*2. Tomlinson y Malik.
*Editado*
2. Tomlinson y Malik.
Liam jugaba con la comida, repartiendo las verduras en diferentes montoncitos con ayuda de su tenedor. Por su parte, Josh comía callado, pero con la espalda tan recta, que sus hombros amenazaban con desencajarse de lo tensos que estaban.
Hacía apenas cinco minutos desde que habíamos empezado a comer, cuando mi tío recibió una llamada de la comisaría, en la que le contaban como el encargado del gimnasio del pueblo había encontrado uno de los muros de su local decorado con un enorme graffiti. A raíz de aquella llamada, tanto padre como hijo se habían quedado mudos, a la espera de que cualquiera de ellos, se decidiera a dar el primer paso y romper la tensión que se respiraba en el ambiente.
Por otro lado, se encontraba mi mente, que intentaba acostumbrarse lo más rápido que podía a este nuevo hogar. A pesar de mis constantes preocupaciones, el abrazo que Liam me había dado al llegar; había logrado distraerme por un momento, hasta que ambos habían decidido torturarme e involucrarme en su disputa.
Todo me resultaba extraño, el simple hecho de no haber tenido que colocar mis pertenencias antes de comer me descolocaba. En las bases del ejército, no sobraba el espacio, por lo que era recomendable tener tus enseres ordenados y facilitar la estancia a los demás. También me resultaba raro no tener que hacer cola para comer. A pesar de que visitaba a mi madre en vacaciones, no lograba habituarme a poder comer todo lo que quisiera. Estaba demasiado acostumbrada a una rutina que tenía como base principal las órdenes y la disciplina.
El ruido proveniente del contacto del tenedor de Liam con el suelo, fue seguido por el golpe en la mesa que dio mi tío con la palma de la mano abierta. Como si de dos truenos se trataran, supe al instante que había comenzado la tormenta.
―¿Qué hiciste el viernes?―increpó Josh.
―¿Así que ahora me tratas como si fuese un sospechoso?
―No tendría que hacerlo, si mi hijo dejase de salir con ese grupito de niñatos―dijo sin vacilar.
―¿Cómo puedes hablar así de ellos si los conoces desde pequeños?
―Por eso mismo, porque he visto en lo que se han convertido con los años, en concreto, en estos diez últimos meses―. Hizo una pausa tratando de retomar el control de su voz y la conversación―. Dime Liam, ¿por qué eres el único de los tres que va a ir la universidad?
Liam se encogió de hombros sin saber muy bien qué responder. Yo no conocía a sus amigos, ni siquiera había ido nunca a un instituto normal. Mi educación había sido inculcada gracias a la generosidad del gobierno, que designaba a nuestra completa disposición a unos cuantos profesores particulares, pues no era muy habitual, que los hijos de los soldados vivieran en las bases con ellos. Pero por los cursos que había compartido con diferentes estudiantes y por lo que había observado en ellos, no todos teníamos la misma capacidad de aprendizaje ni de estudio.
―La diferencia está en que yo te tengo vigilado y no te dejo caer ante los inconvenientes de la vida, pero Tomlinson y Malik están totalmente descontrolados. Si sus padres no les ponen un alto con este nuevo aviso, me veré obligado a tomar medidas―dijo autoritario y, por primera vez, vi al jefe de policía del pueblo hablar en lugar de a mi tío.
―Ni siquiera sabes si lo han hecho ellos. No puedes ir señalando por ahí con el dedo a la gente y condenarlos sin más.
Josh se llevó el tenedor a la boca, saboreó la comida y la tragó. Aquellos segundos parecían horas de angustia a la espera de su respuesta.
―No puedo creer que sea mi propio hijo el que haya dicho eso. ¿Qué es lo siguiente que vas a hacer? ¿Culpar al pobre Styles para limpiar el nombre de tus amigos pandilleros? Pues te diré algo Liam, no hay nadie en este maldito pueblo que dibuje igual que Zayn Malik. Por desgracia para ti, he ido a numerosas reuniones de padres, en las que los profesores alababan sus dotes artísticas―pronunció como si resultase algo obvio.
La cara de Liam dio un vuelco y su expresión cambió. Dejó escapar una maldición a través de su mandíbula apretada que, junto a su ceño fruncido, demostraban su enfado. La discusión finalizó en aquel momento, pues todo estaba dicho.
Terminamos de comer en silencio y lo más rápido que pudimos, ya que el ambiente era aún más incómodo. Mientras que Liam y yo recogíamos la mesa, mi tío se marchó a ver la escena del crimen y a tomar la declaración del encargado. Cuando terminamos de limpiar y de recoger la cocina, decidimos ver un poco la tele y echar algunas partidas al fifa. Las horas habían pasado y con ellas se había ido incrementando el nerviosismo de mi primo por la anticipación de la fiesta.
Nunca había pensado que los chicos también se ponían nerviosos por algo así. Obviamente, Liam trataba de esconder su incertidumbre, sin mucho éxito. Le delataban sus cortas, pero constantes, miradas a las manecillas del reloj de cuco. Aquel reloj había disfrutado de una larga vida, ya que había sido uno de los muchos regalos de nupcias, que habían recibido mis abuelos por su unión.
Había empezado a dudar de su futura existencia en la familia por muchos años más, si mi primo se decidía a aporrearlo como su mirada sugería. La impaciencia era uno de sus mayores defectos, pero no podía culparlo, pues era cosa de familia.
―¿Ahora te resulta más interesante el reloj de los abuelo que yo?―dije dispuesta a romper el silencio―.Sé que no soy la chica más divertida. Pero sinceramente, creo que tengo mucho más que ofrecerte que unas pequeñas manecillas.
Liam dirigió su mirada del reloj a la pantalla de la tele y terminó por posarla en mi persona.
―No es eso. Es que estoy nervioso.
Podía entenderlo, Liam comenzaría una nueva vida en Washington University. Y a pesar de que se encontraba en St. Louis, a unas cien millas de su casa, sólo vendría a pasar los fines de semana. Durante los otros cinco días de la semana, se quedaría en la residencia de estudiantes. Conocería nuevas amistades, que en mi opinión era algo necesario, pues mi primo nunca se había visto obligado a cambiar su círculo hasta ahora. Pero sería recompensado pudiendo cumplir por fin su sueño: estudiar medicina.
―¿Qué pasa? ¿Qué te preocupa?―pregunté antes de que empezase a morderse las uñas y me contagiase su nerviosismo.
―Son Zayn y Louis—contestó ensimismado en sus manos.
―Vale, Zayn y Louis...―murmuré instándole a que continuase hablando.
Él no lo hizo, en su lugar, inspiró varias veces y suspiró, liberando una pequeña cantidad de la tensión que obstruía y nublaba su mente. Aquello que le rondaba por la cabeza debía ser algo grave, pues nunca antes lo había visto tan cabizbajo. Estaba empezando a preocuparme.
―Zayn, ¿el chico de los graffitis?―inquirí de nuevo.
―No es malo, ¿vale?
—No he dicho que lo sea—me excusé sin mucha convención en mi tono.
—Lo sé, pero lo has pensado. Eres fácil de leer. Te delatan tus gestos.
Suspiré resignada. Liam tenía razón, lo había pensado. Pero, ¿qué esperaba? Me había criado con soldados e hijos de militares. La disciplina corría por mis venas. ¿Una fiesta? Allí era impensable, si no se trataba del cumpleaños de algún alto mando o, de una pequeña celebración familiar. El acto rebelde que había visto hacer, más de una vez a los soldados más jóvenes, era fugarse cuando tenían guardia para ver a sus parejas o, en alguna ocasión escucharlos reírse en los baños del sótano mientras fumaban un porro colectivo. Y siempre, habían tenido consecuencias: un día entero en el calabozo, un día como ayudante de cocina encargándose de fregar los platos...
―Entonces, ¿él lo hizo?―hablé de nuevo.
―Yo no he dicho eso―dijo.
—Lo sé. Pero cuando lo he insinuado antes, tampoco lo has negado—le reproché.
Él se limitó a dar un largo suspiro y frotó con sus manos la zona de sus muslos, cubierta por sus desgastados tejanos azules.
—Sí, él lo hizo. Pero no lo hizo solo, también estaba Louis―. Sus manos dejaron de frotar sus piernas, para retomar la misma acción en su cara―. Si papá los pilla, los podrá retener una noche como mínimo. No quiero que eso pase.
―No tienes que preocuparte.
Aparté las manos de su cara y abrí los brazos dispuesta a abrazarlo.
―Tú no has hecho nada. Son tus amigos, pero también deben ser responsables y asumir sus actos. No puedes estar discutiendo con tu padre por ellos.
―Tú no lo entiendes, ¿vale? Ellos... Zayn no está bien. Ha pasado por algo muy duro estos últimos diez meses. No pienso abandonarlo cuando me necesita―dijo y levantó la barbilla para demostrar la misma seguridad con la que pronunció las palabras.
―Está bien, digamos que Zayn pasa una mala racha. Pero, ¿y el otro?―alcé una de mis cejas, desafiándolo a que buscase una buena excusa.
―Louis―me interrumpió.
—Ese, Louis. ¿Qué le pasa a ese?
―Bueno...―comenzó a decir mientras revolvía su pelo con una de sus manos―. Él siempre ha sido el rebelde del grupo. Desde que éramos pequeños, ha sido el bromista de la clase, al que echaban siempre—explicó sin más, restándole importancia a sus actos.
—Eso no significa que todo lo que haga esté respaldado por su manera de ser. No sé cuántos años tiene, pero creo que va siendo hora de que madure y se integre al mundo real. Yo también soy muy inquieta e impulsiva y no voy pegando al primero que me cruzo por la calle.
—Lo sé, tienes razón. Pero si lo conocieras, entenderías que es imposible hacerlo cambiar.
Se reincorporó del sofá y salió del salón hacia las escaleras que conducían al piso de arriba. Lo seguí hasta su cuarto, tratando de hacerle entender que no debía protegerlos, si ellos se dedicaban a ponerse en peligro, constantemente.
—Déjalo ya, Teddy.
Liam entró a su cuarto y me cerró la puerta en las narices.
—Imbécil—susurré enfadada.
Entré a mi cuarto y cerré la puerta de un portazo. ¿Es que no lo entendía? Solo me preocupaba por él. Él era todo lo que tenía aquí, no quería hacerlo enfadar. Pero tampoco quería que Josh se enfadase con él, al descubrirlo tapando los errores de sus estúpidos amigos. Liam iba a marchase mañana y lo último que necesitaba era irse enfadado con su padre.
Dejé de pensar en él y me senté en mi cama estilo indio. Cogí mi portátil y busqué un mapa en Google Maps para ir a la playa. Si quería relajarme, necesitaba surfear. Lo tenía claro. No podía buscar a Liam y pedirle que me llevase él, pues aparte de que acabábamos de discutir, estaría preparándose para ir a aquella maldita fiesta y reunirse con sus amigos por última vez antes de irse a la universidad.
Resultaba irónico el giro que habían tomado los acontecimientos, ya que me había trasladado hasta el estado de Washington para evitar sentirme sola y, en el primer día, ya había logrado lo contrario. Suspiré frustrada. Observé el mapa de Fallen Angels en la pantalla del ordenador y memoricé el camino hacia la playa. Por suerte, no estaba tan lejos de la granja como había pensado. Mientras cerraba sesión, escuché como la puerta de la habitación de al lado se abría, para que después Liam bajase las escaleras y saliera de casa.
***
Metí otro puñado de palomitas en mi boca mientras observaba a Richard aventurar teorías sobre cómo había sido provocada la muerte de la víctima de aquel capítulo. Adoraba ver series como Castle y CSI, siempre me había encantado el misterio, descubrir los cómo y los porqués, tanto en libros como en películas. Esa sensación de estar llegando a la solución del rompecabezas era lo mejor. Supongo que lo heredé de mi tío o algo así.
Durante la pausa publicitaria, mi teléfono comenzó a sonar. Fijé mi vista en el nombre que aparecía en la pantalla antes de descolgar. Las precauciones nunca están de más.
Por ese motivo, me extrañó escuchar una voz femenina desconocida. Confusa despegué el móvil de mi oreja para poder observar, una segunda vez, el identificador de llamadas que aseguraba que era Liam el que llamaba.
Aclaré mi garganta antes de preguntar por el susodicho:
―¿Liam?
―¿Teddy?―contestó la chica al otro lado de la línea.
Diferentes escenarios aparecieron en mi cabeza. Aquella chica podía ser amiga de Liam e incluso algo más o, por el contrario, mi primo podía haber sido víctima de un robo o haber perdido su teléfono en algún lugar.
―Sí, soy yo. ¿Con quién hablo? ¿Le ha pasado algo a mi primo?―La preocupación tiñera el tono de mi voz.
―No. Bueno, no exactamente. Soy Megan―se presentó.― Liam no está en condiciones de conducir a casa. Me pareció apropiado que llamase a alguien para que viniese a buscarlo. Y él, dentro de su inconsciencia, me pidió que te llamase a ti.
¿Inconsciencia? ¿Qué le había pasado a Liam?
―Dame la dirección. Voy ahora mismo―pronuncié de forma concisa y firme.
Volví sobre mis pasos hacia el recibidor y allí, cogí una libreta y un bolígrafo del aparador. Con toda la rapidez que pude, anoté la dirección que Megan me estaba dictando. Al mismo tiempo, guardaba ambos objetos en uno de los cajones, no sin antes tomar las llaves de la granja, que reposaban en un cuenco sobre el mueble.
Una vez afuera de la casa, entré al garaje y busqué mi bicicleta. Mi tío había ido a buscarla, a la casa de mi madre, cuando le confirmé que me vendría a vivir a la granja.
Salí pedaleando lo más rápido que mis piernas me permitían. Llegué a la casa en la que se celebraba la fiesta media hora después.
Me bajé de la bici y la dejé apoyada contra el coche de Liam. Varios adolescentes ruidosos se tropezaban y caían en el césped delantero de la casa, otros se tiraban la bebida encima, pero yo no me detuve más de diez segundos a observarlos cuando decidí traspasar el grupo y entrar en la casa.
Ahora podía escuchar la música que desde el exterior se oía de forma entumecida. Desde luego, debía ser lo último en hardcore o tal vez house, no me importaba. Solo trataba de encontrar a Liam y sacarlo de aquel lugar.
El vergonzoso espectáculo que había visto afuera, no se diferenciaba en gran parte al que estaba ocurriendo allí adentro. Había gran cantidad de jóvenes bebiendo, besándose y bailando por ahí, e incluso, había un grupo liándose un porro. Decidida a no perder más el tiempo, saqué el móvil del bolsillo trasero de mis pantalones y le mandé un Whatsapp a Liam, intuyendo que lo respondería Megan.
Teddy: ¿Dónde estás?
Liam: En la planta de arriba. A mano derecha, segunda puerta.
Empecé a esquivar a la gente que se cruzaba en mi camino e incluso, a veces, tuve que dar un par de codazos y empujones para llegar a las escaleras que conducían a la planta de arriba. Las subí casi corriendo, pero con cuidado de evitar resbalar con los charcos de bebidas que habían vertido en algunos escalones.
Acababa de llegar al rellano de la segunda planta, cuando una persona se puso frente a mí cortándome el paso.
―Aparta―musité sin ganas.
Procuré no levantar mi mirada y cruzarla con la suya por miedo a que leyese en mi expresión la impaciencia que me carcomía por dentro. No quería enzarzarme en una discusión que no me llevaría a ningún lado y menos si aquella persona estaba ebria.
Únicamente, fijé mi visión en su cuerpo y su vestimenta. Llevaba puestas unas Vans negras y unos tejanos del mismo color, el conjunto finalizaba con una camiseta blanca de manga corta. Me detuve en el vaso rojo que sostenía con su mano izquierda y no la habría dirigido a sus ojos azules de no ser por su respuesta:
―¿Quién eres? No te conozco y no recuerdo haberte invitado.
Su voz era un tanto aguda y suave. Tampoco era muy alto, más bien, de estatura media. A pesar, de poseer unas facciones dulces, su expresión corporal advertía que no había nada cálido o amable en él, sino furia y prepotencia en su lugar. Era delgado y castaño. Además, tenía un corte de pelo que dejaba caer el flequillo por la frente hacia un lado.
―Quítate del medio―mascullé.
Estaba de los nervios y no quería perder el control. Él se mostraba altivo y con ganas de provocarme, como si supiese exactamente cuál iba a ser mi reacción y aquello le gustase. Era un provocador.
―¿Y si te digo que no? ¿Qué vas a hacer?―dijo cruzándose de brazos.
Una chica castaña y de ojos azules, de la misma tonalidad que la de él, apareció por la esquina, que conducía a lo que debía ser el pasillo, y se interpuso entre nosotros.
―Louis, déjala. Ha venido a por Liam, es su prima.
Supuse que aquella chica que compartía los mismos rasgos que Louis, debía ser Megan. El parecido entre ambos era asombroso, eran como dos gotas de agua, por lo que pensé que quizás eran mellizos.
El chico se apartó y se puso hablar con la recién llegada, aproveché su distracción para llegar hasta la segunda habitación a la derecha.
Ni siquiera me fijé en la decoración de ésta, me quedé mirando fijamente a Liam, que estaba tumbado bocarriba con los ojos cerrados. Corrí hacia él y empecé a tocarle la cara, tratando de despertarlo.
―Liam―supliqué.― Levántate, por favor. Tenemos que salir de aquí.
―¿Teddy?―balbució.
Lo ayudé a reincorporarse sobre la cama y me puse de cuclillas frente a él. Dejó escapar un lastimero suspiro antes de abrir sus preciosos ojos pardos, que en aquel momento carecían de inocencia alguna, ya que se encontraban inyectados en sangre. Rápidamente, supe en lo que había invertido su tiempo en aquella fiesta.
―Estás hecho una mierda―dije con sinceridad.
Puse uno de sus brazos sobre mis hombros, rodeando mi cuello, para poder ponerlo en pie y sacarlo de allí, sin que se me cayera de nuevo encima de la cama o, peor aún, al suelo.
―Tú estás tan preciosa como siempre―dijo antes de comenzar a reírse sin más.
Primero perdonadme por no haber subido durante tantos meses, pero la verdad es que tuve muchísimos problemas personales. Os lo contaría, aunque supongo que a algunas os dará igual mi vida, por lo que no os voy a molestar soltándoos una parrafada sobre lo que he pasado.
Segundo, no sé si estos caps os parecen aburridos, pero como quiero continuar con esta historia hasta el final, debo editar los primeros capítulos, ya que he cambiado bastantes detalles y mi estilo a mejor. Lógicamente, no puedo subir el capítulo 23 hasta que haya finalizado con todos los cambios. Sin embargo, no os preocupéis porque los cambios más grandes que he hecho, y que me ha tocado reescribir, son en los primeros siete capítulos.
¡Gracias por leer!
Os adoramo
Besitos by Cici:)
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