La Bestia
LA BESTIA
(Contenido +21, pero no del que se piensan cochinitas, escenas fuertes de violencia descriptiva)
Siete.
7 horas antes.
Los músculos de los brazos y pecho se agrandaban con cada abdominal en la barra de entrenamiento, el sudor recorriéndome la piel y las grietas incrementando en el soporte del aparato, no eran más que una muestra de las horas que me entretuve a lo largo de la noche en el gimnasio del campamento.
Esta abstinencia carcomía mi paciencia y el puro no era más un consumo que lograra tranquilizarme, por ende, tuve que buscarme otras formas de deshacerme de la ansiedad que la ausencia de dicho espécimen exótico y de curvas tentadoras producía y esta era una más.
Estaba tocando el borde del delirio por volver a su entrepierna y alimentarme de su exquisita miel.
Días sin ella. Sin tocarla, sin sentirla, sin oírla reír, sin saborearla en todo sentido y oler la dulzura que emitía su pequeño sexo con mi presencia. Hacer más que contemplarla detrás de unas cámaras pasó a insatisfacer mis deseos en grandes medidas, sus bragas no lograban compensar mi necesidad por ella y el recuerdo de la última noche en que la mimé empeoraba el grosor de lo que cargaba en la entrepierna desde horas atrás.
Se metió en mi piel, tomó control de mis pensamientos. No había virus que afectara a un experimento, pero este me tenía preso de ella desde hacía mucho y extrañar refrescarme en la piel de sus labios y saciarme de la suavidad de su frágil calor me debilitaban con el paso del tiempo. Un día más no lo soportaría y por ello, no perdí el tiempo anoche finalizando de una maldita vez con el trabajo que se me dio.
No fue sencillo hacer entrar en razón a los experimentos que fueron detenidos por rebelarse días atrás. Debí saber que todo este desastre era a causa de un grupo de adolescentes y adultos jóvenes, y el primer día en que les di la orden de obedecer, levantaron sus armas contra los militares. Creían que merecían más de lo que se les estaba dando, querían sus bonos, su libertad y la tierra que se les prometió construida.
Se les tuvo que recordar que todo eso me lo gané por ellos, si no fuera por la misión que se me dio, ninguno tendría nada hasta entonces y como tal debían pagármelo. No obstante, también se les hizo mención que por su labor en el campamento recibían una paga extra, gratificaciones y días libres, se les ascendía, se les enseñaba, recibían más de lo que un militar hacía. Sus quejas eran innecesarias.
Me tomó poco más tres días que entendieran de una maldita vez que no estaban aquí forzados a trabajar cuando ellos mimos firmaron para prestar sus habilidades por unos meses de labor en el campamento. Quien no lo aceptara, era libre de retirarse, pero a cambio debían devolver las bonificaciones y todo lo que les dio en este lugar, luego serían regresados a la base a que pasaran el resto de sus días encerrados hasta que se cumpliera la fecha estipulada. Ninguno se retiró, sabían lo que les convenía y solo hizo falta que uno se los recordara todo otra vez, lo cual resultaba ser una pérdida de tiempo para mí teniendo en cuenta que tenía asuntos más importantes qué atender.
—Así que era cierto el rumor.
El ministro Materano se adentró a la carpa con las cejas alzadas, su presencia no me interrumpía y por ende seguí con las abdominales trozando con la fuerza una parte del mango—, uno de los suyos me dijo que todavía estaba aquí y no lo creí hasta que vine. Son las 5 de la mañana, ¿no me diga que lleva desde las 9 de anoche entrando?
Responder no era necesario cuando el sudor en todo el cuerpo y el cabello pegándose a las cejas eran una clara respuesta.
—Ocho horas seguidas haciendo ejercicio, mis soldados no resisten tanto en las maquinas. ¿No se ha cansado todavía? —preguntó, recorriendo cada una de las maquinas en el centro—, ¿no le duelen los brazos?
Ensanché la curva de los labios.
—Esto no es nada para mí— arrojé entre dientes.
El agotamiento físico es algo que nunca tuve. Pasé días ejercitando mi cuerpo durante el encierro al que se me sometió en el laboratorio, debido a que no se nos permitía hacer nada más que estar en aislamiento entre cuatro paredes sin mucho que hacer, en algo debía mantenerme ocupado para seguir cuerdo cuando no se me daba alimento ni ningún otro entretenimiento además de numerosos libros y un dispositivo con información poco interesante.
—Bueno supongo que como es un experimento con mucha fuerza y resistencia, lo explica... —Detuvo las palabras con el carraspeo que hizo en su garganta, el gesto de molestia me remarcó la comisura—. Por ahí escuché que estuvieron incitándolo a ponerse un tatuaje como símbolo de respeto, ¿es eso cierto?
Inclinó su cabeza y miró al costado de mi torso antes de ver por encima de mi hombro y a los brazos.
—¿Sí se lo puso? —preguntó, volviendo la mirada a mi torso—. ¿Qué tipo de tatua...?
—¿A qué has venido? —lo interrumpí.
Se aclaró la garganta deteniéndose a metro frente a mí.
—Sé que pidió que su trasporte se preparara para el medio día, ¿está seguro de querer irse tan pronto? — entrecerró los ojos—. Ni siquiera ha pasado una semana.
Para algunos dos o tres días no eran nada, para mí, antes de esta mujer también lo serían. Pero ahora que la tenía tan marcada en mí, si estar un día sin mirarla me costaba, tres días se sentía una irritante eternidad, y no tengo intenciones de alargarlo más.
—Tengo asuntos qué terminar—arrastré con la mandíbula apretada.
—Solo han pasado dos días
—Lo sé, su trabajo en la base. Sé que le preocupa el bienestar de la señorita Romanova— su sonrisa me arqueó una ceja, y aclaró la garganta llevándose las manos a las fundas de sus armas—. Nunca me decepciona soldado, pero no hemos tenido malas noticias de ella, así que no hay por qué regresar tan pronto, ¿no lo cree? Ha hecho un muy buen trabajo con su gente y me gustaría que se quedara unos días más y vigilara a los suyos, al menos hasta que demos con el paradero del experimento que escapó y lo traigamos de vuelta.
—Mi trabajo en el campamento terminó, no tengo por qué quedarme más tiempo — espeté, desmidiendo la fuerza en la barra cuyos soportes rechinaron.
Horas atrás di información suficiente sobre el rastreador que de neonatales se nos insertó, una vez terminaran de reparar la portátil que obtuvieron del subterráneo, podrían obtener su ubicación sin problemas. No retrasaría mis planes y deseos haciendo de niñero en tanto traían a otro.
—Es un muy buen soldado. Todo parece ir en orden y usted está teniendo un muy buen progreso con los suyos en el campamento, muestra un buen liderazgo y eso no lo digo yo, lo dicen muchos. El general es uno de ellos — comentó —. Digo que debería quedarse unos días más porque, podría conseguir un cargo pronto. Solo tiene que pasar a observación y un entrenamiento del cual estoy seguro que lo absorberá como esponja, esto para demostrar que efectivamente tiene lo que necesitamos. Además, es evidente que necesitamos experimentos con su tipo de habilidades y que sean confiables como usted.
No negaré que conseguir dicho cargo me tentaba, sería conveniente tener un puesto más alto, tendría más poder, más beneficios, pero hasta que Nastya no recordara lo que hizo para obtener su libertad condicional, no lo haría. El tiempo se agotaba y esto no me brindaría la facilidad para impedir que pagara por el crimen cometido por su ingenuidad.
No obstante, dejé a la humana en el momento menos indicado, cualquier retraso podría empeorar y no tentaría a la suerte que por estos días hemos tenido para que no ocurriera ninguna tontería en su contra.
— Véalo como la primera unión entre dos especies ya que estamos pensando en qué también podría entrenar nuevos reclutas de los suyos y hacer que el equipo crezca, unirse a un campo de la FEM. ¿Qué dice, soldado? — insistió—, ¿se quedará?
Apreté la comisura soltando los mangos de la barra y percibiendo el rechinar de la misma con el rebote en los soportes, cuarteándose.
—Mi decisión sigue en pie, ministro —pronuncié al tiempo en que arrancaba de uno de los soportes la playera militar, la colgué al hombro y volteé, encarando al hombre de avanzada edad —. Volveré a la base al terminar con mi trabajo.
— Es una pena que quiera marcharse, pero respetaré su decisión— exhaló, asintiendo con la cabeza—. Esto solo demuestra que es un hombre de palabra y no le gusta dejar nada a medias. Aun así, le daré el ascenso dentro de poco. También lo tendré en la mira para que obtenga el nuevo puesto con nosotros y una nueva misión. Un experimento dotado en inteligencia, que es capaz de aprender con tanta facilidad será muy bien recibido, no deje de pensarlo, así que esperaré su decisión.
Hice un movimiento de cabeza en respuesta y él asintió dándome la espalda y volviendo por el mismo camino. Hice lo mismo, tomando un par de discos de mayor peso en cada mano y dando inicio a una rutina de bíceps.
—¿No me diga que esas son las maquinas que rompió, soldado? — su pregunta me levantó la mirada.
El hombre se desvío cuando hasta el cumulo de aparatos trazados en la esquina de la carpa, deteniéndose luego para tomar un trozo de una banca de abdominales que destrocé horas atrás.
El material con el que fueron creados no resultó ser resistentes para mi peso. En realidad, estos mecanismos de entrenamientos no estaban hechos para un hombre con mi fuerza.
— Tres barras y un banco de abdominales... No me deje sin aparatos, ¿con qué más entrenarán mis hombres? — soltó a reír sacudiendo el trozo que observó con diversión antes de dejar caer el trozo de aparato y enderezarse con las manos en la cadera—. Esto me recuerda que varios de los suyos también hicieron lo mismo. Sumando a que rompieron algunas de sus camas, por eso mejor les dejo el colchón en el suelo, tendré que mandar a hacer aparatos con más resistencias. No me vaya a romper los discos, por favor.
No dije nada siguiendo con lo mío en tanto lo veía volviéndose a la salida de la carpa, deteniéndose una vez más al levantar el cortinero.
—Ah, cierto. Se me olvidaba informarle sobre algo más, soldado...
Se giró a mí con su entrecejo contraído y un apretón en los labios.
— Antes de su partida lo llevaré a las 11 am, a la carpa donde está la familia Romanov. Sé que le dije que no lo metería en asuntos que trataran de su familia, pero últimamente el padre nos ha provocado muchos problemas y no queremos que una vez los dejemos ir esos problemas crezcan... Como sabe, es un oficial de policía— me recordó —. Siento que está esperando el momento de salir para ir a dónde está la joven y eso es lo que tenemos que evitar, por eso tendremos una charla para tratar de calmarlo un poco y se lo presentaré, ya que quiere saber quién es el experimento que rescató a su hija del sótano.
Qué interesante, quiere conocer al experimento que se folla a su hija y seguirá fallándosela.
No estaría mal conocer a sus progenitores.
— Así que deje sus ojos tal y como los tiene en este momento, sin lentillas, y dese una larga ducha —me ordenó —, no quiero que apeste, soldado.
Abandonó el umbral y una curva maliciosa se ensanchó en mis labios aumentando con la serie de pesas, no negaré que será satisfactorio dar la cara a sus padres y ver la reacción que tendrían al presenciarme. Después de todo, se les mencionó que fue un experimento el que la sacó del sótano, como también se dijo que el motivo por el que lo hizo, era parte de una misión y una vez la cumpliera obtendría terrenos para él y su gente a cambio de su vida.
Eso no fue todo lo que se habló de mí, también sabían que llevaba la misión de mantenerla vigilada y a salvo, por ende, su necesidad de conocerme no era otra cosa que el objetivo de saber sobre Nastya y dónde la tenía.
No obstante, era evidente que el padre arriesgaría todo con tal de dar con su paradero. Lo dejó en claro cuando se habló de lo que se le culpaba a su hija, y a pesar de advertirle que cualquier irrupción suya obtendría una sanción, se mantuvo firme con que no permitiría que se la llevaran a juicio. Sus padres creían que la humana era inocente, que fue engañada e inculpada, aun cuando se les informó sobre las grabaciones de las cámaras de seguridad en el laboratorio donde ella aparecía, el padre permanecía firme con dicha creencia. Que su hija era inocente.
No estaba del todo equivocado, fue engañada, fácilmente manipulada, se le ocultó nuestro verdadero aspecto creyéndose el cuento de que éramos bestias caníbales. Pero el engaño no la libraría.
Chasqueé la lengua con irritación, y dando por terminado el entrenamiento dejé los discos en el estante metálico antes de abandonar la carpa. Las farolas alumbraban apenas el extenso campamento el cual ocupaba gran parte del bosque y el cual se dividía en cuatro partes: la zona A qué rodeaba la planta eléctrica donde sus terrenos tanto externo como interno, estaban plagados de bombas para evitar que los parásitos lograran salir, un hecho que últimamente no ocurría.
Además de esto, era la zona donde mi especie hacia su rutina de supervisión, sin tocar los terrenos, usando armamento, su sentido auditivo y el tacto de vibración; la zona B rodeaba todo por detrás de la primera zona, en ese lugar se hallaban las carpas de descanso de los soldados; la zona C, por otra parte, era esta, con campos de tiro y carpas de entrenamiento, una cafetería en el centro y una enfermería equipada para el consumo y el estudio de todo.
En tanto la zona D, era la zona de aislamiento, se mantenía apartada de las tres primeras, pegada a las alambradas electrificada, las cuales también rodeaban el pueblo abandonado. Era también la zona de detención en la que conservaban a la única bestia sobreviviente del laboratorio, y el lugar donde se mantenía la carpa de la familia Romanov, al igual que el encierro del resto de los hombres que torturaron a Nastya y de los cuales pudriría sus vidas.
Atravesé el resto de las carpas a mi izquierda hasta llegar a la zona B, y me dirigí a la construcción de concreto, la cual daba a las duchas masculinas. Entré, recorriendo su vacío, a esta hora y con este clima ningún soldado se atrevía a tomar una ducha, las tuberías brindaban un tipo de agua y no había calefacción para contrarrestar la frialdad de la misma, lo que para mi gente y para mí no era ningún impedimento. Nuestra piel era gruesa por naturaleza, éramos criaturas térmicas capaces de resistir al invierno con una simple playera, o sin esta.
Empuñé una toalla de casillero y desajusté la correa de armamento, sacándomela de un tiro brusco para dejarla caer sobre la primera banca en la que tomé asiento. Me saqué las botas y dejando la playera al costado desenfundé del pantalón el móvil, recargando los antebrazos sobre las rodillas antes de desbloquear la pantalla y adentrarme a la aplicación, la cual últimamente era el consuelo diario de lo que tanto deseaba. Amplié la imagen de una de las cámaras principales, aun en la oscuridad de la habitación era capaz de observar su pequeño cuerpo pincelarse bajo el edredón de la cama.
Su cabello castaño caía en hebras sobre el colchón, y su delgado rostro se pedía con el grosor de la alargada almohada que aferraba contra su cuerpo. Era entretenida su forma de dormir, desde que fue llevada a mi habitación dormía en el mismo lado de la cama y en la misma posición desordenada, aunque de esto me di cuenta en el área negra la primera vez que la vi dormir.
Seguí contemplando con insatisfacción, atendiendo el movimiento de sus muslos bajo el grosor de la tela y la lentitud de su respiración, captando el ligero suspiro que me hinchó el pecho de irritación. La tranquilidad con la que dormía era un golpe a mi ego que me fastidió todas estas noches luego de que se me informara que esta mujer sabía mi verdadera identidad.
Horas más tardes en que abandoné la base, el dispositivo no dejó de vibrar recibiendo los continuos mensajes del infante. La humana me recordó el mismo día en qué partí y qué interesante fue saber que, lo único que recordaba resultara ser mi rostro. Sería un ingenuo si me creyera tal tontería después del comportamiento que tuvo al término de su interrogatorio con Ivanova y el que tomó el resto del día.
El fruncir de sus carnosos labios y su mirada rencorosa cuando Sarah enseñó la ropa que se le compró y el modo en que rechazó las prendas, eran el resultado de lo que tuvo que recordar de lo que hicimos en el área y lo que presenció en esa habitación. Nastya fue transparente con sus sentimientos, demostró con ello que ocultaba más de sus recuerdos y tal vez resultaba ser poco lo que recordaba de mí, pero una vez regresara la haría confesármelo a la cara.
No negaré que verla en ese papel, celosa y orgullosa, me excitaba. Me fui sin dar explicaciones, dejando como consecuencia que en su pequeña cabeza se creara erróneas ideas de lo que sucedió. Fácil me sería recordarle a qué hembra prefería sobre todas, untarme la boca de su deliciosa miel y consumirla con cada estocada hasta que se diera cuenta que era la única que me complacía el paladar y llenada cada exigencia, pero esta mujer no olvidaba nada sin una explicación, por ende, complacerla y recordarle cuan adicto era a ella no me serviría de nada. Sabía mi identidad y me rechazaría al no decirle quién fui en realidad todo este tiempo.
No me arrepentía de mentirle, fue parte de una estrategia la cual me mantuvo en el lugar en que me encontraba obteniendo la confianza de muchos. Si se lo decía la tendría atenta y curiosa por mí, y tenerla de ese modo con todo lo que el infante soltó sin una gota de filtro, haría que mis planes se vieran afectados y caería con tal de hacerla mía a cada momento hasta el punto en que las sospechas se levantarían como sucedió a causa de los impulsos de Seis. Se desmantelaría mi imagen, sería sacado de la misión y no habría manera de protegerla ni saber de lo que sucedería con ella.
Los encuentros serían un problema de ahora en adelante, su rechazo me tentaría a actuar de modos que no debería, porque con ella me volvía una bestia hambrienta de sus atenciones, hambrienta de la perversidad que produciría si llegaba a negarse a mí una vez volviera. Que estuviera recordando más, era un gusto placentero para mis planes en marcha, recordaría quién era ella y lo que hizo, pero lo que me tendría fastidiado de ahora en adelante, sería lo que haría cuando recordara el resto del subterráneo y que la entregué a base de una misión de la que recibiría todo a cambio de su vida.
Ese será mi mayor karma.
Levanté la mirada con brusquedad de la pantalla, manteniéndome sobre las vibraciones de los experimentos que se adentrándose a la estructura. Uno a uno se detuvo en mi presencia haciendo un asentimiento de cabeza, dicha acción era una reverencia y el respeto que me tenían por lo que hice por ellos, por ser el hombre que abrió el camino de oportunidades para nuestra especie, y el que les haría la vida en estas tierras más seguras por los años que serviría.
Para muchos era el líder, para el resto era uno más de ellos y para unos pocos que no tenían la capacidad de entender, era solo un traidor. En un principio tener el reconocimiento no me resultaba atractivo, pero no negaré que el recibir respetado y ser visto como superior, empezaba a ser interesante.
Enarqué una ceja ante el experimento que se detuvo al pie del corredizo en tanto el resto tomaba un panel de ducha tras su reverencia, ladeó el rostro en un medio asentimiento y examinó mi presencia con una mueca apretada.
No tuve que hacer lo mismo para saber de quién era este. 32 Negro, el experimento que me entregó a Seis a cambio de llevarse a la hembra con la que me emparejaron, una que igual no me interesaba y hasta el día de hoy seguía viva y al lado suyo.
— Cero Siete Negro, nuestro líder está aquí—alargó continuando su paso hasta una de las bancas más cercanas donde dejó su uniforme—, qué privilegio.
Me tembló la comisura con su sarcasmo, esta no era la primera vez que nos encontrábamos en el campamento y poco me importaba cuantas veces más sucediera.
—Debería sentirme más privilegiado ya que eres..., ¿cómo dicen los humanos?, ¿algo así como mi hermano mayor?
— ¿Hermanos? —arrastré con espesa lentitud.
Tonterías.
—Lo único que nos une es la clonación del genoma humano —pronuncié sin disminuir la torcedura, ateniendo el movimiento de la humana removiéndose bajo la sabana en un quejido—, no eres más que otro clon.
—Clones o no, es así como nos catalogan— Los difusores de agua fueron abiertos amortiguando apena sus últimas palabras—, y es así como te catalogaré.
Fue en el bunker donde se nos reveló que los machos del área negra fuimos creados a base del mismo ADN humano mejorado, con mínimos cambios en el genoma y diferentes porciones de otros reptiles. Sucedió lo mismo con las hembras viniendo de una sola genética alterada.
Esto no era nuevo para nosotros, desde la etapa infantil fueron notorios nuestros rasgos para hacernos razonar y entender que éramos clones, mismo tono de piel, color de cabello y tales parecidos en algunos también venían en el color de nuestros orbes. Pocas eran las diferencias que se destacaban entre nuestra clasificación, y esas mismas eran las que nos hacían opuestos unos de otros.
—Observas a una humana dormir, qué inapropiado Líder —lo oí decir—. No parece que este aquí, ¿está en la base?
—Lo está, por esta mujer dejaré el campamento —arrastré entre dientes.
Decirlo a los míos no me sería un problema, en tanto no estuvieran en la base, conocieran de mi falsa identidad y supieran quién era esta humana, no me afectaría en nada.
—Debo admitir que, de todos aquí a ti fue al experimento que menos imaginé liado a una Khrustal'naya kozha.
Piel de cristal. Era este el modo con el que mi especie se refería últimamente a los humanos, y debía decir que era poco ingenioso.
—Pero hasta nuestro líder cae por una de ellos— extendió una sonrisa en malicia que mostró sus dientes —. El efecto que provoca el aroma de las humanas es todo un misterio, ¿no lo crees? Somos algunos los fieles a las hembras de nuestra propia especie.
Ensanché la torcedura retorciendo el rostro en tanto lo veía encaminarse a una de las duchas. Qué interesante resultaban ser sus palabras cuando el aroma que emitía no provenía de la hembra con la que intimaba, era el de una humana.
Esto de los aromas no era más que un distintivo que solo los que poseíamos el olfato más desarrollado lográbamos percibir, las hembras emitían un vaho denso a causa del grosor de su piel y durante su celo el aroma de su sexo se volvía dulce. Las humanas, por su parte, teniendo una piel frágil producían todo tipo de aromas que cambiaban conforme a sus alteraciones internas y su ciclo hormonal. Pero el efecto del que habló 32 Negro no era del todo cierto.
A lo largo de mi vida estuve rodeado de hembras y humanas, sus aromas aun siendo agradables no atraían ni tentaban mi atención. El efecto de tales aromas surtía impacto en el macho cuando sus feromonas actuaban sobre sí mismo, dando como resultado envolverse en los aromas de dicha mujer hasta hacerte adicto a su consumo y el sabor de su piel. Fue así como terminé envuelto en la piel de la voluptuosa y curvilínea humana de exótica mirada, que, aun estando rodeada de su propia gente, distinguía su sublime aroma a kilómetros como una bestia hambrienta y en contaste celo.
Llegué a pensar que nunca me liaría tanto en una piel frágil que con cualquier toque mío se estremecía, pero en el área negra fui igual de ingenuo que ella y ahora sentirla estremecerse era mi pan de cada día.
Dejé el dispositivo en la banca y me incorporé desajustando la pretina y sacándome los pantalones. Moví los muslos tomando el ultimo panel de ducha y girando la llave que dio el paso al agua fría empapándome el cuerpo. Enjaboné los pectorales sin echar una mirada de al experimento que se acomodó en el siguiente panel, encendiendo las llaves y aumentando el sonido.
—Ya tengo todo listo—informaron a mi lado.
Perfecto.
—Ponlo en marcha al anochecer —ordené.
—Como mande el líder, los soldados no sospecharan que fue usted quién lo hizo.
La perversidad a la que era capaz de llegar no tenía limites, una vez dije en el área negra que destrozaría a los hombres que se atrevieron a lastimarla, y esto no era más que el inicio de lo que les haría, matarlos con lentitud uno a uno, con el mismo sufrimiento a la que la destinaron pasar.
Cobraría cada una de las gotas de la sangre que perdió, cada lagrima que manchó sus mejillas, cada moretón y herida que marcó su cuerpo, cada quejido que trató de retener entre sus labios a causa del dolor, y cada trauma que le provocaron. Todo eso y más se los provocaría pues desde la oscuridad los envenenaría con mi propia sangre.
Cuanto daría ser el que destrozara sus tobillos y los atragantarse con mi sangre disfrutando de su dolor cara a cara, pero en este puesto había una imagen de mí que debía mantener, y con tal de cumplir cada uno de mis planes me bastaría perder la satisfacción momentánea de torturarlos hasta su muerte.
Desde la etapa adolescente conocí de lo que era capaz mi propia especie a través de un simple conejo con el que se me ordenaba experimentar mi sangre.
Inyectar de mi sangre en distintas partes de su cuerpo y observar los síntomas que el roedor producía, ese era parte de un entrenamiento, y luego del sufrimiento darle de beber sangre de experimento rojo para cambiar los resultados. Nuestra sangre actuaba de formas diversas como una toxina invasora que consumía los órganos, en grandes cantidades y consumirla continuamente dejaba residuos en el cuerpo y debido a eso, al término de mi etapa el animal estaba tan débil e inservible aun cuando adquiría de la sangre de un rojo, que le quité la vida. Fue el primer ser que maté, y no sentí nada al hacerlo.
Era esto lo que me mantenía en constante preocupación con la humana, su cuerpo mantenía la misma fragilidad y consumió grandes cantidades de la sangre de mi especie que tardé en darle la verdadera sangre que se necesitaba para su restauración entera, y aun cuando hasta ahora no mostró ningún síntoma de residuo, me ahorraría los problemas futuros.
Los minutos acontecieron y que no disminuyera las vibraciones rítmicas del móvil me apretaron los dientes. Dejé el panel arrancando la toalla con la que rodeé la cadera antes de aproximarme a la banca y tomar el dispositivo. No se trataba de una llamada, las ondas emitidas provenían como una alerta de movimiento en la habitación de la humana. Entré a la cámara, la cama vacía y el edredón removido endurecieron mi quijada y pasé de cámara buscando su silueta hasta dar con ella.
Agrandé su imagen, se hallaba frente al balcón, con su mano recargada a la ventanilla y aferrando un cobertor colorido a su pecho. Aun si la cámara la capturaba de perfil, sus lágrimas eran notorias como el temblor en su mentón.
Apartó su mirada del amanecer, derramando las lágrimas sobre la pantalla del móvil que apretaba en su pequeña mano y en el cual marcó una llamada en alta voz. Pero que interesante, se le dio el dispositivo para comunicarse en cualquier emergencia, no obstante, no imaginé que el mismo tuviera autorización para que la humana pudiera acceder a llamadas que no se registraran en sus contactos. No estaba demás mencionar que tales llamadas se registrarían tanto en mi dispositivo como en el artilugio de Ivanova.
Memoricé los dígitos en su pantalla y ladeé el rostro observando el temblor que su cuerpo desprendía. Estaba ansiosa. La voz robótica se emitió de la bocina y soltó una exhalación de decepción, colgando y marcando de nuevo con el mismo desespero.
¿A quién tratas de contactar?
Retrocedí el tiempo en las cámaras haciendo el resumen que me dio la respuesta. La humana recordó a su hermana, y con ello a sus padres también, estos eran a los que intentaba contactar desde que dejó la cama.
Tales intentos faltarían, debido a que a sus padres se les fueron arrebatados sus dispositivos también, el contacto en el campamento era limitado y ellos llegaron aquí sin un permiso y con intenciones de dar con su paradero. Los móviles se les devolverían una vez fueran liberados del campamento y para ello no había falta mucho.
Enfoqué la cámara actual encontrando a la mujer soltando el cortinero de los ventanales y regresando al colchón. Trepó sobre él acomodándose en el centro y bajo el edredón, su llanto silencioso no cesó y se aferró a la almohada marcando sin detenimiento en el dispositivo.
Tanto era su anhelo por contactarlos, que no hacía falta pretender que, cuando se le diera el permiso de verlos querría irse con ellos y dejarme atrás. Eso es lo que permitiré.
Si supiera que este hombre sabía de su paradero y que la hermana que le tejió tal cobertor seguía viva, sumaría otro problema con el que lidiaría.
—El general quiere verlo, soldado Siete.
Endurecí la mandíbula con la vibración del humano deteniéndose detrás de mí. Interrumpiendo en el peor momento.
—¿En dónde está? — espeté, rehusándome a dejar de contemplar a mi mujer, llorando en silencio con las llamadas que no serían contestadas.
—Al tope de la zona B, carpa 52— respondió el militar —. Es sobre el paradero del experimento blanco 31.
Si lograron encentrar su ubicación en menos de un día, entonces resultaba que el experimento no llegó muy lejos de aquí.
—No se tarde, al general no le gusta que lo hagan esperar.
Hice un movimiento de quijada ordenando que se retirara, asintió y sus vibraciones se apartaron fuera de la estructura. Sin tomar importancia tomé un puro del cinturón y dando la primera calada, seguí observando ese delgado rostro de mejillas húmedas, atendí el modo en que sus parpados enrojecidos caían con lentitud en tanto repetía sus llamadas. Se estaba quedando dormida y su pequeña mano perdió fuerza dejando caer el dispositivo cuando no pudo abrir más sus ojos, derramando esas ultimas lágrimas.
Me aseguré de que no despertara y al no hacerlo, pisé el cigarrillo y salí de la aplicación antes de vestirme con el uniforme y de abandonar las duchas. Atravesé los terrenos de la zona B, creando cada carpa enumerada hasta encontrar la última de todas, la cual llevaba un tamaño más grande y topaba con los inicios de la zona A.
Dicha zona se hallaba visible por una larga hilera de farolas solares colocadas en los senderos seguros que mi gente recorría. Estas farolas sombreaban la estructura de la planta eléctrica, la cual era rodeada por murallas cuarteadas. Debajo de todo ese terreno se hallaban los restos del laboratorio, el lugar donde fui creado, triturado y perfeccionado.
Tres veces fui mejorado hasta convertirme en lo que ahora era. Un hombre, y un monstruo.
Levanté la malla mosquetera adentrándome a la carpa 51, el humano de avanzada edad se hallaba frente a los monitores encargados de rastrear los movimientos bajo y sobre la tierra. Las cámaras de seguridad se hallaban en el tablero de su lado izquierdo, las imágenes rotaban vislumbrando cada lugar que componía el campamento, incluido parte de la zona D donde solo mostraba la jaula de la bestia a unos metros de la azul donde se alojaba su familia.
No era la primera vez que venía aquí y, por ende, no detuve el paso, acercándome a los monitores que registraban una baja densidad de movimientos.
Detuve el paso a su lado, clavándome en el portátil que sujetaba entre sus manos. En la parte superior llevaba el sello del laboratorio, era el portátil que recomendé en la última junta que repararan y mejoraran, ya que de ella podrían encontrar la ubicación del experimento al que querían recuperar
Tal parecía ser que así fue, ya que la fuente de calor que se registraba llevaba su misma clasificación.
—Se tomó su tiempo, soldado Queso— escupió mirándome de rabillo—. Y yo creí que estaría tomando una siesta en vez de una ducha. Usted y su gente duermen muy poco.
—¿Para que necesitas de mi presencia? — interrumpí.
—Lo mandé a llamar por diferentes motivos y el primero es que tenía razón y ya dimos con la ubicación del experimento escurridizo, al parecer está en la ciudad, escondido en alguna parte, estoy alistando un grupo de mis hombres para que vayan por él —Levantó el mentón mirando extendiendo la portátil del laboratorio —. El siguiente motivo es este...
Desplegó con el movimiento de sus dedos la pantalla de la que se levantó una ventanilla holográfica interceptando fuentes de calor.
— Nuestro hacker no solo ha podido tener acceso al rastreador del experimento blanco 31— informó rotando la ventanilla y agrandando la imagen con cada fuente de calor enumerada—, también el de todos los suyos en el campamento, y a cualquier otro que entré al rango de alcance, también será detectado. Aquí está usted.
Señaló la fuente de calor con mi clasificación y la irritación endureció mi quijada, subestimé a estos humanos, llegué a pensar que su inteligencia no sería capaz de entender el modo en que nuestros localizadores internos podrían registrarse en el aparato. Se necesitaba una variante de códigos que muy pocos conocíamos.
—Se lo hago saber, porque no quiero que malinterprete los hechos, le dije al ministro que es una buena idea mantener sus ubicaciones al tanto porque nos servirá para evitar futuras fugas— comentó apagando el holograma—. Una vez terminemos nuestro trabajo en el campamento, nos deshacemos de esto.
Su mentira arqueó mi comisura. Si no tenía intenciones de deshacerse de ella, me encargaría de hacerlo. No permitiría que mantuvieran a mi gente vigilada y controlada tal como sucedió en el subterráneo, aun menos que me tuvieran interceptado, tenía otros planes en mente y uno de ellos podría ser nada bueno para ellos.
—Y el siguiente motivo, soldado— Apagó el holograma dejando la portátil sobre el escritorio antes de tomar una más y entornarse a mi—. Dentro de dos días empezaremos a limpiar el pueblo que habitaran, pronto derrumbaran las construcciones dañadas para levantar sus hogares. Las casas serán amplias, tal como muchos pidieron, pero hay otras que ya están construidas y como supe que dejará el campamento este día, quiero que las vea.
Tomé la portátil que ofreció, observando la primera construcción poco interesante, deslicé a la siguiente imagen, ninguna de las primeras me convencía. De tamaños menores, terrenos ásperos y correosos, no tomaría tierras que no llenaran mi exigencia.
—Le dijimos que le daríamos a elegir su terreno antes que el resto, y tomamos fotos de cada uno, todas están ahí, desde las más nobles hasta las más lujosas—añadió —. Kolomna fue un pueblo donde la gente de avanzada edad y millonaria habitaban para vivir tranquilamente, está rodeado de bosques, hay un lago cerca de la mansión que perteneció al fundador de la plaza y los hoteles, tienen un parque para niños en el centro de esta, la mayoría de las calles están pavimentadas y hay algunos cultivos limpios que todavía tratamos de mantener, puede tomarse el tiempo de elegir si...
—No hará falta, este será mío—di por finalizado.
Inclinó la cabeza mirando la gruesa estructura del terreno ostentoso, extendió una sonrisa que arrugó su rostro y asintió tomando el dispositivo.
—Ya veo que le gustan los lujos, soldado—comentó —. Esta es la mansión del fundador, su terreno es bastante amplio, el jardín es impresionante con vista al bosque donde está el lago, y tiene una choza y un establecimiento de caballos que fueron entregados a su dueño, por supuesto.
Tres construcciones en un mismo terreno y un lago, dicha vivienda poseía lo suficiente para mantenerse entretenido.
—Tengo que decirle que la mansión no está amueblada, pero ya que falta poco más de 4 meses para que habiten sus terrenos, puede ir consiguiendo los muebles. Nosotros se los guardaremos, después de todo un pajarito me dijo que está ganando muy bien y ya se le dio el permiso de comprar este tipo de cosas.
—Lo haré cuando sea el momento—esbocé espesamente antes de dar la espalda y abandonar la carpa.
Dadas las circunstancias actuales y próximas, corría el riesgo de no llegar a habitar dicha mansión. En cierto punto esto no me fastidiaba, entre mi gente y la humana no titubeaba con elegir, me quedaría con ella y le daría todo lo que hasta ahora seguía consiguiendo, y por ello, ser el dueño de ese terreno podría servirme para otras cosas.
Revisé las cámaras de su habitación, verla dormir con ese gesto de zozobra me tensionó el pecho. Se removió arrugando su frente y abrazó la almohada en la que ocultó su pecho rostro. Envié un mensaje a Sarah ordenando ir a primera hora por ella, poco me importaba si seguía durmiendo y
me guardé el móvil.
Todavía faltaban un par de horas para dirigirme a la zona D y por esto, recorrí la zona A hasta el puesto de mi carpa donde me coloqué el chaleco antibalas y cargué las armas antes de seguir con el trabajo que se me dio desde mi llegada al campamento. Supervisé la labor de mis hombres encargados de explorar y mantener vigilados los terrenos de la planta eléctrica, los experimento que tenían permitido pisar estos campos minados, éramos los adultos, aquellos que poseyeran visión térmica y un sentido de vibración avanzada, el resto tenía una labor de menor tiempo y menor riesgo que esto.
Vigilar a los adultos no era una tarea que se dificultara, alguna vez estuve en su lugar y ahora era el que los dirigía, daba el ejemplo de que tener un puesto inferior no era suficiente para nosotros. Recibí sus respetos y cada uno acató mis ordenes, sin problemas ni malentendidos, sabían qué hacer y por qué hacerlo, y por esto, terminé el trabajo más pronto de lo planeado.
Salí del campo minado, el segundo recorrido seria dentro de unas horas, aun así, desde mi posición seguiría observando su trabajo y manteniéndome en alerta con las vibraciones emitidas bajo tierra. Encendí un puro y empuñando la gruesa baranda que separaba la zona A de la B, di la primera calada exhalando el humo.
La entrada a la planta era visible con el sol alumbrando el terreno frondoso, la noche en que atravesé aquel umbral con la humana inconsciente en los brazos del teniente, seguía siendo parte de las marcas más irritantes que llevaba en la piel. Me la arrebataron prometiendo que la salvarían, deje que la transportaran a la carpa de enfermería en tanto conseguía la sangre de experimento rojo. Cuando volví y sus heridas fueron sanadas desde raíz, dejé de escuchar su corazón.
Quién diría que no sentir sus latidos me haría tan miserable que la idea de vivir sin ella me transformara en la peor bestia airada, la cual estuvo por quitarle la vida a todos los que la atendieron si no me la devolvían en tan solo minutos.
Maté a muchos de los suyos y sentí satisfacción, una vez me aseguré que cuando ella perdiera la vida me complacería, pero su muerte creó mi primer miedo.
—¿A qué has venido? — exhalé el humo con la nueva presencia detrás de mí.
Sus pisadas se detuvieron y torcí el rostro mirando sobre mi hombro al hombre que sostenía en su mano regenerada una taza de café.
— A hablar— se excusó desordenándose el cabello—, como viejos colegas que un día estuvieron sobreviniente en el área negra.
Enderecé el rostro devolviendo la mirada al campo y dando otra calada. Sabía a qué venia y no era para mantener una simple conversación, y era evidente por qué me buscaba, tal como otras veces también hizo desde que se le informó de la humana y mi misión.
— Qué suerte que a ustedes no les dé cáncer de pulmón. No eres el primer experimento al que le gusta el cigarro...o el primero en tatuarse.
—Nos adaptamos hasta en los hábitos malos—arrastré.
—Entonces, ¿lo del tatuaje es cierto? —preguntó mirándome los nudillos con las cejas arqueadas—. Qué desperdicio de habilidades, aunque creí que la piel de los experimentos se regenerada, pero supongo que con tú clasificación solo sucede eso si las heridas son graves.
Inclinó parte de su cuerpo recargándose con sus codos sobre la barandilla.
—Entonces también es cierto que volverás a la base—comentó mirándome de soslayo—. Las noticias corren muy rápido en el campamento. ¿Ahora sí le dirás la verdad? ¿O solo volverás, seguirás mintiéndole y utilizándola a tu antojo?
Una curva se extendió en los labios, de nuevo empezaba con sus sermones que no me interesaban.
—Sé que parezco disco rayado, pero te lo repetiré hasta que finalmente seas capaz de razonar y sentirte culpable. Sé lo que vi en el área negra, le gustabas y seguro que lo sabías también, lo que te hace un infeliz porque a pesar de sus sentimientos, seguiste utilizándola—se quejó—. Por muy horribles que fueron sus actos no se merece que la hagan creer que es una testigo, mucho menos que jugaras con ella en el área y tampoco que la estés confundiendo con su pérdida de memoria.
Sus reprimendas se basaban en la noche en que nos encontró a solas en la sala la noche en que mandé llamar a la humana que cuidaba del neonatal rojo. También presenció cuando acaricié su espalda ordenando a las otras permitirle el acceso a la guardería y el cuidado del neonatal cuando así lo quisiera ella.
—Serías un imbécil si todavía te acostaras con ella.
—Es lo que más disfruto—exhalé el humo con un tenso movimiento de mandíbula.
Acariciarla y protegerla. A estas alturas existía una variedad de cosas de ella que me hacían un imbécil por disfrutarlas tanto.
—No tienes límites ni vergüenza—gruñó con la sangre apenas inyectada en sus ojos —. ¿Como te atreves a aprovecharte todavía más de ella?
No se equivocaba, me estaba aprovechando de su pérdida de memoria y seré un hijo de puta al decir que no tenía límites ni vergüenza, no me arrepentía de embestir en su interior siendo otro hombre ante sus exóticos ojos. Sabía las consecuencias que me esperarían y las enfrentaría como tal una vez cumpliera con mis planes. No obstante, si el resultado era perderla, no lo aceptaría.
—¿Qué harás cuando todo salga a la luz? Cuando ella te recuerde y vea lo que hiciste y seguiste haciendo, ¿no te preocupa?
—¿Por qué debería preocuparme lo que suceda? —aseveré sin desvanecer la torcedura.
—En serio no te importa los sentimientos de esa mujer, ¿cierto? —arrojó—. Imagina cómo se pondrá cuando sepa que la mantuviese viva solo por lo que obtendría por ella, que la mantenías viva y jugabas con sus sentimientos, y que todavía seguiste haciéndolo después de que perdió la memoria, imagina lo que esa mujer sentiría.
Esbocé el humo sin dar una respuesta, sacando el móvil cuando la vibración no se detuvo, era un mensaje del ministro. Es tiempo.
—¿Te vas a poner a ver el maldito teléfono en vez de ponerte a pensar? —Su mirada oscureció, rencoroso cuando no obtuvo respuesta y sacudió la cabeza—. Eres un imbécil hijo de mierda.
Se enderezó de golpe con la mandíbula endurecida.
— La única razón por la que no he vuelto a la base para decirle de tus fechorías y la mentira que le hicieron creer, es porque ustedes me lo impiden —gruñó por lo bajo—, así que esperaba que por lo menos recapacitaras en la clase de mierda en la que te estas convirtiendo y la dejaras en paz, ya que tú representas a tu gente y representarla a base de usar a una mujer para obtener todo lo que tienen y todavía aprovecharte de ella es decepcionante.
Consumí más del poro, apretando la barra metálica que se contrajo bajo su puño. Empezaba a irritarme y podría terminar con su enojo si se me diera en gana, pero ganas de explicar todo eran las que no tenía.
— Tú gente se decepcionaría si lo supiera, pero, ¿qué haría el ministro y los otros que están encima de ti si alguien se los dijera? —El tono en su voz me enarcó la ceja —. No creo que ellos lo sepan, ¿qué no está prohibido que el soldado se involucré íntimamente con un testigo? Y tú estás rompiendo esta regla aun cuando no eres del todo un soldado real, en todo caso, te quitarían el puesto y se lo relevarían a alguien más ético.
—¿Estás seguro de querer amenazarme? —escupí con el poro entre los dientes.
—Sí, si con eso te obligo a dejar a esa pobre mujer en paz— Se volteó a encararme—. Lo digo en serio o de otro modo me obligaras a hablar lo que todo este tiempo he callado. Deja de aprovecharte de ella, no puedes ser tan desgraciado.
Una corta risa cargada de irritante ironía me atravesó la torcedura, ronca y perversa cerrándole la boca.
—Pero eso es lo que soy, ¿no lo dejé claro en el área negra? —pronuncié con irritación, ensanchando la torcedura que remarcó mi comisura —. Soy un desgraciado que no abandonara la deliciosa piel de la humana aun si para permanecer en ella tenga que destruirlo todo.
Boté el puro al tiempo empuñaba la mano en su cuello apretando las vías del hombre de escaso tamaño que forcejeo.
—Si no quieres perder el resto de tus extremidades y esa lengua, te conviene quedarte callado y no entrometerte en mis asuntos— escupí entre dientes, sombreando su rostro con mi tamaño.
Sabía que mis palabras no eran vacías, y por esto lo solté haciéndolo tropezar y caer. Di la espalda enfundándome el móvil y moviendo las piernas de la baranda, continuaría con el resto de mis asuntos.
—Sea lo que sea que estes planeando, espero que la caída sea tan dura que no puedas volver a levantarte— soltó detrás—. No te la mereces.
Troné el cuello con la mandíbula desencajada:
—... y aun así la quiero solo para mí.
Me deleité con mis propias palabras decidido a todo por tenerla sin importarme a cuantos tendría que asesinar en el camino.
Seguí con mi rumbo no sin antes dejar a uno de los míos a cargo del resto. Atravesé los terrenos distribuidos llegando a la última zona del campamento. La estructura de detención fue la principal en encontrar. Dentro de ella se hallaban los hombres que me traje de la base que, aunque no los mantenían detrás de unas rejas, no podrían salir de sus habitaciones hasta saber que no serían un problema en el campamento. Una decisión que no llegaría.
Llegué a los cimientos de la segunda estructura de seguridad donde se mantenían las cámaras de vigilancia, a unos metros de esta se hallaban tres de las carpas enumeradas, una era del ministro, y otra de los soldados que cuidaban la zona externa, la última y la cual se hallaba en el centro pertenecía a la familia de dicha humana.
Por otro lado, a un costado de las carpas se colocaba la jaula de barrotes de hierro que resguardaba a la bestia sobrevienta del laboratorio, tal mazmorra era asegurada por tres militares armados que no permitían el acercamiento de otros a menos de medio metro.
Se determinó que la bestia no era una amenaza, su agresividad era un instinto que emergía cuando no se sintiera amenazada y, por ende, hicieron la jaula espaciosa, con lo suficiente de materiales de hule y comestibles para que se mantuviera entretenida durante el tiempo que durara su gestación.
—¿Te gusta? —la vocecilla lejana de un infante me ladeó el rostro hacia la jaula.
Una humana que tentaba a la adolescencia se hallaba inclinada sobre sus rodillas, sosteniendo una charola con trozos de alimentos que tomaba su mano y lanzaba entre los barrotes de la jaula.
El gorro tejido en su cabeza calva mantenía los colores similares en el cobertor de la humana. No hacía falta mirarla de cerca para saber que esta era su hermana.
— Toma un poco más, yo ya me llené— lanzó un trozo de carne que el animal atrapó en su hocico —, es para que tus bebes nazcan saludables.
—No te acerques demasiado, niña, podría devorarte el brazo de un solo mordisco— le advirtió uno de los soldados.
—No lo hará— alzó la voz, mirando al soldado que vigilaba la entrada a la jaula—, ya le he dado comida otras veces, ella sabe que soy su amiga así que no me lastimaría.
—¿No te da miedo la criatura? —preguntó el otro.
—Noup, qué esta fea como para tener pesadillas la primera noche, sí— encogió de hombro antes de negar con la cabeza—, pero ya me acostumbré y ya no le tengo miedo.
—¡Soldado Alekseev, al fin llega!
La exclamación de Materano, quien atravesaba la carpa en compañía de un hombre de su misma estatura y cabellera castaña, le levantó la mirada azul en mi dirección. Mi presencia le hundió su entrecejo, abriéndole la boca.
—Oh my God...
—Anhetta, ve con tu madre — la orden de su padre la hizo respingar, no obstante, no desvió la mirada de mi—. Anhetta...
—¡Papá mira, sus escleróticas son negras! —gritó levantándose de golpe y retrocediendo, su miedo fue percibido hasta por la bestia tras los barrotes—. Son negras. ¿Cómo se le quemaron?
Estas reacciones entre los humanos no eran nuevas para mí, hubo algunos militares que reaccionaron similar la primera vez que nos vieron.
—¿Usa lentillas? — Dio un par de pasos ladeando su rostro—. ¿O así nació? ¿Es uno de los que viene del subterráneo?
Su padre aceleró el paso abotonándose el cuello del chaleco antes de tomar del brazo al infante y voltearla de tal modo que me dio la espalda.
— Ve con tu madre y quédate con ella hasta que yo vuelva — repitió la orden—, obedece, cariño.
Se echó a correr mirando una vez más sobre su hombro antes de entrar a la carpa. La carcajada del ministro me irritó, se detuvo delante de mí golpeándome el hombro.
—Así reaccionan todos cuando ven a los soldados termodinámicos, pero ya está acostumbrado, ¿no es así? — inquirió —. Se estaba tardando en llegar, soldado, creí que no vendría y me dejaría colgado con el padre.
—Tuve algunos problemas con los que lidiar—espeté.
—Me imagino, tiene mucho trabajo antes de su regreso, así que para mantenerlo entretenido tuve que hablarle un poco sobre usted... ¡Señor Gravel! — exclamó. La mirada marrón del hombre se alzó clavándose en mí con severidad. Se movió de la jaula acercándose hasta el uniformado quien forzó una sonrisa—, permítame presentarle al mejor de mis soldados, el soldado Cero Siete Negro, o su nombre actual, Keith Alekseev, del que le hablé.
—Entonces, ¿eres tú el experimento que encontró a mi hija en ese sótano? —Elevó su rostro manteniendo la mirada endurecida.
—El mismo—aseveré.
—Como ya le conté, el soldado Keith fue el único qué confió en nosotros para tomar la peligrosa misión de ir por su hija y conseguirnos información del laboratorio, es gracias a él que su hija está viva ahora.
Su mandíbula se apretó en un asentimiento sin dejar de verme.
—Viva y pronto tras las rejas gracias a ti— recalcó moviendo sus cejas—. Debes sentirte satisfecho de entregarla para obtener tus tierras y tu nombre humano, ahora los tuyos tendrán donde vivir, una vida más sencilla y segura a cambio de mi hija.
—¿Qué puedo decir? — Ladeé el rostro extendiendo la sombra sobre mí, bajo los mechones de la frente—. Negocios son negocios.
La ira se inyectó en sus orbes y percibí el movimiento de su brazo levantándose con el puño que no llegó a mi rostro cuando lo detuve en el acto.
—Pero qué irrespetuoso... —Desenfundó una de las armas del ministro apuntándome a la cara. ¡Mi hija no es una moneda de cambio!
—Señor Gravel, dijimos que sin contiendas—se interpuso el ministro levantando los brazos—. Baje el arma, es una orden.
—Si fuera su hija de la que esta lagartija está hablando no estaría diciendo lo mismo—graznó, arqueándome la comisura izquierda—. Con que negocios son negocios, ¿eh? Ahora que tengo un arma estoy seguro de que te arrepientes de echármelo en cara.
—¿Por qué no apostamos? —le incité recibiendo la mirada del ministro, una clara advertencia de que dejara de tentar el humor del padre.
Pero si apenas empiezo.
—Y yo que me imaginé que el encuentro sería más pacífico—arrojó Materano—. Si se comporta así tendré que encerrarlo señor Gravel.
—Es a su soldado al que tendría que ponerle un bozal—increpó.
—Pero es usted el que tiene el arma— le advirtió extendiéndole el brazo—. Démela. Su hija pequeña está viendo desde la carpa, no querrá que presencie como arrestamos a su padre, ¿o sí?
El infante se asomaba al borde de la cortina, observando lo que sucedía. El padre echó una mirada y estaría aprovechando el momento arrebatándole el arma, pero dejé que él mismo lo hiciera cuando apretó los dientes devolviendo el revolver que Materano enfundó.
—No puedo creer que este sea el mejor de sus soldados, ministro. Le hace falta diciplina, le debe respeto a sus mayores, y no habló de mi edad sino de mi posición ya que también soy un oficial de policía y puedo arrestarlo por irrespetuoso— gruñó sin dejar de mirarme, recalcándome la mueca—. Más vale que le enseñe modales si quiere formar parte de sus filas.
—Lo educaré, señor Romanov. ¿Escuchó, soldado? —me miró de reojo—. Compórtese y no me avergüence más.
Poco me importaba avergonzarlo, las ordenes de los humanos eran absurdas, aun así, esto no lo hice más que buscando entretenerme. Después de todo por este hombre y la mujer con la que intimó tuve a la mía.
—Te felicito soldado Alekseev, iniciaste el primer acto como una nueva especie sacrificando a mi hija quien podría ser inocente—Aplaudió con seriedad alargando su rostro —. Eso dirá mucho de la clase de hombre que serás y las decisiones que tomaras más adelante.
Apreté la quijada, si supiera la clase de hombre que soy cuando estoy entre las piernas de su hija...volvería a tomar el arma y a dispararme de las veces que la llené de mí.
—Yo lo envié— La palma del ministro volvió a mi brazo—. Si a alguien debe culpar es a mí. Le ofrecimos lo que quisiera a cambio de recaudar información y su hija tiene información detallada del caso con el que trabajamos.
—Y solo por eso este gorila aceptó salvarla— movió su quijada apuntándome.
—Todos los demás se negaron a trabajar con nosotros y solo él accedió a cambio de lo que ya sabe. Desconfiaban de nosotros, el soldado Alekseev nos dio una oportunidad.
—Si no fuera porque la consideraron como un disco duro guarda sorpresas la hubieran dejado morir en ese subterráneo—bufó airado.
—No lo miré de ese modo—pidió.
—¿Cómo debo mirar la situación si es lo que me están demostrando? —espetó mostrando los dientes —. Tienen a mi hija detenida en quién sabe dónde y nos quitan el derecho de mirarla y hablar con ella como si les perteneciera. Mi esposa es quien la trajo al mundo, tiene más derecho sobre ella que ustedes.
—Lamento que lo vea así, pero su hija es considerada una testigo importante, y a cambio de la información que nos proporcione no quedará detrás de las rejas.
—Eso solo si recuerda, lo cual me lleva a preguntar qué sucederá con mi hija cuando no lo haga.
—Usted ya sabe la respuesta.
—Sí, ira a la cárcel sino es que a un hospital psiquiátrico—arrojó airado.
—Pero cuando llegue el momento en que recuerde tendrá la oportunidad de confesar a cambio de años...
— La conozco mejor que nadie y mi hija no aceptaría el trabajo de terminar con la vida de muchas personas solo por salvar la de su hermana— impuso—. Aquí hay gato encerrado señor ministro, y si dice hacer tan buen trabajo, déjeme decirle que no lo está haciendo bien porque soy el que más entiende que claramente mi hija fue engañada e inculpada por esos bastardos.
—Estamos investigando más a fondo Señor Gravel y todavía hay tiempo suficiente para seguir recaudando información de los hechos, pero no le puedo asegurar que saldrá ilesa de sus actos ni que encontraremos algo que llegué a defenderla, sin embargo, haremos todo lo posible.
—Si fuera su hija no estaría diciendo esto, movería cielo y tierra con tal de encontrar la verdad—vociferó—. Estaría utilizando a sus mejores soldados para averiguar lo que esas personas que la contrataron ocultan, pero como no es el padre, le basta con lo que tiene si es que encuentra algo más o no. Debería dejarnos a nosotros hacer algo por ella, mirarla, hablarle, llevarla a los lugares donde solía estar, podríamos ser una gran ayuda para que recuerde, ¿qué mejor que estar con su familia? Pueden tenerlos vigilados, por los soldados no tenemos ningún problema.
— Lastima que ese permiso no se le dará — pronuncié con asperidad.
Su hija era mía.
—Pregúntenselo a ella— demandó —, que decida dónde y con quién quiere estar, fácilmente dirá que con su familia.
—Eso no sucederá—calqué, afirmando lo evidente.
El brote de ira le desencajó su quijada y apretó los puños con intenciones de arremeterme a puñetazos.
—¿Tu eres el que decide por mi hija? — me arrojó con dientes apretados—. ¿Quién te crees que eres?
—Soy el que la mantuvo a salvo en el subterráneo, el que sanó sus más graves heridas y el que la mantiene viva y salva hasta ahora—declaré cargado de seriedad.
—¡Lo sabía! Mamá, ¿oíste? ¡Es él, es él!
La intromisión del infante me arqueó una ceja. Apretaba una carpeta a su pecho en tanto con el otro brazo tiraba del abrigo de la mujer de cabellera rubia.
— Es el soldado del que te hablé, el de la voz sexy, el que tiene a mi hermana cautiva— Se plantó delante de mí, su entrecejo fruncido y su descolorida boca arrugada en un gesto de molestia—. ¿Verdad que es usted?
En el azul de sus ojos encontré cierto parecido a mi humana, no obstante, fue interesante tener de frente a su madre quien al igual que el padre no poseían la mirada exótica con la que Nastya cargaba.
—Sí, es con quién habló cuando me quitó el móvil, señorita.
—¡Lo sabía, lo sabía! ¿Dónde la tiene? O, ¿la trajo aquí? — arrojó con un gesto de emoción—, ¿ella está aquí?
—No, la tenemos en un lugar seguro— intervino el ministro—. Pero estoy segura de que podrán verla más adelante.
—¿Cuándo es más adelante? — habló la mujer—. ¿Uno, dos meses?, ¿cuándo esté encerrada es cuando nos dejaran mirar a nuestra hija?
—¿Por qué la van a encerrar mamá? No entiendo, ella no hizo nada malo.
Los padres de compartieron una mirada que remarcó mi comisura. De los presentes el infante era el único que desconocía el número de muertes y los parásitos alterados a causa de lo que la humana soltó. No conoció de nuestra existencia hasta que me vio y su madre se lo explicó en la carpa minutos atrás.
—Papá dile que la dejen en paz— el infante miró al hombre en busca de apoyo, y no encontrarlo se volvió a mí con las lágrimas acumulándose—. ¡Ya sé! Usted puede contactarnos con ella, dijo que la tenía. Denos su teléfono para hacer video llamada, quiero verla y hablarle, tengo mucho que contarle como que ya no tengo cáncer.
—Por el momento estos permisos no puedo dárselos— agregó Materano—, pero más adelante quizás. Espero entiendan señores Romanov, que no es mi intención hacerlos creer que les quitamos a su hija. Pero esta decisión no va solo por mí, deben entender las circunstancias y que estamos haciendo lo posible por llegar al fondo de esto.
—Si claro.
—No tenemos a su hija encerrada, esta con los demás sobrevivientes— aclaró —. La mantendremos sana y salva al cuidado de mis mejores soldados, y uno de ellos es el Soldado Alekseev, él es quien la mantuvo a salvo el tiempo que estuvieron atrapados en ese lugar.
Sus miradas se detuvieron en mi presencia, una severa y dos desatando una interesante curiosidad.
— ¡Pero no sabe que estoy viva! — chilló el infante volviéndose a su padre —. Papá dile algo, mami dile que es injusto, que solo queremos llamarla, ¿por qué no se puede?, ¿qué hay de malo en eso?
—ministro, ¿podemos hablar con usted en privado? — la petición de la mujer apretó la mandíbula del nombrado, por otro lado, percibí su nerviosismo con el desliz de sus manos sobre el bulto que acarició encima del abrigo.
Ésta está preñada.
—Tengo una junta dentro de 20 minutos así que me queda tiempo, pero que sea en su carpa— Ella asintió acercándose luego al infante al que ordenó quedarse afuera —. Soldado puede retirarse, imagino que ya es hora de partir, tenga buen viaje.
Se creía que me perdería de la conversación que sus padres querían mantener con él. Asentí con pausa viéndolo encaminarse con ambos humanos, di la espalda también, apartándome de la jaula y atento a lo que decían una vez que estuvieron dentro de la carpa. Rogaron por hablar un momento con su hija, no importaba si duraba 5 minutos, querían mirarla, que supiera que lucharían por ella y serían ellos los que le dieran todo lo que necesitara.
El ministro volvió a negarles el permiso, era parte de un protocolo que se dejó claro días después de sacarla del subterráneo. Aun así, surgió la irritante promesa de darles un encuentro con ella en persona. Dudas no me quedaban con esto, sus padres estaban decididos, la querían de vuelta y cuando tuvieran la maldita oportunidad tratarían de arrebatármela de mi vida.
Hallaría el modo de mantenerla a mí lado aún si con eso debía llevármela a otro lugar, pero antes, su libertad.
Empuñé el móvil marcando al estacionamiento del campamento y ordenando preparar el vehículo, en minutos estaría en camino a la base y, por ende, volviendo a mi piel preferida.
—¡Oiga, soldado que cuida a mi hermana! — gritaron detrás—. ¡Espérese!
Endurecí la quijada con la interrupción del infante interponiéndose en mi camino.
—Sus escleróticas sí que son horrible, sin ofender, aunque mis amigas hormonales estarían diciendo lo contrario, ¿en verdad fue creado en el subterráneo donde trabajó mi hermana? —Extendió una sonrisa —. ¿Puedo tomarme una foto con usted cuando me devuelvan mi móvil? Quiero presumirlo con mis amigas.
—¿Qué es lo que quieres? — Se intimidó cuando alcé la quijada y apretó más la carpeta a su cuerpo.
— ¿Va a volver a dónde está ella? ¿No puede llevarme? Solo quiero verla un momento y es todo, para que sepa que estoy viva y coleando.
La hice aun lado continuando con mi camino.
—¿Dónde está?, ¿dónde la tiene? Dígame la verdad, ¿la está alimentando bien?
Los dientes me crujieron cuando volvió a plantarme de frente, levantando sus brazos y con ello, tratando de detenerme.
—Puedo hacer esto toda la tarde e impedir que se marche, así de enfadosa soy cuando se trata de mi hermana mayor desaparecida— esbozó, hundiendo sus escasas cejas—. ¿En serio es usted el soldado que cuidó de ella en ese lugar que está bajo tierra?
—Lo soy—escupí entre dientes.
—Ha estado con ella todo este tiempo—Alzó las cejas en un gesto de sorpresa —. Y es el mismo con el que hablé la otra vez por teléfono, ¿no es cierto?
—¿No es eso lo que afirmaste hace un momento? —arrastré a punto de perder la paciencia con preguntas poco inteligentes.
—Se reconfirmar — Saltó sin contener la emoción—. ¿Sí le dijo lo que le pedí decirle?
—¿No dije que no obedecía ordenes de un infante?
Hizo un puchero.
—Porque soy su hermana y creo que piensa que estoy en una tumba siendo comida de gusanos, tiene que saber que estoy bien—Se sacó el gorro dejando una parte de su calvicie visible —. Mire podemos hacer esto. Le doy mi gorro y usted se lo da a ella, así sabrá que estoy viva, y si desconfía de usted, puedo escribirle un recado para que vea que de verdad es mi gorro. Dígale que me escriba una carta, y cuando venga al campamento me la da, así yo le escribo otra y me comunico con mi hermana de ese modo y... y pues así, ¿qué dice?
Tembló mi comisura y sin medir la fuerza volví a apartarla de mi camino, no tengo tiempo para estas tonterías.
—¡Pero qué grosero!
Recibí la carpeta que me golpeó en la cabeza, azotó el suelo esparciendo los dibujos que fui pisando.
— Esos son los dibujos de mi hermana y cuando vea que los pisó se enojará mucho con usted.
Ignoré sus berridos atravesando la estructura de seguridad con sus vibraciones persiguiéndome detrás.
—¡Dejarme hablando sola es de muy mala educación! — siguió gritando—. Papá tiene razón, necesita modales, así no va a hacer amigos.
Retorcí los labios en una mueca irritante cuando por tercera vez la humana enana se me atravesó.
— Deja de entrometerte en mi camino —ordené endureciendo la mandíbula.
—Qué malvado eres, eso te quita menos un millón puntos — arrugó su nariz—. Seguro que a mi hermana le has de caer mega mal, ¿no? No le gustan gruñones y no convive con gente que no siente empatía por los demás.
Di el paso decidido a apartarla y seguir con mi camino, volvió a extender sus brazos, deteniéndome el paso.
—Está bien, me calmo. Solo quiero enseñarle algo importante, ¿sí? — insistió—. Solo le voy a mostrar uno de sus dibujos y ya, así que no vuelva a irse o se arrepentirá de no haberlo mira esto. Usted sí que se haces del rogar.
Se arrodilló acomodando la carpeta en el suelo, y abriéndola delante de mí rebuscó entre el papeleo desordenado.
—Me traje sus dibujos porque me recuerdan mucho a ella. Es una gran artista. Es super buena grabándose los rostros de las personas y trazándolos en una hoja, también es muy buena creando historias, pero no pudo terminar ninguno de sus cuentos porque enfermé, en fin. Miré este dibujo.
Levantó su brazo extendiéndome la hoja en la que se trazaba el rostro de un hombre. Enarqué una ceja al tiempo en que estiraba la comisura izquierda en tanto tomaba la interesante pieza entre los dedos, observando cada trazo de lapicero que detallaba las facciones viriles, mismas que las que poseía.
— Se parece al hombre de su dibujo, ¿verdad? — la oí decir —. Bueno, sin esas horribles escleróticas, pero en lo demás es igual, hasta tiene el cabello negro y una herida en la frente, aunque la suya es en la sien y ya es una cicatriz...
Recalqué la torcedura retorciendo el lado derecho del rostro, la humana no dejaba de ser tan interesante.
— Mi hermana empezó a trabajar en ese subterráneo hace unos meses, pero el dibujo lo hizo cuando tenía 17 años así que estoy segura que no se conocieron antes— Recogió la carpeta levantándose del suelo—, ¿no es extraño?
Con 17 años dibujó a su depredador. ¿Qué pensaría esta mujer al mirar su dibujo y tenerme de frente?
La explicación de esto podría deberse a que la humana tuvo un encuentro con el hombre del que nos basaron, esa podría ser la respuesta que aclarara las dudas si no resultara porque tal humano no existió, nuestro ADN se creó a base de cuatro trabajadores, creando 30 años atrás al primer experimento que físicamente sació a Chenovy. De ese experimento nació nuestra apariencia, de él fuimos clonados siendo la versión más mejorada y perfecta, con una variante de diferencias físicas y de habilidades que, por supuesto, nos hacía a cada uno distinto de otros.
—Y luego la estuvo protegiendo bajo tierra y todavía lo sigue haciendo, también contestó mi llamada y ahora está aquí. Yo digo que es el destino, porque, escuse me, ¿qué más podría ser?
El destino es insignificante para lo que la ata a mí.
Disminuyó la torcedura con la vibración rítmica en el bolsillo, saqué el móvil en cuestión de nada ignorando la pregunta del infante y atendiendo la llamada de Sarah, recibiendo los gritos de humanos que se amortiguaron con el suyo.
—¡Intentaron matar a la señorita!
La oración me encendió el pecho descomponiéndome el órgano latente, espasmos recorrieron los huesos mientras su llanto no cesó sollozándomelo todo:
—La coronel intervino, pero mi señorita esta herida un hombre la golpeó, le...
—¿Cómo demonios ocurrió? —grazné, engrosando las venas del cuello. Estrujé el dibujo en mi puño, moviéndome sobre el terreno sin importarme los gritos del infante que dejé atrás.
—La señorita Maggy apareció con esa otra mujer, empezaron a culparla y un hombre la atacó, la golpeó, casi me la mata si no fuera porque avisé a la coronel.
Jordida hembra.
—Pero ahora todos los trabajadores están tramando algo y estoy muy preocupada, tiene que venir por favor.
—Atiende sus heridas y quédate con ella hasta mi llegada.
—No me dejan verla la tienen en una sala, creo...
Crujió el dispositivo bajo la rotunda fuerza desmedida en mi puño, distorsionando su voz y cortando con la llamada. Las sienes me taladraron, la sangre me hirvió y la ira palpitó en cada musculo desencajándome la mandíbula, esto me ganaba por descuidar lo que más me interesaba.
—¿Qué sucedió?, ¿por qué esta tan furioso y aterrador? ¿Tiene que ver con mi hermana?
Sus preguntas solo empeoraron mi humor y aumenté el paso ordenando a uno de los guardias llevársela cuando se interpuso en mi camino con tal de detenerme.
—¡Oiga! — Pataleó en los brazos del otro —. ¡Solo devuélvame el dibujo!
En menos de nada recorrí las ultimas áreas hasta el estacionamiento abordando el deportivo negro que se me preparó y ordenando al soldado tomar el volante y abandonar el campamento cuanto antes. Exigí que me diera su móvil ubicando la tarjeta que descargó las aplicaciones y contactos, contacté al de Sarah, la línea sonó sin recibir respuesta, una, dos y tres veces, escupiéndome una maldición cuando al cuarto intento no obtuve nada. No le pago para que me ignoré las llamadas.
—¡Acelera! — rugí con la mandíbula tensionada.
—No puedo pasar el límite de velocidad.
—Haz lo que te ordeno—advertí.
Acrecentó la velocidad sobre la carretera. Esto no me serviría, tenía claro que por la distancia llegaría en horas a la base, por ende, seguí tratando de contactar con Sarah y el resto de soldados a cargo de la humana, siendo todo en vano cuando aún el teniente respondió a mi demanda. Qué inservibles resultaron ser, prometiendo que en mi ausencia estarían atentos a lo que sucediera a su alrededor, informándome de ello cuando sucediera, y henos aquí, dejándome a medias con lo que acontecía en la base.
Tomé la llamada de Materano recibiendo el mismo informe que Sarah, advirtiéndome de las escoltas que enviaría al complejo y las cuales dejaría a mi cargo para poner bajo control el desorden que los trabajadores provocaban tras incitar a los experimentos ir en contra de Nastya.
Me ensanchó una torcedura cargada de rabia, les dio lo que tanto mantuve protegido y no eran tontos, buscaron esta oportunidad por mucho tiempo y ahora que la tenían la aprovecharían para limpiarse la mierda con ella.
Los cimientos de la base se elevaron a kilometro y me saqué las armas, tenerlas a la vista serian un problema, y por ende cargué solo una guardándomela en la parte trasera. Terminé de cargar los dardos adormecedores con el abrir de las puertas metálicas mostrándome la escasez de los soldados que trataban de apartar la multitud de trabajadores y darnos camino libre.
Sus gritos amortiguados y los envases azotando las ventanillas me extendieron la burla ante la patética ira que los humanos imitaban con tan de quedar impunes.
Extendí la puerta enderezándome fuera del vehículo y recibiendo con ello, el primer objeto de plástico que atrapé en el puño, haciéndolo pedazos y dejando caer sus restos seguido de los disparos que solté en el aire. Los estruendos del cañón silenciaron a los roedores, guiando sus miradas a mí como la autoridad.
—Terminen con esta mierda disparando a todo el que se oponga a regresar a su habitación —gruñí la orden a los soldados que al momento desenfundaron sus armas y las elevaron, apuntando a los humanos antes de repetir mi orden.
Percibí su temor del que me alimenté, cerrando el portón que cuarteó el cristal. Me moví con la mira en el jardín y los insultos se levantaron en masa negándose a obedecer el mandato.
—¡Merecemos ser libres también! ¡Déjenos volver a casa malditos hipócritas, no es justo que la hayan mantenido en libertad y a nosotros no!
Quejas absurdas que endurecieron mi quijada.
—¡Eh, malnacido! ¡Siempre fuiste un experimento, seguro tú también sabias! — Apreté la comisura con las vibraciones aumentando detrás de mí—. ¡Traicionaste a los tuyos! ¿Cómo te atreves a amenazarnos cuando a esa perra la dejaron libre todo este tie...?
Se le cayó el teatro con la bala que abandonó mi arma atravesándole el pectoral, de su garganta se emitió el chillido que terminó por callar al resto de los suyos.
Gotas de sangre salpicaron el suelo siendo insuficientes para mi satisfacción, no obstante, suficientes para que sus berridos silenciaran haciéndolos retroceder. No mentiré que sentir su miedo era fascinante y extendí la torcedura con el mareo del primer hombre que azotó a mis pies.
Lástima que no moriría, el arma fue hecha para imitar el sonido de una real, usándose en caso de problemas similares a estos, por otro lado, las balas no eran lo suficientemente gruesas para dañar los huesos y órganos, pero resultaban ser filosas para atravesar una piel tan frágil antes de desintegrarse en el interior soltando la sustancia adormecedora que surtía efecto en cuestión de segundos.
— No lo repetiré—escupí entre dientes.
—Ya oyeron, vuelvan a sus cuartos hasta nuevo aviso, más tarde se hablará con ustedes— gritaron.
Ningún otro se opuso dispersándose del campo, a base del miedo era sencillo mantenerlos sujetos y moví la quijada en una orden a los soldados para que recogieran la basura frente a mí. Hasta los militantes sabían lo que era el arma en mi mano debido a que guardaban una igual que debían usar cuando se les diera la orden, la cual di.
No perdí mi tiempo pasando el cuerpo del hombre y pisando los restos de alimentos, las charolas y envases de bebidas se extendían a lo largo del césped. Los humanos hicieron un desastre y tal como pensé, aprovecharon su oportunidad con desespero. Me fastidiaba encontrar a menos soldados que la última vez que partí, y que Ivanova no se presentara ordenando el uso de estas armas para contener a los trabajadores dejaba en evidencia que abandonaron la instalación mucho antes de mi llegada.
El mango del arma crujió y la comisura me tembló con la irritación que volvió mi pecho un agujero negro cuando no percibí la temperatura de la humana en el primer y segundo piso de los dormitorios.
Fue aislada, de eso se me informó horas atrás y más les valía no llevársela a otra instalación sin mi autorización. Expandí la visión térmica a lo largo del terreno buscándola en cada zona construida al otro lado del estacionamiento. Intercepté las temperaturas acumulándose en la zona C, ninguna resultó ser la de ella, «no la encuentro, no la siento, no la escucho» Me guardé el arma adormecedora echándome a correr. Atravesé las puertas del recibidor, mi humor empeoró con los reclamos de mi gente, mencionando la traición de los soldados al encubrir la identidad de la humana que golpearon en el jardín.
Arrasé con todo hasta despejar el corredizo, no la hallé en ninguna de las salas y subí a la segunda planta encontrando la puerta de su habitación abierta, su ausencia me enfureció y arrojé la cómoda haciendo pedazos la lampara y sus adornos al enfrentarme con la confirmación de una cama impecable y el armario vacío.
La rabia se me ensanchó estallándome el puño en la pared, cuarteando la estructura que vibró y reventó hasta hundirme los nudillos en escombros.
Se la llevaron.
Se llevaron a mi mujer.
Retorcí los labios con la tensión endureciéndome el pecho, era el que estaba a cargo de ella, el veía por sus necesidades y mantenía su seguridad, que se la llevaran sin mi autorización, sin informarme de su ubicación antes, no lo pasaría por alto.
Preso de la ira atendí el sollozo de Sarah emitiéndose en la enfermería. No perdí el tiempo sacando el puño del agujero en la pared, volví a la escalera y bajé al corredizo arrancando la puerta que me mostró a la humana de avanzada edad lamentándose en su escritorio.
—¿Dónde está? —El ladrido airado palideció su rostro y se echó atrás cuando arrojé el trozo de la puerta barriendo con el computador —. ¿Dónde la tienen?
Detuve el paso percibiendo su temor, en esto era en lo que me convertían y empeoraría si no me la devolvían.
—Se la llevaron, señorito— su respuesta me irritó más —, la coronel se la llevó hace unas hor...
—¿A dónde se la llevó? — la voz se me engrosó.
—¡No lo sé! —exclamó con las lágrimas derramándose—. La subieron a esa camioneta y se fueron de aquí.
—¿Por qué informármelo hasta ahora?
—Porque uno de esos soldados me quito mi teléfono, fue una orden de la coronel que no me permitieran llamarlo—Rodeó el escritorio con la mirada en el suelo—. Y ella se la llevó después de hacerla pasar por todos los trabajadores, le arrojaron comida, le lanzaron objetos y la insultaron. Le hicieron algo muy feo y nadie hizo nada.
Me arrebató una mueca cargada de furia, a eso se debía el desorden en el jardín y el impedimento de contactarme no era otro que el temor al ver de lo que era capaz por entregarla a los trabajadores y llevársela.
—No entiendo por qué la coronel permitió algo tan horrible. Se la llevaron esposada y dejaron que todos la lastimaran. Ni siquiera me permitieron atenderle la herida que ese desgraciado le hizo en el cuello— amonestó acomodándose delante de mí con una mano en mi brazo —. Ese hombre por poco le corta el cuello, la golpeó en el abdomen, la golpeo en el rostro y la estrelló en las mesas varias veces, y estoy muy angustiada porque la señorita está...
El zumbido en los oídos me punzó las sienes y salí de la enfermería dejándola a medias. La furia mezclándose con el deseo de asesinar me engrosaron el pecho con cada tensa respiración, a este ritmo lo destruiría todo porque de otro modo no percibía venganza más placentera que el sufrimiento de quienes se creyeron con el derecho de dañarla.
— ¿A dónde ira? — su grito detrás me estorbó.
A torturar y la zona C era el sitio perfecto del que obtendría lo que tanto ansiaba, la sangre y el dolor de dos especies arrinconadas en el mismo lugar. Desenfundé el arma adormecedora y rodeé la estructura externa cruzando el estacionamiento hasta tener ante mis ojos la zona C. La malla alambrada estaba removida mostrándome la instalación interna y al soldado Lewi cuidando la entrada.
—Te equivocaste de lugar— no tardó en hablar al verme atravesando la malla—. Deberías estar esperando las escoltas que envió el ministro y ver que todo esté bajo control.
—Muévete —ordené con un tenso movimiento de la mandíbula.
—Mis ordenes son que tanto la mujer como el payaso permanezcan en sus celdas vivos para que reciban su merecido— esbozó enderezando el rostro—. Vi como mataste a Doncan y como lo hiciste con el trabajador, sé qué quieres hacer lo mismo.
— Entonces sabes que si te entrometes terminaras como ellos—arrastré con asperidad.
—Hijo de perra—Sonrió de medio lado y apretó la mano en el arma extendiendo una mueca—. Matar en la base está prohibido y ya se te dio una advertencia por asesinar en el estacionamiento, podrían encerrarte si lo repites otra vez, pero si así lo quieres..., adelante.
Movió su brazo sacando las llaves que atrapé en el aire. Sabía que no podría detenerme, con pocos soldados en la base y a metros de esta zona era el mayor peligro hasta para él.
—Son las llaves de la celda del hombre— sostuvo dando un paso al costado —. Te daré 10 minutos para que hagas con él lo que te plazca, menos quitarle la vida. Es un cobarde en su papel de víctima y ella no se queda atrás, sin embargo, tu problema es con quien tocó a la testigo, así que a ella no la tocas.
Su advertencia me tentaba a ser un monstruo y eso pretendía ser. Tomé la manija metálica tirando de la puerta y tomando el complejo, bajé la escalerilla que me dejó al pie de la reja, la cual llevaba a un corto salón.
La zona de detención no adquiría el mismo tamaño que el resto de las zonas en la base, un salón subterráneo con dos celdas eran lo único que la componían, una a cada lado de la rejilla frente a mí y ambas siendo ocupadas.
Corrí el grosor de la reja abriéndome paso al salón sombrío. La hembra fue la primera en sentir mi vibración, apartó su mirada de los pies encontrando mi sombra agrandándose bajo el umbral, su rostro palideció y extendió sus parpados enrojecidos antes de levantarse de la banca.
Atranqué su única salida, misma que no podría atravesar con su fuerza puesto que estaba reforzada para contener hasta nuestra especie. Sus latidos aumentaron y percibí el miedo que acrecentó la torcedura en mis labios, sombreándome el rostro de satisfacción al verla pegarse a la pared de su celda con el taconeo de mis pasos llenando pausadamente el salón.
Estaba tal y como nunca quiso estar, enjaulada como un animal. No habrá donde correr de mí y sin cámaras, sin soldados, ni el simple metal con el que fueron creadas las celdas me detendría para abrir la suya.
—¿Creíste que no vendría? — el eco de mis pasos aproximándose a su celda terminó removiendo al hombre que dormía en la banca de la segunda cámara.
—Sé que estas ...estas aquí por lo que provoqué que le hicieran...— frunció sus labios rosados secándose las lágrimas con su dorso —, pero tienes que entender que no hice nada malo y no dije nada de ti, era lo correcto acusarla delante de todos, estaba harta de ver como jugaba con mi infante, se creía una víctima más cuando no lo era.
Sus planes no eran más que una irritante gracia ya que se creía que sus excusas me alivianarían la ira, que le daría una advertencia más y sería endeble por ser de la misma clasificación.
—Verde 56 no me quiere ni ver, dijo que quería irse con ella, no dejaba de gritarlo— alzó la voz, arqueándome una ceja cuando movió sus esbeltas piernas acercándose a los barrotes y levantando su rostro mostrando el enojo en su mirada grisácea—. Ella la manipuló, te manipuló también a ti y ni siquiera te dabas cuenta que te estuvo usando para salir libre de todo lo que hizo. Así que tuve que hacerlo y mira donde me pusieron por hacer lo que debieron hacer desde el principio.
—Como toda una cobarde decidiste actuar en mi ausencia para deshacerte de la humana—la bestialidad de mi voz le desinfló el pecho—. Tanto miedo me tienes para cometer tus estupideces ante mis ojos, ¿y piensas que saldrás ilesa de mí?
Entenebreció oprimiendo sus manos contra su pecho.
—¡Oye tú! Yo no debería estar aquí, cometieron un terrible error, ¿me oíste, soldado? ¡Déjame salir!
El grito del humano me tensionó la mandíbula, torcí parte del cuerpo, ladeando el rostro hasta clavarme en la celda a mi derecha. Llevaba el hombro vendado y su quijada manchada de sangre seca, no obstante, el olor que despedían sus manos aferrándose a los barrotes me aumentó la rabia. Es el olor de ella.
—Eres un experimento— exhaló con un aire de emoción irritante —. ¿Vienes a soltarla a ella? Escucha, estamos en el mismo equipo, yo los apoyo así que suéltame también.
Se piensa que soy un imbécil.
— Esa coronel tuvo a la que provocó lo del subterráneo suelta entre nosotros, la sin vergüenza jugaba con tu gente cuando mató a cientos de ellos, ¿no te enfurece eso? Porque a mí sí y a esa hembra también— extendió el brazo fuera de las rejillas señalando detrás de mí—. Nos mantienen aquí encerrados, ¿y a ella qué? Suelta sin recibir su merecido, no les importamos y ahora que quisimos hacer justicia por nuestras propias manos, nos encierran.
Se me ensanchó la ira y como toda una bestia hambrienta de venganza aproximé el paso dejando atrás a la hembra quien no se inmuto.
—¿Vas a soltarme?
—¿Tú que crees, humano? — arrastré sin desvanecer la torcedura.
—Que eres un buen experimento, hasta podríamos ser amigos...
Se acercó a la entrada de su celda formando una sonrisa repugnante que destrocé al momento en que desenfundé el revolver disparando dos de las balas a su tobillo. Su chillido de dolor me ladeó el rostro y cayó al suelo inclinándose sobre la herida. Enfundé el arma y rompí la cerradura abriendo la rejilla que me adentró a la cámara.
El hueso de mis pasos le levantó su rostro y el horror en su mirada fue éxtasis agrandándome la bestia sanguinaria.
—¿Por qué me disparas? — Se arrastró por el suelo aferrándose a la mesa con la que intentó incorporarse—. ¿Por qué me...?
No le di tiempo de terminar arrojando la mesa contra los barrotes hasta hacerla pedazos, el sonido ensordecedor lo entenebreció y no le di tiempo a retroceder, tomándolo del cuello y levantándolo frente a mí.
—¡Ayúdenme! — su alarido se ahogó cuando lo azoté a los barrotes, arrebatándole el oxígeno.
Cayó sobre los escombros retorciéndose de dolor, con esta ira latente lo torturaría más de lo que torturé al última humano que me fastidió.
—¿Por qué? —Enarqué la ceja ante su chillona pregunta al tiempo en que pisaba el tobillo débil, trozando el hueso y arrebatándole un alarido—, ¿por qué... me lastimas?
Enterré los dedos en su nuca sacándolo de los escombros y arrastrándolo fuera de su celda.
— Suéltame — rogó sin dejar de removerse —. Suéltame, por favor...
—Lo haré — la frialdad de mis palabras comprimiendo su órgano cardiaco y el de la hembra —, cuando termine de arrancarte partes del cuerpo.
—Escucha, ella soltó los parásitos, ¿lo sabias? ¡Ella mató a muchos de los tuyos, esa hembra lo dijo...!
Lo arrojé a los barrotes de la cámara de la hembra quién se pegó aún más a la pared, y tomándolo del cuello lo levanté de tal modo que sus pies dejaron de tocar el suelo. Enterré los dedos en su piel, engrosando las venas de mi mano con la fuerza que contuve para no hacer trizas su cuello y matarlo con facilidad.
—Ella provocó todo—forzó su voz dándome explicaciones que dejaron de importar —. Quería matarte a ti y a todos, era su objet...
Ira era lo que hinchaba mi pecho y apreté más dificultando su respiración. Arrugó su rostro de dolor mostrándome los dientes, sus manos golpearon mis muñecas y pataleó, en vano trató de zafarse de mi agarre.
—Serás el ejemplo de lo que ocurre cuando me tocan los cojones— arrojé con dientes apretados, y miré a la hembra, disfrutando de su miedo.
Tomé la muñeca del hombre extendiéndole el brazo y la torcí, tronando el hueso y trozándolo más con el brusco movimiento al voltearla enteramente, el grito ahogado me extendió los labios en una macabra sonrisa que entenebreció a la hembra.
Acomodé su brazo de modo que el codo se apretara el barrote y empujé desde el inicio de su antebrazo obligando a que el hueso crujiera hasta tronarlo dentro de su piel y destrozarlo en dos.
Los bramidos y suplicas aumentaron y no me fue suficiente dolor dejándolo caer al suelo sin soltar el brazo el cual colgaba destrozado. Se arrastró intentando huir de mí y halé su antebrazo pisándole el hombro y abriéndole la herida que marcó de sangre su vendaje.
—Por favor...— sollozo en un grito, sus suplicas solo me invitaban a ser peor —. ¡Lo siento, lo siento, lo siento, no quiero morir...!
—No te voy a mata, no aun, a menos que abras la boca, entonces te voy a desmembrar hasta que no quede nada de ti.
Presioné la bota en su hombro abriéndole más la herida. Tiré del resto de su brazo ahogándolo con su sufrimiento, estrujé el hueso de su hombro hasta separarlo.
—¡Detente! ¡Siete, ya basta!
Los gritos de la hembra recargándose en los barrotes frente a mí, intensificó la fuerza, la piel se le estiró, se enrojeció y reventó salpicándome las botas de sangre.
—Te metiste con la mujer del hombre equivocado— arrastré con bestialidad.
De un brusco movimiento terminé arrancando el brazo entero. Los chillidos del hombre disminuyeron mareándolo de su propio dolor, cabeceó con los parpados caídos y perdió el sentido en cuanto arrojé el brazo al charco de sangre.
—¡Detente ya, tú no eres así! —sollozó, su decepción me arqueó la ceja—. Ella te está convirtiendo en un monstruo, ¿por qué no lo ves?
La risa ronca y perversa que me atravesó la garganta, le erizó la piel.
—¿La humana me convirtió en esto? — sacudí la mano del hombre a partir del hueso en su muñeca, su sangre salpicándome los dedos.
—Te conozco muy bien como para decir que ella está destruyéndote.
Ese fue su gran error, decir conocerme y no descubrir lo que por años fui. Desde que tuve uso de conciencia estuve destruido, no obstante, en la etapa adolescente esta bestia se hizo parte de mi cuando por mi propia mano maté al roedor rompiendo su cuello sin atisbo de remordimiento, predominó cuando arranqué las sondas y destrocé la incubadora triturando al hombre del área negra al intentar matarme por cuarta vez.
—No te merece, no merece que trates de salvarla de lo que hizo—susurró volviendo con sus manos aferrándose a los barrotes —. No dejes que te convierta en algo que no eres, Siete.
—Te equivocas—Amplié la torcedura remarcando las comisuras antes de arrojar el trozo de carne a su celda, haciéndola saltar—. Esto es lo que siempre fui y lo que ocurra con la humana no es más que la llave que me desencadena.
Trocé la gruesa cerradura extendiendo las rejas de su cámara y dejándola a metro de mí.
El temblor se apoderó de todo su cuerpo y su llanto aumentó empapando sus mejillas.
—¿Y por ella serás capaz de matar a uno de los tuyos?
Hacía tiempo que dejé de verla como igual, y por enfermé saqué arma disparando la bala que le atravesó su muslo. Contrajo su cuerpo con la sangre que salpicó el suelo y arrojó el sollozo de dolor que me remarcó una perversa sonrisa de irónica. A ella no la tocas. Reí para mis adentros, no la toqué y no la mataría, un par de balas no terminarían con su vida, pero el miedo que le provocaría me complacería tanto como arrancarle la imagen errónea que llevó de mi tanto tiempo.
Acribillé el revolver disparando la segunda a su brazo, retrocedió con el llanto emergiendo y se acurrucó en la esquina de la celda mirándome como el monstruo que era. Su miedo me descompuso la quijada y me guardé el arma apartando la banca y tomándola del cuello hasta obligarla a levantarse y acorralarla con el cuerpo.
Tenerla a centímetros de mí rostro me daba el pase a cada una de sus expresiones, las lágrimas empapaban sus mejillas y sus puños golpearon mi pecho el cual no dejó de agrandarse con rotunda fuerza.
—Te desconozco...— me escupió, retorciéndose ante la fuerza que desmedí con intención de dificultar su respiración. La piel de nuestra especie era gruesa y con ella se demostraba a la perfección—. ¿Cómo te atreves a lastimarme así? ¡Estuve contigo más tiempo que esa! ¡Sobrevivimos juntos! ¡Soy de tu misma clasificación!
—Hasta que tocaste lo que no se te permitía—grazné, oprimiendo el órgano detrás de su pecho—. Ella es mi mujer, mi hembra, mía, quien se meta en su camino no sale ileso y por ello, me encargaré de que pierdas todo empezando por la tutela del infante.
Su rostro enrojeció al tocar el punto más débil de todo.
—No obstante, para ello no hace falta mover un dedo, rompiste el contrato y esas son las consecuencias — recalqué entre dientes—. Dejaste que los humanos se salieran con la suya aun cuando por años nos trituraron y procesaron como simples animales, todo por querer destruir a una humana que desconocía nuestra identidad y terminó por darnos lo que otros no.
—¡Murieron muchos por su culpa!
—¿No mataron a cientos de nosotros en sus incubadoras? —recalqué con bestialidad entre dientes, apretando su vena hasta complicarle la respiración—. Aun si tomáramos nuestra libertad el resultado sería el mismo, sangre y muerte. ¿Qué clase de hembra gasta sus energías en tonterías cuando hay un enemigo más grande que una pequeña humana?¿Te sientes orgullosa de ayudar a la basura?
Las vibraciones acumulandose en la escalerilla me hicieron grazna.
—Te daré una sola oprotunidad de recuperar a ese infante. Una sola oportunidad—Volvió a estremecerse con mi advertencía —. Abre esa boca en mi contra otra vez y nunca podrás volverla a ver.
—Suéltala— La asperidad de su voz me arqueó los labios—. Tengo la orden del ministro para detenerte y ponerte bajo observación.
Con la curva resaltando en mi rostro, volteé sosteniendo el cuello de la hembra en mi puño, sus quejidos sombrearon su mirada de interesante modo.
Una larga fila de soldados se acomodaron detrás de él.
—Suéltala—repitió la orden.
Hizo un movimiento con la palma de su mano, señal que reacomodó a los soldados alrededor de la celda, y en tanto uno revisaba el pulso del hombre desmembrado, el resto levantó sus armas señalándome a la cabeza.
—Sigue vivo —informó uno de ellos.
—Ultima advertencia— recalcó alzándome el rostro—, si no la dejas ir, daré la orden de dispararte.
Me tentaba a incitarlo, no me preocupaban sus amenazadas que no eran más que una mentira, pero esto no era un juego para mí y no tenía intenciones de matarla, por ende, la arrojé al suelo.
Cayó sobre sus rodillas y se removió, arrastro aire a sus púlmanes antes de levantarse. Las lágrimas no dejaron de derramarse cuando me miró, y con las manos sobándose las marcas en su cuello abandonó la celda, dándole el paso a uno de los soldados que cerró ambas rejas y reforzó con cadenas. Se creen que con eso bastará para detenerme.
Tres de los soldados se acomodaron frente a la entrada, sin apartar el infrarrojo de sus armas en mi pecho y cabeza en tanto el resto abandonó el lugar.
—El ministro ya viene en camino, quiere tener una charla contigo— informó Lewi, ladeándome los labios de ironía —. Mientras tanto límpiate toda esa sangre y ponte cómodo porque te quedarás aquí por mucho tiempo.
(...)
Pero qué capítulo, ocurrieron tantas cosas, ¿no lo creen?
Si les soy sincera, me gusta más contar todo desde la perspectiva de Nastya, siento que Siete todavía no se abre conmigo, hasta es muy frio contándome todo desde su punto de vista. Se me facilitaba más cuando se trataba de mi bebé Rojito, pero en fin, espero que este capítulo los haya entretenido mucho.
¿Qué les pareció el encuentro con el padre de Nas?
¿Qué hay de la hermanita?
Su mamá casi no participó, pero el pleito entre el padre y Siete me encantó.
Este capítulo esta dedicado a las siguientes bellezas:
Y la bella Luna
Les envió un enorme abrazo ❤ Espero que les haya gustado mucho este capítulo. Perdón por tardar 3 semanas, tuve una semana terrible que me desenfocó y bajó los ánimos, como algunos se dieron cuenta de lo que ocurrió con eso del PDF, pero estoy mucho mejor, y no me queda más que darles las gracias por preocuparse y apoyarme en todo.
LOS AMO MUCHOO.
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