No es suficiente

NO ES SUFICIENTE
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(Ternuritas preciosas, espero que les guste los pensamientos oscuros y confusos de este hombre)

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Siete.

Idiota...

Mis oídos captaron su aguda voz con un atisbo de ira retenida insultándome desde la cocina.

La curva de mis labios apenas se levantó en una mueca irritada, disminuyendo mis pasos hasta detenerme frente a la entrada de la ducha.

Me insultaba después de negarse a mí tras todas sus provocaciones, atreviéndose a tentarme en la escalera con la piel húmeda y deliciosa de su entrepierna y haciendo preguntas de lo que buscaba en ella. Seguía siendo ingenua si se creía que me olvidaría de esa última cuestión y si se pensaba que podría obtener de mí más de lo que ofrecí en esa habitación.

No obstante, no iba a negar que me lo merecía después de tomar de ese modo a 06 Negro en la cocina. No era un santo, sabía que cometer esas acciones la afectarían. Pero no me haría regresarme ni acorralarla como deseaba hacerlo, estamparle contra su deliciosa boca lo mucho que su existencia destruía mi cordura desde el primer momento en que la vi en ese maldito túnel.

Había resuelto sus dudas de por qué la mantenía viva y decidí darle lo que podría tener de mí en este subterráneo, pero se atrevió a tomar la decisión de apartarse. No era tonto, sabía por qué lo terminó, y era absurdo que lo hiciera solo por la culpa con la que cargaba cuando todo aquí se derrumbaba a nuestro alrededor.

Si no la detuvo cuando recalqué que no me interesaba su pasado y solo deseaba tomarla como mía, entonces no lo haría que regresara por ella aclarando más de sus dudas, porque entonces se apartaría otra vez con su absurda decisión.

Por lo tanto, me quedaría observando hasta dónde era capaz de llegar por ella misma tras creerse que podría luchar contra mi naturaleza y lo que la misma le provocaba.

No llegaría muy lejos con mis feromonas acumulando su efecto en su pequeño cuerpo, no podría contenerse más de lo que estaba conteniéndome por ella. La única manera en que lo haría era ocultándose de mi presencia y, aun así, estar oculta tanto tiempo de mí, haría que terminara sucediendo lo que una vez le advertí.

Terca y testaruda eran las palabras que más representaban a esa humana de tamaño común, curvas suficientes para llenarme el apetito y una hermosura física e íntima que desarmaba la rabia que me guardaba por los humanos con los que estuvo involucrada.

Si a la fuerza debía aprender que, aún con sus malditos errores cometidos sobre mi gente y este lugar haciéndose pedazos no podría apartarse de mí, entonces que lo hiciera. Había un límite en el efecto de mis feromonas, y no faltaba mucho para que la controlaran y se entregara a mí, solo así se daría cuenta de que estaba atada a mí, y yo atado a ella.

¿Cómo y por qué? Buscar una respuesta dejó de interesarme.

Maté a dos humanos con los que estuvo involucrada y no tenía problema con matar a quienes esclavizaron y destruyeron a los míos de este modo. Por lo tanto, tampoco tenía problema con matar a una humana más de los suyos.

Cuando apreté su pequeño y tembloroso cuerpo contra la rocosa pared de ese túnel y apreté su cuello estallando el arma contra la piel de su sien, fue como si encontrara lo que tanto buscaba para destruirlo con lentitud y divertirme con su dolor hasta sentirme satisfecho.

Pero entonces mi dedo en el gatillo perdió fuerza al igual que los dedos que deseaban romperle su pequeño cuello.

Me dije que mejor sería dejarla viva y sufrir con la culpa que cargaba después de saber que se arrepentía de lo que nos hizo, por no conocer nuestra humanidad.

La mejor venganza para una humana tan ingenua.

El peor acto de traición que cometí contra los mío cuando desde ese momento en que la solté, se volvió mi martirio.

Desde que la tuve cara a cara perdí el juicio. Que la mujer que provocó la muerte de los míos tuviera tanto efecto sobre mí, no me hacía sentir culpa por darle la espalda a mi gente.

Hasta este punto todo lo que ella cometió perdió sentido para mí, y aunque la furia hacía su maldita ingenuidad cada que la veía a los ojos seguía ahí como el deseo de destruirla también, estaba decidido a tomarla como mía hasta la muerte.

Te estoy esperando, Siete.

Y esa torcedura en mis labios se desvaneció.

Dejé caer los parpados, alzando el rostro y moviéndolo con lentitud a lo largo del área para revisar el perímetro, buscando temperaturas y vibraciones tal y como lo había hecho en el piso de incubación tras escuchar el comportamiento de Seis.

Después de que la hembra gritara como si las paredes absorbieran sonido, revisar era lo que tendría que hacer durante los próximos dos días y a toda hora.

El hecho de que pasáramos 4 días sin ser atacados no quería decir que estuviéramos a salvo. El gas de las bombas que colocamos no había sido suficiente para erradicarlos a todos, cuatro contaminados habían aparecido amenazando el área, así que era posible que hubiera más. Y los gritos de esta hembra podría haber sido suficientes para atraer a uno. Por eso no pasaría por alto su comportamiento.

No era ninguna mentira cuando le advertí al humano que salir del área negra e ir a los bunkers para refugiarnos, era imposible. Los derrumbes, desde que traje a Nastya a este lugar, no habían cesado. Salir de aquí, con el efecto del gas o no, nos pondría en riego y la oportunidad de encontrar caminos libres de materia hacía otros lugares del laboratorio era probablemente nula.

Prefería mantener a esta humana viva y resguardarla en las paredes del área en el que fui madurado, antes de perder el tiempo buscando otro refugio que no existía.

Torcí el rostro todavía buscando temperaturas, revisando la pared en la que se acomodaban las puertas metálicas y aquella que había sido agrietada por dos contaminados. No había vibraciones ni sonidos peligrosos que se extendieran fuera del área negra, las únicas vibraciones que sentía eran creadas por la humana cerrando la puerta, la hembra caminando en la ducha y el humano recargándose contra una de las maquinas en el piso de incubación.

Ese humano que se atrevió a dejar que su órgano cardiaco se agitara por mi humana, subiendo al piso de incubación.

Todavía no podía descifrar sus intenciones acercándose a Seis y Nastya. Más con esta última con quien había mantenido conversaciones poco ciertas. Podría decirle ahora mismo que lo que le palpitaba a esa pequeña humana detrás de su pecho era todo mío, sus alteraciones y estremecimientos, el nerviosismo que la hacía temblar eran producidos por mí.

Por él, el humano con quién intimó— hecho que no me importaba—, lo único que le producía era ansiedad y temor.

El miedo que Nastya tuvo hacia él se mostró cuando apareció en el área negra. Desde ese momento entendí que se relacionaba con su pasado, su antiguo físico, su antiguo nombre, Agata. Y eso me lo confirmó delatándose en la ducha con sus provocaciones pidiéndome matarla. Pero que terminara envolviéndose más con el humano del que temía aparentemente ser reconocida, me parecía absurdo.

Nastya cometía un error si creía que hablar tanto con él me haría sentir amenazado por la presencia del hombre que antes había tocado las mismas pieles que yo. Lo único que conseguiría sería que el humano sospechara de quién era ella. Pero si apenas pude reconoce a esta humana exótica por la forma de su temperatura y su manera de estremecerse ante mi cuerpo, entonces él no recordaría que ella era la misma mujer de frente amplia, mirada marrón y cabello largo con la que intimó alguna vez por una simple mancha que heredó en su labio inferior.

Su aspecto tuvo un cambio riguroso y tener manchas en la piel era algo que heredan todos los humanos. El problema era que existían lunares en lugares del cuerpo que no podrían repetirse en el cuerpo de alguien más ni por coincidencia.

Y esta humana, no solo heredó una mancha en su labio inferior, sino los lunares que adornaban los tobillos de sus pequeños pies, la mancha roja que se asomaba en su espalda baja mirando hacia sus glúteos redondeados y suaves, y el par de lunares que se dibujaban en la piel rosada de sus areolas.

Mientras él no tratara de recordar dichas manchas, entonces no le tomaría importancia a su existencia.

¿No vas venir?

Apreté la mandíbula, dando una revisada más a las paredes del área antes de voltearme y quedar frente a la entrada rocosa de la ducha. Mi firmeza permanecería, no iría por esa humana a calmar sus pensamientos hasta terminar con esta hembra.

Me adentré a ese estrecho pasillo de ásperas paredes sombrías donde el sonido de agua cayendo comenzó a aumentar. Solo recorrerlo un poco más, se reveló frente a mí la pared en la que se clavaban ganchos ocupados por una camiseta roja y unos shorts negros de mezclilla.

Una sonrisa maliciosa se me ensanchó, ladina y marcada.

Te hiciste una idea equivocada.

Lo que me resultaba interesante, era que aun sabiendo el efecto de mis feromonas sobre la humana y lo que la misma me producía con su simple presencia, se creyera que iba a tomarla como antes había hecho.

Me detuve frente al umbral de aspecto rocoso, mirando hacia el interior de un pequeño cuarto de cuatro paredes donde el tanque de agua era lo primero que se encontraba junto al umbral con la marca de la bala que desperdicié.

Lo segundo que se acomodaba y junto al tanque, era esa repisa que yo mismo rompí por impotencia cuando la dureza de mi miembro no disminuyó después de abandonar a Nastya, desnuda sobre el sofá.

Y lo tercero que ocupaba el cuarto de la ducha, eran esas curvas voluminosas dibujando la parte trasera del desnudo cuerpo de la hembra que alguna vez vi con perversión.

El agua resbalaba del fregadero sobre su cabeza, recorriendo toda esa piel blanca sin imperfección, manchas heredadas ni cicatrices con las que se pudiera tropezar. Recorrí esos glúteos tonificados por los que sus manos se paseaban, recordándome la primera vez que la vi desnuda en la habitación del bunker al que nos enviaron.

Se bañaba como si no supiera de mi presencia, pero desde mi lugar podía escuchar como ese órgano palpitante se le aceleraba.

— Ducharte después de actuar de ese modo en la cocina...—arrastré con severidad, bajando el escalón para adentrarme al cuarto—, ¿es cómo quieres conseguir mi atención?

Sus manos abandonaron sus muslos, cerrando la llave para voltearse con esa entrepierna de pliegues perlados y esos pechos robustos con areolas rosadas y pezones endurecidos. Todo su largo cabello negro estaba pegándose a los costados de su rostro de piel blanca y mejillas rosadas, resaltando esos carnosos labios rojos con una forma inusual y esos ojos dilatados adornados por rizadas pestañas.

Ella era la hembra que admiré en fuerza e inteligencia, esas características fueron lo que me atrajeron además de la belleza que desprendía su rostro y cuerpo, pero que se comportara como un infante al que le quitaban su juguete sin ser consciente de sus acciones, le arrebataba su encanto.

—No—respondió con lentitud, arrugando su comisura derecha—. No me gusta tener tu atención provocándote como ella lo hace, pero estoy viendo que da resultados.

Movió sus largas y voluptuosas piernas, una a una y con una pausa en la que marcaba el movimiento de sus anchas caderas y las curvas dibujadas de su menuda cintura. Su mirada felina y perversa no se apartó de la mía conforme disminuía los metros que nos separaban con una intención dibujando una sonrisa sensual en sus largos labios.

Pude percibir el aroma que destilaba su piel y la que desprendía su sexo empapado, siendo inhalados por mis pulmones. Ese era el aroma de una hembra que no solo estaba en celo, sino que era afectada por mis feromonas.

No olía como la piel de la humana pequeña, y en sabores y textura jamás se le compararía a ella. Pero el olor dulce que desprendía en este momento no era desagradable, sin embargo, no producía nada en mí. Ni siquiera el más mínimo interés de tocarla o acercarme a su cuerpo.

—Soltar palabras al aire que sé que vas a escuchar, desnudarme y enfrentarte por tonterías haciendo drama y drama—soltó mordiendo su labio, deteniéndose a solo milímetros de que sus pezones se rozaran con mis pectorales.

Reparé en su rostro sonrosado mientras ella buscaba en mis ojos alguna reacción ante su acercamiento.

La excitación en su cuerpo podía notarse hasta en su manera de respirar, se había estado conteniendo más de un día y sabía que sus impulsos eran a causa de la tensión que se le acumulaba. Y si no fuera porque la atracción que sentí por ella había terminado en una enfermería donde debajo de un manto térmico le hice un oral, estaría lanzándome sobre ella, embistiéndola contra el tanque de agua.

Sí había algo que representaba a nuestra clasificación, no era la fuerza ni las mejorías en nuestras capacidades de percibir temperaturas, sonidos, olores y vibraciones. Era un hecho que éramos los mejores pero la tensión sexual nos dominaba y cuando se acumulaba, nos volvía bestias. Ni siquiera el peligro a nuestro alrededor era capaz de detenernos, y esto a causa de la genética con la que cargamos.

— Si así es como obtengo tu atención, ¿por qué no hacerlo? —agudizó su voz, levantando una mano y dejando que sus largos dedos se deslizaran en mi abdomen.

Sentirlos acariciar cada uno de mis músculos, no tenían comparación a las yemas suaves y tibias de los dedos de esa mujer dibujando hasta el último centímetro de mi torso con lentitud y delicadeza, como si deseara grabarse la textura y su forma.

Debía admitir que el modo en que Nastya me tocaba era satisfactorio y nuevo para lo que había conocido antes, pero las manos de Seis no se sentían tan mal. Eran suaves, no obstante, no me estremecían como las de ella.

Levantó su rostro delgado y de mentón puntiagudo, dejando solo centímetros de espacio entre nuestros labios, rozando apenas el lóbulo de nuestras narices para contemplarme con deseo.

—Pero no te equivoques, no voy a actuar como esa humana lo hace —Su aliento rozó la piel de mi boca—. No pienso usar los mismos repugnantes métodos, pero, ¿sabes qué es lo que me da pena?

Recargó sus suaves pechos contra mis pectorales, sintiendo como su abdomen endurecido hacia fricción con el mío, trasmitiendo su calor a mi piel. Ese contacto la hizo estremecerse, intensificando la dilatación de sus ojos hasta desaparecer el resto del color natural en sus iris.

—Que le funcionaron para tenerte...—susurró, dejando que su mirada observara mi rostro. Se equivocaba si se creía que las provocaciones de la humana fueron lo que me atraparon—, y de tal forma que ni aun estando desnuda te muevo el tapete.

Se me alargaron los labios solo escucharla, torciéndolos en una mueca ladeada y apretada que ella contempló lamiéndose los labios.

—Si sabes que no produces nada en mi...—pausé, levantando apenas el rostro y alcanzando su mano que tomaba una dirección hacía mi cinturón para apretarla en mi puño —, ¿por qué tocarme?

— Porque soy la única de nosotros que quedó con el efecto de tus feromonas y no quiero sentir estos celos viendo cómo se lleva toda tu atención— confesó, sin apartar la mirada de mis labios—. Cada vez empeora nuestra supervivencia, puedo sentir como se derrumban las paredes, pero no puedo concentrarme en lo que sucede por lo que me provocas.

La expresión en su rostro se rompió en un gesto de desespero. Ladeó su rostro dejando que sus labios suaves y carnosos descansarán sobre los míos, sentí el toque de nuestros alientos mezclándose y esa humedad envolviéndonos las bocas.

—Así que, al menos dame un beso y copula conmigo tal y como lo íbamos a hacer en esa enfermería—susurró meneando su boca en caricias tentativas—. No me gusta portarme como ya has visto, me estresa ser así pero no puedo controlarme con esta tensión y estoy segura que si lo hacemos voy a tranquilizarme y dejar en paz a esa humana.

Incliné mi cabeza hacia atrás, apartándome de esa boca cuyo sabor ya había degustado en el pasado. Observé la tensión en sus cejas y esos labios apretándose casi en un fruncir, mirarla me recordó a los pensamientos que tuve cuando creí que tener sexo una vez más con Nastya terminaría mi atracción.

En aquel entonces me aborrecía sentirme atraído por la humana que no solo estuvo involucrada con estas criaturas gelatinosas, sino que fue quien las soltó. Aun pesé a su ingenuidad con la que fue engañada, mirarla y desearla me repugnaba.

Pero qué equivocado estuve al caer en esa trampa, desde que la vi recostándose sobre el sofá, abriendo sus menudas piernas para darme la mejor vista de su cuerpo fue como si un hechizo hubiese caído sobre mí. Me sentí fascinado juguetear con ella, entrando y saliendo en su estrecho interior, golpeándome contra su sudoroso, frágil y tembloroso cuerpo mientras me devoraba sus gemidos de pacer y el sabor de sus labios.

Tal acto solo me envolvió en un frenesí salvaje y morboso que no iba a terminar.

—Y copulando conmigo crees que tu atracción disminuirá...

—Sí—espetó con firmeza, sintiendo como se pegaba todavía más a mi cuerpo—. Si fuera solo atracción, podría satisfacerme yo misma, pero el celo solo intensifica mi comportamiento. Quiero hacerlo contigo entonces dejaré de sentirme atraída por ti.

Tonterías.

Empujé su cuerpo estampándola contra el estanque, y sin acorralarla con el peso del mío acomodé mi rodilla en el espacio entre sus muslos desnudos, levantando su brazo para apretar su mano contra la materia del tanque. Tenerla así no era nuevo, la había acorralado por primera vez en mi habitación, justo el momento en que fue enviada después de que su pareja pidiera ser emparejado con la mía.

—¿En serio piensas que te tocaré después de gritar como si nuestras vidas no estuvieran en riesgo? —recalqué con asperidad, inclinándome sobre su rostro hasta sombrearlo—. Puedes haber puesto en peligro el área, y tu piensas en copular sin ser consciente de lo que tus actos producen.

Una arruga de indignación se formó en su frente y un puchero disgustado en sus labios.

—¿Crees que no lo sé? — Tiró de su mano sin lograr zafarse de mí agarre—. Sé que estuvo mal que gritara así. No soy así, por eso no soporto esta etapa mía. Aun así, no estamos en peligro, y desde que vine a la ducha estoy atenta a cualquier vibración que aparezca y no he sentido ninguna.

—Que no sientas ninguna no cambia el hecho de que más tarde lo harás — recalqué entre dientes y ella apretó los labios.

—Estoy segura que no aparecerá uno—interrumpió, aguantando las ganas de exclamarlo—. De ser así estaríamos sintiéndolo o escuchándolo ya. Los sonidos no recorren todo el laboratorio y cesan en tan solo instantes, si uno aparece le costara saber de dónde provinieron así que no me recalques mi error.

Aunque tuviera en parte razón, que le restara importancia a sus actos solo me irritaba más.

—Aprende a controlarte la próxima vez que te den estos impulsos — advertí—. Hasta el infante sabe que no debe levantar la voz mientras juega con la humana.

Su mentón tembló conteniendo la rabia ante la crudeza de mis palabras.

— Busca con qué satisfacerte y vístete porque harás guardia conmigo las próximas horas hasta que estemos seguros de que no aparecerá nada debido a tus gritos—ordené y la solté, enderezando mi cuerpo solo para disponerme a dar la espalda con la intención de salir.

—¿Eso es todo?

Rodeó mi cuerpo con rapidez para detenerse frente a mí, y encararme con el fruncir de sus cejas, disgustada.

— No quiero pasar el resto de mis días sintiéndome atraída por ti mientras intimas con ella— escupió—. No quiero sentir celos que me descontrolarán.

—Sabes cómo disminuir la atracción que me tienes — Hice un movimiento con el mentón —. No hace falta ser yo el que lo haga, puede usar a ese humano.

Hubo un tiempo en que le di satisfacción para que su atracción por su pareja disminuyera, y terminó prendiéndose de mí y tentándome.

—¿Crees que me revolcare con un humano que se dedica a hablar de nosotros a nuestras espaldas como si lo supiera todo? — farfulló por lo bajo—. No, no lo haré.

—Es tu problema.

— ¿Y qué hay de tu problema? — aventó con asperidad, haciendo un movimiento que hizo rebotar levemente sus pechos —, ¿no quieres terminar con la atracción por esa humana?

Sentí una de mis cejas temblar.

—¿Tengo cara de que quiero terminarla?

—No y no le encuentro sentido.

—Deja de buscarle sentido a todo.

—No puedo. Tú dijiste que los humanos te eran indiferentes y que no salvaríamos a ninguno— Apretó sus puños al igual que sus dientes haciéndolos crujir—. Ella no solo es una humana, sino que es la misma mujer que miramos en ese almacén y la salvaste, ¿por qué lo hiciste?

Se creía que le daría respuestas como si quedarme a escucharla pedirme algo que no era de su incumbencia, no fuera suficiente.

— Decidió no seguir con esta atracción, lo cual no es solo patético, sino que demuestra lo absurda que es con esta última provocación — me recordó —, entonces, ¿por qué quieres seguir sintiéndote atraído por ella?, ¿qué tiene esa humana?

Endurecí la quijada, apenas alargando una mueca arrugándome la comisura izquierda.

Qué no tiene.

— Se ve claramente que fue una carga para ti y lo será aún más cuanto todo esto empeore— se quejó—. Es demasiado débil...

—Y aun así logró sobrevivir tanto tiempo sola— arrastré con asperidad.

Al instante moví las piernas disminuyendo la distancia entre nuestros cuerpos, sintiendo no solo el roce de sus pechos húmedos apretándose a la piel caliente de mis pectorales, sino el estremecimiento de su cuerpo tonificado cuando mis dedos se deslizaron con velocidad a lo largo de su quijada para apretarla en un agarre brusco en el que alcé más su delgado rostro, sin acercarlo demasiado al mío.

Observé el temblor de su mentón nuevamente, reparando en las curvas de su rostro y sus carnosos labios entreabiertos, además de la curva en ese par de cejas tensionadas ante mi acercamiento. Era atractiva, no me hacía falta el efecto de sus feromonas para darme cuenta de lo que poseía. En el bunker no fue la primera vez que la vi, sino en las incubaciones que tuve a lo largo de mis años en esta misma área. Ella estuvo junto a mí, fue la hembra que me vio desarrollar todo ese tiempo, y yo el hombre que la vio luchar cuando decidían si triturarla o no.

Podría tomarla en este momento y no solo en lo sexual. Hacerla mi pareja e intimar hasta deshacerme de la atracción por la humana. Pero el deseo insaciable que esa pequeña mujer me desprendía con la más mínima mirada, por insano que fuera, hacían que me aferrara a ella.

¿Y cómo no iba a aferrarme? Disfrutaba perdidamente del sexo con esta humana, lo mucho que me prendía tallar hasta la última franja de su piel reaccionando con mis caricias y besos, me volvía loco. Una presa tan delicada y exótica como ella era lo que más ligaba a este depredador conteniéndolo a matarla, no iba a soltarla ni por enfermo que fuera el deseo con el que cargaba por ella.

— Esta es la segunda advertencia que te doy, Seis— Se perdió en el movimiento tenso de mis labios y en mi engrosada voz, atrapada en mis feromonas—. Deja de inmiscuirse en lo tengo y quiero conseguir de esa humana.

—Entonces, ¿te gusta?

Su impertinente pregunta y esa firmeza en su entrecejo como si supiera lo que quería con ella, estiró una ladeada sonrisa maliciosa que me contempló.

Se estremeció.

—Por eso ni siquiera lo intentas conmigo otra vez—su nariz se arrugó al hablar con recelo, dejando que sus dedos rodearan mi muñeca con la intención de romper mi agarre—. Que la quieras como pareja después de que presenciáramos sin hacer nada, como esos contaminado entraban al almacén donde ella se escondía para comérsela, es de...

Escupió un quejido cuando mis dedos le apretaron más su quijada, la fuerza con la que la sujeta era más bruta de la que alguna vez utilice en la humana. Con ella me contenía en fuerza porque sabía lo frágiles que eran los humanos, pero con esta hembra que tenía el mismo nivel que yo, no.

—Te lo repetiré una última vez, termina con esto y haz guardia—ordené entre dientes, una advertencia que frunció más sus labios—. Y deja de impedirle a la humana acercarse al infante y al neonatal.

Sentí las contracciones de su corazón, reaccionando a mis palabras.

—Veo que te molesto—escupió.

—Si sigues así, lo harás.

La indignación le arrugó toda su frente.

— Yo si te quería como pareja, que nos reencontráramos me hizo creer que pasaría los últimos días de mi vida con el único macho que me defendió, pero saber qué quieres estar con una de ellos, me desagrada— enfatizó—. Me decepcionas.

Tiró de mi muñeca y ver la poca fuerza que utilizaba para deshacer mi agarre me arqueó una ceja. Solté su mentón y ella se apartó sobándose la piel apenas rosada.

Me dio la espalda subiendo el escalón hacia el pasillo y desapareciendo de mi vista hacia la pared en la que se encontraba su ropa.

—Quédate con esa humana—susurró—. Te recordara el encierro al que nos mantuvieron desde infantes, dejándonos sin comida y agua hasta aprender a sobrevivir a la fuerza, excluyéndonos de los otros y con examinadores que apenas nos prestaban atención.

Escuché el movimiento de sus brazos y la tela de sus shorts deslizándose a lo largo de sus muslos.

—Te recordara también que, gracias a su gente, moriremos aquí— gruñó por lo bajo eso ultimo y apreté los puños—. Incluso soltaron esos parásitos que contaminaron a los nuestros para deshacerse de nosotros peor de como lo hacían en la trituradora. Son unos monstruos, ¿no lo ves?

Esa hembra no conocía cómo inició este desastre, ni siquiera se imaginaba que la humana con la que jugaba su infante, era la responsable de todo esto, por un error de creerse la tontería de que éramos bestias caníbales.

—¿No te da rabia cuando la ves, Siete?, ¿no te recuerda a lo que nos hicieron?

—Lo hace—retuve un gruñido.

—¿Y entonces?

Se acomodó bajo el umbral, completamente vestida, pero con la tela de su camiseta roja pegándose a la piel de sus senos mojados y exaltados por su respiración.

—¿Por qué estas con esa humana? — Su quijada se desencajó.

Si supieras por qué.

—¿Qué diablos tiene ella?

—Pierdes tiempo si crees que te responderé— pronuncié con pausa y con rigidez en la mandíbula.

Alzó más su rostro, inhalando la decepción y asintió.

—Haré guardia unas horas solo para demostrarte que no estamos en peligro por mis gritos, porque ya nos habríamos dado cuenta—recalcó con severidad—. Y una vez lo haga la guardia será toda tuya y de esa humana, porque me desharé de estos impulsos con el humano en esa habitación.

Se apartó de un empujón y cruzó al otro lado del pasillo caminando a zancadas como si escapara de sus comentarios sobrantes, hasta ella misma se daba cuenta de sus actitudes infantiles.

Sus vibraciones fueron sintiéndose lejanas, cada segundo más de la ducha publica y en dirección al piso de incubación. Me moví clavando la mirada en una de las paredes del sombrío cuarto y bajé los parpados buscando temperaturas a lo largo de las paredes.

Si había algo que Seis no entendía de los ruidos fuertes, era el eco y las ondas de vibración que extendían. Y podría ser que cesaran en tan solo segundos sin lograr guiar a un contaminado directo a nuestra ubicación, pero el hecho de atraerlo cerca del área negra ya era un peligro para nosotros.

Los únicos contaminados que seguían sobreviviendo por su capacidad de regenerarse del veneno del gas, eran los experimentos rojos. Y ellos eran buenos rastreando sonidos y temperaturas, no cesaban hasta dar con el paradero.

Espero equivocarme.

Detuve el movimiento de mi rostro frente a la columna de la ducha cuando encontré ese par de temperaturas a varios metros de mí. Sentadas y moviendo sus brazos como si hicieran algo.

Reconocí al infante y la forma de la temperatura de la humana, ese color naranja y rojizo que le resaltaba en el centro de su cuerpo.

Su temperatura era lo que más tenía memorizado de ella, aun a kilómetros la reconocería. Y no porque fuera sencillo grabarme su forma y calor, de hecho, casi todos los humanos tenían la misma temperatura. Pero el almacén y el túnel, no fueron los únicos lugares donde la encontré. Otras veces hallé su temperatura corriendo y ocultándose de otros contaminados.

A lo largo de mi propia supervivencia y desde que me separé de la hembra, me encontraba con la humana, pero una pared resultaba ser mayormente lo que nos separaba, hasta que finalmente la encontré en el túnel.

Fueron incontables las veces que la vi y la escuché aguantándose el dolor de sus heridas, entonando con los labios apretados la misma canción para no quejarse del hambre y no desvanecerse en el cansancio.

Que todo este tiempo sobreviviera sin un arma, y todavía cargara con la culpa de las muertes que provocó, y aun estando envenenada buscaba cómo vivir, me tenía preso de su fortaleza y no de una forma buena.

Cuando la vi en ese túnel, deseé con rotundidad hacerla pedazos, hacerla sufrir por lo que nos hizo pasar a nosotros. Había sido la humana pequeña y débil cuyo error la convirtió en lo que más aborrecía, por lo tanto, que agonizara con su propia culpa hasta morir sería el peor de los castigos que le daría.

Todavía quería destruirla, verla derramar hasta la última gota de su culpa y quitarse su propia vida. Pero tenerla entre mis dedos y sentirla contra mis labios despabilaba al monstruo rencoroso y entonces solo quería mantenerla a salvo.

No me gustó. ¿Por qué tenía que morir?, ¿por qué el caballero se fue con los otros y no volvió por ella?

La aguda y chillona voz del infante fue lo primero que llegó a mis oídos, atisbando el movimiento de su cuerpo inclinándose y dándole exageración a sus preguntas susurradas.

Porque todos sabían quién era ella, y el caballero miraba en sus ojos a la mujer que mató a los suyos.

Sentí un atisbo de curiosidad saber qué era de lo que hablaba, antes escuché al infante hacer preguntas de su puesto en el laboratorio comparándola como examinar y terminaron hablando de la humana enferma que la hizo tomar la decisión de venir aquí y provocar este desastre.

Su hermana, así la hizo llamar cuando me confesó que ese pedazo de tela repleto de colores por el que fuimos a su habitación, fue tejido por ella.

No, no, no, no, pero la besó. Si la besó así de tierno y la cuidó es porque no ve nada en sus ojos. Y si le hubiera dicho que esperaba un neonatal seguro que vuelve por ella, ¿por qué no le dijo?

¿Recuerdas la parte de la sustancia que le inyectaron esos hombres?

¿De qué estás hablando, mujer? Extendí los parpados hacía la columna de la ducha. Me creería que le estaba contando una historia, pero este no era ningún cuento de fantasía.

Fue horrible que la envenenaran y la lastimaran así. Pero, aun así, el caballero dijo que conocía un antídoto para su enfermedad.

En realidad no había antídoto, él solo lo dijo para que ella dejara de atormentarse.

Pero no entiendo, el caballero la cuidaba mucho y hasta la besó, ¿por qué la dejó?

¿Recuerdas la decisión que ella tomó?

Me cae mal por eso. No debió decirle que no quería estar con él porque si lo quería y él también la quería, por eso debió volver por ella.

Humana tonta, hablando de tus propios acontecimientos con un infante que no tiene filtro en la boca.

Él no la quería.

Los labios se me extendieron con asomo de malicia cuando reparé en el tono de su voz. Estaba hablando de mí.

Soy el caballero.

No era ningún tonto. Incluso conocía el por qué su atracción por mí no terminaba, lo que latía detrás de su pecho la traicionaba siempre que me miraba, fuera de frente o por detrás, la humana sentía algo y eso la mantenía atada a mí.

No, no, no, la cuidó mucho, muchísimo. Se puso en peligro y regresó más de dos veces a salvarla. Por eso no entiendo por qué se fue sin ella, ¿por qué la abandonó en ese cuarto sin saber que tenía un neonatal? Se fue con los otros y con esa otra mujer, ¿por qué?

Neonatal. Al menos le agregó algo a sus hechos, encubriéndose de forma absurda.

Solo esperaba que fuera inteligente y no se confiara soltando más de lo que no debía. Si lo hizo, no lo pasaría por alto.

Demasiado soporté escucharla tentándome a responder sus dudas cuando le confesé que me sabía la razón de su llanto en el baño de la oficina. Seis escuchó algunas de las frases que soltó, y hasta entonces todavía seguía sin hallarle sentido a sus palabras.

Este infante no tenía filtro en la boca, podría comentarle fácilmente de lo que habló con ella a Seis. Y tal vez la hembra no sospecharían de ella, aun así, no era tonta y no se quedaba callada, haría sus preguntas y si la humana titubeaba o se ponía nerviosa, entonces trataría de averiguar más.

Lo cual no permitiría.

No obstante, recordé la conversación que tuvo la humana con el hombre cuando le mencionó que nosotros los experimentos negros resultábamos tan fértiles que éramos capaces de preñar a la hembra.

Sí se creía que podía dejar embarazada a esta humana estaba muy equivocado.

Nuestra fertilidad era alta, en eso tuvo razón, pero el nivel de nuestras alteraciones y lo toxico que podrían resultar nuestros fluidos no nos hacía compatible con cualquier hembra, o eso fue lo que se nos demostró.

Hembras fértiles no existían, pero esta humana era fértil, sin embargo, su cuerpo era débil sumando a que fue lastimado por la sangre de uno de nosotros, así que no era compatible conmigo.

Despertaste pequeña bola de ternura.

La dulzura en su voz, suave y melodiosa cerró mis parpados haciéndome exhalar con lentitud. Contemplé su temperatura, y sus delgados brazos cargando al neonatal, ese que desprendía la escénica de sus feromonas sobre ella.

Dicha esencia solo la haría envolverse en las ganas de tener a ese bebé a todas horas, en sus brazos, durmiéndolo, dándole de comer y jugando con él sin descanso.

Los neonatales así era como se ganaban la atención diaria de sus examinadores sin estos sentirse fastidiados.

Al fin puedo cargarte otra vez.

La leve risilla que soltó fue suficiente para extenderme una mueca a la vez que un estremecimiento removía mis músculos hasta tensionarlos y toda esa sangre caliente fluía hasta mi miembro.

Extendí los parpados desenfocándome de ella, bajando la mirada a mi entrepierna, atendiendo la dureza detrás de mi uniforme, agrandándose hasta estirar la tela de la cremallera. Apreté los dientes conteniendo un quejido.

Su sexo se empapaba solo mirándome, pero yo me endurecía escuchándola haciendo esa tonada dulce en su voz y riéndose con coqueteo.

Tener estas erecciones estaban siendo un fastidio, pero no iría por ella para calmar mi hambruna y mi necesidad por su piel, hasta que se diera cuenta de que su decisión no podría contra mis feromonas.

Me solté el cinturón de las armas, desajustándolo en tanto me acercaba a la columna, me lo saqué colgándolo sobre una de las tuberías, y tras bajar la pretina, liberé el torrente de piel caliente y endurecida, el glande permanecía hinchado como si faltaba poco para reventar, las venas se me saltaban palpitando a lo largo del falo.

Giré la llave dejando que el agua fría se estampará contra mi cuerpo, y conteniéndome a acorralarla en esa cama y embestirla tanto como deseaba mi mano masajeó, masturbándome con desenfreno y brusquedad, enrojeciéndome la piel de la fuerza con la que la movía.

Satisfacerme por mi propia mano no disminuiría esta tensión que acumulaba por ella, antes lo intenté, pero esperaba que sentir el placer de mi clímax me bastara para soportar unas horas más estar sin ella.

Ahogué un gruñido que ni siquiera se comparaba a los que ella me producía cuando me liberaba en su interior, sintiendo como mis propios jugos bañaban mis dedos, esos que por ningún motivo dejaron de moverse ante la dureza.

Recargué uno de mis brazos contra los azulejos, dejándome empapar la espalda en tanto me concentraba en la segunda oleada de éxtasis llevándome al clímax nuevamente. Terminé escupió un quejido de frustración entre dientes, sintiendo el calor estallarme el falo ante mi tercera masturbación.

Gruñí entre dientes, soltando mi miembro erecto cuando descansé la cabeza sobre la columna, sintiendo la fuerza de mi respiración rígida y pesada expandiendo mi pecho mientras toda esa agua enfriaba el calor que emitía mi piel.

No es suficiente.

El hambre de devorarme su carnosa boca y sentirla estremecerse bajo mi piel mientras me sumergía en su interior con lentitud y por completo, me hicieron guardar más coraje por su decisión.

Forzarla a entregarse no era lo mío, pero las malditas ganas de demostrarle que no podría ir en contra de esta tensión entre los dos, estaban consumiéndome.

¿Y te gusta?

No.

Humana mentirosa.

Yo creo que a él sí le gustas.

La quijada se me desencajó. Abrí los parpados observando la sombra de mis brazos reflejándose en los azulejos con el tintineo de la farola, dejé que mi mano se recargara sobre la llave pero sin cerrarla, solo apretándola con fuerza.

El infante cometía un error. En mí, no había sentimientos buenos. En gran parte eran malos y enfermizos hacía lo que quería conseguir con ella. Deseaba dominarla y verla padecer de todas las formas posibles.

Pero si había algo que siempre me contenía a la bestia que ansiaba vengarse y lastimarla, era que cuando a tenia entre mis dedos y la veía a los ojos, regresaba lo único que tenía bueno por ella. La necesidad de protegerla.

Si no fuera por su mirada y lo que producía en mí, desde cuanto la habría matado, desde cuando estaría destruyéndola en vez de consolarla cuando llora o se hiere.

Entonces, ¿te gusta el hombre que se llama Richard?

¿Crees que me gusta?

¿Qué demonios estas inquiriendo, mujer? Giré la llave evitando el paso del agua cayendo sobre mi cuerpo a la vez que sentí la torcedura ladeando mis labios hasta remarcar mi rostro empapado.

Sí. Él me cae muy bien, el hombre malo no.

La llave tronó ante la fuerza de mis dedos solo escuchar las tonterías que podía soltar el infante.

Me enderecé con la torcedura en los labios, dejando que mi mano recogiera los mechones mojados que se pegaban a mi frente, acumulándolos por encima del resto de mi cabello negro. Sin dejar de apretarlos bajo mis dedos, di una mirada a mi erección sintiendo la dilatación. Ese rastro de piel enrojecida con sus venas palpitantes se mantenía con el mismo endurecimiento, con el glande manchado de mi eyaculación, reteniendo el líquido preseminal ansioso de ser liberado.

Quiero enterrarme en ella y envolverme en su calor.

Mis puños se apretaron blanqueándome los nudillos ante tal deseo dominando mis instintos, la tensión me volvió como piedra, sintiendo las venas remarcarse a lo largo de mis brazos por la fuerza que retenía.

Cerré los parpados e inhalé con profundidad, el aroma de su deliciosa piel fue alcanzado por mis fosas nasales y exhalé con una alargada ronquera. El tallo en mi erección se agrandó estirándome la piel como si me la fuera a romper.

Gruñí.

Sigue agrandándose y ni siquiera la tengo de frente.

—Maldita humana...—la voz se me engrosó entre dientes.

A este ritmo en el que mis manos no estaban siendo suficientes para disminuirme el patentito sexual, perdería el control y aun si seguía negándose a mí no podría detenerme para tomarla.

Si eso sucedía, no podría contener mi fuerza y la lastimaría. Su cuerpo era pequeño y frágil, no tenía la fuerza ni la energía de una hembra de mi área para resistir las acometidas, fácilmente la desgarraría.

Y solo me detengo las malditas ganas por una absurda decisión.

Subí la petrilla del pantalón arrancando el cinturón de armas de la columna para salir hacía el estrecho corredizo. Prisionero de la furia y el deseo de enviar al demonio su decisión y tenerla contra mi boca, salí hacía el área negra. Mis sentidos poco pudieron prestar atención revisando el perímetro, buscando vibraciones y temperaturas fuera del área antes de adentrarme a la cocina y aproximarme sin detenerme, frente a la puerta de madera gastada.

Apreté entre mis dedos lo que llamaban pomo, y lo giré. El cuerpo pequeño del infante vistiendo la playera roja que antes llevaba puesta la humana, fue lo primero que encontré respingando sobre la primera cama con el bebé entre brazos.

Pasé de largo su presencia adentrándome a la habitación, atisbando de rabillo al infante removiéndose sobre el colchón y siguiéndome con su mirada. Pude percibir su miedo.

Se creía que le haría daño a la humana, y mejor que saliera de la habitación si no quería escuchar sus gemidos escupirse sin detenimiento del placer que la consumiría.

Con la mirada fija en la puerta del baño, me detuve bajo la madera del umbral. Y soportando el ardor de la palpitación de mi erección a punto de estallarme bajo la prenda y los latidos de ese órgano acelerándose detrás de mi pecho, clavé la mirada en el interior del cuarto.

La encontré.

Su pequeño cuerpo vistiendo ese rosado camisón que apenas le dibujaba las cuevas de su delgado cuerpo, estaba acomodado delante del lavamanos, con sus brazos se apretaban al mueble y su espalda inclinándose para escupir el agua de su carnosa boca sin percatarse de mi presencia.

Mi amplia mano se apretó contra la madera de la puerta atrayéndola para cerrarla frente a mí, metiendo el pestillo con mi pulgar solo para escuchar enseguida el retumbar de su corazón acelerándose con rotunda fuerza.

—Demonios...

Se me arrugó una de mis comisuras solo escuchar su maldición musitada en temblor, dicha mano viajó a recoger algunos mechones de mi frente que se me resbalaron, escucharla decir aquello me recordó a cuando la descubrí haciéndose la dormida en el sillón.

—¿Demonios? —pronuncié con marcada lentitud, tal y como esa vez lo hice.

Y me volteé.

Esa mirada de colores exóticos se reflejó en el espejo en la pared, mirándome como si de pronto estuviera viendo un monstruo. No estaba tan equivocada, estaba delante de su depredador. Ese que se la demoraría hasta desvanecer la última gota de su energía.

La pausa con la que reparó en cada pieza de mi cuerpo sin pestañeo y desde el espejo hicieron que mis dientes crujieran. Su modo de detallarme y perderse en mí. me prendía, calentaba todo mi falo aumentado el derrame en el glande.

Podía sentir que la cremallera se me reventaría de lo duro que me ponía, y peor aun cuando se percató con su mirada de mi erección.

Entonces escuché las contracciones en su corazón.

Pestañeó, su frente se arrugó en un gesto instantáneo y apartó la mirada de mi entrepierna apretando sus labios carnosos al igual que sus delgados dedos cerrándolos en un par de puño sobre el mueble.

— ¿Por qué cierras la puerta? — pude notar el ligero temblor en su voz.

—¿Por qué crees que la cerré? —inquirí, tentándola.

Sus pequeños pero carnosos labios se estiraron con amargura, volteando con fuerza para dejarme a la vista el resto de su cuerpo. Amena, pero con las curvas más atractivas que mis manos insaciables deseaban recorrer todo el tiempo.

Me deleité con su pequeño y ovalado rostro, sus mejillas sonrosadas y ese mentón alargado y picudo, apretándose. La belleza que desprendía era incomparable al de la hembra aun con ese flequillo desordenado. No solo seducía con lo exótica que pretendía ser, emitía inocencia y malicia, la perversidad y el hacerse la difícil era la combinación perfecta, exquisita, fascinante, deliciosa.

Esa humana era única.

— Si es por lo que dije en la escalera pierdes tu tiempo además dije que lo olvidaras—mencionó con endurecimiento, y si se creía que me tragaría ese cuento, se equivocaba—. Así que vete, Siete.

La tensión me estremeció los músculos sintiendo el apretón en mi mandíbula. Escucharla escupir con asperidad y disgusto mi calcificación la traicionó, lo ocurrido en la cocina la tenía afectada.

— ¿En serio crees que me iré? —escupí marcando la erre entre dientes.

Sus labios temblaron y pude sentir el calor de su piel aumentando ante sus nervios. Me forcé a no echarme sobre ella como un animal cuando la fragancia dulce y placentera de su húmedo sexo expandió mis pulmones, inhalándola con rotunda bestialidad. Me llené de ella, y el hambre creciente por poco desencajó mi quijada.

Ese era el aroma de la humana que tenía preso y dividido a este depredador. Esta criatura que deseaba cobrarse su vida y protegerla al mismo tiempo.

—¿Por qué haces esto? — preguntó y la frustración le torció más esa boca temblorosa—. Te dije que decidí terminar con esta atracción, ¿por qué vienes aquí después de...?

Se detuvo endureciendo más su rostro, hacia el mismo gesto cuando estaba por decir algo de lo que se arrepentiría. Miró a la puerta detrás de mí y se apartó del lavamanos, moviendo sus largas piernas y no con coqueteo, sino con un temblor en sus muslos que trató de ocultar. Un temblor notorio que parecía a punto de hacerla flaquear.

Disminuyó la distancia entre los dos aumentando la fuerza de mi respiración, inhalando su dulzura. En ningún momento dejé de contemplar su acercamiento hasta detener su pequeña existencia a centímetros de palparse a la mía, contemplando con intensidad la firmeza en su rostro pequeño que amenazaba con quebrarse ante mí.

Me prendía cuando trataba de hacerse la dura y ocultar lo mucho que le afectaba mi presencia, y eso solo me aseguró que no la dejaría salir de aquí hasta hacerla arrepentirse de su decisión.

—No pienso jugar a esto—Su pequeña y suave mandíbula se apretó, el temblor aumentó en sus piernas—. ¿En serio piensas que te voy a rogar que me toques? ¿Qué tan tonta me crees?

Apreté la comisura sintiéndome rígido ante el recelo en su voz. Tonta no, pero ingenua sí.

El temblor en su cuerpo, el olor de su tierna piel mojándose más y el modo en que sus ojos no dejaban de perderse en mí, no sería capaz de soportar por más tiempo las ganas que me tenía. Pero solo estudiarla, entendí que esta humana terca y testaruda no me pediría tocarla, se estaba resistiendo.

—Que vengas aquí, cierres la maldita puerta y me alteres para desear ser tocada por ti...— pausó y verla empujarse sobre sus pequeños pies para aumentar su tamaño y acercar su rostro arrugado en disgusto y frustración ante mí, por poco me mordió el labio—. Solo harás que me sienta hastiada de tus feromonas.

Eso nunca.

Sus delgados dedos rodearon la perilla dorada que sobresalía junto a mi cuerpo y sentí la tensión endureciéndome la quijada cuando sus carnosos labios se estiraron para escupir:

— Así que mueve tu asqueroso trasero artificial porque voy a salir.

(...)

¡BUM! Oh por Dios, ¿les gustó?

La guerra interna en Siete es tan intensa. No tengo mucho que decir, solo que darles un poco de lo que hay en la cabeza de Siete, podría hacerlas entender la relación que mantiene con Seis, y el por qué a veces tiene impulsos tan confusos con Nastya.

LOS AMOO, MUCHOO BELLAS. Y Como me ha gustado bastante escribir desde su punto de vista, espero pronto y con otro reto, darles uno más de él.

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