22. Señora Daniels


Estar de regreso en el trabajo trajo consigo lo que Charlie creyó que pasaría: muchas miradas llenas de confusión.

No, ella y Kevin no llegaron a Daniels Empire de manos agarradas, ni tampoco mostrando señal de que algo entre ambos esté pasando, pero, aun así, cualquiera que tuviera acceso a redes sociales habría visto las fotos que estaban circulando de ambos al salir de la fiesta de odio al San Valentín desde hace dos días.

Dificultas mi trabajo a veces, Kevin. ¿Como diablos le explico a la prensa que empezaste un pleito en un bar y luego saliste del mismo de manos agarradas con tu secretaria? ¡Tu secretaria!
⤻8:34 am

Kevin ya estaba acostumbrado a recibir mensajes de su publicista por las mañanas cuando cualquier artículo donde se hablase de él y su vida privada salía a la luz.

Yo no ''empecé un pleito'' El tipo la estaba acosando y le arrojó una botella de cerveza, ¿acaso debía quedarme de brazos cruzados?

8:35 am⤺

Bien. Déjame ver como maquillo esto en los medios.
⤻8:35 am

Recuerda quien eres, maldita sea.
⤻8:36 am

Para Charlie la mañana iba diferente. La chica se la pasó pegada a la computadora, respondiendo mensajes y organizando la agenda de su jefe para no pensar en todo lo que implicaba ser ahora... ¿Novia? ¿Casi algo? Independiente de lo que fuese encontraba muy abrumador saber que de seguro era el tema de conversación de todo el edificio.

—¡Ugh! —Charlie dejó caer su cabeza sobre el teclado.

La letra K comenzó a escribirse en la pantalla y ella ni cuenta se dio.

—¿Charlie?

Dio un brinco, se acomodó mejor en la silla y forzó una sonrisa.

—¿Sí?

Kevin ladeó el rostro en confusión, pero decidió ignorarlo y alejó el celular de su oído cubriendo la bocina en el proceso.

—Necesito que me hagas un favor. En la recepción se encuentra la señora Martina. Es de baja estatura, cabello gris y elegante vestimenta. ¿Crees poder ir por ella y guiarla hasta el salón de conferencias en el piso 14?

—Claro —Charlie se puso de pie.

—Gracias —le guiñó un ojo y subió el celular a su oreja—. Ya bajarán por usted. La veo en el salón, yo debo terminar de leer un contrato y bajo de inmediato.

Al estar sola en el ascensor Charlie se observó en el espejo. Llevaba una camisa blanca manga larga de un material suave, la falda era negra y se ajustaba muy bien a su cintura, los zapatos de plataformas negros. Es bastante sencillo, pero pensó en lo estilizada que el conjunto que Quinn eligió la hacía ver y también pensó en que, si la mujer no tuviera ya un empleo como jefa de recursos humanos, de seguro sería una buena estilista ya que la mayoría de lo que compraron ayer era muy bonito.

Las puertas se abrieron y soltando un suspiro Charlie salió del cubículo metálico.

—¿Señora Martina? —preguntó al irse acercando a la única mujer con la descripción exacta que Kevin le dio.

—¡Oh! —dijo ella con un gesto alegre—. ¡Soy yo!

Una sonrisa amable apareció en el rostro de la mujer.

—Hola, mi nombre es Charlotte, soy la secretaria de Kevin y Quinn. ¿Lista para ir al salón de reuniones?

—Oh... ¿Qué ha pasado con Esther?

—Accidente laboral —Charlie hizo una mueca—. Estará de regreso en unas semanas.

—Qué pena.

—Sí... Fue bastante feo, pero...

Los ojos de Charlie sin poder evitarlo se desvían al enorme ramo de rosas que sostiene Tony mientras comienza a entrar al edificio.

—Oh, por Dios.

—¿Sucede algo? —la señora Martina giró en su lugar.

—Charlie —los ojos de Tony se iluminaron al verla.

Charlie tragó el nudo en su garganta y miró a la señora Martina y a Tony simultáneamente.

—Discúlpeme un momento, señora Martina —le regaló una sonrisa de costado y con rapidez tomó a Tony de un codo para jalarlo a una esquina del lugar—. ¿Qué diablos estás haciendo aquí?

—Discúlpame, muñeca —extendió las rosas en su dirección—. Vuelve a casa conmigo, te extraño.

—No.

Le empujó las rosas de regreso.

—¡Charlie!

—Vete de aquí, Antony.

—Por lo menos acepta las rosas y dime que lo hablaremos más tarde, ¿te puedo llevar a almorzar?

—No, vete de aquí.

—Muñeca, ¡por favor!

Un pequeño forcejeo con murmullos inaudibles comenzó. Tony le quiso dar las rosas, pero ella las empujó de regreso. Cuando un grito ahogado se le escapó a Charlie, la señora Martina se puso alerta.

—¡Auch! —exclamó Charlie y observó que en la parte baja de su brazo la manga se había roto y había comenzado a salir un hilo de sangre—. ¡Las espinas, Antony!

—¡Oye! —la señora Martina caminó veloz hasta ellos y tomó su pequeño bolso para golpear a Tony en el hombro tres veces—. ¡Deja a Charlotte en paz!

—¡Señora, cálmese! —Tony dio un paso atrás y las rosas cayeron al suelo—. Charlie es mi novia.

—¿Lo es?

—No, no lo soy —Charlie contuvo la risa al ver la cara de preocupación de la señora Martina.

—¡Largo de aquí, jovencito! —prosiguió a golpearlo ahora en la cabeza—. No me hagas llamar a seguridad.

—Pero...

Charlie arqueó una ceja y la señora Martina procedió a quitarse sus muy finos guantes para el frío.

—¿Así que quieres hacer esto por las malas? Tomo clases de jiu jitsu todos los viernes en el club, puedo defenderla.

—Tony, la gente está mirando —susurró Charlie, entre dientes—, por favor, vete.

Tony desvió la vista de ella y observó que muchos estaban con la mirada fija en la escena. Se inclinó para recoger las rosas del suelo.

—De acuerdo, pero volveré.

—No, no lo harás, yo misma me encargaré de que no te dejen entrar más a este edificio —la señora Martina pasó una mano por la espalda de Charlie—, vámonos, Charlotte, tengo una reunión a la cual asistir.

Sin mirar atrás Charlie y la señora Martina caminaron hasta el ascensor.

La mancha de sangre era ahora más grande sobre la manga izquierda.

—Excelente día para ponerme una camisa blanca —murmuró Charlie para sí misma y volteó a la señora Martina—. Gracias por defenderme.

La mujer hizo un gesto desdeñoso.

—Charlotte, puedo ser vieja, pero en este cuerpo aún queda fuerza —subió sus puños al aire y Charlie rió muy a su pesar ya que ahora siente vergüenza por el numerito que se armó allá abajo.

—Señora Martina... ¿Podría hacerme un favor?

Las puertas se abrieron.

—Claro.

—No le diga a nadie lo que sucedió abajo.

—¿Qué sucedió abajo? —preguntó Kevin arqueando una ceja.

Charlie soltó una maldición baja cuando vio a Kevin frente a ella junto a Fredie e instintivamente llevó su brazo lastimado detrás de su espalda.

—Nada.

La señora Martina solo negó y salió del elevador.

—Uh... ¡Drama! —Fredie sonrió pícaro y estiró sus brazos a la mujer para rodearla en un breve abrazo—. ¿Por qué será que con usted siempre viene la diversión incluida, señora Daniels?

Charlie abrió los ojos, sorprendida.

—Qué cosas dices, Fredie —hizo un gesto desdeñoso al separarse y subió la mirada a Kevin—. Kevin Daniels, ¿acaso no le darás un abrazo y un beso a tu abuela?

—Abuela, que gusto verte de nuevo —Kevin sonrió sin mostrar los dientes y procedió a rodearla con sus brazos.

—Yo debería ir subiendo... —Charlie estiró su otra mano para presionar el botón.

—Charlie, hay un espejo detrás de ti y puedo ver la sangre en tu brazo —Kevin entrecerró los ojos, escaneando de más el rostro de la chica y eso la puso nerviosa.

—Mierda... —susurró Charlie al darse cuenta de ello y salió del elevador, rendida.

—Charlie —Kevin dio un paso hasta ella y la miró fijamente—. ¿Qué sucedió? ¿Quién te hizo esto? —tomó con delicadeza su brazo y observó la manga rota con la sangre saliendo por la herida.

—¡Un mal educado! —exclamó la señora Martina y elevó su bolso al aire—. No te preocupes, querido, yo misma me encargué de él.

Kevin inhaló de forma lenta sin voltear a ver a su abuela ya que su vista siguió puesta en los ojos asustados de Charlie.

—Estoy bien —le aseguró Charlie—, solo es un rasguño menor, ve a tu reunión, Kevin.

—De acuerdo, pero hablaremos de esto en cuanto termine.

A ella no le quedó más remedio que asentir mientras subía al elevador nuevamente.

❁❁❁

—Listo... —Charlie sonrió de lado, a pesar de que la persona del otro lado del teléfono no puede verla—. Estaré pendiente, gracias.

En eso las puertas del elevador se abrieron y Lewis apareció en su campo de visión.

—Buenos días, señorita Charlie.

—Hola, Lewis —lo miró con extrañeza al notar la bolsa de compra en sus manos—. ¿Es algún pedido para Kevin?

—En teoría es un pedido de Kevin, para usted.

—¿Para mí? —se levantó de la silla como si un resorte la hubiese empujado y abrió la bolsa para sacar una bonita camisa rojo vino manga corta.

Sin poder evitarlo una sonrisa tonta la abandonó.

—Debo admitir que tienes buen gusto, Lewis —dijo ella al volver la vista a él.

—Quisiera poder llevarme el crédito, pero Kevin la escogió.

—¿Qué? —volvió a meter la prenda en la bolsa y notó que adentro también había alcohol médico y vendas adhesivas—. ¿Cómo? ¿No se encuentra en una reunión?

—Sí, pero todo el rato estuve mandándole fotos de las camisas que yo veía en la tienda y terminó escogiendo la roja.

—Oh... bueno, gracias.

—Hasta más tarde, señorita Charlie —Lewis se giró y volvió a subir al elevador dejándola sola.

Charlie sacó la camisa de la bolsa observándola con mayor atención.

—Ay, Kevin...


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