Monstruo
MONSTRUO
*.*.*
(Bienvenidos al circo de los payasos, donde todos quedaremos desesperados)
Siete.
El humano azotó contra el agua con la bala de mi arma atravesada en el cráneo.
Apreté el mango en mi puño, el estruendo del cañón con silenciador se amortiguó por el mismo, pero la ira en mí no disminuyó, la distracción en la que me dejé envolver con esta humana hasta el punto en que no sentí vibraciones ni sonidos del soldado asechándonos entre los escombros, me dejó tenso y desencajado. Y si no fuera por la velocidad en que desenfunde el arma y disparé, la segunda bala habría atravesado a Nastya.
Ella fue su objetivo. La tranquilidad en los soldados que arrestaron ahora la entendí, más de ellos se escondían, y si intentaron matarla aun en mi presencia, entonces, seguirían tratando.
La quijada se me pronunció y estudié la silueta de la hembra atravesando unos escombros. Temblorosa, con la mirada sobre el soldado y con el cañón de un arma todavía apuntando al cuerpo, se aproximó.
—Lo mataste, Siete— musitó, para ella esta era la primera vez que me miraba matar un humano y no sería la última.
Miró una vez más al soldado obedeciendo a mi antigua orden cuando bajó su arma. Se detuvo a pasos y se inclinó tomando la linterna que flotaba anclada anclaba al hombro del cadáver para alumbrarme el brazo cuya mano sostenía el arma bañada en mi sangre.
—¿Por qué te disparó? —la firmeza en su voz y en su mirada aseveró mi rostro.
Debí imaginar que unos minutos lejos de la armada bastarían para que otros más vinieran en nuestra búsqueda, lo que complicaría las cosas si nos encontraban detrás de los escombros.
Solo no podría con esto, existían más que la querían muerta e ir en contra de entregarla sabiendo que Ivanova reconocía a Nastya, complicaba todo. No era una idea conveniente ni astuta mencionarle a Seis por qué nos disparó, conociendo su odio y celo, y con el arma en sus manos también trataría de matarla.
No lo pensé lo suficiente.
— ¿Por qué están ustedes aquí y no con los demás? — Dio un paso al frente, pateando uno de los roedores—. ¿Por qué quiso matarte Siete?
Te equivocas. La bala no fue proyectada en mi dirección sino a la cabeza de Nastya.
—Te hirió —su voz, susurrante y temerosa me endureció, pero no más como sus tibios dedos que, manchados de sangre rojiza, se recostaron con temor sobre la muñeca, deslizándose hasta el antebrazo y cerca de la piel magullada, la sangre oscura salpicaba gran parte del brazo y se derramaba goteando el agua y mis muslos—. La bala te atravesó.
Miedo y dolor era lo que percibí detrás de su pecho, estaba preocupada por mí aun sabiendo que esto no era nada.
—Aun si recibiera la bala en el tórax seguiría de pie y firme, humana— escupió Seis—. No es débil como tú, así que no lo trates como si fuera uno de los tuyos.
Enderecé el rostro sobre el suyo encontrando esa exótica mirada perdida en mi herida, su cuerpo se estremeció al tomarla de su quijada y alzarla logrando que esos ojos de espesas pestañas se encontraran con los míos. Gotas de mi sangre se esparcían en su mejilla y sobre sus carnosos labios los cuales se mantenían entre abiertos dejando la punta de su lengua manchada con la misma, entró a su boca.
Con lo poco que probara de ella no haría daño, la sangre de los Negros soltaba toxinas cuando se consumía en grandes cantidades, pero siendo solo estas gotas no producirían nada en su cuerpo. Conocía bien mi sangre, experimentamos con roedores que se nos dieron como mascotas en la etapa adolescente, los vimos morir como sanar dependiendo de lo que bebieran de nuestra sangre, esto para conocer sobre nosotros, sobre lo que éramos capaces de hacer.
—¿Por qué nos disparó? —La comisura se me estiró y se estremeció al deslizar mi pulgar sobre sus labios, retirándole las manchas espesas que terminaron pintando un poco de su rosada piel en tanto revisaba el perfil de su cuerpo buscando la herida a la que perteneciera la sangre rojiza —. ¿Sabes por qué lo hizo?
Porque quieren matarte. Ladeé su rostro tras poner más fuerza en el agarre y disminuyó la mueca en mis labios al recorrer el costado de su cuello, atraído por el líquido rojizo que empezaba a resbalar por su piel. La bala rozó detrás.
Deslicé los dedos detrás de su cuello y la sensación cálida, empapada y rasgada de la piel de su nuca le talló el rostro de dolor, sus manos se aferraron a mi muñeca apretadas cuando seguí toqueteando la herida hasta hacerlo quejar.
—Daté la vuelta— exigí entre dientes—, voy a revisarte.
Abrió más sus labios para exhalar y negó con la cabeza: el movimiento le arrugó su entrecejo y apretó sus dientes exhibiendo el dolor.
—No es grave—susurró y mis dedos se bañaron en el resto de la sangre al medir la herida—. Pero tu herida sí, no deja de sangrar.
Dio una mirada a mi brazo mordiendo su labio inferior, la preocupación era notoria, pero en vano. Esta no era una herida grave, no atravesó el hueso, por ende, no era para prestarle atención, obtuve peores a lo largo de mi supervivencia y el dolor no se asemejaba a nada. Estaba acostumbrado, pero ella no, débil y frágil, así eran todos los de su especie, heridas como estas no se detendrían hasta ser punteadas, o untadas con sangre de un enfermero.
—Se detendrá, ¿no es eso lo que dije antes, mujer? — recordé, ignorando los pasos de la hembra—. Ahora obedece y date la vuelta, a diferencia de mí, tu sangrado no se detendrá.
—No— siguió, frunció sus cejas en un gesto de temor—. Sabes por qué nos disparó, ¿no es así?
Retiré los dedos de su herida manchando su quijada de sangre al notar los mudos movimientos que hizo con sus labios. "Es por mí."
—¿No es así? —musitó y mi silencio fue la respuesta que llenó su pecho de espasmos.
—¡No estén ignorándome!
La mano de Seis apretó mi hombro, la linterna bajo su brazo alumbró el techo exhibiendo nuestra ubicación.
—¿Por qué te escondes con ella aquí? — sus labios se torcieron en una mueca de disgusto y decepción, un gesto que al igual que su exigencia estaban de más—, ¿iban a escaparse, Siete?
Se me tensionaron los músculos y poco faltó para que el mango del arma tronara entre mis dedos cuando presté atención a esas cuatro vibraciones acercándose a nosotros; dos detrás de la hembra y los otros rodeando los escombros a nuestro costado. Lentos, pero no sigilosos, lo interesante entre ellos fue el susurro de uno.
Cómo no lo pensé. Su presencia e intenciones solo me complicaba los hechos con Seis.
—¿Por qué ese humano les disparó?
Arrebaté el arma de los dedos de Nastya, alzando ambos brazos cuando las temperaturas de los humanos se dejaron visibles como sus cañones con silenciadores apuntándonos. Seis obedeció tardé y los alumbró a cada uno, la sonrisa extendida con malicia resaltó en el rostro del exiliado y su mano saludando al aire con evidente diversión me irritó una mueca, ensanchándola hasta remarcarla.
—Hola de nuevo amigo clon.
El más tonto del grupo resultó ser apenas un genio, no sospese de la actitud de Doncan ni el comportamiento del resto, aunque de los tres el que faltaba aquí era el aguileño. Debía admitir que no sospechar de ellos fue un error, sus conversaciones no estaban a nivel del resto de soldados y si mantenerlas era su plan, entonces trataron de distraerme de Nastya, lo que no sucedió.
—¿Por qué nos apuntan? — susurró la hembra subiendo más su arma al tiempo en que la humana aferró su mano a mi cinturón, deslizándola por uno de los cañones—. Siete, ¿qué está sucediendo?
—No te lo esperabas, ¿verdad? — inquirió el de ojos azules—. Creíste que tenías todo bajo control, debes sentirte decepcionado de tus super habilidades, clon.
La burla me elevó el mentón, sombreándome el rostro.
—Nos hiciste más fácil el trabajo trayéndola aquí, apartándola de todos—Don apuntó su cañón a Nastya—. Así la coronel y los otros no sospecharan de nosotros.
—No estaría tan seguro— recalqué con asperidad.
—Pero lo estamos, he ahí la cuestión que debes hacerte— Doncan miró a su compañero, y la tranquilidad con la que habló me puso en alerta, estos tramaban más de lo que aparentaban.
Nos tenían rodeados, pero no presionaban el gatillo, y me pensaría que era porque tenerme con ella complicaría su objetivo lo cual era cierto. No obstante, esto parecía otra distracción.
Hacían tiempo, ¿y para qué? Presté más atención al rededor, contando las vibraciones que se extendían en el perímetro y los sonidos provenientes de los soldados que seguían recorriendo lo largo, entre ellos el infante preguntando por la humana e Ivanova pidiendo apoyo para encontrarme.
—Dejemos la charla Don y hagamos un intercambio, ¿qué les parece? —habló el humano detrás de la hembra—. La humana por sus vidas.
Curveé la mueca en una ladina sonrisa de burla e irritación, estos me subestimaban si se creían que me tragaría el cuento como todo un iluso, y que la entregaría tan sencillamente como si el poner la vida en riesgo para mantenerla viva fuera nada.
Sigue haciendo tiempo.
—No me convence —Mi sarcasmo les arqueó una ceja.
—Clon, me caes muy bien y no quiero matarte— la mentira de Don tembló mi comisura, hizo un movimiento con el mentón, señalando a la humana—. Solo la queremos a ella, dicho y claro, ustedes dos podrán irse vivos y coleando, ¿qué dices?
—Malditos corruptos.
La queja de mi mujer atrapó sus miradas de falso interés, alzó su rostro, y la curva en sus carnosos labios en compañía de la arruga en su pequeño puente le demostró el amargo enojo.
—¿Son tan cobardes que tienen que pedirle permiso a él para poder matarme? — la falsa dulzura en su voz tensó mis labios.
—Somos amables, linda—su sarcasmo me aseveró—. Solo queremos matarte a ti, no a ellos y les damos la oportunidad de entregarte.
De mi cinturón, desenfundó una de las armas tronadas del mango y señaló al pecho de Doncan.
— Inténtalo— tentó con el movimiento de su pequeño mentón—, y te matare a ti primero antes de que una bala me roce, entonces serás el único que no recibirá premio.
Se me desencajó la mandíbula ante el aumento de calor en la entrepierna, era provocativa hasta con el enemigo y por consecuencia hasta para mí.
—Me gustan difíciles—canturreó Doncan, disminuyendo más el volumen de su linterna, de nada serviría cuando esas vibraciones extras se guiaban por la linterna de Seis —, pero ahórranos la fiereza y deja que esa bella cabeza reciba la bala por la que se nos pagó o tendremos que hacerlo a la fuerza matándolos a ellos.
—¿Quieres apostar? — recalqué bestial, alzando el mentón—. Cuenta nuestras armas, si disparan no saldrán vivos de aquí.
—¿Seguro, clon? —su tono divertido tembló mi comisura de fastidio.
Seis desenfundó una segunda arma que apuntó al soldado a metro de ella, firme y segura pero confundida por lo que sucedida.
— ¿Todavía estas tan seguro? — puntualicé con sequedad.
No había alteraciones en sus cuerpos, pero el humano al que apuntaba Seis tenía miedo. La seguridad de estos dos era porque algo estaba a punto de acontecer.
—¿Qué pasa si mueren? Su esfuerzo serio en vano—escupió mi humana y la firmeza que mantenía en su rostro no era más que el temblor en sus piernas—. Mejor suelten sus armas y ríndanse.
—Eso no ocurrirá—aseveró el rubio—. Esta todo planeado, al final obtendremos lo que queremos.
— Poner su vida en peligro, ¿en verdad lo vale? — preguntó y sus dedos volvieron a aferrarse a mi cinturón—, ¿soy tan peligrosa viva?
Dos vibraciones aproximándose detrás de los escombros me blanqueador los nudillos, presté atención. Tal parecían ser guiadas por la linterna de Seis, eran sigilosos y lentas para producir ruido, pero reconocí sus temperaturas. Ivanova y el General.
Aun desconfiaba de ellos.
—Si hubiera alguien de los tuyos con vida también lo mataríamos—informó el otro —. Sabes lo mismo que los otros supieron.
—Y recuerdo bastante bien los nombres de todos los que colaboran—La confesión de Nastya me arrugó la comisura izquierda—. Por eso quieren silenciarme.
—Exacto, no es nada personal — Ladeó el rostro y la mirada que echó al soldado detrás de Seis me puso en alerta apuntando a la cabeza del humano—. Trabajo es trabajo, ¿no es eso lo que dijeron ustedes antes de contaminar a los experimentos sabiendo que eran humanos?
—¿De qué estás hablando, humano?
—¿No lo sabe, clon? — inquirió con sorna cobrando a su compañero y se me endureció el dedo en el gatillo cuando sus armas se movieron de encima de Nastya, apuntándome a mí—. ¿La tienes protegiendo a la mujer sin decirle lo que la misma hizo? Eso es traición a los tuyos, un golpe bajo para la hembra cuando lo sepa.
—¿De qué está hablando, Siete? — insistió detrás de mí—, ¿cuál traición? Dejen de decir todo a medias.
Se me ensanchó la rabia quemándome el pecho, un tiro y le perforaría la boca antes de que siguiera hablando, pero de nada me serviría callarlos cuando la duda y sospecha fueron sembradas en Seis desde su aparición.
— Ella estuvo con las personas que convirtieron a los tuyos en monstruos—agregó el soldado tras de ella, y la ira que me provocó me dilató la mirada.
—No puede ser cierto—Su temperatura aumentó como la adrenalina acreciendo su respiración—. ¿Eso es verdad, Siete?
Sus dedos tirando de mi uniforme apretándome los dientes cuando los humanos se compartieron una sonrisa, su desespero era lo que ellos buscaban y lo estaban logrando.
— ¿Ella es uno de los que trataron de matarnos?, ¿es quién soltó esas cosas?
—Te están provocando— alargué sin mirar a su rostro, estudiando sus movimientos.
— ¡Respóndeme!
El órgano de Nastya retumbó cuando el cañón de Seis golpeó su sien. Tensé el cuello, saltándome las venas al escucharla cargar el arma, acomodando su dedo en el gatillo.
—¡Responde o le dispararé! ¡Sabes que puedo hacerlo! — Salpicó mi perfil y su ladrido aumentó el paso de Ivanova y el otro—. ¿Por eso estaban tratando de escaparse?
—Te creí más inteligente, que fácil te dejas persuadir— mis palabras la hieren más, cubriéndole los dientes.
—¡Lo sabías y te acostabas con ella!
—Creo que alguien más va a cumplir con nuestro trabajo sin esforzarnos, Don.
—¡Cierren sus malditas bocas o los mato! —gruñó y tiró de mí hombro derramando sus lágrimas en mi uniforme—. Esta maldita perra asesina mató a los nuestros, ¿por qué no me dijiste nada?, ¡¿por qué no la mataste?!
—Porque muerta no me sirve— escupí entre dientes desencajando la mandíbula ante los espasmos en Nastya y las vibraciones disminuyendo la distancia detrás de los humanos—. La entregaré a cambio de tierras y libertad.
—¿Por nosotros?
—Deja las estupideces y aparta el arma, Seis—exigí sin prestarle atención, y atento a la mirada que los otros compartían y las sombras crecientes detrás de ellos, la sentí obedecer.
—¿Y para poder entregarla viva tenías que acostarte con ella, clon? —bufó Don.
— Suelten sus armas y levanten las manos malditas sabandijas—la espesa orden del general deteniéndose con Ivanova a metros de sus espaldas, los endurecieron.
Sentí el miedo en dos de ellos al percatarse de las armas extras, pero la sonrisa despreocupada se extendió en el rostro de Doncan quien todavía con seguridad se giró a medias, desenfundando una siguiente arma que señaló el tórax de Ivanova.
—Coronel, llegó al espectáculo.
— Estoy decepcionada caballeros— espetó Ivanova apretando el mentón —, terminaron prefiriendo el lodo que la gloria misma.
—En el lodo se encuentra más oro, coronel.
—Y el oro enlodado terminara siendo la mierda que pisaré si no ponen fin a su juego y levantan sus manos— ladró el general—. Obedezcan o me mancharé con su sangre.
La carcajada del rubio no cubrió los tintineos que me tensionaron, las ondas de sonido se alargaban en el corredizo detrás de Seis.
—Eso no ocurrirá general, lo lamento, pero sí que ocurrirá otra cosa.
El conteo regresivo me desacomodo la quijada, provenían de dos dispositivos colocados en la cima de las paredes y uno oculto en el centro de los escombros que estaban siendo recorridos por los soldados.
—No hagan esto más complicado, los refuerzos van a llegar y estarán rodeados.
El tintineo aumentó y la comisura se me alargó hasta retorcerme el rostro de rabia, todo este tiempo su seguridad se basó en tres misiles explosivos, y para el estallido no hacía falta más que escasos segundos en los que apreté a la humana a los escombros y...
—¡Bomba! — el grito de un soldado en la distancia se amortiguó con los ensordecedores estruendos que se levantaron uno tras otro.
Vibró el suelo estallando la materia y el agua, el resto de las paredes y techo crujieron y los proyectiles se dispararon de mis armas al tiempo en que las de Don lo hicieron.
Apreté a Nastya a la montaña de escombros cubriéndola de las balas que estallaron en mis costados. Para esto tramaron, este escenario era lo que esperaban conseguir y con ello arrebatármela. No les permitiría obtener más que su propia muerte.
Dejar de disparar fue lo que no hice, las balas rebotaban y atravesaban los pedazos de roca que caían del techo. Perforé el cuerpo de uno de ellos, la sangre se derramó de sus labios y cayó al agua, pero las heridas cerraron en segundos levantándose como si nada.
—¡Tienen sangre de experimento en todo el cuerpo! —graznó el general—. ¡Hijos de puta!
—¡Nos van a enterrar vivos!
Saboreé mi propia sangre y le di al cráneo de uno de ellos, siendo el primero en caer al agua. «Solamente así.»
Seis chilló ocultándose detrás de otros escombros, la lluvia de disparos se detuvo cuando los derrumbes empeoraron sobre nosotros, obligándome a retroceder con Nastya envuelta en mi brazo, el general tiró de Ivanova impidiendo ser aplastada llevándosela del lado del cumulo.
De un momento a otro me encontré lanzando a la humana al agua cuando Doncan trató de herirla con una cuchilla. «A ella no le pondrá un dedo encima.» Recibí el impacto de sus balas y jalé el gatillo contra su pecho donde el misil rebotó.
No solo tenían sangre de rojo recorriendo sus venas, llevaban chaleco antibalas. Lo tomé del cuello cuando los misiles se me terminaron y lo levanté del suelo, le tronaría el cuello.
—¡No, en el pecho no!
Gruñí airado y acalambrado al tercer impacto del cuchillo enterrado en el pecho y estallé el puño en su rostro hasta romperle la nariz. Cayó al agua y retrocedí en vez de acercarme y matarlo, los oídos zumbaron, las manos de Seis me tomaron y la humana se le echó encima estampando sus puños con maldiciones escupidas. El pecho retumbó acalambrado y caliente al sacar el cuchillo de una, verlo golpearla y cargarla sobre el hombro para escaparse me enfureció arrebatándole el arma a Seis y disparando a sus piernas hasta hacerlo caer con ella en el agua. «No se la llevará.»
Se me aturdieron los sentidos al avanzar con las piernas agujeradas, sus cuerpos se distorsionaron y disparé a la nada al verlo acribillando contra Nastya quien huía de él. Su quejido de dolor al ser atravesado su hombro por una de las me hizo desgarró, impulsándome fuera de los brazos de Seis.
—¡Déjala ya! —chilló la hembra estorbándome el paso al acomodarse frente a mi—. Deja que la maten, no tiene caso.
Su mano agujerada se deslizo debajo de las costillas manchándose de mi sangre en tanto la otra rozaba le herida de centímetros tallada sobre el pectoral.
—Mírate, ¿por qué te pusiste como su escudo? Todas las balas iban para ella no a ti, ¿por qué? — Cerró sus parpados rebosándome el pecho—. Ella no vale más que tu vida, Siete.
Las lágrimas empañaron su rostro arrugando sus labios en un puchero, y no me importó empujarla hasta acercarme a los escombros, guardándome el cuchillo y destapando el bolsillo de cartucho en el cinturón, cargué las armas, acribillé y me moví. La humana no salió de mi radal en ningún momento, corría detrás de unos derrumbes de mi lado izquierdo escondiéndose de Doncan y del otro imbécil que todavía seguía vivo.
—¡No, no puedes ir por ella!
Volvió a interferir, sacudiendo la cabeza hasta estallarle los mechones en su enrojecido rostro.
—Te dispararon en el pecho y abdomen, ¿y si una bala te lastimó algún órgano? Tienes que descansar hasta que salgan las balas—sollozó horrorizada y traté de apartarla—. ¡Cuatro balas, Siete...! Y están cerca del corazón y con el cuchillo tal vez te dañaron una...
—Puedo con más—la voz se me engrosó al callarla y la hice aun lado, no importaba cuantas recibiera, en tanto no atravesaran directo el corazón o la cabeza, seguiría vivo.
—¿Vas a seguir poniendo tu vida en riesgo por ella? Es la culpable de nuestra tortura, podemos conseguir nuestra libertad por nosotros mismos, sin ella.
Su exclamación no me detuvo, escuchando las contracciones de Nastya, la humana tomó una roca en sus manos con la que se defendería, corriéndose a los siguientes escombros para apartarse de la linterna que la buscaba.
—¿De qué sirve que te escondas? Solo quedas tú— Doncan cojeaba, la sangre de Rojo podría curarlo y regenerarlo, pero las balas seguían dentro de sus piernas rasgándole los músculos—. A fuera o dentro, no importa, morirás de todas formas, linda.
—¡No estás viendo lo que provocó! ¡Esa bruja te tiene hechizado!
Tiró de mí brazo deteniéndome ante sus dedos enterrándose en las heridas.
—Mira el derrumbe que causó su maldita existencia— me ordenó señaló los escombros crecientes, el panorama no era nuevo—. Tenemos que ir a buscar a 56 Verde y el neonatal, Richard los tenía, pero no puedo sentirlos, no puedo verlos ni escucharlos. Sin ti no podré encontrarlos por favor, Siete, tenemos que ir por ellos.
—No me necesitas—recalqué.
Aprendió a desarrollar sus otras habilidades, acercarse a los derrumbes será sencillo para ella encontrarlos.
— ¡Mató a los nuestros y todavía a los suyos! ¡Mejor que muera! Que esos infelices la mat...
La tomé de la muñeca apretándola hasta atragantarla con el resto de sus palabras al tiempo en que la aparté de mi brazo e incliné mi rostro sobre el suyo hasta sombrearlo.
—No interfieras en mi camino, esta es la última advertencia— La frialdad de mi amenaza la lastimó más y la solté avanzando con las armas empeñadas y las balas agujerándola los muslos.
—¡Nos estas traicionado! — bramó persiguiendo con la esperanza de que me detendría y que equivocada por no lo haría —. ¡Esa maldita humana te tiene hechizado! ¡Recuerda a los infantes sin vida que hallamos en el pasillo! ¡Recuerda el dolor que sentimos cuando se comieron a los nuestros, ella es la culpable de todas esas muertes, Siete!
Mi frialdad aumentó su llanto y no me detuve a mirar preso de las vibraciones que se extendían en diferentes partes del laboratorio. Todas tenían una sola dirección, fueron provocadas por las explosiones y, por ende, ninguna pertenecía a humanos.
La amenaza se multiplicó y con Nastya lejos, empeoraría más.
—Presta atención a las vibraciones, Seis— alcé la voz—. Ocúltate y mantente callada si quieres sobrevivir.
—¿Y tú qué? Deberías ocultarte, es muy peligroso que vayas en ese estado. Si no salen las balas del pecho y te atacan con tantas heridas... —se detuvo cuando no vio que yo lo hiciera—. ¿Tanto te importa ella más que yo y tu gente?
No hay nadie más que me interese que no sea esa humana. Rodeé los escombros dejándola atrás, y retuve el gruñido entre dientes, estampando el puño en los materiales ante dos de las balas siendo expulsadas del tórax, una a una cayendo al agua en compañía de mi sangre escupiéndose de la boca.
Rastreé su ubicación, uno de ellos era el más cercano a mí, pero Nastya se alejaba con cada paso más y detrás de ella Doncan en su búsqueda disparando con cada encuentro.
Enterré los dedos en una de las heridas del abdomen ayudando a mi propio cuerpo a deshacerse del pomo que bloqueaba mis fuerzas y el enfoque en ella. Estaba tardándome en recuperar, tal proceso no solo se debía a la pérdida de sangre, las balas que todavía obstruían mi pecho me perjudicaban. Seis no se equivocaba, e ir por Nastya en estas condiciones era imprudente.
Fácilmente podría dejarla morir porque entre más lejos la tuviera, menos probabilidad de salvarla, pero no me dejé llegar a tanto para que un simple humano se creyera con derecho a matarla. «No me he sacrificado lo suficiente.» Tiré el material y crujiendo los dientes saqué una del hombro dejándola caer.
—Hijos de la gran sabandija, lo tuvieron todo planeado.
El general salió detrás de una montaña de roca y tierra, arrastrando a Ivanova con el muslo lesionado, los rizos castaños le cubrían el rostro por completo, pero no el uniforme rasgado y empolvado.
—Mis soldados están...
—Enterrados en gran parte, pero si hay vivos sabrán cómo cuidarse y a dónde...— pausó cuando levantó su linterna iluminándome el cuerpo—. Mierda, soldado, te dejaron como a un maldito queso.
La humana se apartó el cabello dejando las heridas de su rostro visibles, sus labios manchados de sangre se extendieron al igual que sus parpados enrojecidos cuando evaluó las heridas en mi cuerpo.
—¿Estas...? —detuvo sus palabras al clavarse en los misiles que abandonaban mis muslos.
—No es momento para su tripofobia, Coronel, contrólese. ¿Mataron a la testigo, soldado?
Cerré los parpados, sacando el siguiente proyectil del costado, Nastya todavía se ocultaba aferrándose a la roca, pero Doncan no estaba apartó lo suficiente de ella, y con una linterna a la mano fácil le resultaría encontrarla.
—Se la llevaron, ¿no es así? — inquirió Ivanova —. ¿En qué dirección se fueron, Cero Negro Siete?
—Detrás de los derrumbes—Hice un movimiento con el mentón y enterré los dedos en el agujero encima de la rodilla sacando la última bala. La lancé al agua y me enderecé —. Esten al tanto, tenemos compañía extra.
—¿Hablas de que vienen parásitos?
No contesté, dejándome envolver por las morusas cayendo del techo.
—Coronel, vaya a buscar sobrevivientes en los derrumbes, será mejor para nosotros ser más antes de que esas cosas lleguen. Acompañaré al soldado.
Aceleré el paso soportando la sensación acalambrada en el pecho donde las balas seguían estropeándome. Los derrumbes de este lado eran menores que los de atrás pero no lo suficiente como para encontrarlos sin necesidad de seguir sus temperaturas.
Ella estaba más lejos.
—¿Para dónde soldado?
No contesté y aproximé detrás de los escombros acortando los metros con el primer hombre que mataría. Nastya se adentró en uno de los salones, ocultándose detrás de las estanterías derribadas, un mal escondite cuando dos de las vibraciones se concentraban en ese lado.
Siempre rodeada de peligro.
— ¿No tenías una hermana muerta? — la burla de Doncan elevándose en el silencio llegó a mis oídos—. Sí, una que tenía cáncer y la que recibiría algo a cambio de tu estadía aquí. Oye, ¿no quieres encontrarte con ella? Podríamos enterrarte junto a ella.
Los labios se me torcieron, uno de los plomos en el pectoral empezó a empujarse de mi músculo, obligándome a disminuir el paso. Acalambrado, seguí la temperatura de Doncan deteniéndose detrás de la materia en la que ella se escondía, la humana se deslizó a la orilla cuando la linterna alumbró el salón, y lanzó la roca que azotó a metros el agua, distrayendo así al hombre. «Inteligente.»
Se lanzó a correr fuera y se agachó atravesando el agujero que la llevó al siguiente corredizo, un escape limpio si no fuera por el trozo de piedra que resbaló traicionando su ubicación, aventándola al agua cuando las balas atravesaron el derrumbe.
—No sabes esconderte, perrita.
Crujieron mis dientes ante la vibración a mi costado. «No perderé mi tiempo con un parasito hambriento.» No me contuve, sacando por mí mismo la segunda bala del pecho y alzando el arma a la criatura que se trepaba a la cima de los escombros. Se acomodó sobre sus tentáculos y no le di oportunidad de saltar ni a mí de analizar la forma distinta que poseía, tiroteando al centro de su gelatinoso cuerpo hasta derramarlo sobre los restos.
—Materano no exageró cuando me habló de ti— recibí el palmeo del hombre—. Una vez fuera debes aceptar el puesto que el Ministro te ofreció, cualquier otro tendría que pasar por mucho para obten...
—No ha terminado— gruñí al percibir las siguientes vibraciones trepando desde el mismo lugar.
El General disparó y no me quedé atrás ante el intercambio de misiles cuando el par de parásitos se aferraron a los restos del techo. Uno calló y la tensión me endureció sin prestarle atención a lo que disparaba al estar atento a Doncan desenfundando granadas que lanzó al agujero. Nastya saltó del agua con intenciones de apartarse, pero los estallidos la alcanzaron golpeándola de frente contra los escombros en los que lanzó el grito que me desencajó.
Abandoné al hombre poseído por la rabia. La carcajada que escupió quemó el centro de mi pecho disparando al parasito que se asomó delante de mí, las quejas de la humana se retuvieron al morder su labio para no hacer ruido cuando él se adentró con el arma entre las manos.
—Ya dejemos de jugar al gato y al ratón. ¿Por qué quieres seguir viviendo si al final estar viva te llevara a la cárcel? Es mejor estar muerta, arriba intentaran matarte y no solo nosotros, sino las personas que te guardan odio— bufó, disparando a la nada—. Entrégate antes de que pierda la paciencia.
Nastya se deslizó detrás de los escombros, se arrodilló y el temblor en su cuerpo era insoportable como el calor concentrándose más en su espalda baja. La explosión la lesionó, pero eso no la detuvo para tomar un trozo metálico y aferrarse a él, tal escena me recordó al almacén donde la vi por primera vez, dos contaminados encontraron su escondite y ella tomó una pala para defenderse.
—¿Dónde demonios estas Don?, ¿ya la mataste?
Se me extendió una mueca de ira con el musitar del humano que pasó a unos metros de mí. Daba la espalda empuñando un arma en su mano en tanto sus dedos dentro del casco presionaban el intercomunicador del que no obtuvo respuesta.
—Tenemos que salir de aquí— susurró, caminando con sigilo —. La explosión atrajó más de esas cosas, me mordió una, ¿escuchas?
Sin rodeos estallé el mango del arma en su cuello, asfixiándolo hasta despabilarlo en el agua, no gastaría el resto de mis municiones cuando podía matarlo con mis propias manos. Le arranqué el arma tras pisarle las piernas y sosteniéndolo de la cabeza lo volteé, eso ojos azules me miraron con horror. Sentí satisfacción que me temiera, no más tonterías, no más seguridad, pero no era suficiente poniendo más fuerza con deseo de destrozarle el cráneo.
—Espera, espera, espera, clon...— pidió y hundió sus dedos en mis muñecas cuando puse fuerza —. ¡Espera, por favor!
—¿Qué sucede, humano? — Hundí los pulgares en sus sienes enrojeciéndole el rostro de dolor—. ¿Se te fue la seguridad?
— A ti no te queríamos matar, no queríamos lastimarte— explicó y la lengua se le trabó de lo rápido que lo hizo—, ella fue siempre nuestro único objetivo.
—Ese fue su error— gruñí haciendo le movimiento contrario con las manos que lo torció, el crujido lo desvaneció, y sin gritos ni dolor del qué alimentarme saqué los dedos de su ensangrentada piel, dejándolo caer al agua.
Queda uno, y a este lo haré sufrir más.
—No tenías que matarlo. Me queda claro que no sabes trabajar en equipo — informó el general detrás de mí —. Eres rápido, fuerte y ágil, pero actúas por ti mismo. No te comunicas, abandonas a otros cuando el trabajo en equipo es más eficiente que hacerlo todo solo.
—Cuando de lo que quiero se trata no me importa nada—recalqué, cargando una de las armas.
—Si quieres que esa mujer siga viva tienes que aprender a confiar en otros, no actuar por ti mismo— Me dio un arma más larga—, eso déjaselos a los cerdos inmaduros, soldado.
Aplasté el cadáver siguiendo el rastro en dirección a ellos, pasé los escombros siguientes, consiguiendo el trote cuando el resto de las balas abandonaron el cuerpo, permitiéndome la movilidad completa.
—¿Sabes? — La voz de Doncan llegó a mis oídos como el llanto de Seis recogiendo un cuerpo sin vida—. Si te hubieras entregado antes de que se me terminara la paciencia te mataría sin tanto sufrimiento, pero ahora no, disfrutaré de tú dolor con cada herida que te haga.
Quien disfrutará de tu dolor con cada herida que te haga, seré yo.
De su chaleco sacó otra granada que lanzó estallando en la pared hasta trazarla, el polvo que se levantó hizo que la humana rodeara los escombros golpeando el metal contra su rostro. Se echó sobre él aferrando sus manos a su casco y hundiendo su cabeza en el agua. «Mala ide, mujer.» Si golpeara el resto de su cráneo con el metal, hubiera terminado con su vida.
—¡Tú ni nadie más terminará con mi vida porque la única que puede hacerlo soy yo!
Su grito de dolor me reventó los oídos, el hombre enterró la cuchilla en el muslo y la empujó tomándola de la raíz para arrastrarla en el agua. «Tengo que llegar a ella.» Pero era como si no recorriera nada del camino que separaba.
—Si los muertos hablaran te llamarían hipócrita, linda.
El rodillazo que dio a su rostro me hizo gruñir del desespero, lanzando la materia que estorbaba a mi paso. La levantó como muñeca de trapo arrojándola de frente a los metales, no le fueron suficiente sus quejidos de dolor, subiendo sobre ella y recibiendo el manoteo y pataleo que lo hicieron abofetearla.
—¡Soldado ponga atención!
La tomó del rostro golpeándola contra la materia. «No estoy yendo por ella solo para recoger su cadáver.»
— Te romperé la cabeza hasta hacerla picadillo, ¿qué te parece? — se le burló.
Sus delgadas manos le aruñaron el rostro, reventándole los labios al humano que la azotó con el puño. «Voy a arrancarle esas manos»
— ¡Maldita perra! —La tomó del cuello sacudiéndola con brusquedad hasta estrellarla, la sangre me hirvio y mis puños enrojecieron sediento de su dolor—. ¿Es que no quieres ver a tu hermana?
—No...N-no de este modo—Sus manos en vano trataron de zafarse del agarre, las venas me saltaron con las contracciones desatadas tras su pecho—. No asesinada por un imbécil como tú.
—Pues de este modo vas a verla, así que agradéceme por ello.
Lo golpeó con una roca que soltó su gruñido, y trató de empujarlo y trepar. Chilló y perdió fuerza cuando él enterró más la cuchilla en su muslo. Me volví un nudo de ira y resignación, no era de los aceptaban su derrota ni mucho menos de los que se equivocaban al ser meticuloso con los sucesos, todo lo que me proponía lo cumplía y con ella no sería una excepción.
—¡Soldado, parásitos a su derecha! — El grito del general no fue más que el gruñido bestial que emergió de mí ante los colmillos enterrándose en el costado, obligándome a detener el paso.
—Maldición.
Sus tentáculos delgados trataban de rodearme la cadera hundiendo sus colmillos, no media más que mi antebrazo y lo tomé, despedazándolo entre mis manos de un tirón.
—¡Crías del demonio! — Los disparos del general no se detuvieron como los quejidos de Doncan apartándose de Nastya cuando uno saltó sobre su lomo—. ¡Hijos de la puta que los parió!
Mi atención se concentró en ellos, arrancándome los parásitos que trepaba por el cuerpo. Doncan estrellaba la espalda a la pared deshaciéndose del parásito, uno más saltó mordiéndole la pierna. El resto de las vibraciones llegaron al corredizo echándose sobre él.
La inmovilidad de Nastya me desgarró, «la estoy perdiendo.» Gruñí airado arrancándome al parásito que en vano se aferraba a la espalda, sintiendo sus colmillos llevándose parte de la tela de mi uniforme y piel. Atravesé su cuerpo dejando caer sus restos y acribillé a las criaturas que arremetieron sobre los escombros y sobre el hombre en el agua.
—¡Ayuden al general!
Los disparos aumentaron con la llegada de Ivanova y un grupo de soldados defendiendo al susodicho. Olas de flamas ardientes incendiaron a las crías y no me contuve para abandonarlos, recorriendo los escombros siguientes con las armas siendo cargadas.
—¡Soldados James, Hols, Endy y Teniente Gae, conmigo, cuidaremos su espalda!
Quince metros, era lo único que me separaba y el panorama cambió con el salón destruido a la vista donde los gritos de humano siendo devorado por los parásitos, se levantaban.
Adentré junto con los soldados aventando la materia metálica que se interponía en mi camino, crucé el agujero que me llevó al objetivo y disparé a las criaturas que se acumulaban en las paredes saltando para atacar.
La mochila de Nastya estaba sobre un cumulo de piedras, reventada y rasgada, pero los escombros en los que ella se hallaba se encontraban al otro lado y con estas crías interponiendo, no podría llegar. Fusilé sin detenimiento y en tanto el soldado con el lanzallamas quemaba la piel de los parásitos, encontré el cuerpo de Doncan arrastrándose por el agua.
Se me torcieron los labios, una mueca de ira y rencor, y detuve el balanceo encaminándome a él. Observé su uniforme rasgado y la piel magullada de su espalda apenas regenerándose, y disparé al centro de sus omoplatos, alimentándose de su gritar. Pisé sus pies, tronándolos con la fuerza y lo volteé tomando su chaleco para alzarlo.
Su rostro era irreconocible, el hueso de la mandíbula se dejaba ver con la carne que colgaba, sus pómulos mordisqueados y la nariz magullada con el puente salido. El resto de su cuerpo llevaba una imagen peor, retorciéndome los labios de irritación. Sufrió con las mordidas, pero no lo suficiente para mí, y con la sangre de experimento rojo sus músculos se reconstruirían con lentitud, algo que no permitiría.
—Veo que no estás muerto, clon— bufó y mostró sus dientes manchados de sangre—. Ni tu ni yo, amigo, ella ya está muerta y di...
No lo dejé hablar, soltando su chaleco y pisándole el pecho hasta sumergirlo en el agua. Sostuve ambos brazos tomando las manos que se atrevieron a tocarla, y apretándolas en mi puño. Quebré sus muñecas y torcí los dedos rompiéndoselos hasta hacer que el agua burbujear por su dolor. Los arranqué, salpicándome con su sangre y dolor.
—Suéltalo, Cero Siete Negro— Ivanova se interpuso palmeándome el hombro cuando lo tomé de nuevo del chaleco sacándolo del agua—. No te manches las manos de sangre.
Doncan escupió agua a mi rostro, atreviéndose a estirar una sonrisa temblorosa.
—Déjelo, Coronel—se quejó—. Que disfrute de mi dolor tanto como disfruté del dolor de ella al romperle el cráneo.
La comisura me tembló estirándose con rabia y estampé el puño en su rostro hasta desbaratarle la sonrisa, mojándome los nudillos de sangre. Arrebaté su casco tomándolo de la frente, apretando los dedos en sus sienes al tiempo en que comprimir la mano en su pecho lesionado, arrugándole el rostro de dolor.
—Está mintiendo, soldado—Apretó mi hombro—. El Teniente Gae ya la tiene, todavía tiene signos vitales.
Puse más fuerza escuchando apenas el crujir de sus huesos como el chillido escupiéndose de sus dientes en tanto sus manos trataron de detenerme. Así luchó ella para deshacerse de su agarre, y la mueca en mis labios se profundizó retorciéndome el rostro de satisfacción con el dolor y el temor que mostraba cuando mis dedos penetraron la piel de su pecho.
Una bestia sanguinaria y no creí que lo disfrutaría tanto, con ella lejos de mí sería el monstruo de muchos.
—Es mi deber llevarlo y entregarlo ante la justicia— Se inclinó junto a mí, sus ojos azules me evaluaron—. Soldado... Soldado por favor deténgase, si lo hace cargará con la imagen.
Hundí más sintiendo su sangre manchándome la palma y sus gritos emerger con más miseria cuando las uñas se enterraron en sus sienes, comprimiendo su cráneo.
— ¡Soldado le digo que se detenga!
Contraje los dedos sobre el órgano y lo empuñé arrancándoselo de una, congelando así el rostro del humano quien me subestimó, creyéndose superior y tocando lo que no era suyo.
—¿No te dije que no soy uno de tus soldados? — la bestialidad de mi voz la agitó. Solté al hombre para enderezarme delante de la mujer pecosa, el miedo a mí me levantó el mentón —. No recibo ordenes, humana.
Solté el órgano cardíaco al que le dio una mirada en blanco, y la aparté cruzando el corredizo y pisando los cadáveres de los parásitos hasta acortar la distancia. Los escombros quedaron a metros de mi como la espalda del hombre que cargaba con pausa el cuerpo moribundo de Nastya.
Escuchar el débil tamboreo de su corazón, volviéndose lento en instantes como su respiración, me tembló de impotencia los músculos, desenfundando el arma que apuntó a la cabeza del soldado.
—Dámela— exigí entre dientes, deteniéndome a pasos.
Se giró con marcada lentitud, como si temiera hacer un movimiento equivocado. Su mirada grisácea me evaluó bajo la sombra del casco, y el calor que brotó en el centro del pecho aumentó como el endurecimiento al observar la sangre que manchaba gran parte del rostro de la mujer inconsciente en sus brazos.
Mechones empapados se pegaban a sus mejilla y nuca, una herida en el abdomen le pintaba su camisón, dibujando su ombligo, su cuello maltratado llevaba la marca de los dedos de Doncan pero de donde más provenía la sangre era de su muslo donde la cuchilla ya no estaba. Ganas de destrozar el cuerpo del humano que la lastimó pieza por pieza, no me hicieron.
—No puedo dártela— habló severo, apenas dando un paso a mí, rígido—. Si la movemos más podría morir aquí mismo. Tiene lesiones graves y se está desangrando.
—Por eso mismo me la voy a llevar— grazné con bestialidad.
—¿A dónde? — Ivanova se acomodó delante del cañón—. La testigo está gravemente herida y si no la atendemos, morirá.
— La zona blanca está cruzando dos pasillos— arrastré, sintiendo la tensión ensanchándome el cuello—. La sangre que se guarda en el lugar puede curarla.
No. La sangre de un blanco no sería suficiente para heridas graves o internas, y ella las tenía. Esas heridas no cerrarían o no se regeneración como debieran hacerlo dejándola mal y en un futuro con complicaciones.
—Llévame contigo— Su mano tocó mi pecho que se remarcaba con la fuerza de la respiración—. Mis soldados y el general, ellos también están gravemente heridos y necesitan de esa sangre.
Ladeé el rostro, observando sus muslos moverse, cojeó y acortó la distancia entre los dos deteniéndose a un paso de que su pecho me tentara el torso. Levantó el rostro, enfrentándome con firmeza y con las heridas que enrojecían zonas de su piel.
— Que el Teniente y el resto se quedé protegiéndola mientras vamos por la sangre— sostuvo y sus dedos se deslizaron bajo el pectoral—. Gae es enfermero y sabe cómo mantenerla, así que puedes confiar en él.
—Ella vendrá conmigo—recalqué con asperidad.
—Si la movemos mucho tendríamos que caminar lento, y si en el camino salen más de esas cosas podría morir — puntualizó, lamiéndose sus labios.
—La Coronel tiene razón—la voz del hombre que cargaba a Nastya me arrugó la comisura—. Esperaremos aquí, la cuidaré en lo que llegan.
Conmigo estará más segura que en brazos de otro.
—Tenemos unas horas antes de que estalle el laboratorio y no estamos nada lejos del comedor— Sus dedos abandonaron el pectoral para tomar el cañón de mi arma y bajarla—. Todavía podemos salvarla y salir de aquí, Siete.
(...)
¡AL FIIIN! AL FIN LES ACTUALIZO Y ESTOY TAN CONTENTA, SE SIENTE TAN BIEN. Y estas vacaciones sí que me dieron mucho de qué inspirarme, muchas gracias por esperarme bellezas, espero que este capítulo les haya encantado.
¿Qué tal les pareció?
ESTE CAPÍTULO ESTA DEDICADO A:
FELIZ CUMPLEAÑOS HERMOSAS. Les deseo un nuevo año de vida lleno de hermosos momentos y experiencias buenas que puedan recordar siempre con una sonrisa. Las amo mucho y les envio un abrazo.❤
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