Capítulo 9 | La Novena

Alessia Claflin

-:-- pm ~ LUN 16/11/2037~ Sección 9 – Zona Nevada.

Y fue entonces cuando la gran puerta se abrió. Me acomodé el bolso y me dispuse a salir de este lugar. Ya afuera, empecé a observar el entorno; me encontraba ante una gran zona nevada cuyos límites no podía observar desde aquí. Y algo me decía que esto sólo era una sección más de El Experimento. Comencé a caminar, atenta al más mínimo sonido, por si había algo o alguien acechándome, no quería encontrarme con un grupo numeroso de mutantes. Me las he apañado contra todos los que he encontrado hasta ahora, pero no sé si podría enfrentarme a muchos al mismo tiempo. No sé mucho de supervivencia, pero, espero que todo lo que he aprendido me sirva de algo en estos momentos. No voy a mentirme a mí misma; quisiera salir huyendo ahora mismo de toda esta situación, estar nuevamente en la comodidad de mi casa, disfrutando de este día; tal vez con mis amigos o mi familia, en mi casa... Pero, tengo que demostrar que no me importa nada de eso, debo ser fuerte si quiero triunfar. Dudo que escapar de aquí sea una tarea fácil, tal vez incluso este lugar no tenga una salida concreta, tal vez sea un recinto completamente cerrado, una gran expansión de terreno, cuya única entrada son las cápsulas que usaron para meternos aquí, las cuales simplemente se quedaron allí luego de dejarnos aquí adentro. Dudo que éstas vayan a bajar para traer a más personas...

«En fin, no lograré nada pensando en lo mismo una y otra vez»

Blanco.

Es lo único que lograba ver. Este color dominante estaba en todas partes. La nieve caía delicadamente, cada copo, como si una bailarina —de ballet específicamente— estuviese descendiendo de las alturas cuidadosamente, dando vueltas sobre su propio eje, cayendo en los altos árboles, en el piso, y también, sobre mi cabello. Desde aquí se podía ver perfectamente el resplandeciente sol del atardecer, la hermosa combinación de colores, que iban desde un suave naranja pastel, pasando por un tenue lila en algunas partes, eventualmente llegaría a un azul naval, en donde se podrían apreciar algunas estrellas. Aquella pintoresca escena me recordó a aquella vez que Albert, Matthew, Christina y yo estábamos en casa de los abuelos de Matt, y nos acostamos en el césped para observar las estrellas.

Ahora, me encontraba en un lugar completamente hostil, perdida, completamente sola.

Ya había oscurecido, había llegado la fría noche, así que tenía que buscar un lugar para dormir cuanto antes. Procedí a seguir caminando por la blanca nieve, hasta que escuché algo. Me escondí rápidamente detrás de un árbol y me asomé para intentar ver de qué se trataba. A unos cuantos metros de mí, había un mutante que no había visto antes, una criatura bastante grande que era literalmente un oso polar, pero mucho más grande, intimidante y peligroso. Éste poseía unos grandes y sobresalientes afilados colmillos, seguramente unas filosas garras retráctiles en sus patas; destacando, sobre todo, sus ojos, que eran completamente rojos y parecían emitir alguna especie de brillo rojizo, tal vez era debido a la luz de la luna. Sigilosamente, desenvainé una de las katanas y la agarré firmemente con mis dos manos. Luego, aproveché que la bestia estaba distraída y me lancé a atacarlo, el mutante no se fijó de mi presencia, hasta que fue demasiado tarde. Deslicé la hoja afilada de mi arma por el costado derecho de la bestia, la cual emitió un gruñido de dolor. Realicé múltiples cortes a lo largo de su torso, una sangre rojiza comenzó a emanar de las múltiples heridas. En el suelo, la nieve comenzaba a tornarse cada vez más roja a medida que la oscura sangre se desprendía del cuerpo de aquella criatura, la cual se había dado la vuelta, se encontraba totalmente dispuesta a atacarme. El mutante se incorporó sobre sus patas traseras y luego emitió un rugido estruendoso. El miedo me invadió por unos segundos, durante los cuales me lancé a correr, cubriéndome detrás de un árbol. Luego, gracias a la adrenalina, decidí correr hacía él mientras desenvainaba la otra katana. La bestia comenzó a avanzar hacia mí, con la intención de atacarme. Con su pata derecha, intentó cortarme el cuello, pero, afortunadamente logré esquivarlo rápidamente, recibiendo una pequeña cortada en la mejilla. Aproveché ese momento de vulnerabilidad de la bestia, y realicé dos cortes profundos con las dos katanas en la parte inferior de su torso, el animal volvió a emitir alaridos de dolor. La bestia intentó volver a levantarse, pero se encontraba demasiado débil como para poder hacerlo.

La gran bestia se quedó allí tirada en el suelo, iba a desangrarse hasta morir.

Es algo terrible el hecho de que estas personas experimenten con estos hermosos animales, los osos polares. Lo peor de todo era que ellos no eran la única especie que había sido afectada por los experimentos... Tuve compasión por la criatura, así que decidí terminar con su vida de una vez por todas, enterrando la hoja de la katana en su cráneo.

Luego de eso, proseguí mi caminata, debía retomar mi objetivo inicial: Encontrar un lugar medianamente seguro como para poder dormir.

Estuve caminando por unos cuantos minutos, hasta que llegué a la conclusión de que dormir en uno de los gigantes árboles sería lo más seguro. Subí con dificultad a uno de los árboles, saqué el saco de dormir, lo ajusté con una soga y entonces me dispuse a eso, a dormir. Poco a poco el sueño se iba apoderando de mí, como un árbol a finales de otoño, cuyas últimas y ya naranjas hojas resisten para no caerse, pero que eventualmente terminaban cediendo. Así hice yo.

Cerré mis ojos y caí al vacío, dejándome llevar por el sueño...

-:-- am ~ MAR 17/11/2037 ~ Zona Nevada.

Desperté alarmada por el ruido. Lo primero que pensé fue que debía correr y alejarme lo más pronto posible, antes de que eso pudiese alcanzarme. Bajé rápidamente del árbol, tirándome desde casi dos metros de altura para poder esquivar uno de sus peligrosos ataques. Debido a su rapidez y agilidad, no podía matarla con las katanas. Se trataba de una especie de halcón que claramente estaba modificado, sus garras parecían estar hechas de alguna clase de metal reluciente de color plateado, al igual que sus dos alas. Continué corriendo, tratando de escapar de aquella atrocidad, porque en mi situación actual realmente no podía hacer mucho más.

Como si el destino se estuviese riendo en mi cara —para mi muy mala suerte—, aparecieron otras dos de esas aves mutantes.

«Genial, lo que faltaba»

Me encontraba en medio de la nada con tres fenómenos persiguiéndome por los aires; y lo peor de todo, es que no podía hacer nada al respecto, porque no lograba alcanzarlas con mis katanas.

Pensé en lanzarles una granada, pero sería un desperdicio intentarlo, esas cosas son demasiado rápidas. Tenía que hacer algo cuanto antes, pero no sabía qué era lo que debía hacer para salir de esta situación con vida. Cada cierto tiempo, los halcones descendían hacia mí y lograban rasguñarme en la cara, y en los brazos, los cuales usaba para cubrir mi rostro. Una de ellas logró hacerme una cortada en el brazo, la cual debía atender pronto, debido a que estaba sangrando considerablemente.

«El sangrado no se detendría si no cubría la herida con algo y hacía presión en ella, tal vez hasta tendría que hacer una sutura improvisada...»

No podía hacer nada con mis armas principales, así que tenía que esconderme. El principal problema era que no había ningún sitio en donde pudiese ocultarme. Estaba comenzando a caer en desesperación, pensando en que éste sería mi patético final, asesinada por tres aves completamente anormales.

Y entonces, sucedió lo inesperado.

Albert salió de la nada, de en medio de los árboles y con algún arma de fuego que no logré distinguir, todo pasó muy rápido. Logró derribar a dos de las aves luego de tres disparos. Un cuarto disparo hirió al tercer halcón en una de sus alas, la criatura cayó en picada hacia el suelo, emitiendo extraños y perturbadores alaridos mientras caía. Cuando estaba en el suelo, intentando alzar el vuelo, pude acabarla fácilmente con una de mis katanas.

—¡Albert! —exclamé, para luego salir corriendo hacia él y envolverlo en un abrazo.

Estaba realmente feliz, nunca pensé que iba a encontrarme con él tan rápido.

—Parece que llegué justo a tiempo —dijo él, mientras pasaba una mano por mi rostro, apartando uno de los mechones de mi cabello que amenazaba con cubrir parcialmente mi visión, entonces nuestros labios se unieron en un apasionado beso.

Me sentía realmente feliz. Un torrente de emociones recorría mi cuerpo a gran velocidad, los latidos de mi corazón se aceleraron, una cálida y agradable sensación crecía en mi pecho. Podía estar en el mismísimo infierno, pero ya no me encontraba sola, Albert estaba conmigo y ahora me sentía mucho más segura.

—Pudieron haberme matado si no fuese por... —comencé a decir luego de separarnos por la falta de aire.

—Te las hubieses apañado tú sola... —dijo él sonriendo, colocando sus manos en mi rostro— Yo sólo te ayudé un poco.

—Bueno, tienes razón. Sólo necesitaba las armas adecuadas, no te necesito... —bromeé.

—Muy graciosa, Lexi... —dijo sarcásticamente, aunque, aun así no pudo evitar reírse un poco al final— En fin, deberíamos irnos, no quiero que salgan más de esas criaturas.

—Concuerdo contigo, pero... —Hice una pausa— ¿Exactamente a dónde se supone que vamos a ir?

—Vamos a... —Albert se detuvo a pensar unos segundos, mientras observaba el terreno, tal vez evaluando hacia dónde debíamos ir— ¡Qué se yo! Dónde sea, pero que esté muy lejos de aquí y de esas criaturas, ¿te parece? —dijo Albert con una media sonrisa.

—Me gusta tu idea, vámonos antes de que lleguen los refuerzos —dije finalmente, sonriendo. Juntos empezamos a caminar sin rumbo específico.

Juntos, íbamos avanzando a través de este monótono lugar. Era algo exasperante observar lo mismo durante horas y horas: Nieve, pinos demasiado grandes como para ser normales, cuyas hojas están cubiertas de nieve; el cielo ligeramente nublado, con algún que otro copo descendiendo del mismo y el frío suelo, el cual increíblemente estaba cubierto de más nieve, para variar.

Comencé a detallar Albert, él tenía un aspecto similar al mío. Se le nota cansado, con unas poco notables ojeras bajo sus dos orbes color esmeralda; además del uniforme un poco sucio por la nieve. Ambos queremos salir rápido de este lugar, pero algo me dice que aún nos falta mucho por recorrer.

—¿Hoy es Domingo? —preguntó Al.

—A ver... —dije, quedándome pensativa por unos segundos— Creo que es martes.

—Se suponía que hoy iba a estar en Canadá, —dijo él— iba a visitar a mi hermana.

—Sí, pero ahora estamos en un lugar totalm... —comencé a decir, pero Al me interrumpió.

—Shh... Escuché algo, cariño —susurró Albert.

A unos cuantos metros, en una zona más o menos densa, llena de árboles; las hojas y ramas empezaron a moverse, como si algo estuviese atravesando dicha zona, apartando las ramas que bloquean su camino para lograr llegar a su objetivo. Pude visualizar una silueta humana, algo que me reconfortó. Debe ser alguno de los veintiocho participantes restantes... ¿Podría ser el misterioso extra? El Trigésimo Primero del que Matthew me habló. Cualquier cosa podía pasar.

Albert y yo nos escondimos sigilosamente detrás de un árbol, en caso de que las intenciones de esa persona no fuesen muy amigables. El árbol era realmente grande, su tronco era lo suficientemente ancho como para cubrirnos a ambos, e incluso sobraba un poco de espacio. Cada vez se escuchaban menos distantes sus pasos, él se acercaba cada vez más a nosotros, no podíamos observarlo desde donde nos encontrábamos. Aunque no debería preocuparme tanto, podría ser alguno de nuestros amigos.

—¿Hola? —pregunté, algo que no debería haber hecho.

—¡Corre! —exclamó Albert, luego de que esa cosa se diese cuenta de nuestra presencia.

Comenzamos a correr a través del bosque. No era un humano, era un extraño y amorfo mutante con forma humanoide. Tiene escamas en su putrefacta piel que ya había empezado a adquirir tonos pálidos y ligeramente verdosos. Y para nuestra muy mala suerte, no era solo uno, eran más de diez.

Albert comenzó a dispararle a los mutantes, acabó con tres de ellos antes de vaciar el cartucho. Él, como pudo sacó las balas que tenía en sus bolsillos para recargar su arma, era muy difícil hacerlo mientras huíamos de los mutantes. Uno se acercó hacia mí, esquivé su embestida y le realicé un corte con una de mis katanas. Volteé para observar a los mutantes, el grupo de aberraciones humanoides había crecido, ahora eran al menos unos veinte, y estaban cada vez más cerca de nosotros. Así que decidí actuar, no teníamos otra opción.

Agarré una de las granadas que tenía en mi cinturón y procedí a quitarle el seguro. Uno, dos, tres... La lancé rápidamente para que explotase justo en el aire, matando a la mayoría de los mutantes en el proceso. Ahí fue cuando, aligerando el paso, Albert empezó a dispararles con su arma, matando sólo a tres de ellos, ya que se le acabaron las balas. Él estaba usando una de esas pistolas que sólo usan cinco balas, no sé cómo se llaman, pero sé que son muy utilizadas en esas antiguas películas de vaqueros. Yo me encargué de los dos mutantes restantes, blandiendo una de las katanas con mis dos manos, haciéndole un gran corte por la mitad de su horrible cuerpo a uno de ellos. Luego le enterré la hoja afilada al otro mutante, justo en el torso, cerca del corazón.

Afortunadamente, no eran muy inteligentes esos mutantes.

—Eso estuvo cerca —dije algo cansada mientras sacaba la katana del cuerpo de aquella cosa. Mi respiración estaba algo agitada.

—Sí, debemos tener más cuidado al andar por aquí; no sabemos con qué nos vamos a cruzar en el camino —dijo Al.

—Bueno, andando... Esa explosión definitivamente atraerá a más mutantes —dije, para luego quedarme pensativa unos segundos mientras volvemos a caminar— Aunque, ¿hacia dónde nos vamos?

—No lo sé, al infinito y más allá —respondió Albert con una sonrisa.

Así fue como proseguimos nuestra alegre caminata en el parque... Solo que no era alegre, sino exasperante y que no estábamos en el parque, sino en un lugar totalmente diferente. Un lugar monótono y frío, en el cual desearía no haber entrado nunca.

«Lo que no sabía en ese momento, era que estas primerashoras en el experimento, no serían nada comparadas con los horrores a los que tendríamosque enfrentarnos después»

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