31. Irreal


—¡¿Ves porque el dejarte ir sin los guardaespaldas era una terrible idea?! —Kevin gruñó estando en el auto.

—¡Perdóname! Pero sabes que yo no estoy acostumbrada a eso, además iba a la casa de mi madre, ¿para qué necesitaba seguridad?

—¡Mira las consecuencias, Charlie, mira cómo te ha lastimado ese imbécil!

—¡Estoy bien! ¡¿Por qué me gritas?!

—¡¿Bien?! Solo tuviste suerte. Esto pudo ser más que un moretón en la muñeca y estabas sola, maldita sea.

Los ojos de Charlie se desviaron a la carretera sintiendo que las lágrimas amenazaban con salir.

Kevin trató de normalizar su respirar, perder los estribos no es algo que lo caracterizaba, pero en esta situación siente impotencia y enojo, mucho enojo.

—Hey... —al intentar tocarla Charlie dio un respingo asustado.

—Lo siento —ella susurró.

Eso le partió el corazón, aún más cuando ella comenzó a llorar, mirándolo entre lágrimas.

—Lewis, detén el auto y sal un momento por favor.

El hombre frenó en una esquina de la carretera y bajó del auto en silencio.

—¿Qué pasa? —Charlie miró sin entender a sus costados—. ¿Por qué le pediste que bajara?

—Lo siento —Kevin parpadeó un par de veces tratando de contener sus propias lágrimas, cosa que hizo que Charlie se asustara un poco.

—¿Por qué te disculpas? ¿Qué ocurre?

—Te pido perdón por asustarte de esa manera, no fue mi intención y quiero que sepas que yo jamás, jamás, te pondría un dedo encima de esa manera. No quiero que tengas miedo de mí cuando me enojo.

Kevin desvió la mirada y Charlie llevó ambas manos a las mejillas de él.

—Cariño, no llores —Charlie acarició sus mejillas limpiando con sus pulgares las lágrimas veloces que se le escaparon.

Kevin no dijo nada, solo comenzó a besar la muñeca lastimada de Charlie y ella unió su frente a la suya.

—Que lindo suena cuando me dices así —sonrió de costado.

—¿Cariño? —ella sonrió de regreso.

—Sí.

Sus ojos se encontraron.

—Kevin, tienes que entender que no puedo borrar de mi memoria más de un año de mi vida con Antony. Esa mierda ha sido un proceso y no te mentiré, me asusta tropezar dos veces con la misma piedra, pero tú... Kevin Daniels, tú eres diferente. Soy la loca más afortunada de este maldito mundo porque te tengo a ti.

—Yo soy el afortunado, Charlie —la besó velozmente, sintiendo su latir desbocado.

—Te quiero, ¿me oyes?

—Yo también te quiero, pero por favor... Necesito que retomes el estar vigilada por los guardaespaldas, ya no puedo con esto, no cuando no quieres ponerle una denuncia.

Ella suspiró.

—No quiero que el mundo me conozca solo por eso, no puedo, ¡me avergüenza! Cuando se enteren de que fui víctima de violencia doméstica eso será lo único que pensarán al verme. No quiero lástima ajena, Kevin... Sé que es tonto, pero es la verdad.

—Pero lo eres, Charlie. Fuiste violentada en repetidas ocasiones por tu ex pareja y necesitas tomar acciones. Mira, ya no estás sola, puedo ayudarte, tengo a los mejores abogados del mundo y podemos manejar todo esto con mucha discreción, pero no puedo ayudarte si tú no quieres que lo haga. Hay batallas que por màs que yo desee no puedo pelear por ti.

—Lo pensaré y con respecto a los guardaespaldas, creo que tienes razón, los necesito.

Y eso por lo menos logró tranquilizar a Kevin un poco.

—De acuerdo, mi amor —él dejó un beso en su frente y asintió.

❁❁❁

Kevin se arrojó a la cama luego de salir de la ducha. Vió de reojo a Charlie muy concentrada leyendo su novela, la cual ya había avanzado mucho y con los lentes puestos se le hacía muy tierna.

—Ay, Dios mío. ¡Ya bésense! —gritó a las páginas y ahogó un grito de desesperación.

—¿Qué te ocurre? —Kevin carcajeó.

—Estos tontos quedaron atrapados en un elevador luego de que descubrieron lo de sus problemas y no aprovechan la oportunidad para besuquearse... ¡Ugh!

Charlie puso el separador de página y cerró el libro en su regazo.

—En esta vida no todo se soluciona a besos —Kevin se burló.

Charlie arqueó una ceja, divertida.

—¿Seguro de eso?

—No me quedé sin mi beso de buenas noches, ¿verdad?

—No —se inclinó para dejar un suave beso sobre sus labios.

—Por cierto, mañana salimos más temprano de la oficina, es el baby shower de Quinn.

—¿De verdad?

—Sí. Debemos pasar por un par de regalos para Mike.

—¿Eso significa que ya está a nada de nacer?

—Mediados de marzo.

—Ay, que linda se verá Quinn de mamá.

—Supongo —Kevin sonrió de lado.

—¿Alguna vez has pensado en formar una familia y cómo te verías siendo papá?

—No está en la cima de mis prioridades, pero sí, algún día espero tener hijos.

—¿Cuántos? —Charlie se acomodó mejor para escucharlo y Kevin comenzó a acariciar su mejilla.

—Bueno, eso no depende de mí, sino de la mamá.

—Cierto.

—¿Cuántos hijos quieres tener? —la miró sonriente.

Ella carcajeó.

—Siete.

—Siento que me dará un infarto —Kevin fingió asustarse.

—Mentira, puede que dos... Una pequeña familia de cuatro, no, cinco... Olvidaba al perro.

—¿También un perro?

—Sí, ¿no te gustan?

—Claro que me gustan, tuve uno de pequeño, pero ahora mi trabajo no me ha permitido tener uno. Viajo demasiado y casi siempre estoy en la oficina.

—Cierto, pero tu futura esposa podrá ayudarte y los niños también.

—Más te vale, ya sabes que eres muy despistada y no los quiero ver correteando al perro por todo el vecindario solo porque no pudiste atarle bien la correa.

Charlie se quedó en silencio, imaginar una vida con Kevin le parece tan irreal que lo único que pudo hacer fue abrazarlo para descubrir que no era un sueño.

Hundió su cara en su pecho oliendo el rico aroma a jabón caro y sintiendo la suavidad de la bata blanca de baño.

—Te quiero mucho, Kevin Daniels.

—Y yo a ti, Charlotte Lawrence.


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