El caballero y la villana

EL CABALLERO Y LA VILLANA
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Así que mueve tu asqueroso trasero artificial porque voy a salir. Mis propias palabras se reprodujeron instantáneamente en mi cabeza sin poder creer que con ello demostrara lo molestaba que estaba con él, cuando debería estarlo conmigo también.

Y me derretí.

Me volví nada más que un montón de músculos nerviosos y estremecidos cuando esa carnosa boca, larga y de oscuras escalofriantemente comisuras, se separó con una lentitud tan pausada para perderme en la manera en que se mordía el labio inferior.

Jesús. Sabía que no debía desear besarlo, pero lo estaba haciendo y con una locura exigente de eliminar esa torcedura.

—¿Trasero artificial?

Me desinflé ante la pronunciación tan engrosada y crepitante de su voz y ese aliento lleno de calidez frotándose contra mi sedienta boca.

Mis talones volvieron al agua, disminuyendo centímetros de la distancia entre nuestros rostros, aturdida de la manera en que su aliento por poco había logrado hacerme suspirar.

—Sí— asentí con firmeza, apretando aún más los dedos en el pomo dorado, quitándole el seguro con la urgencia de salir—. Así que muévete, voy a jugar con la niña y el bebé, me están esperando en la habitación.

—No.

Quise negar con la cabeza y escupirle nuevamente mi orden, pero sentí como las palabras se me atascaban en la garganta al ver esa arruga marcándose sobre su estirada comisura.

Quedé embobada por lo retorcido que podía llegar a ser la belleza que desprendía su rostro masculino. Y la sombra que se le dibujaba a lo largo de la mitad de su rostro debido a esos delgados mechones negros colgándole encima de su sien, oscureciendo sus rasgos, haciéndolo lucir aún más atractivo, siniestro y enigmáticamente salvaje.

Quiero tocarlo.

—Una rata de laboratorio y un maldito hijo de incubadora —arrastró con una marcada pronunciación de la erre, haciendo un severo movimiento con su mandíbula—. Un humano clonado de la genética de trabajadores, completado por el ADN reptil y quizás hasta de un animal.

Jadeé, sintiendo mi cuerpo endurecerse ante la presencia de esos largos dedos deslizándose con una delicadeza tan estremecedora a lo largo de la fría piel de mi mejilla izquierda. La ahuecó con lentitud y cuidado que mis neuronas chillaron nublándome los sentidos, y el calor que su palma transfirió a cada fibra de mi rostro desvaneció todo rastro de fuerza en mí.

Me sentí poseída cuando ese par de pectorales tan perfectamente marcados bajo su blanca piel con un par de areola apetecibles, se movieron eliminando los últimos centímetros entre nosotros. El roce tan profundo y exquisito de todo su caliente torso contra mi pecho y abdomen, me estremeció y lamí inconscientemente los labios contemplando su ancho cuello y esa manzana de adán haciendo un seductor vaivén.

—Y ahora soy...—pausó, deslizando sus dedos a lo largo de mi quijada, rodeando mi mentón en un agarre firme que me alzó el rostro de un tirón, dejándome embelesada en ese par de esféricos orbes negros —, el experimento con un trasero artificial que te produce asco.

El corazón se me volcó cuando su rostro se inclinó sobre mí, sintiendo mi cuerpo encogerse cuando se detuvo a solo centímetros de que nuestras bocas se rozaran en todo sentido, dejándome cautivada de la manera en cómo uno que otro mechón negro y empapado se le resbalaba de su montón de cabello desordenada, y en el par de milímetros que hacían falta para que el lóbulo tan fino de su respingona nariz rozara con la mía.

Un grito en mi interior— demasiado débil—, me recordó que debía impedir su tacto o sería demasiado tarde para mí, y apenas me hizo reaccionar moviendo una de mis manos para estamparla contra su antebrazo con la necesidad de apartar su mano de mi rostro y todavía retroceder con el poco espacio que había detrás de mí, pero el solo contacto de mis yemas con la caliente piel y esas venas saltándole, me debilitó los dedos deslizándolos contra mi voluntad a lo largo de su brazo.

Una acción que él observó apretando su quijada antes de devolverla a mis ojos y hacerme pequeñita con la intensidad de sus depredadores orbes.

Así fue como miró a esa mujer.

—¿Con esa innovadora forma de ofenderme crees que bastara para dejarte ir esta vez? —exhaló con toda esa calidez, y esa ronquera tan bestial siendo soltada entre dientes me estremeció.

Más me estremeció esa humedad tan cálida atravesándome el sexo, empapando todo ese trozo de piel tan frágil y sensible hasta volver gelatinas mis piernas. Sentí que desvanecería solo verle inhalar con profundidad, expandiendo las aletas de su nariz y aumentando el volumen de sus pectorales.

Exhaló sobre mí, y el brillo que adquirió esos orbes negros me dejó tan cautivada como el toque de su pulgar trepando sobre la frágil piel de mis labios, acariciándolos con profunda vehemencia, construyendo su estructura y suavidad bajo su yema cálida.

Tiró de mi labio inferior hasta hacerlo rebotar y desvaneció esos últimos milímetros que hacía falta para sentir el roce de su nariz puntiaguda contra la mía. Una caricia tan estremecedora que removió hasta la partícula más pequeña de mi cuerpo.

Aléjate de él.

Apenas pude escuchar mi conciencia susurrándome, y no pude creer las sensaciones tan fascinantes que me provocó cuando siguió acariciando sin detenimiento, desvaneciendo esa voz y sintiendo mis parpados amenazar con cerrarse, entregarse ante el frote tan delicado y entrañable de su nariz.

Mi peor tortura comenzó cuando ladeó su rostro, haciéndome jadear con el roce tan entrañable y sensual de sus carnosos labios sobre los mis qué temblaron.

—¿Crees que te dejaré huir? —la sensualidad tan ronca con la que hizo esa pregunta, me hizo jadear, sintiendo el modo de nuestras bocas encajar a la perfección.

Sentí como mi boca se abría más como si se entregara a él, como si deseara ser besada tanto como deseé que me besara en esa cama.

—Responde, pequeña— su voz se reprodujo con una fascinante ronquera, penetrando el interior de mi boca hasta resecarla.

Y me sentí boba, con los sentidos adormecidos de tal forma que me hizo asentir con la cabeza como una clase de respuesta a él.

Esos carnosos labios se estiraron con una maldita y desquiciante lentitud contra los míos, haciendo que las rodillas me flaquearan y que la mano que sostenía el pomo volara para aferrarse contra la grosura de su cinturón de armas cuando sentí que caería al suelo.

—No—Mi interior se sacudió ante aquella crepitante tonada, pegando aún más su boca a la mía hasta arrebatarme un jadeo—. No huiras más de mi.

Y el corazón me revoloteó y todo el aliento se me escapó entrecortadamente cuando sus labios se desplegaron para hundirse sobre los míos en un beso lento en el que mi existencia se desbarató por una corriente excitante erizándome las vellosidades.

Gemí sin poder evitarlo maravillada, y tan solo sentí como mis labios correspondían contra los suyos, cerrándome los parpados, mi pecho se oprimió con rotunda fuerza cuando la imagen de ellos dos en la cocina se vislumbró en mi cabeza.

El coqueteo.

Su nariz rozándose contra la de ella.

Sus carnosos labios frotándose contra los suyos.

La sonrisa orgullosa de la mujer.

Él marchándose tras dejar en claro su maldita indiferencia hacía mí.

Y mi absurda decisión.

Arrugué el rostro y empujé mi cuerpo hacía atrás al mismo tiempo en que tiré de mi cabeza zafándome del agarre de sus dedos en mi quijada y rompiendo de forma brusca con su beso: ese que produjo un sonido que memoricé. Retrocedí unos pasos creando apenas la distancia entre nuestros cuerpos cuando mi espalda se rozó contra la asperidad de la pared.

Y con la mirada en el suelo y sobre la poca agua en la que apenas podía ver sombras reflejadas tintineando por la única farola de luz en el techo del baño, pestañeé, sintiendo como ese temblor volvía a adueñarse de mi cuerpo, tensionándome, comprimiéndome.

Me acarició la mejilla y me besó, pero ni siquiera le rogué tocarme, ¿por qué lo hizo?

Porque quería sexo, ¿que acaso ella no le dio satisfacción?

Un nudo me apretó la boca del estómago a causa de esa pregunta. Mi mente y cuerpo eran una colmena de emociones y sentimientos desde que lo vi tomándola de ese modo en la cocina. Sentía celos que no quería sentir, y una ansiedad que ya estaba disminuyendo, y él tuvo que venir aquí a frustrarme más.

— No vuelvas a besarme—advertí y por poco mis palabras supieron a un amargo recuerdo—. Tampoco trates de tocarme.

Levanté la mirada y sentí que el corazón me atravesaría el pecho y saldría huyendo al reparar en la rigidez que se adueñaba de su rostro sombrío e hipnótico y en la tensión poseyendo su mirada reptil y diabólica clavada con intensidad en mí.

—No me gusta lo que me haces sentir— aclaré—. Tampoco me gusta que trates de forzarme a entregarme a ti utilizando tus feromonas.

Una de sus cejas pobladas y bien perfiladas tembló sobre su mirada, levantó su rostro con una escalofriante severidad, oscureciendo catastróficamente ese par de esféricos orbes negros.

Se me encogió el cuerpo, entenebreciendo.

—Te equivocas, mujer — la asperidad tan cruda en su voz solo me endureció más los músculos—. No controlo el efecto de mis feromonas sobre ti y mucho menos sobre mí. Si reaccionas así y yo estoy aquí, es por ellas.

Mis labios se apretaron, temblando ante la seriedad con la que escupió esas últimas palabras, esas que por poco me llevaron al recuerdo de cuando mencionó que el efecto de las feromonas se acumulaba, y entre más lo hacía llegaría el momento en que estaríamos teniendo sexo sin importar el lugar ni la condición.

No quería eso. No quería sentir esa maldita brecha y saber que quizás se acostaría con Seis también.

—Entonces apártate— demandé en un ápice serio—. Si no quieres y yo tampoco quiero sentirlas, sal de aquí.

—¿Cuándo dije que no quiero sentirlas? —inquirió con asperidad, enderezando su rostro de aspecto salvaje.

El corazón se me agitó con brusquedad, sintiendo esa punzada de calor ahumándome las mejillas. Pero esa agitación no duró más que un solo segundo, deteniéndose para darle paso a esa opresión apuñalándome el tórax.

Negué con la cabeza. No podía entenderlo. Ir a la ducha con ella y luego volver para decir que quería seguir sintiendo esta atracción por la mujer que soltó esos gusanos y mató a muchos de los suyos, después de aclarar que no me tocaría aun si le rogaba, ¿qué demonios?, ¿qué había en la cabeza de este experimento? ¿Por qué no me dejaba ir?

Sí, también era mi culpa que él estuviera aquí a causa de mi poca firmeza por haberlo provocado en la escalera. Pero le había aclarado que no iba a tentarlo como otras veces que lo tuve de frente hice, y que quería salir.

Y terminó besándome. Besándome con una ternura profunda y tan desquiciante que solo aumentaba el temblor en mi cuerpo.

Si me hubiera besado así sin el suceso de la cocina, apostaría a que estaría entregándome a él y no solo eso, desharía mi decisión. Y es que parte de mi se sentía absurda por luchar contra sus feromonas, luchar contra algo que era imposible de detener porque se acumulaba y quizás en estas condiciones no Valia la pena. Pero verlo rozar su nariz con la de esa mujer y ordenarle que lo esperara en la ducha mientras a mí solo me veía con frialdad, hacía que mi decisión tuviera más fuerza.

—Soy yo la que no quiere sentirlas por eso decidí terminar con la atracción —le recordé en un susurro, sintiendo ese pinchazo de decepción en el pecho—. Y aunque sea imposible hacerlo, aun así, quiero seguir con ella. Así que déjame salir, la niña me está esperando y si me tardo va a venir a tocar y entrara.

Solté eso ultimo como una excusa para que terminara con lo que quisiera obtener y abandonara el baño de una maldita vez.

Su quijada se apretó tanto como sus carnosos labios y torció su rostro hacía la puerta junto a él. Atisbé el movimiento de su brazo levantándose sobre la madera, dejando que esa amplia mano venosa rodeara el pomo dorado para colocar el seguro otra vez.

El sonido del pestillo me detuvo la respiración con un escalofrió retorciéndome la columna y el resto del cuerpo.

—¿Por qué la cierras? —me sentí alterada, sin lograr entender por qué demonios estaba actuando así.

Más alterada me sentí, cuando vi su otro brazo levantarse de tal forma que sus músculos se le marcaran en tanto recostaba su mano encima de su frente para recogerle todos esos mechones a la vez que enderezaba su rostro en mi dirección, clavándome sus depredadores orbes amenazando con derretirme la voluntad.

— ¿Por qué crees? —alargó en una aterradora asperidad, y por poco descomponiéndome los pulmones al ver como su mano removió todo su mojado cabello desordenándolo más encima de su cabeza—. No saldrás de aquí con esa maldita decisión, Nastya.

Ni siquiera pude procesar bien sus palabras cuando vi sus largos dedos abandonando su cabello, dejando con esa frente impecable y esas entradas apenas marcadas, que sus rasgos atractivos y aterradores dibujados por las manos del diablo y pintados por la lujuria, se recalcaran con ferocidad.

Reacciona, Nastya. Pestañeé ante mi propia conciencia, lamiendo y relamiendo mis labios, hundiendo las cejas en un gesto confuso.

— ¿Y crees que me puedes obligar a cambiarla? — le pregunté, endureciendo el entrecejo y empuñando las manos a los costados de mi cuerpo—. Si tratas de hacerlo encerrándome en el baño no te va a servir, solo harás que tenga más ganas de seguir con ella y apartarme de ti.

—No soy de los que obligan—aseveró —. Pero no voy a dejar que te apartes de mí.

Las cejas se me levantaron temblorosas y en un gesto instantáneo, deslumbrada por la sensualidad que emitió con sus palabras llenas de firmeza y una asperidad estremecedora.

—No te entiendo— me atreví a soltar, estirando los labios en una mueca confusa—. Me dejaste ir de la habitación porque tomé la decisión de terminar con la atracción, y dijiste que no vendrías a mí y no me tocarías aun si te rogaba, y no te rogué a tocarme.

Tras decirlo con una rapidez que creí que no se entendería, mi mirada atisbó el movimiento de su mano abandonando el pomo, dejando que sus dedos se deslizaran sobre la madera y hasta detenerse junto al interruptor de luz.

—Pero ahora vienes aquí, encerrándome en el baño, acariciándome, besándome y diciendo que no me dejaras apartarme de ti, ¿por qué? —quise saber, regresando la mirada de su brazo venoso a esos depredadores orbes negros que se mantenían clavados en el interruptor—. ¿Crees que me harás cambiar de decisión después de lo que sucedió en la cocina?

Maldita sea, ¿por qué hice esa pregunta? Me acabo de exponer.

Me estremecí cuando con una desconcertante velocidad esa mirada diabólica se movió del interruptor clavándose con una rigurosa e intimidante frialdad en mí.

Escupí una maldición en mi interior por demostrarle algo que no quería.

— Estaba muy bien con la niña y el bebé— sinceré frunciendo el entrecejo antes de quejarme: —. Estaba soportando mi decisión y justo tuviste que venir aquí a alterarme y confundirme más.

Y no pude soportarlo más, sintiendo la tensión en el cuello y las palabras picoteándome los labios para escupir con frustración:

—¿Sabes por qué decidí apartarme de ti? — Mis dientes crujieron y una maldición se escupió en mi interior al darme cuenta de que esa no era la pregunta que debí soltar: —, ¿tienes idea de por qué no quiero esta atracción, Siete?

La fuerza de mis palabras disminuyó drásticamente cuando le vi elevar su rostro varonil, ladeándolo apenas unos milímetros, oscureciendo gran parte de sus facciones cuando ese par de largos mechones mojados, resbalaron sobre su sien derecha, goteándole la blanca piel, acariciándole lo largo de su mejilla y hacía sus labios. Esos largos y carnosos labios cuya comisura izquierda se estiró apenas, apretándose hasta formar una arruga larga y marcada.

Temblequeé.

—¿Lo sabes? —susurré con mucha duda, sintiendo el temblor en mis labios cuando se le dibujó una larga y enigmática arruga encima de la comisura oscura.

No puede saberlo, ¿cierto?

— ¿Quieres saber, pequeña? — esfumó con una peligrosa gravedad, dejando que su pulgar se inclinara sobre la textura del interruptor, acariciando la palanca.

No puede ser. Se me aceleró la respiración y traté de no ponerme nerviosa, repitiéndome que era imposible que supiera que sentía algo por él, y que probablemente se refería a la culpa con la que cargaba.

Porque era imposible que un hombre como él, que estuvo mayormente encerrado y experimentando poco, supiera algo acerca de sentimientos o el amor.

Así que no deja de ponerte tan nerviosa, Nastya.

—Demasiado tengo con el cargo de conciencia—dije, fingiendo un gesto serio, uno que tembló ante la cruda frialdad que se apoderó de cada parte de su rostro —, no podría seguir soportando acostarme con un experimento que sabe lo que hic...

—El que eligieras apartarte de mí no fue solo por la culpa que cargas— recalcó esa última palabra con entre dientes, cerrándome la boca con temor—. No eres tonta, mujer, pero sí ingenua si te piensas que no sé lo que sientes.

El mundo se me derrumbó hasta la planta de los pies, sintiendo un nudo de nervios atascándose en el centro de mi cuerpo y el corazón subiéndome a la boca. Él miró de nuevo el interruptor y yo solo no pude dejar de mirarlo con temor, sintiendo como el corazón se me encogía cuando esos feroces orbes llenos de una cruda frialdad volvieron sobre mi rostro.

—Lo que preguntaste en la escalera y tu cuento infantil lo confirmó más-sostuvo, su voz envuelta en una ronquera engrosada perforándome amenazadoramente el cuerpo—. ¿Quieres saber si te equivocaste al decir que el caballero no quiere a la villana?

¿Qué?

Apenas escuché el eco de mi voz reproduciéndose una y otra vez en mi cabeza, sintiendo un circuido en mis neuronas. Sentí mis cejas temblar, con los parpados extendidos expresando la peor de las sorpresas.

¿Tan obvia fui? Quise negar, todavía confundida, sintiendo el corazón darme una voltereta, para volver con latidos ansiosos y nerviosos, bombeando sangre frenética y caliente a todas partes de mi cuerpo.

—Te hice una pregunta, mujer.

Una corta respiración se me escapó entrecortadamente de los pulmones ante arrastrada orden escupirse con una potente y peligrosa bestialidad. Mis labios temblaron cuando se abrieron y se cerraron sin saber qué responderle, lo único que sabía era que no debía responder un , mucho menos un no.

Si lo hacía o mentía le daría la razón en lo mucho que deseaba saber su respuesta. La cual, desgarradoramente sería hiriente escuchar porque ya la sabía.

¿Qué me quiere? ¿Que busca más que sexo de mí? Incluso en mi mente eso se escuchaba absurdo, entre nosotros algo tan sincero como eso no podía existir. Por lo tanto, solo me quedaba terminar con esto y seguir negándome a terminar la decisión, ¿qué valdría arrepentirme de ella? Todavía no podía quitarme de encima su indiferencia, y mucho menos la brecha que se abría entre nosotros después de tener sexo.

Y por si fuera poco lo que dijo en la ducha sobre que, no había sentimiento más grande en esta atracción que la rabia que me guardaba.

Esas sensaciones que me provocaban los recuerdos solo me lastimaban, y me lastimarían más si me atrevía a acostarme con él, sabiendo que quizás se había acostado con ella también.

Arrastré oxigeno por la boca y endurecí el rostro, levantando la mirada para fingir firmeza, cuando en mi interior había todo un tsunami de emociones y sentimientos apretándose contra mi pecho.

—¿En serio? —aventé y mi voz sonó como si fuera una mala broma, extendiendo una ladeada sonría de amargura que él contempló con severidad—. Veo que también te gusta escuchar conversaciones ajenas, ¿no es así?

Su quijada se desencajó ante mi burla, entenebreciendo las sombras escalofriantes que se alargaban en su atractivo rostro.

— Y por lo que veo, también te gusta compararte con los personajes de un simple cuento que inventé para entretener a la niña— sostuve, atisbando la severidad con la que esos largos labios de comisuras oscuras se entreabrieron—. ¿En serio creíste que hablaba de nosotros? Que tontería.

Maldita sea, Nastya, cállate. Era más que obvio que sabía que hablaba sobre nosotros, y por supuesto que sabía que mentía.

—Y si sabes lo que siento y que por eso decidí apartarme de ti, entonces, ¿por qué demonios estas aquí después de mirarme con esa frialdad? — casi se lo gruñí—. ¿Estas jugando conmigo?

—¿Quieres saber por qué estoy aquí? —cuestionó entre dientes y por poco me perdí en el modo tan tensionado en que sus labios se movieron—, ¿o si estoy jugando contigo?

Una helada sensación invadió la boca de mi estómago. Mordí con rotunda y bruta fuerza mi labio inferior, apretando mis puños, uno contra el muslo y otro contra el abdomen cuando sentí las contracciones musculares, darme un malestar.

—No— clarifiqué al instante ignorando la agitación punzante en mi corazón—. Te repetiré lo mismo que te dije antes, solo quiero salir de una maldita vez.

Y esos carnosos labios se estiraron, retorciendo la belleza de su rostro sombrío y perfecto, y de una forma tan escalofriantemente inesperada que el calor floreció en el centro de mi pecho y se extendió sobre la piel de mi rostro y el interior de mi estómago.

Demonios. El corazón me revoloteó nuevamente y contra mi voluntad, sintiéndome inmediatamente atrapada por esa curva tan tentativa formando no una mueca, sino una torcida sonrisa de malicia.

—Pequeña mentirosa—la bestialidad con la que pronunció aquellas palabras, desvaneciendo apenas la torcedura, me dejó atrapada.

Y entonces sus dedos apretaron la palanca pequeña y la bajaron sobre el interruptor, produciendo apenas un crujido que se extendió al instante en que la farola en el techo se apagó y todo alrededor terminó oscureciéndose enteramente.

El corazón se me detuvo.

Apagó la luz.

¿Y por qué lo hizo?

Recibí la respuesta como un pinchazo de horror triturándome los huesos y haciéndome respingar cuando el sonido de agua en movimiento se levantó frente a mí y con fuerza.

Maldición, no, no, no, no otra vez.

Reaccioné sin siquiera pensarlo sabiendo lo que ocurriría, deslizando mi cuerpo hacía un costado de la pared con la intención de escapar antes de que fuera demasiado tarde.

Y lo fue, porque apenas moví las piernas tropezándome con el retrete y golpeando parte de mi pecho contra el mueble del lavamanos junto al mismo, esos largos dedos tomándome del brazo izquierdo, tiraron de mi con rotundidad, haciéndome retroceder el único par de pasos que di.

En tan solo un instante mi espalda cochó contra la pared a causa de la dureza de su ancho torso musculoso y empapado presionándose contra mi pequeña existencia, haciéndome trizas en todo sentido cuando sus muslos duros se entrecruzaron con los míos al instante, dejando que ese bulto agrandado se apretujara miserablemente contra mi vientre estremecido en tanto esos dedos apretándose un poco más en mi antebrazo me lo levantaban encima de mi cabeza en una clase de agarre.

Mis dientes crujieron, sintiéndome frustrada y enfurecida. Alcé mi única mano para estamparle contra el costado de su torso, produciendo un sonido contra su piel húmeda y mojada, hundiendo las uñas con la intención de lastimarlo y empujarlo en tanto me removía, retorciéndome como gusano, o tratando de hacerlo. Pero debido a la forma en que su cuerpo me aprisionaba, apretándome todavía más, fue imposible siquiera torcerme hacía un costado.

—¿Por qué siempre me acorralas? —gruñí por lo bajo sintiendo que se me reventaría el cuello de lo mucho que me contenía a graznarle.

Golpeé su costado con el puño de mi mano como si con eso fuera a lastimarlo, estallando mis dedos y encajando aún más mis uñas para rasguñarle lo largo de su piel.

—No te mentí, no quiero saberlo, lo único que quiero es volver con la niña—me quejé, levantando mi rostro hasta sentir como mis labios se palpaban inesperadamente con un rastro de piel caliente y bien estirada dibujando lo que parecía ser su quijada—. Así que quítate de enci...

Y ese lóbulo tan respingón rozándose contra la piel de mi sien derecha me robó toda fuerza en la voz, desbaratando las palabras que quería escupirle, y fue como si mi cuerpo quedara adormecido dejando de removerse al instante, sintiendo hasta la debilidad apoderándose de mis dedos sobre su piel.

Jadeé y me encogí haciéndome pequeñita cuando sentí esa cálida punta deslizarse con lentitud, dibujando un camino de caricias hacia mi mejilla, por poco cerrándome los parpados ante el cosquilleo eléctrico que provocó.

Se siente muy bien.

—Me fascina cuando te retuerces y luchas contra mí— mis sentidos quedaron hipnotizados por la vibración emitiéndose de sus pectorales y la escalofriante ronquera y gravedad de su voz escupiéndose en compañía de su cálido aliento remojándome la piel.

Y solo sentir ese par de largos y carnosos labios rozándose contra mi mejilla, abriéndose sobre ella y dejando que todo ese vapor de su aliento penetrara hasta el último poro de mi piel, me hicieron estremecer con rotunda fuerza.

Quiero esa boca en la mía.

— Me pregunto si ese es el motivo por el que me pones tan duro— ronroneó.

Una punzada en el pecho me cerró con fuerza la boca. Me atreví a torcer ligeramente mi rostro y alzar hacia el suyo, sintiendo como mis lamidos labios se rozaban contra la caliente y estirada piel de su quijada.

— Entonces te diviertes viendo cómo me hago la difícil y lucho por apartarme de ti—Su mandíbula se tensó al instante en que solté las palabras en un susurro y en una fingida ronquera y dulzura.

Y enviando todo al demonio, empujé mi pelvis contra ese bulto agrandado apretujándose con más fuerza en mi vientre. Me tragué un gemido cuando inesperadamente sentí esa dureza extenderse aún más, aumentando aun tamaño tan desconcertante que una maldición fue chillada entre los estremecidos músculos de mi vientre.

Y me mojé. Sintiendo como la tela del bóxer se me pegaba a ese par de hinchados y empapados pliegues que eran apretados lamentablemente por su muslo tonificado.

Temblé y volví a temblar, escupiendo en mi interior una maldición al sentir su boca pegándose contra la piel de mi mejilla, exhalando con una ronquera apretando el roce de sus dientes.

No te pierdas, Nastya.

—¿Te gusta sentir como me estremezco? —escupí y traté de controlarme respirando hondo hasta apretujar aún más mis pechos contra su torso—. ¿Te gusta que me moje mientras el corazón se me contrae con punzadas?

Y tras las palabras aventadas con decepción sentí, en el momento en que su quijada se apartó de mis labios, como esos largos esos largos dedos hundiéndose con una drástica velocidad en mi cabello, se aferraban a mi nuca apretándola para levantarme el rostro y estamparme esa carnosa boca llena de tensión y lujuria.

Mis cejas temblaron cuando despegó sus labios con suma lentitud, emitiendo toda esa calidez contra el huelo de mi boca, secándomela de más.

— Me vuelve loco cuando se te mojas, preciosa—gruñó y se me estiraron mucho los labios en una mueca de placer cuando apretujó con miserable fuerza su muslo contra mi sexo—. El olor que desprende esta parte de ti me incita a cometer perversidades contigo.

La bestialidad de su voz y el roce tan hilarante de sus dientes me sacudieron notoriamente. Las piernas me flaquearon y sentí que caería cuando volvió a apretar su muslo, haciendo un vaivén tan pronunciado que se me destelló un gemido en la garganta.

Incítalo a cometerlas. Quise negar a mi propio pensamiento, hacerme la fuerte y no caer por mucho que desear olvidar todo y montarlo.

—No quiero eso—jadeé, sintiendo como se le estiraban sus labios, tensos.

—Siendo así, abstente de tus provocaciones o terminare embistiéndote hasta satisfacer el hambre que te tengo—quedé embelesada ante su advertencia.

Su muslo dejó de apretarse contra mi entrepierna, sintiéndolo apenas alejarse.

—¿Crees que me divierte cuando se te agita y contrae el corazón? — la asperidad su pregunta y sus dedos apretando aún más mi nuca, para levantarme el rostro me cerraron los parpados.

— ¿En serio me lo estas preguntando? —susurré y maldice lo bien que se sintió el modelo entre nuestros labios.

Me mira como si no fuera nada, se va con esa mujer, vuelve, me encierra en el baño, me besa, sabe que es el caballero, sabe que siento algo por él, apaga la luz, me acorrala y dice que le fascina ver cómo me retuerzo contra él, ¿y me pregunta si creo que se divierte conmigo y mis reacciones?

—Sí— exhalé la respuesta, sintiendo la rigidez en sus labios y en mi garganta un nudo apretándose contra los músculos—. Y saber que te fascina ver como reacciono ante ti cuando sabes por qué quiero apartarme, me desagrada.

Y no pude contenerme más, sintiendo esos malditos impulsos en tanto los dedos se me deslizaban del costado de su torso hacía su espalda baja para hundir las uñas.

—Sí, elegí alejarme de ti porque no iba a soportarlo— me atreví a escupir—. Sé que tus malditas feromonas podrían terminar por controlarme, pero no voy a cambiar de decisión y seguiré luchando. No me gusta lo que siento después de tener sexo contigo, no me gusta lo que siento sabiendo que tú eres un experimento y...

Un gemido se me arrebató cundo esa boca se abrió con rudeza contra la mía para devorarla en un beso hambriento y lleno de vehemencia.

Me desarmé, desinflándome contra su pecho cuando él ladeó su rostro y hundió todavía más su boca en un segundo beso en el que sentí esa larga y húmeda lengua acariciándome los labios.

Cielos.

No pude soportas las maravillas que me hacía sentir ser besada así cuando sus palabras anteriores se repitieron en mi cabeza vislumbrando la tortura de la imagen de ella rozándose contra su boca.

Mis dientes se hincaron con fiereza sobre su labio inferior para morderlo como otras veces hice, recibiendo su gruñido bestial y su boca arremetiendo contra la mía en un tercer beso más brusco y más entrañable, debilitándome entera.

Me deshice hasta el alma ante la pausa con la que se tomó para besarme y prenderse de mi labio inferior para saborearlo con la lujuriosa danza de su lengua y soltarlo hasta hacerlo rebotar.

Jadeé.

—Odio cuando me callas así.

—Y lo seguiré haciendo— farfulló, y la delicia de su aliento explorando el interior de mi boca me apretó los parpados.

Por poco se me escupía un quejido tras sentir sus dedos presionarse en mi nuca y alzarme más el rostro solo para sentir su boca apretándose a la mía.

— No me divierte cuando se te contrae el corazón—un gemido se me ahogó contra su boca cuando sentí sus dientes presionándose sobre mi labio superior, tirando de él para soltarlo y hacerlo rebotar—, me enfurece cuando algo te lastima y de eso no dudes.

Estremecí, sintiendo ese pinchazo de emoción desbaratarme el corazón con latidos acelerados y no quise perderme en ello, no quise malinterpretarlo, pero una parte de mí lo hizo.

—Ahora...—arrastró entre dientes, soltándome el antebrazo que mantuvo acorralado encima de la cabeza, ese cuya mano se estampo contra el costado de su torso hundiendo las uñas en su piel—. ¿Seguirás negándome que no somos el caballero y la villana de tu cuento infantil?

—Porque no lo somos —musité.

—¿No? —inquirió en un ronroneo haciendo un movimiento tan sensual con sus labios danzando sobre los míos, en el que casi me perdí.

—No...

—Entonces me equivoco con que la villana se apartó del caballero tomando la misma decisión que tú, ¿o no, pequeña?

Sentí que las rodillas me flaquearon cuando la punta de sus dedos deslizándose sobre la suave textura de mi muslo izquierdo, levantando el camisón rosado para deslizarse a lo largo de mi cintura, deteniéndose sobre mis sensibles costillas. Una de mis manos voló de su torso estallando contra su antebrazo venoso y tensionado al sentir su pulgar inclinarse sobre ellas y repasarlas de tal forma que nubló sus palabras.

—El veneno que le inyectaron, la sustancia que bloqueaba sus síntomas y los actos que cometió—Mis parpados temblaron cuando ese pulgar se rozó contra la copa de mi pecho izquierdo—. Habrás puesto otros sitios y añadido acontecimientos, pero los personajes y lo que sucedió entre ellos son los mismos.

Sentí que el pecho se me reventaría de las sensaciones que me provocó tanto sus palabras como esos dedos deslizándose más y ese pulgar adentrándose bajo la copa del sostén, revelando la tierna piel de mi pecho y alcanzando ese pezón endurecido que me arrebató un jadeo.

—Desacertaste con el antídoto, muñeca—recalcó y se tragó mi gemido cuando su uña acarició mi pezón, torturándome con movimientos circulares—, desde hace horas que curó tu pequeño cuerpo.

Se tragó un alargado gemido más cuando al menear su ancha cadera apretando ese agrandado y endurecido bulto de hierro a mi vientre, presionó su yema y masajeó la dureza.

Y me mojé, mis muslos tensionándose ante la palpitación torturándome el sexo e hinchándome el botón que deseaba dicho frote y apretón, y en el momento incorrecto.

Los sentidos por poco trataron de bloquearse cuando presionó parte de su uña. Me estaba torturando y él lo sabía, sabía que haciendo esto no podría luchar para apartarme de él, lo peor de todo es que parecía darle la razón.

—Pero decir que el caballero ve en la villana a la mujer que mató su gente, no es tan erróneo —el rígido estiramiento de sus labios soltando espesamente esas palabras, apretujaron mis labios.

Me tembló el mentón sintiendo esa contracción detrás de mi pecho. Aunque una gran parte de mi lo sabía, que él lo dijera, dolía.

— Como menos lo es, que ella lo quiera, pero—pausó con sus dientes crujiéndole y una enigmática vibración que se memorizó en mi labio inferior—, ¿el caballero sentirá lo mismo por la villana?

Una punzada de nervios me apretujo el cuerpo, tensionándome la quijada ante la asperidad de su pregunta, no me estaba gustando.

—Responde, mujer—estremecí ante la pronunciación de la erre, casi pareciendo un ronroneo —, ¿crees haberte equivocado con lo que él siente por ella?

—¿Por qué me lo estas preguntando?

Y con el temor de esas últimas palabras pegué con fuerza mi boca a la suya sintiendo la incomodidad del roce entre nuestros dientes.

—No entiendo como piensas que esta conversación me llevara a cambiar de decisión, solo me hace sentir... — detuve las palabras en tanto mi mano volvía a la piel de su torso, hundiendo los dedos para tratar de empujarlo—. Solo estas consiguiendo que quiera apartarme más de ti, y ahora mismo no sabes cuándo deseo tener lejos.

Y tan solo lo dije, una de mis manos se deslizó del costado de su torso a su cinturón aferrándose al mango de una de sus armas.

Era tonto amenazarlo con dispararle si no se apartaba, pero prefería actuar como una idiota a escuchar lo que terminaría humillándome más de lo que me sentía. Sin embargo, solo reparar en la textura a la que mi mano trataba de rodear para desenfundar, me hizo darme cuenta de que el objeto al que me aferraba se trataba de una radio.

Era la radio que le dio Richard y la cual involuntariamente terminé encendiendo, produciendo un extraño sonido rasgado alargándose por todo el pequeño cuando. Respingué y hundió con miseria mi entrecejo, maldiciéndome cuando piqué botones y no pude apagarlo.

Toda mi seriedad y disgusto fue en vano, porque me sentí como tonta.

Y me estremecí cuando el pulgar abandonó mi pezón, saliendo de la copa al mismo tiempo en que sentí como sus largos y carnosos labios se extendían sobre en una retorcida sonrisa que lejos de ser irritada o amarga, estaba llena de sensualidad y una letal malicia.

No hagas esto, no sonrías así cuando quiero apartarme de ti ya.

—¿Tienes problemas con la radio?

Un cosquilleo en el centro del estómago me traicionó ante su varonil y ronca voz.

—No, no lo tengo—mentí y esos largos dedos se deslizaron con delicadeza sobre los míos que todavía trataron de apagar el objeto ruidoso.

Los rodeó con su calidez y como en una clase de abrazo, tomándolos en su puño para apartarlos al tiempo en que él enderezó su rostro lejos del mío, apartando su boca de la mía de forma tan brusco que dejó una desconcertante ausencia de textura y calor que me perturbó.

Se me agitó el corazón cuando sentí su puño levantando mi antebrazo junto a mí. Mi mirada revoloteó en toda esa oscuridad que se desataba por delante y sobre mí, tratando de buscar esos orbes feroces cuya intensidad depredadora sentía fijamente, contemplándome como si fuera presa.

Y lo era. Yo era la presa.

Estaba acorralada por su cuerpo, su calor, su tacto y sus malditas feromonas afectándome al mismo tiempo me debilitaban la voluntad, nublaba mis sentidos y mi decisión. Y si no lograba salir pronto, caería. Iba a caer.

—Solo déjame volver con la niña— pedí en un susurro y jalé mi mano intentando zafarme de la suya, esa que se apretó con fuerza impidiéndomelo.

La respiración amenazó con descomponerse cuando supe lo que haría.

—Eres la única que no se ha dado cuenta.

Y jadeé por el suave y húmedo toque de sus labios rozándose contra mis nudillos. Memoricé la forma en que se abrían con lentitud, y se hundían sobre ellos besándolos con tanta profundidad que sentí deshacerme en un entrecortado suspiro.

—Detente —susurré la orden y por segunda vez volví a intentar zafarme de su mano, escupiendo un quejido de dolor cuando sus dedos apretaron más.

—Hasta esa hembra sabe el efecto que tienes sobre mi— ronroneó contra mis nudillos.

Deteste el sabor amargo que me produjo en la boca, y los vuelcos entre los músculos del estómago solo recordarlos rozando sus bocas delante de mí.

—Suéltame—volví a tirar de mi mano y esta vez con más fuerza—. Te digo que me...

—No tuve sexo con ella — respingué ante su gruñido ahogándose contra mis nudillos.

El corazón me latió con ilusión.

—¿Me oíste pedirte una maldita explicación?

Y esos dedos deslizándose a lo largo de mi cuello hasta envolverme la quijada, me detuvieron una respiración. Me congelé ante el tacto de sus dedos recorriendo lo largo de mi mandíbula hasta trepar por mis mejillas y apretarlas. Con ese agarre firme y brusco, me obligó a levantar entre la oscuridad más el rostro.

—Te la estoy dando porque quiero y porque me place, mujer—Una ola de calor recorrió hasta la última fibra de mi piel cuando recibí su exhalación no solo contra mis nudillos, sino contra mis labios, haciéndolos cosquillear.

Giró dicha mano y extendió los dedos, solo para hundir su boca contra la palma, besándola en compañía de esa larga lengua para saborear mi piel.

— No existe hembra ni humana más exquisita y fascinante que tú.

Besó una vez más y me sentí encantada, si seguía así no iba a poder mantenerme más firme.

— Nadie podría saciarme como lo haces tú—arrastró y estremecí con todo ese vapor de su aliento siendo soltando contra la palma de mi mano, humedeciéndome la piel, atravesándome el hueso y acariciándome el alma—, y si estoy aquí es porque quiero tocarte, y quiero ser tocado por ti, Nastya.

Sentí que se me desarmaría el corazón, este hombre estaba mostrando un lado que nunca antes vi.

—Que románticos— la voz de Richard emitiéndose desde la radio, me arrebató un pequeño respingón—, pero dejaron apretado el canal a mi radio, y puedo escucharlos.

La mano que sostenía mis dedos los abandonó, sintiendo como mi mano caía sobre su hombro tenso, deslumbrada ante el intenso calor que emitía su piel y como los músculos se movían debajo de la misma.

— Podemos—la vocecilla de la niña me erizó la piel hasta déjamela chinita.

—Para cambiar el canal de su telenovela, deben presionar el bo...

La voz de Richard se cortó al igual que el resto del sonido rasgado desvaneció, dejando ese rígido silencio esparciéndose sobre nosotros que trató de ser cayado por mi respiración.

—El final que le diste al caballero con la villana— Su pulgar trepó por mi labio inferior, tirando de él—, no es el mismo final que tengo para nosotros.

Estremecí solo escucharlo, aturdiéndome con la emoción que sus palabras me produjeron. Mi cuerpo era imposible de controlar, un momento estaba frustrada y enojada y al siguiente ya estaba curiosa y nerviosa.

—¿Cuál es tu final? — quise saber.

Sabía que no debía estar haciendo esa pregunta, porque quizás no me gustaría la respuesta, o porque solo me ilusionaría más de lo que ya estaba.

Y lo más astuto seria repetirle lo mismo que dije anteriormente y permanecer firme con mi decisión, aun cuando dijo que no hizo nada con ella.

—¿Quieres saber? — esbozo con una marcada severidad.

—Sí— añadí con un, apenas, asentimiento—, pero eso no me hará entregarme a ti.

Esas últimas palabras sonaran como una clase de incitación, como si le tentara a romperlas con una buena respuesta que me provocara.

En realidad, eso era lo que estaba buscando.

El dedo en mi pulgar entró en mi boca haciendo contacto no solo con mis dientes, sino con mi lengua y exhalé contra la yema cuando mi nariz sintió el roce cálido de su puntiagudo lóbulo.

Cerré los parpados inevitablemente ante el frote que hizo. Beso esquimal, así era como le llamaban. Y las exquisitas sensaciones que produjo solo aumentaron sobre mí al sentirle inclinaras aún más, palpando sus labios sobre mi flequillo, pero sin dar un beso.

—El caballero de mi historia... —Deslizó sus labios de mi frente a mi sien y un escalofrió me removió contra su cuerpo ante el contacto.

Me encogí cuando repartió un beso sintiendo como su otra mano se deslizaba a lo largo de la piel de mi muslo levantando el camisón para aferrarse a mi cadera.

—No solo la cura de su envenenamiento —Besó mi mejilla y su pulgar acarició mi vientre cubierto por el bóxer.

Sus largos dedos se recostaron sobre mi vientre, bajando hasta mi monte sobre los apretó y... Demonios, un destello de placer me encendió.

—La protege de lo que la lastima y tortura.

Subió hacía mi pequeña curva cuya piel se estremeció con el desliz, la acarició con tanto detalle como si construyera esa parte de mí, y me gustó. No iba a mentir, me encantaba cuando me acariciaba, y mi cuerpo anhelaba ser recorrido y acariciado por esas amplias manos hasta que la última parte de mi existencia se sintiera satisfecha.

Esto estaba gustándome cada vez más.

—La mantiene viva y sana hasta donde su aliento alcanza— me sentí atrapada en su ronco susurro y esos labios besando mi mejilla antes de rozarse contra mi temblorosa boca.

Acaricio ese par de pliegues con un provocativo movimiento que me atolondró. Se me cerraron los parpados y una sed se apodero de mi boca cuando él abrió la suya, exhalando lasciva.

— Se queda con ella sin importar lo terca que sea y se resista a él.

Odié que mis labios me traicionaran y se estiraran en una sonrisa con una clase de timidez, que le tensionó los suyos.

— ¿Ese es tu final? — pregunté—. El caballero de tu historia se queda con ella, ¿a pesar de su pasado?, ¿no sentirás que traicionas a tu gente?

No iba a quedarme callada y quizás estaba arruinándolo otra vez porque sabía que en estas circunstancias lo moral y la integridad no existían, pero quería escucharlo.

—Traicioné a mi gente desde que te tuve en ese túnel contra mi cuerpo, sujetando tu cuello y enterrando el arma en tu cráneo, y siendo incapaz de matarte— Recostó más su boca la mía y sentí esa humedad cubriéndome la piel de mi entrepierna cuando esa lengua salió saboreándome el labio inferior—. Si te mantengo viva y conmigo es porque así lo deseo, tu pasado no tiene por qué entrometerse

Sus manos apretaron mi cadera, sintiendo como sus dedos tomaban los lazos del bóxer y tiraban de él con rotundidad. El sonido de la tela siendo rasgada bruscamente me hizo respingar de golpe.

—¿Qué haces?

Sentí como los trozos del bóxer caían de mi vientre y por lo largo de mis piernas, desnudándome, logrando que la helada brisa invadiera no solo la piel de mis glúteos recargados contra la pared, sino ese par de pliegues hinchados y empapados que se estremecieron ante su inesperada desnudez.

Y no iba a decir que dicha acción no me excitó porque sí lo hizo, y mucho.

—El caballero no solo se queda con la villana, preciosa—gruñó ronco y entre dientes-, no es el final.

—¿No? —me atreví contra su boca, a la vez que dejé que mis manos se deslizaran a lo largo de sus antebrazos venosos.

—No— Sus dedos juguetones se deslizaron en la tibia piel de mis muslos, deslizándose por detrás y sobre la piel de mis glúteos que moldeo bajo la palma.

Su tacto era magnético, enigmático, excitante.

—¿Cuál es el final? —incité en un susurró, apretando mis dedos a la dureza de sus anchos hombros.

Apretó su tamaño arrebatándome no solo un pequeño salto sino un jadeo que colonizó el interior de su boca. Bajó hacia la parte baja de los glúteos para levantarme con brusquedad, dejando que mis piernas le rodearan la cintura y se aferraran a ella al mismo tiempo en que mis manos se tomaron de sus anchos hombros.

—Él—recalcó con bestialidad, ladeando su rostro para esbozar contra mi boca y con una maldita ronquera: —..., le hace el amor.

(...)

¡BUM!

Ayayaya, y estoy segura que ni Siete sabe lo que esas palabras significan pero bueh!!

Perdonen que me haya tardado mucho bellezas, estuve fuera de mi ciudad, tomando el solecito. Pero he regresado, y me encanta este capítulo, el siguiente se nos viene intenso.

Este capítulo esta dedicado a la hermosa @Baby_Moon2004 feliz cumpleaños linda. Espero que este año este lleno de muchas lindas experiencias y buenos momentos. Un enorme abrazo❤

Espero que les haya gustado.

LOS AMOOO MUCHOOOO.

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