¿Miedo o placer?

¿MIEDO O PLACER?
*.*.*

(Imaginemos que aquí hay un separados donde les digo lo mucho que las amo y lo mucho que extrañé actualizarles)

Escenas +18

Algo pinchó mi cuerpo, esparciendo una de las emociones más entrañables en cada parte de mí, cuando al sentir esas manos empujando mi trasero con una rotunda rapidez para enterrar una y otra vez su miembro...

Contra mi desnudo hombro, esa carnosa boca se abrió, pegó sus apretados dientes y gruñó su orgasmo sobre mi piel.

Ese sonido tan inesperado y delirantemente ronco y salvaje, siendo soltando al mismo tiempo en que mi cuerpo gimió junto a su oído, sacudió en estremecimiento todo mi pequeño cuerpo contra el suyo para desbaratarlo, destruirlo y volverme nada más que un montón de polvo.

El unísono de nuestro org*smo golpeó las paredes del área negra, escribiendo de este momento como si fuera una clase de carta intima, un diario...

En ese instante en que mi respiración comenzaba a pesarme mucho y mi cuerpo se recargó contra el suyo; disfrutando de como su pecho se apretaba al mío con una pesada respiración y como su frenético calor se abrazaba profundamente a cada fibra de mi existencia: Sentí como mi interior se gravaba contra mi voluntad, esa calidez liquida deslizándose entre los temblorosos músculos de mi vientre.

Un estremecimiento me invadió en tanto los espasmos sacudían por última vez mis músculos alrededor de su miembro. Estaría torturándome esa liberación sino fuera porque sabía que los experimentos no eran fértiles. Eso me dijeron.

Chenovy había fallado en la reproducción natural entre experimentos, pero que, a pesar de que eran estériles, seguían emparejando a los experimentos y enviándolos a los bunkers para tener algo cercano a una vida y familia.

Por otro lado, lo que había hecho que se me volcará el corazón, era porque no sabía si sus fluidos podían o no lastimarme, tal y como la sangre de un experimento negro lo hizo. Pero esa duda apenas y se vislumbraba en este instante dentro de mi cabeza, porque había algo peor que saber que se vino en mí.

Algo que me dejó desconcertada por lo que sentí y todavía estaba sintiendo ahora mismo, mientras todo a nuestro alrededor se llenaba de un horrible ambiente que amenazó con desvanecerme. Y como deseé desvanecerme, desaparecer, cerrar mis ojos, abrirlos y saber que nada de esto había sucedido. Que mi cuerpo no había actuado así, tan desesperado por conseguir algo de él y disfrutarlo en todo su sentido. No debí disfrutarlo, no debió gustarme tanto.

Pero me gustó, más de lo que imaginé que me gustaría.

Esa parte mía que temía tener ganas de repetirlo me apuñaló el pecho y me abofeteó repitiéndome que debí de haber hecho caso a mi conciencia, terminar con la excitación con mis propios dedos y tratar de enfocarme en otra cosa que no fuera en él...

Ya era tarde, la atracción seguía intacta, sus feromonas seguían afectándome. Mi piel todavía se sentía estremecida, mi vientre hormigueando en tensión contra su miembro, demandando moverse otra vez, enterrarse en mi interior para un segundo org*smo.

Fue una gran equivocación, un exquisita y delirante error.

Así que estaba aturdida, confundida y perturbada, y más que nada, asustada a causa de esa sensación deseosa y emocional paseándose en mi sudorosa piel para hacerme saber que tener sexo con un experimento quizás me dejaría peor que como me dejó en la oficina, porque ahora sabía lo bien que se sentía, y lo mucho que querría sentirlo.

Era una locura que terminara gustándome tanto. Era ridículo, las posiciones en las que más las disfrutaba, los movimientos que debía hacer para sentirlo dentro y colonizara hasta el último punto de mi interior, no eran estas.

Hacerlo en el suelo, era algo incómodo. Pero con este experimento la incomodidad ni siquiera fue suficiente para impedir sentirme tan fascinada con poseerlo y desear repetirlo aquí mismo, en la misma posición o en otras.

Por eso me sentí tan imponente, sin apartar en ningún momento mi rostro de encima de su hombro con tal de no encontrarme con esa mirada aterradora y enigmática y sentir un terrible y vergonzoso miedo de que fuera yo la única con ganas de repetir.

Repetir, sin importar el hecho de que se había venido en mi interior y que sus fluidos podían afectarme; sin importar el hecho de que no había electricidad en toda el área amenazando con dejarnos atrapados en este lugar; sin importar el hecho de saber que podría haber un derrumbe en una de las paredes del área y el gas venenoso entraría.

Eso me hacía sentir tan absurda que, hasta un desagradable sabor subió por toda mi garganta e invadió mi lengua.

Esas manos que sostenían mi cadera se deslizaron a lo largo de mi cintura en una caricia tan inquietantemente delicada y lenta, que jadeé fuera de mis pensamientos.

Se me endureció hasta el último musculo a causa de sus dedos repasando mi piel, centímetro a centímetro, subiendo hasta mis costillas, las cuales se contrajeron en una retenida respiración ante el cálido y estremecedor contacto de sus yemas, esas que, tras bajar de nuevo a mi cintura, no detuvieron sus caricias.

—Esta es la diferencia.

Apreté mis labios cuando otro jadeo quiso atravesarme la boca al sentir como ese tono ronco y crepitante de su voz y su cálido aliento perforando la piel humedecida de mi hombro, erizaron hasta la última de mis vellosidades. Y me desinflé bajo una corriente eléctrica que cosquilleó el centro de mi estómago cuando ante la vibración de su pecho sobre el mío, hundiéndome en sensaciones maravillosas.

—¿A qué te refier...?

La voz se me cortó cuando de un instante a otro, todo a mí al rededor dio un giro, distorsionando toda el área negra y el piso de incubación.

Mi espalda se encontró siendo recostada contra la fría asperidad del suelo en un solo movimiento. Sintiéndome rotundamente pequeñita y expuesta ante esa ancha e imponente figura enderezándose sobre mí, y ese rostro de facciones que construían una masculinidad retorcidamente atractiva levantándose de una forma tan escalofriante que toda su bestial mirada se oscureció bajo esos mechones que le colgaban.

Demonios.

Me estremecí y no pude moverme mientras le sentía utilizar sus amplias manos para levantar mis piernas y acomodar sus grandes muslos debajo de ellas. Quedé cautiva observando como los músculos de su torso y esos pectorales se remarcaban bajo su piel conformé él se acomodaba.

Por otro lado, quedé confundida, preguntándome por qué repentinamente había cambiado la posición entre nosotros.

¿También quiere repetir?, ¿su atracción seguía intacta? Esas preguntas reproduciéndose en mi cabeza en un tono inquietantemente emocionante, sacudió con nerviosismo mi corazón, insertando ese cosquilleo en el interior de mi estómago.

Me desconcertó tanto sentirme así, que entorné asustada la mirada hacía sus pectorales, tratando de buscar una respuesta de por qué me sentía tan...

Estuve a punto de jadear cuando tras apretar esos cincos dedos en mi cadera, él se inclinó sobre mí, dejando que su otro brazo se recargara junto a mi cabeza donde esos dedos apenas juguetearon desinteresadamente con mis húmedos mechones.

Y me embobé.

Reparando en la manera en que cada parte de su rostro se mantenía inexpresivo al igual que esos orbes platinados que ya no poseían el oscurecimiento de hace tan solo minutos atrás. Aun sin tener un gesto apoderándose de su rostro, esas facciones tan perfectas y atractivas eran suficientes para perderse y entretenerse.

—Me refiero a lo teórico y lo práctico — sus palabras vibraron encima de mí, dueñas de una ronquera sin igual—. Conocí mucho, experimenté poco.

Imaginé que lo teórico lo había aprendido de su examinadora, pero lo que me desconcertada: ¿estaba diciendo que experimentó poco del sexo?

Él demostró ser virgen, en gran mayoría. Por sus gestos cuando le toqué el miembro, y cuando entró en mí. Así que, ¿qué fue lo poco de practicó del sexo?

Al menos que ese último gesto de placer y confusión se debiera a que su anchura apenas tuvo espacio en mi interior. No. Pero las caricias que le di a su erección, lo confirmaban. Nunca lo habían tocado así.

¿O así reaccionaban los experimentos afectados por sus propias feromonas? Porque si recordaba la manera en que me tomó del trasero y me empujó, tomando de pronto el control de los movimientos de mi cadera para acelerarlos de forma exquisita, eso era algo confuso.

Y lo que era más confuso, que de pronto, estaba en el suelo con él encima de mí, acomodado en una posición que en su mayoría era la preferida de muchos porque el placer se sentía profundo. ¿Como sabia él de esta posición?

—Pero esta experiencia es diferente a lo que aprendí.

Quizás aprendió por naturaleza, porque era un hecho que los experimentos aprendían bastante rápido. O quizás lo aprendió de alguien o de su pareja, ya que él sabía besar muy bien, y no estaba de más decir que también era bastante bueno tocando.

No, quizás lo aprendió con alguien más ya que mencionó que la pareja que eligieron para él, no tenía valor sentimental. ¿O lo aprendió con ella? Después de todo estuvieron en el bunker, en un cuarto solo los dos. Podría ser que lo poco lo aprendió con ella solo para experimentar lo qué se sentía... ¿Qué sería lo poco que experimentó? Porque lo único claro, era que nunca había tenido un org*smo hasta entonces.

¿En qué demonios estoy pensando? Esa pregunta rebotó en mi cabeza.

Saber que me había acostado con la pareja de ella: este hombre alterado genéticamente que dijo que ella no tenía valor sentimental, y que no se mostró afectado cuando no volvió a aparecer con el grupo en el que estuvo, me amargó la boca.

—¿En qué estás pensando, mujer?

Esos dedos tomándome inesperadamente del mentón, volvieron humo los pensamientos. Sentí ese apretón de su pulgar enderezarme el rostro, apartando mi mirada de los barandales que se extendían en el suelo a centímetros de mi hombro, solo para encontrarme de nuevo con esos salvajes orbes observándome con demasiada intensidad, reparando en mi inesperada distracción.

Ni siquiera me di cuenta de en qué momento le había apartado la mirada.

—Me estaba preguntando con quién fue que aprendiste lo teórico, aunque siento que fue tu examinadora—las palabras me salieron sin detenimiento—. También me preguntaba si con quién aprendiste lo poco fue con tu pareja o...

—No — su espesa interrupción, respondiendo mi duda me dejó confundida.

—Entonces, ¿con quién aprendiste lo poco? — Me regañé internamente, porque de pronto una parte de mi estaba sintiendo que se metía a la cueva del lobo cuando vi como una de sus comisuras temblaba—. ¿A caso fue con tu exa...mi...?

Las palabras comenzaron a ahogarse en mi boca hasta detenerse y desvanecerse a causa de la seriedad adueñándose de esa escalofriante mirada, con intensidad.

Esa expresión tan peligrosa y amenazante, me hizo saber que no le había gustado mi pregunta, y eso me inquietó.

—Vuelves a estar curiosa por mí— repuso, y ese pulgar en mi mentón trepó encima de mi labio inferior, ese mismo que él observó con severidad—. ¿No dije que te abstuvieras? ¿O quieres que haga mis preguntas también?

La asperidad con la que me recordó lo que me dijo en la habitación de la cocina, y la manera en que esa mirada reparaba en la mía, mordió mi labio inferior. No, definitivamente no quería que me preguntara, sabiendo posiblemente lo primero que me preguntaría sería mis ojos, otra vez.

Todavía no tenía una explicación.

— ¿Q-qué te p-pareció esta experiencia? — cambié de tema, y al instante caí completamente arrepentida al darme cuenta de lo que terminé preguntando.

Demonios,  ¿qué estupidez acabo de preguntar?

—¿Quieres saber? — esa erre tan pronunciada, y es mirada depredadora reparando con intensidad en la mía, destelló ese cosquilleo placentero en mi vientre: ese que todavía era ocupado por su miembro.

Por otro lado, entorné asustadiza la mirada, queriendo negar con la cabeza. Pero terminé lamiendo mis labios frente a su enigmática mirada platinada, repentinamente sintiéndome muy nerviosa.

—N-no tienes que responder...— alargué con incomodidad y nerviosismo—. Olvídalo.

—¿Olvídalo?

Una de sus comisuras se estiró apenas, en una clase mueca antes de dejar que su mirada platinada se deslizará sin detenimiento desde mis desnudos pechos hasta esa parte de nosotros tan íntimamente unidas.

El modo en que observaba esa zona, antes de volver a mis pezones, y ver como su quijada repentinamente se apretaba como si estuviera reteniendo algo en su interior, me confundió.

—Me has dicho demasiado esa palabra, mujer— ronroneó, y ese sonido tan gatuno y ronco hizo que mi cerebro bombeara sangre a diferentes partes de mi cuerpo—. Es hora de quitarla de tu vocabulario.

Y se inclinó, inesperadamente su rostro se agachó y no sobre el mío para besarme.

Un gemido desbordó de mis labios con fascinación cuando esa carnosa boca sin permiso alguno, se abrió y se hincó sobre la sensible piel de mi pecho izquierdo, para rodearla la carnosidad.

El húmedo calor de su aliento explorando esa montaña de carne y nervios, y esa lengua deslizándose encima de mi pezón endurecido fue la más maldita perdición haciéndome respingar sobre el suelo.

Mis manos volaron por inercia encima de su cabellera, hundiendo mis dedos en esos suaves mechones a los que se aferraron con fuerza cuando chupón mi pezón.

Gemí otra vez, con la mirada perdida en los destellos sombríos del techo, sintiendo como esos dientes rozaban contra mi piel y esa lengua volvía a chupar y juguetear.

Demonios.

Chupó y saboreó con una demencia tan deliciosa que mi propia espalda se arqueada contra su boca. Desenfrenada por el placer que desataba su lengua, mis piernas se rozaron contra su torso ardiendo en calor, rodeando su ancha cadera y empujando su firme trasero para demostrarle de una maldita vez por todas, que quería que me penetrara... ¡que me embistiera!

Apretó mi pezón entre su boca cuando por segunda vez mis pantorrillas empujaron sus glúteos sin siquiera moverlo un milímetro. Aquel apretujón sobre mi pecho, me arrebató una exhalación ruidosa y una sacudida extasiada en cada músculo de mi cuerpo. Chupó una vez más solo para dibujar un camino de besos húmedos desde la cima de mi pecho hasta el hueco en mi cuello: ese que estiré hacia un costado dándole todo el permiso para dejar marcas...

Marcas que no tardaron nada en empezar a ser dibujadas por esa carnosa boca apretándose contra un rastro de piel y esa lengua saboreándolo.

—Se me dijo que únicamente podía tener sexo con alguien de mi área debido a la satisfacción que sentiría— Apenas se me hundieron las cejas ante la ronquera con la que lo soltó, crepitando contra mi cuello—. No obstante, mi primer coito y con una humana pequeña, no estuvo nada mal.

Sus palabras cayeron como canicas rebotando y produciendo mucho ruido mientras sentía como ese rostro con una severidad tan pronunciada en su maldita perfección, se enderezaba delante de mí.

Se lamió los labios, retirando el sabor de mi piel en tanto los dedos que habían permanecido toqueteando mi cadera se apartaron solo para sostenerme nuevamente el mentón y dejar que ese pulgar se inclinara sobre mis labios. Los acarició por completo en un movimiento para nada cuidadoso.

¿Su primer coito y con una humana no estuvo nada mal? ¿Nada mal? ¿En serio acaba de decir eso después de saborear mi pezón? Hundir mi entrecejo, fue todo lo que pude hacer delante de esa endemoniada mirada, antes de ver como enseguida sus enrojecidos labios se abrían con lentitud.

— Pero mi atracción por ti...— odié que se detuviera con esa asperidad, y no que detuviera la caricia de su pulgar bajando de mis labios y mentón, para acariciar el centro de mi abdomen y estremecerme con su caricia—, ha disminuido.

Una bofetada en mis sentidos me desinfló por completo, de pronto, dejando de sentir la caricia de sus dedos sobre mi abdomen.

No entendí por qué escucharle decir algo que sabía que podía llegar a ser cierto y que era la razón por la que había querido tener sexo con él, contrajo mi pecho, oprimiéndolo de desconcertante forma.

Quedé en blanco delante de esa fúnebre mirada que reparaba en mi reacción congelada, más que procesar sus palabras me pregunté por qué demonios estaba sintiéndome así, ¿por qué escucharle decir eso me decepcionaba de pronto? No tenía sentido sentirme así...

Solo es sexo.

Y si solo era sexo, ¿por qué se sentía tan helada la boca de mi estomago? Ese tipo de sensaciones, en este tipo de situaciones no debían ser sentidas.

Algo estaba mal conmigo.

Algo estaba muy mal...

Era como si una parte de mi se hubiese ilusionado.

—Una segunda vez y dejas de atraerme — esas espetadas palabras, por poco fueron escupidas de sus labios con una inquietante molestia endureciendo su entrecejo.

—¿Segunda vez? —bufé al instante, como si sus palabras fueran un mal chiste, uno muy amargo pudriéndome la boca.

Una de mis muñecas golpeó su pulgar para apartarlo de mi boca: esa que se torció enseguida en una mueca desagradable, una que fue analizada por él hasta el último milímetro.

— El problema es, Siete...— me detuve ante mi tonada fingiendo dulzura, al mismo tiempo en que me dejé reparar en su cuerpo como si no me impresionara antes de soltar la mayor mentira: —, que mi atracción por ti ya finalizó. No necesito ni quiero repetirlo.

Tras esas palabras escupidas, uno de mis brazos se recargó contra suelo con la intención de levantar mi espalda y empujarlo para incorporarme, cambiarme y huir.

Pero apenas pude incorporar unos centímetros mi espalda del suelo, acortando amenazadoramente la distancia con ese endemoniado y tan atractivo rostro cuya mirada rasgada estaba estremecedoramente sobre mí, observándome con intensidad, me detuvo de golpe.

— ¿Estas tan segura de querer mentirme? — la manera tan espesa en que soltó sus palabras en un leve movimiento de sus labios, para estirarse inquietantemente en una aterradora y, estremecedora mueca, me apretó los labios.

Quise salir huyendo porque sabía perfectamente que había sido descubierta. Él sabía que mentía, sabía que deseaba una segunda ronda, y quizás una tercera.

Pero tenía dignidad... y aunque la había perdido entregándome a él hace un momento, la recogería ahora mismo y saldría corriendo antes de que algo peor terminara sucediendo.

—Si miento o no, no es tu problema— escupí palabra por palabra y con lentitud, esperando que entendiera—. Y si algo es cierto, son las ganas que perdí de repetirlo con un experimento—lo enfrenté.

O casi, lo enfrenté, porque en realidad terminé intimidada por esos orbes fúnebres y amenazadores tan fijamente en mí. El leve ladeo tan intimidante de su rostro, dejando que ese par de mechones negros resbalaran hasta cubrir la cicatriz de su sien, desbocó mi corazón detrás de mi pecho.

Le retiré la mirada antes de sentirme hipnotizada, y busqué mi playera roja, esa que no tardé en encontrar a tan solo un par de metros de mí.

Y tan solo empecé a empujar mis piernas para apartarme de él, sintiendo como su miembro salía de mi...

Esas manos tomándome de los muslos tiraron de mí, regresándome el único par de centímetros a él, y en una embestida tan rotunda en la que las descargas placenteras que su erección enterró en mi cuerpo, fueron tan escandalosas, que no pude contener el gemido.

Ese mismo sonido de placer que no solo recorrió más del puso de incubación, sino que quedó amortiguado ante el ahogado gruñido que siendo escupido de esos carnosos y torcidos labios.

La arruga que se formó entre sus tensas cejas sobre esa oscurecida mirada cuyo color platinado había desaparecido, me dejó cegada: el placer que por ese instante lo dominó me inmovilizó. Sin ser consciente de que las manos que todavía se mantenían apretando mis muslos, levantaron mis piernas para acomodar las pantorrillas casi sobre sus hombros, antes de tomar mi cintura, dejándome ver los escasos centímetros que hacían falta para que sus pulgares se tocaran. Él se enderezó un poco sobre mí, recargando su peso contra sus rodillas, de tal forma que mi trasero se despegó del suelo unos milímetros.

Esa posición..., ¿de dónde la aprendió?

Un jadeo se me fue arrebatado contra mi voluntad, fue sentirle salir de mi interior para enterrarse con un meneo tan marcado y profundo, que el rostro se me torció a causa de una ola de placer tan calorífica y estremecedora aflojando mis fuerzas delante de ese inexpresivo rostro.

Una maldición apenas se escuchó en mis entrañas cuando salió por segunda vez y sin aguardar un solo segundo, menear su ancha cadera y con una maldita lentitud empotrarme con su ancha y ardiente erección.

Las neuronas se me hicieron añicos, la espalda arqueándose y mi cabeza volviendo al suelo, rendida por la burbuja que su tercera embestida con lentitud, estaba construyendo a mi alrededor.

Salió una vez más con la misma miserable pausa, disfrutando del delirio que sentirle abandonar mi interior, me atormentaba.

Y entonces se empujó con tanta crueldad, escarbando en mi interior su clasificación, que hasta dibujos con forma de 7 terminé mirando frente a mí.

Un chillido de fascinación se escapó de mi boca cuando él empezó a embestirme con movimientos tan circulares de su cadera y a una velocidad que, ¡demonios! Pude sentir hasta la última pulgada de su erección, creando espacio entre mis apretados músculos, una y otra vez, exprimiendo descargas placenteras.

—¡Maldición! —exclamé extasiada.

Una de mis manos voló al costado de su brazo para aferrarse cuando él aumentó la velocidad de sus embestidas, aunque no lo suficiente como para que nuestras caderas se golpearan de tal forma que produjeran ruido.

Mis labios se me abrieron en un mudo gemido, con un rostro torcido en el placer, y una mirada que había quedado embobada solo hasta que se dio cuenta de la frialdad viva en esos orbes depredadores con un par de cejas tensas.

Chillé, y hasta la última parte de mi existencia también ante el aumento rotundo se sus acometidas, una fuerza tan bruta y tan descontrolada golpeando con mis caderas, que llovió olas de fuego y tensión en todo mi cuerpo.

¡Cielo santo, ¿qué es este placer?!

Esto no es de ningún virgen.

Apreté mucho mi entrecejo, abriendo también mucho mi boca por la que hacía muecas endulzadas del más frenético y fascinante dolor al sentirme aturdida, y no de una forma desagradable o aterradora, sino desquiciantemente maravillada. Encantada, cautivada, ¡extasiada!

¡Jesús! Las descargas placenteras que fluían, quemaban y comprimían cada pequeña parte de mi cuerpo a causa de sus penetraciones tan concisas y entrañables, eran inexistentes.

Jamás había sentido algo así.

Siete estaban deshaciéndome con gran rapidez, destruyendo hasta el último rincón de mi tembloroso y enloquecido pequeño cuerpo, retorciendo mis huesos y cada uno de los órganos. Destrozando mis sentidos y hasta mis movimientos que no podía controlarlos.

¡Santo Cielo! Este hombre estaba volviéndome polvo.

¡Y me encantaba!

El corazón subió de mi pecho hasta mi boca, azotando sus latidos contra mi lengua. Casi lo sentí escapando de mis labios cuando las cuerdas se me tensaron en un chillido de placer.

— ¡Oh mi...! — me quejé hundida en el placer cuando él aumentó la velocidad de sus acometidas, dejando que su miembro escarbara más profundo, como si de encontrar oro en una cueva, se tratara.

Hasta la mirada se me nubló cuando lo vi enderezar un poco más su figura, pero sin abandonar la fuerza de sus acometidas y sin retirar mis piernas de sus hombros. Sintiendo sus manos apretando con más fuerza mi cintura para mantenerme en la misma posición cuando mi propio cuerpo, azotado por el placer, empezó a retorcerse.

Todo se distorsionó en deseo y lujuria, arrebatada por las sensaciones tan deliciosas acalambrándome.

—Eres transparente a lo que deseas de este experimento...— gruñó palabra por palabra, su entrecejo enrojecido, tenso mostraba el placer que al igual que yo sentía —, cuyo ADN fue completado por reptiles y hasta de animal.

Ni las pocas neuronas que todavía quedaban en mi cabeza pudieron procesar su pregunta. Y es que sus embestidas y la manera en que en mi interior sentía enterrar su miembro hasta el último centímetro me tenía tan embobada y perdida que ya nada funcionaba en mí.

Los oídos me zumbaban, hundidos en el sonido de mis jadeos y gemidos tan descontrolados, y en el sonido de nuestras pelvis chocando, y el jugoso sonido de nuestra mojada intimación creciendo cada vez más con cada acometida.

La piel de mis muslos se sacudía con sus arrebatadores golpes al igual que mis pechos temblando, pero nada se comparaba a lo que se agitaba en mi interior. Demonios. Sabía que tenía que reaccionar, pero se sentía tan malditamente delicioso que no podía. No podía reaccionar. ¡No quería!

—Un clon humano y medio animal—gruñó entre dientes, envuelto en el placer y una ira abrumadora—, pero ahora mismo estás deseando más de mí, y lo desearás aún más, humana terca.

Y como si les hiciera honor a sus palabras aumentó las embestidas crudas y dolorosas, sacudiendo mi piel con cada acometida, quebrando mi cuerpo en el más doloroso placer, arrancándome otro chillido que brotó sonoramente en el área negra:

—¡Demonios!

¿Qué es esto?

—¡No, mujer!

Su gruñido mostrando sus apretados dientes reteniendo sus gemidos, sacudió mi cuerpo, encantado. Más encantado aun, cuando reparé en todo ese sudor pegando y rebotando sus mechones contra su frente, y ese oscurecimiento tan frívolo pero deseoso poseyendo su endemoniada mirada.

Estaba perdido... perdido en el mismo placer que yo.

Y lo deseé más, deseé más de este dolor tan incontrolable y tan arrebatador, destruir hasta la última parte de mi alma, y la suya.

— Quiero escuchar mi clasificación — arrastró, su voz engrosada y ronca brotó de los tensos músculos de su blanco cuello mientras me embestía—. Como lo hiciste en la oficina.

¿Me escuchó? La vergüenza apenas y tocó mi conciencia, esa que estaba deshecha y entregada a lo que él desataba.

Sacudí la cabeza ante su orden.

—No— gemí delante de su mirada endemoniada por el deseo.

—Hazlo— gruñó, las venas le saltaron de su cuello.

La expresión en su rostro fue tan exquisita que maldije tras sacudir mi cabeza nuevamente en negación. Llevé mi otra mano a sostenerse de su antebrazo cuando no hallé nada más a que aferrarme cuando él, sin detener la velocidad de sus embestidas, comenzó a hacer un movimiento circular con su cadera. Las corrientes eléctricas que esas acometidas desataron en todo mi cuerpo, quemando hasta la ultima célula de mi existencia, me enloqueció.

—¡Maldición! —exclamé, arqueando la espalda.

—¡Mujer!

Ese gruñido ronco entre sus blancos dientes lleno del más tortuoso placer, lanzó de mi boca una maldición, deseosa de escucharlo gruñir con más fuerza, pero mi nombre.

Mis labios temblaron y se torcieron en una mueca de placer, queriendo soltar palabra al instante, aclararle que no diría su nombre nunca, pero palabras era lo único que no pudo producirse en mi boca al estar tan perdida. Lo único que pude hacer fue negar con la cabeza en movimientos torpes y robóticos.

Y es que, me sentí tan devastada por sus acometidas que ya no supe qué tanto estaba soltando mi boca, solo podía escuchar esas sonoras y entrecortadas respiraciones por las que mis desmedidos gemidos escapaban sin filtro ni opción de ser callados.

¡Estoy a punto de venirme...!

Enterré mis uñas en la piel de sus antebrazos, enrojeciéndolos al sentir como sus inhumanas embestidas produciendo sonidos exquisitos contra mi piel, estaban acabando conmigo, estaban llevando al más aterrador y maravilloso org*smo nunca antes tenido.

Y ese estruendo tan potente y aterrador siendo emitido de una de las paredes del otro lado del barandal, fue capaz de amortiguar mis gemidos, rasgar el ambiente y llenarlo de horror.

Y hasta la última pisca de lujuria entre nosotros, se desvaneció.

Esas crudas y exquisitas embestidas se detuvieron de golpe, rompiendo con mi pronto org*smo que, el quejido que mis entrañas lanzaron no se comparó ante aquel segundo estruendo proviniendo del mismo lugar.

Los huesos se me rasgaron de horror y no solo por aquel estruendo llenando mi cabeza de los peores pensamientos, sino al ver el modo tan brusco en que ese rostro sudoroso y enrojecido se apartaba de mí y, tras ocultar sus orbes bajo sus parpados oscurecidos, se torcía con una voracidad tan escalofriante hacia la pared que se extendía a nuestra derecha, esa misma en la que se extendían a lo largo las enormes puertas metálicas que revise hace varios minutos atrás.

Salió de mi interior dejándome ensordecida y atolondrada, con el pecho sacudiéndose debido a mi acelerada respiración y mis piernas temblorosas cayendo de su ancha cadera. Toda su monumental desnudez comenzó a incorporarse delante de mí, con ese miembro todavía erecto y enrojecido y ese rostro tenso mantenido en la misma posición.

Me estremecí solo verlo reaccionar con tanta brusquedad y ver la manera en que se le tensaban las venas en su pálido cuello. Peor me sentí cuando se aproximó al cinturón en el suelo para tomarlo de un solo movimiento y desenfundar una de las armas para levantarla, apuntando en esa misma dirección, listo para disparar...

No, no, no, no. Esto no podía estar ocurriéndonos. Eso fue lo primero que pensé, sintiendo como cada parte de mi cuerpo comenzó temblar de miedo.

Levanté mi espalda del suelo, llevando al instante mi perturbada mirada justo a donde él estaba señalando, dejándola clavada en la pared que se extendía al lado de una de las enormes puertas metálicas.

Una capa de polvo, se levantaba de encima de esa pared de la que había provenido aquel estruendo y en la cual apenas se alargaba una delgada grieta...

Una grieta que se alargó peligrosamente hasta por encima del metal de una de las puertas, cuando un segundo estruendo y otro más seguidamente, sacudieron todo ese pedazo de pared y levantaron una cortina de polvo más amplia.

Respingué, sintiendo como hasta los huesos saltaron debajo de mi piel con la intención de atravesarla. Me incorporé apresuradamente, e ignorando ese espeso liquido resbalando en mi entrepierna y mis piernas temblorosas y desequilibradas, miré aterrorizada a Siete solo para encontrar su ancha figura desnuda apartándose de mí, acercándose a los barandales que se extendían junto a una las diez maquinas computarizadas, y los cuales quedaban justo frente a esa pared agrietada.

Algo picoteó mis brazos y los dedos de mis manos cuando él se detuvo a centímetros de que su abdomen tocara el barandal metálico, moviendo ligeramente ese brazo que se mantenía extendido hacia esa zona, apretando un arma entre sus manos, y tensando ese dedo en el gatillo.

Sin poder evitarlo, analicé la manera en que su cuerpo se endurecía y ese rostro se movía con muchísima lentitud como si estuviera siguiendo una temperatura del otro lado del área negra.

Temblequeé. Porque definitivamente eso era lo que él estaba haciendo, siguiendo una temperatura.

Una imagen espeluznante tocó lo profundo de mi cabeza, teniendo una idea de lo que seguramente se encontraba del otro lado del área y lo cual había golpeado esa pared de asfalto con brutalidad. Una monstruosidad nos había encontrado, ¿parasito o contaminado?

Pero eso no podía ser posible, ¿cierto? Habían soltado un gas venenoso, por lo tanto, deberían estar muertos para entonces...

— ¿Q-qué es...? — mi pregunta salió en un tono demasiado bajo, tan bajo que a pesar del abrumador silencio creciendo entre nosotros, no pude entenderla.

—Son dos contaminados— esas palabras saliendo casi arrastradas como si apretara sus dientes, detuvieron mi respiración, enviando mi mirada a la pared.

¿Dijo dos?

Y negué con la cabeza en movimientos repetitivos, ¿cómo podía ser posible que fueran contaminados? ¡Y dos! Se suponía que soltaron el gas venenoso hacía ya tiempo, desde que estuve inconsciente, no podía haber ningún infectado vivo...

¿O acaso no activaron las bombas de gas? No, de ser así desde cuando hubiéramos sido atacados, como en este momento.

—Hay gas en todo el laboratorio, ¿cómo puede ser eso posible? — terminé preguntando en un susurro, confundida y aterrada.

Mi pregunta terminó desapareciendo en un abrumador silencio que comenzó a sofocarme.

Y no recibir una respuesta de él, me hizo acercarme con las piernas fallándome debido a que todavía estaba alterada por las acometidas de Siete y ese org*smo siendo impedido.

Me acerqué tratando de no caer al suelo, hasta quedar junto a su imponente masculina, vigilando en todo momento su perfil y esa pared en la que esperaba que no volviera a ser golpeada.

Apreté los labios y tragué con fuerza cuando aún en ese instante en que estuve junto a él, desnuda, no me respondió.

Siete solo permaneció con la mirada clavada en esa zona, atento, con sus cejas endurecidas y su quijada apretada en un gesto que no me brindaba ni siquiera la más mínima seguridad. Eso solo me hizo dar una mirada al cinturón de armas que apretaba en su otra mano, estirando uno de mis brazos para desenfundar también un arma y señalar la misma pared que hasta estos pocos segundos, no había vuelto a ser azotada.

Ver como sus ojos se movían lentamente debajo de sus oscuros parpados, como si estuviera siguiéndonoslos, me estremeció.

—Siete...

— No— espetó enseguida, y eso me levantó la mirada para clavarla de nuevo en su perfil palidecido, ese que no dejaba de moverse lentamente a los costados—. Parecen guiarse por el sonido y las temperaturas, pero por la manera en que se tambalean ahora mismo, están muriendo.

Apenas sentí un poco de alivio saber que estaban muriendo.

Clavé la mirada de nuevo en esa pared, reparándola una y otra vez en ese largo silencio en que nada se escuchaba.

—¿C-crees que...intenten entrar? — me costó preguntar aquello, porque quizás era una pregunta tonta después de saber que estaban muriendo. Sin embargo, el hecho de saber que esas monstruosidades seguían vivos y del otro lado de la pared, me llenaba de temor porque podría intentar golpearla una y otra vez con la intensión de romperla para entrar aquí.

Y quizás los contaminados terminarían muriendo, pero la pared colapsada dejaría la entrada libre no solo a otros monstruos que todavía no morían, sino al gas venoso.

—No —soltó con asperidad, y escucharlo decir eso, hizo que mis pulmones se abrieran para respirar con fuerza y exhalar con alivio, sintiendo como hasta los músculos de mi cuerpo se relajaban un poco.

Me había llevado un aterrador susto al escuchar los estruendos y todavía atisbar los rotundos movimientos de Siete, sentí el alma abandonaría mi cuerpo. No estábamos preparados todavía para salir del área, no habían pasado las horas suficientes para intentar saber si el gas venoso se había diluido de tal forma que no nos afectara tanto. Mejor dicho, no había pasado ni siquiera un día desde que desperté y sumando a eso, la electricidad todavía no volvía.

Así que esperaba que este terrible susto no volviera a suceder ni el tiempo que duráramos aquí ni mucho menos cuando saliéramos del área negra.

Aunque seguramente no sucedería de nuevo — o eso quería pensar. En verdad deseaba que todos los contaminados y parásitos murieran por el gas.

— Si nos encontraron, podrían hacerlo otros— Esas nuevas palabras me hicieron pestañear con la peor de las sorpresas.

—No entiendo, soltaron el gas venenoso, ¿no debía matarlos desde hace horas? — solté, casi como una queja sin elevar el tono de voz.

—Hay experimentos contaminados que pertenecieron a las áreas de enfermero— espetó por lo bajo, y eso fue suficiente para hacerme recordar y entenderlo todo—. Todavía tienen una corta capacidad de usar algunas de sus habilidades, como curarse del veneno temporalmente.

Entonces, todavía quedaban contaminados vivos. ¿Cuántos y en qué momento se envenenarían sin ser capaces ya de utilizar la habilidad de su sangre?

—Ve por el manto que está en la ducha— su inesperada orden y ese aliento acariciando la piel de mi sien y algunos mechones de mi flequillo, enviaron una descarga eléctrica por toda mi piel para erizarla, me sacó de mis pensamientos.

Aparté la mirada de la pared, girando el rostro y subiéndolo rápidamente hacia donde sentí la caricia de aquel aliento apenas tibio. Terminé encontrándome con ese perfecto rostro sudoroso y esos orbes grisáceos observándome con una intensidad tan intimidante y escalofriante.

Me sentí perdida cuando una parte de mi quedó cegada y en suspenso, solamente manteniéndose frente a él, bajo el encanto de sus feromonas.

Y respigué cuando un segundo estruendo en la pared, me sacó disparada de mis pensamientos.

—Ve por el manto, Nastya, no me hagas repetirlo— su espesa orden lejos de tentar, endureció la quijada de mi rostro.

Así rápidamente con la cabeza, dando una última mirada a esa pared antes de decidir apartarme del barandal con el arma entre manos y retroceder con torpes pasos. Obedecí a la orden de Siete, sin titubeos esta vez.

Comencé a caminar con los muslos de gelatina, tratando de acelerar los pasos en dirección a la escalera. Nuevamente ignorando esos enormes agujeros extendiéndose junto a mí, y todos esos cristales esparcidos del lado derecho del piso de incubación, además de todos esos cables, junto a los agujeros y objetos en el suelo.

Apresuré a bajar rápidamente la escalera de asfalto, lamentándome que no hubiera un barandal cuando, inesperadamente, al hundir las pantorrillas en el agua, mis piernas me fallaron y terminé cayendo, apenas logrando salvarme cuando mi trasero se golpeó sobre el escalón y nada más.

El agua chapoteó contra mi entrepierna.

Volví a levantarme para bajar el resto de escalones, sintiendo como los huesos se me congestionaba cuando un quinto estruendo en la pared se escuchó detrás de mí, a punto de hacerme gritar de horror.

Salí disparada hacia el interior de la ducha, bajo la muy escasa iluminación en dirección a la pared en la que colgaba la toalla, mi ropa interior y junto a esto, esa gruesa y larga tela que llegaba hasta el agua. Me acerqué, repentinamente deteniéndome justo al estirar uno de mis brazos a la pared cuando sentí como todo a mi alrededor se distorsionó. Y sentir como hasta el suelo bajo mis pies se sacudía, me desequilibró.

Mi costado golpeó contra la pared del estrecho corredizo al que me aferré para no caer de rodillas al agua. Me sentí aturdida y confundida, ¿qué había sido ese mareo?

Respiré hondo cuando sentí que me hizo falta el aliento y, tras separarme de la pared sintiéndome inquietantemente debilitada, di un par de paso más a la pared. Estiré de nuevo mi brazo hacía ella para alcanzar el manto térmico y tirar de él de un rotundo movimiento, arrancando también el gacho pequeño.

Me giré, comenzando a apresurar mis pasos por el estrecho pasadizo hasta su salida, hasta que un inesperado vuelco en los músculos de mi estómago me detuvo en seco.

Y temblequeé, sintiendo ese estremecimiento sacudiéndome los huesos bajo la piel.

Un desagradable sabor subió hasta mi boca donde fue saboreado. Esas contracciones tan inesperadas e incomodas, me hicieron llevar una mano al abdomen ante el malestar tan inesperado. Y pestañeé confundida. ¿Qué era esto? ¿Por qué estaba sintiéndome así?

Salí de mi confusión cuando ese vaivén tan arrebatador en el estómago, terminó produciendo un sonido en mi garganta, a punto de hacerme vomitar contra el agua.

No.

Jadeé, asqueada y estremecida. Tuve que desvanecer mi confusión, rogándome por apartar de la pared y empezar a correr fuera del corredizo. Pero tan solo corrí hasta el final del pasillo, cubriéndome gran parte de mi cuerpo bajo el manto térmico, ese retorcijón tan inesperado me volvió a detener.

Esas contracciones tan dolorosas y calientes en mi estómago, volvieron a doblar toda mi columna hacía el frente y bajo el umbral cuando sentí como ese liquido tan espeso subía abruptamente por mi esófago, quemándolo a la misma vez.

Y vomité.

Y ese poco liquido color rojizo cayendo al agua y diluyéndose en ella, me rasgó la mirada horrorizada. El pecho se me oprimió con la peor de las sensaciones solo saber lo que era.

—No...—jadeé, negando con la cabeza sin dejar de ver como cada vez más, la sangre se desvanecía entre toda el agua sucia.

¿Por qué vomité sangre? ¿Por qué acababa de vomitar eso? Las palabras de Siete en la oficina, golpearon mi cráneo, palideciendo hasta la última parte de mi cuerpo.

Esto debía ser una broma.

No podía estar envenenada, ¿verdad? No podía.

Me había sentido bien desde que desperté, ningún síntoma, ningún dolor, ¿por qué en este momento tenía que sucederme esto?

Respigué otra vez fuera de mi propio horror cuando un estruendo proveniente de la pared del otro lado del piso de incubación, me apartó la mirada del agua hacía el piso de incubación en busca de Siete.

Con el cuerpo tembloroso y ese retorcijón en el estómago todavía, me aparté del umbral. Lanzándome a correr, pasando de largo la escalera metálica con la necesidad de llegar a la escalera de asfalto.

Subí con torpeza los escalones lo más rápido posible, poco a poco vislumbrando la silueta de Siete en la misma tensa y desnuda posición. Subí los peldaños, nuevamente sintiendo como las piernas, fuera del agua, quisieron fallarme y hacerme caer.

Y pese a esas nauseas contrayendo mi estómago, empecé a acortar, con la misma velocidad, la distancia entre Siete y yo, levantando parte del manto con el que lo cubriría al llegar...

Pero ese par grotescos estruendos tan rotundos y potentes contra la pared agrietada, me detuvieron en seco.

Y entenebrecí ante los crujidos.

Una capa de polvo esparciéndose frente a nuestros ojos, y un trozo con un tamaño horripilante, acompañado de migadas de pared cayendo contra el agua, produciendo un exagerado chapoteo que estaría haciéndome respingar, sino fuera por ese agujero en donde un despellejado rostro con un ojo carmín colgando contra su mejilla, se asomó.

Todos esos desgarradores colmillos extendiéndose a lo largo de su mandíbula se extendiendo en una macabra sonrisa.

—Comida...

(...)

BOM!!!

¿Qué tal les ha parecido el capítulo?

Espero que les halla gustado mucho bellesas.

LOS AMO MUCHOO!

FELIZ CUMPLEAÑOS ADELANTADO A a123_cande TE DESEO UN HERMOSO DÍA ESTE VIERNES, ESPERO QUE LA PASES MUY BONITO, BELLA.

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