No cualquier hombre

NO CUALQUIER HOMBRE
*.*.*

(Capítulo con contenido adulto explicito, si no gustas de estas escenas no recomiendo leerla)

Hola bellos experimentitos, por favor lean la nota final, es importante, puede sorprenderlos.

.

Si pudiera describir lo que Siete construía y destruía de mí en este momento, no habría suficientes palabras para explicarlo.

La manera en que esa carnosa y húmeda boca se había apoderado de la mía con una desesperación tan frenética, me dejó desarmada y tan arrebatada de mis sentidos y de lo que me rodeaba, que hasta la última fibra de mi existencia gimió, fascinada por la bestialidad de Siete. Degustaba mis labios como si el sabor fuera una locura desmedida para él.

Un manjar. Algo que quisiera disfrutar en solo un bocado y no volver a probarlo jamás.

Y no supe en qué momento cerré los párpados y me entregué a ese delirio tan maravilloso sin siquiera tratar de luchar.

Menos supe en qué momento mis manos se habían decidido a deslizar por lo largo de su torso tensionado, acariciando a detalle cada musculo hasta sus pectorales, esos que retuvieron una respiración, tensándose. Subí más mis dedos sobre sus anchos hombros para rodear su ancho cuello, hundiendo mis crispados dedos en lo profundo esa sedosa cabellera y apretar su raíz con brusquedad. De lo único que me di cuenta, en tanto sentía mi corazón azotando con locura mi pecho, fue en mis labios abriéndose para corresponderle con la misma fiereza. Con la misma desesperación y el mismo deseo de descubrir algo de lo que quizás nos arrepentiríamos después.

O traté de corresponderle así, porque su boca se movía tan brusco que por momentos mis labios fallaban y tropezaban sobre los suyos sin saber cómo seguir sus movimientos, incluso haciendo que por un instante nuestros dientes chocaran incómodamente.

Él pareció darse cuenta de ello, cuando enseguida lo sentí disminuyendo —apenas — la velocidad con la que me devoraba, pero sin dejar de besarme tan rotundo y pronunciado.

Las maldiciones que mi alma soltó en forma de espasmos tan desquiciantes tras sentir como nuestros labios se cerraban perfectamente en besos voraces y entrañables, no se compararon a la maldición que exprimió hasta el último músculo de mi humedecido vientre. Y es que su brazo en mi espalda, terminó por rodear mi cintura para apretarme más a la tibieza de su cuerpo, haciéndome rodear su torso con mis piernas para sentir ese endurecido bulto chocar contra la desnuda entrada de una dulce y tortuosa manera tan inesperada, que me hizo añicos con crueles palpitaciones oprimiendo y volviendo agua mis piernas.

Y jadeé estremecida, necesitada, sedienta: un jadeo que quedó amortiguado ante aquel gruñido ronco tan inesperado escapando de esa carnosa boca para ser ahogado en el interior de la mía.

Ese había sido un sonido tan delirante y tan malditamente excitante, que mi cuerpo lo saboreó hasta la última gota, presionando mis pantorrillas contra su endurecido trasero con la necesitad de sentirlo presionarse más.

Esa mano aferrada a la curva de mi espalda desnuda se apartó y me tomó de la nuca, hundiendo sus dedos largos en la raíz de mi cabeza, para ladear mi rostro con el único propósito de que nuestras bocas se hundieran más y esa lengua tan húmeda y cálida se adentrara sin permiso alguno al interior de mi cueva bucal para colonizar cada rincón de forma tan exquisita como si fuera suyo.

Gemí como si aquello hubiese sido la sensación más alucinante de todas. Y con la respiración tan desbocada al igual que la suya, sentí como cada rincón de mi cuerpo se derretía ante esa larga extremidad— más larga que una lengua humana— lujuriosamente se insinuaba sobre la mía, tentándola a despertar. Y vaya que lo hizo. Mi lengua se movió sobre la suya para danzar y saborear la perdición que sus insinuaciones húmedas y cálidas producían al colonizar mi boca.

Sentí que iba a colapsar, que me deshacía cuando la mano en mi cintura subió con lentitud, repasando toda esa curva hecha de piel fresca y húmeda. Subió un poco más hasta donde las primeras costillas se me marcaban, arrebatándome una sacudida ante el destello cosquilleo que su pulgar repasando esos huesos, desató.

Me sentí poseída por Siete en tan solo esos segundos. Estaba perdida, completamente raptada de la realidad donde la oficina, el área negra, el laboratorio, el gas venenoso habían desaparecido a nuestro al rededor, dejándolo solo a él.

Solo él y yo dentro de una burbuja repleta de sensaciones desbordantes y fascinantes, en la que las intenciones por descubrir más entre nosotros hasta deshacernos y volvernos polvo, eran más que las de separarnos.

O eso creí yo... eso fue lo que sentía.

Hasta que algo más sucedió en ese momento en que saboreaba con lujuria sus carnosos labios hasta exprimir ese sabor a perdición.

En lo profundo de mi cabeza, aparecí yo delante de esos enormes tanques con mezclas de agua y sustancias con la que alimentaban a los experimentos que se incubaban, abriendo una botella para soltar los gusanos en cada una de todas esas mezclas...

Ese recuerdo de lo que le hice a todos esos experimentos humanos como él, se vislumbró de una manera tan horrorosa que fue capaz de torcerme el rostro hacia un costado, cortando instantáneamente todo contacto con esa alargada y curvilínea boca. Había torcido con tanta rotundidad mi rostro que sentí un ardor apoderándose de todo lo largo de mi cuello hasta hacerme quejar.

Un quejido que retuve tras apretar mi quijada y hundir mi entrecejo.

Y mientras escuchaba la frenética respiración sacudirse el pecho y mi corazón martillándome la garganta donde un nudo había querido hacer de las suyas, todas esas sensaciones tan estremecedoras producidas por él, y todo ese deseo tan delirante y enigmático, desapareció sin dejar rastro. Como si nunca lo hubiese sentido.

Aquella imagen mía y lo mucho que me lamenté ser la causante de la masacre de inocentes en el subterráneo, me aturdió tanto, que me dejó congelada y temblorosa, con la mirada perdida en el suelo.

Algo trató de romperse en mi interior y de una manera tan diferente a la anterior, que las manos que se mantuvieron hundidas en ese sedoso cabello terminaron cayendo hacia sus pectorales donde se detuvieron. Mis dedos sintieron como ese par de músculos se inflaban endurecidamente para exhalar. Una exhalación corta que chocó contra toda la piel de mi sien dibujado un camino hacia mi mejilla. Y se había sentido tan tibia, por poco fría, que me tensionó los hombros casi encogiéndolos.

Lo empujé, sin ser brusca, pero poniendo fuerza en mis brazos para estirarlos con la intención de tenerlo lejos de mi cuerpo. Y a pesar de que no pude estirar si quiera un poco de mis brazos debido a la fuerza de su cuerpo junto al mío, él se dio cuenta de lo que quería y sin titubeos apartó un par de centímetros su cuerpo del mío y deslizó su mano fuera de mi nuca depositándola sobre el colchón.

Eso fue todo lo que hizo, sin apartar la mano en mis costillas, bastante cerca de mi pecho derecho...

Una chispa de conmoción me hizo exhalar hueco y pestañear cuando la ausencia de su cuerpo, comenzó a picarme la piel de necesidad.

De necesidad por tenerlo otra vez rozándose sobre mi piel.

Oh no maldita sea. Lo peor de todo, era que mientras su ausencia lograba que una descarga eléctrica me sacudiera ligeramente los huesos, la imagen de saber que me estaba besando con un experimento que mató a un involucrado y que si sabía que yo era una de ellos también me mataría, me torturaba.

Y me torturaba tanto que comencé a negar con la cabeza, lentamente, una y otra vez.

—¿Por qué...? — exhalé con la respiración entrecortada.

Una opresión apoderándose de mi pecho, al igual que ese calor tan severo tensando mis músculos, hizo que mis manos se hicieran puños en los que retuve toda esa confusión e impotencia con ganas de explotarla contra algo.

Y era solo el recuerdo de lo que hice atormentando mis sentidos y pensamientos. Si no Siete. Había vuelto a caer en su maldito hechizo. Ni siquiera luché para apartarme él, ni siquiera intenté escapar, ni siquiera hice nada. ¿Por qué demonios no pude empujarlo en cuanto rozó su boca sobre la mía?

Y eso no era lo que más me molestaba y frustraba.

Levanté la mirada en un gesto desagradable, para encajarla en ese rostro masculina ladeado con uno que otro mechón negro colgándose sobre su blanca frente. Sentí una clase de ira atascarse en mi pecho cuando reparé en sus orbes depredadores tan aseverados y en esa seriedad sin ningún tipo de gesto.

Mordí mi labio deteniendo un insulto. Y en tanto le reparaba sin saber qué demonios le cruzaba por la cabeza, y sin saber qué demonios decirle de todo lo que se acumulaba en mi cabeza, recordé algo que hasta entonces se me había olvidado, y fue lo que dijo cuándo me acorraló en aquel baño de mi destruida habitación.

Estoy surtiendo efecto en ti...

Él sabía lo que producía en mí. Sabía que me descontrolaba y me sentía tan drogada con su toque y su acercamiento, ¿y todavía se atrevía acercarse y a besarme?, ¿a decir que ahora quería tocarme?, ¿qué demonios le ocurría?

No podía entender que sucedía con él. Ni siquiera le hallaba sentido que quisiera revisarme.

Hubiese bastado decirme que me revisara el estómago cada cierto tiempo, lo palpara y estudiara, hubiese bastado hacerme preguntas a medio metro de distancia, pero no. Quiso levantarme la playera sabiendo que no tenía ropa interior puesta. Para colmo, ni siquiera me revisó, solo me besó.

¿Y decía que no producía nada en él después de besarme tan enloquecidamente?

Mi cabeza comenzó a llenarse de un montón de insultos y preguntas que quise escupirles todas al mismo tiempo, que me sentí abrumada con los labios temblorosos y con la ira titubeando en mi rostro.

Pero no iba a insultarlo, exasperar así no era algo que me gustara hacer.

Sin embargo, sí quise estamparle una bofetada en ese atractivo y masculino rostro porque él era consiente de cómo me ponía y de lo absurdo que su revisión terminaba siendo. Y lo que todavía me tenía tan alterada era ver que él no tenía ningún maldito gesto en su rostro después de degustar hasta el interior de mi boca. Es que acaso lo que sucedió, ¿no le afectaba?

Si no fuera porque me salvó varias veces, y porque sabía que sin él no hubiese sobrevivido en la zona verde, estaría cumpliendo la intención que pulsaba mis manos con golpearle su bonito rostro.

— ¿Esta es la revisión que querías darme? — casi lo escupí, apretando mis labios enseguida y tratando se tranquilizar mi respiración que seguía igual de acelerada que mi corazón perturbando mi pecho—. No vuelvas a tocarme, no me gusta lo que me haces sentir.

Una de sus oscuras cejas se alzó tan solo un instante sobre sus orbes diabólicos, un gesto suficiente que me hizo saber que mis palabras no tenían sentido para él. Como si fuera ridículo lo que estaba diciendo.

—Si no te gustara esto...— pausó.

Ver como sus feroces orbes caían sobre mis marcados pechos bajo la tela, y sentir esa amplia mano subiendo con tortuosa lentitud por el resto de mis costillas hasta tropezar con ese bulto de piel carnosa donde su pulgar subí y esa uña se rozó contra mi endurecido pezón, me hizo gemir en un gesto de placer, arqueando apenas la espalda al mismo tiempo en que una de mis manos voló de su torso para aferrarse a su muñeca por encima de la playera roja.

Quise apartarla, de verdad que sí. Más no pude.

Esa reacción tan espontánea e inesperada de mí, y ese toque de su pulgar sobre mi areola, pareció gustarle tanto que vi como por un instante sus orbes se perdían en esa zona mía, mientras una respiración profunda lo hacía exhalar de sus apretados labios.

— No estarías reaccionando de este modo— terminó soltando entre dientes, reteniendo apenas un gruñido que alguna parte de mi deseó escuchar.

Quedé excluida de mis neuronas, cuando su pulgar cubrió mi pezón y lo repasó una y otra ve como si de juguete nuevo se tratara. Se me abrió mucho la boca, sintiendo como mi mano perdía fuerza, aflojando su agarre en su ancha muñeca.

Solo entonces, cuando se me cerraron los parpados ante el abrumador y tan excitante presión, ese dedo se apartó y esa mano salió tan bruscamente fuera de la playera que el trance en el que me atrapó me dejó con la mirada clara en su garganta, sobre esa manzana de adán.

Y pestañeé una y otra vez, con la necesidad de salir del shock para dejarme saber que le había dado la razón a él.

Pero se equivocaba, no me gustaba lo que producía en mí, la manera en que me descontrolaba y me dejaba a su merced como una esclava obedeciendo a su amo, sin tener dominio propio, ¡demonios, no!

Las sensaciones que sentía cuando me tenía prisionera de su enigmática mirada reptil, o su acorralamiento eran producidas por él, no porque yo quisiera, ni porque haya querido. Por lo tanto, no me gustaban.

¿Verdad?

¿Por qué estoy dudando de pronto? Esa pregunta rebotó en alguna parte de mi cabeza sin tener ninguna respuesta.

Maldita sea, sí, sí me gusta cómo me toca.

—Que me sienta afectada es tu culpa— me quejé, levantando la mirada—. Es tu culpa porque tú me acorralas de maneras que no son normales.

Y es que sí, él comenzó todo esto. Su acercamiento tan brusco y sin sentido hacia mí. La primera vez que empecé a reaccionar con exageraciones fue cuando me atrapó en el laboratorio canino. En ese instante, todo...

— Suenas tan segura, pero te equivocas, mujer— Y esa espesa voz desvaneció mis pensamientos, entonando atención a la intensidad de su mirada depredadora y esa torcedura tan hipnótica en una de sus comisuras oscuras.

Demonios. Algo se estremeció en lo profundo de mi estómago solo contemplar esa simple mueca torciendo terriblemente todas esas atractivas facciones, y solo pude maldecir.

— Sentí tu atracción cuando te encontré haciéndote la dormida en el sofá— empezó, y las tonadas tan roncas y crepitantemente graves de su voz me apretaron mis labios.

Más se me apretaron ese par de carnosos pliegues de piel desnuda en mi entrepierna, cuando él de un solo empujón se levantó, incorporando su imponente y masculina figura delante mío.

Me sentí un insecto. Uno siendo aplastado por esa frívola e intensificada mirada devorándome desde arriba.

— La manera en que me miraste fue lo que hizo que mis feromonas te afectaran— Atisbé como sus puños se apretujaban, blanqueando sus nudillos—, iniciaste esto.

Repentinamente quedé en un trance medianamente largo en el que mi cabeza repetía esa última palabra. ¿Feromonas?

Él había mencionado lo de sus feromonas en el baño de mi destruida habitación. Dijo que nunca pensó que sus feromonas afectaran a un humano tan rápido.

Las feromonas era lo que producía que dos personas se atrajeran sexualmente. No recordaba perfectamente lo que leí en algún libro escolar, pero tenía que ver con ese tipo de atracción.

Ahora entendía todo. Lo que me afectaba era producto de sus feromonas, aunque demasiado exagerado. Después de todo él era un experimento alterado genéticamente. Todo de él era una alteración aterradora e inexplicable, por ende, sus feromonas también serían intensas. El doble o triple...

— Y si sabias lo que me producías, ¿por qué me tocabas tanto? — aventé, hundiendo mi entrecejo para dejar ver lo mucho que me frustraba.

Pero de pronto, otra pregunta más tocó mis labios y no dejé ni un solo segundo de silencio entre nosotros:

—Si no produzco nada en ti, ¿por me besaste? — quise saber.

No tenía sentido el comportamiento que tomó hace un momento. La manera en que me tomó y en que dijo que quería tocarme más. La manera en que me besó, y en que su miembro se endureció contra mi entrada para hacerlo gemir roncamente, lo contradecía.

Ese feroz rostro se enderezó bajo la parpadeante y densa luz, solo para levantar su mentón sin apartar ni un solo instante su mirada de la mía. Y no verlo pestañear en ese segundo en que una horripilante y aterradora sombra le cubrió gran parte de su rostro y esa mirada platinada, me alteró la respiración.

Volcó mi corazón, pero de miedo.

— Empiezas a atraerme — pronunció cada palabra con un tono tan marcado y crepitante que el corazón se me detuvo al igual que la respiración desinflándome de golpe, a causa del shock.

Un hormigueo tan cálido invadió desde el centro de mi pecho hasta el interior del músculo se mi estómago con sensaciones que producían un cosquilleo al ver la manera en que él levantaba su brazo en mi dirección.

Me perdí en el detalle de sus músculos marcándose bajo esa blanca piel, como también en la manera en que esas venas se le saltaban a partir de la muñeca.

—¿Eso querías escuchar? —El tono tan bajo de su voz, aún susurrante no fue suficiente para apagar el crepitado de su voz.

Y esos largos dedos con tanta delicadeza se deslizaron encima de mi mejilla derecha haciéndome arrastrar entrecortadamente el aire.

— No siento la suficiente atracción por ti mujer para perderme con una caricia — vociferó en un tenso movimiento de sus labios—. Pero tú...

Y tan rápido cono sentí sus dedos acariciando mi piel y dirigir un camino tan tormentoso hacia mi levantado mentón, ese pulgar se inclinó sobre mis labios y acaricio la delgada y humedecida textura.

Me desinflé como globo con mucho aire, una acción suficiente para saber lo que significaba. Bastaba una simple caricia para perderme.

— Si dejar de sentir esta atracción es lo que quieres...— odié que pausara y que repentinamente el tono de su voz se escuchara tan ronco y peligroso al igual que odié la sensación que su pulgar dejaba cuando comenzó a dibujar la curva de mis labios—, con sexo lo conseguirás.

Un aleteo tan desbocado se adueñó de mi órgano cardiaco para sacudirlo con frenética brusquedad.

Mis neuronas parecieron estrellarse a una pared cuando repitieron sus palabras y no pudieron procesarlas sino hasta que ese pulgar, tras jalar mi labio inferior, se apartó al igual que el resto de sus dedos dejando mi mentón.

Solo entonces cuando él no se movió y solo dejó esos orbes platinados escudriñándome con seriedad desde arriba, mi mirada se dejó caer sobre sus muslos, esas tonificadas piernas marcándose bajo su uniforme oscuro, con una asombrosa elegancia. Pero nada se comparaba a la erección agrandada contra su cremallera, esa tan notoria y llamativa que hundió una descarga eléctrica entre los estremecidos músculos de mi vientre.

Relamí mis labios, nerviosa. Muy, pero muy nerviosa, y traté de recoger mi firmeza y extender una mueca al darme cuenta de lo absurdo que se había escuchado.

— ¿Así que tengo que acostarme contigo para no sentir más esta atracción? — casi lo bufe como si se tratara de un mal chiste—. ¿Escuchas lo ridículo que suena eso? No soy tan ingenua, Siete, mientras no me toques, no producirás nada en mí.

Subí mucho el rostro y la mirada a esos orbes severos clavados en mi carnosa boca apretada. Un segundo los observó, antes de apretar sus labios y levantar esa mirada reptil dueña de ninguna emoción hacia mí.

— ¿Estas tan segura? — El calor subió a mi cabeza a causa del ladeo de su rostro, dándole con toda esa cabellera desordenada, un aspecto salvaje, bestial—. Cuando entré, bastó una mirada para que te sintieras ansiosa, nerviosa. Una mirada para que emitiera ese dulce olor...

¿Dulce olor?

—Estos encuentros intensificaran a medida que se ignoren — profirió con una cruda y engrosada firmeza, que me pregunté si era cierto—. Llegará al punto en que no se puedan soportar.

—He s-sentido atracción sexual por otros hombres y no necesité acostarme con ellos para detenerla— le expliqué rápidamente, alzando mis cejas para darle un toque instantáneo a mis palabras.

Un inesperado estiramiento de sus comisuras, alargándose a los costados y torciendo solo la parte izquierda de su mejilla, retorció hasta la última parte de su enigmático rostro.

Y no supe si era una torcida sonrisa apretada llena de malicia e irritación, o solo una mueca, fuera lo que fuera mis ojos no pudieron apartarse de ellos, viendo como con lentitud esos labios humedecidos y poco enrojecidos debido a mis frenéticos besos, se separaban.

—Te equivocas, mujer— puntualizó, y con una pausada tan marcada en la que la erre resaltó como casi un ronroneo—. No soy cualquier hombre.

Una ola tan electrificada de calor recorrió de punta a punta mi cuerpo cuando, conforme habló, recorrió mi cuerpo quedando únicamente clavado en mi entrepierna esa que hasta ese momento en que se me ocurrió bajar la mirada encontré por centímetros levemente desnuda, dejando ese labio izquierdo a la vista.

Retuve el aliento llevando mis manos a estirar la playera para cubrir esa zona todavía, para mi lamento, mojada...

—No, tu genética está hecha a base de trabajadores de este laboratorio, y fue completada con ADN de reptiles, y quizás hasta de algún animal— mencioné, y quizás iba a arrepentirme de lo que diría, pero esas palabras ya estaban en mi boca—. No eres cualquier hombre, me queda claro y por eso no quiero que me toques después de esto.

Si ofenderlo tan bajamente lo mantendría apartado de mí de ahora en adelante, esto estaría bien. Se estaba saliendo de control la forma tan desconocedora en que me hacía sentir, y solo deseaba que terminara, me abrumaba descontrolarme y exagerarme de este modo. Me abrumaba acercarme de este modo a él, a un experimento al que le arruiné la vida, un experimento que intentó matarme...

Esto no era correcto.

—Te estoy agradecida de que me salvaras y te pusieras en riesgo para traerme hasta aquí, pero no pienso tener sexo contigo—me atreví a soltar enseguida—. No quiero que vuelvas a tocarme nunca más, Siete, ¿entendiste?

Esa misma ceja que tembló, se arqueó al instante. Y odié tanto por contemplar la forma en que su rostro se retorcía de sensualidad todavía con ese simple movimiento en su ceja, antes de caer y transformar aterradoramente esa mirada.

Y entonces alzó uno de sus brazos, haciendo un doblez tan evidente en el que el bíceps resaltó bajo su piel, y esas venas se dibujaron tan oscuras y pronunciadas, llevando esa grande mano y esos dedos a deslizarse debajo de todos esos mechones para apartarlos de su frente.

—Eres tan terca...—arrastró en un tenso movimiento de su mandíbula—. Si así es cómo quieres que sea, así será.

Su inquietante asperidad y la manera en que mantuvo su brazo en esa posición, con esa mano encima de su cabellera azabache y esos mechones resaltándose entre los nudillos, y sumando a eso, en compañía de esa mirada rasgada y depredadora, por poco me hizo babear.

— Será divertido ver cuanto soportas después de dejarte de este modo— No pude entender sus palabras cuando le vi tirar de sus mechones antes de apartar su mano y darme una vista tan sensual de la manera en que todos esos cabellos volvían a resbalar sobre sus cejas—. Estaré esperando hasta que me pidas tocarte otra vez, Nastya...

Tras su espesa y engrosa voz escupida entre dientes, movió una de sus piernas hacia atrás para retroceder y girar delante de mí, me dejó aturdida.

Repasé su ancha espalda en movimiento y la manera en que se le sombreaban algunos músculos conforme se apartaba en dirección a la puerta, esa a la que no tardó en extender uno se sus brazos para abrirla y salir...

Dejándome sola con ese crujir de la madera cerrándose.

Todo se hundió en un abrumador silencio en el que parte de mi quedó descompuesta y en suspenso.

Los minutos acontecieron y no supe por cuánto tiempo más me quedé mirando esa puerta. Solo reaccioné cuando esa desgarradora exigencia que envolvía mi cuerpo, me sacudió los huesos.

Respiré de golpe y hondo, tratando de llenarme de todo el oxígeno que pudiera y necesitaba, para terminar, exhalando largo, queriendo deshacerme de todas esas sensaciones que comenzaban a perturbarme más de lo que me perturbaron teniéndolo de frente.

El problema era que, aun cuando repetí esa respiración por segunda vez, todavía podía sentir como mi corazón seguía tamborileando mi pecho, nervioso, ansioso y arrepentido. Tantas emociones haciéndolo latir que podía sentirlo a punto de estallarme.

Me estremecí, esos terribles espasmos sacudiendo mis músculos bajo la piel otra vez, me encogieron.

Intenté controlarme, de reponerme de todo lo que había sucedido. Pero fue imposible. Tan imposible y tan inexplicable la manera en que comencé a sentirme al ser consciente de que se había ido y de que estábamos con solo una puerta apartados uno del otro que, solo pude negar con la cabeza dejando caer la mirada al suelo y sobre mis pies, haciendo un conteo mental.

No quería sentirme así, como si necesitara urgentemente de él. De su cuerpo frotándose contra el mío, de sus largos y carnosos labios devorando los míos, de esas manos recorriéndome la piel tocando hasta la última fibra de mi existencia.

Pero así me sentía.

¿Por qué? Porque esto era efecto de sus feromonas, ¡por eso!

Era cierto que me gustaba mucho como me tocaba, también me atraía. ¿Y a quién no le atraería? Ese experimento hecho de perfecto y masculinidad, había sido creado en el infierno por las manos de la misma lujuria.

Cualquier que lo mirara, pese a su aterradora mirada, quedaba cautiva.

Pero también era cierto que me asustaba mucho lo que me hacía sentir o el modo en que me hacía comportar cada vez más incontrolable cuando me tocaba y se me acercaba. Y eso que no llevábamos tanto tiempo juntos desde que nos apartamos de su grupo.

Así que era una guerra interna. Una muy grande y devastadora que no debería existir porque nos encontrábamos atrapados, rodeados de un laboratorio que se hundía y derrumbaba y estaba repleto de gas venenoso.

Lo que debía importarnos era salir de aquí, más ahora que la electricidad se había ido.

Pero, ¿porque eso parecía tan poco importante en este momento? Sentía que a mi cuerpo le importaban más centrarse únicamente en esas frenéticas ganas de salir por esa puerta y detenerlo, despojarlo de su ropa y montar su erección dentro y fuera de mi hasta desvanecerme en un orgasmo y sentirla liberarse en un gruñido.

¿A caso era cierto lo que dijo? Quizás ahora que estaba tratando de ignorar esas ganas de tener sexo con él, ¿la atracción se intensificó? ¿Podía suceder eso en tan solo minutos? ¿O acaso me atraía demasiado este hombre?

¿Y cómo sabía él que la atracción sexual se intensificaría conforme se ignorara?

Era cierto, sabía que la atracción terminaba en varios de los casos con un buen revolcón en la cama, otras simplemente con el tiempo sin necesidad de ello. Pero él era un experimento, uno muy alterado, bastante. Si sus feromonas me tenían muchísimo más desesperada por sexo, ¿cuál era la probabilidad de que no me dieran ganas de repetirlo con él?

Ese era el problema, eso era lo que me asustaba. No hacía mucho que lo vi desnudo en la ducha, de pies a cabeza. Cada musculo que le componían, y esa uve en su vientre donde dejaba a relucir el tamaño de su miembro no erecto, estaba tan dibujado en mi memoria. Este experimento físicamente era insaciable ante los ojos, ¿sexualmente también sería insaciable o me bastaría una vez?

— Que disparate— me queje con frustración—. Estamos atrapados y sin electricidad, con el gas venenoso y los derrumbes del otro lado del área, la atracción entre los dos es lo último que debería robar nuestra atención.

Odié que la duda se mostrara tanto en el tono de mi voz, como si ni yo misma creyera en ellas. No podía entender por qué razón, si había cosas más importantes, no dejaba de sentirme tan mojada y ansiosa. Con ganas de llevar mi mano y...

Me levanté del sofá, y con esa palpitación tan dolorosa en mi entrepierna que me apretujo las piernas, di un par de dudosos pasos hacia la puerta.

Los músculos se me sentían como gelatina, y a pesar de que creía que caería al suelo me dirigí a ella. Quería salir e ir por mi bóxer y el brasier, ese era el único objetivo, pensando que al vestirme la tensión en esa zona disminuiría.

Pero saber que me encontraría con él, con su demoniaca mirada capaz de humedecerme aún más en esta condición, me giró de golpe, devolviendo el trasero al sillón. Algo de lo que me arrepentí cuando con la fuerza con la que me senté, sentí como mis hinchados labios se rozaban contra el esquinero del sofá, esa parte endurecida que me hizo temblar.

¡Demonios! Estaba en mi límite. Sintiéndome abrumada, perdida, casi desesperada como si necesitara de él. Nunca me había pasado algo así.

¿Qué era esta porquería de excitación tan descontrolada? No, puedo dejar de sentirme tan desesperada por ir tras él.

Lamí mis labios y los relamí mirando hacía la blanca puerta otra vez. Miré el reloj, para caer con la sorpresa de que había pasado casi la media de una hora.

¿30 minutos y todavía estaba en esta condición?

Mi rodilla comenzó a temblar con demasiada ansiedad. Lancé una mirada al umbral del baño, tratando de perder o enfocar mis pensamientos que no fuera en mi palpitante entrada y mi pezón tan endurecido en el que todavía podía sentir la yema de su pulgar jugueteando con ella...

Contrólate, Nastya.

Pareces una perra en celo.

Lo peor de todo era que parecía darle la razón a las palabras de Siete ahora mismo. Porque no podía controlar el temblor en mis sudorosas manos, apretándose a los bordes del sofá.

Por segunda vez miré el reloj. Me levanté del sofá y de golpe también, pero esta vez para dirigirme al baño, acomodando mi cuerpo sobre el mueble de lavabo para mojarme la cara, refrescarme la cabeza, eso era lo que buscaba. Cerré la llave y me miré al espejo, retirando las gotas de agua con el dorso de mi mano solo para mirarme, tratar de perderme en el reflejo de mi rostro.

Mala idea, cuando miré a detalle mis carnosos labios apenas enrojecidas, en los que los movimientos rotundos de sus suaves labios apoderándose de mi con una lujuria seguía tan intacto como el sabor a gloria de su larga lengua adentrándose a mi boca para hacerla suya, devorarme como nunca fui devorada.

Tragué ruidosamente, dejando caer la mirada a mis muslos gelatinosos.

No podía pensar en nada con esa palpitación torturándome ahí abajo. Tenía que deshacerme de esto, pero no con él, no podía tener sexo con él. Mucho menos cuando la imagen de Dmitry había aparecido tras sus besos.

Harta de sentirme así, dejé que una de mis manos se deslizara en dirección a mi vientre, me acaricié y los adentré bajo la playera para acariciar mi monte, todo ese rastro de piel caliente y fragil.

Mis dedos se deslizaron sobre ese par de labios tensos y mojados donde todavía estaba el recuerdo tan exigente de su erección apretándose entre ellos. Rozándose con tanta profundidad que todavía podía sentir su calor atravesando la tela de su pantalón.

Jadeé cuando un par de mis dedos se abrieron paso entre los pliegues para tocar esa hinchazón, mojándose de mi propia lubricación. Cerré los parpados, masajeando mi carnosidad. Gemí cuando entré en mí, hundiéndome en el éxtasis que apenas se desató con la necesidad de terminar con ello.

De terminar con esta excitación.

Seguí con el movimiento lento y profundo, una y otra vez. Giré sobre el mueble del lavabo, para recargare y separar las piernas para tener más acceso.

Temblé. Mi pulgar masajeo mi sensible botó, jugueteó con él, sintiendo como el éxtasis comenzaba a quemarme la piel, mis dedos embarrándose de mi propia humedad, saliendo y entrando en mí.

Demonios.

Gemí, aumentando la velocidad de mi movimiento, sintiendo como la tensión comenzaba a estirarme los músculos, ese placer llenando mi cuerpo apuntando a mi clímax... no un orgasmo, pero tan siquiera el clímax, suficiente para alcanzarme.

—Siet...

Pero esa clasificación escapando de mis labios en un gemido que al final retuve, me hizo exhalar con frustración con una amarga y abrumadora insatisfacción ante el clímax.

Mi entrada chilló que necesitaba de su miembro, no de mis dedos.

Extendí los parpados hacía una de las paredes del baño, observando esa alargada luz solar apenas alumbrando el pequeño cuarto. Esa maldita palpitación volvió a mi entrepierna al recordar ese caliente bulto apretujándose contra ella, o ese pulgar jugueteado con mi endurecida areola, y esa carnosa boca degustándome hasta con su lengua.

Apreté con fuerza los labios sintiéndome aturdida y ansiosa, ¿en serio? ¿Hasta este nivel podía hacerme llegar sus feromonas?

Y solo con tener sexo con él, ¿dejaría de sentirme así? ¿Sus acercamientos dejarían de inmovilizarme? ¿Sus caricias dejarían de perderme?

Esa parte tan asustada de mí sentía que si me dejaba hacerlo querría repetirlo. Pero otra, temía que, si no lo hacía, más tarde estaría empeorando. Enloquecería más de lo que ya me sentía ahora mismo.

Entonces, ¿debo hacerlo? Miré por cuarta vez la puerta blanca que daba a la escalera metálica, un pensamiento se pinchó en mi cabeza de tal forma que sentí como el corazón comenzaba acelerarse.

Tragué, sintiéndome sedienta. Sintiéndome tan nerviosa y alterada cuando me giré al lavabo y lavé mi mano antes de mirarme al espejo. No supe por qué le tomé tanta importancia a mi desarreglado cabello mojado que mis manos comenzaron a desenredar y acomodarlo de tal manera que le dieran forma a mi rostro, y dieran un toque a esa mirada de diferente color.

Mordí mi labio inferior conforme acomodaba mi fleco, antes de echar una mirada a la playera roja y humedecida que se pegaba a algunas partes de mi cuerpo, solo para ver como mis pezones se remarcaban en esa tela.

Acomodé el largo cuello de la playera para desnudar uno de mis hombros y tan solo hice volví a verme en el espejo.

—¿Qué demonios estoy a punto de hacer? —me pregunté, aunque ya sabía la respuesta y la razón también.

Esa razón que me giró de nuevo y me sacó del baño en dirección a la puerta, esa que no tardé en abrir y dejar el panorama de la sombría área negra a la vista.

Quedé por poco perturbada ante la manera tan catastrófica en que gran parte del área permanecía muy poco iluminada por esas lámparas solares colgadas a lo largo de las cuatro paredes, dibujaban aterradoras sombras en todas partes.

La única zona del área negra que permanecía un poco más luminosa, era el piso de incubación donde al parecer las lámparas solares se acomodaban en el suelo.

Jadeé al aire, fue tan impresionante la vista que tuve de esa ancha figura masculina dándome la espectacular vista de su espalda. Estaba acomodado de nuevo frente a los barandales, con sus brazos extendidos empuñando con miseria el metal y la cabeza cabizbaja, apenas encorvado.

Me aproximé hacia la escalera y como si estuviera hechizada, mis piernas se movieron una y otra vez sobre los peldaños, sin apartar la mirada de su figura imponente cada vez menos visible debido a la altura.

Hindi la mitad de mis piernas en el agua cuando la escalera terminó, y sin si quiera titubear y lanzando mi dignidad suelo, seguí dirigiéndome hacia la escalera de asfalto. Esa que se encontraba a tan solo un metro de la escalera metálica a la oficina.

Subí los escalones de piedra, una y otra y otra vez hasta salir del agua, hasta que ese perfil tan enigmático poco a poco se dejó a mi perfecta vista.

Fue tanta la lujuria poseyéndome que ni siquiera pude darle una mirada a ese montón de fragmentos acumulados en alguna parte, ni a esos cables y máscaras en el suelo que se extendía delante de mí. Solo pude mirarle a él...

La palpitación en mi entrepierna aumentó, mi mirada perdida en las fascinantes marcas de sus músculos y venas a lo largo de su brazo derecho debido a la fuerza con la que apretaba su mano apretó más el barandal.

Y me inmovilicé al final del escalón cuando con lentitud ese rostro cabizbajo y sombrío del que colgaban mechones, se torció.

Esa endemoniada mirada poseída por una escalofriante oscuridad, debajo de toda esa hilera de pestañas espesas, recorrió mi presencia con una pausa amenazante que jadeé.

Cada centímetro de mi cuerpo fue contemplado por él al mismo tiempo en que su empoderada perfección se enderezaba, grande y peligrosa. Uno de sus brazos soltó el barandal para torcer su cuerpo y quedar frente a frente a mí.

Por mucho que quise recorrer también su cuerpo y ese bulto mojando la tela de su pantalón uniformado, no pude. Esa mirada seguía devorando mi pequeña estructura, deshaciéndome conforme avanzaba a mis pechos donde mis pezones tan endurecidos eran lo que más llamaban la atención debido a mi ansiosa respiración.

Me estremecí, la adrenalina intensifico la temperatura corporal de mi cuerpo y no pude más.

Quería hacerlo ya. Debía deshacerme de estas ganas.

Moví las piernas sobre la fría textura del suelo. Paso a paso acercándome a él, sintiendo como esas frenéticas sensaciones invadían un poco más mi cuerpo. Esa depredadora mirada tan hipnótica y llena del más tenebroso misterio se levantó con intensidad, fija y penetrante observando mi rostro, mi acercamiento sin titubeos. Con desviación.

No dijo nada cuando me detuve a tan solo centímetros de su cuerpo, siendo cubierta por la potente sombra del suyo. Solo le observé inflar su pecho en una profunda y retenida respiración cuando una de mis manos se alzó y se recostó delicadamente sobre su abdomen.

Mis dedos repasaron esas abdominales tan perfectas un momento antes de subir en una caricia disfrutando, dibujando con mis yemas cada uno de sus músculos bajo su uniforme.

Su comisura izquierda se arrugó cuando esa misma mano en compañía de la otra, bajó en dirección lenta sobre el cinturón de armas alrededor de su cadera para comenzar a quitárselo. Se lo saqué, dejándolo caer al suelo. El sonido que produjeron todas esas armas, no se comparó al de mi corazón bombeando sangre caliente a todas partes de mi cuerpo mientras golpeaba mi pecho.

Respiré hondo, subiendo mucho mi rostro hacia el suyo. La perfección estaba anclada a su rostro, con esas oscuras y tensas cejas ocultas bajo los mechones de su cabellera, y esa mirada envuelta en una peligrosa e intensa oscuridad memorizando cada pequeño movimiento. Supe bien que me destruiría.

Y yo quería que me destruyera.

Mordí mi labio inferior, determinada a lo que haría con él.

—Lo decidí, quiero tener sexo contigo— lo solté todo en una queja.

Ni siquiera pasó un segundo cuando ese rostro malicioso se ladeó y esa comisura izquierda se estiró en una desquiciante y maldita sonrisa llena de la más retorcida sensualidad que me abrió la boca y me hizo jadear.

Un vuelco rotundo se adueñó de mi corazón, desarmándolo.

Y me estremecí con mucha más fuerza cuando sentí una de sus manos deslizándose inesperadamente en mi corto y mojado cabello para aferrarse a mi nuca para levantarlo más, en tanto su otro brazo rodeó mi cintura para apretarme con brusquedad a su cuerpo de tal forma que mi pecho se apretó contra su torso y uno de mis muslos se presionó contra ese bulto agrandado y endurecido.

Ahogué un gemido solo sentir la manera en que nuestros cuerpos volvían a estar uno contra el otro, tanto como deseé hace un momento. Un gemido que amenazó con desbordar de mis labios cuando él se inclinó y ese rostro tan atractivo sin siquiera disminuir la velocidad, se acercó al mío rozando su nariz en una suave caricia en mi mejilla, y dejando que esos carnosos y largos labios amoratados se recostaran sobre mi sedienta boca para soltar:

—Buena elección, mujer— ronroneó.

Y la suavidad y tan ardiente textura de sus labios abriéndose sobre los míos para poseer hasta la última fibra de piel de mi boca, me deshizo en fragmentos.

Era demasiado tarde para darme cuenta de que esto era un error.

El tiempo ya se había detenido solo para que cada segundo fuera disfrutado por mi hasta última gota.

Perdida tanto en el sabor de esa carnosa boca moviéndose frenéticamente, exprimiendo el sabor de mis labios acompañado de esa larga lengua que los acariciaba, y la cual no tardó nada en adentrarse con delirios a mi cueva bucal para poseer en un baile sensual a la mía. Ahogué un gemido largo en su boca, sintiendo como cada fibra de mi cuerpo se estremecía ante el movimiento de esa extremidad colonizándome como si fuera suya.

Lo que trasmitían sus besos, era simplemente una locura inexistente, enviando sensaciones eléctricas hasta la parte más pequeña de mi ser, para desbaratarme y volverme nada.

Así era como Siete me hacía sentir, cono si me entregara a la perdición. Y vaya que me estaba gustando. Ladeé el rostro para tener más acceso a su boca, siendo mi lengua ahora la que se aventuraba a colonizar hasta el último trozo de su interior.

¡Y santa virgen! Sabia tan bien que me costaba crees que existiera un sabor tan inexplicable y enloquecido como el que desataba sus labios y esa lengua que se movía contra la mía.

Entre jadeos y respiraciones desbocadas, me atreví a aferrar mis dedos a su cadera, sin perder un solo segundo de nuestra existencia para hacer lo que tanto quisieron hacer. Deslizarse bajo su camisa uniformada para que mis dedos descubrieran esa endurecida y tibia piel de su espalda.

Me estremecí solo reparan en esa textura tan fascinante, eran maravillosos. Mis manos escalaron aún más hasta el centro de su espalda en donde mis dedos se aferraron en una clase de abrazo.

Una clase de abrazo que terminó no siendo correspondiéndose cuando al instante, el brazo en mi cintura se deslizo fuera de mi al mismo tiempo en que esa carnosa boca corto con nuestros besos de manera golpeada.

Su inesperada acción me dejo en shock. Solo pude abrir mis parpados y pestañear un par de veces. Subiendo la mirada cuando hasta su rostro se apartó, para quedar atrapada por esos orbes grisáceos terriblemente oscurecidos, reparando estremecedoramente en cada centímetro de mi rostro.

Me intimidó esa mirada tan penetrante pero también, me dejó más perdida y desconcertada que antes, solo pude lamer mis labios temblorosos e hinchados a causa de sus besos, apenas sintiendo como mis cejas se movían sin saber qué gesto poner cuando él no pestañeó, y ni siquiera dijo nada, solo siguió observándome, como si construyera mi rostro.

—¿Por qué te detienes? — exhalé debido a que me faltaba el aliento.

Enseguida sentí como su mano que se había mantenido tomándome de la nuca, se deslizaba cuidadosamente de mi cabello, y también lejos de mí.

O eso me hizo creer. Porque enseguida, toda mi alma suspiró cuando ese dorso de su mano se deslizo con una tan, suave y delicada caricia a lo largo de mi mejilla, que hasta mis ojos se cerraron, disfrutando como cada centímetro de la piel de mi rostro, hormigueaba y se estremecía.

—Quiero verte desnuda— demandó y su voz en tonalidades graves y roncas, me hizo jadear, sintiéndome excitada con ello.

Abrí mis parpados con lentitud, quedando atenta a esos diabólicos orbes y a esos carnosos labios de los que salió la orden y a los cuales quise volver a saborear.

Él sí que era directo.

Y me gustaba.

Tentada ante sus palabras a las que no iba a contenerme, mordí mi labio inferior para estirar una ladeada sonrisa que torció de obscenidad mi rostro delante de él. Siete contempló la contempló con un apretón de sus labios, y un apretón de sus puños que no esperé ver en él.

De alguna forma eso me gustó y decidí apartarme un paso lejos de su cuerpo y de ese dorso que había detenido sus caricias en mi mejilla debido a mi torcedura de labios.

—Como ordene, señorito— pronuncié con lentitud.

Y sin desvanecer la sonrisa en mi rostro con las más lujuriosas intenciones, di un paso más atrás moviendo mi cadera como un coqueteo que él atisbó con su depredadora mirada.

Enseguida y completamente decidida, llevé mis manos sobre mis pechos marcados bajo la playera, antes de deslizar mis dedos sobre la marca de mis pezones y dibujar un camino lento, demasiado lento hasta mi estómago y vientre bajo delante de la atenta mirada grisácea que vigilaba hasta el más pequeño de los movimientos de mis manos, esas que se deslizaron por mis muslos para aferrarse a lo último de la playera y comenzar a subirla con lentitud y sensualidad.

— ¿En qué momento dije que te quitaras la ropa? — Y su inesperada voz, llena de una tonada tan crepitante, me detuvo al instante.

El corazón se me sacudió enloquecido cuando vi como su carnoso y largo labio inferior era mordido con una aterradora y delirante elegancia que hizo temblar mi sonrisa antes de desvanecerla.

—Dijiste que querías verme desnuda.

—Es así—arrastró entre dientes —. No obstante...

La descarga eléctrica que se abrazó a los músculos de mi vientre fue provocada por esos demoniacos orbes tan oscurecidos subiendo desde mis muslos hasta mis pechos donde un momento se dedicó a ver la imagen.

— El que te desnudará...— pausó, y la manera en que su figura masculina se movió bajo las sombras de las luces solares, fue tan enigmático que no pude quitarle la mirada de encima, subiendo el rostro conforme se acercó hasta detenerse delante de mí—, seré yo.

Esos dedos en su mentón resbalaron para dejarme ver como estiraba su mano en mi dirección, tomando ahora mi mentón y dejando que ese pulgar se rozara sobre mi labio inferior. Lo jaló hacia abajo, y de una forma tan erótica que hasta la boca se me secó y mis parpados se cerraron disfrutando de esa leve descarga eléctrica.

Sus dedos bajaron hacia mi mentón para resbalar sobre la piel de mi garganta hasta mis clavículas y finalmente hacia el centro de mi pecho, ese mismo que retuvo una respiración para soltarla en casi un gemido.

Pensé, por ese instante, que sus dedos pasarían sobre uno de mis pezones, y los remarcaría, pero no sucedió cuando esos dedos bajaron hacia el centro de mis costillas con la misma desquiciante lentitud en que lo hicieron por mi estómago. Contrajera los músculos mientras fijamente y con miedo a pestañear seguía el camino de esas yemas a mi vientre y fijamente hasta donde terminaba la playera.

Sus dedos se aferran a ella y sentir como esos nudillos se rozaban contra la cara interna de mi muslo derecho hundió mis cejas de excitación.

Y comenzó a subir la playera, centímetro a centímetro rebelando la piel de lo alto de mis muslos. Rozando sus dedos y nudillos contra la fragilidad de mi pierna derecha. Y no supe en qué momento comencé a morderme otra vez el labio inferior solo sentí la fuerza de mis dientes apretarlo más cuando me di cuenta de lo que estaban a punto de tocar esos nudillos.

Sintiendo como poco a poco las piernas comenzaban a temblarme y una ola tan eléctrica se acumulaba en el interior de mi vientre para humedecer justo esa zona tan frágil donde sus...

¡Jesús! Un jadeo sonoro y desbocado escapó de mis labios alterando hasta la última de mis neuronas chillando de excitación al sentir como sus tibios y suaves dedos en un estiramiento inesperado se rozaban justamente sobre una parte de mis humedecidos labios.

Los huesos y músculos de las piernas amenazaron con destruirse ante tal caricia tan erótica que nubló mis sentidos y hundió todavía más mis cejas. Esos dedos detuvieron su movimiento quedando sobre mi monte impecable de vellosidades, ese que ya estaba a la vista al igual que la hinchazón de mis labios donde una tensión empezaba a palpitarlos con rotunda crueldad.

Y solo fue un simple roce, no imaginaria lo que sentiría cuando su erecto miembro estuviera dentro de mí, dando sus acometidas, una tras otras hasta dejarme desfallecida. Me haría chillar... me estallaría por completo.

De pronto, su otra mano se acercó, tomando la playera por encima de mi vientre, pero sin tocarlo, solo para sostenerla en tanto la mano— cuyos dedos habían rozado con mi entrada — se recostaba con una brutal delicadeza sobre mi monte, estirando sus dedos hacia abajo de tal forma que sus yemas se recostaran sobre esa inflamación tan tensionada para presionarla.

Demonios— gemí una maldición sintiéndome devastada por el toque que hasta las manos volaron a tomarse de su antebrazo cuando él volvió a presionar mi humedecida entrada una vez más.

Todo mi cuerpo estaba temblando de sensaciones tan arrebatadoras y calurosas, encendiendo mi cabeza y estremeciéndome los músculos. Y es que se sentía como si fuera la maldita primera vez que me tocaban ahí.

—Te gusta esto— Y escuchar ese tono tan ronco y crepitante ser soltado sobre mí, solo terminó por estremecerme más.

—Sí— ahogué un jadeo, mordiendo mi labio cuando su pulgar acaricio una franja de la piel de mi vientre—. ¿C-cómo no me va a gustar si me tocas así?

Respiré hondo tras exhalar casi en un suspiro aquello, subiendo el rostro, y soltando abruptamente el aire al hallarme con esos orbes diabólicos envueltos en un oscurecido brillo, esos que no estaban mirándome a los ojos.

Observaba justo lo que sus dedos tocaban, y por ese brillo apoderándose de su mirada reptil, supe que estaba gustándole lo que veía, como si lo que veía fuera un manjar del que quisiera explorar su sabor.

—Tócame más...—rogué, necesitaba más—. Más profundo.

Su quijada se endureció ante mi petición casi gemida.

Deslizó un poco más su mano cubriendo mi dulce entrada con su tibieza, arrebatándome un gemido que por mucho que apreté mis labios se escuchó en el piso de incubación, recorriendo el resto del área en una ola de ecos.

Hasta las entrañas maldijeron cuando sus largos dedos una tercera se presionaron entre los pliegues de piel, mojándose debido a mi excitación, y solo sentir como uno de sus dedos rozó con mi clítoris, abrió mis labios en los que estuvieron a punto de aventar otro gemido.

Sentí sus dedos deslizarse fuera de mi adolorida entrada a la que sentí chillar exigiendo más de su toque. Subieron a mi vientre en donde sus dedos húmedos repasaron la piel antes de subir más y aferrarse a la tela de la playera que era sostenida también por su otra mano. Esa mano que terminó aferrándose a mi cadera mientras la otra subía la playera, revelando cada pequeñísima pulgada de mi cuerpo.

Y no entendí qué demonios estaba haciendo, pero la manera tan calmada en que me desnudaba estaba desesperándome mucho, llenando de ansiedad mis sudorosas manos.

Tragué, observando como la curva de mi cintura comenzaba a liberarse de la tela rojiza, poco a poco viendo también, como mis costillas se dibujaban bajo mi rosada piel con cada acelerada respiración a causé de la manera tan sutil y delirante en que sus nudillos rozaban el centro de ellas.

De pronto, ese par de bultos carnosos de un tamaño considerable asomaron bajo la tela de la playera, y a pocos centímetros de ser rozados por esos dedos que no dejaron de subir.

Y ya no pude más cuando mis manos soltaron su brazo y arrebataron la playera de su mano para terminar de desnudarme los pechos sacudidos por el movimiento de mi respiración, dejando a la perfecta vista ese par de rozados y redondeados pezones ya endurecidos.

Me saqué la playera despeinando por completo mi cabellera para lanzarla al suelo y subir la mirada con la necesidad de encontrarme la suya.

Y jadeé, sintiéndome tan vulnerable y frágil al reparar la intensidad con la que esos feroces orbes agrandados se mantenían clavados sobre mis pechos. Y aunque mirarlos no era lo único que hacía, esos orbes que por primera vez parecían estar atrapados por lo que veían, recorrían hasta la última fibra de mis pechos cuya piel, se mantenía adornada con uno que otro lunar.

Una maldición se ahogó entre mis entrañas, sintiéndome fascinada ante la forma en que contemplaba los senos como si fuera la primera vez que viera algo así.

La mano en mi cadera se apartó y sin titubeos se deslizó debajo de mi pecho izquierdo tomando el engordado bulto que por poco arrebozaba el tamaño de su mano. Todo mi cuerpo se volvió un puño de nervios y músculos temblorosos, a punto de deshacerse sobre una ardiendo hoguera.

Las piernas se me volvieron gelatina y a poco estuve de dejarme al suelo al sentir su pulgar deslizándose sobre la suave estructura del pecho hasta cubrir con la yema de su dedo mi endurecido pezón tal y como lo hizo en la oficina.

Las sensaciones que fluyeron con ese toque ahogaron un gemido entre mis apretados labios, sintiendo como se me estallaban los músculos del vientre ante su maravillosa y delirante caricia en mi areola en tanto su otra mano se deslizaba en la curva de mi cintura para repasarla.

Aparté la mirada de su juguetón pulgar para atisbar esos labios mordisqueándose y esa mirada reptil todavía repasando fijamente mi pecho un instante antes de deslizarse hacia mi vientre bajo.

La manera en que empezó a ver mi cuerpo desnudo, la manera tan profunda en que se deslizaba de una parte a otra como si me construyera y analizara mi forma era tan íntima y tan intensa, que me sentí como una clase de escultura u obra de arte siendo admirada desde un punto de vista erótico, pero también... de una forma en la que nunca antes fui mirada por otro hombre.

Y es que, solo reparara en su modo de contemplarme, era como si por un instante esta fuera la primera vez mirando una mujer.

—¿P-por qué me miras... así? — la voz se me escuchó jadeante.

¿Y cómo no? Esa mirada no dejaba de examinarme con todo interés, y ese maldito pulgar toqueteando mi sensible botón como si fuera entretenido.

— ¿Nunca antes has visto a una mujer desnuda? —decidí continuar.

Sentir esa mano en mi cintura deslizarse de mi pecho a mi mejilla izquierda para ahuecarla, y esa otra mano en mi cintura, deslizándose por lo largo de la curva hasta mis costillas con una maldita lentitud, me hizo temblequear.

Me derretí cuando en el instante en que su mano se deslizó de mi cintura a mi espalda para acariciarla de tal forma que me arqueara, esa mirada reptil se levantó en tan solo un corto y lento pestañeo para quemarme las mejillas.

Algo cálido volvió a mojar mi entrepierna solo sentir, mientras sus feroces orbes me consumían, los dedos que acariciaban mi espalda, resbalar hacia la parte baja, para amenazadoramente detenerse bastante cerca de uno de mis glúteos.

—Humana, eres lo que se dice como...— no entendí por qué me llamaba de ese modo tan repentinamente, pero el tono ronco y peligrosamente bajo de su voz hizo que una bola de fuego cayera en el interior de mi vientre—, una primera vez para mí.

Y eso ultimo me arrebató un jadeo antes de sentirme golpeada, repentinamente dejando de sentir un instante esa mano recostándose encima de uno se mis glúteos para acariciarlo y esa otra en mi mejilla, haciendo un movimiento con delicadeza para subir mi rostro y ver como él daba un corto paso para que nuestros cuerpos se palparan.

¿Estaba diciendo que esta era su primera vez teniendo sexo? ¿O su primera vez viendo a una humana desnuda?

¿No tuvo sexo con su pareja?

¿Era virgen y por eso no dejaba de recorrer mi cuerpo con tanta atención?

Esa pregunta atrofió de tal forma mis neuronas que, cuando vi ese rostro de facciones tan aterradoramente enigmáticas inclinarse hacia mí con la deliciosa intención de besarme, torcí el rostro hacia el lado contrario, impidiendo el contacto.

Y no solo hice eso para evitar que aquellos carnosos labios me besaran, mi cuerpo había reaccionado por sí solo, retrocediendo un par de pasos lejos de sus enloquecedoras caricias. Tuve que apretar mis labios y contenerme cuando sentí como con ese alejamiento, mi cuerpo reclamando acercarme y devolver esas manos masculinas a donde estaban acariciando.

Aquello había hecho que su rostro varonil se entornara con una severidad hacia mí.

—¿Qué crees que haces? — espetó, estirando apenas sus labios.

—C-con primera vez, ¿te refieres a que no has tenido sexo? O, ¿qué esta es tu primera vez con una humana? — la pregunta rebotó de mis labios y sin mi permiso, colocándome en una incómoda y bastante inquieta situación que me removió en mi lugar cuando esos orbes, al pasearse por lo que se me veía de mi frágil entrada, ladeó su rostro.

Y el tiempo se detuvo solo para admirar como un mechón se le caía de su rebelde cabellera para acariciar un trozo de su frente justo cuando esa mirada se clavó con intensidad en la mía y cuando esa comisura izquierda se estiró en una confusa mueca que, aun así, aumentó el calor en mis mejillas.

—La manera tan inocente en que preguntas, me endurece más...— Un hormigueo se apoderó del interior de mi estómago a causa de aquella voz repleta de un tono ronco bañado en deseo—. Te dejaré averiguarlo.

Tras decir aquello, cruzó sus brazos para tomar la camisa uniformada y levantarla sobre su torso. Se me abrieron los labios con apenas un atisbo de sorpresa cuando mis ojos admiraron todos esos músculos tan perfectamente construidos, marcándose debajo de su piel conforme sus brazos se sacaban la camisa y la dejaban caer al suelo.

Este experimento tenía una maldita confianza encima. Pero estaba tan delicioso, que su confianza llena de ego, me daba igual.

Y me siguió dando igual todo lo que nos rodeaba por este entonces, cuando al ver como todo su cabello se desordenaba aún más, hallé sus manos inclinándose sobre el par de botones de sus pantalones uniformados antes de bajar la cremallera.

¡Santo cielo, bendito Dios!

Y mordí mi labio admirando la lentitud con la que el tiempo fluyo, cuando con un movimiento más de sus manos, esos pantalones se dejaban sobre su cadera y esos femorales marcando los costados de su vientre plano, deslizándose por encima de sus tonificados muslos y dejando a la perfecta vista algo...

Algo que secó el interior de mi boca tan rotundamente como si llevara más de una semana sin tomar agua.

Algo que no solo sacudió bruscamente mi corazón y lo hizo golpear contra mis costillas y pecho, con una locura emoción, sino que elevó de golpe la temperatura de mi cuerpo como si repentinamente me hubieran metido al horno.

Un horripilante y tan incontrolable hambre se insertó en mi vientre donde una palpitante humedad comenzaba a hacerme añicos.

Lamí mis labios al sentirlos secos, sin poder evitar sentí esas tremendas ganas de acercarme y dibujar con mis dedos ese miembro tan hinchado... tan erecto.

Indudablemente listo para mi interior.

Aunque mi interior no parecía estar listo para su miembro. Estaba tan dotado, y yo estaba tan excitada, que sentí que, con solo tenerlo dentro, tocando toda mi alma, me vendría enseguida.

Todos mis sentidos estallaron y una advertencia tan estremecedora se reflejó en mi rostro cuando esos muslos tonificados y esas pantorrillas tan marcadas se movieron en mi dirección, una vez que él se sacó las botas.

—Es- espe-pera... — solté aquello con tanta complicación que hasta me costó respirar. Por otro lado, lo que también me costó fue retroceder al sentir los músculos de mis piernas amenazando con trozarse.

¡Diablos! Este era la segunda vez que lo veía desnudo, pero no erecto y me había afectado tanto que hasta mi respiración estaba desbordada sacudiendo mi desnudo pecho.

Y todavía más se sacudieron, cuando esos orbes diabólicos se entornaron sobre mis pezones, y una de sus cejas se arqueó en un gesto de confusión y curiosidad por mi petición y, por supuesto, mi repentina reacción tan exagerada.

— A-antes debemos buscar donde hacerlo...—solté enseguida y con un pésimo tartamudeo que me hizo sentir una tonta, como si esta también fuera mi primera vez viendo a un hombre desnudo.

No. No, demonios no. No solo estaba actuando como si fuera la primera vez viendo a alguien desnudo y erecto. Estaba actuando como si esta fuera la primera vez que tendría sexo.

—No, lo haremos aquí— demandó entre dientes.

Se inclinó, acomodándose en el suelo, estirando esas piernas largas y muslos a lo largo del asfalto mientras recostaba su espalda contra el barandal, dejándolo apenas inclinado hacía atrás. Esa depredadora mirada se elevó ante mi embobada mirada esa que ya no supo qué mirar de él, si la peligrosidad que oscurecía sus feroces orbes o, ese miembro tan levantado, agrandado e impecable de vellosidades cuyo glande enrojecía.

—Y tú vas a montarme— su orden envuelta en una llama crepitante, me mordió el labio inferior.

Ni siquiera titubeé cuando, tras reparas sus tonificados muslos y ese miembro incitándome a acariciarlo y lamerlo, comencé a caminar bajo su depredadora mirada repasando a detalle mis pechos en movimiento y mi entrepierna cada vez más cerca de su rostro. Me detuve cuando mis pies se acomodaron junto a su muslo izquierdo. Y incliné, dejando que mis manos se aferraran a la endurecida estructura de sus hombros para acomodar cada una de mis dobladas piernas a los costados de sus muslos apenas separados.

Sin sentarme, sobre su regazo y con mi entrada a una muy corta distancia de su erecto miembro, dejé que mi mirada se encontrara con la suya, esos orbes endemoniados por el más exquisito deseo, que habían pasado de mirar mis senos a centímetros de su mentón, a clavarse en mis ojos.

Fue solo un instante en que nuestras miradas dijeron mucho sobre lo que deseábamos de nosotros. Carnal, esto solo era carnal, estaba muy bien escrito entre nuestras miradas.

Una vez, y no más.

Y mientras sus manos atentaron con deslizarse a lo largo de la curva de mi cintura, mordí mi labio inferior.

—¿Estás listo? — le insinué, dejando que mis manos se deslizaran de sus hombros y se recargaran sobre sus pectorales para repasar esos músculos antes de deslizarlas con delicadeza a su abdomen, ese mismo que se contrajo y endureció ante mi toque.

—Empieza, pequeña — la forma tan sensual y peligroso en que soltó esa orden, solo me aumentó las ganas.

Sus reptiles orbes recorrieron con deseo hasta la última pulgada de mi desnudes, lamiendo sus carnosos labios con lentitud, logrando que una sensación tan magnifica perforara mis músculos y los estremeciera hasta hacerlos hacerlo pequeñito. Pequeña, así fue como él me llamó y así era como literalmente me sentía estando sentada sobre su tosco y alto cuerpo.

No me contuve y deslicé una de mis manos del inicio de su abdomen, dejándola repasar cada uno de sus músculos y dibujarlo insaciablemente con las yemas de mis dedos. Me entretuve con unas cuantas caricias ahí, antes de llevar una de ellas a la parte baja de su vientre plano, cada caricia que di en esa zona donde el calor se conservaba más que en otras partes de su cuerpo, tensionó varios de sus músculos.

Esos orbes se oscurecieron, sin pestañeos, clavados en mi mirada, pero perdidos enteramente en el enigmático toque de mi mano. Esa pequeña mano que se guío más abajo, y cuyas yemas de dedos terminaron rozándose contra la cabeza de su miembro.

El tan solo toque esa textura tan hinchada, amenazó con destruir su aseverada mirada, esa quijada se apretó al mismo tiempo en que sus cejas se tensionaron apenas arrugando su entrecejo. Una reacción que pareció gustarle tanto pero que también lo confundió de la misma manera, como si nunca antes hubiera sentido algo igual.

No puede ser la primera vez que le toquen así. Trató de asegurarme mi voz interna.

Pero solo envolver gran parte de su estructura caliente y húmeda y acariciarle hasta su glande, para ver como esos dientes se apretujaban en un gesto de placer y extrañez que estiró sus labios, hizo que me lo averiguara.

Sí, esta era la primera vez que le tocaban aquí.

Por Dios, ¿de verdad es virgen?

¿Yo sería su primera vez?

No me la creo.

Dudé y mucho de que fuera virgen por la manera en que besaba y tocaba... Pero si era o no su primera vez, lo llevaría a explorar el cielo, luego lo regresaría al infierno que realmente estaba viviendo.

Esas palabras se repitieron en mi cabeza, antes de sentir ese inquietante deseo picoteando mis dedos y llenando de hambre mi vientre. Las yemas de mis dedos comenzaron a apreciar el tamaño de su miembro, su ancha proporción que no podía ser envuelta por mi mano pequeña, y su textura tan rotundamente caliente palpitando contra mi mano lo mucho que deseaba ser liberado de su tensión.

Lo llene de caricias tan eróticas, arriba y abajo. Caricias profundas y repetitivas que hicieron que su pecho se endureciera tras arrastrar una respiración que detuvo en su pecho, y hasta los músculos y venas de su cuello se tensionaran.

Quería provocar más gestos de él, saber la forma en que su rostro se torcería una vez estuviera llegando a su org*smo. Quería escucharlo gemir, gruñir de placer, así que subí nuevamente mis dedos hasta la cabeza de su miembro... y tras lamer mis labios, lista, ansiosa, deseosa de saborear su piel, decidí ascender sobre su pecho levemente inclinado hacia atrás, bajo la fulminación de esa potente mirada platinada.

La delicada piel de mis labios acarició la asombrosa estructura de su pectoral izquierdo, repasaron su suave textura en la que no tardé en plantar un profundo y lujurioso beso donde mi lengua saboreo su tibia piel, incliné mi boca sobre su areola hundiéndola en mi húmeda boca para repasarla con mi lengua, sintiendo como esas manos en mi espalda se deslizaban delirantemente a mi cintura para apretarla, escuchando al instante como ese jugueteo de mi lengua lo hizo jadear por primera vez.

O quizás aquel jadeo tan masculino había sido porque en ningún momento mi otra mano dejó de acariciar su miembro endurecido, ese al que, tras acariciarle la punta con mi pulgar y hacer una leve presión hizo que los muslos de Siete se contrajeran y se doblaran sus rodillas. Fuera cual fuera el motivo, había logrado que ese pecho se tensionara antes de inflarse con rotundidad solo para soltar todo ese dióxido en un retenido gemido que hormigueó exquisitamente mi vientre y despertara esa insistencia tortuosa por tenerlo dentro de mí.

Fui retrocediendo las piernas, dejando un camino de besos húmedos en los que mi lengua participaba, desde su pectoral hasta su abdomen bajo. Tuve unas ganas de besar y saborear su miembro en mi boca, saber qué gemidos le haría crear en su garganta si lo lamia.

Tras ese pensamiento, arqueé más la espalda para alcanzar a deslizar mi boca hasta su vientre plano donde deposité unos cuantos besos en los que me saboreé esa inquietante piel cálida. Era realmente confuso que su vientre y miembro fueran lo unció caliente en él, cuando el resto de su cuerpo se sentía tibio. Y lo más extrañamente confuso, es que recordaba perfectamente que su cuerpo, antes de llegar al área negra, no tenía esta temperatura.

Sentí la cabeza de su miembro rozarse con mi quijada, me acomodé a centímetros de su él, levantando la mirada para encontrarme con la suya tan intimidante, expectativo a lo que haría continuar.

Lamí mis labios tras sentirme ansiosa y rotundamente nerviosa e intimidada con esa mirada rasgada encima de mí. Lo cual también era ilógico ya que antes había hecho este tipo de cosas y nunca me sentí así, como si estuviera a punto de hacer algo nuevo.

Miré su miembro de un tamaño perfecto para arrancarme gritos, seguía siendo acariciando por mi mano, húmeda y sudorosa. Sin esperar ni un poco más, incliné mi rostro y abrí la boca dejando que esa hinchada y palpitante cabeza entrara de tal forma al interior de mi boca que se rozara con mi lengua, esa misma que comenzó a saborearlo.

—¡Mujer...! — gruñó ronco, y lo hizo de tan inesperada manera que sacudió todas las hormonas desesperadas de mi cuerpo. E iba a jadear de lo exquisito que su gruñido había sido para mí, sino fuera porque al instante esas manos en mis hombros se hundieron con brusquedad en mi piel, arrebatándome un quejido de dolor inesperado contra su miembro.

Un quejido que logró que Siete apartara sus manos para aferrarlas al suelo en un puño tan apretujado en el que por poco escuchaba sus huesos quebrarse.

Seguí saboreando en mi lujuria por buscar más sonidos placenteros en él, deslizando mi húmeda extremidad a lo largo y alrededor de esa estructura tan hinchada y malditamente caliente que amenazaba con liberarse en mi boca. Escuché como un gemido ronco escapaba de sus carnosos labios torcidos en placer, perforando hasta los huesos y dibujando una sonrisa maravillosa en mis entrañas y mi vientre se llenará de calor, un calor con tanta vehemencia pinchando mis músculos con la necesidad de tener ese miembro en mi otra boca...

Dejé de saborear su miembro para incorporarme frente a ese rostro de facciones tan contraídas y esos felinos orbes diabólicamente oscurecidos que estaban mostrando lo mucho que se encontraba perdido en lo que le hacía. Lamí una vez mis labios antes de mi cadera de tal forma que mi entrada quedara sobre su miembro. Y comencé a bajar, milímetro a milímetro con un solo maldito y desquiciante objetivo palpitando mi humedecida entrada, lista para recibir su miembro.

Y solo sentir como esa inflamada y ancha dureza tan malditamente caliente se hundía en mi frágil, palpitante y mojada entrada, descubriendo apenas un trozo húmedo de mi interior, deformó no solo mi rostro en un gesto placentero, sino el de él.

Ver como esas oscuras cejas se fruncían en una línea de expresión tan malditamente placentera al mismo tiempo en que sus carnosos labios se apretaban para, al instante, torcerlos en una mueca que mostró la manera en que sus dientes crujían y ahogaban un gemido tan explosivo, sacudió mi cuerpo de excitación y hasta el último musculo de mi cuerpo amenazo con deshacerse.

Mis oídos atrapados en su ahogado gemido desearon escucharlo más audible con más claridad,
con más deseo.

Sin dejar de contemplar hasta la última pulgada de ese rostro a centímetros de mí, y de esos feroces orbes que habían dejado de verme para contemplar de manera perdida como empezábamos a unirnos, bajé el resto de mis caderas. Mis músculos tensionados envolviendo el tamaño de su endurecida textura, abrieron mucho mis labios y hundiendo mis cejas ante la delirante electricidad estremeciendo no solo mi cuerpo, sino el suyo también.

Siete estaba envuelto en la misma burbuja que yo, esa que estaba llena de sensaciones tan placenteras deseando reventarse en sonoros gemidos esparciéndose en el área y estallando nuestros sentidos. Sus manos apretando mi cintura y mis manos hundiéndose sobre la cima de sus pectorales con cada pequeña hundida entrañable de su miembro.

Y fue como si una bomba atómica llena del más delicioso éxtasis explotara sobre nosotros, donde tras menearme encima de él, para sentirlo más profundo de lo que ya estaba, mi ser entero chilló extasiado de felicidad para hacerme jadear, y para hacerlo a él remarcar una mueca de placer y dolor en sus carnosos labios por los que arrastro el aire en un quejido.

Incliné mi rostro sobre su frente para recargarme solo un momento en el que cerré mis parpados entregándome a la manera en que mi vientre se moldeaba a su miembro.

En ese segundo en el que nuestros cuerpos al fin se habían unido de forma carnal e íntima, nuestras respiraciones se mezclaron y la sensación tan cálida de su exhalación fue tan mágica que suspiré.

Fue tan entrañable ese momento junto a él disfrutando de su contacto tibio y de la manera en que mi interior le abrazaba, que algo quiso oprimirse en mi pecho, algo quiso iluminarse en mi cabeza, una advertencia.

Solo es carnal, una vez y ya. Me repetí, pero tan rápido como esa advertencia del recuerdo de Dmitry quiso perforar mi cabeza, esa boca apoderándose de la mía con movimientos feroces y rotundamente voraces, lo borró todo.

Absolutamente todo.

Me estremecí en un segundo suspiro contra esos labios, correspondiendo sus besos desenfrenados con las mismas ganas. Hundiendo mis manos en su sedoso cabello, cerrando mis dedos en su raíz antes de ladear mi rostro para tener más acceso a su boca, a esa lengua en la que no tardé en insinuar la mía con una danza explosiva. No pude creer que su boca supiera más deliciosa que antes, que esos carnosos labios estuvieran invadidos de un sabor tan exótico que quise exprimir hasta saciarme.

Y tan solo sentí mis pezones presionarse sobre sus pectorales, para que no hubiera nada de nosotros que no se palpara piel a piel, fue como si algo en mi interior hubiese tomado vida... despertante también algo en Siete, algo que lo hizo intensificar de manera descomunal la fuerza de sus besos contra mi boca, arrebatándome un jadeo que al instante fue devorado por su locura de su boca tan exquisita, tan arrebatadora, y tan explosivo al que no pude negarme.

Sus manos me tomaron de la cintura nuevamente para deslizarse con maravillosas sensaciones a lo largo de mis muslos para subir con la misma lentitud hasta mi cintura y finalmente repasar mis glúteos: esos que no tardaron nada en apretarse por sus dedos de tal forma que presionó mi cadera contra su miembro, enterrándolo más, estallando en mi garganta un chillido de placer que terminó ahogándose en aquella boca que, para mi maldita sorpresa, respondió con un gruñido.

Y me llenó de fascinación saborear la manera en que ese sonido ronco era tragado en mi boca y saboreado por cada franja de mi cuerpo que quedé encantada, sintiendo ese calambre tan doloroso estirando los músculos de mi vientre que rodeaban su miembro, exigiendo que me moviera, gritando necesitados porque me meneara.

Termina con esto, ya.

Ni siquiera lo pensé más, rompiendo con nuestro beso para acomodarme frente a esos orbes platinados reparando en mi inesperado movimiento.

Al instante en que mis manos se acomodaron sobre sus pectorales, alcé mis caderas un poco de encima de sus muslos, sintiendo como una parte de su miembro salía de mi caluroso interior, antes de dejarme descender con lentitud y en un suave meneo contra sus caderas, sintiéndolo entrar nuevamente y ser envuelto por mis músculos, esos que chillaron de excitación y hundieron mis cejas ante el delirante placer, admirando como esos blancos dientes se separaban a causa del placer que le ofrecía con ese solo meneo en el que mi vientre y mi abdomen le seducían con una danza erótica.

Un meneo que repetí, más lento, más marcado y pronunciado, más intenso y tortuosamente, con movimiento circulares en los que podía sentir cada franja de su miembro llegar hasta el último rincón de mi interior. ¡Demonios! Esto era la gloria.

Me meneé sin detenimiento frente a esa mirada tensionada y oscurecida observando hasta el más minúsculo movimiento de mi danza seductora, dejándome ver como poco a poco su rostro sudoroso, se trasforma en un solo gesto lleno del más dulce delirio que le estaba dando a conocer y el cual parecía gustarle mucho.

Y a mí también. En cada rítmico movimiento podía escuchar como mis entrañas chillaban deleitadas en lo que su miembro tocando lo profundo se mi ser, producía placenteramente.

Seguí danzando con movimientos circulares y por momentos marcados y profundos, sintiendo salir y entrar su miembro, explorando hasta el más pequeño musculo de mi interior, perdiéndome en la manera en que mis músculos empezaban a acalambrarse de placer con cada acometida mía.

—¡Maldición, mujer! — gruñó entre sus apretados dientes.

Y solo escuchar el placentero sonido alimentándome los músculos, y sentir sus manos apretándome la cintura con rotunda fuerza, me sacudió, me hizo maldecir también y jadear sonoramente, meneándome con un poco de más rapidez contra su cadera, encantada, extasiada, admirando la exquisita imagen que estaba dejándome ver en él.

Un experimento terriblemente misterioso que había mostrado mayormente frialdad y seriedad en su rostro, estaba siento corrompido ante el placer que mi cuerpo le daba.

Nunca pensé que llegaría intimar de esta forma con él. Jamás me hubiera cruzado por la cabeza montarlo de tal forma sino fuera por sus malditas feromonas.

Un experimento a quien le estaba quitando su virginidad.

O eso era lo que me había dejado en claro.

—Te gusta esto— la voz me salió extasiada, repitiendo las mismas palabras que él dijo cuando toco mi entrada.

Y mis palabras parecieron tentarlo mucho, solo ver esa comisura izquierda se torciéndose en una maldita y sensual sonrisa siendo recorrida por una gota de sudor, acalambró con rotundidad mi cuerpo para estremecerlo.

Inesperadamente le vi enderezar su espalda lejos del barandal, sin dejar de mirarme con esos orbes resplandeciendo de peligro. Mis caderas titubearon con sus meneos cuando sentí una de sus manos subir de mi cadera y hundirse en mi nuca para empujar mi rostro hacia el suyo. Mis labios escupieron un gemido al aire cuando su boca se hundió en mi cuello y esa lengua saboreó mi piel.

—¿Cómo no me va a gustar, pequeña, si te tengo moviéndote así? — ronroneó contra mi cuello, chupando antes de hacerme sentir como sus labios se estiraban en una retorcida sonrisa que imaginé en mi cabeza.

Su mano apretando mi cadera, me empujaron de tal forma que terminé meneándome en un movimiento brusco y tan penetrante que sentí su miembro enterrándose entre mis delirios.

El gemido unísono que soltamos; yo contra su oreja, él contra mi cuello: fue tan arrebatador que nubló nuestros sentidos y tomó posesión de hasta la última de nuestras neuronas.

Su otra mano liberó mi nuca para sostener el otro lado de mi desnuda cadera, apoderándose los movimientos de mi cuerpo sobre el suyo, aumentando mis meneos de un modo tortuoso tan enternecedor que su miembro se enterraba una y otra vez, cada vez más rápido y desesperante, que se sintió como si fuera él el que me estuviera dominando, embistiéndome.

Y gemí sonoro y él pareció disfrutar de mi delirio escupido en su boca tras escucharlo gruñir. Hasta la última parte de mi cuerpo comenzó a temblar bajo las corrientes extasiases llenando mis músculos.

Me sentí tan arrebatada cuando de un instante a otro él comenzó a poseerme no solo con la boca sino con las manos empujando mis caderas cada vez más desenfrenado de tal forma que ya no pude enfocarme en sus besos, perdiendo el ritmo y ahogando gemidos contra su cuello.

Mis manos se me enterraron en sus hombros y la mirada se me nublo en una de las sombrías puertas metálicas del área negra.

Otro gemido se me fue arrebatado del alma y esta vez me costó mucho respirar, sintiendo como los músculos se me contraían y mi cuerpo se llenaba de olas tan tensionadas que sentí a punto de llegar a mi org*smo.

No era la única quebrantada en el más delicioso y doloroso placer, Siete ahogaba gruñidos contra mi desnudo hombro, ese en el que el que de vez en cuanto degustaba con su lengua. Su cuerpo comenzó a arder bajo el mío, podía sentir como hasta se humedecía la piel de sus pectorales que chocaban instintivamente contra mis pechos produciendo un sonido tan exquisito al igual que nuestros gemidos hundiendo la habitación y sacudiendo todo en su interior.

Y chillé extasiada al techo cuando esas manos tomándome del trasero para apretarlo, aumentaron todavía más el movimiento al mismo tiempo en que su pelvis se contraía en acometidas rotundas y brusca en las que mis uñas le rasguñaron los omoplatos. ¡Maldición! Tuve que morder su hombro cuando los gemidos quisieron salir disparados de mi boca sin poder ser detenidos, explorando todo el vacío a nuestro alrededor, rebotando contra las amplias paredes del área negra.

Me di cuenta, cuando lo escuché a él gemir ronco contra mi cuello sin poder detener ese tipo de exquisitos sonidos, que estaba a punto de llegar a lo más alto del éxtasis...

A punto de llegar a lo que sería, quizás, su primer org*smo provocado por mí.

Lo estaba llevando al más dulce y cruel delirio de todos que seguramente nunca imaginó sentir y el que no querría volver a sentir conmigo.

Y él me estaba llevando al más íntimo y entrañable instante que dejaba huella hasta en el último rincón de mi piel.

Ese fue el problema...(...)

HOLA BELLOS EXPERIMENTITOS, ¿QUÉ LES PARECIÓ EL CAPITULO?

LOS AMOOOOOO

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top