Capítulo 26 | Desesperación (Parte 1)
11:47 am ~ MAR 24/11/2037 ~ San Francisco, California.
"Finalmente habíamos escapado, o eso era lo que creíamos, estuvimos demasiado cerca de conseguirlo, pero el plan se había ido a la mierda. Justo en frente de nosotros, aparecieron más vehículos que salieron literalmente de la nada. Estábamos rodeados y no había nada que pudiésemos hacer, ni nadie quien pudiese ayudarnos. Definitivamente ese sería nuestro fin. Los soldados comenzaron a bajar de sus vehículos y se dirigieron hacia nosotros. Iban a llevarnos hacia donde Marcus Collins, el director de los experimentos. Intentamos oponer resistencia, luchando contra algunos de ellos, pero no logramos hacer nada, debido a que nos inyectaron sustancias que comenzaban a dejarnos inconscientes uno a uno. Todo se volvía más y más borroso, mientras nos arrastraban hacia aquellos vehículos negros. Sólo sabía una cosa que sabía con certeza: una vez que entrásemos en esos autos, no volveríamos a ver la luz del sol en mucho tiempo".
Desperté abruptamente. Lo primero que vieron mis ojos fue la luz del sol colándose a través de las persianas que cubrían parcialmente las ventanas de la habitación en donde me encontraba. Ha pasado bastante tiempo desde que iniciamos nuestro largo viaje.
Llegamos hace un par de horas aquí, a San Francisco, en dónde decidimos hacer nuestra primera parada para dormir y descansar un poco, algo que realmente necesitábamos.
Finalmente, pudimos tener algo de paz y tranquilidad luego de estos últimos días que transcurrieron, los cuales fueron bastante agitados.
Finalmente, éramos libres cual aves surcando los cielos. Ya no teníamos ninguna restricción. Pero...
«En el fondo sabía que algo no andaba bien»
El gas verde había tenido efecto a gran escala. Inicialmente pensaba que sólo Los Ángeles se había visto afectada; pero, en todo el camino desde nuestra ciudad hasta San Francisco, no había ni una mísera alma viviente vagando por las calles.
Bueno, si logramos observar varias personas, pero estaban en aquel estado de parálisis total. Nadie, excepto nosotros que estuvimos en el experimento logró evitar los efectos que esa niebla verdosa causó —con la excepción de Mackenzie y su hermana, Jessy, Chris y Nick, quienes nos contaron que lograron esconderse antes de que el gas verde tuviera efecto en ellos—, y no sabemos si es algo que podrá revertirse fácilmente, ni tampoco que tanto se extendió la niebla.
En fin. Aquí estábamos nosotros doce. Solos.
Afortunadamente teníamos un lugar a dónde ir, o al menos un lugar por el cual empezar a buscar: Canadá.
No sabemos exactamente en qué parte de Canadá estarán ellos. Canadá es bastante extenso, y me preocupa que tengamos que buscar por todas partes. Pero, ir allá es nuestra única esperanza, se supone que podremos encontrar a ese grupo de personas que tienen información confidencial, ellos definitivamente podrían ayudarnos. Pero, como pensaba hace unos segundos, el problema es que Canadá es bastante grande, y no sabemos ni por dónde empezar a buscar.
—Matt... —una voz me sacó de mis pensamientos. Era Chris, quien estaba acostado en una cama al lado de la mía— ¿Estás despierto?
Esto, por alguna razón, me recordó a aquella vez en vacaciones de verano. Mack y su hermana, Jessica y sus hermanos mayores junto a una de sus primas, Nick y su prima, Chris y yo nos fuimos de viaje para la playa, esa vez fuimos para Malibú. Nos quedamos en un hotel bastante similar a este, y —al igual que ahora mismo— compartí habitación con Chris. Nick estaba junto a su prima en la habitación contigua. Mackenzie y su hermana compartían otra habitación junto a su madre y Jessica estaba en una habitación aparte, con su prima.
—Sí. ¿Lograste dormir algo? —pregunté.
—Más o menos... —respondió Chris, haciendo un ademán con su mano— Por lo que veo tu tampoco pudiste dormir mucho.
—Sí, pues... Con tantos pensamientos en mi cabeza, y las pesadillas que tuve, no pude dormir del todo bien —dije.
Los flashes volvieron como pequeños fragmentos. Por un pequeño instante, sólo pude observar aquellos ojos rojos de los animales con implantes metálicos moviéndose directamente hacia nosotros a través de la nieve, a toda velocidad.
—Te comprendo, esos soldados armados no salen de mi cabeza —dijo Chris.
—¿Qué día es hoy? —pregunté. Había estado tan concentrado y enfocado en lo que ha estado sucediendo, que no le había prestado atención al paso del tiempo.
—Déjame ver... —dijo Chris, quien comenzó a buscar algo en la mesita de noche que estaba al lado de su cama. Buscaba su teléfono— Estamos a martes.
—Me refiero a qué fecha es...
—Veinticuatro, de noviembre obviamente. No creo que tenga que decirte el año... —luego de eso, me mostró su teléfono el cual aún tenía puesta la pantalla de bloqueo. De fondo de pantalla tenía una foto de él junto a su hermano menor, Christian— En tal caso comenzaría a dudar de tu salud mental —dijo lo último con un tono de broma.
—¡¿Veinticuatro?! —exclamé. Pensé que era Diecisiete o algo así.
—Sí, veinticuatro... —repitió Chris con un tono de obviedad, y una expresión acorde a su tono de voz— Por cierto, ya son casi las doce, ya estamos a mitad del día. Hemos desperdiciado medio día durmiendo.
—Vaya, ha pasado mucho más tiempo de lo que pensaba, desde que todo esto empezó... —dije, con la mirada algo perdida en el vacío— Un día éramos simples estudiantes, y al otro estábamos en un experimento.
—Bueno, no puedo decir que te entiendo, porque no he pasado nada similar a lo que ustedes tuvieron que enfrentar y tampoco creo que tenga que hacerlo alguna vez, pero... A pesar de que los malditos esos no experimentaron con nosotros, ni nada por el estilo, todas nuestras vidas también cambiaron por completo —dijo Chris.
—Gracias —dije.
—¿Por qué? —preguntó Chris.
—No lo sé, ¿sabes? —dije. Entonces ambos comenzamos a reír histéricamente, como retrasados mentales o algo así, según dijo Chris hace varios años, en uno de nuestros grandes ataques de risa.
—¡¿QUIEREN CALLARSE?! ¡No me dejan dormir! —una irritada y somnolienta Mackenzie irrumpió en nuestra habitación del hotel. Hizo una pausa, mientras se estiraba y bostezaba— Sus risas se escuchan en mi habitación. Debo recordarles que está en el pasillo del frente.
—No seas dramática, llevas durmiendo horas... —dije— Aparte... —iba a comenzar a decir algo con respecto al volumen de sus gritos, pero Chris se me adelantó.
—Tus gritos recriminándonos debieron haberse escuchado en Los Ángeles, así que no sé de qué te quejas, idiota —dijo Chris.
—Aquí el único idiota eres tú por no dejarme dormir —dijo Mackenzie, quien se fue cerrando la puerta de golpe detrás de ella.
—Yo también te quiero, amiga... —dijo Chris en voz alta, mientras se reía— ¡Dulces sueños, Mack! —exclamó, para que Mackenzie pudiese escucharlo desde el pasillo.
Chris y yo decidimos que no queríamos levantarnos de la cama aún, así que decidimos ver una película. Encendí el televisor pantalla plana de la habitación y comenzamos a buscar por los canales. Algunos no tenían ninguna programación, principalmente los canales internacionales... Supongo que era debido a lo que ha estado pasando, en otros seguía la programación normal, algunas películas y series en su mayoría. No había nada interesante que ver, así que agarré una de las películas que estaban en la estantería, y coloqué el CD en el DVD. Me sorprendía que aún hubiese hoteles con reproductores DVD. Elegí una película de hace unos años pero que era bastante buena, solía verla con Chris, Mack, Barb y Jessy. Nick no suele ver películas, pero a pesar de eso, lo obligamos a ver esta saga de películas una vez y terminó encantándole. La película se llama «Mente Maestra». Es la cuarta de una saga de películas muy buena.
Tiempo más tarde, cuando faltaba poco más de media hora de película, ambos decidimos ir a buscar algo de comer, así que pausamos la misma y fuimos al restaurante del hotel. Agarramos una de esas pizzas instantáneas que se cocinaban solas en tan sólo 5 minutos.
La tecnología es de lo mejor, sobre todo cuando se trata de comida, o al menos eso dijo Chris una vez.
Regresamos a nuestra habitación con la pizza ya preparada, y continuamos viendo la película mientras almorzábamos. Así pasaron los minutos, mientras la película acababa, al igual que nuestra deliciosa pizza. Cuando la película terminó, finalmente decidimos quitarnos nuestras "pijamas" y ponernos ropa decente. Ambos teníamos puestos unos shorts, Chris andaba sin camisa, algo típico de él, yo tenía puesta una camiseta y además un par de medias. Procedimos a cambiarnos de ropa, yo fui a tomar una ducha rápida antes de ello.
Ya eran las 2:23 de la tarde para cuando terminamos de arreglarnos, según el teléfono de Chris.
Decidí salir a invadir las habitaciones de mis amigos. Salí de la habitación, mientras escuchaba a Chris preguntándome hacia dónde me dirigía, luego escuché los pasos de él siguiéndome hasta la habitación de Alessia y Christina. Golpeé suavemente la puerta tres veces con mi puño, y alguien me respondió.
—¿Qué quieres Matt? —preguntó Alessia, la puerta seguía cerrada.
—¿Cómo sabes que soy yo? —respondí sorprendido.
Ella siempre lo sabe. No sé cómo, pero simplemente lo sabe.
—Tengo poderes —dijo ella en tono de broma.
—Es enserio... ¿Cómo lo sabías? —preguntó Chris esta vez.
—No lo sé, me pareció que según la forma en la que la persona había tocado, debía tratarse de Matt —respondió Alessia.
—¿Piensan quedarse afuera? —preguntó Christina esta vez.
—Bueno, qué se yo si están cambiándose de ropa o algo...
—¿Ya entren, quieren?
Entonces, abrí la puerta de la habitación de ellas, quienes estaban acostadas en sus respectivas camas, mientras veían una película y comían chocolate. Entré en la habitación y me senté en la cama de Christina, quedando justo en medio de la cama de ambas chicas. Chris estaba recostado del marco de la puerta.
—Lexi, acabo de acordarme de algo muy importante... Tu cumpleaños fue hace cuatro días y no hicimos absolutamente nada para celebrarlo —dije, justo acabo de caer en cuenta de que ya había pasado su cumpleaños. Ninguno de nosotros lo había recordado, ni siquiera ella misma. Habíamos perdido completamente la noción del paso del tiempo desde que entramos al Experimento.
—Oye... ¡Es cierto! —dijo Alessia, sorprendida— Entonces... ¡¿Eso significa que ya tengo diecinueve años?! —dijo Alessia, mientras miraba a Christina atónita. Clemence, quien venía por el pasillo, se unió a la conversación.
—Sí... —dijo Clemence— Dieciocho más uno da diecinueve.
—¡Ya lo sé! —dijo Alessia— Es que... Wow.
—Deberíamos celebrar tu cumpleaños —dije.
—Qué más da... Fue hace días —dijo Alessia.
—Fue hace cuatro días —corrigió Christina.
—¿Te parece poco, con todo lo que ha pasado en estos últimos cuatro días? —preguntó Alessia, haciendo énfasis en la palabra poco.
—Vamos, no cumples diecinueve todos los días, tenemos que hacer algo para celebrar —dije.
—¿Celebrar qué? —preguntó Mia, quien acaba de llegar.
—El cumpleaños atrasado de Alessia... —explicó Chris, quien seguía recostado en bajo el umbral de la puerta— Fue hace cuatro días.
—Bueno, no venimos a San Francisco todos los días... —dijo Mia— Definitivamente hay que hacer de ésta una celebración inolvidable.
—Oh no, ya van a empezar... —dijo Alessia.
—¿Qué van a empezar? ¿Y sin mí? ¿Quiénes se creen ustedes para dejarme por fu...? —Mackenzie comenzó a protestar, pero fue interrumpida.
—Deja el drama, apenas y estamos planeando lo que vamos a hacer —dijo Chris.
Para no tener que volver a explicar lo que íbamos a hacer cada vez que alguno de los chicos se apareciese, decidimos llamar a todos y nos sentamos en una de las mesas tipo bar del restaurante. Chris comenzó a tontear un momento, fingiendo que él era un bartender profesional que nos servía bebidas a nosotros. Aunque, lo que comenzó como broma, termino en Chris sirviéndonos bebidas a todos.
Nada de alcohol, sólo bebidas gaseosas y eso...
«Al menos nada de alcohol para los niños. Guiño, guiño»
Luego de eso, llegaron Jessica, Barbara, Nick, Sarah y Maxim. Entonces, les explicamos que Alessia había cumplido un año más el veinte de noviembre, pero como estuvimos en el experimento, y no teníamos tiempo para pensar en qué día era... —además de que tampoco sabíamos que día era exactamente— También les contamos que planeábamos hacer algo para celebrarlo.
Decidimos que, como básicamente teníamos todo San Francisco para nosotros solos, íbamos a hacer una especie de "tour" por todo el lugar, o al menos, visitar los sitios más importantes y destacables de la ciudad. Pero, antes de salir, decidimos agarrar algo para comer. Alessia se encargó de poner música a todo volumen para aligerar el proceso... You should see me in a crown de Billie Eilish comenzó a sonar a través de la corneta inalámbrica de Mackenzie. Nuestra merienda básicamente se basó más en nosotros cantando mientras Jessy y Barb bailaban que en la comida, de hecho. Aun así, una vez finalizamos, fuimos a nuestras respectivas habitaciones, para terminar de alistarnos. Clemence, quien ya estaba lista, iba a encender los vehículos para que se calentasen un poco los motores.
Minutos después, ya estábamos totalmente listos para partir. Nos llevamos algunas provisiones, principalmente comida y agua en los maleteros de los autos en caso de que apareciesen los psicópatas y tuviésemos que escapar de emergencia, cosa que era bastante improbable.
Pero, aun así, era mejor estar precavidos por si sucedía lo inesperado.
Finalmente, nos subimos en los autos. Alessia, Christina y Mia iban en el convertible rojo; Clemence iba junto a Sarah y Maxim en la minivan plateada, Mackenzie iba junto a su hermana y Jessica en el vehículo Blanco; y, por último, Nick, Chris y yo íbamos en el vehículo azul, el auto de Mackenzie.
—¿Están listos para cantar a todo pulmón? —preguntó Alessia, quien había conectado al vehículo el iPod de Mackenzie, que contenía treintaidós gigabytes de pura música.
—Esta fiesta apenas comienza —dijo Christina, sonriendo.
«Christina tenía razón, esta fiesta apenas empezaba. Íbamos a asegurarnos de que Alessia tuviese un decimonoveno cumpleaños inolvidable»
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