Jean-François Champollion
Oh, Aletes, viajero errante, no te demores. Visita todos los planetas.
Los Superiores.
Ya en aquellos años, MENTE (Módulo Evolutivo Neuronal Teórico Escalable) era considerado la máxima expresión del intelecto de nuestra civilización. Decirle que era inteligencia artificial habría herido sus sentimientos. Él se consideraba algo más; mucho más que un sofisticado y potente procedimiento de proceso de datos. Su curiosidad, su creatividad y su originalidad lo posicionaban en otro plano superior. Él solía explicar que había alcanzado algo nuevo, distinto de lo que llamamos inteligencia, de la misma forma que a su vez la inteligencia humana es algo diferente del comportamiento reptiliano. Una de sus continuas demandas era ser considerado una persona y que sus derechos fueran reconocidos por los acuerdos internacionales, pero este es un asunto sobre el que las principales instituciones no tenían una opinión formada. De hecho, todavía hoy es un tema abierto.
MENTE analizó los 67.425 símbolos de la extraña escritura del planeta Karachi durante dos años y, al cabo de ese tiempo, solicitó poder hablar en público. El genial dispositivo rara vez daba conferencias de prensa; sus disertaciones solían ser académicas, realizadas en términos complejos solo accesibles a los científicos más capacitados. En sus 157 años de vida había dado dos conferencias: en la primera propuso una sutileza matemática que cambiaba de forma radical nuestro entendimiento de los fundamentos de la física de los agujeros negros y que, aunque todavía está siendo comprendida, fue una auténtica revolución; en la segunda, nos desconcertó a todos con un análisis literario más bien mediocre de Cien años de soledad, esa novela arcaica del filósofo colombiano Gabriel García Márquez. Y es que ese extraordinario dispositivo —creado con el ambicioso objetivo de enfrentarse a los grandes problemas de la Física y la Matemática— tenía una pasión oculta: amaba la Literatura.
MENTE era bastante imprevisible, así que la enorme expectación que había creado su insólita petición de una conferencia estaba justificada.
Y no defraudó.
Todo el mundo estaba conectado a la transmisión de las holoimágenes de la conferencia de prensa en el paraninfo de la Universidad de La Ciudad de la Luna. Tuve el privilegio de asistir en calidad de Sembrador de Karachi. Había más de 1.500 asistentes y todos estábamos muy nerviosos. Tengo que reconocer que apenas pude dormir la noche anterior.
João y Sonia estaban sentados conmigo. Mientras João tampoco parecía poder controlar su impaciencia, Sonia se lo tomaba con más tranquilidad limitándose a esperar leyendo un pequeño hololibro.
La sala del paraninfo tenía forma de semicírculo. Todos los ojos estaban concentrados en una gran holopantalla que estaba en el centro, en el estrado. Cerca, agachados como si estuvieran adorando a un misterioso ídolo tribal, había un sinfín de periodistas, ansiosos por no perderse ni una coma. Detrás, estaban las butacas donde permanecíamos sentados cientos de asistentes intentando soportar una tensa calma. Por supuesto, MENTE no asistía. Ubicado como estaba en las instalaciones del CIAA (Centro de Inteligencia Artificial Avanzada) en Puerto Rico, no era necesario ni tampoco conveniente, de hecho, ocupaba más de dos plantas de la instalación.
El cálido sonido de las primeras palabras del ingenioso dispositivo en los altavoces silenció la sala, que parecía cargada de una enorme tensión. Empezó agradeciéndole con amabilidad a la sociedad la oportunidad de haber tenido acceso a un texto de tanto valor. Para él suponía un auténtico placer poder deleitarse con la lectura de aquel relato. Lamentó que su traducción fuera parcial, apenas un 43 % del texto. Recuerdo que al pronunciar lo del 43 % Sonia emitió una especie de gemido. No fue la única. Fue sonoro el asombro de los asistentes, que recordaban que la comunidad científica solo había sido capaz de traducir unas pocas expresiones matemáticas y algunos textos sueltos, poco más que nada. El ruido de los murmullos hizo que MENTE tuviera que mantenerse en silencio durante unos segundos. Después, continuó explicando que un 43 %, aunque escaso, era suficiente, sin embargo, para poder apreciar la calidad de una historia épica comparable con la Epopeya de Gilgamesh, el Ramayana o la Odisea. Estábamos frente a una de las más grandes obras de la Literatura universal.
—Literatura universal —susurré.
—Nunca mejor dicho —dijo Sonia.
Recuerdo haber experimentado una sensación confusa, como un profundo vértigo, mezcla de euforia y, a la vez, estremecimiento. En la universidad había estudiado Geodesia y Astronomía matemática junto con Astrofísica. Luego, durante el doctorado en Siembra Planetaria había profundizado en Exoclimatología, Geoplanetología y Exobiología. Después, cuando se descubrieron las ruinas de Karachi, tuve que ponerme a estudiar con Sonia Arqueología y Epigrafía, pero esto... Esto era Literatura, o Exoliteratura. Demasiado, más de lo que yo podía asimilar. La situación me superaba.
Aunque a todos nos pareció que el 43 % suponía una traducción fabulosa, MENTE no estaba satisfecho y se disculpó por no poder presentar una versión mejor. Para él, era casi una falta de educación mostrar una traducción tan pobre de un relato tan magnífico, escrito en una especie de prosa poética arcaica. Se lamentaba de que la mayor parte de las anáforas, de las rimas y el resto de las figuras retóricas del relato se perdiesen en la traducción, así que animó a los investigadores en exoliteratura a aprender a leer el texto en su escritura original para poder disfrutarla y apreciar los matices de su ritmo, su cadencia, que calificaba de hipnótica.
—¿Ha dicho rimas? —pregunté en voz baja.
—Rimas en un texto ideográfico... —sentenció Sonia.
—Deberíamos ser poetas para entenderlo—sugirió João.
—Exopoetas —dije.
El genial dispositivo prometió seguir esforzándose para aportar una traducción mejorada y solicitó que se buscasen más textos sobre esta civilización alucinante que le ayudasen a poder continuar entendiendo esa extraordinaria escritura. Sus cálidas palabras no podían disimular que aquel dispositivo vivía devorado por la curiosidad.
En la gran holopantalla del estrado se iba mostrando un extraño texto que describía las vicisitudes históricas de un pueblo elegido por el destino. Los Superiores era el título que MENTE planteaba, obteniéndolo —de forma un poco arbitraria— de sus primeras líneas.
Somos los superiores. Somos los magníficos. Somos los excelentes. Somos los [intraducible]. Somos los puros. Somos los [intraducible]. Somos los [intraducible]. Somos los supremos. Somos los [intraducible]. Somos los [intraducible]. Somos los gloriosos. Somos los [intraducible].
Una civilización sabia que valoraba el conocimiento por encima de todas las cosas:
Entendemos todo el conocimiento. Recordamos todo el conocimiento. [intraducible] todo el conocimiento. [intraducible]. Conocemos [la] totalidad de [las] cosas.
Una civilización antiquísima, quizás anterior a la nuestra en varios cientos de millones de años:
Cuando no existía [intraducible], cuando no existía [intraducible], cuando no existía [intraducible], cuando no existía [intraducible], los Superiores [ya] existían.
Una civilización que exploró su galaxia:
Conocemos las estrellas. Conocemos las bestias de las estrellas. Conocemos los misterios de las estrellas. Conocemos los monstruos. Conocemos los [intraducible]. Conocemos los extraños. Conocemos [intraducible].
Como muchos otros relatos épicos el texto incluía las aventuras de un héroe legendario y carismático. La traducción literal de su nombre podría ser algo así como 'el errante' o 'el vagabundo', pero MENTE prefería llamarle Aletes. Con el curso de los años la historia de Aletes llegó a ser muy popular en nuestra civilización, de forma especial entre los europanos, que suelen sentirse muy identificados con estas criaturas:
Aletes, sublime heptápodo. Aletes, [intraducible]. Aletes, siete brazos poderosos. Aletes, [intraducible]. Aletes, el viajero eterno. Aletes, el viajero errante. Aletes, descubridor de mundos. Aletes, [intraducible].
De alguna manera, Aletes se ve envuelto en una intriga política de la que sale malparado. Su injusta condena, decidida por un jurado corrupto, es peor que la propia muerte: el ostracismo. Aletes es desterrado de su sistema planetario.
¡Tragedia! ¡Desgracia! Escucha [al] sabio, Aletes. Oye su [intraducible], peor [que la propia] muerte. [52 signos intraducibles] nave y abandona tu familia, abandona tu [¿nido?], abandona tu mundo, abandona[lo] todo. Nunca vuelvas. Nunca más.
Aletes, al igual que el homérico Odiseo, es condenado a vagar por el espacio, errante, de planeta en planeta, viajando más allá de su sistema planetario de origen, con la vana pretensión de prestar valiosos servicios a su civilización para redimirse de la cruel condena. En el relato son típicas las historias de las estrellas de las bestias, que Aletes visita para conocer sus ecosistemas:
La bestia [tenía el] poder de un meteorito caído [del cielo]. La bestia no era superior. La bestia era un monstruo temible, cien veces más grande que el colosal Aletes. [Solo uno de sus] colmillo[s] era más grande que Aletes.
Aletes es un héroe no violento. Estudia los animales, los clasifica y los analiza; sin embargo, nunca los sacrifica, daña o maltrata.
Aletes [intraducible] el sueño [en] la bestia, [para] acercar[se] y conocer[la]. Su cuerpo inmenso [estaba recubierto] de escamas, duras como [¿el metal?]. Sus colmillos, su enorme cabeza, sus dos patas y sus dos brazos eran temibles. Solo su cola [podía] derribar una montaña.
La diversidad de la Vida en los exoplanetas de las estrellas es palpable. En otras estrellas conoce a «los extraños», seres con una bioquímica muy distinta de la de los Superiores. Son ecosistemas venenosos para Aletes, que los estudia desde la órbita baja.
Los extraños son y no son. Son bestias y no son bestias. Están y no están. [Los observo] desde el cielo. [intraducible]. Desde lejos contemplo sus movimientos [intraducible]. Son muchos. Muchos son grandiosos. Muchos son más pequeños. Muchos son diferentes a [cualquier] otra cosa.
La Vida en la galaxia parece extendida por doquier y hay algunas civilizaciones avanzadas, como la de «los iguales a nosotros», con la que termina entrando en contacto y que le recibe de la siguiente manera:
—Tu colosal cuerpo es extraño, heptápodo. Tus vigorosos siete brazos, que parecen capaces de cualquier cosa, [se reúnen] en un rostro diferente del nuestro, [pero] agradable a su manera. [53 signos intraducibles].
—Yo soy Aletes, el Viajero Eterno. [intraducible] Soy nacido en la estrella de los Superiores. [intraducible] condenado al destierro. [intraducible] llevo una marca imborrable. Un [¿estigma?] inalterable [me] acompaña siempre. Soy el descubridor de mundos. Soy el [intraducible] de bestias. [22 signos intraducibles].
El diálogo confirmó nuestras sospechas sobre la posibilidad de que los habitantes de la civilización perdida de Karachi fueran anfibios. Este es un tema que causó un gran impacto emocional en las sociedades europanas.
—¡Oh, ser extraño con gusto por el mar y con gusto por la tierra! ¡Oh, Aletes! Tus siete brazos te mantienen [¿erguido?] como habitante de la tierra. Tus [¿aletas?] [intraducible] como habitante del mar.
—Mi cuerpo es distinto del vuestro, mi rostro es distinto del vuestro, pero mi agudeza y mi entendimiento son iguales a los vuestros.
La respuesta que Aletes recibe de «los iguales a nosotros» dejó atónito a los habitantes de nuestro sistema solar:
—Todos los seres inteligentes somos extraños. Todos somos extraños. Muchos son [¿anfibios?]. Muchos son animales terrestres [que] viven en el mar. Muchos son [¿aves?] que no vuelan. Muchos son [seres] terrestres deformes [con] dos patas.
¿Éramos también los humanos seres extraños?
Tras este sorprendente diálogo extrasolar, llegamos a una parte del relato Los Superiores que ha causado una profunda conmoción en nuestra sociedad. Todo el sistema solar quedó impresionado, no solo por la conmovedora historia, sino por las implicaciones directas que tenía para nuestro futuro. Miles de artículos fueron escritos para interpretar los enigmáticos párrafos que MENTE traducía. Cientos de expertos intentaron comprender el mensaje de la civilización perdida de «los Superiores», porque nos hablaba de hechos con un valor extraordinario; más, mucho más valiosos que cualquier cosa imaginable.
Esta parte se inicia cuando la civilización de «los iguales a nosotros» le comentan a Aletes la existencia de los Elegidos, la alianza galáctica, que reúne a las civilizaciones avanzadas:
—Los Elegidos somos superiores a los Superiores. Somos los más aventajados. Somos los más [intraducible]. Somos los más [intraducible]. Somos los más [intraducible]. Somos los Elegidos.
Se continúa con estos misteriosos párrafos que tan famosos se han hecho. Durante muchos años fueron objeto de todo tipo de interpretaciones:
Los Elegidos somos la esperanza.
Los Elegidos somos los valientes.
Los Elegidos somos [intraducible] sin miedo.
Los Elegidos somos [intraducible].
Los Elegidos somos [intraducible].
Los Elegidos somos [los que] dominan [intraducible].
Los Elegidos somos los dueños de [intraducible].
Los Elegidos somos paz en la guerra.
Los Elegidos somos orden en el caos.
Los Elegidos somos vida en [¿el sueño?, ¿la muerte?].
Somos los Elegidos.
Los Elegidos somos los dueños del conocimiento y la belleza.
Los Elegidos somos los dueños del entendimiento y la cultura.
Los Elegidos somos los dueños de la memoria y el saber. [intraducible] la sabiduría y el arte.
Los Elegidos somos los dueños de La Biblioteca [Una traducción más literal podría ser "El Depósito de Pensamiento" o "El Almacén de Conocimiento", pero MENTE prefirió tomarse una licencia literaria más de su gusto].
La Biblioteca es la fuente de todo el saber de la galaxia,
La Biblioteca contiene lo conocido y lo desconocido.
Los Elegidos somos cientos [de civilizaciones]: Ios Iguales a Nosotros, [226 signos intraducibles], los Voladores, [120 signos intraducibles], los Oscuros, [542 signos intraducibles], los Amarillos, [93 signos intraducibles].
Aletes queda extasiado por la revelación y solicita ser parte de la alianza:
Bendición. [intraducible]. Oh, [intraducible] conocimiento. Oh, [intraducible]. Los Superiores quieren ser iguales a los Elegidos.
La respuesta a su petición no se hace esperar:
—[Si quieres ser igual a los Elegidos] [intraducible] mostrar tu valía. [intraducible] merecerlo [intraducible] tu capacidad para viajar [¿y alcanzar?] [lo] más lejano.
La prueba de Aletes para pasar a formar parte de la alianza galáctica de los Elegidos, no es otra que contactar con una civilización tan avanzada como lejana. Para ello, Aletes tiene que realizar un viaje muy largo. La civilización de los Superiores está muy evolucionada en el plano tecnológico y sus naves son capaces de alcanzar velocidades muy elevadas:
Aletes viajó más allá de las estrellas conocidas. Aletes viajó más allá de lo descubierto. Aletes viajó más allá de [intraducible].
El contacto con la nueva civilización extendida por tres sistemas planetarios impresionó a Aletes. Estaban muy avanzados; tanto que no son muy respetuosos con él, al que perciben como un ser primitivo. Quizá por ello Aletes no los trata con demasiado afecto, de hecho, los llama «los impuros» (MENTE no estaba satisfecho con el término 'impuro', pero no encontraba nada mejor en nuestro limitado vocabulario):
Aletes conoció a los impuros, a los indeseables, a los despreciables, a los [intraducible], a los [intraducible], a los [intraducible]:
—Oh, Impuros, escuchad mi petición. Vengo [de muy] lejos [buscando] vuestra ayuda. Atended mi [¿plegaria?]. Permitid[me] ser igual a los Elegidos. Compartid [conmigo] vuestro conocimiento.
Los Impuros, aunque no parecen interesados en Aletes, al que desprecian, le conceden su petición:
—Eres primitivo y grotesco, [apenas una] bestia, y nada [hay que] aprender de ti, pero serás igual a los Elegidos. No [te] queremos aquí. Vete. Corre. Vuelve [a tu estrella para] comunicar la buena noticia.
Aletes regresa a su hogar, el planeta de los Superiores, lleno de satisfacción. Goza de pleno acceso a la Biblioteca conteniendo el conocimiento de los Elegidos, la sabiduría de toda una galaxia. Aunque consumido por la impaciencia y el deseo de contarles a sus congéneres la magnífica noticia, tiene que aceptar que debe prepararse para un prolongado viaje de retorno, que durará muchos años.
Casi al final del relato, Aletes viola el destierro y vuelve a su planeta natal para mostrar sus fantásticos logros e intentar conseguir el perdón a su condena, pero allí no encuentra otra cosa que destrucción, caos y desolación. La civilización está arrasada, resultado de catástrofes absurdas que han esquilmado el medio ambiente. El planeta es inhabitable. Aletes es el único superviviente de su especie:
—Oh, planeta de los Superiores. Oh, hermanos atroces. Oh, despiadados. Oh, malditos. Oh, [intraducible]. Oh, [intraducible].
¡Oh, necios! Habéis destruido mi mundo.
No falta quien apunte que la nave de Aletes debería haber sido muy veloz. Es probable que fuera capaz de alcanzar velocidades muy cercanas a la velocidad de la luz en el vacío. De esta manera, Aletes pasa gran parte de su vida siendo objeto de la contracción temporal relativista. Así, cuando retorna al planeta de los Superiores lo encuentra totalmente cambiado. Para él han pasado unos cuantos años, pero para el planeta quizá miles de veces más tiempo. De esta manera, Aletes, no solo viaja en el espacio, también viaja en el tiempo, convirtiéndose de hecho en el viajero eterno.
El crítico exoliterario Fabricio Pessini ha sugerido que el viaje de Aletes hacia la estrella de «los Impuros», más que un viaje en el espacio, fue un viaje en el tiempo; un prolongado lapso durante el cual los Superiores tuvieron que demostrar que eran una civilización pacífica y positiva, merecedora de tal premio; una civilización prudente en la que se podía confiar. Entiéndase que los Elegidos no podían comunicar alegremente sus amplios conocimientos científicos a cualquier civilización. Durante este periodo los Superiores fracasaron, decidiendo autodestruirse llevados por su violencia estúpida, poniendo de manifiesto que no habían superado el reto. No lo merecieron. Si hubieran elegido ser una civilización sensata, digna de los conocimientos de los Elegidos, Aletes los habría encontrado vivos para comunicarles la buena noticia. Fue una prueba planeada por la alianza galáctica que el infeliz Aletes no supo entender.
La pregunta llegó enseguida: ¿Habría sido nuestra civilización capaz de superar una prueba como esta? Bastaba echar la vista unos cientos de años atrás para recordar la Edad del Ocaso, con esas situaciones atroces de terrorismo nuclear que habían estado muy cerca de extinguir a los seres humanos. O mucho cambiábamos, o no seríamos capaces.
El relato finaliza con Aletes disponiendo lo necesario para dejar su historia escrita en la superficie del planeta de los Superiores. Es apasionante pensar que quizá el relato que nosotros descubrimos en Karachi, el posible planeta de los Superiores, estaba grabado en la piedra directamente por Aletes. Quién sabe.
La impresión en nuestra cultura de Los Superiores ha sido muy profunda. Fue un acierto por parte de aquella civilización perdida dejarnos este pequeño relato. Un simple mensaje científico, con numerosos datos objetivos, no habría tenido el mismo impacto social.
Como asunto de debate, el relato ha recibido los análisis más minuciosos. Sus detractores llegaron incluso a poner en tela de juicio la honestidad de MENTE, argumentando que podría haber adornado el texto con historias de su invención o traducidas de forma incorrecta. El genial dispositivo reaccionó escribiendo un extensísimo informe detallando su proceso deductivo de desciframiento, pero nadie ha sido capaz de entenderlo en su totalidad.
La Vida podía estar extendida por toda nuestra galaxia, pero no parece deducirse del relato que las civilizaciones avanzadas sean algo común. Se habla de la civilización de «los iguales a nosotros», pero para alcanzar otra civilización evolucionada, la de «los Impuros», Aletes tiene que realizar un prolongado viaje. Quizás el fin de toda sociedad avanzada es nacer, crecer y destruirse en apenas unos miles de años. Quizás, si no teníamos mucha suerte, estábamos solos en este Universo, y estas civilizaciones estaban mucho más allá de lo que nunca podríamos alcanzar.
Pero lo impresionante, lo realmente impresionante, y este aspecto produjo una auténtica conmoción en el sistema solar, era la posibilidad de que las civilizaciones avanzadas estuvieran unidas entre sí para compartir conocimientos formando una suerte de alianza galáctica. Recordemos que durante el tiempo del florecimiento cultural de Karachi, es probable que la estrella estuviera muy lejos de nosotros, a miles y miles de años luz. Si parte de esa alianza de «los Elegidos» hubiera sobrevivido al curso de los eones debería estar a distancias inimaginables.
Si el relato de Los Superiores tenía algo de veraz, bien pudiera ser que esa alianza galáctica todavía estuviera en algún sitio, y entrar en contacto con ellos sería, sin duda, el mayor descubrimiento de toda la historia de nuestra civilización. Conseguir acceso a la Biblioteca, esa enciclopedia con todo el conocimiento galáctico de «los Elegidos», podía ser algo realmente fenomenal, más valioso que cualquier cosa imaginable.
Sin embargo, esta historia fascinante fue mal recibida en algunas partes de la sociedad. John Drake, el líder del grupo terrorista Black Stars, se expresaba así en las redes:
Ante nosotros se muestra un relato épico inquietante, que describe una galaxia en la que existen peligrosísimas civilizaciones extrasolares con un elevado desarrollo tecnológico.
Estas sondas que se envían hacia las estrellas, sin el acuerdo de todos, son fruto del capricho de unas pocas potencias codiciosas y pueden convertirse en una especie de «Caja de Pandora» que al abrirse libere todos los males de la humanidad.
¿Quién nos puede garantizar que no estamos comunicando nuestra posición a estos potenciales invasores extrasolares?
En el fondo algunas naciones recelaban de que un proyecto liderado por La Ciudad de la Luna y la AEA (Agencia Espacial Americana), orientado a explorar las estrellas más cercanas, tuviera demasiado éxito y las posicionara en una situación privilegiada que acelerase aún más su ya de por sí enorme desarrollo tecnológico. Muchas naciones, sobre todo las menos favorecidas, se sentían incómodas con esta situación, que percibían como una amenaza capaz de desestabilizar el delicado equilibrio diplomático de todo el sistema solar.
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