11. Pensaba que eras una pobre chica masoquista o, que te gustaba ser marginada.

*Por favor votad y comentad todo lo que podáis es gratis y no sabéis lo mucho que me ayudáis a que esta historia sea conocida y valorada. Además, eso me anima a escribir más y, puede, que mañana acabe el siguiente capítulo. Pasad por mi tablón, no muerdo y me gusta hablar y conocer a mis lectoras. También, suelo anunciar las fechas en las que subo capítulo.*

11. Pensaba que eras una pobre chica masoquista o, que te gustaba ser marginada.

La noche de miércoles no había conseguido dormir. La conversación que había mantenido con Megan sobre Elizabeth no paraba de dar vueltas en mi cabeza. ¿Por qué se suicidaría con diecisiete? Era cierto que muchos adolescentes tenían problemas que los llevaban a cometer actos impulsivos, en los que encontraban una salida rápida a una situación desesperada. Sin embargo, y analizando las palabras con las que Megan la había descrito, Elizabeth parecía haber sido alguien feliz. Aunque desde siempre se ha dicho que las apariencias engañan y, que quienes parecen tenerlo todo, carecen de las cosas más simples pero necesarias.

-¿Comeremos juntos?-preguntó Liam sacándome de mi aturdimiento.

Bufé sabiendo lo que se avecinaba. Otra vez, la misma discusión que habíamos estado teniendo desde que empecé las clases. A Liam, le molestaba que no comiera con él y, lo entendía, porque a mí también me fastidiaba. Pero yo no estaba dispuesta a comer al lado de Louis y, él, no quería dejar a sus amigos ni un solo día para comer conmigo. El orgullo venía de familia desde tiempo inmemorial.

-Liam, sabes que no. No entiendo por qué te gusta tanto que mantengamos siempre la misma discusión-respondí cruzándome de brazos queriendo mostrar mi molestia.

-Igual porque apenas veo a mi prima, a la que quiero como a una hermana desde que empezó las clases-comenzó a hablar y a dar golpes sobre el volante con las yemas de los dedos.

-¿Y crees que es culpa mía? Tu queridísimo amigo Zayn me ha dejado colgada con el trabajo de filosofía-exclamé enfadada.

-Te dije que podía hablar con él.

-¿Y decirle qué? ¿Le ibas a obligar amablemente a que hiciera el trabajo conmigo?-suspiré frustrada.-Además, también he tenido que trabajar. No todos somos Louis y podemos pasarnos el día viendo fútbol sentados en el sofá de la casa de nuestro mejor.

Yo, al menos, no podía. Para empezar porque lo más parecido que tenía a una mejor amiga aquí era Megan. También tenía a Leslie y a Mandy, pero en la que más confiaba era en la hermana de Louis.

-Se supone que te mudaste porque querías pasar tiempo en familia-sentenció sin un ápice de arrepentimiento.

Liam acababa de proporcionarme un golpe en mi punto débil. Mis padres no podían pasar todo el tiempo que les gustaría conmigo debido a su trabajo. Y yo había decidido ayudarles yéndome a vivir con mi tío y había utilizado en el surf la excusa perfecta. Ellos ya lo pasaban bastante mal por tener que ausentarse constantemente, como para que además, se recriminasen cada vez que veían en casa.

-No puedo creer que me hayas dicho eso. Eso ha sido un golpe bajo-dije.

Liam era callado y, a veces, la gente creía que era tímido. Pero cuando se enfadaba o, luchaba por algo que quería, no tenía vergüenza al expresarse. Aun así, nunca me imaginé que él iba a decirme algo como aquello. Ese ataque era más propio de alguien como Louis.

-Creo que se te están pegando las malas formas de las malas compañías con las que te juntas.- Pronuncié cabreada haciendo énfasis en la expresión que mi tío utilizaba para denominar a las amistades de Liam.

-Joder, Teddy-musitó apeándose del coche para ir, a continuación, a por su mochila que reposaba en el asiento trasero.

Me bajé del coche y, tras colgar mi mochila al hombro, busqué entre la multitud y los coches que había en el aparcamiento, la cara de Leslie. Necesitaba que su personalidad callada y templada me calmara. Mas no había señal alguna de ella o de sus ojos verdosos.

Me alejé todo lo que pude y rápidamente de Liam. Sabía que no tardaría mucho en pedirme perdón, pero el daño ya estaba hecho. Esta era mi segunda semana de clases y, dado que estábamos a viernes, pronto comenzaría la tercera. Y ya tenía en mi contra, incluso a mi propio primo. Las cosas no estaban yendo cómo yo imaginé en un primer momento. Pero al menos tenía a Leslie, a Megan y sabía que podía contar con Mandy.

Así que, no pensaba rendirme y volver a California. Me iba a quedar aquí y pensaba averiguar qué había pasado con Elizabeth, Harry y Zayn. Le iba a preguntar a Mandy qué pasó, por qué él y Zayn se llevaban tan mal si antes eran como hermanos. Y si ella no tenía respuestas para esas preguntas, entonces las buscaría en otro lado.

Las horas del día avanzaron llevándose a su paso la mayoría de clases que tenía ese día. En la hora de filosofía, Zayn no apareció. Ya me había acostumbrado a su ausencia. Sin embargo, la profesora Sanders se mostró reticente a cogerme la redacción. Se rehusaba a creer que Zayn había colaborado en ella y no se equivocaba. Por supuesto, me negaba a contarle la verdad. Prefería que Zayn se quedara con la nota que no le correspondía antes que tener que contarle a Sanders que había sido incapaz de buscarlo y exigirle que hiciera su parte del trabajo.

Cuando llegó la hora de francés, bajé hasta la planta de abajo del módulo en el que se encontraba mi clase.
A diferencia de las asignaturas troncales, francés era optativa, por lo que no tenía por qué compartir la clase con los mismos compañeros. Estaba ansiosa por conocer a gente de la otra clase, ya que debido a los exámenes de la semana pasada y, a los de principios de esta, muchos habían decido saltarse francés para estudiar en la biblioteca.

Sabía que Megan no había escogido esta clase. Ella había optado por dibujo, asignatura que compartía con Zayn. Él, al contrario que Megan, no había escogido esa clase por descarte, sino que lo había hecho por amor al arte o, eso me había dicho ella.

Entré a la clase y saludé a la profesora, que pese a aparentar unos cincuenta y tantos años seguía en forma. Era alta y delgada. Pese al buen estado de su compresión corporal su cara estaba marcada por los estragos de la edad, el sol y el tabaco e, incluso, me atrevería a decir que su carácter mostraba lo dura que debía de haber sido su vida, ya que era autoritaria y un tanto pedante.

-Bonjour!-saludé sonriente y de buen humor.

No parecía caerle precisamente bien a mi profesora y no podía culparla. Mi pronunciación era horrorosa, pero contaba con un buen oído y un nivel aceptable de gramática francesa.

Ella se limitó a preguntarme qué tal estaba y a indicarme que tomara asiento. Esta clase no contaba con un gran número de alumnos, éramos unos diez aproximadamente y, por lo que había visto, a veces incluso menos.

Saqué mi cuaderno y me dispuse a copiar la fecha mientras los demás se sentaba y hablaban entre ellos. Otros, charlaban con la profesora y le contaban lo que pensaban hacer ese fin de semana. Por supuesto, todo ello francés. Por lo que pude oír alguien planeaba dar otra fiesta.

Pronto, mi atención fue captada hacia la puerta que se abrió dando paso a Harry. Me sorprendió verlo allí. Rápidamente, decidí entretenerme escribiendo la hora a la izquierda de la esquina superior de la hoja.

No quería que me pillase de nuevo observándolo. Además, él me había ignorado siempre que había intentado acercarme a él durante la comida. Debido a eso, no pude contener mi expresión de asombro cuando le vi ocupar el asiento vacío que había a mi derecha.

Intenté observarlo de soslayo, sin que se diera cuenta mientras él estaba entretenido sacando su material. Llevaba puesto un jersey gris que se adhería perfectamente a su pecho y, como el resto de los días que lo había visto, lo acompañaba con unos tejanos que en esta ocasión eran negros. Además, complementaba su conjunto con un gorro de lana del mismo color que cubría su pelo, que parecía haber sido cortado hace poco. Seguía estando largo, ya que algunos rizos castaños escapaban por debajo de él.

Me llevé el lápiz a los labios, mordiéndolo un poco. Preguntándome por qué no llevaría bandana como en las otras ocasiones. Parecía ser uno de sus complementos favoritos y, así mismo, parecía tenerla de todos los colores.

Cuando Harry se hubo incorporado, decidí mirar el cartel hecho de cartulina que estaba colgado encima de la pizarra. En él, estaban todo los grupos vocálicos y sus correspondiente pronunciación francesa. Observé que toda la clase estaba decorada con carteles que tenían todo tipo vocabulario francés, desde el cuerpo humano hasta la comida, también habían numerosas fotos de París y, un mapa físico y otro político; de Francia. Supuse que la señora Dawson había decorado así la clase para llamar la atención de los más pequeños de la secundaria.

No pude dejar de morder el lápiz durante mi atento escrutinio al aula, ya que estaba nerviosa por la presencia que tenía a mi lado.
Harry pareció notar mi molestia y soltó una ligera risita que no hizo otra cosa más que aumentar mi malestar. Sin poder contener mi lengua por mucho más tiempo, me giré hacia él y le pregunté:

-¿Por qué no llevas bandana? Creía que eras de una banda-susurré para que Grace, la profesora; no nos escuchara.

-Y también pensabas que tenía moto, ¿o algo así?-negó sonriente.-No es mi estilo. Eso se lo dejo a Louis y a Zayn.

Su respuesta me dejó boquiabierta como un pez fuera del agua en busca de oxígeno. Eso solo ocasionó que su sonrisa aumentara, haciendo visibles ambos lados de su cara su adorables hoyuelos.

-¿Acabas de responderme?-pregunté casi tartamudeando.-Vale, no contestes a eso. Eso solo que... Yo creía que...

-¿Vas a acabar una frase o te vas a desmayar? Lo digo por si tengo que ir a buscar agua o algo-contestó burlón.

-¡Me has ignorado durante días!-reproché sin levantar la voz. No quería llamar la atención.

Ahora mismo mi cara debía parecer dos tomates en todo su esplendor. ¡Estaba hablando con Harry! No podía creerlo. Él, que parecía inalcanzable, se había dignado a pararse a contestarme. Y esta era mi oportunidad para echarle su desfachatez en cara. No iba a desperdiciar mi oportunidad.

-En realidad, no pensaba hablarte nunca-dijo como si se tratara de un hecho obvio que todo el mundo podía haber predicho.-Al principio, pensaba que eras una pobre chica masoquista o, que te gustaba ser marginada.

-Oh, supongo que debo darte las gracias por haberte dignado a hablar a esta chica masoquista y marginada-dije con ironía.

¿Qué problema tenía con ser marginado? No era como si él tuviera muchos amigos o fuera el popular del instituto. Conté hasta veinte mentalmente para calmarme, no quería soltarle eso. Pero, sin duda alguna, estaba acabando con mi paciencia.

-Pero...-pronunció un poco más alto para llamar mi atención.-Al final, llegué a la conclusión de que debes de ser una buena persona capaz de interesarse por alguien como yo.

¡Vaya! Ahora lo arreglaba todo con unas pocas palabras e insultándose a sí mismo.
No pude contestarle porque la señora Dawson comenzó la lesson.

Grace no era como otros profesores que había tenido de francés. A ella le gustaba ver obras, poemas y películas y, cualquier tipo de arte en general, que tuviera sus correspondientes autores o actores franceses.

Pidió un voluntario para recitar un poema en francés y, casi temblé cuando miró hacia mi mesa, pero el susto pasó cuando me di cuenta de que no era a mí a quién observaba, sino a Harry que lucía perfectamente relajado y con la mano levantada.

Minutos después de que Harry comenzara a recitar L'albatros de Charles Baudelaire, finalizó el poema pronunciando los últimos versos con la misma exquisitez y perfección que había poseído su acento durante las tres primeras estrofas:

-Le Poète est semblable au prince des nuées.
Qui hante la tempête et se rit de l'archer;
Exilé sur le sol au milieu des huées,
Ses ailes de géant l'empêchent de marcher.*

Todos los presentes en aquella clase guardamos silencio expectantes ante la belleza del poema y ante la demostración del control que Harry poseía sobre aquel idioma.
Pronto, el silencio fue roto por un aplauso de la señora Dawson, que fue copiado por cada uno de los que estábamos allí, exceptuando a Harry.

-Tu francés es excelente-musité aún fascinada.

-Mi madre es canadiense y me ha hablado en francés desde que nací-respondió encogiéndose de hombros y restándole importancia.

-¿Por qué Baudelaire?

-No sé, supongo que me atrae porque fue uno de los poetas malditos. Me gusta su poesía- musitó y continuó copiando en su cuaderno los diferentes tipos de nexos para la subordinadas finales.

Le atraía que fuera uno de los poetas malditos, ¿por qué? Eso me llevó a pensar en la conversación que había mantenido con Megan dos días antes y, a cómo hacía escasamente unos minutos, había sido testigo de cómo se infravaloraba. ¿Harry se sentía maldito? ¿Sentía que no merecía la pena?

Algo dentro de mí, me decía que había algo detrás del suicidio de Elizabeth y que esa cosa había hecho mella en Harry. O tal vez, estaba exagerando y él solo estaba apenado por la muerte de su mejor amiga y la pérdida de su mejor amigo. Quería respuestas y, tenía a una de las piezas claves del puzle, sentada a mi lado.

*El Poeta es semejante al príncipe del cielo
que puede huir las flechas y el rayo frecuentar;
entre mofas y risas exiliado en el suelo,
sus alas de gigante le impiden caminar.*

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