Karma

KARMA

*.*.*

Siete.

Di una calada al puro y recargué la espalda en la pared de la torre antes de soltar el humo creando una cortina que se dispersó con la brisa.

El móvil vibró nuevamente en mi mano con el mensaje de Ivanova exigiendo respuestas. Su insistencia no tenía límites y no estaba de humor para reclamos esta mañana después de que el ministro se atrasara con informarme sobre los progenitores de Nastya y la supuesta hermana muerta.

No era parte del trabajo investigar acerca de su familia, por ende, que apareciera viva no resultó ser el principal interés cuando lo que importaba era abstenerlos de saber lo que ocurría en el campamento militar y evitar que difundieran información al respecto. Eso era lo que el ministro estaría haciendo después de cerciorarse de que se trataba de su familia, pero este informe estaba tardando más de lo que se planeó.

No diré que no me irritaba desconocer lo que ocurría, si terminaban siendo sus padres no se quedarían con los brazos cruzados. Van a querer verla y cuando lo hagan, intentaran llevársela. Este hecho me traería problemas y en el campo de guerra tenía suficiente enemigo como para tener a sus padres de sobra.

Encendí la pantalla y accedí a la misma aplicación agrandando la imagen de la cámara que me mostró mi habitación y a la humana que dormía desnuda debajo de las sabanas de seda. Incliné la cabeza hacia atrás y exhalé el humo entre dientes antes de ensanchar una curva ladina a la vez que me saboreaba los labios con el recuerdo de la textura suave de su piel, el sabor de su carnosa boca y su pequeño y adictivo coño.

Aun tomándola en la bañera no me fue suficiente. Me atraía de forma sobrenatural, era un manjar en todos los aspectos, un deleite para mi paladar del que no me cansaría comer ni mimar. Provocaba las perversidades más placenteras que deseaba acometer con ella y tenerla curiosa por mí, acrecentó un interés que antes no creí llegar a tener.

Salí de la cámara y entré al archivo que Ivanova envió anoche. Reproduje por tercera vez el video descargado y la torcedura de mis labios se remarcó con la imagen del salón en la zona D, y los cuatro hombres retenidos en sus respectivas sillas. Agrandé el escenario observando sus comportamientos. Uno de ellos permanecía encorvado y quejoso, cargaba con heridas en su rostro y el brazo vendado colgando del cuello.

Recordar lo que le hice me remarcó la comisura en una mueca irritada. Este humano y Frédéric no tuvieron nada de suerte. En tanto los otros dos huían al presenciarme dentro del área, éste se encontraba dentro del camión dando la espalda al cortinero y alumbrando las acciones del humano que se creyó que podía herir a mi mujer.

Fue presa fácil cuando lo tomé del tobillo, tirando de él hasta sacarlo del camión estallándolo al mismo tiempo contra el cofre del tanque militar. El crujir de sus huesos y su chillido de dolor no fue suficiente satisfacción para mí, y apenas me sació el llanto y miedo de Frédéric con cada dedo que arrancaba de su mano.

Terminar con su vida fue placentero, pero no hubo suficiente tortura.

Fácilmente podría arrancarles las extremidades y atravesar sus cráneos con una bala, tal como hice con los hombres del subterráneo. Pero si los mataba a todos podría correr el riego de ser descubiertas mis intereses con la humana teniendo a Ivanova y a su padre haciendo preguntas con cada una de mis acciones y decisiones.

Aunque vivos eran en parte un beneficio. Cuando se les preguntó por el paradero de la testigo de la que tanto se habló entre los sobrevivientes, los hombres afirmaron con seguridad que esa era su ubicación, que la ataron a un drenaje dentro del sótano y la abandonaron como castigo.

Entendí por qué me costó tanto encontrarla hace dos meses. La ubicación que se nos dio era errónea, nos llevó a un almacenamiento y no a un sótano de limpieza. Nastya se hallaba a 11 túneles de nosotros y si no fuera porque obligué al grupo dividirse y agrandar la búsqueda, las cosas serían muy diferentes entonces.

Evitar dar información de la violencia que utilizaron sobre ella y mentir sobre su ubicación en el subterráneo, tenía sus consecuencias. Se les dio algo a cambio por dicha información, y se les revocaría con la evidencia que la humana tenía grabada. Pero si se hacía un interrogatorio con ella presente, podrían abrir la boca de más y decir lo que no convenia.

—Ella fue la que nos buscó— espetó uno de ellos.

Bajé el volumen y me concentré en la mujer uniformada moviéndose de su lugar.

—A ver si quedó claro— Se detuvo frente a ellos—. Se fue la electricidad y ustedes fueron a un estacionamiento que estaba prohibido y ella los persiguió, ¿eso es lo que dicen?

Dos de ellos asintieron sin titubeos.

—Ella nos siguió — dijo el de las heridas—. Sola se metió en problemas.

Apreté la comisura y tomé una colada más.

—¿A qué fueron a ese estacionamiento? — cuestionó el teniente.

Debido a mi ausencia él tomó mi lugar.

—Querían ver los autos militares.

—No creo que haya nadie en la base que no sepa leer las advertencias en las mallas— habló la mujer—, y qué coincidencia que ustedes tocaran ese punto del estacionamiento cuando la electricidad se fue.

—Sabíamos de las advertencias aun así quisimos entrar. Aprovechamos que se fue la electricidad para pasear.

—Solo queríamos ver los autos militares— dijo otro—, estábamos aburridos.

—Hay tantos camiones grandes y están apartados del edificio, seria sencillo llevar a alguien ahí y lastimarlo sin que nadie más escuchara.

—No la lastimados, esa loca nos siguió —exclamó uno—. Estábamos tranquilos divirtiéndonos cuando ella apareció golpeando a Frederic por la espalda.

—Lo golpeaba con un palo, lo habría matado si no fuera porque la detuvimos.

—¿Y por qué lo golpearía? — preguntó Ivanova.

Percibí la tensión en uno de los hombres.

—Se quejaban hace unos segundos de lo ruda que fue, pero ahora están muy calladitos—bufó Gae.

—Hablen—ordenó ella, mirando la pantalla del polígrafo—, ¿por qué golpearía a su compañero?

—Porque recordó lo que le hicimos en el subterráneo.

—¿Qué le hicieron?

La torcedura me tembló con la pregunta del hombre uniformado recargándose en la única mesa.

—¿Qué fue lo que le hicieron? — repitió la pregunta.

—La atamos y la dejamos a su mala suerte—escupió sosteniéndose el brazo herido—. Es obvio que estaba molesta.

—Pero se lo merecía— sostuvo el de alado —. Gracias a ella muchos murieron, muchos experimentos y trabajadores inocentes.

—Sí, bueno, eso ya lo sabemos— Meneó la cabeza dejando que sus rizos mojados salieran de su moño—. Pero en vez de dejarla ir y notificarnos lo sucedido, la metieron a un camión, ¿por qué?, ¿para qué?

—Su compañero Dmitry avisó a uno de los soldados sobre lo que estaban haciendo— siguió el teniente señalando al hombre en el último asiento.

Arqueé la ceja al observar al humano delgaducho que permanecía en silencio y con la mirada baja, era el único de ellos que no pagaría las consecuencias. No era esta la primera vez que escuchaba su nombre, y mucho antes de anoche conocía de su existencia, una poco interesante. Fue el supuesto hombre con el que Nastya estuvo en el subterráneo y el cual la entregó en manos de Jerry y de estos hombres.

—Por suerte nuestro mejor soldado ya estaba dirigiéndose a ustedes. ¿Por qué la metieron al camión?

Dos de ellos miraron el suelo, sabían que fueron descubiertos, rompieron con uno de los acuerdos que hicieron con el ministro de no agredir a la testigo, y abrir la boca para soltar tonterías los hundiría más.

—Nos molestamos —respondió el mismo—. Lastimó a nuestro compañero, lo hirió del hombro sin una razón justificable, buscaba pleito con nosotros, ¿por qué no habríamos de hacer algo? La estábamos asustando, pero luego apareció ese experimento y mató a Frédéric.

—No tengo tiempo para escucharlos toda la noche, este no es mi trabajo ni mucho menos el de mi equipo, pero, entienden que este interrogatorio está siendo grabado, ¿verdad? —la exclamación de Ivanova los puso nerviosos —. Todo lo que digan aquí será usado en su contra cuando se le interrogue a ella.

—Estamos diciendo la verdad.

—Escuchen, nosotros no vamos a decir quien es, pero si perdió la memoria y así es como reacciona con cada recuerdo mejor llévensela a algún lado—pidieron—. Ella sola puede echarse de cabeza y aquí hay muchos que odian a los que provocaron el caos. Sobre todo, los experimentos.

—George tiene razón, no me extrañaría que cuando recuerde quien es, trate de escapar tal como trató de hacerlo allá abajo.

—¿Escaparía de este lugar que es altamente protegido?

—Altamente protegido mi trasero— bufó —. Semana atrás hubo disparos cerca del estacionamiento, no somos tontos, sabemos que algo sucedió y ustedes actuaron tarde.

—Déjenos el trabajo a nosotros — Se enderezó—. Ustedes están aquí por lo que trataron de hacerle y miren nada más, quejándose como si fueran a salir ilesos de aquí.

—¿Nos van a encerrar por tratar de asustarla? — gritó enfurecido—. Esa maldita es una asesina, vimos a nuestros amigos, niños y bebés siendo masticado por esas monstruosidades creadas por ella. Se disfrazó en nuestro grupo, se hizo pasar por inocente y trató de salir ilesa con frascos de sangre de experimento.

—Ustedes nos mintieron, nos dijeron que la tenían en la base y que la mantenían alejada de los sobrevivientes— la furia del hombre quien mantuvo intimidad con ella, me remarcó la torcedura—. Pero la tiene aquí, vestida de ovejita, vagando libre como si nada, jugando con niños, cargando un bebé que pudo perder la vida por su culpa de no ser por personas como nosotros que se sacrificaron para salvarlos de lo que ella hizo. ¿No les da vergüenza?

Ivanova apartó la mirada, pude ver la mueca que apretaba. Se estaba tragando las quejas que recibía y guardándose las respuestas que el ministro ordenó no dar.

— ¿Por qué no le dicen quién es? — continuó—. Es que no lo entiendo. Éramos un poco más de 200 trabajadores y aproximadamente 390 experimentos de los cuales la mayoría infantes y neonatales. La dejan convivir con quienes apenas pudieron sobrevivir, con quienes lastimó, traumatizó y perdieron muchos seres queridos ahí abajo, ¿por qué?, ¿no les pesa?

El humano no se equivocaba con la rabia que emitía, misma que una vez tuve al reconocer a la mujer que saqué del agua en aquel sótano. Pero sus palabras eran un arma de dos filos, se quejaban de los hechos culpándola a ella como única responsable, pero ninguno se culpaba así mismo por mantenernos en cautiverio, con reglas y castigos, decidiendo por nosotros, triturando vivos a neonatales e infantes que no cumplían el procedimiento que demandaba Chenovy.

Humanos hipócritas, se hacían las víctimas ofendidas que clamaban justicia.

Si había una razón por la que no se le mencionaba a Nastya quién era, era porque así se había decidido desde el principio en que se supo de su amnesia. Se dio una fecha límite para que recordar, una que no se le permitía saber, y de no ser así, se le diría todo lo que se reservaba saber para ser llevada a juicio.

Con la evidencia en los videos, las firmas en los documentos con Anna Morozova y el testimonio de Richard, era suficiente para hallarla culpable y procesarla.

Empuñé el móvil sintiendo la tensión y la ira que hervía en mi sangre. El tiempo empezaba a agotarse y ella no recordaba todavía lo que debía. Poco me importaba que supiera quién era yo, lo que más me enfurecía era que no recordara lo que hizo y para quienes trabajó. El tiempo se agotaba para que el juicio de Anna y Esteban diera inicio y ella tuviera que presentarse.

En un principio Nastya fue vista como una testigo por el testimonio que podría dar en contra de ellos. Saldría beneficiada con la información y era por ello que la protegían en la base sabiendo que había quienes la querían muerta. Pero a falta de memoria y con testigos detrás de ella, solo sería otra culpable más.

La apartarían de mí lado, se la llevarían. Extendí ambas comisuras con la rabia y la impotencia expandiéndome los músculos. No estaba haciendo este trabajo por nada, no me disfrazaba de humano y me involucraba tanto con ellos, presentándome a sus juntas solo para que al final me la quitaran de las manos.

—¿Y por qué debería pesarnos a nosotros? — preguntó la mujer—. Estamos haciendo nuestro trabajo, y tal vez no les guste, pero así es como es.

—Si los experimentos llegan a saber quién es ella, no volverán a confiar en ustedes— sus quejas siguieron emitiéndose de la bocina—. ¿Por qué la tienen aquí?

—No la queremos aquí. Llévensela a otro lugar— ordenó el otro—, o enciérrenla de una maldita vez, porque es lo que putas personas como ella se merecen.

El vídeo se cortó dejando el interrogatorio inconcluso, hasta esta escena había sido grabado antes de ser enviado a mi dispositivo. No obstante, no hacía falta saber en qué terminaba, anoche después de dejarla en mi cama, interrumpí en la zona D antes de que a Ivanovna se le diera dar una conclusión errónea.

No hizo las preguntas correctas, razón por la cual el polígrafo que utilizó no fue suficiente al momento de mostrar quién mentía o no. Quienes conocían dicho artefacto sabían que el nerviosismo los traicionaba y ellos supieron muy bien como abstenerse, hasta que llegué.

No le gustó que tomara su interrogatorio obligándolos a permanecer en su lugar, pero mi presencia los puso aún más nerviosos y todas las mentiras relucieron delante de sus ojos en cuestión de minutos. Ahora tres de los hombres permanecerían detenidos en los gimnasios, se les brindaría comida tres veces al día y se quedarían ahí hasta que el ministro volviera y dictara su última palabra.

No obstante, el hombre delgaducho quedó en libertad y le convenía no ser un estorbo para mí, de otro modo me obligaría a deshacerme de él.

Las vibraciones en los escalones tensaron mi mandíbula.

—¿Ahora fumas?

El bufido agudo se amortiguó con el sonido de su órgano cardíaco acelerando el bombeo, el nerviosismo en ella era lo que más la delataba. Era intrigante que viniera hasta aquí, después de lo de lo del subterráneo y de saber que el neonatal estaba bajo mi custodia dejó en claro que no volvería acerca y que esperaba verme sufrir.

Di una calada profunda, llenando mis pulmones del material antes de entornarme en la mujer que se detenía a metro de mí. Llevaba el uniforme militar como parte de una regla fundamental para subir a los muros, y su cabello negro estaba recogido en una alta coleta que pronunciaba su alargado rostro y sus pómulos marcados. En sus labios rosados había una mueca y en sus ojos grises una mirada que mostraba la ira y el rencor que guardó desde lo del subterráneo.

— Estaba decepcionada porque ocultabas tus escleróticas y te vestía distinto. Pero ahora fumas y usas un aparato de esos mordernos y viciosos—señaló el móvil en la mano —. Actúas como todo un humano y no parece molestarte, supongo que te gusta, ¿no?

—Estoy obteniendo todo lo que quiero, ¿por qué no habría de gustarme? — alargué con asperidad.

Di una calada más soltando el humo y mirando las arrugas que se formaban en su frente.

—Si no fuera porque te conozco desde el subterráneo no te reconocería Siete.

Negó con un ligero movimiento de la cabeza, el gesto de disgusto estaba de más.

—Aunque lo cierto es que, ya no te reconozco—añadió—. Ya no sé quién y qué eres.

—¿Crees que me importa? — arrastré paulatinamente. Poco me importaba en tanto al final la tuviera conmigo.

Frunció sus labios remarcando la mueca, demostrando cuanto odiaba mi falta de interés.

—Debería—esbozó con asperidad—. Has cambiado mucho...

Hizo una pausa recorriéndome el cuerpo, la lentitud con la que detallaban la diferencia en el uniforme negro y cristalizaba su mirada me arqueó una ceja.

—Ya no eres el Siete que conocí en el laboratorio.

No, soy peor.

—No somos como ellos— apuntó a la nada—. Somos mucho mejores. ¿Por qué tratas de asemejarte tanto a ellos?

Torcí los labios, si no puedes contra el enemigo, únetele. Eso era lo que estuve haciendo desde que no me quedó más que entregarla en el subterráneo al estar rodeado de sus soldados y tenerla a ella muriendo en los brazos de otro.

Pero unirme no era ser uno de ellos. Me aprovechaba de los beneficios que se me daban con este trabajo, mis intenciones no eran las que dejaba ver.

—¿Eso es lo que hago? — inquirí sin disminuir la torcedura.

—Sí—se mantuvo firme—. Últimamente te la pasas con ellos, te vistes, hablas y actúas como ellos y ocultas tus habilidades y tus escleróticas con esa porquería en los ojos, ¿tanto te avergüenzan tus escleróticas? Porque todos saben que a lo que más temen los humanos es a nuestros ojos.

Se le enrojeció el rostro con su exasperación.

—¿Dejaste tu puesto para venir hasta aquí a decirme esto? —alargué, soltando el humo que se dispersó con el movimiento de su mano.

—No. Pero no está de más decir cuan bajo empiezas a caer —Negó enseguida y una fingida sonrisa asomó sus labios—. Quiero hablar contigo sobre algo que he estado escuchando en los experimentos desde hace cuatro días y que está molestándome mucho.

—¿Planeas hablarme de los rumores? —escupí enfundado el móvil—. Ambos sabemos que no eres capaz de escuchar correctamente.

Su habilidad auditiva no tenía reparo, al menos que usara uno de los dispositivos que se le ofreció, pero que ella misma lo negó.

—Estuve presente y cerca de esas charlas así que escuché bien—levantó la voz.

—No me interesan.

—Pero hablaban de ti, Siete—Su insistencia demostró el atisbo de preocupación—. Llevan días hablando de ti.

—¿Crees que me importa? —espeté. Escuché mucho de mi en la boca de otros, pero nada relevante, nada que me importara o tuviera relevancia para mí.

Miró al umbral de la escalera antes de acercarse, deteniendo su paso hasta que el humo del puro acarició sus pómulos.

—Unos experimentos comentaban en la cafetería que sabían quién eras tú y lo que hiciste — contó. Estaba claro que la gran mayoría de ellos sabrían quién era yo, después de todo, salimos en el mismo grupo de sobrevivientes—. Hablan sobre que fuiste el experimento que puso de rodillas a los trabajadores en el subterráneo e hizo que los experimentos se revelarán contra ese tal Jerry que, creo, que era el que los lideraba.

No estaba equivocada. No estuve desde el principio en el grupo de sobrevivientes que aquel humano lideraba, me uní a ellos cuando los encontré acomodando la escalera que crearon en el comedor. Jerry no tenía inteligencia suficiente para diferenciarnos, se creía el dueño de nosotros dando órdenes y decidiendo sobre nuestras vidas como si no tuviéramos voz.

El trato que él y los suyos daban a los míos aun después de lo que sucedió, seguía siendo el mismo y entendí que si salíamos al exterior siendo lo mismo para ellos, nada cambiaría para nosotros. Solo me bastaron unas palabras de exigencia para convencer a los míos cuando nos enviaron como carnada al segundo piso del elevador. Les quitamos sus armas, los hicimos arrodillarse, por primera vez nos miraron como una amenaza. El miedo que percibí en los sobrevivientes cuando los míos se levantaron con armas y apuntaron a sus cabezas, seguía intacto en mi memoria.

Ese fue el día en que nos vieron como la especie superior. No más ordenes, no más encierro, ahora tomábamos nuestras propias decisiones.

—El punto es que, cuando estaban comentado sobre ti...—Llevó sus manos sobre su cadera —, hubo otros que se empezaron a burlar diciendo que ahora eras tú el que se está arrodillado ante ellos. Que los imitabas, que hacías lo mismo que ellos y les lamias los pies como un perro con la cola entre las patas, así te llamaron, Siete.

Arqueé la ceja, se creía que me provocaría saber que algunos experimentos no tenían nada mejor que hacer que gastar su tiempo hablando de mí. Si no me importó en el subterráneo no lo haría en el exterior.

—No me gusta lo que dicen de ti, antes te tenían mucho respeto, te miraban como un líder ahora empiezan a hacer chistes sobre ti, ¿qué pasa si saben por qué haces esto? — preguntó bajando el volumen de su voz—. No vengo para pelear ni para exigirte nada. Pero, ¿cómo reaccionaran si saben que te disfrazas y estas con ellos por la humana que provocó todo esto? Si ahora se burlan a tus espaldas, llegará el día en que se burlaran delante de ti y si saben lo de Nastya, te van a odiar Siete. No te van a aceptar, no te van a querer en nuestras tierras si saben que te acuestas con ella

Era tonta si se creía que algo como eso me detendría.

— No quiero que te hagan aún lado y te odien, tampoco quiero que te lastimen porque te crean traidor.

Las contracciones en su órgano retumbaron mis oídos.

—Quizás no conocía nuestros aspectos, pero ya está hecho, murieron muchos a causa de ella— enfatizó y hundió más sus cejas en un gesto exagerado—. Pienso mucho en lo que esa tal coronel dijo una vez en el subterráneo. Que buscaban a la testigo y resultó ser ella. No creo que la dejen libre de lo que hizo, Siete. Y si es por eso que estas tan cerca de ellos, entonces no has podido conseguir nada.

Chasqué la lengua.

—Interesante— mi engrosada voz la intimidó y ladeé apenas el rostro endureciendo la quijada. Esto empezaba a irritarme—. ¿Por qué crees que no he conseguido nada?

—¡Porque te acuestas con ella y ni siquiera sabe quién eres!

La torcedura tembló y endurecí la quijada, esta mujer me hervía la sangre. Pero que Nastya no me recordara no pretendía ser uno de mis objetivos, por ende, se equivocaba. Me bastaba con saber que su cuerpo me recordara y no pudiera negarse a mis efectos.

— Según a ella parecía gustarle Siete, el experimento con el que estuvo atrapada en el área negra —Apretó los labios en una sonrisa amarga—, pero te ha olvidado y sus sentimientos también, y ahora se acuesta con un hombre que apenas conoció hace unas semanas. No es mi intención hacerte enojar. Solo quiero que te des cuenta que al parecer ella no sintió nada por ti y no va a recordarte. Ni siquiera parece intentarlo. Es que te tiene justo en frente y te llama Keith, el soldado que está comprometido con esa tal coronel. Ni quisiera eso la detiene para ser tan sinvergüenza.

Señaló la mano en la que sostenía el poro y donde el pedazo de metal simple ocupaba el dedo anular.

—¿Por qué te comprometiste?

Incliné la cabeza hacía atrás antes de torcer la mueca que aumentó su nerviosismo.

— ¿Qué es lo que quieres conseguir? — Alzó sus cejas en un gesto exagerado y soltó una exhalación—, ¿qué te la dejen aquí?, ¿es eso lo que quieres?, ¿te la quieres llevar a donde viviremos?, ¿crees que la van a aceptar ahí? ¿Crees que podrás hacer una vida con ella?

Esta mujer no sabía nada al respecto. Se creía que era un tonto, como si no supiera lo que estaba haciendo, sacrificando a cambio de nada. Nadie aquí conocía mis planes, por ende, cuestionarme sobre lo que obtuve o no hasta ahora y creer que, desperdiciada mi tiempo, era absurdo.

—¿Crees que no van a intentar lastimarla o a matarla los nuestros? Por favor, Siete, sabes que lo intentarán, así que no vale la pena arriesgar tanto por ella.

—¿Has terminado? —exhalé el humo del puro.

—¿Que si he terminado? — bufó y levantó las cejas en un gesto de indignación—. Se nota que ni siquiera tomas en serio el consejo de alguien que aun después de todo sigue preocupándose por ti.

Estiré los labios, una ladina torcedura que no tenía un atisbo de gracia, pero mostraba lo absurdas que eran sus preguntas.

—¿Por qué debería? — Me incorporé dando una última calada hasta terminarme la colilla y dejar caer sus restos al suelo—. No sabes ni la mitad de lo que hago ni por qué lo estoy haciendo.

—Lo haces por ella— interrumpió.

Sin disminuir la torcedura eché una mirada al edificio de tres pisos, desde esta distancia y posición podía ver el balcón de su habitación. El sonido de su corazón, lento y melodioso llegó a mis oídos como el de los golpes de los infantes tocando a su puerta.

—La humana no es todo lo que planeo conseguir— recalqué entre dientes al tiempo en que me entorné a su mirada confusa.

—¿Y qué más quieres conseguir?

Esta hembra no podía ser tan ingenua. Acorté el poco espacio de tal modo que detuvo su respiración, tensionándose con los centímetros escasos entre nuestros cuerpos.

—Deja de perder más de mi tiempo y vuelve a tu puesto—Tembló con mi aliento acariciándole sus labios y la hice aun lado cuando no se inmutó.

Dirigí el paso hasta la baranda de piedra y recargué mi peso al extender los brazos y empuñar las manos en la materia. Con esta altitud, el resto de la base quedaba expuesto ante mí y con ello las puertas metálicas de la muralla siendo abiertas.

Tres camiones se adentraron estacionándose frente a la torre y cinco hombres bajaron para ser inspeccionados por los militares. Revisaron sus camiones con detectores de material explosiva, y recibieron los documentos en los que se les permitía ingresar a la base para sustentar almacenes de alimentos y entregar mercancía del personal y los sobrevivientes.

No entiendo nada...

La curva izquierda de mis labios se estiró retorciéndome el rostro de malicia. «Mi distracción despertó.» Saqué el dispositivo antes de acceder a la aplicación de las cámaras de seguridad y agrandar la imagen que me mostró la habitación en penumbra y mujer de mirada exótica y curvas provocadoras bajo el edredón de mi cama.

No había provocación más grande que esta.

—Sigues aquí—arrastré con irritación al percibirla en el mismo lugar.

—Sí— su voz tembló—. Es que hay algo más que quiero decirte, Siete.

—Tengo asuntos más importantes qué atender.

—¿Por qué estas siendo tan frio conmigo? —gruñó—. Nunca te he hecho nada, me he tragado todos los insultos que te mereces y me he quedado callada sin decirle a nadie quién es ella, así que al menos merezco tu atención.

—Te has quedado callada porque sabes lo que te conviene—le recordé.

La humana se acomodó sobre su costado y enfoqué la cámara desde otro ángulo cuando extendió su brazo y recostó la palma de su mano. Hacía lo mismo que hizo en el área negra cuando no me encontró a su lado.

—¿Por qué? —susurró rozando sus nudillos en los labios—. Tiene un anillo...

Las contracciones de su pequeño órgano ladearon mi rostro. Qué interesante resultaban ser las emociones de mi mujer, no obstante, que una sortija la lastimara era de esperarse. Después de todo tener tales materiales significaba para los humanos la unión entre dos seres.

Era una lástima que esta baratija y su concepto me resultaran inservibles.

— No sé cómo puedes dejar que te manipule—farfulló detrás de mí—. Bien, si no quieres escucharme no te voy a rogar. De lo que te pierdes...

Sus pasos vibraron en la acera, se apartaba en dirección al umbral.

— Ah, y dile a Nastya que cuide mejor de Tayler.

Removió el edredón de sus carnosos pechos, las areolas enrojecían de tanto ser saboreadas por mí.

— No sé qué le ocurrió anoche como para dejar al bebé en manos de Jenny. Si se le deja a alguien un neonatal debe cuidarlo responsablemente y ella no lo hizo. Al parecer no se le dará bien tratar de ser madre..., aunque nunca lo será, después de todo no hay compatibilidad entre ustedes y Tayler nunca será su hijo de sangre. Así que no podrás tener bebés con ella Siete.

—Bebés — arrastré entre dientes, Nastya extendió las piernas fuera del colchón y apartó el resto del cobertor dándome el festín de su sexo enrojecido y de ese interesante vientre—. ¿Es eso lo que quiero con la humana?

—No, tú no.

No se equivoca. Aun si fuera compatible con la humana, procrear no estaba en mis planes.

—No eres el tipo de hombre que quiera formar una ridícula familia, volverse padre y tener cuanto neonatal se le antoje como a los humanos.

—Pero a como es ella sí los querrá—Sus vibraciones tomaron dirección a mí —. Se nota a diestra y siniestra que los quiere sin importar la situación en la que seguro esté. Es un imán de infantes y bebés, siempre rodeada y todavía juega con ellos como si entendiera su diversión.

La palma de su mano se recostó sobre el vientre y apreté la comisura con la caricia de su pulgar en la zona entumecida.

Qué interesante mujer.

—No sé por qué luchas por una humana que seguro cuando se canse de tener sexo con un experimento que solo puede darle buenos orgasmos, se buscará a un hombre fértil con el que pueda casarse y tener cuanto hijo quiera antes de que se muera.

Dejé de mirarla vistiéndose con el camisón y seguí el recorrido de sus dedos trazándome las venas del antebrazo antes de bajar hasta la mano que sostenía el móvil y apagar la pantalla.

— Entiende Siete—susurró al tiempo en que recargó su pecho en mi espalda —. Entiende que ella es diferente a nosotros. Una humana que nunca podrás llevarla a vivir con nosotros. Tiene muchos problemas por detrás, uno de ellos es que todos la odiarán cuando se sepa quién es, el otro problema es que envejecerá más pronto que tú.

Sus manos se enterraron en el torso, aferrándose a mi calor. La curva se me ensanchó al percibir el aroma de su sexo húmedo. Esta hembra sigue en celo.

— Y más importante—ronroneó—. Morirá más rápido y sabes a qué me refiero. Podrás haber inyectado sangre de un rojo, pero no hay nada que eliminé por completo la sangre de un negro, así que quién sabe qué tipo de complicaciones tendrá más adelante. Será una carga mayor.

La descarga en el pecho incendió la rabia y la piedra del barandal crujió bajo mi puño como causa. Estaba jugaba sucio utilizando mis puntos débiles como si con eso pudiera hacerme, abandonar a la humana por las cargas que la misma llevaba.

—Tu ya has pasado por mucho como para que mantengas y cuides de una humana que no merece tu atención, que se le va a colgar todo antes de la tercera edad y que morirá tarde o temprano. En cambio, yo, soy igual de fuerte que tú. Somos de la misma clasificación — Rodeó mi torso con ambos brazos y se apretó a mí—. Sin enfermedades presentes y futuras, sin enemigos y con un envejecimiento lento. Siempre seré estrecha y estéril, además, conmigo no habrá necesidad de contener tu fuerza a la hora de intimar. Soy todo lo que te gusta.

Retorcí los labios con ironía.

—¿Quién manipula a quién? —el grosor en mi voz contrajo su pecho.

—Yo no...

Rompí su agarre trabándola con las palabras, y empuñé una de sus muñecas volteando con el brusco movimiento que la dejó a centímetro de mi boca, helada y temblorosa con la ira irritada que temblequeaba en mi torcedura.

— Aun a las malas no has entendido que con probarte una vez dejaste de interesarme— escupí, viendo el temblor en su mentón.

—Si lo sentiste una vez, puedes volver a sentirlo, podemos...

—Con lo que tuve de ti fue suficiente —apreté su muñeca hasta enrojecerle la piel —. Pero de la humana, no importa cuánto la tenga y pruebe de ella, quiero más.

—Te gusta, ¿verdad? ¿Te gustó desde que la reencontraste en el subterráneo? —se zarandeó bajo mi agarre, rogando por una respuesta—. Solo respóndeme eso y te juro que me iré, ¿te gusta ella?

Sonreí ladino provocando que apretara su entrecejo, ver la ira brillar en el gris de sus ojos fue satisfactorio, esto era lo que mis decisiones provocaban en alguien que nunca me intereso.

—Solo respóndeme eso—siguió rogando.

—Hace mucho que sabes la respuesta—escupí con irritación.

Las lágrimas que estuvo conteniendo empaparon sus mejillas y mi humor empeoró con la presencia de una vibración aproximándose a la escalera.

—¿Vas a hacer tu pareja a la asesina de los nuestros, Siete?

Remarqué la torcedura con perversidad.

— Que esta sea la última vez que vienes a mí con intentos de hacerme cambiar— advertí, soltando de golpe sus muñecas y obligándola a que retrocediera—. Ahora, largo de aquí.

Apretó su mentón resignándose a abandonar la torre.

—Te has vuelto muy cruel conmigo.

—No te equivoques, siempre he sido cruel, pero estabas tan cegada para ver que no me interesabas y seguiste arrastrándote por mí— la bestialidad de mi voz escupiéndose entre dientes frunció sus labios.

—Es verdad— sollozó, dando un paso atrás—. Siempre has sido...

—¿Te equivocaste de torre?

La áspera voz del soldado Lewi la enmudeció y palideció deteniendo el sollozo antes de secarse las lágrimas y mirarme esperando más.

El movimiento de mi quijada recalcando mi orden anterior, fue suficiente para fruncirle los labios y desatar su llanto.

—Ya me iba.

Se volteó obedeciéndome enseguida, y apresuró el paso escapando de la mirada del soldado quien extendió su brazo tatuado aferrando la mano en el marco y deteniendo en seco su paso.

—¿Tanto te asusta mi presencia? —espetó—, ¿O es el hecho de que te descubra fuera de tu zona cuando se te dio una advertencia que siquiera eres capaz de mirar a la cara? Levanta la maldita mirada y respóndeme.

—¡A mí nadie me da ordenes! —gruñó—. Menos un imbécil humano arrogante y debilucho como tú.

Intentó pasarlo de largo, pero éste la alcanzó del brazo estrellándola a su torso. La altura en ambos era similar, aunque el soldado ganaba por centímetros e intimidación.

—Regresa a tu puesto y si no te veo para cuando vuelva, daré la orden para que te restrinjan este trabajo también — amenazó.

—¡Púdrete!

Quiso empujarlo y la apretó con ambas manos a su cuerpo, el jadeo de Seis y la escena que desató me irritó.

—No soy blando como el teniente Gae, a mí no me vas a insultar, no vas a burlarme como si pudieras pasar por encima—espetó demasiado cerca de su rostro —. Mis sanciones no son dar horas extras o encerrarte en tu habitación, más tarde te darás cuenta de cómo te la voy a sancionar.

Enarqué una ceja y la soltó para que abandonara la torre. No me hizo falta entender de qué se trataba esto, a la hembra y a Richard los tenían vigilados por intentos de perjudicar a Nastya. Richard se había mantenido al margen de las reglas respetando la distancia con la humana, pero Seis fue hallada con ella una noche, desde entonces habían cambiado de soldado para mantenerla alineada. Se les dio beneficios a cambio de su silencio temporal, pero esta hembra no las respetaba al igual que no respetaba el horario del trabajo que se le dio.

No perdí el tiempo en seguir sus vibraciones y desenfundé el arma antes de abandonar la torre para empezar el recorrido en la cima de la muralla. Que Seis apareciera encajando los dedos en la herida me tendría fastidiado a lo largo del maldito día.

La sangre de mi especie actuaba como invasor, produciendo sustancias mortíferas que dañaba los órganos hasta consumirlos. Eliminarla no era un impedimento si se utilizaba la sangre correcta en el tiempo preciso, pero transcurrieron días antes de la llegada del neonatal al área negra, por ende, existía la posibilidad de que los residuos siguieran en Nastya.

Darle más sangre de experimento rojo no era un problema, no obstante, me bastó con un conejillo de indias para saber que inyectar más sangre de experimento rojo no serviría si con la que obtuvo del neonatal y la que se le dio para sanar las heridas del cráneo, no fue suficiente para erradicar el resto de la sangre tóxica.

El único modo de saber si seguía envenenada, era esperar. Con el paso del tiempo los síntomas que padeció volverían, y tal vez no con la misma fuerza, pero era un hecho que tendría que consumir más sangre cuando sucediera y hacer de este consumo parte de su vida.

No estuve de brazos cruzados, tenía todo preparado en dado caso de que sucediera.

Perderla otra vez no estaba en mis planes.

Las breves vibraciones de mensajes acumulándose en el móvil no me detuvieron el paso y recorrí la segunda parte de la muralla, avanzando sobre la zona B. La estructura quedaba a mi disposición y como esos dos trabajadores que trataban de restaurar el costado de la entrada trozada. La puerta metálica había sido arrancada con los rieles trozados y el cableado colgando en la parte superior. No era la única puerta destruida en el lugar. En su interior se hallaba arrancada la entrada de la segunda salada en el cual se hizo la junta con el general sobre el incidente en el campamento antes del apagón.

Desde que la electricidad falló en toda la base, el sistema de seguridad de la zona nos mantuvo encerrados. Que sucediera un fallo nos puso en alerta y lo que restó por hacer era esperar a que el sistema se reiniciará, por ende, mantuve a Nastya todo ese tiempo en la mira. Vigilé lo que hacía y lo que ocurría a su alrededor. La humana era buena para meterse en problemas cuando me encontraba lejos de ella. Perdí el control con sus tontos impulsos y arranqué puerta por puerta: un espectáculo para los presentes.

Desenfundé el móvil cuando la vibración volvió y ver la pantalla mostrando el nombre de quien llamaba me chasqueó los dientes. Hablando de tonterías.

—¿Qué noticias tiene? —espeté con lentitud al llevarme el móvil al oído.

—Son sus padres, soldado.

Apreté la mandíbula.

—Saben de los experimentos ya que dos de los tuyos los detuvieron, aunque no fue nada sencillo explicar lo de las escleróticas del experimento 32 Negro y 12 Naranja sin que la madre hiciera un escándalo— siguió—. Se les obligó a firmar un documento de confidencialidad a cambio de que se les hablaría de su hija.

Todos los humanos que sabían de nosotros se les obligó a firmar las respectivas en las que aceptaban ir a la cárcel sin abrían la boca o intercambiaban información electrónica.

—Les dije que está a salvo en una base militar al otro lado de Moscú junto con el resto de sobrevivientes— respondió con simpleza—. Sus padres sabían que trabajaba para la senadora Anna pero creían que su hija había viajado con ella a San Petersburgo por asuntos de negocio que la misma tenía. La señorita Romanova creó una cortina bastante creíble, así que cuando les hablé del laboratorio, y hay algo más, soldado.

Hizo una pausa innecesaria.

—No tiene 26 años. El acta de nacimiento que se encontró en la evidencia de Anna, era falsa. Para que nadie sospechara y que la chica fuera aceptada en el laboratorio, tuvieron que falsificar su año de nacimiento también. No aceptaban trabajadores menos de 23 años y Nastya Romanova acaba de cumplir sus 22 años.

La curva de mis labios se extendió, la humana no dejaba de sorprender. Resultó ser más pequeña para mí de lo que pensé la primera vez que la tuve cara a cara.

—Lo que quiere decir que el resto de actas que encontraron de los otros trabajaron también son falsas. Aunque es curioso que tengan el nombre real— prosiguió —. Además, la familia de la señorita no... ¡Ey! ¡Niña!

Un golpe repentino al otro lado y el grito del ministro extendiéndose cada vez más me arquearon la ceja.

—¿Hola? —la voz de un infantil se emitió de la bocina y detuve el paso a metro de la siguiente torre escuchando la agitación de su respiración— ¿Es el sodado que tiene cautiva a mi hermana?

Se me extendió una torcedura, era la difunta hermana menor y qué interesante resultaba escucharla por primera vez.

—¿Tiene a mi hermana sí o no? ¡Respóndame, no puedo correr por mucho tiempo porque el señor me está alcanzando! ¿La tiene o no?

—La tengo— le di la respuesta que esperaba.

—¡Quiero que me la devuelva, señor! — exclamó—. Ahora mismo.

—No obedezco ordenes de un infante.

—¿Me llamó infante? —se indignó— Escuche, mi hermana no hizo nada malo como para que la tenga allá.

—¿Estás segura?

—Por favor, Nasty es buena persona, trabajaba mucho para que me dieran medicamentos y pudiera mejorar, por eso se metió en problemas. Déjeme verla o al menos pásemela— pidió—. Quiero decirle que ya me repuse porque el Doc me curó completamente o algo así dijo. Sigo casi igual de pelona pero ya puedo comer hamburguesas y coca cola. Le llamé y envié mensajes trillones de veces, pero no me contesta a su teléfono y papá y mamá están muy preocupados porque no vuelve a casa... Ah, dígale que mamá está esperando un... ¡No, espere, espere, quiero hablar con mi hermana!

Su chillido agudo apretó mi mandíbula y apoyé el puño en la baranda del borde de la muralla, entendiendo sus suplicas apartándose de la bocina.

—Hablará con ella más adelante señorita—El ministro logró atraparla tomando el mando del dispositivo —, ahora regrese con...

—¡Júrelo! — le escuché gritar.

Observé a los caninos de los militares que rodeaban el tronco de uno de los árboles, ladraban a un roedor de peluda cola que trepaba las ramadas.

—Esto es asunto importante necesito que se retire y vuelva con sus padres.

—No hasta que me diga que veré a mi hermana.

—La verá en su respectivo tiempo, ahora permítame por favor— ordenó el hombre, la voz del infante dejó de oírse, se dio por vencida con la mentira del ministro—. Lo siento por la interrupción soldado. Como decía, la familia de la señorita Romanova no abandonara el campamento hasta que algunos asuntos se solucionen por aquí. Sus padres dispuestos a todo por verla, lamentablemente hay cosas que se tienen que hacer antes. Pero esas no son las malas noticias.

—¿Cuáles son?

—Quince de los suyos están en detención debido a un pleito con los militares bajo el mando del general—su informé me aseveró—. Se reúsan a seguir las órdenes y eso no es todo. Siete de ellos intentaron escapar del campamento esta mañana, uno lamentablemente logró hacerlo y muchos de mis hombres lo están buscando ahora mismo. Lo necesito aquí para que ponga orden cuanto antes. Lo necesito aquí para que ponga orden cuanto antes.

La ira me estalló en las venas y apreté el puño blanqueándome los nudillos, necios que no entienden que su labor en el campamento es a cambio de economía y tierras. Su tontería afectaba mis planes y no tenía intenciones de dejar a Nastya ni perder lo que llevaba ganando.

—A usted lo siguen, lo respetan, ha sido el único que pudo mantenerlos en la guardia, es la cabeza de su gente así que aquí lo quiero, soldado. No estará tanto tiempo fuera de la base solo necesito que le dé buenos sermones para mantener a los suyos en el campamento y que ninguno más intente escapar, y si eso sirve, seguro que en un par de días regresa a la base.

En un día todo puede pasar.

— Me llevaré a los detenidos, los quiero en el campamento — apreté la quijada con tal de no mostrar la irritación.

—¿Por qué razón? Rompieron una de las condiciones de nuestro trato por agredir a la señorita Romanova, ya están bajo arresto condicional en los cuartos de los gimnasios de la base. Nadie los visitará, se les enviará comida tres veces al día hasta que yo regrese y discuta lo que sucederá. Así que no veo motivo por el que deba traerlos aquí. Además, recibí una queja de la coronel que no estuvo presente en todo el interrogatorio y solo se presentó al final. A menos que tenga una buena razón por la que deba permitirle esto, lo haré.

Extendí con malicia una ladina torcedura.

—Dieron información errónea con el paradero de la humana —arrastré severo—. Nos enviaron al centro del laboratorio cuando ella se hallaba al otro lado de las áreas.

—¿Nos mintieron?, ¿está seguro de eso, soldado?

— Esa es la razón por la que mi misión se retrasó, no querían que la encontráramos.

Guardó silencio fastidiándome con el tiempo encima.

— ¿Tiene evidencia? — cuestionó.

El testimonio de la humana era una, pero no planeaba usarla para demostrarlo.

—Transfiérelos al campamento y te la daré.

—Le doy el permiso de transferirlos, si perjudicaron su misión con falsa ubicación les quitaré los beneficios y tendrán la misma fianza que el resto de trabajadores... — Ensanché la torcedura—. No falta mucho para que llegué el vehículo que lo recogerá, así que lleve su uniforme militar, un cambio aparte, su almohada, su cobijita, lo que sea que necesite. Sabe muy bien que los suyos no están listos para la civilización y si alguien con malas intenciones encuentra al experimento, bueno, no puedo decirle qué podría suceder, pero no será nada bueno.

La llamada terminó y empuñé el móvil midiendo la fuerza para no hacerlo pedazos. Debí imaginar que algo como esto sucedería, subestimé la amplia seguridad del campamento que, aun con la cerca eléctrica, no impidió a uno de los míos escapar.

Hice acopio de mi autocontrol estar lejos de Nastya no era una opción y mi humor empeoró con los ladridos de los caninos. Los militares que sostenían sus correas no hacían nada por callarlos manteniendo una conversación en vez de seguir con su labor a lo largo del terreno externo. Descargué el arma más pequeña disparando tres veces al tronco haciéndolos respingar.

Alzaron sus rostros y extendí una torcedura al verlos reaccionar como si miraran al monstruo antes de tirar de las cadenas de sus canes para emprender su guardia nuevamente.

Era satisfactorio ver cómo me temían, pero nada se comparaba con sentir su miedo creciente a causa de mí. Un gusto perverso que compartía con algunos de los míos. No nacimos para ser liderados y obedecer órdenes, sino para darlas, esa era nuestra naturaleza. Pero para lograrlo, antes debíamos obtener nuestras tierras, y había quienes no entendían esto.

—Hasta estos humanos le temen a un experimento como tú, Siete.

La comisura se me remarcó, qué interesante compañía. Enderecé el rostro ante la seriedad enmarcada en el rostro del experimento uniformado que se detenía a un par de metros de mí.

Su rencor era evidente en el carmín de sus ojos, no importa cuánto tiempo pasara, éste no dejaba de verme como el experimento que en el subterráneo amenazó con matar a su humana preñada si la misma terminaba siendo una involucrada.

Una contradicción fascinante y la cual hasta el día de mi muerte seguiría manteniendo. No obstante, desde el día en que llegué a la base y aun con las lentillas puestas, Rojo 09 me reconoció, aunque la humana morena con la que se emparejaba también lo hizo y hasta el día de hoy ambos callaban con esta falsa identidad.

—Ni siquiera tuviste que apuntarles con un arma a la cabeza—dijo, mirando a los militares en movimiento—, tampoco tuviste que obligarlos a arrodillarse y a soltar sus armas para que siguieran con su guardia.

—Éstos humanos saben reconocer una amenaza cuando la ven a diferencia de otros—sostuve ásperamente.

No tragó el comentario y aseveró su quijada apretando también el arma con silenciador que llevaba en su puño.

—Hueles mucho a una humana sobreviviente.

Las intenciones de Rojo 09 eran otras y por lo visto, este encuentro no fue coincidencia.

—Tienes el aroma de la humana que esta con Pym—aclaró—. Mi pareja a la que quisiste matar.

Enarqué la ceja y atendí la vibración de la única mujer que me interesaba escuchar. Nastya había dejado su habitación y por los sonidos a su alrededor, se encontraba en la cafetería y en compañía de una humana cuya voz me extendió la torcedura.

Qué ironía, mi mujer con la suya.

—Mi pareja a la que quisiste matar— recalcó con asperidad —, ¿la recuerdas?

—¿Cómo no recordar a la humana preñada? —arrastré entre dientes.

—Humana preñada— repitió con sorna—. No te importó que estuviera embarazada y la apuntaste con un arma, ¿en verdad creíste que tuvo que ver con los parásitos?

Apuntarle a su mujer no fue más que un plan, bastó con su reacción para saber que no era parte de los que hicieron el desastre y con la satisfacción que mostró uno de los sobrevivientes fue más que suficiente para saber quién era el involucrado y quién no.

—No—ajusté el cañón silenciador del arma —. Pero aparentar que lo haría sirvió para desenmascarar a otros.

Ladeó una mueca en la que mostró que esto no le divertía.

—Casi la matan—espetó—, y lo dices como si poner su vida en riesgo no fuera nada.

—A tu mujer le tenían ganas de matar— remarqué la tensión en la mandíbula—. Aun si decidiera no apuntarle y amenazarla como hice, otro de nosotros lo haría y esa humana intentaría matarla.

El apretón de sus labios indicó que no tenía nada por decir porque en esto tenía razón. Su mujer ha estaba en riesgo antes de amenazarla, aunque no negaría que disfruté seguir el juego de quienes la acusaron de traición, ninguno se esperó morir así.

—Míralo como quieras, al final nos cobramos la vida de los culpables— recalqué entre dientes, la vida de Nastya seria cobrada permaneciendo a mi lado—, y ahora puedes hacer una vida con ella.

Di por finalizada esta conversación volteándome con el objetivo de regresar por el mismo camino.

— ¿No dejaste en claro que eran inferiores a ti? —preguntó por detrás—. Estoy seguro que mostraste cuánto odiabas a los humanos esa vez, pero el aroma que desprendió ella...

Su intencional pausa me detuvo y medio volteé, la mueca volvió a su rostro.

—Huele mucho a ti— continuó—. Intimaste con una humana. Eso es algo hipócrita, ¿no lo crees?

Enarqué la ceja.

—Debe ser interesante ver cómo me contradigo.

—Significa que caíste por una de ellos, así como yo por Pym— sonrió.

— Caí por una humana—alargué entre dientes —, ¿qué hay con eso?

—Que se te está regresando todo lo que un día hiciste y dijiste que no harías— no se mofó—. El karma, así se le llama. Espero que no hayas tenido que apuntarle con el arma como hiciste con Pym.

La torcedura no tardó en extenderse en mis labios dándole la razón. En el túnel, el laboratorio de las bestias, el baño de su habitación, cuando la tuve días inconsciente en el área negra, en la ducha cuando me tentó a matarla y sobre la cama después de cumplir con su deseo. Siete veces apunté a Nastya con mis armas, siete veces en las que me aseguré que matarla no me sería problema, que derramar de su sangre me satisficiera tanto como el dolor que provoqué a otros.

—Entonces lo hiciste. Estas loco, ¿lo sabías? —afirmó alzando las cejas—. A pesar de lo que sucedió en el subterráneo, en realidad no te guardo rencor, ni Pym lo hace. Ahora que claramente mi pareja y tú mujer se entienden, deberíamos dejar las cosas claras entre los dos. Por lo visto estaremos viéndonos seguido, a menos que no sea serio lo que tengas con ella.

Extendí los labios en una torcedura que no duró mucho. Si lo que me ataba a ella fuera simple y efímero, no estaría haciendo todo lo que hasta ahora hice.

—Encárgate de tú mujer y lo que carga en su vientre, yo me haré cargo de la mía.

Di por finalizada esta conversión volviendo por el mismo camino. Si no tomara en serio lo que pretendía con Nastya, me habría desligado de ella desde que la entregué, no perdería el tiempo aparentando ser un simple mortal, tomando un puesto de trabajo con tal de mantenerla a salvo y envolviéndome en la evidencia que existía en su contra. En su lugar, estaría tomando a otra hembra para descargar la atracción y el sentimiento que experimenté con ella, hasta erradicar todo lo que me hizo sentir y volverlo nada más que un momento.

Esta humana significó más de lo que pensé.

Todavía no lograba entender lo que provocaba en mí, más que una perversidad sexual, el interés de experimentar tal sentimiento que desde que tuve en la cama del área, me martirizaba.

Abandoné la muralla, dirigiéndome al edificio principal cruzando el jardín el cual era ocupado de infantes y experimentos de las áreas inferiores. Las etapas menores empezaban a acostumbrarse a este lugar. Si supieran de los terrenos que heredarían, estas cuatro murallas les estorbarían para jugar.

No tocaría esas tierras. Una vez todo terminara y se transfiriera a los míos, Seis podría abrir la boca y no sería bienvenido, y aunque eso no me interesara, la humana pasaría peligro. Tenerla, así como su libertad condicional no era todo lo que estaba obteniendo, ya tenía otros planes, solo quedaba esperar el momento para ponerlos en marcha.

Nastya no me lo estaba dejando nada fácil, tras el informe que dio el nuevo testigo Ivanova y el ministro estaban seguros de que no había más por descubrir. Si su falta de memoria seguía igual dentro de unos días, no me quedaría otra que volverme su bestia. Sabía que una vez que recordara, me odiaría por entregarla y decidiría apartarse de mí. Pero tenía en claro mis objetivos, el tiempo se agotaba y no era de los que aceptaba una derrota, mucho menos perder a la mujer que me hizo sentir.

—¡Señor Ogro!

La comisura me tembló con el tirón en mi playera, no miré de rabillo al infante junto a mí y seguí con el paso.

—Oiga, ¿Nas todavía no ha recordado nada de usted? —volvió a tirar de la playera —. Ya pasaron semanas y a mí ya me recordó, bueno un poco, pero a usted nada de nada y ya quiero que estén juntitos.

Ignoré su comentario adentrándome a la construcción.

—¿Sabe que anoche fui a buscarla a su habitación? — me persiguió por detrás—. Me preocupé porque se fue sin el bebé y fui a su cuarto con Sophia, pero no nos respondió, ni nos abrió.

La humana estaba tan cautiva en el placer al que la sometía, que un par de infantes tocando a al a puerta no la distraerían.

—Señor Ogro—volvió a llamarme y apreté la comisura cuando detuvo mi paso colocándose frente a mí al tiempo en que extendió sus brazos impidiéndome el paso a la escalerilla—. Sabe, no me cae muy bien porque siempre se porta así, serio y distante, pero no es una mentira que siempre lo imaginé con ella y últimamente están muy lejos uno del otro y me pone triste. Me pone triste porque en el subterráneo, Nas parecía querer estar con usted y usted..., ¿es que no la quiere? ¿No lo pone mal que ya no lo recuerde? A mí me puso mal, ¿y a usted?

La risa aguda y risueña de mi humana llegó a mis oídos y endurecí la mandíbula con la descarga que me atravesó el pecho y se concentró en la entrepierna. hechizado por las ondas provocativas de su voz torcí el rostro encontrando su curvilínea silueta ocupando una de las mesas principales del comedor. Qué belleza más incitadora. Llevaba puesta una playera negra, con el cabello recogido en una coleta y su flequillo apenas removido de la frente, sus carnosos labios rosados mantenían esa sonrisa exquisita.

El motivo de dicha sonrisa era el hombre que la acompañaba al lado.

La mujer de Rojo 09 no estaba con ellos.

— ¡Mire, ahí está Nas! — no presté atención al infante manteniéndome en el hombre que soltó la carcajada al tiempo en que acomodó el brazo cerca de la mano de ella—. Esta con el teniente galleta. Otra vez. Él me cae bien, es muy amable.

Nastya se mordió el labio tratando de no reírse de lo que él contaba y de lo que aparentemente le resultaba divertido. Sacudió su cabeza en negación dejando que ese par de mechones adornaran su pequeño rostro, y ensanchando sus rosados labios en una sonrisa que el hombre no dejó de contemplar embobado.

El calor en el pecho se expandió a la boca del estómago, los encuentros entre la humana y Richard no me provocaron en el subterráneo, pero este escenario con el soldadito me irritaba. Enarqué una ceja cuando miró de rabillo en mi dirección antes de enfocarse en ella como si mi presencia no le resultara una amenaza. Este no tiene instintos de supervivencia.

—Parece que se llevan bien. Oiga, ¿no va a ir a interrumpirlos? — preguntaron a mi lado—. Debería empezar a convivir con ella y hacerla reír como lo hace él.

Un infante dándome consejos.

Resultaba intrigante que mostrará su interés por ella aun sabiendo lo que hicimos anoche. Tuvo interés desde la primera vez que la miró en el subterráneo, pero mostrarlo fue un impedimento cuando noches atrás, me encontró saliendo de su habitación también.

— Quizás lo recuerde más rápido y se interés más en usted, ¿no lo cree? —seguí escuchando—. ¿O es que no la quiere? Sé que soy muy chiquita para entenderlo todo, pero mi examinadora me contó mucho de parejas en los cuentos de hada, y me los imagino juntos a ustedes dos a pesar de que sea muy aburrido. ¿Le gusta Nas? ¿Acaso nunca le gustó?

Esa exótica humana me gustaba en todos los sentidos, pero no echaría a perder los planes poniendo en evidencia mis intenciones con ella delante de otros que abrirían la boca. No obstante, nada me ponía más mal que no poder disfrutarla cómo él lo hacía delante de otros.

Sin tener suficiente de la escena endurecí más la quijada y aparté al infante de la escalera.

—Ve a jugar.

—Amargado Ogro solitario—gritó detrás de mí—. Creí que la quería...Bien, no lo quiero a su lado, espero que se quede solo.

Ignoré sus berridos subiendo la escalera a segunda planta. Quedarme a mirar más de lo indebido terminaría con mi autocontrol, por ahora el teniente seguía sin ser una amanezca aun sabiendo sus intenciones, y en tanto no se le ocurriera hacer ninguna tontería no me provocaría más. Antes tenía asuntos más importantes que tratar y no abandonaría la base dejándola desprotegida con los hombres que Ivanova dejó en libertad.

Recorrí el resto del pasillo hasta adentrarme a la habitación, y mi presencia atravesando el umbral hizo que la mujer sobre la cama se removiera. Ivanova levantó su rostro de la portátil sobre sus piernas desnudas, mirándome con un gesto de sorpresa, no se esperaba mi presencia.

—Al fin apareces, soldado Keith—Se apartó el portátil de sus piernas—. ¿Tienes idea de cuánto traté de comunicarme contigo toda la mañana? Tenemos una plática pendiente, anoche te fuiste de la zona D ordenándome hacerlo sola, pero volviste horas más para volverlos a interrogar y como si fuera poco te largaste otra vez sin darme una sola respuesta de por qué te ausentaste tanto tiempo.

Sus quejas irritaban y cerré la puerta antes de atravesar el corto pasillo y rodear la cama en la que volvió a removerse para seguirme en cada paso.

—¿Qué estuviste haciendo durante mi interrogatorio?

Mimando a mi mujer.

—Me mantuve ocupado—la ironía me remarcó la torcedura. De todas las ocupaciones, la delicia de sus labios y el recuerdo de su piel desnuda sobre mi pecho sería la más preferida de todas.

De todas mis ocupaciones, aquella sería la preferida de ahora en más.

—¿Esa es la única explica que me darás? — se quejó—. Ni siquiera te tomaste la molestia de responderme las llamadas, soldado.

¿Por qué tomarme las cuanto no hay interés? Detuve el paso frente a la cajonera, abriendo el segundo cajón y sacando el uniforme militar. Volteé, encontrándola al borde de la cama con los brazos cruzados y la ceja arqueada, esperaba que le respondiera y como todos los demás, perdía su tiempo conmigo. Moví las piernas sin darle atención, pasé el respaldo y entré al baño dejando caer la ropa en el mueble de lavabo antes de desajustar el chaleco antibalas.

— El ministro me llamó, sé que te iras de aquí—informó —. Espero que todo se solucione con tu gente y puedan encontrar al que se escapó. También me dijo lo de sus padres, pobre chica. No puedo creer que tenga 22 años, eso quiere decir que adquirió el trabajo a los 21, una recién graduada de la universidad.

Nadie se imaginaria que una humana tan pequeña y fascinante fuera la causante de todo un desastre.

—Estoy segura que más de los que trabajaron para Anna, debían rondar la misma edad-La escuché removiendo hojas sobre el colchón—, y, ¿tú?

Desabotoné el chaleco antibalas antes de sacarme la camisa negra quedando con el torso desnudo y desajustar el grueso de cinturón de armamento que dejé caer sobre el lavabo.

Los rasguños en los hombros habían desaparecido con la regeneración de mi piel. Aun cuando mi área no adquirió la sangre de los experimentos Rojos, no nos hacía menos servibles. Nuestro organismo no solo mantenía la capacidad de cerrar heridas graves para evitar la pérdida de sangre, también era capaz de regenerar enrojecimientos como los que Nastya me provocó, por ende, esto no era una sorpresa.

— No fue casualidad que cuatro de ellos pasaron por problemas similares a los de ella, a excepción de que Nastya tenía una hermana gravemente enferma— —. Supo elegir personas para su trabajo, estaban desesperados y eran fácilmente manipulables.

El desespero hacía que los humanos cometieran tonterías, tal como sucedió anoche cuando Nastya los siguió hasta el estacionamiento, y como sucedió conmigo cuando abandoné mi puesto desesperado por salvarla y hacerla mía sobre mi cama.

Deslicé la playera por el resto del torso y me enderezarme frente al espejo, observando en mi reflejo la humanidad que las nuevas lentillas me daban. Podría acostumbrarme a esta identidad, pero prefería que me temieron tal y como era.

Llevé la mano apartando los mechones que cubrían la frente hasta acumularlos sobre el resto de cabello desordenado y ladeé el rostro revisando la cicatriz en mi sien. Su presencia tenía una interesante historia, la cual inició en el subterráneo antes de acorralarla y tenerla cara a cara por primera vez en el túnel.

La adquirí asesinando al contaminado que se dirigía a ella y el cadáver del infante desmembrado. Tenía intenciones de matarla por mis propias manos y no permitiría que otro me robara dicha oportunidad. Qué irónico.

— Por cierto, el ministro me dijo que Richard Mackenzy confirmó que no testificaría en su contra, no quiere tener nada que ver con esto, ni con nosotros ni con Nastya. Ahora sabemos por qué quiso volver al campamento.

Enarqué una ceja apretando la comisura, aun si no testificaba  no me serviría de nada con la evidencia existente. No obstante, era interesante que, después de que se le revelara quién era Nastya, no mostrará un atisbo de ira. Nunca se esperó que la mujer resultara ser la misma que lo drogó y lo abandonó en su habitación, por otra parte, mostró una intrigante seriedad cuando se le informó de la misión que tuve de volver por ella al laboratorio y sacarla con vida a cambio de tierras y un nombre.

Fue sencillo percibir sus pensamientos, y al termino del interrogatorio que se le hizo en la base, no se quedó callado. El humano creyó que la utilicé, que me entretuve con su cuerpo jugando a ser el príncipe azul que la protegería a toda costa. Que me aproveché de su ingenuidad y su inocencia solo por hacer tiempo en tanto los militares rastreaban nuestra ubicación para sacarnos del subterráneo.

No estuvo del todo equivocado. No era un santo y mucho menos un príncipe. Jugué bien mis cartas con Nastya y me aproveché de su ingenuidad. En un principio hubo momentos de satisfacción, pero ahora era ella mi Reina y yo su peón.

—Piensa que tuvo sus razones para hacerlo y que no quiere culparla, que no tiene nada en contra de ella y por eso no apoyara—siguió hablando—. No creí que un hombre tuviera corazón para perdonarla y aunque tuvo sus razones no la justifica, no se puede escapar de la ley. No me cae mal y hasta cierto punto entiendo que lo haya hecho por su hermanita, por eso me da lástima que haya perdido la memoria cuando esta era lo único que podía darle una oportunidad de evitar la cárcel.

Escucharla empezaba a hastiaba y terminé de cambiarme, enfundando el dispositivo móvil y guardándome las bragas con el aroma de su delicioso sexo. Si estaría unos días apartado de la humana debía tener algo de ella con qué entretenerme.

—Aunque ni siquiera los que trabajaron en el laboratorio se escaparán de la ley— Sentí su vibración abandonando la cama—. Todos tendrán que pagar una mínima fianza.

Chasqueé la lengua con irritación, las justicias humanas empezaban a fastidiarme. Los trabajadores quedaban en libertad pagando una parte de los daños y silenciaban con las atrocidades que enmendaron durante años con nosotros, pero ella pagaría el resto de su vida por desconocer nuestra humanidad y ser tan ingenua.

No me quedé de brazos cruzados esperando a que Nastya recordada, tal como hice mención a Seis, estaba obtenía lo que quería. Los rumores que la hembra escuchó tuvieron sus raíces y todas provinieron de mí con un objetivo interesante. Pero esto no era todo, en las sombras alimenté la ira de otros y para que la misma dieran fruto, solo tenía que esperar el momento adecuado.

Si todo marchaba como planeé, en tan solo días no habría motivos para seguir ocultando mis gustos por ella.

La risa de la humana volvió a mis oídos junto a la del teniente y crujieron mis dientes conteniendo la ira al tiempo en que acomodé las armas en el cinturón. «Me esta provocando» Se reía con otro mientras trataba de lidiar con lo que carga en sus hombros. Si no estuviera en estas condiciones ahí mismo la tomaría contra mis labios demandándola como mía.

— Los únicos ilesos serán ustedes—Dejé de atender sus conversaciones recorriendo la figura curvilínea que se reflejaba en el espejo.

Ivanova atravesó el umbral. El grueso camisón que llevaba, llegaba por encima de sus muslos, y sus hombros desnudos pronunciaban el escote en sus pechos.

— Ya tienen su ciudadanía, y por ahí escuché que el presidente vendrá personalmente a conocerlos y les hablará del pueblo que habitarán. Seguro que dará fecha de cuando saldrán de aquí—se mordió el labio mirándome la espalda—. Van a estar cerca de la ciudad, y con la alta producción de las lentillas que se les dará, podrán ir cuantas veces quieran, ir al cine y a las plazas, e incluso buscar un trabajo.

El tema de las lentillas no era nuevo, antes se les mencionó a los míos sobre un método para ocultar la visión térmica como objetivo de nuestra protección, y a los primeros que se les daría pronto, serían a los pocos experimentos que se les dio el trabajo en la muralla.

—Sé que muchos no querrán utilizarlas— llevó sus manos a su abdomen y se movió con lentitud acercándose a mí—, pero espero que cuando se hable de esto, los tuyos entiendan que la gente en el exterior es perversa y querrán aprovecharse de ustedes.

No serían tan tontos para confiarse fácilmente otra vez. Los que poseían estas mismas habilidades sabrían presenciar las intenciones de otros.

—Imagino que como varios de los tuyos también quieres irte de la base y hacer tu vida, ¿no es así? — me preguntó, acomodándose junto a mí. Levantó su rostro y dejó que el azul de sus ojos me analizara con profundidad—. Pero la verdad es que no te ves muy interesado en salir de aquí, soldado.

No se equivocaba. En temas recurrentes a los terrenos que adquirimos no tenía demasiado interés. Desde que probé el exterior y vi lo que podía obtener, un terreno donde construir no me sería suficiente.

— ¿Quieres dejar la base? — curvó sus labios mirando los pectorales que se marcaban bajo la tela de camuflaje—. Eres muy bueno como soldado en cubierto y... confiable. Una vez que terminemos con esta misión, si el ministro te lo pidiera, ¿seguirías trabajando para nosotros? Podrías conocer otras ciudades, recorrer otros lugares y experimentar centenares de cosas. Tendrías una oportunidad única debido al servicio que nos brindas. ¿No estas interesado?

—Tengo otros intereses— aclaré con áspera lentitud tomando de la repisa el envase de las lentillas.

—¿Y se puede saber cuáles son esos intereses, soldado? — curioseó.

—No.

Su sonrisa disminuyó volviéndose una mueca y poco me importó desenfundando el móvil y atendiendo las vibraciones pertenecientes del mensaje de su padre.

Es hora.

—Ya llegaron por ti—inclinó su cabeza dejando que un par de mechones rizados se deslizaran sobre la pantalla en mi mano—. Si no te molesta, voy a acompañarte hasta que te vayas...

—No —rechacé, guardándome el dispositivo—. En lugar de eso, ordena a tus hombres preparar a los detenidos porque me los llevaré al campamento.

La sorpresa desvaneció de su rostro intercambiándose en un gesto de enojo que me encaró.

—¿Por qué te los llevaras?

—El ministro me dio la autorización.

—Porque tú quisiste, ¿no? —cuestionó —. Mintieron, iban a permitir que Frederick hiciera con ella lo que quisiera, pero ahora están bajo arresto por mal comportamiento y además se les dio una advertencia...

—¿En serio crees que con una advertencia se quedarán callados y no intentaran hacer nada? — miró la tensión en mi mandíbula y negó.

—Si saben que los llevaran al campamento podrían intentar hacer un desastre— me señaló—. Pero, si se los llevan, entonces la encerraré a ella también, eso será un trato justo ya que ambas partes hicieron muy mal y ella fue la que los persiguió, ¿no lo crees?

La piel se le estremeció con la curva de burla e irritación que atravesó mis labios.

— ¿Trato justo? Te creí más astuta — escupí con pausa —. Pero dejaste que se burlaran de ti creyéndote su papel de víctima...

— No les creí, el tipógrafo no indicó que mintieran. Sé que hicieron mal que la metieran al camión...

—... y aun así estuviste por dejarlos en libertad con una simple advertencia— notó la rigidez en mi mandíbula—. ¿Por qué no dejar a la humana también? Si crees que encerrarla es un trato justo, antes hazle un interrogatorio con su versión de los hechos.

Salí del baño atravesando la habitación, las vibraciones en el bolsillo no cedieron y apreté la quijada con irritación cuando percibir las suyas detrás de mí.

—Si alguien más te escuchara diría que estás preocupado por ella, soldado— exclamó detrás—, ¿crees que no me he dado cuenta de lo que ocurre?

Endurecí la quijada cuando se intervino a la mitad del camino.

—No, no vas a salir de aquí hasta que me respondas — gruñó, frunciendo sus labios—. ¿Quién arranca las puertas con tanta rabia y mata al único hombre que estuvo con ella en el camión?

Seguí el movimiento de su brazo extendiéndose a mí, sus dedos rozaron el antebrazo hasta caer sobre la mano que empuñaba una de las armas.

— Puedo hacerme una idea de lo que Frederick intentó hacerle pues tenía antecedentes por maltrato físico a su ex pareja, pero, ¿matarlo? —inquirió alzando sus cejas—. ¿Había necesidad de hacerlo?

—Su vida era insignificante.

—¿Y tú eras el más apropiado para decidir si terminarla o no?

—Si su presencia amenazaba con la vida de la humana, sí—escupí entre dientes, no era una mentira que se me dio la autoridad de asesinar o herir a punta de bala a aquellos que intentaran matarla.

Aun cuando él no lo intentó, mucho antes lo hizo en el sótano y no había nada que me impidiera vengarme cómo deseé hacerlo hacía tiempo.

— ¿Qué experimento, que solo mantiene una simple misión de proteger a la mujer que fue causante de la muerte de los suyos, le saca el corazón al hombre que casi termina con matarla en el subterráneo? — preguntó, ladeando su delgado rostro—. Y, ¿por qué se tomaría la molestia de arrancarle los dedos a otro hombre que trató de lastimarla, si luego terminaría con su vida?

—Ahórrate el palabrerío y ve al grano—advertí.

—Sé que te acostaste con Nastya en el subterráneo—resumió, soltando mi muñeca para sacar del bolsillo de su camisón un trozo de hoja —. Me dejaron este mensaje en la puerta donde dice lo que sucedió entre ustedes dos en el área negra.

Lo extendió hasta mostrármelo, una curva diabólica se apoderó de la parte izquierda de mis labios al leer su contenido y reconocer al receptor de la letra.

Esta nota no pretendía ser más que una advertencia, la cual provenía de la hembra, y aun cuando no mencionó lo que tramaba y que seguía intimado con la humana, era suficiente con recalcar lo que sucedió en el área negra para que Ivanova se diera otras ideas. Llegué a subestimarla creyendo que la mantendría callada al permitirle sus encuentros constantes con el neonatal, y con esto dejó en claro que no tenía limitaciones para comete sus tonterías.

—Ahora entiendo tu instinto protector todas esas veces tal como anoche en el estacionamiento y no me interesaría de no ser porque eres el experimento que está a cargo de su protección y sabe todo sobre la evidencia en su contra—concluyó —. Por eso aceptaste los puestos que el ministro te ofreció, eran para mantenerla segura y saber lo que procedería con ella, ¿no es así?

Golpeó mi pecho con su dedo anular, dejándolo sobre el pectoral y analizó la frialdad en mi rostro, frunciendo sus labios en una mueca cuando no recibió una sola reacción de mi parte. Si miedo era lo que esperaba de mí, no lo obtendría.

El único miedo que tuve en mi vida fue cuando Nastya murió en mis brazos el día en que la saqué del laboratorio.

—Llegué a sospecharlo en el subterráneo, pero no imaginé que realmente sucediera y menos esto— susurró lo último clavándose en los músculos de mi torso—. Si que fuiste cauteloso, pero al parecer tienes a alguien que te traiciona, soldado.

Seguí el recorrido de su dedo cayendo hasta el centro de mi torso donde hizo presión.

— Quieres que la chica salga ilesa, aunque no le encuentro pies ni cabeza a tu plan porque están los videos que la culpan de la peor manera—recalcó, devolviéndome la mirada tratando de encontrarme respuestas—, así que dime, ¿qué estás esperando? O, ¿acaso me vas a negar todo esto?

Ensanché la torcedura en los labios y di por terminada la distancia con ella, acorralándola contra la pared, no hubo necesidad de rozar su cuerpo para que el de mis feromonas no tardara en mostrarse en ella con un leve temblor y un inevitable nerviosismo.

—Un mensaje anónimo fue lo que te hizo llegar a tantas conclusiones— pronuncié sin desvanecer la torcedura, sus pechos se engancharon palpando mi torso con el aumento de su respiración. Tal sensación la hizo bajar la mirada a mis pectorales —, ¿quién diría que con un cargo como el tuyo te tomarías como evidencia fundamental algo tan insignificante sin siquiera saber a quién pertenece?

Se estremeció con el roce de mis dedos sobre su mano de la que tomé la evidencia. Observé el trozo insignificante antes de dejarlo caer al suelo.

—Resultaste ser igual de manipulable como lo fue la humana— tomé su mentón obligándola a mirarme a los ojos—. Pero no es del todo una mentira que en el área negra me acosté con ella más de una vez.

De nada me serviría mentir sobre esto cuando podría indagar del tema con otros durante mi ausencia. Pero manipularla con mis efectos podrían hacerla disminuir sus sospechas, y tal vez, la harían creer de mi indiferencia sentimental por Nastya.

—Entonces sí te acostaste con ella.

—¿Por qué no lo haría? —remarqué la torcedura. Se desinfló contra la pared, perdiéndose en mis ojos—. Estando solo nosotros dos, sería inevitable. La humana era tentadora.

Provocadora, preciosa, ¿cómo no querer sentirla piel a piel?

—Como soldado en misión, está prohibido involucrarse sentimental y sexualmente con un testigo— resaltó—, se te leyeron las reglas como a todos los demás soldados y sabes lo que sucederá...

—Se te olvida que no soy uno de los tuyos, por ende, tus reglas no aplican en mí— escupí entre dientes y entenebreció con la ira en mi rostro —. Si esa humana me interesara, ¿de qué me serviría entregarla a ustedes?

Permaneció en silencio sin dejar de examinarme, hubo un atisbo de confusión cuando a pesar de creer que encontró algo sobre mí, no conseguía acorralarme.

—Ninguno pudo reconocerla. Fácil me sería pasarla por una sobreviviente más y tu seguirías creyendo que la testigo murió—su rostro se sombreó bajo el endurecimiento del mío y tragó con complicación entenebrecida por mis palabras —. ¿Tan complicado fue llegar a esta conclusión? Si así de fácil te ciegas por un trozo de papel, entonces sobras en tu puesto.

Chasqueé los dientes cuando dos vibraciones se acumularon al otro lado y tres golpes a la puerta la hicieron respingar contra la pared.

—Soy el teniente Gae.

No era un tonto para saber con quién venía el humano, y qué Anya entornara una mirada a la madera con nerviosismo, me irritó. ¿Cómo no lo noté?

—Veo que planeaste algo interesante antes de mi partida— arrastré, soltando su mentón de golpe, me abstuve de mostrar esta irritación, no percatarme de que tramaría un encuentro cómo este.

Llevó sus manos a la pared para removerse y asintió.

—¿Cómo no iba a hacerlo después de recibir semejante nota? No permito que mis soldados me vean la cara de idiota y con esta nota sentí que estabas haciendo lo mismo con el ministro y conmigo.

Se desajustó su camisón mostrando más de sus pechos.

— Tengo poco con el cargo de coronel, pero lo he adquirido porque me lo gané con misiones y estrategias, soldado. He cometido errores mínimos y quizás este sea uno de ellos—se talló los labios hasta enrojecérselos—. Acepto que me dejé llevar y llegué a una rápida conclusión contigo cometiendo el error de ordenarle al teniente traerla hasta aquí con la farsa de que la interrogaría. Pero no habrá problema porque como a ti no te interesa ella no ganaría nada y tampoco perderías nada, ¿no es así, Keith?

Esta creía que me intimidaría.

—coronel—los golpes en la puerta siguieron y movió sus piernas aproximándose a la puerta.

— Vamos a ver cómo reacciona Nastya— se giró apretando su mano al pomo—, si no te ha recordado o si acaso hay algo más aquí que estemos ignorando y de ser así, se lo informare o no al ministro.

Abrió apenas la puerta saliendo de la habitación sin cerrarla. La madera me ocultó el pasillo y a los humanos en él, pero no hacía falta echar una mirada detrás de ella para saber que ambos estarían viendo su vestimenta.

Maldita hembra. Debido a su desplante de celos, esto me traería problemas. Si Nastya reaccionaba con el encuentro evidenciaría sus sentimientos y, por ende, sería mi ruina para seguir cerca de ella.

—Teniente Gae—fingió su sorpresa—, no creí que me traería a Nastya tan rápido.

—¿Para qué me...?

—¿Querido no tienes que irte?

La comisura me tembló con la interrupción de Ivanova callando a la humana, y avancé al umbral con la misma lentitud con la que extendió la puerta delante de mí, mostrándome cada centímetro de esa pequeña y provocadora humana que mantenía su mirada en el aspecto de ella.

Poco me importó la desaprobación que recibí del teniente. Pero esa exótica mirada se alzó de su camisón para recorrerme el torso con la misma maldita pausa con que lo hizo en el área negra. Se detuvo en mi rostro soltando el aliento que disminuyó el tamaño de su pecho.

Entonces miró una vez más el camisón de Ivanova y las contracciones bruscas tras de su pecho me endurecieron la mandíbula. Como si costara entenderlo, me devolvió su mirada dejándome ver el enrojecimiento de sus escleróticas. Su decepción me hastío y volvió a apartarme su rostro mordiéndose el labio inferior.

—¿Para qué me mandaste a llamar? — su voz endureció, ocultando todo rastro de dolor. Una acción inteligente delante de Anya, pero para mí no.

Aun cuando se esforzaba por ocultar cuanto le afectaba verme con ella, su pequeño corazón seguía demostrando lo contrario. De no ser porque mis objetivos con ella eran una prioridad, estaría echando todo por la borda para complacerla con lo que inconscientemente me exigía hacer delante de ellos.

—Porque voy a interrogarte con lo que sucedió anoche, ¿para qué más te necesitaría?

—Creí que los interrogatorios eran en las salas—espetó la humana—, con más profesionalismo.

Ensanché la comisura izquierda que aceleró su pequeño órgano, no negaré que verla enojada y tratando de ocultarlo me encendía. Qué lastima que no pueda tomarla y aclararle las ideas que creaba en su cabeza.

No me interesaba otra que no fuera ella, no veía futuro sin Nastya y por esto, me abstendría de cometer errores con tal de obtener su libertad condicional y tenerla conmigo.

—La humana tiene razón—arrastré con espesa lentitud, hundiendome en el exquicito tamborileo de su corazón al tiempo en que desenfundé el móvil para leer el mensaje del militar que informaba la llegada de mi transporte—, vístete y haz el interrogatorio, tienes una orden qué cumplir.

Guardé el dispositivo y atravesé el umbral, teniendo suficiente de esta tontería. Un par de pasos bastaron para sombrear con mi grandeza el pequeño cuerpo de mi mujer, intimidandola con el acercamiento. Subió su rostro y el encuentro entre nuestra miradas fue perpetuo. La rodeé, rozando su brazo y permitiendo a mis nudillos deslizárse en el centro de su espalda, acariciando un mechón de su cabello y recibiendo lo que tanto busqué sentir en todo el maldito día, estremecerla una última vez.

Recorrí el pasillo apretando la mandíbula para resistir la tención de volver por ella.

—No te preocupes, haré lo posible por hacerlo.

Su intento por descubrirme fue en vano, Nastya supo cómo controlarse a tiempo y ocultarlo.

Seguí mi camino conteniendo la insatisfacción de dejarla confundida, dejé atrás la segunda planta antes de aproximarme y dar mis órdenes a la cuidadora del neonatal. Por medio de esto le daría una advertencia a Seis. Hacerla enfurecer no me convenía ahora que no estaría presente, no obstante, también me beneficiaría para deshacerme de ella. Si este era su modo de comportarse, fácil sería percibir qué haría después y cuanto la perjudicaría en manos del soldado Lewi.

Salí del edificio y dos soldados me guiaron al vehículo militar estacionado junto al jardín.

—Señor Ogro— el grito del infante no tardó en levantarse detrás de mí —, ¿qué sucede?, ¿a dónde lo llevan?

Uno de los hombres me abrió la puerta de pasajeros y abordé el asiento de atrás con el infante deteniendo el cierre de la puerta.

—¿Se va a ir de la base? —las lágrimas se le derramaron y trató de entrar siendo detenida por el soldado—, ¿nos va a dejar?, ¿va a dejar a Nas? ¿Es por lo que dije?

—Vuelve con los tuyos—ordené entre dientes.

Arrugó su rostro y negó, aumentando con su llanto el cual le pegó algunos de sus cabellos en las mejillas.

—No lo dije en serio así que no se vaya...— rogó, y apreté los dientes—. Nas sí lo va a recordar, prometo cumplir con mi tarea, ayudarle a que ella lo recuerde todo, ¿sí...?

—Niña, debemos partir — El soldado intentó apartarla y ella se aferró al brasero de mi asiento—, hazte a un lado, no te interfieras.

—¡Usted no interfiera! —exclamó volviéndome a rogar—. Ahora si lo prometo de veritas, voy a lograr que ella recuerde todo, pero no se vaya.

—Ve y cuida de la humana— moví la mandíbula señalando que se apartara—, regresaré por pronto.

El soldado la levantó logrando zafarla del asiento, cerré la puerta y sus manos golpearon el ventanal. Sus ruegos no disminuyeron y di una última mirada al edificio prendiéndome del interrogatorio de Ivanova, su absurdo esfuerzo por provocar un gesto de dolor en Nastya con el comentario de su cama desordenada, me extendió una ladina torcedura.

No me sería sencillo contentarla esta vez, pero en cuanto volviera a la base, la mimaría de las formas que más le gustaban.

Calentarla entre mis brazos y hablarle de nosotros hasta dormirla contra mi pecho. Una noche entera para ella, y una noche para mí, para disfrutarla, experimentando las sensaciones que anoche me hizo sentir.

No dejaría que lo que sucedió hoy, me arruinara y mucho menos que me hicieran perderla.

Di la orden al piloto de seguir su rumbo y las puertas de la muralla se abrieron. La base quedó atrás y desenfundé el móvil enviando un último mensaje.

No mentiré que ir al campamento resultaba provechoso, después de todo, también conocería a su familia. Pero estaría fuera unos días, sin tenerla cerca, sin sentirla y percibir sus latidos, con este último suceso, mi ausencia daba paso para que otros que no fueran externos, actuaran, y con los hombres todavía en libertad, pasarían información para provocar a otros, tal como lo hizo la hembra. Por ende, debía asegurarme de que se evitara, o, que cuando sucediera, la humana seguiría segura.

(...)

Hola bellezas. Decidí añadir la segunda parte de Karma aquí porque no sentía que hubiera necesidad de ponerlo aparte. Ya que da seguimiento y es narrado por Siete. Lo cual hace que no se confundan.

Feliz cumpleaños a
m

onika__hernandez Hermosa, te envio un enorme abrazo.

MUCHAS FELICIDADES BELLA MarifiliCastroAldana espero que te la hayas pasado hermoso en tu día. Un enorme abrazo.

FELIZ CUMPLEAÑOS DANIELA VIERA. Hermosa, te envio un enorme abrazo, espero que te la estes pasando bellisimo en tu día.

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