orbes de un verde olivo pertenecientes a un rostro con forma de diamante, dueña de una larga cabellera rubia.
—Quiero ir a recuperar lo único que me queda de él— puntualicé, todavía sin alzar la voz. Viendo como el gesto del sobreviviente instantáneamente se transformaba en uno de molestia.
—¿Recuperarlo? ¿Estas loca? —escupió repentinamente ella, volteando a ver a los experimentos que se repartían a sus costados.
Sí, estaba loca por sobrevivir y salir ilesa. Volvi la mirada al grueso cinturón de armamento del experimento, ignorando las quejas de atrás.
—Es todo lo que me queda de él— afirmé—. Por lo menos quiero tenerlo de vuelta para recordarlo.
— El laboratorio se está derrumbando, hay monstruos por todas partes, desviarnos solo por una mujer despechada podría matarnos— esta vez habló otro de los sobrevivientes, un hombre joven y de lentes que parecía muy molesto conmigo.
—Es verdad, solo es un maldito objeto, todos perdimos algo aquí, abre los ojos.
—¿Acaso me escucharon pedir que me acompañaran?— escupí—. No, ¿verdad? Así que lávense esos oídos que no estoy hablando con ustedes.
No Nastya, no arruines el teatro. Me giré subiendo la mirada por todo su cuerpo hasta llegar a su rostro donde esa mirada inquebrantable, seguía fijamente seria puesta sobre mí. Sin un gramo de expresión.
—No pienso salir de este lugar hasta tenerlo—remarqué con firmeza.
Escuchar mi desespero era una locura, me sorprendía mi actuación como si realmente me doliera, como si lo que acababa de decir realmente hubiera sucedido.
—Voy a ir— no pedí permiso—. Ustedes pueden seguir su camino.
Hasta ese punto pensé que estaba funcionando mi plan para sobrevivir a base de una historia de un romance dramático y desdichado por el caos de un laboratorio.
— Solo dame un arma para defenderme —mencioné, y las mejillas se me calentaron con el apretón de su comisura—. No está lejos de aquí y conozco muy bien el laboratorio así que puedo volver con ustedes cuando lo tenga. Saldremos por el comedor, ¿verdad? Sé cómo llegar y además puedo guiarme por las luces que pusieron...
— ¿Dónde?
Una corriente eléctrica se deslizó a lo largo de mi columna con la ronquera áspera de su voz, y un amargo sabor subió a lo largo de mi esófago.
—En los bloques de habitaciones a la derecha— la voz se me aseveró —. Por favor dame un arma, entre más rápido vaya, más pronto terminaré.
—Iré con ella—El teniente habló y me sentí horrorizada.
—No necesito compañía—aclaré—. Puedo sobrevivir con un arma, no es su responsabilidad, es mi decisión.
—Parece que te urge ir sola pero no será así — afirmó el hombre acomodándose el chaleco —. Ire contigo para que estés segura,
—No—el engrosamiento de esa potente voz varonil frente a mí, bombardeó de nerviosismo mi corazón y me empequeñeció—. Tú te encargaras de llevarlos al comedor en tanto acompaño a la humana por su pertenencia sentimental.
Y me maldije siete millones de veces.
(...)
Hola mis amores bellos, espero que este capítulo les haya gustado, y más el final tan inesperado. Las cosas se van a poner muy dificiles para Nastya de ahora en adelante.
Sumando a eso, cosas terribles que le aconteceran.
LOS AMOOO
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