Capítulo 14 | La Zona Desértica

-:-- pm ~ VIE 20/11/2037 ~ Zona Desértica.

La luz de la luna invadía nuestros ojos, era de noche. Finalmente habíamos logrado salir de aquella zona apocalíptica, sí. Pero, desafortunadamente, eso no significaba que las cosas iban a ser más fáciles. Ahora nos encontrábamos en un amplio y vasto desierto, en donde un mar de arena se extendía en todas las direcciones. Hacía bastante frio, algo bastante típico de los desiertos en la noche, supongo... Pero, este frío era demasiado intenso como para ser normal, la temperatura estaba casi tan baja como lo estaba en la Zona Nevada. Aunque, una cosa era más que segura: mañana nos esperaba un largo y caluroso día.

—Ok... —Clemence comenzó a hablar— En vista de que estamos en un desierto, lo más inteligente sería aprovechar las noches para movilizarnos lo máximo posible, y encontrar un lugar para descansar luego del amanecer, resguardarnos antes de que el sol incandescente del mediodía no nos deje ni avanzar.

—Tienes toda la razón... —dijo Maxim.

—Es lo mejor que podemos hacer —dijo Sarah.

—Mantengan los ojos bien abiertos, no sabemos que criaturas acechan por aquí... —dijo Christina, mientras observaba el entorno detenidamente.

Y así fue, comenzamos a caminar a través de la arena, cada vez alejándonos más de la entrada a aquel lugar apocalíptico, ese sitio al que no pensábamos volver. Desde aquí, se veía como aquella ilusión de la supuesta pradera verde que vimos antes de entrar a la Zona de Tormentas. Debido al frío que había, ninguno de nosotros nos quitamos nuestros abrigos térmicos, los cuales nos protegieron bastante de la intensa lluvia que cayó sobre nosotros hace rato.

Los pliegues de las dunas de arena, cambiaban frecuentemente debido a las constantes corrientes de viento que había. El terreno podía considerarse regular, a diferencia del terreno variante de la Zona Nevada. Había diversos grupos de cactus dispersos por todo el entorno, además de alguna otra escasa flora, principalmente había pequeñas formaciones montañosas hechas de rocas erosionadas por toda esta zona. Todo estaba completamente tranquilo, demasiado tranquilo para mi gusto. Tenía ese ligero presentimiento de que en cualquier momento algo podía pasar, algo no muy agradable.

Un ligero siseo, el sonido de una criatura arrastrándose, nos sacó a todos de nuestros pensamientos. Una serpiente se encontraba arrastrándose a pocos metros de donde nos encontrábamos.

«Excelente, simplemente no debemos hacer mucho ruido y rodear a la serpiente que, ¡Sorpresa! Está modificada genéticamente...»

—Ok, vamos a pasar por aquel lado —dijo Clemence señalando el lado contrario al lado por el que la serpiente se arrastraba.

—Bien, hagan silen... —comenzó diciendo Alessia, pero se vio interrumpida por el cascabelear de la cola de la serpiente.

—Mejor vámonos ya —dijo Christina en voz baja, un tanto alterada.

—Estoy totalmente de acuerdo —dijo Mia, que parecía estar conteniendo la respiración.

Afortunadamente, pudimos movilizarnos hacia un lado, para esquivar a la serpiente, la cual terminó devorando una pequeña lagartija que iba pasando por la arena. La serpiente no nos prestó mucha más atención, por lo que logramos pasar tranquilamente.

Pero, aquella criatura rastrera no sería lo peor. Un escorpión gigante, del tamaño de un felino cualquiera, se encontraba a unos cuántos metros justo al frente de nosotros. Estaba observándonos fijamente, levantando su aguijón en posición defensiva —más de ataque que defensiva, realmente.

«Perfecto, un escorpión mutante nos quiere matar, típico fin de semana de excursión»

—¡Corran! —exclamó Christina, horrorizada ante aquella criatura.

Entonces, el escorpión escupió una sustancia probablemente venenosa de su aguijón, el cual cayó peligrosamente cerca de nosotros. Apenas impactó el suelo, toda la arena que entró en contacto con aquella sustancia empezó a desintegrase.

No era veneno, era ácido fluroantimónico.

Todos comenzamos a correr, como si nuestra vida dependiera de ello; y es que así era, una sola gota de ese ácido podría herirnos gravemente, bastaría con tan sólo un poco para desmembrarnos, e incluso causarnos la muerte, y los proyectiles que este escorpión expulsaba de su aguijón contenían la cantidad suficiente para matarnos, si acertaban justo en el blanco.

Albert se preparó para dispararle con su fusil, pero Clemence lo interrumpió rápidamente, justo antes de que presionase el gatillo.

—No... —sentenció Clemence— No queremos llamar la atención.

—Vale... —Albert guardó su arma.

Tuvimos que seguir corriendo durante varios minutos hasta que finalmente perdimos de vista al escorpión, el cual pareció aburrirse de nosotros, desistiendo.

—Eso estuvo cerca... —dijo Maxim.

—Sí, por lo menos sólo era uno. No quiero saber qué hubiese pasado si fuesen varios —dijo Sarah bastante aliviada.

—Bueno, sigamos caminando, tal vez encontremos un refugio para cubrirnos del sol cuando se haga de día —dijo Clemence.

—Espero que tengas razón, porque estoy tan cansada que me dormiría aquí mismo —dijo Christina.

—Opino lo mismo —dijo Alessia.

—Bueno, andando... —dije— Tenemos que encontrar ese refugio. El resto asintió.

Continuamos caminando por el árido desierto. El viento estaba bastante más calmado, por lo que había un silencio inquietante por todo el terreno, podíamos escuchar a la perfección el sonido de nuestras pisadas en la arena.

No había ni un atisbo de vida, lo cual era bastante alarmante, aunque de cierta forma reconfortante. Parecía como si desde cada pequeño rincón hubiese algo acechando desde las tinieblas... Afortunadamente, la luna iluminaba todo eficientemente, de forma que no estábamos sumidos en una oscuridad total.

Luego de un largo rato caminando, finalmente pudimos observar a lo lejos una pequeña estructura que sobresalía de una formación rocosa, estaba hecha de ladrillos de lo que parecía ser arenisca. La estructura era ligeramente parecida a un iglú, sólo que evidentemente no estaba hecho de hielo. Llegamos a la pequeña edificación y nos quedamos observándola por unos segundos.

—¿Acaso piensan quedarse como idiotas observando? ¿Qué esperan para entrar? —preguntó Alessia.

—Parece que a alguien le vino el... —comenzó diciendo Albert, pero se vio interrumpido.

—Una palabra más y te corto el cuello con una de éstas —dijo Alessia, mientras sostenía una de mis dagas en la mano.

—Uhhh... —dije— Pelea de pareja.

Ambos me asesinaron con la mirada.

Yo estallé en carcajadas.

Alessia fue la primera en abrir la puerta. Luego, todos comenzamos a entrar. El lugar era mucho más amplio de lo que aparentaba, dado a que tenía unas escaleras que llevaban hacia un piso subterráneo que era mucho más grande que el nivel superior. Christina, con ayuda de Alessia, encendió una fogata, para contrarrestar el frío que hacía. Exploramos el lugar y encontramos un baúl grande en el cual había varias provisiones: Comida, agua, municiones, y diversas armas. Además, había varios turbantes, los cuales nos serán de mucha ayuda en caso de que decidamos explorar durante el día.

—Creo que deberíamos descansar... —sugirió Mia— Ha sido una larga noche —dijo, alargando la "a" de larga.

—Concuerdo completamente con ella —dijo Albert, mientras se pasaba la mano por el cabello.

—Está bien, yo vigilaré —dijo Clemence.

—No, debes descansar... —dije— Yo haré la guardia.

—Vale, yo haré el segundo turno... —Clemence pareció resignarse— Cualquier cosa...

—Estaremos bien, Clemence... —dije— Serán sólo unas horas.

—¿Quieren callarse? —protestó Alessia— Algunos aquí intentamos dormir —Finalizó Alessia, quien ya se encontraba en su saco de dormir, lista para caer en los brazos de Morfeo.

Todos, imitando a Alessia, se envolvieron en sus respectivos sacos de dormir, excepto Maxim, quien se había ofrecido a acompañarme en este turno de guardia.

—Bueno, parece que sólo seremos tú y yo —dije.

—Iré a buscar uno de esos paquetes de galletas dulces, me dio un poco de hambre —comentó Maxim.

—Apoyo totalmente tu idea —Sonreí.

Parte II

-:-- am ~ SAB 21/11/2037 ~ Zona Desértica.

Afortunadamente, la noche transcurrió sin ningún problema, luego de aproximadamente cuatro horas, desperté. Clemence había hecho el segundo turno de guardia, junto a Alessia. Amaneció poco después, y entonces, en menos de media hora ya estábamos todos listos para proseguir. Teníamos que salir un poco antes de que el sol estuviese en su punto máximo, o al menos ese era el plan. Le echamos un último vistazo al lugar, en caso de que se nos hubiese pasado algo, y me alegro de que lo hiciéramos, porque así era.

Por alguna razón de la vida, a Albert, se le ocurrió mover el baúl, encontrando una nota que estaba escondida debajo del mismo.

—Vaya, encontré algo —dijo Albert, sorprendido.

—Estoy tan sorprendido como tú —dije, bromeando.

—¿Qué dice? —pregunté.

—Sólo hay números, unos y ceros, que extraño... —explicó Albert— ¿Será algún código? —inquirió.

—Obviamente debe ser un código, idiota —dijo Alessia mientras Albert me entregaba la nota. Él le recriminó con la mirada.

Al observar la nota, me di cuenta que era exactamente la misma combinación de números que me ayudó a salir de la Sección 7, y la misma que nos ayudó a escapar de la Zona de Tormentas.

—Parece que ese código es bastante importante... —Christina hizo una pausa— ¿Crees que tenga algún significado oculto?

—Probablemente, definitivamente no son simples números al azar... No puede ser una coincidencia que el mismo código haya aparecido tres veces —dije.

—La puerta de mi Sección también tenía un código, pero era de seis dígitos... Esta es toda una cadena de números binarios, debe significar algo —dijo Maxim.

—Bueno, ya vámonos, se nos hace tarde, debemos aprovechar la mañana... —dijo Clemence— Ya tendremos tiempo de analizar con detenimiento ese código.

El sol parecía que iba a derretir nuestras pieles, capa tras capa de tejido hasta que sólo quedasen nuestros huesos. El calor era abrasador y parecía que iba a evaporar hasta la última gota de agua en nuestro cuerpo.

A lo lejos, podíamos observar algunos edificios abandonados, como los de la Zona de Tormentas, sólo que estos no estaban derrumbándose sobre sí mismos debido a los tornados.

—Deberíamos subir a la cima de uno de esos edificios, tal vez logremos ver algo importante a lo lejos —sugirió Mia, mientras observaba uno de esos edificios.

—Justo estaba pensando en eso —dijo Clemence.

—Vamos entonces —dijo Sarah.

Comenzamos a dirigirnos al edificio que se encontraba más cerca de nosotros, sólo nos faltaban unos cuántos metros para llegar. Inesperadamente, de la arena, salió una serpiente verdosa, como un pez volador saltando fuera del agua. Sus escamas parecían hechas de alguna clase de isótopo radioactivo que irradiaba luz. Saltó justo hacia el rostro de Albert, quien afortunadamente logró agarrarla en pleno vuelo, antes de que pudiese morderle la cara. Clemence, ágilmente, sacó su Beretta, y con una sola bala, atravesó la cabeza de la serpiente.

Lo que no nos esperábamos, era que de pronto, apareció un grupo de serpientes que se hallaba arrastrándose hacia nosotros.

—¡Rápido! ¡Al edificio! —exclamó Christina, horrorizada.

Inmediatamente, comenzamos a correr hacia él. Las serpientes se arrastraban extremadamente rápido por la arena, después de todo, estábamos en su territorio. Algunas daban saltos increíblemente grandes, movilizándose varios metros en el aire, como si tuviesen alas, algunas estaban intentando mordernos, otras simplemente desaparecían en la arena, y volvían a aparecer en otro lugar.

Finalmente llegamos al edificio, Albert abrió la puerta y todos entramos rápidamente. Clemence se quedó para entrar de última, mientras disparaba a las serpientes, acabando con varias de ellas en el intento. Luego, cuando ya todos estábamos dentro, y las serpientes estaban a tan sólo un par de metros de nosotros, Clemence entró, cerrando la puerta detrás de ella rápidamente. Los golpes de las serpientes intentando hacerse paso hasta nosotros, podían escucharse claramente. Las paredes estaban hechas de vidrio, así que teníamos bastante suerte de que ninguna serpiente lograse romper alguno.

—Bueno, separémonos para ver si encontramos algo —dijo Mia.

—Me parece una buena idea —dijo Sarah.

Comenzamos a buscar por todo el edificio, desde abajo hasta arriba. Descubrimos que el edificio tenía unos ocho pisos en total. También encontramos más comida, agua y municiones. Finalmente, salimos a la azotea de la estructura, y comenzamos a observar, a ver si lográbamos ver algo que pudiese ayudarnos.

—¿Ven eso? —dijo Clemence señalando una especie de cañón que parecía recorrer todo el lugar.

—Sí, parece que tendremos que atravesarlo para avanzar —señaló Alessia.

—Deberíamos ir hacia allá, tal vez encontremos algo —dijo Maxim.

—Concuerdo contigo —dijo Christina.

Luego de explorar a fondo el edificio, nos dirigimos hacia la salida. Afortunadamente, las serpientes verdes se habían ido, así que sin más dilación, comenzamos a dirigirnos hacia el gran cañón. Durante gran parte del trayecto, no ocurrió nada del otro mundo, exploramos otro de los edificios, en el cual conseguimos más provisiones, todo había estado tranquilo. Lo único fastidioso hasta ahora, habían sido los insectos, extrañamente no había aparecido ninguna criatura que quisiera matarnos.

«Al menos, no hasta ahora»

Un extraño mamífero nos estaba acechando desde lejos. Era una especie de antílope de gran tamaño, armado con dos largos cuernos rectos y anillados que se dirigían hacia arriba y un poco hacia atrás, éstos debían medir más de un metro de longitud. Su aspecto era de cierta forma similar al de un caballo, su pelaje, completamente blanco, se degradaba hacia tonalidades negruzcas en sus patas y en su cola. En su cabeza, parecía tener una especie de máscara, formada por manchas negras que presentaba su pelaje. Era una bestia majestuosa.

Tres bestias similares aparecieron poco después, situándose a los lados de aquel mamífero blanco. El primero de ellos comenzó a abalanzarse hacia nosotros, tenía su cabeza hacia abajo, para poder así utilizar sus cuernos para atacar. Sarah disparó con su ballesta, pero la saeta no logró penetrar su cráneo, el cual al parecer estaba recubierto por una capa que parecía ser igual de dura que sus cuernos.

—¡Cuidado! —exclamó Alessia.

Maxim rodó por el suelo para esquivar la embestida, logró realizarle un corte con la espada en uno de sus costados.

—¿Qué son estas cosas? —preguntó Albert con curiosidad— Parecen antílopes, pero algo me dice que no son antílopes.

—Es porque no son antílopes... —dijo Clemence— Son oryx.

—¿Esa palabra existe?

—Búscala en Google, si quieres.

—Ah, claro, lo buscaré ya mismo... —dijo Albert sarcásticamente— Dame la contraseña del WiFi, por favor.

—¡Concéntrese en la pelea!

Clemence arrojo una de sus dagas hacia una de las piernas de la bestia, derrumbándola rápidamente. Yo me encargué del resto, disparándole una flecha en su cuello, que acabó desangrándola. Pero, aún no había terminado, las tres bestias restantes venían en grupo hacia nosotros, se estaban separando, parecían estar coordinándose de alguna forma.

Uno de ellos atacó justo por el frente, los otros dos parecían querer atacar por los lados. En todo momento, las bestias trataban de no exponer sus costados, manteniendo sus cabezas al frente en todo momento, eran conscientes de que su cráneo las protegería de casi cualquier ataque. Tuvimos que movilizarnos con dificultad para esquivar las coordinadas embestidas, definitivamente no queríamos terminar empalados en los cuernos de aquellas bestias.

Mia, Sarah y Christina lograron derribar a uno de los oryx, Alessia, Clemence y yo acabamos con el segundo; Maxim y Albert se las apañaron para derribar al último de ellos.

—Bueno, debo decir que eso estuvo intenso... —comentó Mia— Esos... Oryx son más rápidos de lo que parecen.

—En fin, sigamos andando... —dijo Clemence.

Ya llevábamos bastante rato caminando a través del desierto, el sol aún no se encontraba en su punto máximo, y gracias a los turbantes podíamos seguir avanzando tranquilamente. Desde aquí podía observarse el gran cañón que recorría gran parte del desierto.

—Ok, creo que los llamaré Paquicefaloryx —dijo Albert.

—¿En serio estuviste pensando en un nombre para esas cosas todo este tiempo? —preguntó Clemence, con una ceja levantada

—Eh... ¿No?

—No puede ser, Albert... —Alessia lo miraba con desaprobación.

—No sé cómo pudiste haberte enamorado de alguien tan idiota, Lexi —dijo Christina.

—¡Hey! —protestó Albert— ¡Sigo aquí!

—Sin mencionar lo inút... —Albert no me dejó completar mi frase. El asestó un leve golpe con la palma de su mano en mi cabeza.

—¡Al! —protesté, devolviéndole el golpe.

—Eh... Chicos, tenemos compañía —advirtió Maxim.

Tres de esos escorpiones gigantes, estaban acercándose cada vez más hacia nosotros. Uno venía por la derecha, el resto venía por la izquierda.

—Oh no, aquí vamos otra vez —dijo Albert.

—Deja me encargo de esos —dijo Clemence señalando al grupo de la izquierda. Lanzó una granada eléctrica, y ambos escorpiones murieron poco después de la explosión.

Aún quedaba uno de esos escorpiones, el cual seguía acercándose hacia nosotros, luego comenzó a ponerse en su postura de ataque, igual a la que usó aquella vez justo antes de comenzar a expulsar el ácido.

—No tienes otra de esas granadas, ¿verdad? —dijo Albert, observando como otro escorpión se acercaba por la izquierda.

—Sí, pero debemos ahorrarlas, no puedo gastarlas todas de una vez —dijo Clemence.

—¡Entonces corran! —exclamó Alessia.

El escorpión comenzó a lanzar proyectiles de ácido hacia nosotros, los cuales afortunadamente logramos esquivar. Comenzamos a dispararles sin detenernos, logrando abatir a la bestia. El verdadero problema, era que seguían llegando más oleadas de aquellos bichos. Todo lo que podíamos hacer era correr y seguir disparándoles, mientras esquivábamos aquellos proyectiles mortales.

Nos estábamos acercando cada vez más al gran cañón, si seguíamos avanzando a este ritmo, llegaría un punto en el que íbamos a estar completamente acorralados.

—¡Vamos hacia allá! —indicó Clemence.

Su plan era ir recorriendo el cañón a lo largo de su extensión, hasta que sucediera una de dos cosas: que los escorpiones nos perdiesen el rastro, o que encontrásemos alguna forma de llegar al otro lado del cañón.

Ya estábamos lo suficientemente cerca, como para observar su interior, aquel abismo estaba completamente lleno de una capa de niebla, la cual no dejaba ver que tan profundo era realmente, pero parecía tener varios metros de profundidad a simple vista

Una caída significaría una muerte más que segura.

Íbamos bastante bien, encargándonos de los mutantes que iban apareciendo, hasta que inesperadamente, justo frente a nosotros, apareció un grupo pequeño de serpientes venenosas.

Nos estaban acorralando, estábamos demasiado cerca del cañón y había muchos mutantes.

Alessia arrojó una granada, logrando hacer una abertura por la cual podríamos escapar.

—¡Corran! —exclamó.

Uno tras otro, avanzamos a través de aquella abertura, teníamos sólo una oportunidad.

Era ahora o nunca.

Alessia, Christina, Mia, Maxim y Sarah ya habían pasado, Albert iba frente a mí, Clemence venía cuidándonos las espaldas.

—¡Podemos lograrlo! —exclamó Albert.

Entonces, sucedió aquello.

Al menos una docena de aquellas serpientes verdosas emergió de la arena, justo a mis espaldas, separando a Clemence del resto de nosotros. La mayoría se lanzaron hacia Clemence, para atacarla.

—¡Clemence! —exclamó Sarah.

Albert y yo comenzamos a dispararles a las serpientes, pero éstas se movilizaban demasiado. Clemence pudo apañárselas bastante bien, pero no pudo evitar que una de ellas la mordiese en el brazo izquierdo. Ella emitió un alarido de dolor.

—¡Clemence, tienes que salir de allí! —exclamé, observando horrorizado como un grupo de cinco escorpiones se acercaban al lugar.

Era una tarea prácticamente imposible, ella estaba herida y completamente rodeada. Y nosotros también nos encontrábamos expuestos ante los numerosos mutantes que aparecían. Había algunos de los oryx, además de las serpientes y los escorpiones.

Logramos distraer a algunos de los escorpiones, acabando con uno de ellos. Tuvimos que movilizarnos rápidamente para esquivar los proyectiles de ácido que disparaban hacia nosotros. Me reincorporé lo más rápido que pude para seguir disparando. Sarah comenzó a utilizar su ballesta, la cual podía acabar con los escorpiones fácilmente, Maxim se encargaba de los oryx que se abalanzaban hacia nosotros, mientras Mia y Christina pelaban contra las serpientes que saltaban para tratar de mordernos. Albert disparaba hacia los escorpiones, mientras Alessia, trataba de atraer la atención de las cobras, para ayudar a Clemence a salir de allí, ella parecía estar algo aturdida, pero aun así seguía disparando, aunque su puntería se había visto algo afectada.

Hasta ahora estábamos aguantando, pero, era literalmente imposible, cada vez había más mutantes. Desafortunadamente, Clemence no tuvo otra alternativa.

—¡¿Qué haces?! —exclamó Sarah, horrorizada.

—Salvándoles la vida —dijo ella.

Clemence retrocedió hacia el cañón, y entonces, tomó impulso hacia atrás y se vio consumida por la espesa niebla que estaba en el cañón.

—¡No! —Sarah emitió un grito desgarrador. Iba a lanzarse a correr hacia donde anteriormente estaba Clemence hace unos segundos, pero logré retenerla, había demasiados mutantes, sería un completo suicidio. A regañadientes tuvimos que salir huyendo de allí, incluso sin poder cerciorarnos de que Clemence seguía viva.

«En el fondo, lo sabía. Ellano iba a morir tan fácilmente... ¿Verdad?»

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