09. Sombra


—¡Así te quería agarrar! ¡Espera a que ponga mis manos en ti, te voy a matar!

Charlie abrió los ojos al oír algo impactar contra el suelo.

—Ay no...

Se levantó de la cama tropezando con sus propios pies y encendió la luz de la habitación. Notó en el reloj sobre el escritorio que eran las 4:30 am.

—¡Ya verás! —Tony gruñó a la distancia.

Al salir a su encuentro vio a Tony intentando mantener la postura erguida, pero está tan borracho que no puede y tropieza con la lámpara alta de piso y esta termina cayéndose.

—¡Hey! —Charlie lo llamó y caminó hasta él con lentitud ya que el sonido que la despertó fue el del jarrón que estaba en la mesita cerca de la puerta y ahora es solo pedazos de vidrios rotos por el suelo.

—¡¿Dónde está?! Yo lo vi —Tony la señaló con sus llaves—, no lo escondas, maldita, sé que estás aquí con alguien.

Charlie se cruzó de brazos, ni siquiera se indignó porque esto ya es algo muy normal.

—Son las cuatro de la mañana, Antony. ¡Ya basta!

—No —caminó veloz hasta ella y con mucha fuerza llevó ambas manos hasta las mejillas de Charlie—, tú eres la que debe dejar de estar metiendo hombres entre tus piernas. ¡Eres mía!

—Dios —Charlie se ríe más que nada porque el olor a cerveza en el aliento de su novio es demasiado fuerte—. ¿Cuánto bebiste? ¿Cómo llegaste? ¡¿Manejaste así?!

—Qué te importa cómo llegué. ¡Ya estoy aquí!

Charlie, ahora más despierta, lo empujó por los hombros para alejarla de ella.

—¡¿Sabes lo peligroso que es eso?! Pudiste matar a alguien o matarte a ti, idiota.

—Al único que mataré es a ese...

—¡A nadie! —Charlie gritó—. No hay nadie, solo tú llegando a las cuatro de la mañana gritando incoherencias luego de que prometiste estar aquí para la cena.

—¿Qué? —una sonrisa burlesca apareció—. ¿Acaso cocinaste?

—De hecho, lo hice, ¡cociné para ambos!

—¡Pues que bien que salí a beber con mis amigos, porque cocinas asqueroso!

—¡Antony!

Una bofetada aterrizó en la mejilla derecha de Charlie.

—Deja de gritarme, no eres mi mamá —susurró en un tono muy amargo antes de alejarse de ella y caminar entre tropiezos hasta la habitación.

Los ojos de Charlie se cristalizaron, pero no se permitió llorar.

Solo caminó hasta la cocina, se enjuagó el rostro con agua del grifo y sacó del pequeño closet a un costado de ella la escoba y el recogedor. Acomodó la lámpara en su lugar que por alguna razón no terminó con el bombillo roto y arrojó a la basura todas las piezas rotas del jarrón.

Una vez terminado eso volvió a la habitación y vio que Tony estaba acostado en el centro de la cama con brazos y piernas extendidas ocupando todo el espacio.

Soltó un suspiro y se sentó junto a él viéndolo dormir por unos segundos, sus manos en un movimiento casi mecánico acomodaron el cabello desordenado de su novio que caía por su frente.

—Eres un idiota... —susurró antes de tomar una almohada para dormir en el sofá de la sala.

❁❁❁

Charlie se miró por millonésima vez en el pequeño espejo de mano mientras iba subiendo al último piso de Daniels Empire para dejar su contrato firmando en la oficina de Quinn.

La bofetada de Tony dejó una marca roja muy visible, pero la maquilló bastante bien. Sabe que nadie puede notarla, pero aun así se mira cada dos segundos al espejo para asegurarse de que no debe retocarse.

Cuatro pisos antes de llegar a su destino el elevador se detuvo.

Kevin tenía la mirada fija en unos documentos, pero cuando la puerta se abrió sus ojos azules conectaron con los ojos marrones de Charlie.

No dijo nada al entrar y al notar que el elevador seguiría subiendo hasta donde él se dirige solo cierra la carpeta en sus manos acomodándose a un costado de la chica.

Charlie quiso controlar sus impulsos, ignorarlo tal y como él la ignora a ella, pero no puede.

—Lo siento mucho.

Kevin arqueó una ceja y bajó la vista para observarla.

—¿Hablas conmigo?

—Eres la única persona que hay en el elevador, Kevin.

Una media sonrisa se le escapó, eso es bueno, ella creía que en esta mañana sonreír sería algo imposible luego de la madrugada tan mala que tuvo.

—¿Por qué te disculpas, Charlie?

El corazón le dio un vuelco. ¿Él recordaba su nombre? ¿Cómo es eso posible?

—Por todo, por tropezarme contigo aquel día en la cafetería, por hacerte gastar esos 25 centavos...

—Me los devolviste —él subió los hombros.

Charlie sonrió sin mostrar los dientes, estaba cansada y Kevin lo notó. No es como si hubiese tenido muchos encuentros con ella, pero no la recuerda así de apagada.

—También por romper tu celular y poner la vida de ambos en peligro... Kevin, siento mucho que terminaras en primera plana de un periódico por mi culpa, yo...

—Charlie —la interrumpió—, está todo bien, tranquila.

Ella dejó salir un suspiro aliviado y se giró para quedar cara a cara con él dando así la espalda a las puertas del ascensor.

—No está bien, no imagino la vergüenza que debiste sentir al ver eso, porque te juro que yo me sentí fatal.

Las puertas se abrieron en el último piso y Kevin notó de inmediato que Esther estaba sobre una silla colgando las decoraciones de San Valentín al techo.

—Charlie... —vio que la castaña seguía caminando de espaldas sin dejar de verlo.

—¡Te juro que mientras esté trabajando aquí haré todo lo posible para mantenerme lejos de tu radar y así evitarte problemas!

—Charlie...

—No, hablo en serio —lo señaló y siguió caminando—. Seré como una sombra, si estamos en un mismo lugar ni siquiera notarás que estoy allí.

—¡Charlie! —Kevin abrió los ojos, asustado.

Todo pasó muy rápido

Esther soltó un grito, las decoraciones salieron volando, Charlie intentó evitar la caída, pero la secretaria cayó y la silla salió disparada por una esquina del lugar.

—¡Ay no! —Charlie gritó al ver que había sangre saliendo del tobillo izquierdo de Esther.

Kevin arrojó su carpeta a un costado y se arrodilló para mirar de cerca la situación.

—¡Creo que se ha quebrado el tobillo! —Avisó Kevin.

Quinn salió de su oficina luciendo asustada y llevó una mano a su hinchado estómago.

—¿Qué pasó? ¿Qué fue ese ruido? —preguntó la rubia y al reparar en la escena abrió los ojos a tope—. ¡Dios mío!

—¡Fue un accidente! —Charlie comenzó a negar, su cuerpo temblaba y sus ojos se cristalizaron.

—No es momento de hablar sobre qué pasó. Una de las dos, por favor llame a emergencias antes de que Esther se desangre por completo aquí —ordenó Kevin y su secretaria no dejaba de gritar del dolor.

Charlie le entregó a Quinn el folder con el contrato, así mismo el espejo pequeño que traía en la mano y la rodeó para correr hasta el escritorio de Esther.

Con las manos temblorosas y el corazón latiendo a velocidad tomó el teléfono y llamó al 911.

—911, ¿Cuál es su emergencia?

A Charlie le asustó como últimamente escuchar esa pregunta se estaba volviendo normal.

❁❁❁

Los paramédicos cerraron la ambulancia con una muy adolorida Esther puesta en camilla.

Kevin, Charlie y Quinn observaron en silencio como se alejaba el vehículo y detrás de ellos había varios colaboradores de la empresa que no pudieron evitar dejar sus labores para saber qué había pasado.

Quinn abrió el folder que Charlie le dió.

—Veo que firmaste el contrato —dijo Quinn en un tono bajo, aún algo asustada por todo lo que pasó.

—Así es —respondió Charlie tragando el nudo en su garganta y sin mirarla ya que está demasiado avergonzada.

—Pues... Bienvenida a Daniels Empire, empiezas hoy y ya mismo como nuestra nueva secretaria —le dio una ligera palmada al hombro y se giró para volver a entrar al edificio—. Ve subiendo, Charlie, porque lo primero que debes hacer es llamar para que vengan a limpiar la alfombra ensangrentada.

Charlie se llevó las manos a la cabeza y subió los ojos al cielo.

—Esto no puede ser posible. ¿Por qué tengo tanta mala suerte? —susurró para sí misma.

Kevin metió las manos a los bolsillos de su pantalón de tela azul y la miró de reojo.

—Debo admitirlo, tu primer día aquí será uno que nadie olvidará.

—No te burles, Kevin —Charlie lo volteó a ver—. Esto está muy mal, envié a una pobre chica al hospital y de seguro me odiará cuando se dé cuenta de que me han dado a mí su puesto en este lugar.

—Solo será temporal, Quinn te enviará a otro departamento en cuanto Esther se reintegre.

—Bueno... Eso no tiene pinta de ser pronto —bufó.

—¡Ja! Parece que después de todo no serás una sombra que no notaré si está en el mismo lugar que yo.

Kevin se giró para volver al edificio y Charlie cerró los ojos sintiendo el peso de su mala suerte caer sobre sus hombros.



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