13. Invitaciones
Zach soltó una maldición al momento en que sin querer se le resbalaron de las manos los vasos de cartón que iba a acomodar.
—Idiota —se burló Charlie mientras se adentraba más al local.
Hay varias personas en distintas mesas y el olor a café es tan apetitoso que las ganas de beber uno se hacen presente.
—Tenías que ser tú —bufó al verla—. ¿Cómo te atreves a venir aquí? Ni creas que no me entenderé de lo que le hiciste a Jazmín en el parque.
—¡Yo no le hice nada!
—Pues las marcas de dientes que quedaron en su cuerpo no dicen lo mismo. ¿Usar perros para atacarla? Eso es demasiado, incluso para ti.
—Si Jazmín no fuera tan... Jazmín, nada hubiese pasado.
—¿Y qué me dices de llamar "vieja bruja" a mi suegra?
Charlie contuvo la risa al ver a Zach demasiado serio detrás del mostrador. Dejó sobre la barra su gabardina y birrete, sacó su billetera y elevó la vista al menú detrás de él.
—¿Si pido un café no tratarás de envenenarme?
—Pídelo y veremos qué sucede —respondió, pero sus ojos cayeron de inmediato en el pedazo de tela color verde oscuro—. ¿Hoy es tu graduación?
—La otra semana —respondió secamente—, hoy tenía que buscar la toga y el birrete.
—Oh.
—También las invitaciones —metió la mano en su bolso para sacar dos tarjetas que colocó sobre la barra—, una es para ti y otra para mi mamá, ¿si la ves puedes dársela?
Zach soltó un suspiro y tomó los dos pedazos de cartoncillo.
—Claro.
—Si arrojas a la basura tu invitación me da igual, no estamos en buenos términos así que lo entenderé.
—Bien —Zach subió los hombros en un gesto despreocupado y se giró para arrojar a la basura una de las invitaciones.
Charlie quedó inmóvil. Zach volvió hasta ella y apoyó las manos sobre la barra viéndola desafiante.
—¿Ordenarás algo? Ya hay gente detrás de ti.
Ella guardó su billetera y tomó el gancho con su toga y birrete.
—No —carraspeó volviendo en sí—. Sólo me quedan diez minutos para llegar a mi trabajo, ya debería irme.
Su hermanastro no dijo nada, así que dándose la vuelta ella salió de forma rápida del establecimiento.
❁❁❁
—¡Charlie! Buenos días, qué bueno que llegas, necesito ayuda.
—Buenos días, Quinn —Charlie salió del todo del elevador y caminó hasta el escritorio para dejar sobre la silla su toga y birrete—. Claro, ¿qué sucede?
—Tengo una reunión en el piso 14 y debo llevar los libros para la presentación, pero la caja está demasiado pesada para mí.
Charlie siguió a Quinn a su oficina y vio la caja sobre el escritorio. La tomó en brazos y salió con ella para subir juntas al elevador.
—Gracias, Charlie —Quinn llevó una mano a su estómago—, pensé que Kevin subiría, pero supongo que ya está en el salón de conferencias.
—No hay problema, yo no puedo dejar que el pequeño karateka se lastime —Charlie miró de reojo al estómago de Quinn.
—Te juro que últimamente ya no puedo hacer nada. Y mi espalda, oh... No tienes idea de lo mucho que duele.
—Un diminuto precio por crear vida —susurró Charlie.
Las puertas del elevador se abrieron en el piso 14, Quinn es la primera en salir y guió el camino a la sala de conferencia.
Charlie observó todo a su paso con disimulo, pero por andar en ello terminó estrellándose contra la puerta de cristal del salón.
Todos la observan desde la gran mesa larga ya que la caja se le resbaló de las manos, los libros cayeron e incluso uno golpeó su pie izquierdo.
—¡Charlie! —Quinn abrió los ojos—, ¿estás bien?
Torció los labios tragándose el dolor.
—Ajá —logró formular con la vergüenza a flote y se arrodilló para recoger los libros y meterlos dentro de la caja.
Cuatro manos se unieron en su ayuda. Al subir la vista los ojos de Kevin la observaban y otro hombre que no había visto antes intentó contener la risa.
—Creo que los cristales están demasiados limpios, ¿verdad? —se burló el desconocido.
Charlie notó que su piel es de un lindo color caramelo y sus facciones le dan un aire de pertenecer a la cultura Hindú.
—Demasiado limpios —susurró Charlie.
—¿Estás bien? —preguntó Kevin cuándo ya los tres se pusieron de pie y él está sosteniendo la caja por Charlie.
—No. Una sala de conferencias con gente que de seguro es muy importante me vio estrellarme contra el cristal —se abrazó a sí misma.
—Apuesto a que eso los puso de mejor humor —dijo el hombre junto a Kevin, rápidamente estiró su mano en dirección a Charlie—, perdona mis modales, mi nombre es Rajesh Kamal, Fredie para los conocidos —le guiñó el ojo a Kevin.
—Charlotte Lawrence —estrechó su mano—, Charlie para el que quiera llamarme así.
—Mucho gusto, Charlie —Fredie señaló el salón—. ¿Te quedarás para la reunión?
—Oh... No, yo solo vine a ayudar a Quinn con la caja —negó rápidamente y miró a Kevin—. Ya debo subir, mi labor está arriba.
—Bueno, ¡nos vemos por ahí, Charlie!
Fredie pasó de ellos para entrar al salón de conferencias junto a Quinn.
—Estoy demasiado avergonzada —Charlie bajó la cabeza.
—Últimamente dices mucho esa frase.
—Charlotte Vergüenza Lawrence, creo que ese debería ser mi nombre ahora.
Kevin sonrió de lado.
Con su barba perfectamente recortada y su traje elegante, Charlie notó que su jefe se ve muy bien esta mañana, quizás el golpe que se dio hace unos minutos sacudió su cabeza, pero incluso hasta el perfume del hombre frente a ella huele delicioso.
—Ya debería entrar, están esperándome.
—Claro —Charlie dio un paso a la izquierda para alejarse de la entrada—, lo siento, yo también debería subir.
Ambos se dieron una última mirada y se alejaron.
Ella intentó disimular el dolor mientras caminaba, lo más probable es que le salga un moretón donde el libro le cayó, pero sólo cuando está en el elevador es que se permite soltar un gruñido de dolor.
—¡Maldita mala suerte!
❁❁❁
Kevin bloqueó su tableta cuando Quinn termina su presentación.
—¿Quedamos así? —preguntó la rubia al final de la mesa.
—Sí, todo está perfecto, Quinn —respondió Kevin desde su lugar, que es el otro extremo de la mesa justo en la cabeza—. No lo negaré, estar en la cima sin ti será triste, pero ya es momento de que pases estas últimas semanas de tu embarazo tranquila y preparándote para la gran llegada de tu bebé.
—Estaremos bien y con todo lo que ya dejaste organizado el departamento de recursos humanos podrá sobrevivir hasta que regreses —dijo la mujer junto a Kevin, que es la segunda al mando de ese departamento, su oficina está en el piso debajo de Kevin y Quinn—, no te preocupes por nosotros, querida.
Fredie levantó su mano y Quinn arqueó una ceja en su dirección.
—¿Seré el padrino de Mike?
—Sigo considerándolo —respondió ella, sarcástica.
Todos soltaron a reír mientras se ponían de pie para abandonar el lugar tomando sus agendas electrónicas, libros y termos con café.
Fredie se levantó y abrochó el botón de su saco en el proceso.
—¿Con que tienes nueva secretaria?
—No empieces —Kevin se levantó de su silla y tomó su tableta en mano.
Ambos salieron del salón y caminaron uno junto al otro.
—Me voy una semana para dar conferencias en otro país y cuando regreso me entero de que reemplazaron a mi bombón Esther.
—Esther tuvo un accidente, ya te lo dije antes.
—¿Y dónde salió la castaña? Muy linda, por cierto, se ve tan joven y llena de vida, como un lirio y yo adoro los lirios —subió las cejas de arriba a abajo.
—¿Disculpa? —Kevin contuvo la risa y presionó el botón del ascensor—. ¿No que tu bombón es Esther?
—Puedo tener dos bombones, me gusta el chocolate.
—Creo que Charlie no necesita más dolores de cabeza, déjala tranquila.
—¿Advertencia o amenaza? —Fredie arqueó una ceja.
—Petición —Kevin volteó a verlo—. Además, tiene novio.
—¡Ash! Que mal, ya decía yo que no podía ser tan perfecta.
Las puertas se abrieron, pero sólo Fredie subió ya que él va para el piso 10 y el elevador va en bajada.
—¿Nos vemos para el almuerzo? —preguntó Kevin antes de que las puertas se cerraran.
—Claro, pásame a buscar a mi oficina y bajamos por algo. Tengo mucho que contarte sobre mi viaje.
Estando solo vuelve a presionar el botón para subir al último piso y al cabo de pocos minutos finalmente llega.
Lo primero que notó es que Charlie se encuentra leyendo algo con suma atención en la pantalla frente a ella.
—¿Algún mensaje para mí? —preguntó mientras se acercaba.
Charlie dio un brinco en su silla, pero al notar que era él se relajó.
—Uh, sí —le pasó un par de hojas—. Y también llegó esto —le entregó un sobre color verde.
Dejó la tablet sobre el mostrador viendo de reojo el pedazo de tela verde oscuro doblado en una esquina y sobre ella un birrete. Tomó el sobre abriéndolo allí mismo.
—Es la invitación ahora de forma física a la ceremonia de graduación de la Universidad Central —dijo él.
Charlie no disimuló su sorpresa.
—No sabía que lo invitaban a ese tipo de eventos.
—Todo el tiempo —admitió.
—Bueno... Será genial ver una cara conocida el día de mi graduación —susurró.
—¿Eres de esta promoción? —Kevin elevó la tarjeta de invitación y tampoco disimuló su sorpresa.
—Sí. De hecho, antes de venir para acá pasé a la universidad para buscar mi toga y mi birrete porque a la hora que salgo de aquí ya no hay nadie de la coordinación de graduados para entregarlo.
—Oh. Bueno, creo que es un poco tarde, pero felicidades, Charlie.
—Aún no tengo mi diploma en mano.
—Cierto, pero estás a nada de tenerlo.
—Tienes razón —Charlie sonrió.
Kevin tragó el nudo en su garganta y carraspeó ya que esa tierna sonrisa lo dejó pasmado por medio segundo.
—Eh... Ya debería entrar, el deber me llama —tomando su tableta, las páginas que ella le dio y la invitación se apartó para entrar a su oficina.
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