Alekseev

ALEKSEEV

*.*.*

(Al fin hay actualización, espero que les guste el drama, las amo)

Siete.

—Se-señorito Alekseev, tengo q-que cortar la llamada. M-me comunicaré con usted en cuanto..., ¡Señorit...!

La curva en mis labios se ensanchó arrugándome la comisura con irritación, Sarah no terminó de hablar cortando la llamada. Su desespero y nerviosismo repentino no podían ser más evidente, algo ocurrió.

—¡Genial, solo esto nos faltaba! Ivanova dejó caer los documentos sobre la mesa de reuniones, —. La internet invadida de temas sobre la explosión en la planta eléctrica y del ataque de monstruosidades en Kolomna, Anna y Esteban rehusándose a hablar sin un abogado, el ultimo USB está contaminado de virus, los contratos de los trabajadores hechos pedazos y apenas podemos leerlos con adhesivos en todos lados.

Hizo una pausa, trepándose encima de la madera para acomodarse en el espacio entre mis piernas.

—Por si fuera poco, los reclutadores externos del laboratorio están siendo asesinados y ahora la única que puede testificar de los hechos pierde la memoria, ¿qué más podría pasar?

Ignoré su queja y el tacón de su calzado recargándose sobre el brasero de mi silla. Poco me importaba si de toda la evidencia que recaudé solo les restara un USB que terminó siendo contaminado por un infiltrado y el cual estaba siendo trabajado por el General y otros humanos, la noticia de Sarah y el modo en que colgó me tenían preso.

Mejor le sería a la humana no cometer otro error con las ordenes que le di, suficiente tuve con escucharla decir que Nastya despertaría en un par de días. 5 días esperé a que sucediera, solo eso pudieron darme al aceptar la posición que Materano ofreció con tal de conocer la evidencia total y lo que querrían hacer con la humana.

Coloqué el móvil de Ivanova en la mesa cuadrangular y tomé el mío, abriendo la aplicación que me conectaba a las cámaras que situé en zonas de la base y pasé de imagen a imagen en busca de la que me brindaría escenas del almacén en el que dejé a Nastya a su cuidado.

Dejarla en la enfermería del edificio en el que dormían todos sería arriesgado, y terminé ocultándola en uno de los almacenes de armamento colocando cámaras que Sarah ni otro humano sabía de su existencia.

— Si realmente perdió la memoria, lo cambiará todo. Al Ministro y al General no les gustará saber esto menos lo van a creer, es demasiado sospechoso —suspiró, restregándose sus rizos—. Es decir, es su segundo nombre, ¿cómo es posible que lo recuerde?, ¿no sospechar?

La pantalla se agrandó mostrándome el cuarto de almacenamiento que se amuebló con las maquinas medicas necesarias para atenderla, regresé el tiempo calculando el momento en que Sarah me llamó.

— ¿Qué haces?

Detuve la imagen en la que el curvilíneo cuerpo de la humana recostada en la cama apareció y dejé correr la escena, observando cómo se removía bajo la delgada sabana que apenas la cubría. Sus parpados se extendieron y la agitación aumentando el tamaño del pecho me obligó a acercar la imagen detallando el exótico color de sus ojos que miraban, somnolientos, el cuarto.

Diez días le costó despertar y tuvo que hacerlo cuando me encontraba lejos de ella,
cuando la dejé tan frágil e indefensa a la mira de quienes querrían todavía lastimarla si sospechaban de quién era o la reconocían.

Como si las cosas no fueran suficientes, resultó perder la memoria. Sarah nos advirtió sobre esto, los golpes en el cráneo producirían problemas en ella, pero no imaginé que sucedería lo que menos convenia. «Mejor le sería que no se olvidara de mí, porque no estoy haciendo esto para que al llegar no reconociera al hombre que la hizo y seguirá haciendo suya hasta llenarla de mí.»

No obstante, si perdió o no la memoria, de eso me encargaría más tarde, por ahora lo que interesaba más que sus recuerdos era lo que sucedería con ella ante mi ausencia. El trabajo que acepté con Ivanova y el resto, todavía no terminaba y por ende volvería dentro de uno o dos días a la base.

—¿Vas a analizar el momento en que despierta la testigo?

Que pregunta tan innecesaria. Su inclinación hizo que el par de rizos me rozaran la mejilla, giré el móvil agrandando la imagen y atendí la escena en la que se mostró a Sarah apresurando el paso para tomar una tabla de hojas y acercarse a la camilla.

—¿Es que no vas a responder? — se burló.

—No hace falta cuando lo estás viendo — pronuncié.

—Vaya, en verdad eres todo un Ogrito como lo describió la niña— bufó, cruzando sus piernas y dejando que el tacón de su bota palpara mi muslo—. Me parece bien que lo quieras analizar, así sabremos si miente o no con su pérdida de memoria.

Los segundos transcurrieron en el video y Sarah escribió en la tabla, moviendo los labios con preguntas que acaté pese a la falta de audio. La confusión en la humana recostada en la cama era notoria, pero no más que el miedo que emitía su propio cuerpo al removerla con inseguridad.

—Súbele el volumen—Sus dedos tocaron los míos presionándolos en la pantalla hasta que el módulo de sonido encendió—. Tenemos que estudiar su voz, y que mejor que tú para hacerlo, eres bastante bueno en ello.

Se me apretó la mandíbula con la caricia que su pulgar dio en mi antebrazo, recorriendo una de las venas que se trazaban bajo la piel. No era el primer toqueteo que recibía de la humana, antes los cometió también. Mis feromonas surtían cada vez más efecto en ella, y mejor que no lo hiciera, suficiente tuve con la hembra para tener que lidiar con otra que resultaba ser peligrosa con lo que quería conseguir con la humana.

—¿Recuerdas algo de ti? —La voz de Sarah se emitió de las bocinas en el móvil.

Estudié el pestañeo inquieto de Nastya, su mirada adormilada se removió con temor en busca de respuesta en los objetos a su alrededor. Acerqué la imagen, sus clavículas se marcaban al igual que sus pómulos, su pérdida de peso fue notoria y no era una sorpresa, después de todo la humana que cuidaba de ella mencionó que alimentarla por medio de sondas no era suficiente y no el método correcto, pero fue lo que se consiguió. Traer más maquinas atraparía el interés de muchos y evitar levantar sospecha era lo que teníamos que hacer si esta vez queríamos mantenerla viva.

Al salir del subterráneo, no hubo tiempo de atenderla, mucho menos detener el sangrado de las heridas en su cabeza, y con las bombas activas el tiempo se acortaba y se la llevaron a un vehículo equipado con material médico que la trasladaría a la base. Murió y la ira que me poseyó al no escuchar más la palpitación del órgano tras su pecho fue tanta que amenacé por matar a todos si no me la devolvían.

Se corrió el rumor de que perdió la vida, la hembra se lo creyó, pero tras lo sucedido en el subterráneo no me confiaba de nada ni nadie. Era un hecho que existía quienes no se tragaron el cuento, y entonces viviría con las armas empuñadas con tal de mantenerla a salvo.

—La testigo se ve asustada.

—No— la agudeza aterciopelada de su voz se emitió de la bocina y crujieron mis dientes ante la ola de calor atravesándome la entrepierna.

La descarga se extendió por mi falo remarcándome las venas del cuello ante la tenue hinchazón que me contuvo un quejido de miseria. Días sin escucharla, sin sentirla, sin tenerla como deseé y bastó esta vez con pronunciar una sola palabra para que el instinto de poseerla a toda costa me tensionara hasta remarcar las venas del cuello.

No tuve problema con esto cuando estuvo inconsciente, mi pene no se endurecía con mirarla dormir desde las cámaras y que lástima, la tenía lejos de mí para saciarme de ella y disminuir la tensión. Si mis feromonas seguían acumulándose a este ritmo ahora que ella despertó, cuando llegara el momento de volver y la tuviera de frente no habría nada que me contuviera.

Será mejor que no pierdas la memoria, mujer, porque te arrepentirías de hacerlo.

— No puedo recordar nada—Analicé el miedo que se construía en su pálido rostro y como sus manos se hundían en el colchón de la camilla —, ¿por qué no me acuerdo de nada?

La exasperación me desencajó la mandíbula y enderecé el rostro, acercando más la imagen de su cuerpo.

—¿Por qué no puedo recordar? —Se sentó y observé el temblor en su cuerpo—. ¿Usted sabe quién soy?

Sarah no contestó y el desespero de la humana torció mis labios.

— Respóndame, ¿sí o no sabe quién soy?

Aun teniendo un audífono añadido en la cámara no podía escuchar la palpitación de su órgano cardiaco, pero su pecho se agitaba debido a su respiración remarcando sus pezones bajo la blanca tela. La humana tenía miedo y se distinguía con claridad su mucha confusión, pero el nerviosismo en ella era de dudar y como deseé tenerla pegada a mi cuerpo para atender hasta la más pequeña reacción de sus moléculas, entonces sabría que esto era o no un invento suyo para protegerse a sí misma, lo que no serviría de mucho.

Existía evidencia que la culpaba y no era el USB contaminado con el que trabajaba el general y los otros en la siguiente habitación. Los documentos sobre la mesa frente a mí y en los muslos de Ivanova eran los contractos que ella y los otros firmaron con Anna y Esteban. Las estipulaciones, las manipulaciones, las palabras entre líneas y la ganancia que se les daría al finalizar, todo estaba ahí. No había muchas opciones para Nastya, pero sí una salida y por esto estaba aquí.

En el subterráneo no existió forma de no entregarla cuando Ivanova se dio cuenta de su existencia y ella terminó en mal estado, pero aun podía tenerla si ella brindaba información a cambio de su libertad condicional. Conocía los nombres de los implicados, eso era más que suficiente y lo que estos humanos necesitaban para encontrar a los otros involucrados.

— ¿Está actuando? — su aliento me hormigueo el pómulo y ladeé el rostro estudiando a Nastya —. Siento que esa reacción es un poco excesiva, ¿no lo crees?

Esto no parecía una actuación.

—Te golpeaste fuerte la cabeza— La enfermera palmeó la mano de Nastya—. Esta pérdida de memoria suele ser por un trauma que no dura mucho, en poco tiempo recordaras no te preocupes.

—Sarah la atiende muy bien— habló y su sombra sobre mis muslos, me la mostró recogiéndose el cabello—. ¿Vez que es de confianza? Ella es puro amor y dulzura, no se inclina por dinero ni por la maldad de otros, tampoco el soldado Lewi y el Teniente Gae.

—¿Esta segura? — El miedo en Nastya seguía intacto—. ¿Cuánto tiempo voy a durar así?

La enfermera tembló, ni ella estaba segura y bajó de la silla como si no supiera lo que debía hacer.

—Espérame un poco, ¿sí? —pidió y no esperó, dando su espalda y apartándose de ella—. Tengo algo que hacer, pero no voy a tardarme.

Alcanzó el móvil de la mesa y cruzó el cortinero azul dejándola sola. Fue en ese momento donde nos hizo la llamada y adelanté unos segundos deteniendo la escena cuando algo tomó mi atención.

—Se está sacando los catéteres — Ivanova señaló la pantalla y una curva me torció la parte izquierda del rostro al entender lo que haría —. Se va a escapar y Sarah ni cuenta se da, creo que debí poner a alguien más.

Nastya miró al cortinero y se arrastró hasta el borde de la cama, deslizando sus piernas fuera de ella para incorporarse. Sus muslos temblaron y tuvo que sostenerse del colchón antes de aferrarse a la pared. Su figura curvilínea desapareció de la imagen cuando cruzó la puerta y Sarah atravesó la cortina minutos más tardé dando un respingón y golpeándose la frente en tanto cortaba la llamada conmigo.

No fue tan servible después de todo. Salí de la imagen y pasé de cámara en cámara buscando una en la que apareciera Nastya.

—Es de noche y por poco de madrugada, así que no hay muchos soldados fuera que puedan verla y los sobrevivientes seguramente están dormidos.

Marqué el número del Teniente, a estas horas su tarea era estar haciendo guardia en el almacén y mejor que hiciera su trabajo. No contestó y crujieron los dientes levantándome del asiento cuando la tercera llamada fue enviada a buzón.

—Tampoco podemos volver — puntualizó detrás de mí—. La base militar está del otro lado de Moscú, llegaríamos en horas.

Rodeé la mesa deteniéndome frente a la ventana de la oficina en la que llevábamos horas, marqué a Sarah, la línea pitó y observé con irritación el muro de piedra que rodeaba el comando de operaciones especiales al que llegué hacía dos días.

—Además nos falta un par de días para terminar el trabajo, todavía hay evidencia por estudiar y saber del USB. Esperemos que cuando venga el General diga que sí lograron salvar información.

Los dientes me crujieron sintiendo el fastidio de su voz y la voz aguda en la bocina que repetía la misma frase cuando la llamada no era contestada. «Tecnología inservible.»

—¿No dijiste que respondían constantemente? Porque no veo que uno lo esté haciendo— espeté hastiado, el tono engrosado de mi voz la dejó rígida, mordiéndose el labio al acomodarse un rizo tras la oreja.

—Probablemente el Teniente no te responda porque ya la detuvo. Ella no va a poder salir del almacenamiento, Gae nunca falla las ordenes que se le da, así que no hay de qué preocuparnos.

¿No hay de qué preocuparse? En el subterráneo llegué a pensar que tenía todo bajo control, por mucho que pensara meticulosamente en un plan, fallé. Aunque dejara cámaras escondidas en partes de la base y soldados que estuvieran al pendiente de ella, no sería suficiente para mantenerla a salvo teniéndome lejos, mucho menos ahora que despertó.

Esto empezaba a fastidiar.

Escuché el taconeo de su calzado en la porcelana, rítmico y lento apartándose de la mesa, no presté atención a su figura acomodándose al lado y aparté el aparato del oído. Cinco minutos habían pasado desde que Nastya salió del cuarto y nadie respondía. Cualquier cosa podría pasar.

Y yo estoy lejos de ella.

— Voy a enviar un mensaje a Lewi para que vaya y eche una revisada, ¿ok? — Me codeó, y sentí el roce de su brazo al moverse para desenfundar el móvil del bolsillo trasero.

—Necesito acciones, no palabras— alargué, repitiendo la maldita búsqueda en la aplicación.

Las cámaras que coloqué en el corredizo y en la entrada al almacén no encendían, y esto solo me empeoró.

—Pareces bastante preocupado por ella, soldado. Cualquiera que se pusiera a pensar llegaría a la conclusión de que ella te interesa— di una mirada de reojo a sus dedos tecleando la pantalla—..., tanto que se te olvida que soy tu superior.

—¿Estas tan segura? — incité entre dientes—. Acepté este puesto por mi gente, que no se te olvide que esto es un simple disfraz, por ende, no soy tú soldado, mujer.

No me disfracé como soldado solo para analizar la evidencia rescatada, me dieron este físico para estudiar a los soldados del comando y posteriormente, estar presente en los encuentros que tuvieran con Anna y Esteban. Evidentemente, también lo acepté porque no permitiría que tales hechos ocurrieran con Nastya apartándola de mí.

—Bueno sé que lo haces por tu gente y es honorable—encogió de hombro —. Aun así, si no quieres ser descubierto, tienes que hacer lo posible por utilizar bien el disfraz, tener respeto y obedecernos en algunas órdenes. Solo en algunas, tampoco es que te pida tanto.

Volvió a codearme y poco le presté atención, entrando a la aplicación en busca de una imagen en la que ella apareciera, forzándome a no destrozar el aparato entre mis manos cuando no la encontré.

— Listo, se lo envié— informó—, Lewi no tardara en ir al almacén, así que no hay de qué preocuparnos. Una vez que el General y los otros informen sobre el USB, les diré que regresaremos a la base para hacer un diagnóstico a la testigo. Les tendré que contar lo que Sarah dijo, ¿está bien para ti?

Lo único que me interesa es saber que dónde está. Marqué de nuevo a Sarah, y la llamada entró.

—¡Señorito Alekseev! — su chillido me retorció los labios en un quejido—, perdoné por no responderle es que la señorita se sintió mal y me preocupé—La comisura me tembló ante su mentira.

—¿La humana está contigo?

—Sí, señorito, y ahorita ya está mejor, estoy a punto de hacerle una revis...

—Te prohíbo que le cuentes de lo que hizo en el laboratorio y de que ella es uno de los involucrados, ¿entendido? —advertí, y el rostro de Ivanova se torció en mi dirección con un gesto de sorpresa.

—¿Por qué no quieres que ella sepa? —no tardó nada en exigir, y no me tomé el tiempo de responderle, ignorándola.

—Quiero que le digas que estuvo ahí— agregué—, que trabajó tres meses y dos meses estuvo atrapada durante el desastre, y que vio y escuchó algo que nosotros necesitamos saber.

—Sí señorito, lo que ordene. Y una vez termine la revisión y le cuente lo del subterráneo...

—Hay algo más— la interrumpí.

Me aparté de la ventanilla con Ivanova siguiéndome detrás, dirigiéndome a la mesa cuadrangular donde me detuve tras apartar la silla de un empujón. Tomé uno de los documentos con pedazos de adhesivo que lo mantenían unido y leí el nombre escrito al principio.

—Dile que su nombre es Nastya Alisha Romanova— ordené—, nacida el 5 de noviembre del 2061 en Moscú, con eso bastará para ella. Si quieres añadir a los parásitos, las muertes y la explosión por la que perdió la memoria, hazlo, pero quiero que la lleves directo a mi cuarto, sin preámbulos, sin paseos. No quiero a nadie rondando el piso, y cuando salga te quiero con ella haciendo lo que te mandé en un principio.

Tal mandato no fue más que el enviarla a mi habitación y mantener la guardia de los hombres en quienes apenas confié, en dado caso de que despertara y no estuviera presente, y tal hecho aconteció.

—Entendido—articuló dudosa de mis palabras—. Haré lo que me ordene y los mantendré informados.

Colgué y levanté la hoja, repasando la cifra del monto que se le daría a sus padres por adelantado como el trasplante a su hermana fallecida, todas sus peticiones estaban añadidas en el contrato, sus adeudos bancarios y los pagos pendientes de un hospital, así como las estipulaciones que le enmarcó la humana que, a pesar de estar en confinamiento, buscaba todavía hoy como matarla.

—¿Qué te sucede? — Su mano se estampó en mi antebrazo y apartándome la hoja deslizó su cuerpo en el poco espacio entre la mesa y yo, quedando acorralada por el mí.

Se dio cuenta de la cercanía, temblequeando ante el roce de su pecho con el mío.

— ¿P-por qué no decirle lo que hizo? —trató de enderezarse y una segunda respiración que la palpó a mis pectorales, la dejó nerviosa—. No lo entiendo y estoy en contra, ¿por qué no quieres que sepa?

—¿Por qué hay que entenderlo? ¿En qué momento te pedí tu opinión? — escupí apretando la quijada—. Esta es mi decisión nada tienes que ver en ella.

No perdí tiempo y retrocedí. Me fastidió ver su cuerpo interponiéndose en el camino y esos dedos se hundieron con fuerza en el brazo, como si con ello pudiera detenerme.

—Ah, no, claro que tengo que ver en ella, Soldado—me encaró, acercándose—. Si le decimos lo que hizo sabríamos si está mintiendo, y si resulta que lo está, será otra evidencia más para culparla.

Empezaba a cansarme que se metiera en las decisiones que tomaba, el Ministro Materano dejó a la humana a mi cuidado, dónde y con quién la dejara, esa era mi última palabra, no la suya.

—Haya o no perdido la memoria sabrá que hizo algo por lo que se le culpará y tratará de escapar— pronuncié, alzando el rostro bajo la atención de su mirada que cayó sobre mi boca—. No me conviene cuando todavía hay quien la quiere muerta.

El aliento acariciando la piel rozada de su rostro la estremeció. Asintió y no hubo razón para hacerlo.

—Tienes razón—suspiró.

La comisura me tembló y seguí el movimiento de sus dedos deslizándose a lo largo de mi antebrazo, y el modo en que remarcó las venas bajo sus yemas no se comparó a la inocencia y malicia con la que Nastya inconscientemente terminaba provocándome con sus toqueteos.

—Eres bastante precavido... — Se lamió los labios y miró a los míos. Sus ojos se dilataron, y tragó con complicación—, en eso te ganas puntos extras.

Arqueé la ceja, su boca se curvó en una sonrisa que no la destacó, la humana estaba embobada, envuelta en mis feromonas y no se esforzó por detener el efecto tal como esa mujer exótica hacía.

—Aunque, si resulta que en serio perdió la memoria, de nada servirá, no testificará, no dará nombres, no nos ayudará en nada más que hacer preguntas sobre ella misma.

Preguntas que planeo responder con acciones.

Estiré la mueca cuando no dejó de recorrerme la boca, evidenciando sus ganas de eliminar la distancia y besarme. «Humana ilusa.» Empuñé su juguetona mano y levanté el mentón, sombreando su rostro de tal modo que obligué al celeste de sus ojos encajarse en la intensidad de los míos. Si se creía que obtendría de mí lo que deseaba estaba equivocada.

Las feromonas afectaban a cualquiera que se sintiera atraída por mi, no tenían limites e Ivanova era la prueba.

Está humana, pese a no ser exótica, poseía belleza que a otros atrapaba. Otros hombres aceptarían sus caricias y acercamientos, pero yo no. No me atraía, no la deseaba. La atracción interminable e insaciable por Nastya era impedimento para desear tener sexo con otra fuera humana o hembra.

Me alimenté del estremecimiento de su cuerpo, y el tamborileo detrás de su pecho retumbó en mis oídos. Miedo no fue lo que sintió remarcándome la mueca a percibir su excitación, el aroma dulce que desprendió su húmedo sexo. No se comparaba en nada a la miel que exhalaba la piel de Nastya y de la cual acrecentaba mi hambre.

—Ella me da algo de pena, ¿sabes? —atendí a la ronquera en su voz—. Aceptó el trabajo para salvar a su hermana, pagar la hipoteca de su casa y las deudas en el hospital. Entró dándoselas de heroína al pensar que ustedes eran unos monstruos. Por buenas intenciones que tuviera lamentablemente no cambia las muertes que provocó. Los hombres que dijeron que la ataron en un sótano, están pidiendo justicia, y tu gente que no sabe que está viva también la pide.

Endureció mi quijada y una sonrisa de ira se me extendió, antes de volver al subterráneo bajo la misión de Materano, los hombres que hablaron de la existencia de Nastya únicamente mencionaron que la ataron a una cañería. Que interesante que evadieran la tortura física que le dieron antes de abandonarla.

Con Nastya inconsciente no hubo nada más interesante y su existencia pasó a ser parte del olvido. Una vez regresará a la base, me encargaría. Su tortura también tendría que ser pagada por mis manos o por las manos de otros, preferible que fuera por las mías.

—¿Y tú quieres darles justicia? —inquirí con dientes apretados.

Ver su asentimiento me airó.

—No, pero ella tiene que pagar por lo que hizo—susurró.

La humana no se equivocaba. Nastya se merecía pagar por su ingenuidad, «pero soy tan egoísta que ni eso pienso dejarla recibir.»

—Tiene que ir a la cárcel por el tiempo que se le determine— prosiguió y suspiró perdiéndose en mi rostro—, o en dado caso de que después de unos días no recuerde nada, tendrá que estar en una institución de salud mental, ¿no lo crees así, Kei...?

La ferocidad con la que apreté sus dedos en mi puño, arrebatándole un quejido de esos labios carnosos, le detuvo el resto del nombre en sus labios.

—¿Qué sucede, Soldado? — Se mordió su labio inferior, repasando la severidad que endurecía mi rostro—. ¿Hay algún problema? ¿Es la falta de costumbre o todavía no te gusta que te llamen por tu nombre?

—No cuando viene de tú boca—recalqué con frialdad, soltándola.

—Demonios, es demasiado sin vergüenza al hablarme así, Soldado Alekseev— Sus labios se extendieron en una sonrisa que no duró—. Cuando la niña me habló del genio y de lo mal que trataste a la testigo no imaginé que fuera cierto, creí que lo exageraba, pero empiezo a comprenderlo.

Las contracciones tras su pecho me desinteresaron tanto como la sonrisa que se ensanchó de nuevo.

—¿Para qué eliges un nombre si no vas a permitir que otros lo digan? — refutó, alzando su palma frente a mí—. No me respondas. Se que lo elegiste porque el Ministro te lo pidió como parte de esto, pero aun así, ese será tu nombre de toda la vida y te guste o no, tendrás que aceptar que otros te llamen así, sobre todo yo que soy tu...

—No ira a una institución— recalqué entre dientes descolocado de escucharla hablar de cosas que no eran de importancia —. No saldrá de la base sin mi autorización, se quedará el tiempo que sea necesario sin importar qué.

Sus cejas se contrajeron hundiéndose en un gesto disgustado.

—¿Sin tu autorización? Eso no lo decides tú — Chasqueó la lengua—. Lo deciden los superiores también y lo que diga el...

—¿Qué creen que están haciendo ustedes dos?

Ivanova respingó enderezándose a la presencia de Materano que se adentraba al cuarto con un aperitivo en la mano, detrás de él se acomodaba el General Jefferson, y ver sus piernas restauradas me torció más la mueca.

En el subterráneo las crías devoraron todo su muslo derecho, tuvo suerte que no contaminaran. Al menos para él, siendo un humano débil, no tendría por qué batallar con un gusano tratando de crecer en su interior.

—Están coqueteando en la oficina o qué? — la pregunta sin humor del General me arqueó la ceja —. Porque si es así podemos volver en 5 minutos mientras vomitamos.

—Señor Ministro— La humana rodeó la amplia mesa alzando su brazo y saludando como los soldados hacían con sus superiores—. No lo esperábamos, creímos que estaría reforzando los restos de la planta eléctrica.

—Papá — corrigió el hombre.

No me resultó intrigante, descubrí su parentesco dos días después de salir del subterráneo y trasladar a Nastya a la base, Materano fue al almacén para informarse de su situación, y la enfermera hizo un comentario referente a Ivanova, suficiente para saber lo que eran.

— Solo estoy de paso, dejé al viceministro que reforzara la zona, el resto del equipo me mantendrán al tanto de cualquier anomalía—agregó y sus ojos azules me miraron de reojo—. Vaya, Soldado, parece todo un humano común y corriente.

Se adentró a la oficina con una sonrisa de oreja a oreja, deteniéndose al otro lado de la mesa donde dejó su aperitivo y se concentró en mi rostro, interesado e intrigado.

— Casi lo confundo con otro si no fuera porque es intimidante y sus facciones destacan demasiado. Bastante, diría yo— puntualizó—. ¿Le gusta su aspecto, Soldado Alekseev?

—¿Cree que me gusta? — Mi actitud le recalcó la sonrisa y arrugó su nariz, estuve en contra de que cambiarme, pero si con esto entraría en el grupo y obtendría lo que quería, me obtendría de quejas.

—No, está claro que no, pero le sienta bastante bien y al menos le está funcionando, ¿no es así? —inquirió.

—Eso parece—respondí mirando al móvil en la palma, agrandé la imagen del almacén detallando el cuerpo de mi mujer sentada en la horilla de la camilla con la cabeza siendo toqueteado por las manos de Sarah.

La está revisando.

—Escuché por ahí que también le ha funcionado para otras cosillas, ¿no es así? — La ladina sonrisa transformó su rostro y no hizo falta saber a lo que se refería—. Aun con el disfraz no pasó desapercibido tanta masculinidad. Las mujeres del comando no dejan de hablar de usted, Soldado Alekseev, parece que sus feromonas están afectando a todo el comando, ¿no es así, ricitos?

—Eso está de más, señor Ministro—La tensión en la humana era visible como su nerviosismo.

—¿Y no le han irritado, Soldado? — Alzó su mano, haciendo un movimiento en todo su rostro para apuntar a sus ojos—. ¿No le duele?, ¿no le ha provocado ceguera momentánea? Es el primero en utilizarlos y se mencionó que podían mostrarse síntomas.

—Hasta entonces no lo han hecho—mencioné enfundando el móvil, luego me tomaría todo el tiempo de mirarla con las cámaras en mi habitación—, y mejor que no lo hagan.

—Ha estado con ellos estos días, no se los ha quitado Ministro— agregó la humana —, no le ha afectado a su visión ni le ha irritado las pupilas, es un hecho que con ellas no mira temperaturas pero le sirven para ocultar las escleróticas.

—No estamos en horas de trabajo mi pequeña ricitos, así que dejemos las formalidades para el lunes por la mañana y llámeme papá.

La sonrisa de orgullo que extendió le dibujó arrugas en el rostro, la humana no se movió de su lugar poniéndose nerviosa ante el carraspeo del General.

—Aunque no lo crea Ministro, a pesar de ser sábado estamos trabajando— habló él—. Y debo decir que llegó justo a tiempo porque logramos salvar información del laboratorio integrada en el USB del grupo en el que estuvo el Soldado Alekseev.

Mi humor empeoró con la noticia encajando la mirada en el humano canoso al que quise callar. Era preferible que no hubiera información rescatada, entonces la evidencia en la que probablemente venía incluida Nastya no existiría. Solo un documento que firmó sería lo único que la culparía y no los videos que transferí de los archivos subterráneos.

—¿De cuanta información hablamos? — no evadí preguntar.

—La suficiente— afirmó esté.

—¿Nos servirá de algo? —se adelantó Ivanova.

—Así es, Coronel— escupió—. A pesar de que 24 Negro y su grupo no pudo encontrar información relevante de lo que Chenovy firmó con Morozova y Coslov, los videos registrados en este USB comprueban que los contratos no son falsos, porque se registran las caras de los que se involucraron con dichas personas.

—Pues, ¿qué estamos esperando? —Materano tomó asiento en la última silla, abriendo su emparedado —. Quiero ver esos videos.

El general se giró con un gesto de satisfacción, lanzando la mirada al pasadizo de paredes blancas donde hizo un movimiento con el mentón.

— Apresure el paso, Soldado— su orden me apretó los labios y de inmediato, un humano uniformado y de baja estatura apareció con un portátil en las manos y el USB conectado—. Este es el Soldado Gogo, especializado en tecnología de programación criptográfica, el mejor de su clase para eliminar malwares. Es el que se encargó de archivar la información y el que les mostrara los videos. Ve muchacho, siéntate ahí.

Seguí atento el caminar del soldado estudiando su comportamiento. Saludó a Materano y dejó el artefacto frente a él, tomó asiento a su lado y tecleando la pantalla hasta que un pitido llamó mi atención.

El soldado dobló el portátil e imágenes orográficas se proyectaron encima y delante de ellos. Nunca entenderé la tecnología en el exterior, siendo tan diferente a la que conocí en el subterráneo.

La oficina se oscureció cuando el General bajó el interruptor de la farola y recorrí la mesa con lentitud, atendiendo a las imágenes en miniatura formando un cono. Aun pese a la distancia, reconocí una de ellas donde el rostro de una humana rubia y de labios carnosos se retrató sosteniendo una mochila entre manos.

—Todos esos son los videos que archivó con su grupo, Soldado Alekseev— comentó el General y el palmeo en mi hombro apretó mi quijada —. Bueno, casi todos.

—¿A qué se refiere? —La humana se detuvo a mi lado recargando sus manos en los braseros de la silla —. ¿Como que casi todos?

— Soldado Gogo, sería tan amable de explicarnos.

El nombrado asintió mirando el holograma sin vacilación.

—Instalé un sistema inteligente que reconoce los rostros— su voz inmadura me irritó —, así que los videos que verán a continuación serán fragmentos en los que salen únicamente los rostros de los que firmaron los contratos. Algunos de los videos son desde junio y otros llegan hasta septiembre que es cuando los acontecimientos ya están ocurriendo y las cámaras empiezan a dejar de funcionar.

Picó el portátil y el cono de imágenes circuló, agrandando una de todas que mostró la zona canina sin un solo derrumbe. La comisura se me arrugó, ese era el salón destruido y a penumbras donde la pequeña humana, creyéndose que nadie le prestaba atención, intentó escapar.

No mentiré al decir que su plan fue apenas inteligente, no había uno que se concentrara en ella y en lo que estuvo a punto de hacer, y si no fuera porque conocía su identidad teniéndome tan presto a ella, la habría dejado escaparse y morir a su antojo.

Descubrirla y aprisionarla a mi cuerpo entre la oscuridad y a la espalda de los otros nunca se sintió tan interesante. Sentir hasta la última fibra de su delgado y curvilíneo cuerpo estremecerse bajo mi agarre fue mi adicción, desde ese momento quise tenerla acorralada.

—Sabemos que los infiltrados llegaron al subterráneo a principios de junio, pero debido a los sucesos, el Soldado Alekseev y el grupo recolectaron los videos de las únicas pantallas que todavía funcionaban.

Tomé poco interés en sus explicaciones limitándome a observar el holograma que mostró a seis humanos ocupando el mismo salón de trabajo. Reconocí sus identidades, sus nombres estaban escritos en los contratos. No era coincidencia que los que participaron en el caos, estuvieran trabajando en la zona canina, era parte del plan que estar en el mismo lugar, incluso tener sus habitaciones en el mismo bloque.

—Ese era el hijo de Morozova— señaló el general al humano de cabellera rubia que se mantenía comparando frascos con líquidos. A simple vista, parecía un humano sin inteligencia—. Thomas Farrow Morozov. Su nombre falso era Peter. Necesitaban a alguien de confianza que mantuviera vigilado al grupo y que mejor que su propio hijo.

— Si estuviera vivo sería la mejor evidencia de todas—sostuvo Materano—. ¿La vieja sabe que murió?

—No— informó la mujer a mi lado, inclinando parte de su cuerpo para mirarlo—, todavía nos ahorramos la noticia tampoco hemos ido, queremos llegarles de sorpresa una vez estudiado la evidencia.

El Ministro asintió y el escenario cambió, observé la amplia mesa de instrumentos utilizados por el mismo humano en compañía de otros. No hacían nada que fuera sospechoso, intercambiaban materiales, revisaban productos y tomaban muestras de sangre de los reptiles en las jaulas.

Parte de nuestra genética provenía de tales roedores con cola larga y escamas, quién hubiera dicho que de ellos nacería esta bestia clonada de humanos, cuya genética fue utilizada antes de mi creación, para crear a otros.

La imagen cambió, mostrando un lugar y una fecha diferente a la anterior. Era el comedor, amplio y sin cadáveres acumulándose entre la inundación. Una de las mesas estaba siendo ocupada por los mimos humanos, aunque en compañía de algunos otros que fueron parte del grupo. No solo trabajan en el mismo lugar y dormían en un único bloque, tal parecía que también comían juntos.

Los tenían controlados.

—Ahí está la testigo —Ivanova se inclinó, estirando su brazo para apuntar a
la humana que se acercaba a la mesa de ellos con una charola en manos—. Se hacía pasar por Agata Uvarova, al igual que todos, cambió su aspecto también.

Presté atención a las curvas prominentes que se marcaban bajo la bata que Nastya utilizaba, el calzado de tacón apenas la hacían lucir alta y llevaba una coleta sosteniendo su cabello. Se acercó al humano que los lideraba y tocó su hombro, se hizo a un lado ofreciéndole un lugar que la mujer tomó.

La primera prueba de que estuvo en el subterráneo, ya estaba.

—Lastima por esa niña, es la única que sobrevivió y a la única que se le culpará— Se me extendió la comisura con la burlona tonada del General arrastrando una silla para tomarla—. Mira que aceptar mierdero de trabajo tan sospechoso es de no tener una pizca de cerebro. Tendrá belleza, pero no cabeza.

La irritación que me produzco su comentario me arqueó una ceja.

—Hay humanos que no poseen belleza— pausé, crujiendo los dientes sin intenciones de contenerme—, y para colmo tampoco cerebro.

Recibí las miradas que no me interesaron, manteniéndome enfocado en lo que la portátil mostraba.

—¿Acaba de ofenderme, Soldado? —tentó, recargándose en los braseros—. ¿A caso le molesta que esté hablando de...?

—No haga minorías, General Jeff. Todo el que haya aceptado un puesto en el subterráneo está involucrado en el crimen de Chenovy, ninguno se salva de ser santo e inocente, aunque el caso que mayor riesgo tiene es éste— habló Materano—. Por si fuera poco, la pobre testigo que recriminas estaba desesperada y la desperación no es falta de cerebro. Si no fuera inteligente desde cuando echaría a perder el plan de Anna.

Percibir de rabillo su mirada, eñ humano estaba atento a mí. Esta no era la primera vez que lanzaba miradas cada que comentaban acerca de lo que sucedería con Nastya. Otras veces lo hizo y como otras veces no me importó.

—¿La esta defendiendo, Ministro?— inquirieron.

— Su hermana empeoraba, su casa estaba hipotecada, el banco no dio más préstamos y aunque su padre era un oficial, la paga no era suficiente para cubrir los adeudos del hospital que le impedían darle seguimiento al tratamiento—prosiguió, rechinando su silla con el movimiento que hizo al acercarse a la mesa y observar en el portátil la siguiente imagen sin evidencia que sirviera —. No la justifico, pero la desesperación a veces nos hace tomar elecciones de las que nos arrepentiremos.

—Pues esta elección le cobrará toda la vida, Señor Ministro—sostuvo el otro—. No se deshará de todo lo que la acusa ni de los testigos a los que declaró ser parte de los sucesos.

Éste humano empezaba a colmar mi paciencia.

—Tendrá que pagar las consecuencias de sus actos pudriéndose en la cárcel— siguió, remarcandome el puño sobre el respaldo de la silla de Ivanova—, eso es lo que le espera a una bonita cara.

—Tengo entendido que estamos aquí para ver la evidencia, no para escuchar lo que ya se sabe— farfullé—. Deja de perder el tiempo y ordénale a tu Soldado que coloqué los videos con verdadera evidencia.

El soldado en el portátil levantó asustadizo la mirada, alzar la voz y exigirle a un general superior metería a cualquier soldado en problema, pero yo no era cualquier soldado y darle respeto a alguien más no era mi deber.

—Si no le gusta que se le repita las cosas, o, mejor dicho, no le gusta escuchar comentarios que hago sobre la testigo y lo que le ocurrirá a la pobre, ahí está la puerta, Soldadito— me ofuscó sus ganas de empeorar mi humor, señalando la maldita madera con pomo—. Renuncie y vuelva a la base con el resto de los suyos.

—Él es uno de mis mejores Soldados, será desobediente y con muy mal carácter, pero hasta entonces nos ha servido bastante— La mano de Ivanova volvió al antebrazo, dependiendo con trazo de las venas bajo sus yemas —. Eso no lo puede negar General.

No necesitaba de su defensa ni de ningún otro, esto era una tontería.

—Para lo único que está sirviendo este niñato— hizo una pausa apuntándome como queja—, es para tener mujercitas que no dejan de insinuársele.

La oficina se llenó de la carcajada del Ministro y se me pronunció la mueca al recibir la vibración del móvil en el bolsillo del uniforme. Las ondas eran consecutivas y se detenían un momento para volver a repetirse. Era la alarma de los sensores en mi habitación, advirtiendo que alguien estaba dentro y no hubo falta revisar, la única que tenía el pase era Sarah.

Nastya estaba en mi cuarto.

—Dejé su envidia para otra ocasión, General.

—¿Ahora le tengo envidia a un niño?

—El soldado tiene razón—soltó—. Además, hemos visto más de 60 videos y no hay nada que demuestre que son culpables, solo hablan, hacen su labor, limpian, van a sus habitaciones y comen juntos, no hay nada nuevo, lo único que hemos conocido es que sus horarios son los mismos y no hay ni uno que se aparte del otro.

Jefferson rotó los ojos inclinando la silla con su peso y endurecí los hombros ante las vibraciones reiteradas del aparato que llevaron mi mano al bolsillo, la inquietud de saber qué estaba haciendo esa humana para que los sensores siguieran notificándome, comenzó a llenarme de impaciencia.

—Soldado Gogo, salte los videos hasta el 27 de agosto, dele intensidad al público por favor—ordenó, sobándose el mentón—. En el video van a ver algo muy interesante con el hijo de la vieja.

La orden fue recibida y con solo teclear la portátil, la escena parpadeó y se ciñó con el rostro del hombre delgado. Dejó una caja sobre la amplia mesa de trabajo y sacó materiales de aluminio que fue acomodando, cada uno con una letra diferente.

—Repartió esos desodorantes a todo el grupo, ¿y para qué creen? — siguió—. Al parecer están vacíos, pero en los mensajes rescatados de la portátil que Anna envió, se muestra claramente que se les mandó a robar muestras de sangre de los experimentos, Rojos, Naranjas y Negros.

En mis labios una curva se insinuó con ira, uno de ellos fue el que escondió su evidencia en la mochila de la humana para inculparla y dejarla ser torturada en el sótano. Nastya pudo culpar a los que quedaban vivos para que también fueran torturados, pero no lo hizo y se llevó el castigo.

La escena se sustituyó cuando el Soldado volvió a teclear, tal y como mencionó Jeff, Thomas entregó cada frasco al resto de los humanos, Nastya se hallaba entre ellos, pero el artefacto que se le entregó pretendió ser diferente al resto.

—Lo interesante aquí es que, a la única que le dio un frasco sin letra es a la testigo, como podrán ver, el de ella tiene una numeración— prosiguió el hombre y atendí a los dígitos apenas visibles en el artefacto—. Esto porque en uno de los mensajes mencionó a la chica que soltaría gusanos para eliminarlos. Con esto último hacía referencia a matar a los experimentos y esos gusanos al parecer son los que provocaron el caos.

—Estudió mucho el material, General.

—Solo hago mi trabajo, señor Ministro, no me la paso coqueteando con Soldaditos—La indirecta hizo remover a Ivanova, incomoda, mirándome de soslayo y buscando que hiciera lo mismo—. Soldado Gogo, muestre los videos del 10 al 30 de agosto donde aparece Agata con el guardia Richard Mackenzy, que vean lo que la testigo fue capaz de hacer para cumplir con su trabajo.

El soldado obedeció y miré al humano canoso, la sonrisa que extendió demostró sus intenciones, Jeff estaba decidido a provocarme. Se equivocaba si se creía que lo obtendría, a pesar de no haber visto los videos, conocí lo que hicieron, por ende, lo que miraría no me sería una sorpresa.

Un nuevo video se corrió, reconociendo al uniformado moreno apartándose de la puerta metálica para recoger las cajas que a la humana curvilínea se le cayeron. Extendí apenas una torcedura, así fue como se conocieron y su tropezar no fue ingenioso, pero para alguien poco inteligente como el humano y teniendo la belleza de una mujer que exhibía perversidad e inocencia, no se daría cuenta de que tal escena fue planeada.

—¿Y qué tiene que ver ese guardia? — preguntó Ivanova—. ¿Nos lo explicara, General?

Atendí el coqueteo de mi humana sonriendo cuando éste le devolvió las cajas. Con esa falsa torcedura en sus carnosos labios bastó para atrapar a Richard, y la facilidad con la que acarició su hombro como despedida me tensó.

Hasta a un extraño sonreía, pero no al hombre que le dio los orgasmos que nunca tendrá con otro.

No tengo por qué concentrarme en detalles que no son de mi interés.

—Hicimos un interrogatorio a los sobrevivientes, varios de ellos fueron guardias de las áreas y revelaron que únicamente los experimentos incubados fueron los que se contaminaron en un principio, desde sus incubadoras empezó la deformación. Resulta que el agua de los incubados es nutrida y procesada detrás de esa puerta, Coronel— señaló a la pantalla —. No es una coincidencia que la mujer tenga el objetivo de soltar los gusanos y uno de los pocos guardias que cuidaban el salón donde debía hacerlo y tenga la tarjeta de acceso, fuera él.

Otro video empezó y el desinterés me ladeó el rostro, Richard tomaba asiendo en una mesa del comedor y a su lado la humana hacia compañía.

El intercambio de sonrisas fue mutuo, y ninguno de los dos prestaba atención a otros trabajadores aparentando estar interesados uno en el otro. «Tonterías.» Se me arqueó la ceja al notar la mirada que el moreno prestaba a los labios rojizos de Nastya. Éste no era nada discreto y a ella no le importó, mordiendo su labio y jugueteando con su cabello, el cual caía en hebras a lo largo de su espalda.

La humana se arregló para él, y quién diría que sería tan buena para atrapar hombres sin cerebros.

—Entonces su objetivo es salir con él y robarle la tarjeta —asimiló la mujer—. Pues lo está consiguiendo y no se ve nada disgustada.

Tocó mi codo rodeándolo hasta ferrar sus uñas y se alzó de puntitas, la sentí acortar la distancia a mi oído y no atendí su acción sabiendo que trataría de tentarme también.

—¿Lo vez, Soldado? Ella sabe lo que hizo y quizás sepa que tenemos evidencia de esto —su musitar me alargó la parte izquierda de los labios.

Entorné el rostro sobre el suyo y los rizos resbalaron de sus hombros en tanto recorrió mi rostro contemplando la cercanía en que la punta del lóbulo estuvo por acariciar su nariz.

— Quizás éste mintiendo con la pérdida de memoria— siguió —, hay personas descaradas que saben que no irán a la cárcel por inventarse enfermedades mentales o por tener ese tipo de condición.

—¿Coqueteando otra vez? —el reclamo del general hizo que la curva en mis labios se desplegara—. Pongan atención, después se revuelcan en el hotel, niñitos malcriados.

Me ladeé y encontré su mirada llena de recelo como la mueca que remarcaba sus arrugas. No tuve que analizarlo tanto, entendí de qué se trató su alboroto con estos videos cuando visualizó el agarre de la humana a mi lado.

El humano estaba celoso.

La mujer soltó mi codo, enderezándose como si nada sucediera. E ignorando el recelo, volví a lo mío. El resto de los videos fue repetitivo, los dos humanos riéndose, tocándose y jugueteando con empujones en los pasillos o en el comedor. Ella dándole cerezas a la boca y él limpiando sus labios.

Todo era fingido por parte de la humana, pero él parecía...

—Lo que me intriga más es su grupo en la mesa de atrás, Peter y el moreno del tatuaje en la muñeca no le quitan la mirada de encima—puntualizó Materano, recargando sus codos en la mesa—. Y no sé si lo han notado, pero no importa el lugar en donde estén, detrás de ella hay alguien que la vigila, están al tanto de que haga bien su trabajo.

No estaba equivocado, quienes la vigilaban estaban en grupo de tres, y en cada video eran diferentes personas las que los seguían, pero insinuando que no los conocía y solo recorriera los mismos lugares que estos dos.

—La tenían controlada, parece como si dudaran de que ella no hiciera su trabajo— anexó y el video pasó a otro.

—No solo a ella, a algunos otros de su grupo también los tenían bien vigilados.

Me tropecé con mi propio desinterés y la llama de rabia me incendió el pecho al detonar al moreno inclinándose sobre sus labios. La tomó del rostro devorándose lo que ya era mío, y esas manos pequeñas y delgadas hundiéndose en su cabello correspondieron su beso con mismo desespero.

Un bloque de habitaciones fue la siguiente escena e ignoré el crujir bajo mis puños, cegando por el humano que apretaba su cuerpo al de ella acorralándola a la puerta, me obligué a mantener la cordura porque esto no tenia importancia, pero sus dedos deslizándose en las curvas de su cintura amenazaban con despedazarla.

—Espera, detenla—Recibí el empujón de Ivanova, su brazo se extendió señalando a la pantalla—. Regrésalo unos segundos atrás y acércalo.

El soldado delante del portátil hizo lo que ordenó, regresando la imagen y dejando que la escena se repitiera ante mis ojos.

—Creí que trataría de hacerse amiga del tipo— sostuvo el Ministro—, pero veo que tener sexo con el guardia fue algo astuto.

—No se haga el inocente, señor, ya lo veia venir— se burló el general—. Con ese cuerpo y esa belleza nadie se opondría a ella.

La comisura izquierda me tembló y no me sacié lo suficiente detallando de nuevo la escena, él comiéndose su boca sin temer a nada, probando el mismo sabor que fue perdición para mí.

—Pues no parece forzada a hacerlo — Me codeó la mujer, y volvió a señalar el momento en que Richard la tomó de sus muslos, levantándola y maneándose a su coño para adentrarla a su cuarto—. Se ve que lo disfruta.

— Y mucho, Coronel...

Empeoró mi humor al recibir la mirada de soslayo de Jeff, no pretendí esconder el desagrado que tales escenas produjeron y extendí la comisura al detallar a Nastya saliendo horas más tarde del cuarto, sin labial, con el cabello enredado y una tarjeta en la mano.

Maldita evidencia que se tiene, esto será más complicado de lo que asumí.

—Hasta ahí llegan los videos— habló y se removió en el asiento satisfecho de lograr su objetivo—, curiosamente no tenemos el video en el que se le ve entrando al salón, pero si el que se les mira matando al anciano Chenovy. Soldado Gogo...

Tecleó en la portátil y la escena se renovó en la misma fecha, pero en horarios distinto. El grupo entero apareció al frente de una escalera metálica, se encontraban en un túnel, acorralando en el barandal al hombre vestido de gala. Uno de ellos, el cual llevaba el cuello tatuado, desenfundó el arma y con una bala bastó para cobrarle la vida al humano.

—Esa es la mejor de las evidencias— exclamó Materano—. Chenovy sustentaba el negocio de Morozova y Esteban con órganos de las criaturas enjauladas, esto definitivamente cuenta por más.

—Y ahí está la testigo, también —añadieron a mi lado—. No se salva de ninguna.

En evidencia no, pero lo que escuché en el subterráneo la beneficiaria por mucho. Éstos humanos hablaban únicamente de Anna y Esteban, no se imaginaban quiénes más participaban en el bando, pero Nastya sí, y con ello podría obtener mucho.

Las luces del salón encendieron y la imagen holográfica se desvaneció con el teclear del soldado dando por finalizado la junta.

—El resto de los videos son escenarios en los que acontece el desastre y esto planeo enseñárselo al juez—El general se peinó el cabello con los dedos—. Fue una gran película, ¿no lo creen, ministro?

Materano asintió dando un mordisco a su aperitivo y limpiando las migajas que cayeron sobre su uniforme. Las vibraciones consecutivas volvieron a mi bolsillo y esta vez no evadí desenfundar el aparato ignorando a los humanos reiterando de los videos y la evidencia.

Entré a una de las camaras y el video actual se agrandó desde un arbusto, fijando las sabanas de mi cama desordenadas y las curvas de la mujer que se aproximaba al armario.

Construí su silueta, sus muslos marcados bajo los jeans y su cintura dibujada a penas con la sudadera cosquillearon las manos dendeseo por tocarla. Usaba la ropa que Ivanova dejó para ella y no le quedaba nada mal aunque desnuda la preferí encontrar.

Abrió el armario y toqueteó las prendas, una por una, detallando su color y la textura. Tomó un camisón rojizo y lo recostó sobre su pecho, dejando caer la tela en sus muslos.

—¿Por qué me deja usar su ropa?—su susurro fue apenas percibido de la bocina.

Aun sin recuerdos, la humana no dejaba sola seguía intacta.

Descolgó una de mis camisetas, y arqueé la ceja al encontrarla acercando la prenda a su rostro para respirarla y con profundidad.

—Huele igual que la cama— exhaló su suspiro—. Huele muy bien.

Qué humana tan intrigante, olfateando las prendas del hombre al que no recordaba y el que la anhelaba de mil posiciones sobre esa cama.

—¿Qué demonios está haciendo? — Desencajé la mandíbula ante la inclinación de Ivanova, observando la pantalla—. ¿Está...? ¿Está oliendo tú ropa?

—A la testigo le haremos un interrogatorio cuando volvamos, ¿están de acuerdo?

La voz del ministro la enderezó de golpe, y qué momento inoportuno para hacer tal comentario que apretó el móvil en mi puño, el cual vibró con el caminar de Nastya adentrándose al baño tras sacarse la sudadera.

La piel blanca y sensible dibujando las curvas de su cintura y ese sujetador negro apretando el par de pechos blandos y rosados me desencajaron la quijada. «Se está desnudando, y me lo voy a perder.»

— Coronel, usted estará presente y Soldado Alekseek—me llamó y me obligué a enfundar el aparato, forzado a enderezar el rostro—... Usted hará el trabajo que ya sabe, estudiarla.

Sentir la mirada de la mujer a mi lado y sus dedos apretando el antebrazo me irritó, dejando claro lo que haría:

—Ministro hay alg...

—Tengo malas noticias— arrastré con bestialidad, no permitiría que fuera ella quien informara sobre su condición—. La testigo despertó.

—Creo que esa es una excelente noticia— interrumpió y el móvil vibrando en mi mano me aseveró. «Quiero verla.»

—No cuando se nos informó que perdió la memoria— terminé escupiendo entre dientes.

Materano entornó una mirada de sorpresa arrugando su frente, pero el General se inclinó sobre la mesa estampando sus manos en la madera, severo, molesto.

—¿Cómo que perdió la memoria? — dudó—. ¿Quién te informó, niño?

—Sarah— apresuró a contar la mujer, sus dedos abandonaron mi brazo y sacó el móvil del bolsillo trasero, leyendo un comunicado—. El Teniente Gae también informó lo mismo, que la testigo presenta desorientación y confusión. Además, mi pareja y yo vimos el video en el que ella despierta y parece que no está actuando.

—Usted misma lo dijo, Coronel, parece— repitió el general, alzando las cejas como si descubriera el engaño—. Probablemente lo esté inventando para salir ilesa, esto es una actuación típica de los culpables.

Me tentó a callarle la boca.

—No sabe de las cámaras, mucho menos del lugar en el que despertó— Reparé en la humana enfundándose el aparato—. ¿Por qué habría de inventarlo sin saber antes el lugar en el que estaba?

Verla inquieta por buscar entender el comportamiento de Nastya, me amargó la mueca. Ésta estaba fingiendo, ¿y por qué razón? No me interesaba. Lo que me tenía tan presto eran las ondas repetitivas en el móvil me endurecieron, los sensores no dejaban de encenderse lo que informaba que dicha mujer seguía curioseando en el cuarto.

—No lo sé, Coronel— Encogió de hombros—. Hay violadores y asesinos que prefieren hacerse los locos, pero no son más listos que nosotros y terminan en un psiquiátrico el resto de sus malditas vidas. Ella terminará ahí si no...

—Le haremos un interrogatorio— volvió a indicar el ministro—, averiguaremos si es cierto.

—Si fallan, me darán el lugar — no fue una pregunta, sino una dictadura que lo hizo mirarme—. Tengo métodos que la harán hablar, con ella a solas sabre si actúa o no.

La asperidad de mi voz no dio para más como las posiciones en las que me imaginé reteniendo a la humana. No era una excusa para tenerla, tenía métodos que emplearía con la humana para hacerla sincerarse, tales como los que utilicé en el subterráneo cuando la acorralé en el baño o en el laboratorio donde la atrapé tratando de escapar.

—¿A solas? —la pronunciación tan marcada en Ivanova indicó que no le parecía y poco me importaba—. ¿Cuáles son sus métodos, Soldado?, y, ¿de qué sirve estar a solas?

—La Coronel tiene razón—Chasqueé los dientes con el entrometer de Jefferson— , estará presente en nuestro interrogatorio, la estudiará conforme preguntemos y al final nos dirá si miente o no. Ese es simplemente su trabajo, no hay razón para darle el lugar y todavía dejarlo a solas.

Eso se pensaba él, razones sobraban para estar con ella.

—Me parece bien — cortó Materano —. Está decidido. Serán dos interrogatorios.

—¿Esta seguro? —cuestionó la humana y él asintió.

—Si la testigo no suelta nada con nosotros entonces que el Soldado Alekseev haga su trabajo a parte, no perdemos nada.

—Perdemos tiempo, señor.

Nah, de todas maneras, ya estamos muy retrasados con ella —alardeó —. Además, dos interrogatorios será meterle presión en dado caso de que mienta.

Se levantó de su asiento devorando lo último que restaba de su alimento y guardando el envase en su bolsillo.

—En la base hay un salón con cámaras, por ellas estaremos observando y escuchando todo— Se aproximó a la puerta y la mujer junto a mi sonrió ladina—. Pero me temo que todavía nos falta información por revisar. Pero ya es muy tarde, así que lo haremos mañana. Lleven sus placas cuando salgan de aquí, Moscú está bajo toque de queda y seguirá así hasta saber que ninguna criatura saldrá de los restos del laboratorio, así que no quiero que los arresten.

El móvil en mi bolsillo dejó de vibrar aumentando la rigidez en el cuello. Él tomó la perilla, abriéndola para darle el pase al soldado con la portátil quien salió al pasillo sin titubear.

—Regresen con el general al hotel—ordenó acomodándose bajo el marco—. Descansa mi ricitos, y no te sobrepases con el Soldado Alekseev, no te quiero ver babeando por él, ¿está claro?

Era tarde para eso.

(...)

¡BUM! Nuestro bello Siete va a regresar, en el proximo capítulo tendrémos una escena super intensa. Espero que les haya gustado mucho este capítulo.

LOS AMOOOOO.

ESTE CAPÍTULO ESTA DEDICADO A:
YajairaDevreaux ¡FELIZ CUMPLEAÑOS BELLA!

A_sigh12 ¡HERMOSA FELIZ CUMPLAÑOS!

ESPERO QIE SUS DIAS ESTEN LLENOS DE MOMENTOS UNICOS. LES ENVIO UN ENORME ABRAZO❤

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top