Capítulo 4 | Un Experimento

10:30: am ~ MAR 10/11/2037 ~ U.C.L.A.

—¡ALBERT! —exclamó Alessia.

Estábamos los cinco sentados en una de las mesas que hay en las áreas verdes, los martes todos teníamos el segundo periodo libre, desde las nueve hasta las once de la mañana. Alessia estaba discutiendo con Albert. Él había olvidado traerle el regalo que él le prometió por haberla lanzado al lago aquella vez.

—¡Alessia! —Albert se mofó de ella, imitando su tono agudo de voz.

—Eres un idiota, Eaton.

—Pero soy tu idiota —dijo Albert con una sonrisa boba en su rostro.

—Pero que lindos son los tortolitos —dijo Rick en tono de broma.

—Tú cállate, envidioso —dijo Albert de mala gana.

Christina y yo nos reíamos de ellos, mientras resolvíamos unos ejercicios que el profesor de Fisiología había mandado ayer, de la clase que vimos luego de presentar el parcial.

—¿Por qué a ti dio 254,98? —preguntó Christina— Odio esto, fue una vil mentira el decirme que nunca volvería a necesitar estas ecuaciones.

—Revisa bien los datos, y hazlo directo... —comencé a explicarle— Así es más sencillo.

A las once en punto empezamos a ver nuestra respectiva clase, tocaba la materia de idiomas electiva, yo había optado esta vez por Alemán Avanzado, era la tercera clase que veía de esta materia, por lo que no conocía prácticamente a nadie. Sólo había hecho una amiga, en la primera clase.

Me encontraba caminando tranquilamente hacia el salón, iba escuchando música con mis audífonos, pensé escuchar a alguien llamándome, así que me quité uno de los audífonos y comencé a voltear a ambos lados para ver si lograba ver a la persona que estaba llamándome.

—¡Matt! —pude observar a Mia, iba caminando a paso apresurado hacia mí.

Mia Smith es una de las nuevas estudiantes de intercambio, ella viene de Londres. Ella es un año mayor que yo, aunque cumplirá los diecinueve este año. Su piel es morena, de una tonalidad clara, su voluminosa cabellera negra, es completamente lacia, ligeramente ondulada en las puntas, las cuales le llegaban a su pecho. Sus ojos son de un inusual color ámbar muy hermoso, sus cachetes son algo pronunciados. Su cuerpo es esbelto, con curvas ligeramente pronunciadas, es un tanto regordeta, pero su silueta es hermosa. Es bastante bajita, mide dos centímetros menos que Christina. Hoy vestía una blusa negra, debajo de su suéter color gris con detalles negros, un pantalón jean azul claro ajustado y unos deportivos blancos.

—¡Mia! —la saludé con un abrazo— Casi te ignoro, estaba escuchando música a todo volumen.

—No me había dado cuenta —dijo ella sarcásticamente.

Ambos llegamos al salón, el profesor Wöller aún no había llegado, por lo que Mia y yo decidimos hablar un poco mientras esperábamos. Ella es bastante extrovertida, al hablar con ella nunca te quedarías sin tema de conversación. Esta vez me estaba comentando sobre una película súper vieja, era una de sus favoritas, algo que podía decirse fácilmente debido a la pasión con la que hablaba de ello.

La clase inició minutos después, luego de que el profesor hiciera acto de presencia. Fue bastante sencilla, y algo corta, terminó quince minutos antes de lo usual.

—Espero que no se te olvide pasarme el horario, llevo pidiéndotelo desde hace dos semanas.

—Lo siento, siempre lo olvido —dije rascándome la cabeza.

—Tranquilo, a mí también se me olvida recordártelo, estamos a mano —bromeó Mia.

—Vale, te veo mañana entonces.

—¡Adiós!

Yo todavía tenía una clase que ver, los chicos y yo teníamos que ver Fisiología, hoy nos iban a entregar las notas del parcial de ayer, por lo que estábamos algo nerviosos. Las preguntas y los ejercicios habían sido realmente difíciles.

Las horas pasaron volando, de un momento a otro estábamos saliendo de la clase de Fisiología.

—No puedo creer que saqué un 7.9 —dijo Christina.

—Deja de ser dramática por primera vez en tu vida, Tina —dijo Alessia en tono de broma— Sacaste muy buena nota, yo saqué un 6.8

—No lo entenderías... —dijo Christina.

Ese día salimos después de la cuatro de la tarde. Christina me llevó a mi casa, Albert y Alessia salieron juntos, fueron a cenar.

El tío Joseph y los niños ya se habían ido, mi mamá estaba haciendo la cena, mi papá estaba por llegar del trabajo. Yo estaba en mi habitación, hablando con Mackenzie y Jessica por videollamada, Nick se unió al rato. Jugamos un rato uno de los juegos que Nick había descubierto hace poco, se había vuelto bastante famoso en poco tiempo. Esa noche me fui a dormir temprano, estaba algo cansado, así que me despedí de ellos y apagué todas las luces para finalmente caer rendido en mi cama.

"Había una tormenta eléctrica, estaba lloviendo fuertemente. Los relámpagos caían cerca de nosotros, levantando arena, ceniza y polvo. Fuertes ventiscas azotaban la zona, a lo lejos pude observar inmensas columnas de arena y polvo que iban arrasando todo a su paso. Como si no fuese suficiente, grandes esferas de granizo caían al suelo como meteoritos, desperdigando fragmentos de hielo por todas partes. No sabía que rayos estaba pasando, pero allí estábamos, en medio del caos de la tormenta".

Desperté abruptamente. Estaba algo agitado, así que me quedé sentado en el borde de la cama durante unos segundos. Mi viejo reloj digital marcaba las cinco y treinta y seis. Me quedé recostado en la cama por unos minutos hasta que decidí ir a ducharme.

Me puse una camiseta blanca de mangas cortas, un pantalón jean negro, un suéter morado oscuro y unos deportivos color burdeos. Luego de peinarme el cabello, me puse a revisar el teléfono tranquilamente, todavía era temprano, así que estuve chateando con Mackenzie y los chicos un rato por el grupo de WhatsApp.

Al rato, ya había guardado todas mis cosas en mi bolso, estaba listo para irme. Esperé a mi padre unos minutos, en el auto, mientras leía un libro de Bioquímica, hoy no teníamos ningún parcial, pero a la profesora Carolina le encantaban hacer evaluaciones sorpresa, por lo que debía llegar a la clase con al menos las nociones básicas del tema. Luego de un par de minutos, mi padre se subió en el asiento del copiloto, él me estaba dejando conducir nuevamente, lo cual me agradaba bastante, lo encontraba algo relajante.

Las clases trascurrieron normalmente, Christina, Alessia y yo sacamos 9.4 en el parcial de la semana pasada; y como era de esperarse, la profesora Carolina hizo un examen sorpresa, que estuvo bastante fácil. Al salir de Bioquímica, nos separamos, Christina y Alessia iban a la misma clase, yo iba junto a Rick, teníamos Neurología Avanzada.

Salimos de clase poco después del mediodía, decidimos ir a almorzar todos juntos a un restaurante de comida china que Mia me había recomendado la semana pasada, aprovechando que Albert tenía la tarde libre, su profesor no podría asistir por motivos personales.

Yo fui junto a Christina en su auto, Alessia y Albert iban junto a Rick. Llegamos al restaurante en menos de media hora, Tina y Rick aparcaron los vehículos en el estacionamiento del lugar. «The Golden Panda» podía leerse en el letrero que había en la entrada, había un bonsái de cuyas ramas doradas surgían las letras de una forma bastante ingeniosa, encima de las letras había también un panda de color negro, que resaltaba perfectamente. El sitio estaba hecho de ladrillos negros, con detalles blancos, columnas que parecían estar hechas de oro reposaban a ambos lados de las puertas, las cuales eran negras con detalles dorados.

Adentro, podía apreciarse la típica decoración asiática, el color rojo se mezclaba con el dorado y el negro, lámparas colgantes alumbraban el lugar, en el centro había una hermosa fuente con forma de panda, alrededor de la cual habían algunas mesas ocupadas.

Luego de sentarnos en una de las mesas disponibles, cada uno ordenó lo que deseaba del menú, la comida estuvo servida luego de al menos diez minutos, estaba realmente deliciosa.

Estuvimos hablando un rato, hasta que Rick se despidió. Tina, Albert, Lexi y yo nos fuimos a casa de Christina, habíamos planeado ver una serie que se había estrenado este fin de semana, Mackenzie me la había recomendado bastante.

—¡Loki! —Alessia salió casi corriendo para saludar al gatito de Christina, se llamaba Loki al igual que el dios nórdico de las mentiras, y sus ojos eran los ojos más verdes que yo había visto alguna vez en un gato.

Christina le hizo una seña al gatito, él se subió en sus piernas y se recostó allí.

—¿No es la cosita más tierna que han visto en sus vidas? —dijo Christina acariciándolo.

Esa tarde la pasamos genial, la serie era muy buena, nos quedamos con ganas de más luego del intrigante final de temporada, pero teníamos que esperarnos al año siguiente para saber más.

—Bueno, ya deberíamos irnos... —dijo Albert— Mañana es la feria de ciencias, y quiero tener todo listo.

—Vale, los llevaré a sus casas —dijo Christina.

Estábamos entrando en el garaje, cuando recordé algo.

—Oye, Tina... ¿No ibas a darme tu pendrive para pasarte las películas que descargué ayer?

—¡Cierto! —exclamó— ¡Lo había olvidado por completo!

«En ese momento no lo sabíamos, pero esa sería la última tarde en la que estaríamos los cuatro reunidos, pasando el rato, como si nada más importase. Ojalá hubiésemos sabido que ese sería el último día normal que pasaríamos juntos en mucho tiempo. Pero, ninguno podría haberlo sabido, todo parecía tan normal ese día...».

Desperté cinco minutos antes de que sonara la alarma, había descansado perfectamente, me sentía renovado y con las energías al máximo. Tomé una ducha rápida y me alisté, me puse un suéter que era de color blanco en la parte superior y se degradaba hacia el azul en la parte inferior, además de un pantalón jean negro y unos zapatos azules con detalles blancos.

Desayuné pan tostado con mantequilla y un par de huevos fritos, me serví un vaso de zumo de naranja y revisé el teléfono un rato. Justo cuando me preparaba para ir al garaje, me llegó un mensaje de Christina.

"No olvides traer mi pendrive"

Casi lo olvidaba. Subí a mi cuarto para buscar el pendrive de Christina, y luego me despedí de mi madre, quien estaba preparándose el desayuno para luego ir al trabajo. Mi padre ya estaba esperándome en el auto, así que apenas subí, él pisó el acelerador.

La mañana transcurrió con total normalidad, tuvimos la clase de Historia y luego la de Bioquímica. Después del almuerzo, tuvimos Histología II. Salimos de clase a eso de las dos de la tarde, era la última clase del día, pero aún faltaba la Feria de Ciencias, que empezaba a las seis de la tarde. Cada año, la U.C.L.A. solía llevar a cabo este evento, y en esta ocasión, Albert iba a presentar un proyecto junto a Alice, su hermana mayor, así que era natural que él estuviese algo nervioso.

—Tranquilo, viejo... —dije— Lo harás genial.

Los chicos y yo estábamos ayudando a Albert a organizar el stand de su proyecto, él había creado junto a Alice un nuevo tipo de células de energía capaces de alimentar los motores de ciertas naves militares, también podían adaptarse para ser utilizadas en vehículos, utilizaban energía solar para cargarse.

La Feria de Ciencias inició a las seis de la tarde, habían decenas de stands repartidos a lo largo del inmenso auditorio, arriba en el escenario estaban varios de los profesores de la universidad, quienes iban a ser el jurado de las múltiples creaciones. El decano estaba justo en el centro de ellos, a su lado se encontraba el director de una famosa organización científica, la cual había financiado la mayoría de los proyectos científicos, era el miembro más importante del jurado.

El decano dijo unas palabras, dando inicio al evento. Los estudiantes eran libres de caminar a través de los pasillos que se habían formado entre los diferentes stands, los jurados iban a pasar por cada uno de ellos, observando los diferentes artefactos que los estudiantes habían creado, al final, los jurados iban a evaluar los mejores proyectos, escogiendo tan sólo diez de ellos, para patrocinar dichas creaciones y producirlas en grandes cantidades para llevarlas al mercado, era una gran oportunidad para muchos.

Eventualmente, los jurados llegaron al stand de Albert y Alice. Los hermanos Eaton realizaron su presentación sin ningún problema, los jueces parecían sorprendidos con su proyecto. Tenían bastante chance para ganar, era sin duda uno de los mejores proyectos.

—Bien, debo decir que estoy bastante asombrado por el potencial que tienen los proyectos que he llegado a ver hasta ahora... —dijo el jurado principal, el director de la organización— Pero, vamos a hacer un pequeño receso, y volv...

Él sería interrumpido debido al sonido de constantes explosiones eléctricas, los cables de alta tensión que trasmitían la electricidad hacia la universidad, estaban sufriendo una especie de sobrecarga de energía, podían apreciarse las chispas producidas por la corriente eléctrica. Las personas no tardaron en alterarse, las luces del auditorio comenzaron a apagarse una tras otra.

El decano logró tranquilizar a las personas, hubo un corto apagón que duró al menos cinco minutos, pero lograron reestablecer la energía eléctrica utilizando las reservas de emergencia. Pero, justo cuando volvió la electricidad, un extraño gas de color verde comenzó a salir de los aires acondicionados, extendiéndose por los ductos de ventilación. El caos había empezado, todo el mundo había empezado a correr desordenadamente, Albert, Alessia, Christina y yo logramos salir del auditorio. Los primeros desafortunados fueron alcanzados por esa extraña niebla, se habían quedado completamente paralizados, congelados, o algo por el estilo, debido a que no podían moverse ni hablar. Sabía que algo malo iba a pasar, tuve un mal presentimiento cuando ocurrió el apagón.

—Oigan... —dije— ¿Dónde está Rick?

—Mierda... —dijo Albert— ¿Estará allá adentro?

—¡No podemos dejarlo! —exclamó Christina.

La gente huía despavorida de aquella niebla. Un tumulto de personas trataba de salir del auditorio, empujándose unos a otros, era un caos. Definitivamente no podríamos entrar al auditorio en medio de todo este desorden.

—¡Miren, allá! —Alessia señaló hacia la entrada del auditorio.

Rick estaba tratando de salir, pero no lograba hacerse paso entre la gente. La niebla verde estaba a punto de alcanzarlo.

—¡Rick!

—¡Huyan sin m...! —Rick no lograría terminar su frase.

La niebla finalmente lo había alcanzado, a él y a todas las personas que estaban intentando salir. Todos habían quedado completamente paralizados.

—¡No!

—¡Rick! —Christina iba a devolverse, pero la detuve.

—No hay nada que podamos hacer... —dije con tristeza— Tenemos que escapar.

Empezamos a correr por el pasillo para alejarnos del auditorio. Pensábamos ir hacia el estacionamiento, para escapar en el auto de Christina por la entrada principal. Pero, cuando estuvimos lo suficientemente cerca de la salida como para observar los vehículos estacionados, nos dimos cuenta de que el portón estaba rodeado por militares armados, la cosa comenzaba a ponerse cada vez más extraña, no teníamos ni la menor idea de lo que estaba pasando.

—¡Salgamos por la puerta de atrás! —exclamó Albert.

La niebla verdosa casi llegaba a donde estábamos nosotros. Comenzamos a correr hacia el lado contrario, volteé hacia atrás para observar por donde venía la niebla, estaba todavía lo suficientemente lejos como para que pudiésemos escapar. Al no ver hacia donde corría, choqué accidentalmente con Mia, quien estaba observando aquella niebla con algo de preocupación.

—¿Qué pasa? ¿Qué es ese gas? —preguntó Mia.

—Te explicaremos después. Sólo síguenos, no hay tiempo —dije. Junto a Mia, seguimos corriendo hasta que notamos que la puerta trasera también estaba rodeada por militares armados hasta los dientes.

—¡¿Qué está pasando?! —Insistió Mia, desesperada por saber que sucedía.

—Bueno, no sabemos mucho realmente... Hubo una especie de falla eléctrica que ocasionó un apagón, cuando volvió la energía, empezó a salir ese gas desde la ventilación del auditorio —Expliqué.

—Entonces... —Mia observaba el gas con preocupación, estaba cada vez más cerca de nosotros— ¿Qué hacemos? La niebla verde ya nos está alcanzando, y... ¿Por qué huimos? ¿Qué hace cuando te toca? —dijo Mia.

Luego, Mia empezó a extender su mano para intentar tocar aquel extraño gas verde, el cual se estaba acercando cada vez más hacia ella.

—¡Mia, no! ¡¿QUÉ HACES?! —exclamé mientras intentaba detenerla, pero era demasiado tarde.

Extrañamente, no le pasó absolutamente nada. Mia no se había quedado paralizada.

—¿Porque no se habrá quedado paralizada? —preguntó Alessia mientras retrocedíamos para escapar de la niebla— Todos los que estaban en el auditorio...

—Debe ser una de los organizadores del gas... —La interrumpió Albert— Por eso es inmune.

—¿De qué están hablando? Yo no sé nada de lo que está pasando, ¿paraliza a la gente? —preguntó Mia.

Ya era tarde, no teníamos a donde huir, frente a nosotros estaba la niebla y si retrocedíamos, tendríamos que enfrentarnos a los soldados. Allí, en medio del pasillo y sin escapatoria, el gas finalmente nos alcanzó. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, pero... Eso fue todo, podía seguir moviéndome, al igual que el resto de mis amigos.

—¿Por qué no nos habrá paralizado? —inquirió Alessia— No entiendo nada de lo que está pasando.

—Bueno, eso no importa ahora... Habrá que esperar para ver qué es lo que pasa —dijo Albert. Los militares de la puerta trasera empezaron a acercarse a nosotros.

—¡Corran! —nos advirtió Christina. Empezamos a correr hacia la salida.

—¡Esperen, hacia la puerta principal no! —exclamó Alessia— ¡Recuerden que allá también hay soldados!

—¿Qué tal si vamos al auditorio? Como allá no había militares, podríamos escabullirnos por el Gimnasio —sugirió Albert.

—¡Cierto! —exclamó Alessia.

—No creo que sea muy buena idea ir al lugar en donde se originó la niebla, pero no tenemos alternativa —dije mientras corríamos hacia el auditorio.

Llegamos al pasillo que llevaba al auditorio, teníamos que llegar a la puerta trasera del mismo, llevaba hacia el gimnasio. Estábamos a punto de llegar a la entrada del auditorio, cuando una cantidad alarmante de soldados comenzó a salir del interior. Íbamos a devolvernos, pero los soldados que nos estaban persiguiendo anteriormente nos bloqueaban el paso. Habíamos quedado completamente rodeados por los militares armados. Sus uniformes eran de color azul naval, tenían chalecos antibalas negros, una especie de insignia estaba grabada en los chalecos, tres letras podían apreciarse en color blanco: G.E.O.

—¡¿Quiénes son?! —pregunté en voz alta.

—¡¿Qué quieren de nosotros?! —exclamó Albert.

Hicimos un círculo, dándonos las espaldas para tratar de defendernos en caso de que quieran intentar hacernos algo. Los soldados se hicieron a un lado, abriendo un camino que llevaba al auditorio, el director de la organización científica que patrocinó la feria de ciencias estaba caminando hacia nosotros. Yo miraba en todas direcciones, tratando de buscar alguna salida, pero era literalmente imposible escapar de aquí sin que los soldados actuaran. Pude ver a lo lejos a otro grupo de militares que debían estar rodeando a otras personas... ¿Quiénes serán?

—Por lo visto ya están todos los elegidos... —dijo el director de la organización— No fue necesario ir a buscarlos, no perdí ni un segundo en eso, cayeron justo en la trampa —continuó diciendo el sujeto.

Sus ojos eran de un verde bastante intenso, su cabello era castaño oscuro, tenía una barba un tanto gruesa. Era alto, debía medir poco más de un metro ochenta, estaba vestido en un elegante traje de color negro.

—¡¿Quién demonios eres?! —pregunté.

—Eso no importa ahora, Matthew... —dijo el sujeto mientras se limpiaba los lentes. Iba a preguntar cómo demonios sabía mi nombre, pero continuó hablando— Jared, ya están aquí. Ya sabes que hacer.

—¿Hacer qué? —Preguntó Albert.

Los soldados nos apuntaron con unas armas especiales, nos dispararon unos dardos que contenían un líquido azulado, no pudimos hacer nada para evitarlo.

Todos empezamos a caer inconscientes.

Parte II

7:30 pm ~ JUE 12/11/2037 ~ En Algún Lugar.

Finalmente desperté, me encontraba en una silla metálica. Me sobresalté al ver que tenía las manos sujetadas por una especie de esposas de metal, las cuales salían de los reposabrazos de la silla. Debían haber al menos veinte o treinta sillas de estas. Estábamos en algo que se movía, muy rápido, un vehículo, tal vez una nave, pero... ¿Por qué nos tendrán a nosotros aquí? ¿A dónde nos están llevando? ¿Qué clase de secuestro es éste?

Todos estaban dormidos, aparentemente. A mi derecha estaba Alessia, al frente de Alessia reconocí a Mia, a mi izquierda estaba Christina, pude visualizar a Albert a lo lejos.

Observé detalladamente el entorno notando que las sillas estaban enumeradas. Yo tengo el número 7, Alessia el 9, Christina el 5, Mia el 8, parece que Albert tiene un 12. Algunos ya estaban empezando a despertarse, Alessia, Christina, Mia, Albert y el resto de los que estaban aquí; todos despertaban sobresaltados, observando el lugar, algunos estaban preocupados, otros parecían asustados, distintas expresiones se podían observar en sus rostros. Ahora mismo me siento como Mia lo estaba hace unas horas, cuando empezó lo de la niebla; estoy completamente perdido, sin entender en lo absoluto qué es lo que está pasando.

—¿Dónde estamos? —preguntó Alessia en voz baja, con un dejo de preocupación en su tono de voz.

—¿Qué lugar es este? —preguntó Christina, estaba algo ansiosa y nerviosa.

—¿Por qué me preguntan a mí? —dije— Sé exactamente lo mismo que ustedes: absolutamente nada.

Desde aquí no podíamos escuchar lo que Mia estaba diciendo, ella había empezado a hablar con la Décima, tal vez se conozcan, estoy seguro de que no somos los únicos que fueron secuestrados en la universidad.

Súbitamente se abrió la puerta, había entrado un soldado, era uno de esos guardias que nos acorralaron en el pasillo del auditorio; había venido para llevarse al que estaba en la silla con el número uno. Todos se quedaron viendo a la puerta, probablemente pensando en qué le harían, si íbamos a volverlo a ver, y quién sería el siguiente. Luego de al menos cinco minutos, el soldado trajo de vuelta al Primero, empujándolo hacia la silla, luego activaron nuevamente las esposas que lo retendrían allí. El guardia procedió a llevarse a la Segunda, aparentemente nos iban a llevar en ord...

«Esperen ¿Esa no es la chica que vi ayer en el centro comercial?»

—¿Que le habrán hecho? —preguntó Alessia algo nerviosa.

—Ni idea... —hice una pausa— Christina, tú te enterarás primero de lo que sea que nos harán cuando entremos allá —dije con algo de curiosidad, aunque también un poco preocupado, podía tratarse de algo malo.

—Me pregunto que será... —dijo Christina algo ansiosa.

Poco después volvieron los guardias con la Segunda, entonces se llevaron al Tercero. Nos quedamos esperando allí, era lo único que podíamos hacer de momento, no había nada que pudiésemos hacer para intentar escapar, cualquier intento sería inútil. Transcurrieron otros cinco minutos, hasta que finalmente salió el Tercero, los guardias se llevaron al Cuarto.

—¿Nerviosa? —Le pregunté a Christina.

—Un poco, tengo curiosidad —dijo Christina, tratando de demostrar valentía, yo sabía que en el fondo ella estaba realmente nerviosa.

Los guardias volvieron con el Cuarto, finalmente le tocaba a Christina entrar.

—Suerte —dije en voz baja mientras los guardias se llevaban a Christina.

Me quede pensando en posibles cosas que nos podían hacer allá adentro, tal vez nos harían preguntas, o nos dirían algo que teníamos que hacer; muchas ideas entraron por mi mente en esos segundos. El tiempo parecía estar haciéndose eterno.

Finalmente salió Christina, entonces los soldados se llevaron al Sexto. Christina se sentó nuevamente en la silla y las esposas se activaron.

—¿Qué te hicieron? —Preguntamos Alessia y yo al unísono, bastante preocupados por la integridad física y mental de Christina.

—Nada en especial, me dieron este brazalete que parece que no se quita con nada, supongo que debe servir para algo —Explicó Christina levantando su brazo derecho, en donde perfectamente podía observarse aquel brazalete, era de un metal grisáceo reluciente, tenía una pequeña franja azulada que emitía luz en la parte superior.

—No se preguntan... —Comencé a hablar— ¿Por están haciendo todo esto? ¿Por qué nos habrán elegido a nosotros? Y... ¿Para qué nos han elegido exactamente?

—Me leíste la mente —dijo Alessia.

—Cierto... ¿Cómo nos habrán hecho inmunes al gas? ¿Cómo habrán paralizado a todos, excepto a nosotros? —dijo Christina.

Los guardias volvieron con el Sexto, lo que significaba que era mi turno. Me levanté una vez que las esposas que me retenían se habían desactivado y procedí a seguir a los guardias. Llegamos a una habitación en donde pude observar varias imágenes con algo parecido a arenas de combate. Habían espacios para varias personas en cada una de ellas, también pude ver unas estructuras extrañas que no tenía ni la menor idea de para que eran. Todo esto era muy extraño, y eso sin mencionar las máquinas extrañas que pude ver a lo largo del pasillo.

Llegamos al final y atravesamos una puerta. Pude confirmar que estábamos en una especie de nave, esta era la cabina del piloto. Al frente no se veía absolutamente nada, el cristal ocultaba lo que sea que hubiese allá afuera supongo que no quieren que veamos hacia dónde nos llevan, ya de por sí nos han estado ocultando muchas cosas. Algo que llamó mi atención, fue que no había nadie conduciendo la nave, aparentemente se estaba conduciendo sola.

Mientras veía como el volante de la nave se movía solo, sentí que me ponían aquel extraño brazalete, era bastante ligero; luego, el científico le colocó un chip azulado que brillaba al brazalete y pude observar cómo en una de las pantallas apareció el número siete al instante. Al parecer era una especie de radar, también estaban los números del uno al seis en lo que debía ser la parte trasera de la nave, en donde están las sillas metálicas. Definitivamente los brazaletes tenían unos rastreadores... Me pregunto para qué nos ponían rastreadores.

El guardia me acompañó de vuelta a la silla, luego se llevó a Mia, ella era la Octava. Me senté en mi respectiva silla y las esposas metálicas volvieron a activarse al instante.

—Christina... ¿Notaste que nos pusieron rastreadores?

—Eh... ¿Te refieres a los chips azules que brillan? No sabía para que eran —respondió Christina.

—¿Son rastreadores? —preguntó Alessia con algo de curiosidad.

—Sí, y logré darme cuenta... Antes de que me pusieran el chip sólo estaban los números del uno al seis en una de las pantallas que contenía un radar, los números estaban en lo que debía ser esta sala, donde estamos ahora. En un principio no le di importancia, podía ser una coincidencia, pero.... Lo confirmé poco después, porque justo cuando pusieron el chip en mi brazalete apareció el número siete en la pantalla —Expliqué.

—Interesante... —dijo Alessia, quedándose pensativa.

Mia regresó junto a los guardias, quienes se llevaron a Alessia, debido a que ella era la Novena.

—Christina, voy a tratar de descansar un rato, despiértame cuando haya pasado el último —dije.

—Vale, te avisaré si pasa algo fuera de lo común—dijo Christina.

Me recosté en la silla y cerré los ojos, entonces comencé a pensar en mi familia... ¿Ellos estarán bien? ¿La niebla verde se habrá extendido más? ¿Los habrá alcanzado? Me pregunto que habrá pasado con todos los que están paralizados sin poder hacer nada, espero que Rick esté bien. Quisiera saber por qué me nos eligieron a mí y a mis amigos. También pensé en que sería lo que estas personas harían con nosotros luego de que volviesen los guardias con el último. Finalmente, entre el mar de pensamientos y preocupaciones que azotaba mi mente, logré conciliar el sueño.

"Unas inmensas paredes de ladrillos de piedra y musgo se erigían frente a mí, estaba encerrado, en este extraño lugar. Al frente habían unas escaleras que llevaban a una zona cubierta de una espesa niebla blanquecina. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al escuchar el alarido de alguna criatura que definitivamente no era de este mundo. Inesperadamente, el suelo comenzó a desvanecerse, yo empecé a caer hacia el vacío, la oscuridad consumió todo hasta que no quedó ni un rastro de la luz".

Desperté bruscamente, sobresaltado por aquel extraño sueño que había tenido. Desafortunadamente aún seguía en este vehículo volador del cual no sabía absolutamente nada de su origen, ni de a dónde se dirigía. Ojalá todo hubiese sido un mal sueño, todo sería más fácil.

—¿Ya paso el último? —pregunté.

—Sí, acaba de entrar —respondió Christina.

—Supongo que nos tocará esperar para ver que van a hacer luego de que salga el último —dijo Alessia.

—Por cierto... ¿Contaron cuantos somos en total? —pregunté.

—Sí, somos treinta personas —respondió Christina.

La nave había comenzado el aterrizaje. Poco después, se abrieron unas ventanas, aparentemente estábamos entrando en un túnel. Finalmente salió el Trigésimo, seguido por el tal Jared, dos guardias venían junto a ellos.

—En cinco minutos saldremos de la nave, prepárense... —dijo Jared mientras desactivaba las esposas que nos mantenían en las sillas— Ni se les ocurra escapar, no servirá de nada —Jared se fue caminando por el pasillo, más guardias llegaron segundos después.

—Bueno, parece que ya vamos a salir de esta nave —dije mientras me levantaba.

—Sí.... Me pregunto que nos esperará afuera —dijo Alessia mirando hacia la puerta, expectante.

«Ninguno de nosotros podría haberlo pensado en eseentonces, pero el caso es que... Todos habíamos sido secuestrados para unexperimento».

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